Nació en Paraná (Entre Ríos Argentina) en 1883 y en 1887 se traslada con su familia a Buenos Aires.
Desde su juventud se dedicó al periodismo y colaboró con periódicos y revistas de la capital principalmente en “Caras y Caretas”.
En 1908 publica “misas herejes” (misas, pero herejes. Herejía con misa), en su ara tiene dos Santos efigies el que en todo lo demás es un iconoclasta: la de San Quijote y la de San Juan Moreira.
En su reacción de muchacho con una rebeldía entrerriana (característico de su descendencia de abuelos aguerridos), acomete contra los políticos y lo que dice es: “de lo que abunda el corazón, habla la lengua”.
“los gobernantes gozan de mil prebendas diarias,
y se rascan y comen estos baratarias”
“si se llagan los pies en el camino,
más firme, mucho más, será la marca
en la senda candente que cruzamos
se ve mejor la huella ensangrentada”
“¡loco, venid! yo quiero aquí, en el canto
soltar al viento un corazón con alas”
En 1912 estrenó un drama en un acto, en prosa, “Los que pasan”.
Después de su muerte que fue en ese mismo año a la edad de 29, su hermano Enrique y sus amigos reeditan su libro de poesías al que agregaron lo que el poeta tenía preparado para su publicación y que había titulado “El alma del suburbio”.
Carriego fue, como lo definió Borges “el primer espectador de nuestros barrios pobres”, el extrajo de ese ambiente y de los seres humildes la levadura de sus versos.
Evaristo Carriego les cantó, a la esquina, a la luz de los faroles de gas, a los perros:
“tal vez ellos mismos, en noches aciagas,
son los milagrosos geniales artistas
de bíblicas lenguas, que curan las llagas,
de anónimos Cristos sin evangelistas”
Al guapo, a quien todos admiran:
“con ese sombrero que inclina a los ojos,
con esa melena que peina al descuido,
cantando aventuras de relatos rojos,
parece un poeta que fuese bandido”
Y también:
“porque en sus impulsos de alma pendenciera,
desprecia el peligro sereno y bizarro,
que para él la vida no vale siquiera,
la sola “pitada” de un triste cigarro”
Carriego no tuvo novia, pero tuvo musa, “la muchacha triste del barrio”
¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí, sobre el piano que jamás tocas
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro, vedado, de tiernas memorias.
Intimas memorias, yo lo abrí, al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena mas honda:
el dulce secreto que no diré a nadie,
a nadie interesa saber que me nombras.
Ven, llévate el libro, distraída llena
de luz y de ensueños, romántica loca...
¡Dejar tus amores, ahí, sobre el piano!...
De todo te olvidas ¡cabeza de novia!
Varias de sus poesías “El casamiento”, “has vuelto”, “El alma del suburbio”, “El barrio”, “La silla que ahora nadie ocupa”, se cuenta entre las obras de mayores sentimientos de nuestras letras argentinas...
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