José Manuel Caballero Bonald (1926-2021)

José Manuel Caballero Bonald


Este poderío
De Las adivinaciones

Oh, si este poderío que me inunda la vida,
que intercepta la vida y la dilata,
fuese también un modo de socavar tu cuerpo,
tu reducto de amor donde tú me abres intangible,
un vigor que inclinara mi peso hacia el tuyo
como dobla la espiga su carnación madura
hacia el recibimiento puro de la tierra.

¿Hacia dónde me lleva esta atónita lumbre,
este fuego acuciante que mi pecho corroe,
que hace hablar a mi boca y es por él por quien sabe,
que apremia mis latidos, mi temblor más incierto,
y me da la belleza como un oscuro anuncio de que soy?

Yo sé que no me pertenece,
que no dispongo de él por haberlo ganado,
pero yo si querría saber que es algo tuyo,
que me lo has infundido
como el río se infunde en la montaña
de la fecundidad ansiosa de la tierra
trayéndola al secano en que esperan los cuerpos.

Desde un fondo vacío a veces llega
hasta la soledad, hasta los arrabales del olvido,
y me ciñe lo mismo que el sostén de los árboles,
que esa raíz sedienta de los árboles
que pacta con el aire su savia lujuriosa,
y que arriba, en las ramas,
yergue lo que recibe del manantial de Dios.

¿A quién decirle con igual vehemencia
con qué brotan de pronto los afluentes del tiempo,
a quién decirle que este poderío
que reduce mi vida a una sola palabra,
me acosa tan de cerca y tan de siempre,
que ya no sé si es tuyo o sigue siendo mío?

José Manuel Caballero Bonald



AGUAS DE LA MEMORIA
De Las adivinaciones

Las aguas codiciosas me han traído
la huyente claridad,
la historia vulnerable de mis días antiguos,
de los días caídos sobre mí
como yo sentiría
caer a unos pájaros heridos, a esa blanda
conciencia de vivir con la misma
ansiedad que esos días vencidos
me traen su cansancio a la memoria.

Yo los miro pasar. Son azules y leves, son azules.
Juntos flotan un momento a mi lado
y se hunden de pronto más allá de mi vida de hoy,
de este sueño que vivo, que ya se va con ellos,
con los días que pasan,
igual que si bajase una ramita efímera
con estas aguas, con esta mi memoria vacilante,
y desde mi presente la viera yo, voluble, darse huyendo
y escapar entregándose igual que una muchacha ,
igual que mi memoria estacionándose
detrás de las orillas de los años.

Su paso me ha traído,
encadenada en un instante, toda
la fugaz inocencia del tiempo que ya es fábula,
del tiempo que ya es solo una sospecha
que yo viví, que aún puedo estar viviendo ahora,
niño en mi muerte diaria,
como si aún pudiese ser posible
que las aguas inmunes del recuerdo
volvieran a subir hacia su origen,
desplazando hasta hoy su realidad pasada.

Y es que también es niño
quien mirando correr las aguas puras,
los momentos que fluyen evocados,
resucita, hacia ciertos los días que cayeron,
que pasaron heridos, y los alza,
los levanta a la luz de la memoria,
a esa luz que nos duele, que está sangrando ya,
porque en el tiempo
sólo puede vivirse sabiendo que ha pasado.

José Manuel Caballero Bonald



EL AMOR ES COMO UN CÍRCULO
De Memorias de poco tiempo

Fue tres veces negada. Blanco
sobre blanco, la inconstante
inocencia engendró su propia
rendición: ser memoria de un gozo.
Después, la recaída,
el súbito reencuentro, sofocante
ruta de amor tan tortuosa
como la confesión
del moribundo.
¿Quién cedió,
el recuerdo o la vida? Nadie puede
ser su propio testigo, nadie
puede negar tres veces sin morir.

Vacilante pasión, caduca un día,
recobrada otra vez y al fin
sumida en la espesura
ilusoria del tiempo, ¿ cómo
borrar el rastro de su historia
si en la mutua mentira, en el cobijo
de su inestable engaño,
aún acecha, seduce aquel placer
de furtiva ansiedad, aquel amor
que regresó a su origen
igual que por un círculo implacable?

José Manuel Caballero Bonald



COMO UN NAIPE
De Memorias de poco tiempo

Como un naipe, mi mano
está marcada. No soy yo
quien la hace ganar, perder
sus desafíos: ama,
parte el pan, acaricia,
recoge el lienzo de la vanidad,
mide el rasante de la muerte,
acepta el precio
de la vida.
Mas no soy yo
quien la hizo a su imagen,
virtud y crimen juntos
con idénticas armas
en la pugna. Bajo su piel
vuelca el azar
sus oscuros triunfos, juega
mi propio corazón a desbancarme.

José Manuel Caballero Bonald




DESDE AQUELLA NOCHE
De Las horas muertas

Era una blanda emanación, casi
una terca oquedad de ternura,
un tibio vaho humedecido
con no sé qué tentáculos.
Abrí
los ojos, vi de cerca el peligro.
No, no te acerques adorable
inmundicia, no podría vivir.
Pero se apresuraba hacia mi infancia,
me tendía su furia entre los lienzos
de la noche enemiga. Y escuché
la señal, miré mi vida junta,
anduve a tientas hasta el cuerpo
temible y deseado.
(Madre mía,
¿me oyes, me has oído
Caer, has visto mi gustosa
rendición, tú me perdonas?)

La mano balbucía allí dentro, hurgaba
entre las telas jadeantes, iba
desatando el delirio, calcinando
la desnuda razón.
Agrio desván
limítrofe, gimientes muebles
lapidarios bajo el candor maléfico
del miedo, ¿qué hacer si la memoria
se agotaba allí mismo, si no había
otra locura más para vivr?
Dulce
naufragio, dulce naufragio,
nupcial ponzoña pura de amor,
crédula sed sin tregua, ¿Dónde me hundo,
donde me salvo desde aquella noche?

José Manuel Caballero Bonald



EL PATIO
De Las horas muertas

Cercado de aspidistras, entre el tedio
lustroso de los mármoles y el vaho
humedeciente del aljibe, ¿quién
iba a decirme a mí que aquella
premonitoria libertad
del patio no tenía
más evasión al mundo que su sed?

Allí me entré en la noche
inaugural, entre las araucarias
del añoso graderío y el resol
de los zócalos, hurtando la impaciencia
las reliquias del tiempo, la concordia
de los repudios corporales.
Mano
de la delicia, fui llevado
de bosque en bosque y de río
en río, descalzo ya de mí
pero trabado entre las horcas
vagabundas del sueño.

¿Cuántos iguales cercos de verdad
anduve desde entonces? Del portón
al olvido, del zaguán al desdén,
¿sigue brillando aún
La aljofifa, la loza, el cobre
De tantas matinales aventuras?
Oh ceguedad de luz en que tendía
mi cuerpo, sábana que tapaba
los espejos nupciales, cobertizo
de la patria primera, agrío
solar de las iniciaciones.

¿Quién era aquel que iba
dividiendo los oros y los fangos,
esquivo entre las frondas
de pétalos carnales, de desnudos
temores, devastando
lo extenso de mi cuerpo y de mi alma?

Ciclos de salvación
y de condena, aceleradamente
desuncidos del yugo de los años,
cláusulas turbadoras
en cuyas líneas fúnebres
fui leyendo mi vida.
(Al borde
del brocal del suicidio,
junto a la flor terrible
del cante de la fragua, ardía
la mano de un pintor, no sé
si la de Tapies
o la siempre iracunda de Manuel
Viola, desvelando
lo que yo no podría repetir
sin morirme, pero que congregaba
todas las significaciones
últimas de mi fe.)
Y desde
Entonces, ¿en qué suplicadoras
columnas, en qué muros
roturados de pólvora, en qué broncos
arrecifes, peldaños, soportales
apoyé mi palabra, su argumento
de gastada crueldad?
Sé que no supe
ganar los serviciales trámites
de lo que digo ahora, patio
con clima de mi corazón, cisterna
de anhelantes barandas de peligro.

Oh cerrazón del tiempo en torno
de mi libre vivir, dame lo necesario
para no claudicar: ebrio, desnudo y solo
por el mundo, a ver si así
me merezco la muerte en aquel patio.

José Manuel Caballero Bonald


ENTRE DOS LUCES
De Manual de infractores

Vi el reverso del aire, un largo velo
incoloro, un rastro de cenizas
pendiente del vacío,
un agujero sin sus bordes.

Otra cosa no había.

¿Ha valido la pena
llegar hasta estas vecindades
inapelables de la incertidumbre
solo para volver a constatar
que la nada colinda con la nada?

Detrás del aire, el aire.
De esta parte ¿qué queda?

José Manuel Caballero Bonald



NECIOS CONTIGUOS
De Manual de infractores

Abstemios y locuaces viven juntos
en la casa de la infelicidad.
Allí reciben con asiduo encono
a gentes ambidextras, adiestradas
en los arduos oficios
de la majadería, ya en los siempre viscosos
reductos de los bienpensantes.
A chorros
vociferan, declaman,
abominan del rango de infractores, gustan
del sonsonete atroz de las tertulias,
consisten en ser solo lo que son:
el eco triste de otros tristes ecos.

Escrito está en los márgenes
de libros y botellas:
los necios se asesoran de otros necios contiguos.

José Manuel Caballero Bonald



SALVEDAD
De Manual de infractores

Todos aquellos que han sobrevivido
a tres naufragios, tienen asegurada
la inmortalidad.
Así se afirma al menos
en los nunca escritos códices
de Argónida.
Mi suerte ya está echada:
un naufragio me queda para atajar la muerte.

(16.IV.2002)

José Manuel Caballero Bonald



COARTADA
De Manual de infractores

La luz prensil de los espejos
atrapa a quien se mira.
Al fondo
pululan turbios flecos, marcas
marchitas, falsos
indicios de la realidad,
la lenta lepra opaca del azogue.

Todo es ya su reflejo.
¿Quién
se hizo pasar por quién?

Cómplice de sí mismo,
el que se mira inculpa a quien le observa.

José Manuel Caballero Bonald



RELECTURA
De Diario de Argónida

Horas caídas
como hojas,
como disfraces, como párpados,
horas emancipadas
de su esfera, tenaz
requisitoria del hastío,
prolijo mundo monocorde
tan anodino
como el de Guermantes.

José Manuel Caballero Bonald


DIA CRÍTICO

De Diario de Argónida

Entre los pliegues lívidos del ocio
cohabitan de continuo
las larvas de las horas,
vacilantes señales
de seductora información
--como mar o mazmorra o ventisquero—
Que fluyen en lo absorto
De las amables treguas de la edad,

mientras la prenoción de la memoria
acude como un hosco buey exhausto
por los primeros,
por los últimos
trayectos de un pretérito
donde ya queda atrás hasta la vida.

José Manuel Caballero Bonald



SOLILOQUIO
De Diario de Argónida


Con paso incierto y no segura
voluntad de vivir,
se acerca el día opaco, macilento,
insustancial, ridículo,
en que todo se acalla,
el rescoldo mejor
que ya dejó ese día
precipitadamente
entre un raudal de interferencias
cada vez más presuntas.
Ninguna
palabra será ya la palabra
que desmienta al silencio,
ninguna certidumbre
anulará el valor de lo ficticio.

Evocar lo vivido equivale a inventarlo.

José Manuel Caballero Bonald



ACERCA DE UN DERRIBO
De Diario de Argónida

Aquella casa en que mi corazón
tuvo su sitio, tramitó
sus dispendios, sus fiebres, sus cansancios,

aquella casa donde todo estaba
temperado, juntado, disponible,
donde de pronto un día descubrí
el mundo y ya fue ese para siempre
el compendio simbólico del mundo,

aquella casa
de inconmensurable pasado,
es ya una innoble máquina de hormigón
y aluminio, una cruenta falacia municipal
que contra mi decoro
ha tramitado un sustituto del dios de los ejércitos.

Las mellas de los años serán mis represalia.

José Manuel Caballero Bonald



CAJA DE PANDORA
De Diario de Argónida

Una secta indecisa de milanos
se congregó de pronto
con un bullicio como de plegarias
en el estribo de las dunas.
Negras
siluetas recelosas, retenidas
probablemente en algún cónclave
premigratorio, me transportaron
por una laberíntica codicia
de la imaginación a una sala
del aeropuerto inhóspito
de San Luis (Misuri) donde cientos
de viajeros judíos oraban
de cara a la pared, balanceando
las negras testas mientras
un fragor de turbinas anunciaba al mesías.

José Manuel Caballero Bonald



MEMORIA PERDIDA
De Diario de Argónida

Hay un fondo borroso de papeles
quemados, como una repentina
combustión de residuos que se han ido
esparciendo por las habitaciones.

Casa sin nadie, ¿estuve alguna vez
aquí, cuando la inercia consistía
en un vago remedo de la felicidad,
y los incinerados
restos de la memoria se aventaban
por esos intramuros donde ya hasta la música
era una estratagema del silencio?

Se me ha olvidado todo lo que no dejé escrito.

José Manuel Caballero Bonald


TODAVÍA LA VIDA
De Diario de Argónida

Llega la abulia como un huésped
indeseado y contamina los alrededores
de algo parecido
a la desolación.
Qué aterradora
manera de vaticinar
la invalidez del día de mañana.

Ocurre de repente y también de repente
hay que elegir alguna perentoria
contraofensiva.
Por ejemplo: aproar
Hacia los bajíos de Argónida,
dejar a Sotavento
la ruta navegable del canal
y optar así por descreer del valor de la vida.

José Manuel Caballero Bonald


RETRATO
De Diario de Argónida

Un adalid irremediable (y desde luego
adicto a la tabarra)
raudamente recorre
consistorios, bodegas, paraninfos,
incomoda de muy diversos modos,
sin pausa gesticula, vocifera,
compite con algún que otro tozudo
habitual, incurre en zafiedades
de calidad agropecuaria
y finalmente
rinde cuentas a nadie de sus majaderías.

"Llega la abulia como un huésped
indeseado y contamina los alrededores
de algo parecido
a la desolación.
Qué aterradora
manera de vaticinar
la invalidez del día de mañana."


Gracias, querida amiga, por darnos a conocer tan meticulosamente a Caballero Bonald.

Besos.

Gracias a ti y seguimos.

"Solución de ese remoto espacio de nuestra juventud que decanta, retiene todo el tiempo del mundo. Y toda la pasión de seguir cotejando impunemente constancias con olvidos. Criaturas matutinas reincidiendo en sus cuerpos con una voluptuosa actividad de levadura, desplazándose en auras suavemente perversas, tratando de ser sólo una acepción magnánima
de su propio hedonismo. ¿Vuelvo acaso con ellas al sitio en que gasté una insensible curación de la vida? Despoblada heredad, mustio collado, allí sigue rehaciéndose el placer, hermoso y transitable, entre los desperfectos del deseo. Con qué fervor persecutorio me atenaza esa perdida, ese modo indulgente de haber dilapidado lo que adeuda el recuerdo. ¿Qué fue entonces de aquellas pertenencias?
¿Es aún la vida?"

LABERINTO DE FORTUNA es un libro absolutamente imprescindible... Una fuente de agua purificadora.

Gracias, querida amiga, por traer tan bellísimos poemas.

Besos.

La verdad es que llega y cala. Lo tengo entre mis favoritos ya.
Gracias a ti y seguimos pues.

José Manuel Caballero Bonald




GUARDAR CAMA
(Anacreóntica)
De Diario de Argónida

Musitó mansamente
(y con pasión suplementaria)
algo inaudible
que muy bien pudo ser una anhelante
súplica o un conato de asfixia,
en tanto que la boca recorría impertérrita
los tersos intersticios
del placer, registraba
las hondas cavidades del deseo,
los charquitos orgánicos más tristes.

Qué contagiosa excitación la suya,
sintiendo ya con dulce beneplácito
las ansias venideras,
mientras quien esto escribe adoptaba de pronto
la postura fetal del desarmado.

José Manuel Caballero Bonald



MARCAS DEL CAMINO
De Diario de Argónida

Cicatriz, la más crédula
requisitoria de mi cuerpo,
día a día mostrándome
el surco por donde circula
una historia banal de sangre y estropicio
y alcohol, cuando el tiempo
era una herrumbrosa cadenita
colgada de la noche y alguien
--yo mismo—
iba reuniendo a solas los sobrantes
generalmente inadecuados
de la ira,
los ávidos, los torpes,
los ufanos repliegues de la ira.

Marca mordaz del filo de una culpa
que aún sigue restañándose:
también desde el presente
se zanjan las disputas del pasado.

José Manuel Caballero Bonald



INTERIOR NOCHE
De Diario de Argónida

Un redundante síndrome de alarma
corre
veloz,
impregna
los papeles, los inmisericordes
formularios del tiempo, empaña
los cristales que velan el pasado.

Datos que son igual que moratorias
de alguna delictiva
sinrazón:
te acuerdas
seguramente del que fuiste, pero no
del que serás después de cometido el crimen.

….(QUINCEY, Post scriptum)