por Maria Lua Miér 29 Abr 2020, 03:59
Pero ya la noche caía. Y Altamira, la vidente, dijo:
Que este día, este lugar y el espíritu
que nos ha hablado, sean por siempre
consagrados en nuestro corazón.
Y él respondió:
¿Soy yo quien habló?
¿No soy también yo quien escuchó lo que aquí ha sido dicho?
Entonces, como comenzaba a descender las escalinatas del templo, el
pueblo lo siguió. Y habiendo llegado al barco, se irguió sobre el puente.
Luego, da vuelta de nuevo hacia el pueblo, y elevando la voz, les dijo:
Gentes de Orfalase, el viento me obliga a dejarlos. Aunque yo no tenga la prisa del viento, debo
irme.
Pues nosotros los errantes, buscando siempre el camino más solitario, no comenzamos una
jornada, allí mismo, donde hemos terminado la precedente; Y el sol, para nosotros, no se eleva en
el mismo lugar que nos dejó al atardecer. Pues, estamos en camino, incluso, cuando la tierra
duerme. Somos como semillas de una vivaz planta y es, en la madurez y plenitud de nuestro
corazón que somos libres, entre las manos del viento y, dispersados por la tierra.
MI estadía entre ustedes fue breve y, más aún, lo fue mi hablar. Pero, cuando mi voz no resuene
más en sus oídos, y cuando no haya más recuerdo de mi amor en su memoria, entonces, yo
volveré a estar entre ustedes.
Y con un corazón más abierto y unos labios más dóciles, al espíritu, hablaré.
Estén seguros de que volveré con el retorno de las mareas, y aunque la muerte me esconda y el
vasto silencio me envuelva, buscaré, nuevamente, su comprensión.
Y no es en vano que haya solicitado su escucha. Pues, lo poco que les haya dicho hasta aquí, si
es verdad, esta verdad se revelará con una voz más clara y en palabras más propias y
comprensibles a sus pensamientos.
Parto con el viento, gentes de Orfalase, pero no hacia la nada.
Y si este día no es el de la realización plena de todos sus deseos y no ha dado la medida de mi
amor, que sea la promesa del día futuro.
Los deseos del hombre pueden cambiar, pero su amor y el deseo de que este amor satisfaga sus
deseos, permanece siempre el mismo.
Tengan la seguridad de que resurgiré del gran silencio.
La bruma que se disipa al alba dejando sólo rocío sobre las tierras, se eleva y se vuelve nube
antes de caer luego, como lluvia.
Y yo no he sido diferente de esa bruma.
En el corazón de la noche, cuando la quietud reinaba, yo caminé por sus calles y mi espíritu entró
en sus casas. Y sentí los latidos de sus corazones, en mi pecho y sus suspiros, en mi rostro y
ustedes se me dieron a conocer, íntimamente; y, todo supe: de sus alegrías y de sus tristezas y
hasta sus sueños, más profundos, eran también los míos.
Fui así, entre ustedes, como un lago en las montañas.
Reflejé la imagen de las cimas y de las laderas escarpadas a las que se dirigen e incluso, las
manadas fugitivas de sus pensamientos y deseos. ( ...)
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