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Ana Ristovic (nacida el 5 de abril de 1972 en Belgrado) es una poeta y traductora serbia. Ganó el premio Hubert Burda en 2005.
Vida
Ristović estudió en la Facultad de Filología de la Universidad de Belgrado.
En 2005, ganó una residencia en el Coloquio Literario de Berlín. En 2010 y 2018 fue invitada al Festival Internacional de Literatura de Berlín. En 2016, fue invitada al Festival Internacional de Poesía de Berlín. De 2018 a 2019, fue escritora residente en Berlín, del Servicio Alemán de Intercambio Académico. Fue finalista del Círculo Nacional de Críticos de Libros de 2018.
Fue editora en Balcanis. Su trabajo apareció en Asymptope, Prairie Schooner, y The New Yorker.
(Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Ana_Ristovi%C4%87 )
*
Tres poemas de Ana Ristovic, de la antología Ligera vuela la sombra. Diecisiete poetas serbias (1957-1989), traducción de Dubravka Suznjevic, Vaso roto, 2021.
VIVA CHILE
Estos son los tiempos de paz:
la noche anterior hicimos el amor
escuchando canciones revolucionarias chilenas,
cavando una trinchera en la cama, abriendo
y cerrando los cuerpos
como dos fusiles sin engrasar.
Y como el espinazo tensado sobre la sábana
la aguja del gramófono hacía lo mismo
cavando la curvada trayectoria del vinilo
que trajo a escondidas por Estados Unidos
una tía, entonces joven,
con los jeans deslavados y el perfume de pachulí
bajo el lóbulo...
En el setenta y tres, cuando asesinaron a Allende.
Mentir no puedo:
sobre tu hombro como si fuera el borde liso
de un barco deslizándose al azul incierto
observé toda la noche con anhelo
a los cinco de la portada del vinilo.
Ese grupo para una sola temporada:
"INTI ILLIMANI",
rostros sombreados con barbas y pirámides de cuerpos
bajo los oscuros ponchos
cual conos para apagar velas
ya sumidas en los candeleros.
Sus voces, semejantes a las monacales,
glorificaban lo invisible e inexistente
cinco tempestades,
entrelazándose con nuestra respiración
breve y agitada
como si tratáramos de absorber el aire
que tendríamos sólo esa noche
y nunca más.
"Las mujeres dan más y piden menos
en tiempo de revoluciones", dijiste más tarde
mientras yacíamos divididos en la cama:
como unos mapas acabados.
Y encima de nosotros crecía un mundo desconocido,
totalmente nuevo, que no padecía de futilidad...
En esa noche, la más oscura, la Luna
que había alcanzado la plenitud
era tan sólo una piedra luminosa desechada por Sísifo
al cambiarla por otra sapiencia diferente.
ALREDEDOR DEL CERO
Somos mujeres independientes.
A la espera de un amor nuevo
respiramos cual un asmático. Nos alimentamos de pastillas
de promesas incumplidas. Nos hundimos en sueños turbios.
Hacemos el amor dolorosamente veinticuatro horas
con la migraña
y le perdonamos porque es de género femenino.
Independientes. A nuestros hombres
les preparamos comidas que nos enseñaron
sus antecesores.
Macarrones en forma de clítoris.
Kétchup que se desliza como la sangre menstrual
y promete sólo la lamida del plato.
Pero aún creemos en los arcos de triunfo
que crecen entre la cama
y la mesa de la cocina.
Les ponemos la música que escuchábamos
mientras perdíamos la virginidad.
Entre la lencería seductora
guardamos con nostalgia los ejemplares
con huellas invisibles de espermas anteriores.
Meneamos los muslos como si diéramos vueltas al molino:
después de un tiempo se escurre
tan sólo la pegajosa hiel.
Y decimos que ya no creemos
en el aire común
que puede compartir una boca con la otra,
pero cada vez más nos quedamos sin aliento.
Y decimos que usamos el centrifugado
sólo cuando sobre la lavadora
puede darse un buen coito.
Y en el ciclo de prelavado y escurrido
más a menudo ponemos, en lugar de ropa,
pedazo por pedazo nuestra piel adelgazada.
Mujeres independientes. Censuramos
nuestras palabras demasiado suaves.
Apoyamos la revisión de sentimientos y la teoría
de que fue creada primero la inocente Eva,
mientras que Adán mordió la manzana
por desear que Dios le hiciera
de la serpiente otros dos falos:
pensó, pobrecito, que
no le bastaba con uno.
Independientes, decimos, más que nunca.
Pero en las noches solitarias, cada vez más
bajamos a la estrecha vulva nuestro milagroso dedito
como si metiéramos una bala en el cañón de la escopeta
que no dispararía.
Y sonreímos, con tristeza, en un sueño sin sueños.
Y la mano está en lo seguro, mientras gira
alrededor del suave cero.
ANA RISTOVIC, Ligera vuela la sombra. Diecisiete poetas serbias (1957-1989), traducción de Dubravka Suznjevic, Vaso roto, 2021.
Ana Ristovic (nacida el 5 de abril de 1972 en Belgrado) es una poeta y traductora serbia. Ganó el premio Hubert Burda en 2005.
Vida
Ristović estudió en la Facultad de Filología de la Universidad de Belgrado.
En 2005, ganó una residencia en el Coloquio Literario de Berlín. En 2010 y 2018 fue invitada al Festival Internacional de Literatura de Berlín. En 2016, fue invitada al Festival Internacional de Poesía de Berlín. De 2018 a 2019, fue escritora residente en Berlín, del Servicio Alemán de Intercambio Académico. Fue finalista del Círculo Nacional de Críticos de Libros de 2018.
Fue editora en Balcanis. Su trabajo apareció en Asymptope, Prairie Schooner, y The New Yorker.
(Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Ana_Ristovi%C4%87 )
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Tres poemas de Ana Ristovic, de la antología Ligera vuela la sombra. Diecisiete poetas serbias (1957-1989), traducción de Dubravka Suznjevic, Vaso roto, 2021.
VIVA CHILE
Estos son los tiempos de paz:
la noche anterior hicimos el amor
escuchando canciones revolucionarias chilenas,
cavando una trinchera en la cama, abriendo
y cerrando los cuerpos
como dos fusiles sin engrasar.
Y como el espinazo tensado sobre la sábana
la aguja del gramófono hacía lo mismo
cavando la curvada trayectoria del vinilo
que trajo a escondidas por Estados Unidos
una tía, entonces joven,
con los jeans deslavados y el perfume de pachulí
bajo el lóbulo...
En el setenta y tres, cuando asesinaron a Allende.
Mentir no puedo:
sobre tu hombro como si fuera el borde liso
de un barco deslizándose al azul incierto
observé toda la noche con anhelo
a los cinco de la portada del vinilo.
Ese grupo para una sola temporada:
"INTI ILLIMANI",
rostros sombreados con barbas y pirámides de cuerpos
bajo los oscuros ponchos
cual conos para apagar velas
ya sumidas en los candeleros.
Sus voces, semejantes a las monacales,
glorificaban lo invisible e inexistente
cinco tempestades,
entrelazándose con nuestra respiración
breve y agitada
como si tratáramos de absorber el aire
que tendríamos sólo esa noche
y nunca más.
"Las mujeres dan más y piden menos
en tiempo de revoluciones", dijiste más tarde
mientras yacíamos divididos en la cama:
como unos mapas acabados.
Y encima de nosotros crecía un mundo desconocido,
totalmente nuevo, que no padecía de futilidad...
En esa noche, la más oscura, la Luna
que había alcanzado la plenitud
era tan sólo una piedra luminosa desechada por Sísifo
al cambiarla por otra sapiencia diferente.
ALREDEDOR DEL CERO
Somos mujeres independientes.
A la espera de un amor nuevo
respiramos cual un asmático. Nos alimentamos de pastillas
de promesas incumplidas. Nos hundimos en sueños turbios.
Hacemos el amor dolorosamente veinticuatro horas
con la migraña
y le perdonamos porque es de género femenino.
Independientes. A nuestros hombres
les preparamos comidas que nos enseñaron
sus antecesores.
Macarrones en forma de clítoris.
Kétchup que se desliza como la sangre menstrual
y promete sólo la lamida del plato.
Pero aún creemos en los arcos de triunfo
que crecen entre la cama
y la mesa de la cocina.
Les ponemos la música que escuchábamos
mientras perdíamos la virginidad.
Entre la lencería seductora
guardamos con nostalgia los ejemplares
con huellas invisibles de espermas anteriores.
Meneamos los muslos como si diéramos vueltas al molino:
después de un tiempo se escurre
tan sólo la pegajosa hiel.
Y decimos que ya no creemos
en el aire común
que puede compartir una boca con la otra,
pero cada vez más nos quedamos sin aliento.
Y decimos que usamos el centrifugado
sólo cuando sobre la lavadora
puede darse un buen coito.
Y en el ciclo de prelavado y escurrido
más a menudo ponemos, en lugar de ropa,
pedazo por pedazo nuestra piel adelgazada.
Mujeres independientes. Censuramos
nuestras palabras demasiado suaves.
Apoyamos la revisión de sentimientos y la teoría
de que fue creada primero la inocente Eva,
mientras que Adán mordió la manzana
por desear que Dios le hiciera
de la serpiente otros dos falos:
pensó, pobrecito, que
no le bastaba con uno.
Independientes, decimos, más que nunca.
Pero en las noches solitarias, cada vez más
bajamos a la estrecha vulva nuestro milagroso dedito
como si metiéramos una bala en el cañón de la escopeta
que no dispararía.
Y sonreímos, con tristeza, en un sueño sin sueños.
Y la mano está en lo seguro, mientras gira
alrededor del suave cero.
ANA RISTOVIC, Ligera vuela la sombra. Diecisiete poetas serbias (1957-1989), traducción de Dubravka Suznjevic, Vaso roto, 2021.
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