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Cees Nooteboom (La Haya, 31 de julio de 1933) es un poeta, novelista, ensayista, traductor e hispanista holandés.
Biografía
Hijo de Johanna Pessers y Hubertus Nooteboom. Bautizado católico (según El desvío a Santiago). Su formación escolar estuvo marcada por un desplazamiento constante por varios colegios. Dentro de las instituciones que lo recibieron se encuentran un monasterio franciscano en Venray y un centro de educación secundaria agustiniano en Eindhoven. Finalmente terminaría su bachillerato en un colegio nocturno de Utrecht.
Obtuvo su primer trabajo en 1951 en un banco de Hilversum, pero lo abandona rápidamente para viajar por Europa. Este primer viaje le permitió pergeñar lo que tiempo después sería su primera novela, Phillip y los otros, publicada más tarde en 1957 y galardonada con el Premio Ana Frank. Siguió con una meditación sobre el oficio de escritor dentro de la estética del nouveau roman, De ridder is gestorven ("El caballero ha muerto", 1963). De Parijse beroerte ("Los disturbios de París", 1968) trata sobre el mayo francés de 1968. Rituels ("Rituales", 1980) fue una novela que obtuvo gran éxito, ya dentro de la orientación existencialista que gobierna toda su obra. De su producción posterior destacan Una canción del ser y la apariencia, (Het lied van schijn en wezen, 1981) e In Nederland ("En las montañas de los Países Bajos", 1984), donde contrapone ficción y realidad.
Rasgos de autor
A causa de su desarraigo, Nooteboom se desmarca de la generación en que nació y desde que empezó su carrera literaria en los cincuenta desarrolla su tarea al margen de los grupos y tendencias de su país. Gran parte de su obra la forman libros de viajes, pero en todas sus obras expresa su voluntad europeísta y cosmopolita a través de diversos escenarios; por ejemplo, su novela Mokusei se sitúa en el Japón y El desvío a Santiago en España; por su parte, Perdido el Paraíso se ambienta en São Paulo, en las comarcas desérticas de Australia y en diferentes galerías de arte de Europa. Su poesía lírica, por otra parte, expresa la vivencia del tiempo, la precariedad de la existencia y el deseo de permanencia.
El ya mencionado El desvío a Santiago ha inspirado a distintos compositores españoles y holandeses y fue motivo de una serie de conciertos celebrados en el año 2010 en los Países Bajos por el grupo Ensemble 88 de Maastricht, que, bajo la dirección de Taco Kooistra y en presencia del escritor estrenó distintas obras escritas especialmente para la ocasión por York Höller, Willem Dragstra, Benet Casablancas y Mateu Malondra.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Cees_Nooteboom )
*
Algunos poemas de Cees Nooteboom:
EL POETA LI HO ENCUENTRA
UNA FLECHA EN EL CAMPO
DE BATALLA
Ch'ang-p'ing. Allí te sigo, con tus dos caballos.
¿Por qué dos? Polvo de huesos podridos, granos
de cinabrio, restos de laca. Los tenías los tres
ya en tu primer verso. Haces que el bronce florezca
por una ola de sangre reseca. Plumas blancas, una vaina dorada
consumida en la lluvia glacial, es todo lo que encuentras,
el colmillo triangular de un lobo, roto, un gancho, una flecha.
Contable de la transitoriedad. Ese eras tú.
Muerto en el 712, aquella batalla ya entonces antigua, poeta
solitario en el campo de batalla abandonado. Largo es el viento, dices,
breve la luz del día. Y estrellas, lágrimas, una noche vacía. Tus palabras.
Te veo, vagando por el lodo, siempre con tus dos caballos,
rastreando armas, anillos, huesos,
entre arbustos y piedras. El negro pabellón
de las nubes sobre ti. A lo lejos el albergue,
donde duermen los mensajeros de camino a la capital.
Hacia el este has cabalgado, oyes, y por tanto oigo,
los gritos de los espíritus en los cuerpos que se pudren.
Forraje de ovejas, cuajada, es todo lo que ofrendas,
cabalgas en un torbellino, botones de un rojo lascivo
en el cañizal que te hostiga, el graznido de gansos,
así encuentras tu arma,
oxidada, restos de sangre, bronce corroído,
la punta astillada, rota, el gancho que en otro tiempo
atravesó a un hombre. Allí vas, poeta desconocido,
un hombre con su botín. En el Barrio del Este cabalgas hasta el Camino del Sur.
A un vendedor ambulante le cambias tu hallazgo,
la punta rota de una flecha por una cesta para ofrendas.
¿Mereció la pena? ¿La tuya? ¿La mía?
Creo que sí. Un gancho, una cesta,
tu poema en una lengua que nunca has oído.
LA PRIMERA FOTO DE DIOS
Así era yo después del primer día.
Yo solo con mis piedras de piedra,
yo solo con mis cielos de cielo.
Ese era el día en que aún era feliz,
la tierra aún vacía y yerma.
Sólo después creé los árboles,
los animales, el ejército y a ese fotógrafo.
A menudo añoro el día
en el que lo creé, el primero de todos.
Él y yo, juntos en mi creación,
yo con mi americana violeta entre mis cielos de cielo,
él con sus ojos como un espejo
sobre mis piedras de piedra,
y nada más.
FUGIWARA-NO SADANOBU
Es un día sencillo en esta isla.
Mediodía, agosto, miro mi brazo
que esto escribe. Mi ojo vaga
por el hombro, codo, mano,
a lo largo del tablero de la mesa, la piedra roja
del suelo, hacia un arcón sobre el que hay libros,
poemas.
Los poemas son sistemas, cada una
de esas series evoca algo, afirma algo.
Mi ojo, que aún no quiere oír,
flota lentamente hacia fuera,
geranio, buganvilla, muro de apiladas
piedras, cielo blanquiazul,
hasta que lo llamo y vuelve.
Ahora miramos juntos un poema
del Japón, cielo nocturno, azul suave,
estrellas de ocre.
En medio, guirnaldas de palabras,
delicadas, nerviosas, verticales.
No sé leerlas.
He ahí al universo que ahora
emite para mí, susurros
pintados en seda,
en camino por un túnel de siglos,
un murmullo de palabras de otras épocas,
una voz.
El ojo se ha hecho oído:
el tono, la frase, la cadencia
fluye de poeta a poeta,
la sociedad secreta
a la que lo mínimo basta,
un aliento fuera del tiempo.
HARBA LORI FA
¡Tantas formas de existencia! ¡Tantas gentes
para sufrir y reír en estas colinas pedregosas!
La higuera se inclina mirando al sur,
sobre nosotros el ronquido suave de un avión.
Mi amigo espera junto a un arbusto de agudas espinas.
Conoce la historia de su perdición,
vemos el brillo del mar
entre agallas y cardos, una vela a lo lejos.
Todo duerme. Dadme otra vida y no la quiero.
Conchas y grillos, colmado está mi cáliz de eterno mediodía.
El río en donde ayer bebí llevaba un agua fresca y clara.
Vi el laurel reflejado, vi como la sombra
de las hojas se iba deslizando por el fondo.
Eso es todo lo que anhelaba. Harba lori fa.
Mis años penden de un hilo. Soy pues
la araña del camino, que teje su tiempo poligonal
entre zarza y zarza,
hasta que pasa el caminante hacia el puerto,
el caminante que golpea con su bastón.
YO
¿Y si de pronto
abandonáramos nuestro yo?
Por allí va, sin saludar,
enfurruñado y caviloso
en busca de algo mejor.
Ni siquiera vuelve la vista.
¿Y nosotros?
Primero hemos de acostumbrarnos
a este paisaje radiante
de antes y después,
de tiempo luminoso
sin ahora.
MEDITACIÓN
Un alba como el toque de trompetas.
El gato de camino a la oficina,
la palmera en oración,
susurro de almas
en el periódico de la capital.
Nombres más vacíos que nunca,
vuelan contra los cristales,
piando muy alto.
Miro la manecilla,
ese guardián de los días, mi sombra,
en mi regazo dos calendarios.
¡Estoy dispuesto a todo!
Lenguaje secreto, dichos ajenos.
Contar es también controlar las cosas,
ala de mariposa, cemento, lagartija,
la suciedad, la repetición,
y luego más, y aún más,
una suma de tiempo que ya no está.
Cees Nooteboom (La Haya, 31 de julio de 1933) es un poeta, novelista, ensayista, traductor e hispanista holandés.
Biografía
Hijo de Johanna Pessers y Hubertus Nooteboom. Bautizado católico (según El desvío a Santiago). Su formación escolar estuvo marcada por un desplazamiento constante por varios colegios. Dentro de las instituciones que lo recibieron se encuentran un monasterio franciscano en Venray y un centro de educación secundaria agustiniano en Eindhoven. Finalmente terminaría su bachillerato en un colegio nocturno de Utrecht.
Obtuvo su primer trabajo en 1951 en un banco de Hilversum, pero lo abandona rápidamente para viajar por Europa. Este primer viaje le permitió pergeñar lo que tiempo después sería su primera novela, Phillip y los otros, publicada más tarde en 1957 y galardonada con el Premio Ana Frank. Siguió con una meditación sobre el oficio de escritor dentro de la estética del nouveau roman, De ridder is gestorven ("El caballero ha muerto", 1963). De Parijse beroerte ("Los disturbios de París", 1968) trata sobre el mayo francés de 1968. Rituels ("Rituales", 1980) fue una novela que obtuvo gran éxito, ya dentro de la orientación existencialista que gobierna toda su obra. De su producción posterior destacan Una canción del ser y la apariencia, (Het lied van schijn en wezen, 1981) e In Nederland ("En las montañas de los Países Bajos", 1984), donde contrapone ficción y realidad.
Rasgos de autor
A causa de su desarraigo, Nooteboom se desmarca de la generación en que nació y desde que empezó su carrera literaria en los cincuenta desarrolla su tarea al margen de los grupos y tendencias de su país. Gran parte de su obra la forman libros de viajes, pero en todas sus obras expresa su voluntad europeísta y cosmopolita a través de diversos escenarios; por ejemplo, su novela Mokusei se sitúa en el Japón y El desvío a Santiago en España; por su parte, Perdido el Paraíso se ambienta en São Paulo, en las comarcas desérticas de Australia y en diferentes galerías de arte de Europa. Su poesía lírica, por otra parte, expresa la vivencia del tiempo, la precariedad de la existencia y el deseo de permanencia.
El ya mencionado El desvío a Santiago ha inspirado a distintos compositores españoles y holandeses y fue motivo de una serie de conciertos celebrados en el año 2010 en los Países Bajos por el grupo Ensemble 88 de Maastricht, que, bajo la dirección de Taco Kooistra y en presencia del escritor estrenó distintas obras escritas especialmente para la ocasión por York Höller, Willem Dragstra, Benet Casablancas y Mateu Malondra.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Cees_Nooteboom )
*
Algunos poemas de Cees Nooteboom:
EL POETA LI HO ENCUENTRA
UNA FLECHA EN EL CAMPO
DE BATALLA
Ch'ang-p'ing. Allí te sigo, con tus dos caballos.
¿Por qué dos? Polvo de huesos podridos, granos
de cinabrio, restos de laca. Los tenías los tres
ya en tu primer verso. Haces que el bronce florezca
por una ola de sangre reseca. Plumas blancas, una vaina dorada
consumida en la lluvia glacial, es todo lo que encuentras,
el colmillo triangular de un lobo, roto, un gancho, una flecha.
Contable de la transitoriedad. Ese eras tú.
Muerto en el 712, aquella batalla ya entonces antigua, poeta
solitario en el campo de batalla abandonado. Largo es el viento, dices,
breve la luz del día. Y estrellas, lágrimas, una noche vacía. Tus palabras.
Te veo, vagando por el lodo, siempre con tus dos caballos,
rastreando armas, anillos, huesos,
entre arbustos y piedras. El negro pabellón
de las nubes sobre ti. A lo lejos el albergue,
donde duermen los mensajeros de camino a la capital.
Hacia el este has cabalgado, oyes, y por tanto oigo,
los gritos de los espíritus en los cuerpos que se pudren.
Forraje de ovejas, cuajada, es todo lo que ofrendas,
cabalgas en un torbellino, botones de un rojo lascivo
en el cañizal que te hostiga, el graznido de gansos,
así encuentras tu arma,
oxidada, restos de sangre, bronce corroído,
la punta astillada, rota, el gancho que en otro tiempo
atravesó a un hombre. Allí vas, poeta desconocido,
un hombre con su botín. En el Barrio del Este cabalgas hasta el Camino del Sur.
A un vendedor ambulante le cambias tu hallazgo,
la punta rota de una flecha por una cesta para ofrendas.
¿Mereció la pena? ¿La tuya? ¿La mía?
Creo que sí. Un gancho, una cesta,
tu poema en una lengua que nunca has oído.
LA PRIMERA FOTO DE DIOS
Así era yo después del primer día.
Yo solo con mis piedras de piedra,
yo solo con mis cielos de cielo.
Ese era el día en que aún era feliz,
la tierra aún vacía y yerma.
Sólo después creé los árboles,
los animales, el ejército y a ese fotógrafo.
A menudo añoro el día
en el que lo creé, el primero de todos.
Él y yo, juntos en mi creación,
yo con mi americana violeta entre mis cielos de cielo,
él con sus ojos como un espejo
sobre mis piedras de piedra,
y nada más.
FUGIWARA-NO SADANOBU
Es un día sencillo en esta isla.
Mediodía, agosto, miro mi brazo
que esto escribe. Mi ojo vaga
por el hombro, codo, mano,
a lo largo del tablero de la mesa, la piedra roja
del suelo, hacia un arcón sobre el que hay libros,
poemas.
Los poemas son sistemas, cada una
de esas series evoca algo, afirma algo.
Mi ojo, que aún no quiere oír,
flota lentamente hacia fuera,
geranio, buganvilla, muro de apiladas
piedras, cielo blanquiazul,
hasta que lo llamo y vuelve.
Ahora miramos juntos un poema
del Japón, cielo nocturno, azul suave,
estrellas de ocre.
En medio, guirnaldas de palabras,
delicadas, nerviosas, verticales.
No sé leerlas.
He ahí al universo que ahora
emite para mí, susurros
pintados en seda,
en camino por un túnel de siglos,
un murmullo de palabras de otras épocas,
una voz.
El ojo se ha hecho oído:
el tono, la frase, la cadencia
fluye de poeta a poeta,
la sociedad secreta
a la que lo mínimo basta,
un aliento fuera del tiempo.
HARBA LORI FA
¡Tantas formas de existencia! ¡Tantas gentes
para sufrir y reír en estas colinas pedregosas!
La higuera se inclina mirando al sur,
sobre nosotros el ronquido suave de un avión.
Mi amigo espera junto a un arbusto de agudas espinas.
Conoce la historia de su perdición,
vemos el brillo del mar
entre agallas y cardos, una vela a lo lejos.
Todo duerme. Dadme otra vida y no la quiero.
Conchas y grillos, colmado está mi cáliz de eterno mediodía.
El río en donde ayer bebí llevaba un agua fresca y clara.
Vi el laurel reflejado, vi como la sombra
de las hojas se iba deslizando por el fondo.
Eso es todo lo que anhelaba. Harba lori fa.
Mis años penden de un hilo. Soy pues
la araña del camino, que teje su tiempo poligonal
entre zarza y zarza,
hasta que pasa el caminante hacia el puerto,
el caminante que golpea con su bastón.
YO
¿Y si de pronto
abandonáramos nuestro yo?
Por allí va, sin saludar,
enfurruñado y caviloso
en busca de algo mejor.
Ni siquiera vuelve la vista.
¿Y nosotros?
Primero hemos de acostumbrarnos
a este paisaje radiante
de antes y después,
de tiempo luminoso
sin ahora.
MEDITACIÓN
Un alba como el toque de trompetas.
El gato de camino a la oficina,
la palmera en oración,
susurro de almas
en el periódico de la capital.
Nombres más vacíos que nunca,
vuelan contra los cristales,
piando muy alto.
Miro la manecilla,
ese guardián de los días, mi sombra,
en mi regazo dos calendarios.
¡Estoy dispuesto a todo!
Lenguaje secreto, dichos ajenos.
Contar es también controlar las cosas,
ala de mariposa, cemento, lagartija,
la suciedad, la repetición,
y luego más, y aún más,
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