Soy yo, soy yo quien llama a vuestra puerta
aquí como en otros lugares, a todas las puertas.
No os asustéis si permanezco invisible.
No es posible ver a una pequeña muerta.
Aquí estaba yo, hace diez años de esto,
encontré la muerte en Hiroshima.
No soy más que una niña, sólo tenía siete años
pero los niños muertos no crecen.
Primero se incendiaron mis largos cabellos.
Mis manos ardieron, al igual que mis ojos.
Mi cuerpo no fue nada más que un puñado de cenizas
mezcladas con el viento en un cielo nublado.
En verdad, nada quiero de vosotros,
a mí ya nadie puede mimarme.
Aquel niño que ardió, tal una hoja de periódico,
nunca más podrá probar vuestro bombones.
Llamo a vuestra puerta, por favor escuchadme,
escuchadme y ragaladme vuestro nombre
para que no maten ya a los niños
y puedan siempre probar los bombones.
Me ha estremecido.
Buen día, Pascual
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