Wisława Szymborska (Prowent, actual Kórnik, 2 de julio de 1923 - Cracovia, 1 de febrero de 2012) fue una poetisa, ensayista y traductora polaca, Premio Nobel de Literatura 1996.
BIOGRAFÍA
La escritora y poeta polaca nació en Prowent, localidad que fue absorbida por Bnin, la que a su vez hoy forma parte de Kórnik, cerca de la ciudad de Poznań. Su familia se trasladó en 1931 a Cracovia, cuando ella tenía 8 años, y a partir de entonces esta va a ser su ciudad donde cursará sus estudios y vivirá hasta su muerte.
Después de terminar la educación secundaria, trabajó en los ferrocarriles y, más tarde, ingresó en la Universidad Jagellónica a la carrera de Lengua y Literatura Polaca y Sociología, que no concluyó por problemas económicos.
En sus años universitarios comenzó a publicar poesía en periódicos y revistas (su primer poema publicado fue Busco la palabra, aparecido en el suplemento literario del diario Dziennik Polski en marzo de 1945[2] ), en una de las cuales trabajó como secretaria e ilustradora. En Vida Literaria, revista en la que entró en 1953, tuvo una columna de crítica (1968-1981). Su primer poemario apareció en 1952 (debería haber publicado su primer libro en 1949, pero no pasó la censura). Más tarde, repudiaría de sus dos primeros libros publicados, por estar demasiado apegados al realismo socialista .
Fue miembro del comunista Partido Obrero Unificado Polaco, del que con el tiempo se iría distanciando hasta adoptar una postura crítica (en 1957 ya comienza a tener contacto con disidentes, entabla amistad con Jerzy Giedroyc y colabora en su revista Kultura que se publica en París).
Traductora de obras literarias del francés, perteneció a la Unión de Escritores y la Asociación de Escritores, y obtuvo numerosos honores y premios, entre los que destaca el Premio Nobel de Literatura 1996.
Se la emparenta, geográfica, generacionalmente y por calidad, a escritores como Herbert o Milosz, a quien admiró desde muy joven.
Wislawa Szymborska falleció en Cracovia el día 1 de febrero de 2012.
Premios y reconocimientos
Premio Ciudad de Cracovia de Literatura 1954
Premio del Ministerio de Cultura 1963 (Polonia)
Premio Goethe 1991
Premio Herder 1995
Doctor Honorífico de la Universidad Adam Mickiewicz en Poznań (1995)
Premio del PEN Club de Polonia 1996
Premio Nobel de Literatura 1996
Obra:
Wisława Szymborska en una entrevista en junio de 2010.Por eso vivimos (Dlatego żyjemy, 1952)
Preguntas mí misma (Pytania zadawane sobie, 1954)
Llamando al Yeti (Wołanie do Yeti, 1957)
Sal (Sól, 1962)
Mil alegrías, un encanto (Sto pociech, 1967)
Si acaso (Wszelki wypadek, 1975)
El gran número (Wielka liczba, 1976), Hiperión, Madrid, 2008
Gente en el puente (Ludzie na moście, 1986)
Fin y principio (Koniec i początek, 1993)
De la muerte sin exagerar (1996)
No sé qué gente (1997) Discurso ante la Academia Nobel.
Paisaje con grano de arena, antología, trad. Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski; Lumen, Barcelona, 1997
El gran número. Fin y principio y otros poemas, trad. Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia, Xaviero Ballester, Elzbieta Bortkiewicz, David Carrión, Calors Marrodán y Katarzyna Moloniewicz; Hiperión, Madrid, 1997
Lecturas no obligatorias (Lektury nadobowiązkowe, 1992), prosa; traducción de Manel Bellmunt Serrano, Alfabia, Barcelona, 2009
Instante (Chwila, 2002), trad. Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia; Igitur, Tarragona, 2004
Poesía no completa, antología, trad. Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia, con una introducción de Elena Poniatowska; Fondo de Cultura Economica, México, 2002 (2ed. 2008, con actualización bibliográfica)
Dos puntos (Dwukropek, 2005), trad. Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia; Igitur, Tarragona, 2007
Amor feliz y otros poemas (Miłość szczęśliwa i inne wiersze, 2007), antología, trad. Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia; Bid & co. editor, 2010
Aquí (Tutaj, 2009), trad. Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia; edición bilingüe, Bartleby, Madrid, 2009
ALGUNOS POEMAS DE WISLAWA SZYMBORSKA
De "Llamando al Yeti", 1957:
LOS DOS MONOS DE BRUEGHEL
Así es mi gran sueño del examen de reválida:
dos monos atados con cadenas, sentados en la ventana,
el cielo revolotea tras los cristales
y el mar se baña.
Me examino de historia de la gente.
Tartamudeo y me atasco.
Un mono clava en mí su mirada y aguza irónico el oído,
el otro finge dormitar,
y, en el silencio que sigue a la pregunta,
me sopla la respuesta
con un débil tintineo de cadenas.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
NOTAS DE UNA EXPEDICIÓN NO REALIZADA AL HIMALAYA
Así, pues, esto es el Himalaya.
Montañas corriendo hacia la luna.
El instante del despegue detenido
en un cielo rasgado.
Un desierto de nubes lleno de agujeros.
Un golpe en la nada.
El eco: un mudo blanco.
Silencio.
Yeti, abajo es miércoles,
hay abecedario y pan,
dos y dos son cuatro,
y la nieve se funde.
Hay una manzana roja
partida en cuatro.
Yeti, entre nosotros
no sólo existe el crimen.
Yeti, no todas las palabras
condenan a muerte.
Heredamos la esperanza,
regalo del olvido.
Verás como entre ruinas
parimos niños,
Yeti, tenemos Shakespeare.
Yeti, tocamos el violín.
Yeti, al anochecer
prendemos la luz.
Aquí, ni luna ni tierra,
y se congelan las lágrimas.
¡Oh, Yeti, casi hombre de la luna,
piénsalo y vuelve!
Así dije, a gritos, al Yeti
entre las cuatro paredes de avalanchas,
y para entrar en calor pateaba
en la nieve,
en la eterna.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
NADA DOS VECES
Nada sucede dos veces
y es lo que determina
que nazcamos sin destreza
y muramos sin rutina.
No por ser el más obtuso
en la escuela de lo humano
puedes repetir el curso
de invierno o de verano.
Ningún día se repite,
ni dos noches son iguales
ni dos besos parecidos,
ni dos citas similares.
Hace poco por tu nombre
alguien te llamó de cerca,
pensé que caía una rosa
desde tu ventana abierta.
Hoy tu mirada rehuyo,
clavo la mía en la hiedra.
¿Rosa? ¿Qué es una rosa?
¿Es una flor? ¿Una piedra?
¿Por qué el instante presente
vértigo y pena procura?
Hoy siempre será mañana:
es y será su hermosura.
Entre sonrisa y abrazos
verás que la paz se fragua,
aunque seamos distintos
cual son dos gotas de agua.
(traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
LAS CUATRO DE LA MADRUGADA
Hora de la noche al día.
Hora de un costado a otro.
Hora para treintañeros.
Hora acicalada para el canto del gallo.
Hora en que la tierra niega nuestros nombres.
Hora en que el viento sopla desde los astros extintos.
Hora de y-si-tras-de-nosotros-no-quedara-nada.
Hora vacía.
Sorda, estéril.
Fondo de todas las horas.
Nadie se siente bien a las cuatro de la madrugada.
Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la madrugada
habrá que felicitarlas. Y que lleguen las cinco,
si es que tenemos que seguir viviendo.
(traducción de Gerardo Beltrán)
De "Sal", 1962:
UN MOMENTO EN TROYA
Las muchachitas
escuálidas y sin esperanza
de que las pecas desaparezcan de sus rostros
no llaman a nadie la atención,
caminan por los párpados del mundo,
a medio cenar,
a medio leer un libro,
al contemplarse frente al espejo,
suelen ser raptadas y conducidas a Troya.
En un abrir y cerrar de ojos, en primorosos tocadores,
se convierten en bellas Helenas.
Ascienden por la escalera real
entre susurros de admiración y sedas.
Se sienten ligeras. Saben
que la belleza es descanso,
que los labios moldean el significado de sus palabras
y los gestos se esculpen solos
en un meimportaunbledo inspirado.
Sus caritas, que valen
una negativa a los embajadores,
orgullosas se alzan en cuellos
dignos de un asedio.
Los galanes de las películas,
los hermanos de las compañeras
y el profesor de dibujo, ¡ay!,
todos sucumbirán.
Las muchachitas
contemplan el desastre
desde la torre de sus sonrisas.
Las muchachitas se estrujan las manos
en un rito embriagador de hipocresía.
Las muchachitas
con la desolación como telón de fondo,
la ciudad en llamas por diadema
y zarcillos hechos de lamentos.
Pálidas y sin una sola lágrima.
Saciadas de imágenes. Triunfales.
Y tan sólo tristes
por tener que volver.
Las muchachitas
que vuelven.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
VOCABULARIO
- La Pologne? La Pologne? ¿Un frío espantoso, verdad? -me pregunta, y respira con alivio. Son tantos los países que surgen cada dos por tres, que el tema de conversación menos resbaladizo es el clima.
- Madame -me encantaría responderle-, los poetas de mi país escriben con los guantes puestos. Aunque, a decir verdad, a veces se los quitan: sí, cuando cae una luna de justicia. Con estrofas de alaridos punzantes, único medio de apagar el estruendo del vendaval, cantan la vida sencilla de los pastores de focas. Nuestros clásicos hacen cisuras con carámbanos de tinta en la nieve apelmazada. El resto, los decadentes, lloran la suerte de los copos de nieve. Quien quiere morir ahogado debe hacerse con un pico para agrietar el hielo. ¡Ay, madame, querida madame!
Eso es lo que me encantaría decir. Pero no recuerdo cómo se dice "foca" en francés. Ni estoy segura de qué palabras corresponden a "carámbanos" y a "agrietar".
- La Pologne? La Pologne? ¿Un frío espantoso, verdad?
- Pas du tout -respondo glacial.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
ELEGÍA TURÍSTICA
Todo es mío y nada me pertenece,
nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.
Las diosas, apenas recordadas,
corren el riesgo de perder sus cabezas.
De la ciudad de Samokov sólo queda la lluvia,
la lluvia y nada más.
Desde el Louvre hasta la uña
París se entela.
Del bulevar Saint-Martin queda una escalinata
que conduce a la difuminación,
y, de los puentes de Leningrado,
sólo, y con suerte, uno y medio.
¡Pobre Upsala,
con ese trocito de su imponente catedral!
Desdichado bailarín de Sofía,
cuerpo sin rostro.
Primero, su rostro sin ojos,
después, sus ojos sin pupilas,
y las pupilas de un gato, luego.
El águila caucasiana sobrevuela
un desfiladero reconstruido,
y el oro sin ley del sol
y las piedras falsificadas.
Todo es mío y nada me pertenece,
nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.
Inagotables, inabarcables,
peculiares por una hebra,
un grano de arena, una gota de agua:
paisajes.
Imposible ni de una brizna retener
una imagen completa.
Un saludo y un adiós
en una sola mirada.
Y un solo movimiento del cuello
para lo que sobra y lo que falta.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
TRINOS
Bajo la peluca de una encina
suelta las eternas notas y trina,
notas italianas desliza por lianas
finas cual si hiladas por una araña.
Con un mi de pecho mima mimosa
a mil oídos de color de rosa,
espejillos brillan en su garganta,
tríples mínimas de sílanas canta,
minas de lamines y golosinas
la muy pícara en sus jícaras chinas
cría con neblinas de fililí.
Pero ¿qué oígo? ¡Ay de mí!
El fagot triste ya está aquí.
La música ceñuda y grave
la agarra y encierra con llave.
Basso Profondo, ¡ten piedad!,
do-re-mi, ¡mane, thecel, phares!
¿Quieres que calle? ¿Quieres llevártela
a los fríos bastidores del mundo?
¿A la región de la crónica ronquera? ¿Al Tártaro del catarro?
¿Donde el perpetuo carraspear perpetran?
¿Donde zangoletean las bocazas de pez
de los corazones zafios?
¡Oh, no! ¡No! ¡No más penar!
Pon buena cara al mar azar.
Un instante el sino aciago y feroz
danza en la liana vibrante de la voz,
y un instante le basta para cobrar aliento
y ascender con el eco hasta el firmamento
do la voz humana se hace cristal
y suena a lluvia de luz sideral.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
VELADA POÉTICA
Ser, ¡oh, Musa!, boxeador o no ser nada.
Por nosotros nunca ruge el público enardecido.
Hay doce personas en la sala.
Nos instan a iniciar la velada.
La mitad está aquí porque fuera llueve,
el resto, ¡oh, Musa!, parientes.
Las mujeres al desmayo dispuestas
irán a ver como dos pesos gallo se arrancan las crestas.
Sólo el boxeo ofrece escenas dantescas.
Y la ascensión, ¡oh, Musa!, a los cielos.
No ser púgil, ser poeta,
vivir condenado a esproncedas forzados,
a falta de músculos exhibir al mundo
-¡en el mejor de los casos!- futuras lecturas escolares,
¡oh, Musa!, ¡oh, Pegaso,
ángel acaballado!
En primera fila un viejecito en trance
sueña que su mujer, que en paz descanse,
resucita y le hace un pastel de chocolate.
Con fuego, pero lento, ¡que no se queme el pastel!,
comenzamos nosotros, ¡oh, Musa!, a leer.
(Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
EN LA TORRE DE BABEL
¿Qué hora es? -Sí, soy feliz,
sólo me falta un cascabel en el cuello
que te titinee al oído cuando duermas.
¿De veras no oíste la tormenta? El viento azotó los muros;
como un león bostezó la torre con su enorme puerta
y sus goznes chirriantes. -¿No lo recuerdas?
Llevaba un simple vestido gris
abrochado en el hombro. -Acto seguido,
el cielo estalló en infinitas chispas. -¿Cómo iba a entrar?
¡No estabas solo! -De repente, vi colores
anteriores a la creación de la vista. -Lástima
que no puedas prometerlo. -Tienes razón,
quizá fue un sueño. -¿Por qué mientes,
por qué me llamas por el nombre de la otra?,
¡la amas todavía? -¡Oh, sí, quisiera
que te quedaras conmigo! -No soy rencorosa,
debiera haberlo adivinado.
¿Sigues pensando en él? -No, no lloro.
¿Eso es todo? -Como a ti, a nadie.
Al menos eres sincera. -Tranquilo,
dejo la ciudad. -Tranquila,
me voy de aquí. -Tienes unas manos preciosas.
Es una vieja historia, el acero me atravesó
sin tocar el hueso. -De nada,
querido, de nada. -No sé
ni quiero saber qué hora es.
(traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski)
INESPERADO ENCUENTRO
Somos muy amables el uno con el otro,
decimos que es bonito encontrarse después de tantos años.
Nuestros tigres beben leche.
Nuestros azores van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan ante una jaula vacía.
Nuestras víboras se han sacudido los relámpagos,
los monos la inspiración, los pavos reales las plumas.
¡Cuánto hace que dejaron nuestros cabellos los murciélagos!
Callamos sin acabar la frase,
sonriendo sin remedio.
Nuestras personas
no saben como hablarse.
(traducción de Abel A. Murcia Soriano)
ESTOY DEMASIADO CERCA
Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida.
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
se han sentado ángeles caídos.
(Traducción de Elzbieta Borkiewicz)
CONVERSACIÓN CON UNA PIEDRA
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
echar un vistazo,
respirarte.
-Vete -dice la piedra-.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha añicos,
sería añicos cerrados.
Incluso hecha polvo,
sería polvo cerrado.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
Vengo por mera curiosidad.
Sólo la vida permite satisfacerla.
Quisiera pasearme por tu palacio,
y luego visitar una hoja y una gota de agua.
No me queda mucho tiempo.
Mi mortalidad debería ablandarte.
-Soy de piedra –dice la piedra-
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete,
no tengo músculos risorios.
Llamo a la puerta de una piedra.
Soy yo, déjame entrar.
Me han dicho que encierras salas enormes y vacías,
nunca vistas y bellas en vano,
mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie.
Confiésalo: ni tú misma lo sabías.
-Salas enormes y vacías –dice la piedra-.
Pero no hay espacio disponible.
Bellas, quizá, pero no para el gusto
de tus limitados sentidos.
Puedes verme pero nunca catarme.
Mi superficie te da la cara,
pero mi interior te vuelve la espalda.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
En ti no busco refugio para la eternidad.
No soy desdichado.
Ni carezco de techo.
Mi mundo merece el regreso.
Quiero entrar y salir con las manos vacías.
La prueba de haber estado en ti
se limitará a mis palabras
en las que nadie creerá.
-No entrarás –dice la piedra-.
Te falta el sentido de la participación.
Y no existe otro sentido que pueda sustituirlo.
Incluso la vista omnividente
te resultará inútil si eres incapaz de participar.
No entrarás; ese sentido, en ti, es sólo deseo,
mero intento, vaga fantasía.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para entrar en tus paredes.
-Si no crees en mis palabras –dice la piedra-,
acude a la hoja, que te dirá lo mismo que yo,
o a la gota de agua, que te dirá lo mismo que la hoja.
Pregunta también a un cabello de tu cabeza.
Estoy a punto de reír a carcajadas,
de reír como mi naturaleza me impide reír.
Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
-No tengo puerta –dice la piedra.
(Traducción de Abel A. Murcia)
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