EL ANIMAL SILENCIOSO
En la mirada del animal silencioso hay un discurso que sólo el alma del sabio puede
comprender verdaderamente.
un poeta indio
En el crepúsculo de un hermoso día, cuando la fantasía se apodera de mi mente, pasé
por el borde de la ciudad y me detuve ante las ruinas de una casa abandonada, de la
que sólo quedaban las piedras.
2 Cuando se escribió esta historia El Líbano y Siria eran un solo país llamado, precisamente, Siria.
Entre las ruinas vi un perro que yacía sobre suciedad y cenizas. Su piel estaba cubierta
de úlceras y la enfermedad atormentaba su cuerpo débil. Sus ojos tristes miraban una y
otra vez al sol poniente y expresaban humillación, desesperanza y miseria.
Me acerqué a él con el deseo de saber el lenguaje animal para que mi compasión
pudiera consolarlo. Pero solo logré aterrorizarlo, e intentó levantarse sobre sus patas
paralizadas. Cayéndose, me echó una mirada en la que se mezclaba la ira impotente
con la súplica. En esa mirada había un discurso más lúcido que el del hombre y más
conmovedor que las lágrimas de la mujer. Esto es lo que entendí que decía:
-Hombre, sufrí la enfermedad que causó tu brutalidad y persecución.
"Huí de tú pie rudo y me refugié aquí, porque el polvo y las cenizas son más dulces
que el corazón del hombre y estas ruinas menos tristes que su alma. Vete, intruso del
mundo del desgobierno y la injusticia.
"Soy una miserable criatura que sirvió al hijo de Adán con fe y lealtad. Era el más fiel
compañero del hombre; lo cuidaba noche y día. Me afligía en su ausencia y lo recibía
con alegría a su regreso. Me contentaba con las migajas que caían de su mesa y me
alegraba con los huesos que sus dientes habían despojado de carne. Pero cuando me
volví viejo y enfermo, me sacó de su hogar y me abandonó a los despiadados jóvenes
de las callejuelas.
"Oh hijo de Adán, veo el paralelismo que existe entre mi caso y el de tus prójimos
imposibilitados por la edad. Hay soldados que lucharon por su país cuando estaban en
la flor de la vida y que luego labraron su suelo. Pero ahora que ha llegado el invierno
de sus vidas y ya no son útiles se ven desechados.
"También veo un parecido entre mi suerte y la de una mujer que, en los días dé su
adorable juventud, alegró el corazón de un joven y que después, como madre, dedicó
su vida a sus hijos. Pero ahora, ya anciana, es ignorada y eludida ¡Qué tiránico eres,
hijo de Adán. Y qué cruel!
Así habló el silencioso animal, y mi corazón lo comprendió
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