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Ildefonso-Manuel Gil (Paniza, Zaragoza, 22 de enero de 1912-Zaragoza, 2003) fue un poeta, narrador, ensayista y traductor español, adscrito a la generación del 36.
Biografía
Ildefonso-Manuel Gil nació en el pueblo de Paniza, provincia de Zaragoza, el 22 de enero de 1912 y fue enterrado en Daroca en el 2003, a la edad de 91 años. “Hombre de la generación del 36” como él mismo se definió. Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid y doctorado en Letras. Fundó la revista Literatura, con su compañero Ricardo Guillón y dio clases en el Colegio Santo Tomás de Zaragoza.
Sufrió la represión de la dictadura franquista y fue encarcelado en Teruel durante la guerra civil, como un destacado republicano. Más tarde, fue acosado por no querer jurar los principios del movimiento nacional de Francisco Franco.
En los años 60 marchó exiliado a Estados Unidos para impartir clases de literatura en una universidad neoyorquina, donde trabajó hasta su jubilación. En 1983, durante la transición, volvió a España, fijando su residencia en Zaragoza. En esta ciudad, dirigió a partir del mismo año de 1983 la Institución “Fernando el Católico" y de la que fue designado consejero de honor. Fue miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, y como tal, correspondiente miembro de la Real Academia Española. Durante estos años, recibió varios galardones: en 1982, le fue concedida la Medalla de Oro de Zaragoza; en 1993, la Medalla de Santa Isabel de Portugal; Aragonés de Honor en 1996 y recibió la Medalla de Honor de la Institución "Fernando el Católico" en 2000. Su muerte llegaría 3 años después, posiblemente debida a una fractura de cadera unos años atrás.
Obra
Su poesía podría considerarse neorromántica -a veces, casi neoclásica- y tiene una acusada tendencia a engarzar los poemas de un mismo libro. En algunas de sus obras se aprecia un tono de queja cívica, propio del momento histórico, que enlaza con la poesía social de posguerra, sin dejar de responder a un registro individual. La expresión, sencilla y directa, se condensa en poemas breves en los que demuestra su extraordinario dominio de la versificación, tanto del verbo libre o blanco como de la estructura estrófica.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Ildefonso-Manuel Gil:
De La voz cálida (1934):
¡QUISIERA HUNDIR MIS PIES
EN LA TIERRA SURCADA!
Quisiera hundir mis pies en la tierra surcada
como una siembra fértil de mí mismo,
por lanzarme a lo alto
sin perder el contacto con el suelo,
duro padre y señor de mi existencia.
Árbol de vida -ramas en la sangre,
pensamientos las hojas-
tener un mundo de frescura y sombras
para el cansancio y sed de los que llegan
hasta el cálido centro de mi vida.
Abrirse a la ternura de la tierra mojada,
cuando la lluvia exhala de las plantas
ese olor denso y nuevo
de eterna primavera verdecida.
Mensajero de la tierra hacia el cielo
gritando con doliente voz clara
la grandeza y la angustia
de una verdad que se le escapa al alma,
y se queda vagando sobre los secos montes,
en las nubes más tenues, en los más suaves aires,
en el hondo silencio del desierto
y entre los bosques vivos de pensamiento y sangre.
Esa verdad eterna y fugitiva
cuya ausencia nos duele
en la mente, en el alma
y en el oscuro grito de la carne.
Ildefonso-Manuel Gil (Paniza, Zaragoza, 22 de enero de 1912-Zaragoza, 2003) fue un poeta, narrador, ensayista y traductor español, adscrito a la generación del 36.
Biografía
Ildefonso-Manuel Gil nació en el pueblo de Paniza, provincia de Zaragoza, el 22 de enero de 1912 y fue enterrado en Daroca en el 2003, a la edad de 91 años. “Hombre de la generación del 36” como él mismo se definió. Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid y doctorado en Letras. Fundó la revista Literatura, con su compañero Ricardo Guillón y dio clases en el Colegio Santo Tomás de Zaragoza.
Sufrió la represión de la dictadura franquista y fue encarcelado en Teruel durante la guerra civil, como un destacado republicano. Más tarde, fue acosado por no querer jurar los principios del movimiento nacional de Francisco Franco.
En los años 60 marchó exiliado a Estados Unidos para impartir clases de literatura en una universidad neoyorquina, donde trabajó hasta su jubilación. En 1983, durante la transición, volvió a España, fijando su residencia en Zaragoza. En esta ciudad, dirigió a partir del mismo año de 1983 la Institución “Fernando el Católico" y de la que fue designado consejero de honor. Fue miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, y como tal, correspondiente miembro de la Real Academia Española. Durante estos años, recibió varios galardones: en 1982, le fue concedida la Medalla de Oro de Zaragoza; en 1993, la Medalla de Santa Isabel de Portugal; Aragonés de Honor en 1996 y recibió la Medalla de Honor de la Institución "Fernando el Católico" en 2000. Su muerte llegaría 3 años después, posiblemente debida a una fractura de cadera unos años atrás.
Obra
Su poesía podría considerarse neorromántica -a veces, casi neoclásica- y tiene una acusada tendencia a engarzar los poemas de un mismo libro. En algunas de sus obras se aprecia un tono de queja cívica, propio del momento histórico, que enlaza con la poesía social de posguerra, sin dejar de responder a un registro individual. La expresión, sencilla y directa, se condensa en poemas breves en los que demuestra su extraordinario dominio de la versificación, tanto del verbo libre o blanco como de la estructura estrófica.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Ildefonso-Manuel Gil:
De La voz cálida (1934):
¡QUISIERA HUNDIR MIS PIES
EN LA TIERRA SURCADA!
Quisiera hundir mis pies en la tierra surcada
como una siembra fértil de mí mismo,
por lanzarme a lo alto
sin perder el contacto con el suelo,
duro padre y señor de mi existencia.
Árbol de vida -ramas en la sangre,
pensamientos las hojas-
tener un mundo de frescura y sombras
para el cansancio y sed de los que llegan
hasta el cálido centro de mi vida.
Abrirse a la ternura de la tierra mojada,
cuando la lluvia exhala de las plantas
ese olor denso y nuevo
de eterna primavera verdecida.
Mensajero de la tierra hacia el cielo
gritando con doliente voz clara
la grandeza y la angustia
de una verdad que se le escapa al alma,
y se queda vagando sobre los secos montes,
en las nubes más tenues, en los más suaves aires,
en el hondo silencio del desierto
y entre los bosques vivos de pensamiento y sangre.
Esa verdad eterna y fugitiva
cuya ausencia nos duele
en la mente, en el alma
y en el oscuro grito de la carne.
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