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“Diferencias entre gestionar un virus y gestionar a la población” por Marta Peirano (La Vanguardia, 02-05-2020)
(Marta Peirano es periodista y escritora, experta en temas de privacidad y seguridad en internet. Su último libro publicado es “El enemigo conoce el sistema” (Debate) 2019)
El anonimato es uno de los requisitos de tratamiento de datos de geoposicionamiento que exige el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). También su talón de Aquiles. Desanonimizarlos es fácil si se tiene acceso a otras bases de datos, por ejemplo censales o fiscales. O cuando lanzas una aplicación de asistencia al diagnóstico que no funciona sin comprobar el número de teléfono del asistido. O una aplicación para el teléfono móvil que permita la geolocalización de todos los ciudadanos a los “efectos de verificar que se encuentra en la comunidad autónoma en que declara estar”.
El estudio de movilidad en cuarentena que gestiona el Instituto Nacional de Estadística (INE) rastrea de forma retroactiva los movimientos de 40 millones de teléfonos móviles. El Gobierno asegura que los datos son anónimos y que “en ningún caso se utilizan para realizar un control del cumplimiento de las medidas de contención”. Por su parte, el asistente para el diagnóstico de la Comunidad de Madrid, piloto de aplicaciones en el resto de España, comprueba el número de móvil, exige datos personales y advierte que los usará con fines “no directamente relacionados con las funcionalidades de la Coronamadrid” como “estadísticas, investigación biomédica, científica o histórica y para archivo en interés público” que permitirán hacer “tanto un análisis anonimizado descriptivo de la situación, que permita conocer qué y por qué está ocurriendo, como un análisis anonimizado predictivo sobre su evolución”.
“Tenemos que saber si una persona que tiene síntomas se mueve y con quién lo está haciendo”, explica el impulsor del asistente al diagnóstico Martin Varsavsky en el diario El Español. “Perderemos libertades para salvar vidas”, dijo también, dando a entender que la vida humana es más importante que la privacidad y que este sacrificio salvará vidas. Lo primero es probable, y lo segundo, dudoso. Ni cruzando los datos de movilidad del estudio del INE con los generados con aplicaciones como Coronamadrid se podrá prevenir nuevos contagios, porque ninguna de esas tecnologías les ayuda a saber realmente quién está infectado y quién no. Sin tests de diagnóstico, los ciudadanos están vigilados, pero el virus no.
“Test & trace”, diagnostica y rastrea
La prueba de diagnóstico PCR (reacción en cadena de la polimerasa) analiza material extraído de la nariz o la garganta para detectar la presencia del material genético del virus. La secuencia del SARS-CoV-2 fue publicada por las autoridades chinas el 10 de enero, dos meses antes de que la OMS declarara pandemia mundial. Esa misma tarde, el departamento de virología del Hospital Universitario Charite, dirigido por Christian Drosten en Berlín, la usó para diseñar un kit de diagnóstico cuyo protocolo fue inmediatamente compartido en internet. Todos los laboratorios podían usarlo.
En seis semanas, los laboratorios alemanes estaban produciendo 1,5 millones de kits semanales, y los hospitales, testando regularmente a su personal sanitario. La detección temprana facilitó el aislamiento y seguimiento efectivo de personas infectadas, reduciendo el recuento letal. Hoy realizan una media de 250.000 tests semanales y preparan otra campaña para identificar a los que tienen anticuerpos y reincorporarlos a la vida normal. Todo eso son protocolos, no tecnologías. Ahora están implementando, con una coalición de países europeos, una aplicación de rastreo poscuarentena que usa bluetooth para registrar a todas las personas que han estado a menos de dos metros durante más de media hora, de forma cifrada y anónima. Se llama Privacy-Preserving Proximity Tracing (OEPP-PT) y será compatible con el Reglamento General de Protección de Datos, vigente desde mayo del 2018.
Decisiones sin datos
España practica ahora el rastreo sin diagnóstico ni protocolo. No se preocupó por los tests hasta el 15 de marzo, y las empresas encargadas se atascaron por falta de hisopos, los bastoncillos que se usan para rascar la muestra de la garganta o la nariz. También ha empezado a relajar la cuarentena sin tener datos sobre el lugar donde se producen los contagios. “Seguimos a ciegas -se lamentaba en El País la tesorera de la Confederación de Sindicatos Médicos, María José Campillo-. Se va a hacer una desescalada del confinamiento sin saber cuánta gente está afectada ni cuántos asintomáticos hay.” El estudio de seroprevalencia diseñado por el INE y el Instituto de Salud Carlos III no llega, y la prueba de anticuerpos no sustituye a la de la infección.
La lista de aplicaciones anti-Covid-19 es larga y variada, del sistema de vigilancia total chino al intrusivo pero segmentado de Corea del Sur. Hong Kong usa pulseras electrónicas como en los arrestos domiciliarios para vigilar infectados. Taiwán usa su localización para cercarlos con una valla digital. Singapur creó la app de rastreo por bluetooth que ha inspirado la paneuropea PEPP-PT. Todas complementan un despliegue masivo de estaciones de diagnóstico para testar a la población incluyendo los asintomáticos, que son los principales vectores de contagio. Podríamos ser entre el 20% y el 30%, pero hay simulaciones que dicen que son diez veces, cien veces y hasta mil veces el número de casos diagnosticados.
Capitalismo desastre para dummies
La aplicación de la Comunidad de Madrid “no sustituye al diagnóstico de un médico, de atención de urgencias o de prescripción de tratamientos farmacológicos” ni “sustituirá en ningún caso la consulta con un profesional médico debidamente cualificado”, pero comparte los datos con “proveedores y colaboradores, así como a las empresas que estos subcontraten”. La lista incluye a Telefónica, Ferrovial, Google, Banco Santander y a Martin Varsavsky, ahora dueño de empresas que ofrecen análisis genéticos e inversor de la start-up de análisis genético 23andMe.
Varsavsky no ha sido el único en acudir a la llamada del coronavirus. Es más fácil y barato vigilar ciudadanos que vigilar un virus, y los gigantes del negocio aprovechan la desesperación gubernamental. Google y Apple han anunciado el desarrollo de una infraestrutura que “hará uso de la tecnología bluetooth para ayudar a los gobiernos y a las agencias de salud a reducir la propagación del virus”. Ellos harán el rastreo de trazabilidad, y los gobiernos podrán hacer apps sobre ella, que pronto estará integrada en todos los sistemas operativos. Android y iPhone suman el 87% y el 13% del mercado global. De nuevo, las promesas de anonimato desvían la atención sobre su pertinencia sin diagnóstico. Además, la tecnología bluetooth es imprecisa y puede generar falsos positivos de gente a un metro pero separada por una pared.
Google y Facebook hacen Informes de movilidad ciudadana Covid-19 para las autoridades. Facebook amplió el acceso a su programa Data for Good para ayudar a epidemiólogos a crear nuevas categorías de datos y asiste a la Universidad Carnegie Mellon encuestando a los usuarios sobre síntomas para crear mapas de calor. Verily (hermana sanitaria de Google en Alphabet) colabora con el gobierno de California con una aplicación de asistencia al diagnóstico que ofrece tests gratuitos. Solo hace falta tener cuenta Gmail. 23andMe, dueña de la mayor base de datos genética del mundo occidental, pidió a los usuarios (gente que mandó saliva para descubrir ancestros o su presunta predisposición a enfermedades) para que participen en un estudio. No para ellos sino para los científicos. “Si podemos identificar las variables genéticas asociadas con los síntomas más severos, los científicos podrán saber quien está más expuesto por su predisposición genética”.
Google, Microsoft y Palantir han creado un grupo de gestión del coronavirus para ayudar a la Seguridad Social británica a diligenciar la crisis. Palantir, famosa por ayudar a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) a cazar personas en el extranjero y a la ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) a cazar inmigrantes en EE.UU., pone la interfaz. Bloomberg dice que ha ofrecido sus servicios a otros estados europeos, al igual que empresas como NSO Group, conocidas por vender tecnología espía a dictadores. No sabemos quién le ha comprado qué a quién, a quién afecta ni cuánto durará ese contrato. Pero sabemos que los gobiernos que burocratizan la vigilancia se acostumbran rápidamente a ella. Hacemos nuestras herramientas y luego son ellas las que nos trasforman a nosotros.
Marta Peirano (La Vanguardia, 02-05-2020)
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“Diferencias entre gestionar un virus y gestionar a la población” por Marta Peirano (La Vanguardia, 02-05-2020)
(Marta Peirano es periodista y escritora, experta en temas de privacidad y seguridad en internet. Su último libro publicado es “El enemigo conoce el sistema” (Debate) 2019)
El anonimato es uno de los requisitos de tratamiento de datos de geoposicionamiento que exige el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD). También su talón de Aquiles. Desanonimizarlos es fácil si se tiene acceso a otras bases de datos, por ejemplo censales o fiscales. O cuando lanzas una aplicación de asistencia al diagnóstico que no funciona sin comprobar el número de teléfono del asistido. O una aplicación para el teléfono móvil que permita la geolocalización de todos los ciudadanos a los “efectos de verificar que se encuentra en la comunidad autónoma en que declara estar”.
El estudio de movilidad en cuarentena que gestiona el Instituto Nacional de Estadística (INE) rastrea de forma retroactiva los movimientos de 40 millones de teléfonos móviles. El Gobierno asegura que los datos son anónimos y que “en ningún caso se utilizan para realizar un control del cumplimiento de las medidas de contención”. Por su parte, el asistente para el diagnóstico de la Comunidad de Madrid, piloto de aplicaciones en el resto de España, comprueba el número de móvil, exige datos personales y advierte que los usará con fines “no directamente relacionados con las funcionalidades de la Coronamadrid” como “estadísticas, investigación biomédica, científica o histórica y para archivo en interés público” que permitirán hacer “tanto un análisis anonimizado descriptivo de la situación, que permita conocer qué y por qué está ocurriendo, como un análisis anonimizado predictivo sobre su evolución”.
“Tenemos que saber si una persona que tiene síntomas se mueve y con quién lo está haciendo”, explica el impulsor del asistente al diagnóstico Martin Varsavsky en el diario El Español. “Perderemos libertades para salvar vidas”, dijo también, dando a entender que la vida humana es más importante que la privacidad y que este sacrificio salvará vidas. Lo primero es probable, y lo segundo, dudoso. Ni cruzando los datos de movilidad del estudio del INE con los generados con aplicaciones como Coronamadrid se podrá prevenir nuevos contagios, porque ninguna de esas tecnologías les ayuda a saber realmente quién está infectado y quién no. Sin tests de diagnóstico, los ciudadanos están vigilados, pero el virus no.
“Test & trace”, diagnostica y rastrea
La prueba de diagnóstico PCR (reacción en cadena de la polimerasa) analiza material extraído de la nariz o la garganta para detectar la presencia del material genético del virus. La secuencia del SARS-CoV-2 fue publicada por las autoridades chinas el 10 de enero, dos meses antes de que la OMS declarara pandemia mundial. Esa misma tarde, el departamento de virología del Hospital Universitario Charite, dirigido por Christian Drosten en Berlín, la usó para diseñar un kit de diagnóstico cuyo protocolo fue inmediatamente compartido en internet. Todos los laboratorios podían usarlo.
En seis semanas, los laboratorios alemanes estaban produciendo 1,5 millones de kits semanales, y los hospitales, testando regularmente a su personal sanitario. La detección temprana facilitó el aislamiento y seguimiento efectivo de personas infectadas, reduciendo el recuento letal. Hoy realizan una media de 250.000 tests semanales y preparan otra campaña para identificar a los que tienen anticuerpos y reincorporarlos a la vida normal. Todo eso son protocolos, no tecnologías. Ahora están implementando, con una coalición de países europeos, una aplicación de rastreo poscuarentena que usa bluetooth para registrar a todas las personas que han estado a menos de dos metros durante más de media hora, de forma cifrada y anónima. Se llama Privacy-Preserving Proximity Tracing (OEPP-PT) y será compatible con el Reglamento General de Protección de Datos, vigente desde mayo del 2018.
Decisiones sin datos
España practica ahora el rastreo sin diagnóstico ni protocolo. No se preocupó por los tests hasta el 15 de marzo, y las empresas encargadas se atascaron por falta de hisopos, los bastoncillos que se usan para rascar la muestra de la garganta o la nariz. También ha empezado a relajar la cuarentena sin tener datos sobre el lugar donde se producen los contagios. “Seguimos a ciegas -se lamentaba en El País la tesorera de la Confederación de Sindicatos Médicos, María José Campillo-. Se va a hacer una desescalada del confinamiento sin saber cuánta gente está afectada ni cuántos asintomáticos hay.” El estudio de seroprevalencia diseñado por el INE y el Instituto de Salud Carlos III no llega, y la prueba de anticuerpos no sustituye a la de la infección.
La lista de aplicaciones anti-Covid-19 es larga y variada, del sistema de vigilancia total chino al intrusivo pero segmentado de Corea del Sur. Hong Kong usa pulseras electrónicas como en los arrestos domiciliarios para vigilar infectados. Taiwán usa su localización para cercarlos con una valla digital. Singapur creó la app de rastreo por bluetooth que ha inspirado la paneuropea PEPP-PT. Todas complementan un despliegue masivo de estaciones de diagnóstico para testar a la población incluyendo los asintomáticos, que son los principales vectores de contagio. Podríamos ser entre el 20% y el 30%, pero hay simulaciones que dicen que son diez veces, cien veces y hasta mil veces el número de casos diagnosticados.
Capitalismo desastre para dummies
La aplicación de la Comunidad de Madrid “no sustituye al diagnóstico de un médico, de atención de urgencias o de prescripción de tratamientos farmacológicos” ni “sustituirá en ningún caso la consulta con un profesional médico debidamente cualificado”, pero comparte los datos con “proveedores y colaboradores, así como a las empresas que estos subcontraten”. La lista incluye a Telefónica, Ferrovial, Google, Banco Santander y a Martin Varsavsky, ahora dueño de empresas que ofrecen análisis genéticos e inversor de la start-up de análisis genético 23andMe.
Varsavsky no ha sido el único en acudir a la llamada del coronavirus. Es más fácil y barato vigilar ciudadanos que vigilar un virus, y los gigantes del negocio aprovechan la desesperación gubernamental. Google y Apple han anunciado el desarrollo de una infraestrutura que “hará uso de la tecnología bluetooth para ayudar a los gobiernos y a las agencias de salud a reducir la propagación del virus”. Ellos harán el rastreo de trazabilidad, y los gobiernos podrán hacer apps sobre ella, que pronto estará integrada en todos los sistemas operativos. Android y iPhone suman el 87% y el 13% del mercado global. De nuevo, las promesas de anonimato desvían la atención sobre su pertinencia sin diagnóstico. Además, la tecnología bluetooth es imprecisa y puede generar falsos positivos de gente a un metro pero separada por una pared.
Google y Facebook hacen Informes de movilidad ciudadana Covid-19 para las autoridades. Facebook amplió el acceso a su programa Data for Good para ayudar a epidemiólogos a crear nuevas categorías de datos y asiste a la Universidad Carnegie Mellon encuestando a los usuarios sobre síntomas para crear mapas de calor. Verily (hermana sanitaria de Google en Alphabet) colabora con el gobierno de California con una aplicación de asistencia al diagnóstico que ofrece tests gratuitos. Solo hace falta tener cuenta Gmail. 23andMe, dueña de la mayor base de datos genética del mundo occidental, pidió a los usuarios (gente que mandó saliva para descubrir ancestros o su presunta predisposición a enfermedades) para que participen en un estudio. No para ellos sino para los científicos. “Si podemos identificar las variables genéticas asociadas con los síntomas más severos, los científicos podrán saber quien está más expuesto por su predisposición genética”.
Google, Microsoft y Palantir han creado un grupo de gestión del coronavirus para ayudar a la Seguridad Social británica a diligenciar la crisis. Palantir, famosa por ayudar a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) a cazar personas en el extranjero y a la ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) a cazar inmigrantes en EE.UU., pone la interfaz. Bloomberg dice que ha ofrecido sus servicios a otros estados europeos, al igual que empresas como NSO Group, conocidas por vender tecnología espía a dictadores. No sabemos quién le ha comprado qué a quién, a quién afecta ni cuánto durará ese contrato. Pero sabemos que los gobiernos que burocratizan la vigilancia se acostumbran rápidamente a ella. Hacemos nuestras herramientas y luego son ellas las que nos trasforman a nosotros.
Marta Peirano (La Vanguardia, 02-05-2020)
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Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 09 Mayo 2020, 13:17, editado 3 veces
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