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Álvaro de Campos (heterónimo de Fernando Pessoa)
Álvaro de Campos nació en Tavira el 15 de octubre de 1890 (a la una y media de la tarde) (...) Es ingeniero naval en Glasgow, pero actualmente se encuentra sin trabajo en Lisboa (...) Es alto "mide 1'75 m, o sea, dos centímetros más que yo, flaco y con tendencia a encorvarse (...) Tiene la piel más bien clara, y un aspecto que recuerda vagamente al de un judío portugués, aunque con el pelo lacio y peinado habitualmente con raya al lado; usa monóculo (...). Recibió la educación típica de un liceo, luego fue enviado a Escocia para formarse como ingeniero, al principio en mecánica, luego en materia naval. Aprovechó sus vacaciones para hacer un viaje a Oriente, de donde trajo escrito su poema "Opiario". Un tio suyo es cura en Beira fue quien le enseñó latín.
Fernando Pessoa
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El arte de Álvaro de Campos, por Ricardo Reis (otro heterónimo de Fernando Pessoa)
Un poema es la proyección de una idea en palabras a través de la emoción. La emoción no es la base de la poesía: es tan sólo el medio de que la idea se sirve para reducirse a palabras.
No veo, entre la poesía y la prosa, la diferencia fundamental, peculiar de la disposición de la mente, que Campos establece. Desde que se hace uso de palabras, se hace uso de un instrumento al mismo tiempo emotivo e intelectual. La palabra contiene una idea y una emoción. Por eso no hay prosa, ni la más rígidamente científica, que no rezume algún jugo emotivo. Por eso no hay exclamación, ni la más abstráctamente emotiva, que no implique al menos el esbozo de una idea.
Podrá alegarse, por ejemplo, que la exclamación, digamos ¡Ah!, no contiene ningún elemento intelectual. Pero no existe un ah, escrito así, aisladamente, sin relación con algo anterior. O consideramos el ah como hablado y en el tono de la voz va el sentido que lo anima, y por lo tanto la idea unida a la definición de ese sentimiento; o el ah responde a alguna frase, o debido a ella se forma, y manifiesta una idea que esa frase ha provocado.
En todo cuanto se dice -poesía o prosa- hay idea y emoción. La poesía se diferencia de la prosa sólo en que escoge un nuevo medio exterior, más allá de la palabra, para proyectar la idea en palabras a través de la emoción. Ese medio es el ritmo, la rima, la estrofa; o todos, o dos, o uno solo. Pero menos que uno no creo que sea posible.
La idea, al servirse de la emoción para expresarse en palabras, perfila y define esa emoción, y el ritmo o la rima o la estrofa, son la proyección de ese perfil, la afirmación de la idea a través de una emoción, que si la idea no la perfilase, se derramaría y perdería la propia capacidad de expresión.
Es lo que, a mi entender, sucede en los poemas de Campos. Son un derramarse de emoción. La idea sirve a la emoción, no la domina. Y el hombre -poeta o no poeta- en el que la emoción domina a la inteligencia hace retroceder la manera de su ser a estadios anteriores de la evolución, en el que las facultades de inhibición dormían aún en el embrión de la mente. No es posible que el arte, que es un producto de la cultura, o sea del desarrollo supremo de la conciencia que el hombre tiene de sí mismo, sea tanto o más superior cuanto mayor sea su semejanza con las manifestaciones mentales que distinguen a los estadios inferiores de la evolución cerebral.
La poesía es superior a la prosa porque expresa, no un grado superior de emoción, sino, por el contrario, un grado superior del dominio de ella, la superación del tumulto en la que la emoción naturalmente se expresaría (como bien dice Campos) al ritmo, a la rima, a la estrofa.
Como el estado mental en que la poesía se forma es, de verdad, más emotivo que aquéllos en los que de un modo natural se forma la prosa, es necesario que al estado poético se aplique una disciplina más dura que la que se emplea en el estado prosaico de la mente. Y estos artificios -el ritmo, la rima, la estrofa- son instrumentos de tal disciplina.
En el sentido en que Campos dice que son artificios el ritmo, la rima y la estrofa, se puede decir que son artificios la voluntad que corrige defectos, el orden que vigila sociedades, la sociedad que reduce los egoismos a su forma sociable.
En la prosa más propiamente prosa -la prosa científica o filosófica-, la que expresa directamente ideas y sólo ideas, no es menester gran disciplina, pues en la misma circunstancia de ser únicamente de ideas hay disciplina suficiente. En la prosa de más amplitud emotiva, como la que distingue a la oratoria, o tiene carácter descriptivo, hay que atender más al ritmo, a la disposición, a la organización de las ideas, puesto que éstas se encuentran allí en menor número, y constituyen el fundamento de la materia. En la prosa abiertamente emotiva -aquella cuyos sentimientos podrían ser expuestos en poesía con igual facilidad- hay que atender más que nunca a la disposición de la materia y al ritmo que acompaña a la exposición. No es un ritmo definido como en verso, porque la prosa no es verso. Lo que en verdad hace Campos, cuando escribe en verso, es escribir prosa ritmada con pausas mayores marcadas en ciertos puntos con fines rítmicos, y esos puntos de pausa mayor los determina en los finales de los versos. Campos es un gran prosador, un prosador con una gran sabiduría del ritmo; pero el ritmo que tan bien maneja, es el ritmo de la prosa, y la prosa de que se sirve es aquélla en la que se ha introducido, además de los vulgares signos de puntuación, una pausa mayor y especial que Campos, como sus pares anteriores y semejantes, ha decidido representar gráficamente como la línea partida al final, mediante la línea dispuesta como lo que se llama un verso. Si Campos, en en vez de hacer eso, inventase un nuevo signo de puntuación -digamos el trazo vertical (/)- para determinar ese orden de pausa, haciéndonos ver que allí se pausaba con el mismo tipo de pausa con que se pausa al final de un verso, no haría obra diferente, ni establecería la confusión que ha establecido.
La disciplina es natural o artificial, espontánea o reflexiva. Lo que distingue el arte clásico propiamente dicho, el de los griegos e incluso el de los romanos, del arte pseudo-clásico, como el de los franceses en sus siglos de aprendizaje, es que la disciplina de uno reside en sus mismas emociones, con una armonía natural del alma, que naturalmente rechaza lo excesivo, aun sintiéndolo; y la disciplina del otro reside en una deliberación de la mente de no dejarse sentir por encima de un determinado nivel. El arte pseudo-clásico es frío porque es una regla; el clásico tiene emoción porque es una armonía.
Casi se concluye de lo que dice Campos que el poeta vulgar siente expontáneamente con la generosidad que naturalmente proyectaría en versos como los que él escribe; y después, reflexionando, sujeta esa emoción con cortes y retoques y otras mutilaciones o alteraciones, obedeciendo a una regla exterior. Ningún hombre ha sido nunca poeta de ese modo. La disciplina del ritmo se aprende hasta que se convierte en una parte del alma: el verso que la emoción produce nace ya subordinado a esa disciplina. Una emoción naturalmente armónica es una emoción naturalmente ordenada; una emoción naturalmente ordenada es una emoción naturalmente traducida en un ritmo ordenado, pues la emoción produce el ritmo y el orden que hay en ella el orden que en el ritmo hay.
En la palabra, la inteligencia produce la frase, la emoción el ritmo. Cuando el pensamiento del poeta es alto, es decir, está formado por una idea que produce una emoción, ese pensamiento, ya de por sí armónico mediante la unión equilibrada de idea y de emoción, y por la nobleza de ambas, transmite ese equiliobrio de emoción y de sentimiento a la frase y al ritmo, y así, como he dicho, la frase, súbdita del pensamiento que la define, lo busca, y el ritmo, esclavo de la emoción que ese pensamiento le ha añadido, lo sirve.
Ricardo Reis
(Traducción de Ángel Campos Pámpano. De "Fernando Pessoa: Un corazón de nadie. Antología Poética (1913-1935)" Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg, 2001)
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