Aires de Libertad

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    Sharon Olds (1942-

    Pedro Casas Serra
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    Sharon Olds (1942- Empty Sharon Olds (1942-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 26 Ago 2022, 06:25

    .


    Sharon Olds (San Francisco, 19 de noviembre de 1942) es una escritora y poeta estadounidense en lengua inglesa, autora de ocho libros de poesía.

    Vida

    Sharon Olds nació en 1942 en San Francisco (California). Creció, según la propia autora, como una "calvinista maldita". Tras su graduación en la Universidad de Stanford hizo su doctorado en la Universidad de Columbia. Galardonada con premios como The San Francisco Poetry Center Award, el Lamont, el The National Books Critics Circle Award y el T. S. Eliot, imparte en la actualidad clases de creación literaria en la Universidad de Nueva York.

    Poesía

    Su libro, The Wellspring (1996), se detecta el uso de un lenguaje crudo y atrevido en imágenes en las que convive la violencia política y doméstica con la cruda sexualidad en las relaciones de pareja. Una reseña para The New York Times aclama la poesía de Olds desde esta perspectiva: "Like Whitman, Ms. Olds sings the body in celebration of a power stronger than political oppression."

    Su primer volumen de poemas, Satán dice (1980), recibió el Galardón inaugural del Premio de Poesía de San Francisco. Los poemas analizan con gran intensidad temas personales con un tono inquebrantable representando lo que Alice Ostriker describe como una "erotics of family love and pain." El segundo volumen de Sharon Olds, Los muertos y los vivos, ganó el Lamont Poetry y el National Book Critics Circle Award. Con posterioridad a Los muertos y los vivos, Olds ha publicado The Gold Cell, (1987) The Father, (1992), The Wellspring, (1996), Blood, Tin, Straw, (1999),y The Unswept Room, (2002). El padre, una serie de poemas elegíacos a la muerte de su progenitor motivada por cáncer, fue propuesta para el T. S. Eliot Prize y finalista del The National Book Critics’ Circle Award. En palabras de Michael Ondaatje, sus poemas son "pure fire in the hands". La obra de Olds ha sido seleccionada en más de cien antologías de poesía e incluida en distintos manuales de literatura. Su poemas ha sido traducida a siete idiomas. Fue poeta laureada del Estado de Nueva York entre 1998-2000. Sharon Olds está considerada una de las mejores poetas vivas de nuestra época. "I Go Back to May 1937", fue recitado en la película Into the Wild para iluminar la disfunción familiar del personaje principal. Es también autora del poema Bread y ganadora del Pulitzer por el volumen de poemas "Stag´s Leap" (El salto del ciervo, Alfred A. Knopf, 2012.), una valiente auto-vivisección del divorcio de la poeta, que no elude la propia responsabilidad en su matrimonio. La versión española de este libro es del premio Cervantes 2019 Joan Margarit.

    Carta a Laura Bush

    En el año 2005, la primera dama Laura Bush invitó a Olds al Festival Nacional del Libro en Washington, D.C. Olds escribió a Laura Bush una carta abierta publicada el 10 de octubre de 2005, donde Olds le dice a Bush:

       Muchísimos estadounidenses que sintieron orgullo por nuestro país, ahora sienten angustia y vergüenza, por este régimen vigente de sangre, heridas y fuego. Pienso en el lino limpio de tu mesa, los cuchillos brillantes y las llamas de las velas, y no podría digerirlo.

    ( Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Sharon_Olds )


    *


    Algunos poemas de Sharon Olds, de su obra La célula de oro, 1987, en edición de Bartleby (2017, y traducción de Óscar Curieses:


    VUELVO  A MAYO DE 1937

    Los veo en pie, en la puerta principal de sus universidades.
    veo a mi padre saliendo
    bajo el arco de arenisca ocre, los
    baldosines rojos brillando como
    placas de sangre dobladas detras de su cabeza, veo
    a mi madre con unos cuantos libros ligeros junto a la cadera
    en pie ante una columna hecha de ladrillos diminutos,
    la puerta de hierro forjado está todavía abierta detras de ella, las
    puntas de flecha brillan en el aire de mayo,
    están a punto de graduarse, están a punto de casarse,
    son unos críos, son tontos, todo lo que saben es que son
    inocentes, jamás harían daño a nadie.
    Quiero alcanzarlos y decirles Parad,
    no lo hagáis; ella no es la mujer adecuada,
    él no es el hombre adecuado, vais a hacer cosas
    que no podéis imaginar que haríais,
    vais a hacer cosas terribles a los niños,
    vais a sufrir de maneras completamente desconocidas,
    vais a querer morir. Quiero llegar
    hasta allí con esta luz de finales de mayo y decírselo,
    la cara bonita y hambrienta de mi madre volviéndose hacia mí,
    su lastimoso cuerpo precioso y puro,
    la cara arrogante y bella de mi padre volviéndose hacia mí,
    su lastimoso cuerpo precioso y puro,
    pero no lo hago. Quiero vivir. Los
    alzo como muñecos de papel
    macho y hembra y los junto
    por las caderas, como pedacitos de sílex, como si
    fueran a salir chispas de ellos, y digo
    Adelante, hacedlo, que yo lo contaré.



    ALCATRAZ

    De niña supe que era un hombre
    porque me podían mandar a Alcatraz
    y solo los hombres iban a Alcatraz.
    Cada vez que íbamos en coche a la ciudad la
    veía allí, blanca como un tiburón
    blanco en la bahía llena de tiburones, los barrotes
    como costillas de leche blanca. Me di cuenta de que había puesto a mis
    padres contra la cuerda, mi maldad interior se había
    esparcido contra la tinta y se había apoderado de todo, incapaz
    de controlar los pensamientos terribles,
    las miradas terribles, y me habían dicho en más de una ocasión
    que me mandarían allí, quizá la próxima vez
    que derramase la leche. Ala
    Cazam
    , las puertas de hierro se cerrarían de golpe, y me quedaría
    donde pertenezco, un hombre con cara de niña en la
    prisión de la que no puede escapar nadie. No
    temía al resto de prisioneros,
    sabía quiénes eran, hombres como yo, que habían
    derramado la leche en demasiadas ocasiones,
    incapaces de frenar sus pensamientos;
    lo que a mí me asustaba era el horror de los círculos: círculos de
    cielo alrededor de la tierra, círculo de
    tierra alrededor de la Bahía, círculo de
    agua alrededor de la isla, cículo de
    tiburones alrededor de la orilla, círculo de
    muros exteriores, de muros interiores,
    vigas de hierro, barras de acero,
    círculo de la celda a mi alrededor, y allí en el
    centro, el vaso de leche y los ojos
    del guardían en mí mientras lo alcanzaba.



    POR QUÉ ME HIZO MI MADRE

    Puede que sea lo que ella siempre quiso,
    mi padre en mujer,
    tal vez soy lo que ella deseaba
    cuando lo vio por primera vez, alto e inteligente,
    en pie, en el patio de la universidad con la
    dura luz de macho de 1937
    que refulge en el pelo negro. Ella quería ese
    poder. Quería ese tamaño. Tiró y
    tiró de él como si fuera un caramelo
    blando y oscuro de bourbon, tiró y tiró, y
    tiró de su cuerpo hasta que me sacó,
    correosa y deslumbrante, su vida tras su vida.
    Quizá soy como soy
    porque ella deseaba exactamente eso,
    deseaba que existiera una mujer
    semejante a ella, pero que no se primiese, por eso
    se apretaba con fuerza contra él,
    se apretaba y apretaba la bolita limpia
    y suave, de sí misma, como una barrita de mantequilla
    ante el rallador de acero manchado y agrio de él
    hasta que yo salí por el otro lado de su cuerpo,
    una mujer alta, manchada, agria, aguda,
    pero con esa leche en el centro de mi naturaleza.
    Me acuesto aquí y ahora, como una vez me tendí
    en el hueco de su brazo, su criatura,
    y siento que me mira del mismo modo
    en que el hacedor de espadas contempla su cara
    en el acero de la hoja.



    EL VESTIDO AZUL

    El primer noviembre después del divorcio
    recibí un paquete de mi padre por mi cumpleaños; ninguna tarjeta, solo
    una caja grande de Hink´s, la oscura
    tienda almacén con un balcón y
    una barandilla de caoba alrededor del balcón, podías
    permanecer en pie y apretarte la frente contra ella
    hasta casi sentir la densa veta
    de madera, y observar hacia abajo
    las filas y filas de camisolas,
    enaguas, sujetadores, como si mirases
    la vida interior de las mujeres. El paquete
    procedía de allí, él se había aventurado en aquel lugar por mí
    al igual que había entrado una vez en mi madre
    para extraerme. Abrí el paquete; nunca
    me ragaló nada hasta ese día,
    y allí me encontré un vestido azul con botones
    azules como el pelaje de un pato azul pequeñito
    disfrazado para adentrarse en el grisáceo azul del agua.
    Me lo puse, un ajuste perfecto,
    me gustó porque no resultaba provocativo, era solo un
    vestido azul para una hija de 14 años, al igual
    que el traje de Clark Kent era solo un sencillo traje de reportero,
    sentí el tejido de algodón mercerizado Indian Head
    contra la piel de la parte superior de mis brazos y en mi
    espalda ancha y delgada, especialmente en la piel de mis
    costillas bajo esos nuevos  pechos que había
    criado durante la noche como seísmos en conmemoración de su nombre.
    Un año más tarde, durante una pelea sobre
    lo horrible que había sido mi padre,
    mi madre me dijo que él no había elegido el vestido,
    que simplemente dijo que no comprase algo demasiado caro y luego
    ni siquiera le envió el cheque para pagarlo,
    esa clase de hombre era. Así que
    nunca lo vestí delante de ella
    pero cuando me marché al internado
    allí lo vestí todo el tiempo,
    gozaba de su tacto, solo
    a veces dejaba caer que era un regalo de mi padre,
    queriendo mostrar en aquellos días que tenía algo
    fuera verdad o no, sin importarme demasiado, solo para
    tener algo.



    201 UPPER TERRACE,
    SAN FRANCISCO

    Recorrimos las colinas enfermizas de la ciudad de arriba abajo
    y luego en la parte más alta, al final, vi
    el letrero, la calle donde había vivido de niña. Condujimos
    arriba y arriba hasta que se desprendieron
    tres calles como si cayesen en picado y
    lo reconocí, un edificio pequeño de
    ventanales desnudos, la forma de esos
    rectángulos quemados en mi cabeza de tres años, nos
    detuvimos por un momento frente a la arcada del porche, un
    agujero en el edificio como las puertas del parto,
    alicatado y oscuro en su interior, plantas
    espinosas y oscuras. Miré fijamente
    como quien mira la celda en que ha sido encerrada,
    con asombro y terror, me di cuenta
    de que fui concebida aquí, en lo más alto de esta colina
    blanca con tres calles que se deslizan hacia abajo,
    tan recta como el agua, estos dos ojos ciegos
    rectangulares que miran la bahía oeste del mismo modo en que
    ella permaneció en la ventana después y yo
    moví la cola y navegué hacia arriba y
    vi el óvulo como una trampilla en la
    pared de la cárcel y empujé hasta salir,
    primero la cabeza, la cola se desprendió y em-
    pecé a estallar extáticamente li-
    berada, liberada, y a los nueve meses
    me alzaron ante aquella vista y dijeron
    Este es el mundo que te entregamos, y dijeron a
    la vista, Te entregamos a esta niña.



    PRIMER NOVIO

    (para D. R.)

    Aparcábamos en cualquier calle tranquila,
    deslizándonos sobre el bordillo como por accidente,
    las casas a oscuras, las familias estampadas en ellas,
    aparcábamos lejos de la farola, solo las
    ondas difusas de arenilla ámbar
    llegaban al coche, tú apagabas el motor y
    te girabas hacia mí y me alcanzabas, y yo me
    deslizaba en tus brazos como si hubiera nacido para ello,
    la pana color ocre de tu chaqueta deportiva
    presionaba la parte interior de mi muñeca,
    trazaba su patrón de riachuelos,
    aguas que avanzaban hacia fuera como ondas de sonido desde su centro.
    Tu asiento delantero tenía un abrumador
    olor a macho, como si el cromado hubiera sido
    restregado con lefa, un corrante y delirante olor
    a rancio como el sabor niquelado y agrio
    de la patina de un viejo reloj, la
    fragancia de tu sexo pulido hasta resplandecer en la noche, la
    joya de la calle Channing, de la Avenida Benvenue, de
    Panoramic, de Dwight Way, volvía
    a ti como si regresase al pecho de mi padre
    en dirección a la barba de tus mejillas ocres,
    línea delicada de tártaro en el borde de los dientes,
    el olor del uso, el aire manchado
    de latón del coche como si yo hubiera
    vuelto de nuevo a una casa de empeños para reclamar lo mío,
    y mientras lu lengua descendía por mi garganta,
    en dirección al nervio central de mi cuerpo, las
    cúpulas de las farolas brillaban como una
    casa de empeños sobre tu Chevy de segunda mano y
    todas las tostadoras saltaron y
    todos los saxofones comenzaron a tocar
    riffs calientes de jazz para que sus dueños legítimos regresasen.



    PRIMERA RELACIÓN SEXUAL

    (para J.)

    Sabía poco y lo que sabía
    no lo creía, me habían mentido
    tantas veces, así que lo tomé tal como
    vino, su cuerpo desnudo sobre la sábana,
    los pelos pequeñitos y rizados de sus piernas como
    carcasas doradas y finas, su sexo
    cada vez más duro bajo mi palma
    y sin embargo, no tan duro como una roca, el rostro empinado
    hacia atrás, como aterrorizado, el sudor
    que salía de los poros como senderos
    rápidos de caracoles diminutos cuando las rodillas
    se cerraban con pequeños golpecitos y bajo mi
    mano él reunía y sacudía una verdadera
    riada como leche de su cuerpo, lo
    veo brillar en su tripa, todo lo
    que me habían dicho y más, y me lo froté
    en las manos como loción corporal, y firme para siempre.



    PRIMER AMOR

    (para Averell)

    Era domingo por la mañana, tenía el New York
    Times desplegado en el suelo del dormitorio, la
    tinta negra permanecía como plata oscura en el
    reverso de mis manos, era primavera y tenía
    el tragaluz de la ventana del cuarto abierto para
    que entrase, incluso tenía la radio
    encendida, estaba dejando que entrase del todo, las
    vocecillas plateadas de la radio; incluso
    me permití sentir que era Pascua, la
    flor oscura de la vida abriéndose
    de nuevo, su vida le había sido
    devuelta otra vez, estaba enamorada y podía soportarlo, con las manos
    manchadas de tinta, las noticias de la radio
    llegaban a mis oídos, se había producido un accidente
    y dijeron su nombre, eras hijo del famoso y
    dijeron tu nombre. Luego dijeron donde habían
    llevado a los heridos y a los muertos, y llamé al
    hospital, recuerdo que me arrodillé junto
    al teléfono de la entrada de la tercera planta de la residencia, las
    escaleras escarpadas en desenso
    junto a mí, hablé con un hombre
    joven, un joven médico en la
    sala de urgencias, mi oído abierto
    presionaba el oscuro auricular, mi vida abierta
    presionaba el universo, dije
    ¿Cuál de ellos ha muerto?  Y dijo tu nombre,
    él estaba allí en pie en la habitación contigo
    y decía tu nombre. Recuerdo que apoyé
    la frente contra los barrotes barnizados
    del carril de la balaustrada y me sujeté
    apretándolos como si quisiera
    arrancarlos todos a la vez, cerrarlos como una puerta
    oscura, cerrarme yo misma como una puerta
    igual que habías sido tú encerrado, cerrado del todo, pero no pude
    hacerlo, el dolor seguía avanzando a través de mí como
    la vida, como el regalo de la vida.



    BODEGÓN

    Estoy tumbada boca arriba después de hacer el amor,
    pechos blancos con curvas llanas como tapaderas de platos de sopa,
    pezones brillantes como bayas, moteadas e inmutables.
    Con la piernas en algún lugar de la cama como esos
    peces grandes de plata que desfallecen sobre el borde de la mesa.
    Escena de destrucción, escena de paz perfecta,
    sexo radiante y tranquilo y luminoso como el
    faisán muerto escarlata y azul todo
    bermellón pluma en el cuello y herida profunda en el cuerpo,
    y en el centro de mi frente una gota de agua
    redonda y opalescente, y en ella
    el autorretrato del artista, al revés,
    desnudo, abrazando  tus pinceles que gotean como antorchas de luz.



    AMOR EN TIEMPO DE SANGRE

    Cuando vi mi sangre en tu pierna, las gotas tan
    oscuras y limpias, ese rojo arterial verdadero,
    ni siquiera podía pensar en la muerte, te
    quedaste allí sonriéndome,
    en cuclillas en la bañera sobre tus patas
    largas y te limpiaste.
    El enorme y duro capullo de tu glande en mi boca,
    los pétalos oscuros de mi sexo en tu boca.
    Podía sentir que la muerte se alejaba, se alejaba cada vez más,
    y me olvidaba, perdiendo su dirección, su
    palma olvidaba la curva de mi mejilla en la mano.
    Luego cuando nos tumbamos bajo el resplandor pequeño de la
    lámpara y vi tu labio inferior
    glaseado con una luz como fuego líquido
    te miré y te dije que sabía que eras Dios
    y que yo era Dios y nos tumbamos en la cama
    sobre una nube oscura, y en algún lugar bajo nosotros
    estaba la tierra, y de algún modo todo lo que hicimos, la
    sangre, el punteado rosa de la cabeza,
    el nácar líquido que sale de la hendidura, la
    bondad de todo lo que hicimos llegaría
    hasta aquí mismo, encontraría su floración en el mundo.



    EL MOMENTO EN QUE
    DOS MUNDOS SE ENCUENTRAN

    Ese es el momento en el que siempre pienso, cuando el
    cuerpo resbaladizo al completo sale de mí,
    cuando lo sacan hacia fuera, no lo sacan sino que lo sujetan
    mientras empuja hacia delante, no lo cojen sino que lo esperan
    en las manos mientras palpita hacia fuera,
    son los primeros en tocarlo,
    y brilla, resplandece envuelto en líquido espeso.
    Ese es el momento, al deslizarse, las extremidades
    comprimidas junto al cuerpo, los brazos
    encogidos como las patas rosadas de un cangrejo, los
    muslos como ciruelas enlatadas en almíbar espeso, las
    piernas dobladas como las alas blancas de un pollo;
    ese es el centro de la vida, el momento en que la
    jugosa esfera azulada del bebé se
    desliza entre los dos mundos,
    húmedo, como el sexo, es sexo,
    es mi vida que se abre hacia atrás y hacia atrás
    igual que la separación del tallo y el capullo, no se separa sino
    que observa el empuje hasta él mismo se pela y
    la flor se encuentra allí, plegada con dureza, y
    entonces comienza a abrirse y a secarse
    y para entonces el momento ya ha pasado,
    limpian la grasa y envuelven al niño en una manta y
    te lo entregan del todo en este mundo.



    LA ÚLTIMA HERIDA

    Cuando mi hijo llega a casa del viaje de fin ded semana en el
    que se clavó un trozo de acero del
    techo de un coche y se abrió la cabeza
    y le afeitaron la herida y la desinfectaron
    y le dieron puntos, se acerca a mí
    sonriendo con orgullo y miedo, y poco a poco
    inclina la cabeza, como para el dios del trauma,
    y ahí está, el cuero cabelludo azul grisáceo como la
    piel de un cadáver, la suferficie fría y
    gelatinosa, el corte largo y rectilíneo
    como si fuera deliberado, las
    suturas a ambos lados como terribles
    marcas de la voluntad humana. Le digo
    Increíble, arrimo su cabeza en dirección a mi estómago
    con suavidad, la piel desnuda de la parte superior
    que tiembla como piel de leche hervida
    y azulada como la epidermis de un mono
    extraído muerto de su madre, el
    crecimiento leve del cabello fino como una
    promesa. Acuno su cerebro en mis brazos como
    una vez mecí todo su cuerpo,
    entregado, y el área de la herida resplandece
    gris y traslucido como la cabeza de un pardillo cuando se
    tambalea al borde del nido, el corte una
    línea media en descenso por el cráneo, la carne
    gelatinosa, los puntos negros, la hendidura que dice
    me lo llevo, el hilo que dice lo devuelvo.



    LA BÚSQUEDA

    El día que mi hija se pierde durante una hora,
    el día en que pienso que ha desaparecido para siempre y luego la encuentro,
    me siento con ella un rato y después me
    marcho a la tienda a por zumo de naranja para sus
    labios, lengua, paladar, garganta,
    estómago, sangre, cada célula de oro de su cuerpo.
    Bromeo un poco con el hombre del mostrador,
    salgo al fresco del invierno y
    lloro. Sé que él nunca le haría daño,
    nunca apresaría su cuerpo con las manos para
    romperlo o aplastarlo, la mantendría a salvo y
    me la traería a casa. Sin embargo, hay
    otros que sí lo harían. Paso los enormes
    edificios ridículos, llenos como prisiones,
    cargados, repletos, tiesos de gente
    a algunos les encantaría llevarse a mi hija, para
    deshacerla, una hebra fina
    tras otra. Son edificios llenos de cuerdas,
    tablas de planchar, marcos de ventanas, alambres,
    cordeles de hierro tejidos en espirales azules y negras como
    ombligos, apartamentos con suministro
    de hojas de afeitar y lejía. Esta es mi
    búsqueda, saber dónde está la maldad en el
    corazón humano. Mientras camino de vuelta a casa
    miro una cara tras otra buscándola, veo
    la belleza oscura, la rabia, los
    niños criados en la ciudad, por donde ella camina como
    cualquier otro, una diana en carne viva. No puedo
    encontrar a nadie que quisiera hacerlo, agarro la
    jarra de zumo como un corazón frío,
    y recuerdo los tiempos en que mis padres me ataban a una silla
    sin darme de comer y miraba
    sus caras preciosas, mi estómago una
    maza brillante, mis muñecas como las aves
    que el verdugo hubiera colgado del cuello de un alambre de espino.
    miraba tan profundo como podía en sus ojos
    y todo lo que encontraba era bondad, no pude superarlo.
    Me apresuro a casa con la sangre de las naranjas
    contra el pecho, me falta tiempo para llegar a su lado.



    MIRÁNDOLOS MIENTAS DUERMEN

    Cuando llego a casa tarde y es de noche y entro a besar a los niños
    veo a mi hija con el brazo doblado alrededor de la cabeza,
    su cara sumergida en lo inconsciente;
    tan centrada por completo en su yo oscuro,
    la boca que resopla con ligereza como alguien saciado
    pero con una mueca leve de no haber tenido suficiente,
    los ojos tan cerrados que uno pensaría que han girado sobre
    el iris para mirar la parte posterior de la cabeza,
    el globo ocular desnudo y marmóreo bajo el
    párpado anhelante grueso y satisfecho,
    descansa sobre la espalda en posición cerrada y de abandono
    y el hijo en su habitación, oh, el hijo, está de lado en la cama,
    una rodilla arriba como si estuviera escalando
    peldaños escarpados en la noche,
    y bajo el temblor fino de los párpados
    sabes que sus ojos están abiertos de par en par,
    mirando y vidriosos, con su azul
    codicioso y cristalino en toda esta oscuridad, y
    la boca está abierta, respira con dificultad por la subida
    y jadea. la frente está arrugada
    y pálida, los dedos largos encogidos,
    la mano abierta, y en el centro de cada mano
    la palma seca y sucia del niño
    en calma, como si fuera una galleta. Lo miro en su
    búsqueda, los músculos finos de su brazos
    apasionados y tensos, la miro a ella
    con su rostro como el rostro de una serpiente que se hubiera tragado un ciervo,
    contenta, contenta, y sé que si la despierto
    sonreirá y volverá el rostro hacia mí
    medio dormida y abrirá los ojos y
    sé que si lo despierto a él
    se sacudirá rápidamente y dirá No y se incorporará
    y mirará a su alrededor en una inconsciencia
    azulada, oh Señor, cómo
    conozco a estos dos. Cuando el amor viene a mí y me pregunta
    ¿Qué sabes? Respondo Esta niña, este niño.


    SHARON OLDS, La cédula de oro, Bartleby, 2017, en traducción de Óscar Curieses.

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    Sharon Olds (1942- Empty Re: Sharon Olds (1942-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 27 Ago 2022, 10:34

    .


    Algunos poemas Sharon Olds, de su libro El salto del ciervo, 2012, en traducción de Joan Margarit Consarnau y Edurd Lezcano Margarit:


    ÚLTIMA MIRADA

    En el último minuto de nuestro matrimonio lo miré a
    los ojos. Todo ese día, hasta entonces, lo pasé
    consolándolo por el schok que sufría en
    su dolor (el acto de dejarme lo volvió a sus propias, viejas
    pérdidas). Pero había llegado la hora de ir más allá
    del consuelo, de separarse. Sus ojos me parecían
    todavía como el primer océano, donde
    las algas verdiazules adquirieron su primitivo
    lenguaje, su iris ancho como el mar todavía
    esencial, para mí, con las profundidades desde las que
    nuestro primogénito, y después nuestro segundo, habían aparecido,
    con las papilas gustativas a los lados de sus lenguas para el apacible y lunar
    néctar de nuestra leche -nuestra leche. En su mirada,
    habitaciones de muerte. Pasillos de pérdidas. Niebla
    esmeralda. Lanzada, nieve de sucio arroz.
    Él estaba ahí dentro, en algún sitio: lo busqué
    y él me hizo el regalo, me dejó entrar,
    sabiendo que nunca más, en este mundo o en
    cualquier otro, tendría que volver a hacerlo,
    y lo vi, no como realmente era -yo carecía aún
    de la fuerza de la ira- pero
    vi como él me veía a mí, incluso ahora
    ese dejarse caer en el afecto de la confianza
    en su mirada, y contuve esa caída algunos segundos, en silencio,
    y dije: adiós. Y él dijo: adiós,
    y yo cerré mis ojos y me levanté
    del asiento del copiloto en una espiral, como alguien
    saliendo de un coche que se ha caído desde un
    puente en el agua profunda. Y dos y
    tres septiembres más tarde, e incluso
    el septiembre siguiente, ese septiembre en Nueva York,
    estaba contenta de haberlo mirado. Y cuando
    le conté a una amiga lo contenta que estuve,
    ella dijo: Quizá es como con las familias
    de los muertos, incluso la familias de aquellos
    que murieron en las Torres, que necesitan ver
    el cuerpo, no habitado ya
    que lo hacía ser la persona que amamos, de algún modo
    ayuda a decir adiós a la persona real,

    y de nuevo vi lo dichosa que había sido mi vida,
    primero, por haber sido capaz de amar,
    después, por haber dejado atrás la separación,
    por no haberlo perdido cuando los niños eran pequeños,
    y que los niños no lo hayan perdido a él en absoluto,
    y por no haberlo perdido cuando él me amaba, y por no haber
    perdido a alguien que podría haberme amado el resto de mi vida.



    EL SALTO DEL CIERVO

    El dibujo en la etiqueta de nuestro vino tinto favorito
    parece mi marido arrojándose desde un
    acantilado en su fervor por librarse de mí.
    Áspero es su pelaje, y confortable, su cara
    plácida, en trance, pensativa,
    cada asta extendiéndose hacia atrás,
    hacia sus ancas. Cada brote, al crecer, ramificándose
    hacia arriba como un modelo de su arcaico, inflexible
    cerebro. Mantiene su placa ósea
    nivelada al elevarse desde el borde del precipicio,
    soñador. Cuando alguien huye, mi corazón
    da un salto. Incluso si es de mí de quien escapa,
    una mitad de mí está con quien se va, queda todo tan quieto
    y vacío cuando él se ha ido. Me siento como un paisaje,
    como una tierra sin figuras. Sauve
    qui peut
    -deja que se salven quienes puedan
    salvarse-. Una vez vi un grabado a punta seca de alguien
    diminuto al que crucificaban
    en las astas de un ciervo. Me siento como su víctima,
    y él parece mi víctima, y me preocupa que al lanzarse se doblen
    mal las extendidas patas. Oh, compañero mío. Me sentía orgullosa de su
    fidelidad como si se tratara
    de un cumplido en lugar de una
    mera somnolencia. Y cuando yo escribía sobre él,
    ¿sentía él que tenía que andar por ahí
    llevando mis libros en equilibrio sobre su cabeza?
    ¿O la tortura de esos cuernos
    colgados allí donde el cazador lava
    con sauvignon la carne de venado? ¡Oh saltar,
    saltar! ¡Cuidado con las rocas! ¿Deben mis viejos
    votos nupciales desearle felicidad
    en su nueva vida, incluso alegría
    sexual? Al principio me temo que sí, cuando no puedo aún
    imaginarnos el uno sin el otro. Bajo su peludo
    vientre, en la distancia, hay manchas
    de un viñedo: sus no marchitas cepas, sus limpias raíces,
    sus botellas llenándose en los extremos de las
    tuberías como oscuros, verdes, vacilantes gemidos.



    POEMA A LOS PECHOS

    Como a otras gemelas idénticas, se las puede
    distinguir mejor en la edad adulta.
    Una de ellas enseguida frunce su ceño,
    su cerebro, su rápida inteligencia. La otra
    sueña dentro de una constelación,
    las Pecas de Orión. Nacieron cuando yo tenía trece años,
    se alzaron, la mitad fuera de mi torso,
    ahora tienen cuarenta años, sabias, generosas.
    Yo estoy dentro de ellas -debajo en cierto modo-
    o las llevo: había vivido tantos años sin ellas.
    No puedo decir que yo sea ellas, aunque sus sentimientos son casi
    mis sentimientos, como sucede con alguien que una ama. Me parecen
    un regalo que debo ofrecer.
    Que los muchachos adoraban -casi hambrientos-
    su categoría del Ser,
    no se me escapa, y algunos hombres jóvenes
    las amaron del modo en que una desearía ser amada.
    Todo el año han estado llamando a mi desaparecido esposo,
    cantándole, como un par de empapadas
    sirenas sobre una roca cubierta de escamas.
    No pueden creer que él las haya dejado, este no es su
    vocabulario, estando hechas
    de promesas -como literalmente lo están.
    Ahora a veces, las sujeto un momento,
    una con cada mano, viudas gemelas,
    cargadas de pena. Fueron un regalo para mí,
    y entonces fueron nuestras, como niñas de pecho sedientas
    de excitación y abundancia. Y ahora es la misma
    estación del año otra vez, la misma semana
    que él se mudó. ¿No les susurró,
    Esperadme aquí un año? No.
    Dijo: Dios esté con vosotras, Dios
    con vosotras. A-Dios para el resto
    de esta vida y para la larga nada. Y ellas, que no
    conocen el lenguaje, lo están esperando,
    Jesús qué tontas son, ni siquiera saben
    que son mortales -es dulce,  supongo,
    y refrescante, vivir con ellas, seres sin
    el conocimiento de la muerte, criaturas de ignorante sufrimiento.



    ESPOSA ABANDONADA

    Corros, charcos, niebla y remos,
    los gatos se han de casar con los perritos falderos;
    perros con sombreros rojos, gatos con azul casaca,
    ¿qué será de los ratones, qué será de las ratas?
    Tuve un fondo de inversión, tuve un ladrón,
    pero el marido que tuve, no lo pude conservar.
    Violín ññi-ñi, violón ññi-ñi, mientras así sonó,
    la mosca al abejorro abandonó.
    Se fueron al juzgado y ella se divorció:
    la mosca al abejorro abandonó.
    Tuve un mellizo al sembrar, un mellizo al cosechar,
    pero el marido que tuve, no lo pude conservar.
    En vestíbulos de mármol -como la leche de blancos-
    con suavidad de seda tapizados,
    dentro de alguna fuente como el cristal de clara,
    hice que apareciera una manzana dorada.
    No hay puerta alguna en esta fortaleza
    mas entran los ladrones y roban sus riquezas.
    Tuve huevos de una vaca, tuve nata de corral,
    pero el marido que tuve, no lo pude conservar.
    Formado hace mucho tiempo, pero hecho en la actualidad,
    cuando los otros duermen entonces lo puedes usar.
    Es algo a lo que muy pocos se avienen a renunciar,
    y es eso que conservar tampoco nadie desea.
    Tuve un hombre en la siesta, otro en la marea muerta,
    uno fue una inundación, no lo pude conservar.
    Pequeño, risueño, sueño,
    peces en el mar añil.
    Si una mujer abandonada quieres,
    por favor tómame a mí.
    Tuve un preservativo talla 4x, suave al usar.
    Tuve un hermano arroyo, no lo pude conservar.
    Entre, Michi, Pichi, Acero.
    Ira, Duro, Dominar,
    Juego, Poker, Dominó.
    Y se me van.
    Tuve un cordero, conservé la piel,
    tuve leche de oveja, en ella le hervía a él.
    Una vieja mujer llamada Nada
    vivía en pequeñísima morada.
    Un hombre abrió su bocaza
    y tan solo de un bocado se zampó mujer y casa.
    Tuve una pluma rica, tuve una pluma pobre,
    pero el marido que tuve, no lo pude conservar.
    En esta guardería de concha lo pondrás,
    y aquí muy bien lo podrás conservar.



    NO LO BASTANTE SILENCIOSA

    Cuando, con el tiempo, el temor y la pena alcanzan
    toda su magnitud, llega ese momento en el que
    me pregunto si mi marido me dejó
    porque yo no era suficientemente silenciosa
    en nuestra cama. Ahora ya apenas puedo ver esas noches
    y tardes, esas mañanas,
    pero ahora, por un momnto, casi puedo oír
    el sonido de él entonces, como sorprendido, o a punto
    de quedar atrapado en, a punto de comprender algo, entonces esos
    gemidos de madreselva, enrejados
    y entramados a los míos, en el dueto de boca-
    a-boca total del cuerpo. Él vivía
    tan encerrado en sí mismo, parecía vivo no
    exactamente como otros, sino hibernando
    -yo lo llamé a través de la tierra sólida
    hasta que despertó, y se fue. Jesús, si mis
    gritos lo despertaron. A veces eran solo
    bajos, empapados clicks de cerradura al cesar
    la respiración, después, perdiéndose en la luz de muesca
    con él... 11.000 noches,
    él parecía satisfecho conmigo, parecía gustarle
    todo, cualquier chirrido o do alto, pero había
    rebuznos que se degradaban a través del brillo desafinado en
    prisma de color moratón, había
    lamentos mortales, chillidos mamales contra
    la división, como si, en el sexo, practicásemos
    la cauterización de estar separados. O quizás
    no fuera mi piar, la sonora
    carne de aquellas sábanas, suelo, sillas, porches
    traseros, un pajar, bosques, sino esta historia
    suya -se volvió su espíritu en contra del espíritu que
    tañía nuestra privada, salvaje campana
    desde la azotea pública, yo que no tuve otro
    presente que darle al mundo excepto el sostener, delante nuestro,
    lo que yo pensaba que era el espejo del amor-
    ah ahora, no hay soplos de neblina en ese espejo.
    Después de esa vida en el sueño cantado,
    me desperté, y temí que él sintiese que era el humano
    durmiente, y yo la brillante pantera
    reteniéndolo, y gritando.



    DIMINUTA SIRENA

    Y había transcurrido un año desde que yo había estado
    mirando fijamente la Whirlpool
    en el rincón del lavadero de nuestro apartamento alquilado en agosto,
    no estoy
    segura de lo que estaba viendo -parecía una chica
    en una red con peces. Era
    una mujer en miniatura, en traje de baño,
    recostada después del ciclo de centrifugado
    -la fotografía de una mujer, levemente
    posada sobre los contornos de una toalla húmeda.
    La saqué -el radiante cuadrado
    de algún otro mundo- tal vez la hija
    de los propietarios de la casa. Y sin embargo, parecía
    alguien que conocíamos -le dije, a mi marido:
    Esto estaba entre las sábanas y las toallas.
    ¡Dios mío! dijo. ¡¿Dónde?! Con
    las sábanas y tus shorts de correr. ¿No
    se parece a tu colega? Miramos la sonrisa
    y el cuerpo maduro bien proporcionado en su reluciente
    funda de arco iris -sorprendente producto
    de la colada. Una hora más tarde, él me vino a buscar,
    y me dijo que ella le había dado la fotografía
    el día que salieron los dos a correr juntos
    cuando yo estaba de viaje, y que él la debía haber deslizado en
    su bolsillo, estaba tan sorprendido al verla
    de nuevo, no sabía qué decir.
    En una novela, me dije, aquí sería cuando
    la esposa debe preocuparse -hay siquiera una mínima
    razón para preocuparse. Él me sonrió
    y tomó mi mano, y se volvió hacia mí,
    y dijo -no parecía que por costumbre,
    sino como si fuera una ley física
    de la tierra- te amo. E hicimos el amor,
    y me sentí tan cerca de él -yo no
    sabia que él supiera mentir, y sus palabras me
    tocaron el corazón. Solo una vez, más tarde,
    aquel día, sentí un principio de mareo, como si
    el piso se inclinara bajo mis pies
    -un día que él salió a correr, sin mencionarlo en casa,
    una pescadora de hombres en la lavadora.
    Apenas por unos minutos me sentí algo nerviosa.



    GHAZAL DEL MORATÓN

    Ahora un óvalo negro-y-azul en mi cadera se ha vuelto azul-
    violeta como la marca de tinta en el grosor de costra de un corte
    de primera, doloroso como un mordisco de amor, pero demasiado
    grande para una boca humana. Me gusta, mi
    broche de carne -borde dorado, breve aparición
    de color-envidia en el interior, y mancha violeta
    en la que la manija de la puerta que mordió es de un negro
    púrpura con un contoneo como de temblorosas patas de
    ciempiés. Cuento los días pasados, y los futuros
    hasta que se haya ido su color deteriorado y entonces
    se desvanezca lentamente. Algunos creen que debería
    haber superado lo de mi ex a estas alturas -quizá
    pensé que lo tenía más superado
    a estas alturas. Quizá ya he superado quién era
    él, pero no quién yo creía que era, y no
    la herida, repentino golpe mortal
    como desde ninguna parte, aunque vino del núcleo
    de nuestra vida juntos. Duerme ahora, Sharon,
    duerme. Incluso mientras hablamos, el trabajo se está
    haciendo, en el interior. Naciste para sanar.
    Duerme y sueña -pero no con su retorno.
    Puesto que, en tu surño, esto no puede dañarlo ni herirlo.



    LENTAMENTE ÉL EMPIEZA

    Y lentamente él empieza a parecer más
    lejos, parece planear, a la deriva
    en la distancia, el Una-vez-marido en su traje gris
    con el brillo de su tejido -sus manos a los lados,
    se diría que llevado sobre las alas de una libélula
    a través del aire frente a mi ventana. Y una brisa
    lo toma y lo levanta, es como
    un novio de Chagall, sin la fidelidad
    o con una absoluta fidelidad que puede
    cambiar una vez de novia, es transportado en una corriente,
    como una criatura de una especie ligeramente distinta,
    en la que todavía no ha despertado el lenguaje,
    y sin el peso que lo retenga
    en tierra. Meteoro silencioso,
    lluvia veraniega de perseidas,
    él flota aquí y allí tan tenue y
    tranquilo que es como un durmiente, con grandes,
    pesados párpados, apacibles ojos
    abiertos, Estoy contenta de no haberlo perdido
    del todo, de verlo moverse
    al antojo del cielo, como un hombre en el viento,
    como arrastrado en una barcaza que descansa en
    una corriente de aire ascendente, con leves descensos, es como
    un icono, una fantasía.
    Yo no lo conocía,
    conocía mi idea
    de él. Los primeros años sola,
    me dijeron que lo superaría
    pronto, y la piel de mi corazón
    parecía estar yaciendo junto a la piel
    de algún corazón desnudo. Pero ahora las invisibles
    corriente se revelan a sí mismas, en los movimientos
    de él, en los bajos empíreos
    sobre el parque infantil-mira está ahí
    fuera, arrojando su estrecha sombra
    sobre los rostros de los carruajes
    en el parque, ¡y yo estoy aquí! No me suelto
    de él, sino que agarro la cuerda
    y miro mi idea de él alejarse
    y quedarse, y alejarse, mi plateada cometa.



    POEMA DE AGRADECIMIENTO

    Años más tarde, tras largo tiempo soltera,
    quiero volverme hacia su ausente espalda,
    y decir, ¡Qué regalo tuvo cada uno del otro!
    Qué placer -confiados, los ojos abiertos,
    desmayándonos con lo que nos estaba permitido hacer
    hasta altas horas. Y no podías decir,
    no podías, que el tacto que tenías de mí
    era otro que el tacto de una
    que podía amar de por vida -tanto si nos conveníamos
    o no- de por vida, como una sentencia. Y ahora que lo
    pienso, el tacto que yo tuve de ti
    se volvió no el tacto de larga visión, sino como la
    tolerante voluntad de uno
    que está de paso. Compañero de arena
    a la luz de la luna -y a la luz del mediodía en la playa, una vez,
    y de la paja, de la paca de sal en un granero, y del abono
    dentro de un jardín, entre las hileras -una vez-
    compañero de pie contra la pared en aquel diminuto
    cuarto de baño con la cerradura que aleteaba como una cromada
    mariposa junto a nosotros, a la altura de la cadera, el espíritu
    de nuestra inocencia, que era la ignorancia
    de lo que se pediría, lo que se requeriría,
    gracias por cada hora. Y yo
    acepto tus gracias, como si darlas fuese
    un regalo de los tuyos -separémonos
    como iguales, como fuimos en todas las camas, puros
    iguales de la tierra.



    SEPTIEMBRE 2001, NEW YORK CITY

    Una semana más tarde, le dije a una amiga; no
    creo que pueda escribir sobre ello jamás.
    Quizá en un año podría escribir algo.
    Hay algo en mí quizá destinado a ser escrito
    algún día; ahora está doblado, y doblado,
    y doblado, como un mensaje en la escuela. Y en mi sueño
    alguien está jugando a jacks, y en el aire había un
    enorme jack, lanzado, inclinándose
    en llamas. Y cuando me desperté, me encontré a mí misma
    contando los días desde que había visto por última vez
    a mi ex-marido -solo unos cuantos años, y algunas semanas
    y horas. Habíamos firmado los papeles y descendido a la
    planta baja del Edificio Chrysler,
    la belleza intacta de su lobby a nuestro alrededor
    como la tuba de un rey, en el techo el pequeño
    dibujo de un avión, en el mural, volando. Y
    ha entrado en mi censurada cabeza, esta mañana,
    levemente, titubeando como con cautela,
    virgen, una mayor sensación de la dulzura
    y abundancia de su actual vida,
    desconocida para mí, no vista por mí,
    no escuchada por mí, no tocada por mí,
    pero conocida por otros, vista por otros,
    escuchada, tocada. Y me vino,
    por momentos, de golpe, momento a momento,
    estar contenta por él, de que esté con aquella
    que él siente que le estaba destinada. Y pensé en mi
    madre, minutos antes de su muerte, ochenta y cinco
    años después de su nacimiento, los huesos de sus hombros,
    casi de gorrión, bajo mi mano, la cáscara
    de huevo del cráneo, mientras yacía con algo de paz
    en las sábanas limpias, y pude contarle lo mejor
    de mi pobre, parcial amor, pude cantarle
    en voz alta, con ese amor, vi la suerte
    y el lujo de aquella hora.


    SHARON OLDS, El salto del ciervo, 2012, en edición de Igitur, 2018, y traducción de Joan Margarit Consarnau y Eduard Lezcano Margarit.[/i]

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    Sharon Olds (1942- Empty Re: Sharon Olds (1942-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 28 Ago 2022, 02:05

    .


    Algunos poemas de Sharon Olds, de su obra Odas, 2016, en traducción de Elvira Sastre y Juan José Vélez Otero:


    ODA AL HIMEN

    No sé cuándo te hiciste realidad
    dentro de mí mientras yo estaba dentro de mi madre,
    puede que al formarse los músculos
    involuntarios como si fueran gelatina rosa.
    Me encanta pensar en ti entonces, tan entero, tan
    inmúne, tú y el clítoris, tan
    a salvo como las vidas que habitasteis, nos tendrían
    que haber matado a mi madre y a mí
    para llegar a vosotros. La quiero, en este
    momento, como esa gran fuerza que me cubre, la
    cabeza de la matrona sobre la dulzura
    de mi virginidad. No sé quién
    te inventó para mantener limpio y resguardado
    el interior de una chica. Querida pared,
    querida puerta, querida verja, querida puerta holandesa,
    ni gatera ni puerta giratoria,
    sino piñata de un único uso. ¿Cuántas partes del
    cuerpo se crearon para destruirse?
    Pesististe, ¿verdad?
    Te tomaste en serio tu trabajo, nunca había
    sentido tanto dolor, fuiste la mujer
    que el mago corta en dos. Me sentí orgullosa de ti
    al convertirme en una copa del brillante ingrediente
    arterial. Y qué afortunados fuimos,
    tú y yo, porque pudimos elegir
    cuándo y con quién y dónde y por qué, un alfiletero
    de felpa, ligado de alguna manera
    a las estatuas que lloran. Ocurrió en la alfombra
    de un salón prestado, pero me sentí
    como si estuviéramos en los bosques de Diana,
    él, y yo, y tú, juntos,
    o como si fuéramos el magma del núcleo de
    la tierra que estalla, a través del suelo del océano.
    Gracias por tu vida y por tu muerte,
    gracias por la chica de las flores que caminaba
    delante de mí lanzándome tus pétalos
    escarlata. Pasarían años hasta
    que me casara, años hasta que llevara dentro de mí
    un ínfimo himen cerca de los
    óvulos con otros hímenes minúsculos
    dentro de ellos. Pero desenrollaste la alfombra
    que me llevó hasta la vida salvaje
    de una mujer. Fuiste una especie de madre
    de sangre para mí: primero me abrazaste,
    durante dieciocho años, y después
    me dejaste ir.



    ODA AL PENE

    Alguien me dijo que lo que escribía
    sobre los hombres los cosificaba. Así que te pregunto,
    oh, idea general del pene, ¿no te gusta
    llamar la atención? Tú que estás en la mente,
    erecto o no, viejo y joven,
    en todas las representaciones, oh principio
    abstracto, ¿acaso no has estado esperando
    tu turno para que te alabaran? Creo que
    eres encantador y valiente, y tan interesante, eres
    como una criatura, con tu cabeza, y tu tronco,
    como si tuvieras vida propia. Pero eres
    inocente, no eres tu propio hombre,
    no eres más responsable de tus acciones
    que el cerebro de tus pensamientos. Y has tenido una historia
    encontrada: has hecho una
    masacre y has sido el instrumento
    principal, y has jugado contigo mismo
    para provocar gritos horribles. En muchas ocasiones
    no te han protegido ni te han usado para proteger,
    y a menudo no has sido respetado ni te han usado
    para respetar. Y aun así la mayor parte de tu historia
    la has pasado con alegría. Y me pregunto cómo te has sentido
    al haber sido tan adorado
    y tan temido. Y qué significa para ti, si es que puedes
    mirar hacia abajo, desde tu nube platónica
    de categorías, que dos como tú
    se comprometan o se casen, ¿te preparas
    tú mismo  con tu propio poder?
    Y siendo un concepto, eres inteligente, sabes
    que eres igual que tu noción hermana,
    e incluso que saliste de ella,
    volviendo a la invención de la división entre hombres,
    los ovarios bajando hacia la tierra,
    el órgano del orgasmo creciendo más y más.
    No puedo imaginarte desde dentro si no es como
    el sabio dicho de un dios, no quiero
    ser dulce, ¡quiero probar el dulce!
    Pero quien habla es mi heterosexualidad,
    y tú no eres homo ni hetero, o visible
    o evidente, no existes
    si no es como un quorum imaginario
    de todos tus ejemplos. Así que no estoy
    coqueteando contigo, solo digo
    que me gustas, no como un objeto sino
    como sujeto, como fuerza motriz, como la
    hipótesis de trabajo de la fontanería y del éxtasis,
    como el orgullo y ansiedad de un chico,
    como la manga de viento de céfiro y temporal, como la mitad
    de la ecuación de la creación.



    ODA A LA SANGRE MENSTRUAL

    No sé si estás muerta o viva, porciones
    abundantes desprendidas; alimento del tubo de
    vuelo espacial descartado; vísceras que disminuyen,
    que están hechas de lo que sobra cuando se hace
    el amor. Eres la manta de un chico
    y la manta de una chica, eres masculina y femenina,
    sirviente, maga, madre, padre,
    dios de lo posible, saliente en su mayoría
    innecesario, tú que en nuestra ignorancia
    has sido despreciada. Hemos temido tus
    piezas, las proteínas y monocitos,
    y los azúcares, y los macrofagocitos, y los átomos
    de hierro bivalentes, como si pudieran ser
    piezas nuestras. Puestas en funcionamiento por las orillas
    en las que dormimos y a las que abrazamos, gracias por
    nuestra esperanza de
    supervivencia frente a la que estás alerta, eras la primera
    que respondes. Baja con honor a través de
    las tuberías y las plantas de depuración y los ríos
    hasta el mar, y conviértete desde ahí en
    nubes, y en esa forma modificada de
    la lluvia cae sobre tu gente, fuerte
    elixir, maná transparente.



    ODA CÉLIBE A LOS HUEVOS

    La primera vez que vi a un hombre desnudo
    ahí estaban, a la vista,
    en el aire, a la luz, escondidos en
    su funda portátil, dentro de ellos la gente
    minúscula, semillas llenas de ellos,
    la población mundial, las multitudes
    que atraviesan las plazas
    de las grandes capitales, como si un hombre
    pudiera sentir el declive del mundo conocido
    y a los océanos levantarse y salir de la cama.
    Y cuando ya no estuve casada,
    cuando me convertí de nuevo en solterona,
    eché de menos cada día vivir con ellos,
    con él, pero cuanto más me alejaba,
    más general, categórica e imperativa
    era la nostalgia.
    Echaba de menos a los dos que van con el
    que entra sin que ellos entren,
    cuelgan con intensidad,
    echo de menos cómo eran dos en uno.
    Una vez, en un sueño, deambulé por uno,
    mi casa más antigua, mi saquito de vagabundo,
    nadé a braza debajo del agua, como en el interior
    de una lengua, y la luz se hizo a través de
    un retículo  bordado masculino,
    cesta de una maraña de hilos brillantes
    y pulidos, y después la piel cambió
    como mi cuero cabelludo cuando los pelos se mantienen
    tirantes hasta el final.
    Durante todos esos años, cuando fui de nuevo soltera,
    les grité a los huevos: "Ah, carteras de X
    e Y, ah, bolsillo del revés con su querida
    costura, ah, cariño". Sabía que algunos
    se reirían cuando lo dije: "Me gustan los huevos",
    y otros se lamentarían conmigo durante un instante,
    echándolos de menos.



    ODA A LAS COSAS DE NIÑAS

    Me encantan las cosas que eran nuestras, los guantes rosas,
    pañuelos con una escena rural en una esquina.
    Había muchas cosas que no podíamos hacer,
    pero lo que podíamos hacer era algo nuestro,
    muñecas agarradas por las piernas, y ropa
    de muñecas que les pones o les quitas,
    alquien que era tuya, que no tenía
    el derecho a su propia desnudez
    y que tenía un cuerpo liso, con su
    parte intocable, que tú nunca tocarías, ni siquiera la
    suya, ya te has curado de eso.
    Y algunas de las muñecas tenían las manos de goma dura, con
    hoyuelos, y aunque no debías, podías
    morder el borde de los dedos cuando no podías evitarlo.
    Y aunque nunca te dejarían, digamos, conducir un autobús
    o hacer cualquier cosa que tenga que hacerse bien, había una
    cajita de óvulos dentro de ti
    tan insignificantes que eran invisibles.
    Y había leche dentro de ti, también, ¡leche
    de verdad! Y podías llevar una falda, podías
    ser una campanilla verdezuela, por debajo
    del cono la forma compleja como un broche
    cerrado, un empalme complicado,
    donde algo como el poder de Dios vive dentro de ti.
    Y resultó que compartías cosas con los chicos,
    el alfabeto no era solo suyo,
    y podías meterte en su territorio,
    podías tener lo que podías tener porque era tuyo,
    y un poco de lo que era suyo, porque
    lo cogiste. Mucho más tarde, tuviste que renunciar a las
    cosas también, para que fuera justo, pelo
    largo, faldas, hasta los pechos, un par
    de bombas de color frambuesa que un amigo
    quería ponerse si le encajaban en los pies, y así hacían.



    ODA SEXISTA

    Camino de Belén, cuando aún tenía
    edad de jugar con mi osito de peluche,
    me subía la camiseta convencida de que yo alguna vez
    también tendría pechos como los envases con pitorro
    en los que venía la leche de la escuela, se quitaba
    el tapón y se servía. Pensaba que tendría bebés
    y que les daría de mamar; cuando mi pecho, como champiñones
    en la oscuridad, comenzó a levantar sus cúpulas,
    noté que ya me estaban saliendo. Una década
    más tarde, cuando apareció la leche y
    los panes de azucar se transformaron para mí en duras arropías,
    sentí miedo, aunque ya me habían hablado antes de eso.
    He oído a un niño pequeño declarar
    que estaba embarazado, y después le he visto mirar a los ojos de un adulto
    para comprobar si eso podía ser posible. En seguida, los chicos
    empezarían a llamarse unos a otros con palabras provocadoras,eres
    una niñita, maricón listillo,
    marica.
    Yo empezaba a hacer pasteles con barro,
    a recortar vestiditos de papel,
    a ponerme zapatillas de ballet roosas
    y meter las puntas en cajas de colofonia.
    Sabía que teníamos
    un aspecto no tan fornido, pero yo me sentía como
    un verdadero ser humano. Me angustiaba
    convertirme en un apetitoso pastelito de carne, y más me angustiaba
    transformarme en una viva caja de pasteles, pero, aunque
    los chicos lo tenían fácil, a mí me daba la impresión
    de que yo lo tenía más fácil todavía.



    ODA A STANLEY KUNITZ

    Noventa y cinco años antes de su muerte,
    Stanley se encontró un gatito abandonado
    en los bosques de Worcester. El padre de Stanley
    se había suicidado bebiendo Drano en un parque público
    mientras Stanley todavía era una nebulosa
    que lentamente adquiría forma de Kunitz
    en el vientre de su madre. Cuando se encontró
    el gato perdido se lo llevó a casa
    y le puso una caja en la azotea bajo
    las estrellas por las que su padre revoloteaba, y allí
    crió a su compañía felina, no sé si chica
    o chico, sin que su madre se enterara,
    siempre trabajando como estaba, y siempre callada.
    Su animalito se hizo grande, y cuando iban juntos al bosque
    le quitaba el collar y la correa, y por allí brincaban.
    Y él, o ella, ya en su robustez, le enseñaba
    a Stanley a cazar con sigilo. Y no sé quién fue
    el que de repente descubrió que el amigo
    de Stanley, cada vez más grande, más ágil
    y más fuerte, era un lince. Ninguno de nosotros
    estábamos allí la noche que Stanley lo/la soltó,
    o cuando se le manifestó el deseo de buscarle
    un felino de su misma especie.
    Y cuando él tenía noventa y ocho años y Elise
    se le había adelantado dejándole allí sus palabras
    y sus cuadros, la muda de su piel,
    encontré, en una ciudad de Ohio, la réplica
    de un elegante lince de pecho suave,
    y la llevé a la calle West, 12 junto con los chocolates
    de costumbre, las flores y la demostración de mis últimos
    progresos en moverme como una modelo en la pasarela.
    Después, siempre que lo visitaba,
    Stanley tenía entre sus manos el animal
    de peluche y lo acariciaba dede la nuca
    al trasero, desde la nuca al trasero,
    hasta la corta cola del lince: 98,
    99, 100... aquellas enormes manos, viejas y elegantes,
    acariciando el mundo que ronroneaba con las caricias de Stanley.



    ODA A LA FLACIDEZ DEL CUELLO

    Quiero escribir sobre la flacidez de mi cuello. Ohhh,
    es algo que me excita.
    Quiero ponerme un espejo debajo
    de la barbilla de forma que pueda ver los nuevos
    eventos que ocurren en la sólida geometría
    de debajo de mi mandíbula que,
    hasta ayer mismo, era todo hueso y ya es una bolsa llena
    de gelatina. Me encanta ser un poco
    repugnante e ir tan lejos como pueda
    en la apasionada fealdad
    del envejecimiento de una mujer madura. Es como retar,
    a la vez, al tiempo y a las antiguas leyes
    del eros. Pero cuando miro hacia abajo,
    al estanque de cristal, y veo
    mi cara colgando de mi misma cara
    como una balsa hecha con palitos de helados,
    mi cuello de asilo de ancianos, entonces
    aunque estoy dispuesta a envejecer y a morir
    para que haya sexo y nazcan niños,
    la laxitud de las colgaduras
    y los bolsillos vueltos de la papada
    me conmocionan.
    Pensé que esto nunca me iba a llegar,
    que no me convertiría en geología pura,
    mi garganta, una sinuosidad sinclinal y anticlinal
    cuando la corteza era tórrida y yo
    también lo era. Entre nosotros, todavía no sé
    que no soy, pero agacho la cabeza ante el tiempo
    y cuento mis barbillas marchitas, tres, cinco, siete,
    nueve, mis musas, mi verdad que no es
    bella, la belleza de mi vejez en su plena juventud.



    ODA AL PINO

    Estaba sentada sobre las piedras de un muro. Acércate
    más al árbol, dijo él, así que me coloqué
    solo a centímetros del tronco del más alto
    de los que nos rodeaban, como los niños pequeños
    entre las piernas de los adultos.
    Mi cara casi pegando
    con la corteza, rozándola,
    podía ver como los años habían abierto grietas
    en el tronco, en los losanges de la madera
    como estrías en la piel, no podía sentir su respiración,
    pero lo sentía vivo junto a mí. Una hormiga
    enorme bajaba corriendo por el tronco, se paraba
    y movía sus antenas al viento, delante de nosotros, y de nuevo
    empezaba a moverse tan rápido que parecía derramarse
    hacia arriba. Luego alcé la vista, recorriendo el tronco
    sin ramas, hacia lo alto, hasta
    las agujas que se movían como un abanico que se comiera
    el sol. Su altura significaba coraje, firme voluntad,
    una única, prolongada nota como el grito de un tenor,
    sostenida, como si el árbol fuese un chorro
    que saliera de la tierra, el borbotón de un corazón.
    Las hormigas corrían desde la tierra al cielo,
    desde el cielo a la tierra. No sabía de dónde venían
    aquellas hormigas, adónde habían ido sus ancestros. Con la tarde
    llegó la tormenta, cortinas de agua a cientos de kilómetros por hora,
    un muro gris sólido y feroz.
    El árbol no se inmutaba. Estaba sentada justo
    a su lado, sintiéndome regresar en el tiempo
    hacia las especies de las que provengo, hacia las del pino,
    y hacia las especies de las que descendíamos
    los dos, los helechos, las bacterias verdes; el sol,
    el polvo de estrellas del que estamos hechos.



    DOBLE ODA PARA HAZEL

    1

    Metía la lluvia en la casa.
    Se sacudía y hacía llover
    a su alrededor. Traía lascas de nieve
    en su manto color miel, trocitos que se le calentaban
    y derretían. Se echaba junto a la estufa,
    acomodando sus huesos sobre la madera,
    y soltaba vapor. Sacaba su jadeo fuera
    de la casa, y metía el viento,
    y la niebla, todo esto ocurría sin que interviniera su voluntad,
    por si sola. A veces salía con un hueso,
    o esperaba en el umbral de la puerta a que se lo pusiera
    en la boca abierta mientras lo anhelaba. Ella portaba,
    ella era, la lealtad más allá de toda mesura,
    la lealtad que mantenía desde la aurora hasta el atardecer,
    hasta la noche, de una manera u otra,
    en el umbral de su casa, donde su amado,
    su gobernate, la llamaba con el chasquido metálico
    de la lata de comida que, al abrirse,
    sonaba como un gong de aluminio.
    En el campo perseguía comida
    viva, escarbaba y husmeaba,
    y cuando él la llamaba por su nombre,
    reticente desistía y lo seguía
    de un lado a otro. A veces, cuando necesitaba salir,
    se encabritaba como un pony de pelo largo
    y dorado y se ponía en la puerta. Ayer, cuando se abrió,
    salió corriendo en línea recta con la cabeza gacha
    hacia la fresca tarde de primavera y no volvió
    cuando la llamamos, ni durante la noche ni por la mañana.
    Ahora, sus elementos estarán volviendo
    a algún lugar de su tierra primigenia,
    o su aliento, o su espíritu, al aire que respiraremos ahora
    mientras la busquemos. Hemos pasado la varita mágica
    por dentro y por fuera de la casa. Hazel, luz del hogar.

    2

    No era normal en ella que no regresara después
    de la cena. Llegaba a la puerta y llamaba;
    la ausencia de su alboroto cuando
    corría hacia él al escuchar su voz (al principio
    una sonido bajito, como una brisa
    suave, el que hace la pluma de una cola
    en un matorral, el pisar sobre las hojas)
    resultaba inquietante, una alucinacion. Luego,
    él salió a la oscuridad y la llamó.
    Esa misma mañana me ha enseñado la foto
    de su madre, ya muerta, una bobtail
    tan fiera que la gente ríe maravillada
    cuando escucha su nombre; en la foto aparecía
    echada majestuosamente con los cachorros negros
    de su camada mamándole. No se veía
    el de color ámbar, probablemente bajo
    los demás. Dijo que la había elegido
    porque era la de aspecto más inteligente
    y sumiso. ¡Hazel!, la llamaba
    en la noche. Nos sentamos a leer
    junto al fuego y la habitación no era la misma.
    Aunque intentaba quitármela de la cabeza, me vino
    de ella una imagen que nunca había tenido,
    tendida junto al sendero, no en el camino
    de piña aplastadas, de hojas
    y verdina, sino en un lecho duro
    de acículas y ramas, de líquenes
    y motas de cuarcita. En la ilusión
    ella no correteaba, ella, que es el espíritu
    de la inquietud. Intentaba quitármela de la cabeza,
    pero la veía como si empezara a regresar
    a la tierra. No sé cuando se le ocurrió
    mirar en el jeep -no la había
    sacado en el coche- pero, cuando abrió la puerta...
    allí estaba, con su rizado pelo
    de matequilla y saltando de alegría al verlo.
    Entrenada por él para no ladrar,
    excepto a los intrusos,
    había permanecido allí quieta, en el coche, cuando habíamos
    estado a pocos metros de ella, llamándola.
    Cuando metí mis manos en su pelo suelto
    y suntuoso, fue como si pudiese experimentar
    la dulce casualidad de vivir,
    como si su materia hubiese comenzado
    a dispersarse y luego a juntarse
    de nuevo para crear a este ser
    de devoción, su más duradera y apreciada compañía.


    SHARON OLDS, Odas, 2016, en edición de Valparaíso, 2019, y traducción de Elvira Sastre y Juan José Vélez Otero.

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    Sharon Olds (1942- Empty Re: Sharon Olds (1942-

    Mensaje por cecilia gargantini Miér 23 Nov 2022, 20:00

    Qué buena autora, amigo!!!!!!!!!!!!
    Es profunda en situaciones cotidianas, con toques de sensualidad y lirismo. Es muy intimista y eso llega con mucha fuerza.
    Me gustó mucho descubrirla!!!!!!!!!
    Besosssssssssss
    Amalia Lateano
    Amalia Lateano


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    Sharon Olds (1942- Empty Re: Sharon Olds (1942-

    Mensaje por Amalia Lateano Miér 23 Nov 2022, 21:46

    Realmente escribe maravillosamente. Qué buenas descripciones!!

    Páginas de una coloratura vívida!!

    Gracias Pedro.

    Saludos

    Amalia
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    Sharon Olds (1942- Empty Re: Sharon Olds (1942-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 24 Nov 2022, 03:12

    Cecilia, Amalia, gracias por vuestro interés. Veo que Sharon Olds os ha impactado con su poesía, lo cual no me sorprende puesto que a través de la misma, se abre en canal..

    Un abrazo.
    Pedro


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