POESÍA SOCIAL.
ANEXO.- POETAS ESPAÑOLES AFINCADOS EN PUERTO RICO
JOSÉ MARÍA RIUS GALINDO.
DOCEAVA: LA CAÍDA
(Selección del libro Evangélico de
la Muerte y Resurrección de un Poeta.
Primer premio en el Certamen Internacional de Libros
para Poetas de Habla Hispana convocado en Puerto Rico
por la colección Mairena. Editado en Puerto Rico en 1982)
(La pág. 220 no está visible en este documento)
CAPÍTULO I (V. 1-84)
(LA PARTIDA)
Tu río de amor rompió su presa
a los primeros oros del otoño.
Una mañana gris
salió tu barca de la dársena del día
ligera y sigilosa,
con el único alisio de un suspiro;
con la única bandera de tu sueño;
rota el ancla de abrazos;
destrenzados los obenques
que te habían amarrado a los terrones
en el litoral de tu casa y de tu carne.
Izaste al mástil tus alas:
gavias definitivas
y tus mejores linos;
orientaste la aguja de tus batidos ojos
hacia el norte del mar del silencio.
Te huías de tu huella y de tu piel,
de los muros agrietados
de un faro solitario,
levantado a fugas y zarpazos de rompientes.
Huías desde antes de ti en mí,
del hacha aguda de tu pena;
te estabas desertando a latigazos
por la esclusa anegada de tu arteria,
de la alfaguara abierta en tu tierra
por los hijos desplantados,
y por los tres claveles mustios…
Te huías de las horas y los días
que habían desovillado de tu huso los regresos.
“Gota a gota” has colmado tu gárgola de lluvia;
de lágrimas, de mieses y racimos,
de violetas y de ausencias;
de maderas de cuna;
de cañas verdes y de pinos secos,
de flores blancas.
Gota a gota te anegaste
con la sombra de las hojas caídas de tus ramas;
de la biblioteca completísima,
de las voces desprendidas.
Gota a gota cada invierno
se han inundado tus aljibes
del zumo de las cosas,
filtrado por los poros incontables de tu pecho.
Te has partido de ti, desbordado,
de tu río practicable muy temprano.
¡Había que navegar y navegaste siempre
por las crestas de las espigas,
por las mareas de los ángeles
por las espumas de los pájaros
y las brumas rojas de las amapolas;
por los duros arrecifes
de los cardos y las penas.
Tu nave, recalada desde el alba
estaba presta a la arrancada:
madera de cruz y de árboles sin ropa,
con clavos oxidados de alegrías,
picadas las cuadernas por Dios y por la luna
y embreada por tu mano siempre abierta.
Te has partido de ti
para estar más cerca de la lumbre
donde arden tus leñas resinosas;
del terrón donde rompen tus simientes.
Para tu amor de pan y de romero
el abrazo era distancia de galaxia.
¡Más cerca cada día!
No bastaban las plumas verticales ni los versos;
ni los imanes de tus ojos: pulso largo.
Ya estarás, seguro comprendiendo
la suma del dolor y del cobalto,
la resta de las sienas y la tierra,
fundiendo en el crisol de tu patria sin orillas
las finales malezas de tu mármol,
la esencia de tu espliego,
la inmensa levadura de tu dedo…
Vas creciendo el masón de los milagros.
¡Dame, padre, si me cruzas…
el yeso, el cemento, la cal viva,
desde allí, a paletadas, a nubes llenas
y hasta entonces…
para restaurar nuestro castillo,
nuestra amurallada casa en ruinas…!
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