Luís Vaz de Camões o Camoens (Lisboa, c. 1524 — ibídem, 10 de junio de 15801 ) fue un escritor y poeta portugués, generalmente considerado como uno de los mayores poetas en lengua portuguesa; también escribió algunos sonetos en castellano.
Es poco lo que se sabe de Camões, y ese poco es, aun así y en la mayoría de los casos, dudoso. Habría nacido en Lisboa hacia 1524,1 de una familia llegada del norte (Chaves), pero eso no es seguro. Los defensores de esa teoría consideran a Simão Vaz de Camões padre y a Anna de Sá e Macedo, madre del poeta.1 Por vía paterna, Camões estaría emparentado con el trovador gallego Vasco Pires de Camões y por parte materna con el navegante Vasco de Gama.
Vivió algún tiempo en Coímbra, donde habría frecuentado las aulas de humanidades, tal vez en el monasterio de Santa Cruz, ya que ahí tenía un tío. Sin embargo, a pesar de que la existencia de ese tío, Bento de Camões, esté documentada, no hay pruebas documentales del paso del poeta por Coímbra. En algún lado, afirman los estudiosos de su vida, habrá adquirido el gran bagaje cultural que demuestra poseer en sus obras.
Regresó a Lisboa, llevando una vida bohemia. Se le atribuyen varios amores, no sólo con damas de la corte y prostitutas, sino hasta con la propia infanta doña María, hija del rey Manuel I de Portugal. En 1553, tras haber sido preso por un altercado, parte a la India,gracias a la ayuda de la humanista, Luisa Sigeo; y este es uno de los pocos hechos de su vida que los documentos corroboran. Se asentó en la ciudad de Goa donde habría escrito gran parte de su obra.1
Regresó a Portugal, pero por el camino naufragó en las costas de Mozambique y fue forzado, por falta de medios, a quedarse allí. Fue en Mozambique donde su amigo Diogo do Couto lo encontró, encuentro que se relata en su obra: "tan pobre que vivía de los amigos". Fue Diogo do Couto quien le pagó el viaje hasta Lisboa, a dónde llegó finalmente en 1569.
Pobre y enfermo, consiguió publicar Os Lusíadas en 15721 gracias a las influencias de algunos amigos cercanos al rey Sebastián I de Portugal. Pero incluso la publicación de Os Lusíadas está envuelta en misterio - hay dos ediciones del mismo año y no se sabe cuál fue la primera. En recompensa a los servicios prestados a la patria, el rey le concede una modesta pensión, más incluso esa paga será entregada siempre tarde y no salva al poeta de la extrema pobreza.
En cuanto a su obra lírica, el volumen de sus rimas le fue robado. Así, la obra lírica de Camões fue publicada póstumamente, no habiendo acuerdo entre los diferentes editores en cuanto al número de sonetos escritos por el poeta. Hay diferentes ediciones líricas camonianas y no hay una completa certeza en cuanto a la autoría de algunas de las piezas líricas.
En 1578, Camões oyó de la terrible derrota de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, donde el rey Sebastián murió y el ejército portugués se destruyera por completo. Las tropas españolas se aproximaban a Lisboa para validar las pretensiones de Felipe II al trono portugués, al momento en que el poeta le escribió al capitán general de Lamego que estaba contento no sólo de morir en su país sino con él. Falleció en Lisboa en 10 de junio de 1580; tenía 56 años. Un amigo tuvo que pagar la sepultura. Su tumba, que habría sido colocado cerca del convento de Santa Ana en Lisboa, se perdió en el terremoto de 1755, por lo que se ignora el paradero de sus restos mortales, los cuales no están en ninguno de los dos cenotafios oficiales que le están dedicados actualmente, uno en el monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, y el otro en el Panteón Nacional.
Legado[editar] Se le considera el mayor poeta portugués, situándose su obra entre el clasicismo y el manierismo. Algunos de sus sonetos, como el conocido Amor é fogo (Amor es fuego), por el uso de las paradojas, anuncia ya el barroco que se aproximaba.
El Premio Luis de Camoes es el más importante en lengua portuguesa. Fue instituido en 1988 por los gobiernos de Brasil y Portugal.
Este es otro soneto de Camões, en esta ocasión cantado por Amália Rodrigues y por Gonçalo Salgueiro
Según estudios históricos, estos versos está dedicados a Dinamene, una joven china con quien Camões vivía en Macao; en donde el poeta fue acusado de delitos administrativos y hubo de embarcar, junto a su compañera con destino a la India, en donde debía ser juzgadо. Se da la circunstancia de que el barco naufraga cuando navegaba a la altura del delta de Mekong -alrededor del año 1560-. Camões consigue salvarse, junto a su famosa obra «Os Lusíadas», aún inconclusa; mas no así su amada Dinamene: «Alma mía gentil...», de que habla el poema. ______________________________
Alma minha gentil, que te partiste Tão cedo desta vida descontente, Repousa lá no Céu eternamente, E viva eu cá na terra sempre triste.
Se lá no assento Etéreo, onde subiste, Memória desta sida se consente, Não te esqueças daquele amor ardente Que já nos olhos meus tão puro viste.
E se vires que pode merecer-te Alguma cousa a dor que me ficou Da mágoa, sem remédio, de perder-te,
Roga a Deus, que teus anos encurtou, Que tão cedo de cá me leve a ver-te, Quão cedo de meus olhos te levou ______________________________________
Alma mía gentil, que partiste Tan pronto de esta vida inclemente, Reposa allá en el Cielo eternamente, Y viva yo en la tierra siempre triste.
Si en el asiento Etéreo, donde subiste, Memoria de esta vida se consiente, No te olvides de aquel amor ardiente Que ya en los ojos míos tan puro viste.
Y si vieres que puede merecerte Algún cuidado el dolor que me quedó De la pena sin remedio de perderte,
Ruega a Dios, que tus años acortó, Que tan pronto de aquí me lleve a verte, Cual pronto de mis ojos te llevó.
Luís Vaz de Camões (1524-1580) Portugal Traducción: Juan Martín
Última edición por Juan Martín el Sáb 22 Nov 2014, 10:29, editado 1 vez
Gracias, amigo Juan, por la excelente traducción del bello soneto de Luis de Camões... Muy buenas las traducciones de poetas portuguses y brasileños que leí en tu blog! Besos Maria Lua
Última edición por Maria Lua el Lun 23 Nov 2015, 11:34, editado 1 vez
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Navegación de los Portugueses por los mares Orientales: celebran los dioses un consejo: se opone Baco á la navegacion: Vénus y Marte favorecen á los navegantes: llegan á Mozambique, cuyo gobernador intenta destruirlos: encuentro y primera función de guerra de los Portugueses contra los gentiles: levan anclas, y pasando por Quiloa, surgen en Mombaza.
I Las armas y varones distinguidos, Que de Occidente y playa Lusitana Por mares hasta allí desconocidos, Pasaron más allá de Taprobana; Y en peligros y guerra, más sufridos De lo que prometia fuerza humana, Entre remota gente, edificaron Nuevo reino, que tanto sublimaron:
II Y también los renombres muy gloriosos De los Reyes, que fueron dilatando El Imperio y la Fé, pueblos odiosos Del África y del Asia devastando; Y aquellos que por hechos valerosos Más allá de la muerte ván pasando; Si el ingenio y el arte me asistieren, Esparciré por cuantos mundos fueren.
III Callen del sabio Griego, y del Troyano, Los grandes viajes, conque el mar corrieron; No diga de Alejandro y de Trajano La fama las victorias que obtuvieron; Y, pues yo canto el pecho Lusitano, A quien Neptuno y Marte obedecieron, Ceda cuanto la Musa antigua canta, A valor que más alto se levanta.
IV Vosotras, mis Tajides, que creado En mí habéis un ingenio, nuevo, ardiente; Si siempre, en verso humilde, celebrado Fue por mí vuestro rio alegremente., Dádme ahora un son noble y levantado, Un estilo grandílocuo y fluyente, Con que de vuestras aguas diga Apolo, Que no envidian corrientes del Pactolo.
V Dádme una furia grande y sonorosa, Y no de agreste avena ó flauta ruda: Más de trompa canora y belicosa, Que arde el pecho, y color al rostro muda: Canto digno me dad de la famosa Gente vuestra, á quien Marte tanto ayuda: Que se estienda por todo el universo, Si tan sublime asunto cabe en verso.
VI Y vos, ¡oh bien fundada aseguranza, De la Luseña libertad antigua, Y no menos ciertísima esperanza De la estension de cristiandad exigua! Vos, miedo nuevo de la Máura lanza, En quien hoy maravilla se atestigua, Dada al mundo por Dios, Rey sin segundo, Para que á Dios gran parte deis del mundo:
VII Vos, tierno y nuevo ramo floreciente De una planta, de Cristo más amada Que otra alguna nacida en Occidente, Cesárea, ó Cristianísima llamada: Mirad el vuestro escudo, que presente Os muestra la victoria ya pasada, En el que os dió, de emblemas por acopio, Los que en la Cruz tomó para sí propio:
VIII Vos, poderoso Rey, cuyo alto imperio El primero ve al sol en cuanto nace, Y en el medio despues del hemisferio, Y el último, al morir, saludo le hace: Vos, que yugo impondreis y vituperio Al ginete Ismaelita y duro Trace, Y al turco de Asia y bárbaro gentío, Que el agua bebe aún del sacro rio:
IX Breve inclinad la majestad severa Que en ese tierno aspecto en vos contemplo, Que luce ya, como en la edad entera, Cuando subiendo ireis al árduo templo; Y ora la faz, con vista placentera, Poned en nos: vereis un nuevo ejemplo De amor de patrios hechos valerosos, Sublimados en versos numerosos.
X Amor vereis de patria, no movido, De vil premio, mas de alto casi eterno; Que no es un premio vil ser conocido Por voz que suba del mi hogar paterno. Oid; vereis el nombre engrandecido Por los de quienes sois señor superno, Y juzgareis lo que es más escelente, Si ser del mundo Rey, ó de tal gente.
XI Oíd, que no á los vuestros con hazañas Fantásticas, fingidas, mentirosas, Vereis loar, cual hacen las estrañas Musas, de engrandecerse deseosas: Las nuestras, no fingidas, son tamañas, Que á las soñadas vencen fabulosas, Y con Rugiero á Rodamonte infando Y, aun siendo verdadero, hasta á Rolando.
XII Os daré en su lugar un Nuño fiero, Que hizo al reino y al Rey alto servicio: Un Égas y un Don Fúas; que de Homero, Para ellos solos el cantar codicio; Y por los doce Pares daros quiero, Los doce de Inglaterra y su Magricio; Y os doy, en fin, á aquel insigne Gama, Que de Eneas también vence la fama.
XIII Y si del Franco Cárlos en balanza, O de César queréis igual memoria, Ved al primer Alfonso, cuya lanza Oscurece cualquiera estraña gloria: Y á aquel que al nuevo reino aseguranza Dejó, con grande y próspera victoria, Y á otro Juan, siempre invicto caballero, Y al quinto Alfonso, al cuarto y al tercero.
XIV Ni dejarán mis versos olvidados A aquellos que en los reinos de la Aurora, Alzaron, con sus hechos esforzados, Vuestra bandera, siempre vencedora: A un Pacheco glorioso, á los osados Almeidas, por quien siempre Tajo llora: Al terrible Alburquerque y Castro fuerte, Y otros, con quien poder no halla la muerte.
XV Y hora (que en estos versos os confieso. Sublime Rey, que no me atrevo á tanto) Tomad las riendas del imperio vueso Y dad materia á nuevo y mayor canto: Y empiecen á sentir el duro peso (Que por el mundo todo cause espanto) De ejércitos y hazañas singulares, De Africa tierras y de Oriente mares.
XVI El Máuro en vos los ojos pone frio, Viendo allí su suplicio decretado: Por vos solo el gentil bárbaro impío Al yugo muestra el cuello ya inclinado: Tétis todo el cerúleo poderío Para vos tiene, en dote, preparado: Que, aficionada al rostro bello y tierno, Adquiriros desea para yerno.
XVII Míranse en vos, de la eternal morada, De los avos las dos almas famosas, Una en la paz angélica dorada, Otra en las duras lides sanguinosas; En vos hallar esperan renovada Su memoria y sus obras valerosas; Y allá os muestran lugar, como acá ejemplo, Que abre al mortal de eternidad el templo.
XVIII Mas mientras ese tiempo se dilata De gobernar los pueblos, que os desean Dad á mi atrevimiento ayuda grata, Para que estos mis versos vuestros sean: Y mirad ir cortando el mar de plata A vuestros argonautas, porque vean Que son vistos de vos en mar airado; Y á ser, acostumbraos, invocado.
XIX Ya por el ancho Oceáno navegaban, Las inconstantes ondas dividiendo: Los vientos blandamente respiraban, De las náos la hueca lona hinchendo: Blanca espuma los mares levantaban, Que las tajantes proras van rompiendo Por la vasta marina, donde cuenta Proteo su manada turbulenta;
XX Cuando los Dioses del Olimpo hermoso, Dó está el gobierno de la humana gente, Van á verse en consejo majestoso Sobre futuras cosas del Oriente: Del cielo hollando el éter luminoso, Van, por la Láctea vía juntamente, Convocados de parte del Tonante, Por el nieto gentil del viejo Atlante.
XXI Dejan de siete cielos regimiento, Que por poder más alto les fué dado; Poder que, con el solo pensamiento, Cielo y tierra gobierna, y mar airado: Allí juntos se ven en un momento, Los que habitan Arturo congelado, Los que tienen el Austro y partes donde La aurora nace, el rojo sol se esconde.
XXII Estaba el padre allí sublime y dino Que vibra el fiero rayo de Vulcano, En asiento de estrellas cristalino, Con semblante severo y soberano: Exhalaba del rostro aire divino, Que en divino tornára un cuerpo humano, Con corona y el cetro rutilante, De otra piedra más clara que el diamante.
XXIII Más abajo, en asientos tachonados, De perlas y oro lúcidos, estaban Todos los otros dioses asentados, Según saber y juicio demandaban. Los antiguos preceden honorados: Los menores tras ellos se ordenaban; Y aquí Júpiter alto, de este modo Dijo, y llenó su voz el cielo todo:
XXIV «Eternos moradores del luciente Estrellífero polo y claro asiento, Si del esfuerzo grande de la gente Lusa no habéis quitado el pensamiento, Recordareis que existe permanente, De los hados escrito anunciamiento; Por el que han de olvidarse los humanos De Asirios, Persas, Griegos y Romanos.
XXV «Ya les fué, bien lo visteis, concedido, Que un poder, de recursos poco lleno, Tomase Máuro fuerte y guarnecido Todo el suelo que riega el Tajo ameno: Y luego le asistió, contra el temido Castellano, favor alto y sereno: Así que siempre, en fin, con fama y gloria, Victoria consiguió tras de victoria. (...)
Os Lusíadas - Canto Primeiro
1 (Assunto do Poema)
As armas e os barões assinalados, Que da ocidental praia Lusitana, Por mares nunca de antes navegados, Passaram ainda além da Taprobana, Em perigos e guerras esforçados, Mais do que prometia a força humana, E entre gente remota edificaram Novo Reino, que tanto sublimaram;
2
E também as memórias gloriosas Daqueles Reis, que foram dilatando A Fé, o Império, e as terras viciosas De África e de Ásia andaram devastando; E aqueles, que por obras valerosas Se vão da lei da morte libertando; Cantando espalharei por toda parte, Se a tanto me ajudar o engenho e arte.
3
Cessem do sábio Grego e do Troiano As navegações grandes que fizeram; Cale-se de Alexandro e de Trajano A fama das vitórias que tiveram; Que eu canto o peito ilustre Lusitano, A quem Neptuno e Marte obedeceram: Cesse tudo o que a Musa antígua canta, Que outro valor mais alto se alevanta.
4 (Invocação às Ninfas do Tejo)
E vós, Tágides minhas, pois criado Tendes em mim um novo engenho ardente, Se sempre em verso humilde celebrado Foi de mim vosso rio alegremente, Dai-me agora um som alto e sublimado, Um estilo grandíloquo e corrente, Porque de vossas águas, Febo ordene Que não tenham inveja às de Hipoerene.
5
Dai-me uma fúria grande e sonorosa, E não de agreste avena ou frauta ruda, Mas de tuba canora e belicosa, Que o peito acende e a cor ao gesto muda; Dai-me igual canto aos feitos da famosa Gente vossa, que a Marte tanto ajuda; Que se espalhe e se cante no universo, Se tão sublime preço cabe em verso.
6 (Dedicatória ao Rei Dom Sebastião)
E vós, ó bem nascida segurança Da Lusitana antígua liberdade, E não menos certíssima esperança De aumento da pequena Cristandade; Vós, ó novo temor da Maura lança, Maravilha fatal da nossa idade, Dada ao mundo por Deus, que todo o mande, Para do mundo a Deus dar parte grande;
7
Vós, tenro e novo ramo florescente De uma árvore de Cristo mais amada Que nenhuma nascida no Ocidente, Cesárea ou Cristianíssima chamada; (Vede-o no vosso escudo, que presente Vos amostra a vitória já passada, Na qual vos deu por armas, e deixou As que Ele para si na Cruz tomou)
8
Vós, poderoso Rei, cujo alto Império O Sol, logo em nascendo, vê primeiro; Vê-o também no meio do Hemisfério, E quando desce o deixa derradeiro; Vós, que esperamos jugo e vitupério Do torpe Ismaelita cavaleiro, Do Turco oriental, e do Gentio, Que inda bebe o licor do santo rio;
9
Inclinai por um pouco a majestade, Que nesse tenro gesto vos contemplo, Que já se mostra qual na inteira idade, Quando subindo ireis ao eterno templo; Os olhos da real benignidade Ponde no chão: vereis um novo exemplo De amor dos pátrios feitos valerosos, Em versos divulgado numerosos.
10 (Amor da Pátria)
Vereis amor da pátria, não movido De prêmio vil, mas alto e quase eterno: Que não é prêmio vil ser conhecido Por um pregão do ninho meu paterno. Ouvi: vereis o nome engrandecido Daqueles de quem sois senhor superno, E julgareis qual é mais excelente, Se ser do mundo Rei, se de til gente.
11 (Os Grandes Feitos dos Portugueses)
Ouvi, que não vereis com vãs façanhas, Fantásticas, fingidas, mentirosas, Louvar os vossos, como nas estranhas Musas, de engrandecer-se desejosas: As verdadeiras vossas são tamanhas, Que excedem as sonhadas, fabulosas; Que excedem Rodamonte, e o vão Rugeiro, E Orlando, inda que fora verdadeiro,
12 (Os Heróis Portugueses)
Por estes vos darei um Nuno fero, Que fez ao Rei o ao Reino tal serviço, Um Egas, e um D. Fuas, que de Homero A cítara para eles só cobiço. Pois pelos doze Pares dar-vos quero Os doze de Inglaterra, e o seu Magriço; Dou-vos também aquele ilustre Gama, Que para si de Eneias toma a fama.
13
Pois se a troco de Carlos, Rei de França, Ou de César, quereis igual memória, Vede o primeiro Afonso, cuja lança Escura faz qualquer estranha glória; E aquele que a seu Reino a segurança Deixou com a grande e próspera vitória; Outro Joane, invicto cavaleiro, O quarto e quinto Afonsos, e o terceiro.
14
Nem deixarão meus versos esquecidos Aqueles que nos Reinos lá da Aurora Fizeram, só por armas tão subidos, Vossa bandeira sempre vencedora: Um Pacheco fortíssimo, e os temidos Almeidas, por quem sempre o Tejo chora; Albuquerque terríbil, Castro forte, E outros em quem poder não teve a morte.
15 (Incitação a Dom Sebastião para Novos Feitos Gloriosos)
E enquanto eu estes canto, e a vós não posso, Sublime Rei, que não me atrevo a tanto, Tomai as rédeas vós do Reino vosso: Dareis matéria a nunca ouvido canto. Comecem a sentir o peso grosso (Que pelo mundo todo faça espanto) De exércitos e feitos singulares, De África as terras, e do Oriente os marços,
16
Em vós os olhos tem o Mouro frio, Em quem vê seu exício afigurado; Só com vos ver o bárbaro Gentio Mostra o pescoço ao jugo já inclinado; Tethys todo o cerúleo senhorio Tem para vós por dote aparelhado; Que afeiçoada ao gesto belo e tenro, Deseja de comprar-vos para genro.
17
Em vós se vêm da olímpica morada Dos dois avós as almas cá famosas, Uma na paz angélica dourada, Outra pelas batalhas sanguinosas; Em vós esperam ver-se renovada Sua memória e obras valerosas; E lá vos tem lugar, no fim da idade, No templo da suprema Eternidade.
18
Mas enquanto este tempo passa lento De regerdes os povos, que o desejam, Dai vós favor ao novo atrevimento, Para que estes meus versos vossos sejam; E vereis ir cortando o salso argento Os vossos Argonautas, por que vejam Que são vistos de vós no mar irado, E costumai-vos já a ser invocado.
19 (A Armada do Gama em Alto Mar)
Já no largo Oceano navegavam, As inquietas ondas apartando; Os ventos brandamente respiravam, Das naus as velas côncavas inchando; Da branca escuma os mares se mostravam Cobertos, onde as proas vão cortando As marítimas águas consagradas, Que do gado de Próteo são cortadas
20 (Concílio dos Deuses no Olimpo)
Quando os Deuses no Olimpo luminoso, Onde o governo está da humana gente, Se ajuntam em concílio glorioso Sobre as cousas futuras do Oriente. Pisando o cristalino Céu formoso, Vêm pela Via-Láctea juntamente, Convocados da parte do Tonante, Pelo neto gentil do velho Atlante.
21
Deixam dos sete Céus o regimento, Que do poder mais alto lhe foi dado, Alto poder, que só co'o pensamento Governa o Céu, a Terra, e o Mar irado. Ali se acharam juntos num momento Os que habitam o Arcturo congelado, E os que o Austro tem, e as partes onde A Aurora nasce, e o claro Sol se esconde.
22 (Júpiter)
Estava o Padre ali sublime e dino, Que vibra os feros raios de Vulcano, Num assento de estrelas cristalino, Com gesto alto, severo e soberano. Do rosto respirava um ar divino, Que divino tornara um corpo humano; Com uma coroa e ceptro rutilante,
23 (De outra pedra mais clara que diamante.)
Em luzentes assentos, marchetados De ouro e de perlas, mais abaixo estavam Os outros Deuses todos assentados, Como a razão e a ordem concertavam: Precedem os antíguos mais honrados; Mais abaixo os menores se assentavam; Quando Júpiter alto, assim dizendo, C'um tom de voz começa, grave e horrendo:
24 (Fala de Júpiter)
"Eternos moradores do luzente Estelífero pólo, e claro assento, Se do grande valor da forte gente De Luso não perdeis o pensamento, Deveis de ter sabido claramente, Como é dos fados grandes certo intento, Que por ela se esqueçam os humanos De Assírios, Persas, Gregos e Romanos.
25 (Mouros e Castelhanos)
"Já lhe foi (bem o vistes) concedido C’um poder tão singelo e tão pequeno, Tomar ao Mouro forte e guarnecido Toda a terra, que rega o Tejo ameno: Pois contra o Castelhano tão temido, Sempre alcançou favor do Céu sereno. Assim que sempre, enfim, com fama e glória, Teve os troféus pendentes da vitória.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Preciosos estos versos de Camoes. Gracias por traerlo aquí, Maria, y por traducirlo, Juan. Casi todas las naciones tienen su poema épico, en que generalmente establecen sus orígenes míticos y cantan a sus heroes y a sus reyes. Castilla y Portugal, finalizada la reconquista del territorio peninsular a los moros, emplearon la fuerza que habían alcanzado en conquistar nuevos territorios ultramarinos.
Un abrazo. Pedro
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Muchas gracias, Maria, por traer aquí a tan magistral poeta.
Os dejo otro soneto, cantado por Maria Moura. Hay unas ligeras variaciones entre el texto cantado y el que aparece escrito, que es el que hay en un libro de sonetos de Camões que poseo.
Soneto cantado de Luís Vaz de Camões:
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Pois meus olhos não cansam de chorar Tristezas não cansadas de cansar-me, Pois não abranda o fogo em que abrasar-me Pôde quem eu jamais pude abrandar, ___________Ya que mis ojos no se cansan de llorar ___________Tristezas no cansadas de cansarme, ___________Ya que no se ablanda el fuego en que abrasarme ___________Pudo quien yo jamás pude ablandar,
Não canse o cego Amor de me guiar Donde nunca de lá possa tornar-me, Nem deixe o mundo todo de escutar-me Enquanto a fraca voz me não deixar. ___________No ceje el Amor ciego de guiarme ___________Al lugar del que no pueda tornar, ___________Ni deje el mundo entero de escucharme ___________Mientras la débil voz pueda conservar.
E se em montes, se em prados, e se em vales, Piedade mora alguma, algum amor Em feras, aves, plantas, pedras, águas, ___________Y si en montes, si en prados, y si en valles ___________Mora alguna piedad, algún amor ___________En fieras, aves, plantas, piedras, aguas,
Ouçam a longa história de meus males E curem sua dor com minha dor, Que grandes mágoas podem curar mágoas. ___________Oigan la larga historia de mis males ___________Y curen su dolor con mi dolor, ___________Que grandes males pueden curar males.
Luís Vaz de Camões (1524 - 1580) Trad.: Juan Martín
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Cantidad de envíos : 91617 Fecha de inscripción : 29/06/2009 Edad : 72 Localización : Murcia / Muchas veces en Mazarrón/ Algunas en Cieza ( amo la ciudad donde nací; amo su río - Río Segura_ y amo sus montes secos llenos de espartizales)
Desde luego que había oído hablar de Luis de Camöes. Pero a fuerza de ser sincero no había leído nada suyo. Al menos que recuerde. Por eso mi agradecimiento, tanto a ti como a María Lua.
Abrazos.
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NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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He leído todo lo que habéis traído aquí. De igual manera que había oído hablar del autor, había oído hablar de su obra mayor, pero sin leerla. Por ello os agradezco hacerlo de vuestra mano. Los clásicos no deberían faltar nunca en nuestro conocimiento.
_________________ "LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
La tensión lírica de la poesía de Camões no pasa inadvertida en su magna epopeya heroica, plagada de matices y sentimientos íntimos que la revisten de una gran originalidad entre las piezas de su género, y que compensan, de paso, la altas dosis de solemnidad retórica que parece requerir para sí el poema épico. Compuesto de mil ciento dos octavas que se agrupan en diez cantos, Os Lusíadas presenta la gesta del pueblo portugués como si de un destino mítico se tratase, alentada por un afán de conocimiento (la aventura del descubrimiento) y un anhelo de identidad nacional (la forja de un imperio) que acaban por configurar -en la particular interpretación del poeta- una historia maravillosa, algo así como un sueño colectivo cercano a la grandeza heroica de las legendarias epopeyas clásicas.
Las coordenadas históricas en las que se ubica la redacción de Os Lusíadas bastan para explicar el propósito nacionalista y patriótico de Camões, compartido -por lo demás- por la mayor parte de los artistas e intelectuales del Renacimiento europeo. En medio de una entusiasta exhortación colectiva del pueblo portugués dirigida al rey don Sebastián para que emprenda la conquista de Marruecos, Camões contribuye a este empeño imperialista con la elaboración de una epopeya mítica que se abre con la presentación del tema, la invocación a las ninfas del Tajo y la dedicatoria al citado monarca, dejando bien patente desde este impetuoso inicio el propósito de armonizar la vasta cultura clásica del poeta con la tradición nacional y la proyección del pueblo luso hacia un futuro grandioso. Respecto a las fuentes que alimentan ese legado clásico, resulta obligado señalar, antes que nada, la influencia directa de la Eneida de Virgilio (70-19 a.C), enriquecida por las aportaciones humanistas del ya citado Petrarca, de Boccaccio (1313-1375) y de Ariosto (1474-1533). Y, en lo que atañe a la tradición nacional, queda patente la huella del poeta y dramaturgo lisboeta Antonio Ferreira (1528-1569), el "Horacio portugués", cuya tragedia Inés de Castro (impresa en Lisboa en 1587, pero estrenada con rotundo éxito muchos años antes) influyó poderosamente en la concepción y la escritura de Os Lusíadas. Además, la vasta cultura de Camões le permitió acceder a algunas de las fuentes más autorizadas en la reconstrucción del devenir histórico del pueblo portugués, como las obras de Fernão Lopes, Eanes de Zurara, Rui da Pina, Duarte Galvão, André Resende, João de Barros y Lopes de Castanheda.
Tras la citada invocación a las ninfas del Tajo y la dedicatoria al rey don Sebastián, surge, imponente, la figura central del poema, el navegante Vasco de Gama (1469-1524), que encarna en su persona todo el sacrificio y la ilusión del pueblo luso en la epopeya del descubrimiento, y sitúa el apogeo del esplendor portugués en la llegada de sus naves a la India. El final de Os Lusíadas deja entrever, empero, el desencanto de Camões -y se supone que de todos sus compatriotas- ante la decadencia de su pueblo.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] A obra Os Lusíadas é um poema épico escrito por Luís de Camões, publicado em 1572.
RESEÑA:
La mitología y el viaje de Vasco de Gama: OS LUSÍADAS de Camões, relato de viaje y poema épico. En 1498-99, enviado por el rey D. Manuel el Afortunado, el marino Vasco de Gama encontró el camino de la India atravesando el Atlántico y el Índico. La crónica de este viaje con sus diversas incidencias suministró al poeta Luis Camões materia para un grandioso poema épico, el más famoso de toda la literatura moderna, en el cual la gesta marinera y la vocación portuguesa quedan mitificadas a un nivel sobrehumano. El poema puede, naturalmente, estudiarse desde múltiples ángulos, pero aquí nos limitaremos a la influencia de la épica grecolatina, que se advierte en la repetida comparación de la empresa portuguesa, por su trascendencia histórica y las enormes dificultades superadas, con las de Hércules, Jasón, Ulises y Eneas, y en la fidelidad con que sigue la Odisea y la Eneida en la maquinaria mitológica, la ordenación de la materia y los principales incidentes en que se mantiene la ficción de que algunos dioses antiguos siguen vivos y capaces de actuar, y otros al menos en el recuerdo. En lo que sigue estudiaremos lo dicho, punto por punto: Cómo compara Camões a Hércules, Jasón, Ulises y Eneas con Vasco y sus compañeros.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Uno de los más grandes poetas portugueses, cuya obra principal, Os Lusiadas (1572), se considera el poema épico nacional portugués. Camoes, cuya vida estuvo llena de aventuras, nació probablemente en Lisboa. Al parecer estudió en la universidad de Coimbra. Posteriormente formó parte de la corte de Juan III, de la que tuvo que exiliarse en 1546, debido a una aventura amorosa con una de las damas de la reina, Caterina de Ataíde; probablemente sea ella la fuente de inspiración de sus poemas de amor. Virtualmente un exiliado, Camoes emprendió la carrera militar en 1547 y perdió un ojo en Marruecos. En 1550, regresó a Lisboa, donde fue encarcelado por una reyerta callejera, y, una vez perdonado en 1553, embarcó para la India. Se cree que por entonces ya había empezado a trabajar en Os Lusiadas, pero en cualquier caso el argumento central del poema es el descubrimiento de la ruta marítima a la India por el explorador portugués Vasco da Gama. Después de combatir en la India, Camoes fue destinado a Macao, pero en 1558 le acusaron de extorsión y lo enviaron de vuelta a la India. Sobrevivió a un naufragio y regresó a Portugal, vía Mozambique, en 1570, con el manuscrito de su poema épico intacto. Se publicó dos años más tarde. A pesar de una pequeña pensión real y los comienzos de su fama mundial, los últimos años de Camoes transcurrieron en la oscuridad, y murió en la pobreza en Lisboa, el 10 de junio de 1580. Os Lusiadas, escrito en diez cantos en octava rima, se inspira tanto en la Eneida, el poema épico de Virgilio, como en Orlando furioso, del poeta italiano Ludovico Ariosto. Enlazadas con la historia del viaje de Vasco da Gama aparecen intensas referencias narrativas y proféticas a otros acontecimientos de la historia de Portugal, y también a determinadas ideas cristianas y humanistas. Aunque la obra ensalza las hazañas de los hijos de Lusus esto es, los lusiadas, o portugueses, también refleja la amargura con respecto a los aspectos más crueles del colonialismo portugués. El mismo tono de pesimismo impregna mucha de su lírica y las pocas cartas que nos han llegado. La fama de Camoes también se debe a los numerosos poemas suyos más cortos que se publicaron póstumamente: odas y sonetos, elegías y canzoni. También escribió tres obras de teatro, dos de ellas basadas en modelos clásicos. El tema principal de su poesía es el conflicto entre el amor apasionado y sensual y el ideal neoplatónico de amor espiritual. Es notable su perfección y simplicidad formal, la expresión de un sentimiento profundo y la introducción de un nuevo tema en la literatura portuguesa, la saudade-soledade (añoranza cargada de soledad)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Verdes são os campos, De cor de limão: Assim são os olhos Do meu coração.
Campo, que te estendes Com verdura bela; Ovelhas, que nela Vosso pasto tendes, De ervas vos mantendes Que traz o Verão, E eu das lembranças Do meu coração.
Gados que pasceis Com contentamento, Vosso mantimento Não no entendereis; Isso que comeis Não são ervas, não: São graças dos olhos Do meu coração.
Verdes son los campos, color de limón: así son los ojos de mi corazón.
Campo que te extiendes con verdura bellla, ovejas que ella vuestro pasto tenéis, de hierba os mantenéis que trae el verano, y yo de los recuerdos de mi corazón.
Ganados que pacéis con contentamiento, vuestro alimento no, no entenderéis; eso que coméis no son hierbas, no: son gracias de cielo de mi corazón.
Luís Vaz de Camões Trad.: Juan. Martín
Última edición por Juan Martín el Mar 01 Dic 2015, 18:06, editado 2 veces (Razón : revisión)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Gracias a ti, María, por haber puesto a tan gran poeta en este lugar.
Las traducciones las hago lo mejor que puedo, pero salvo casos totalmente excepcionales, me es imposible mantener la medida de los versos, el ritmo y las rimas de los poemas originales. Es una suerte conocer la lengua de Camões para poder gozar de tantas maravillas en su lengua original.
Muy impresionante la historia de Camóes. Sorprende ver lo aveturadas que eran las vidas de los autores de aquella época. Camóes como Cervantes, entre viajes, batallanas y prisiones, y que aún tuvieran tiempo para dejar mustras de arte tan grandiosas y demostraran tanto conocimiento de los autores clásicos. Gracias, Maria, por toda la información y a ti, Juan, por tan bellas traducciones.
Un abrazo. Pedro
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"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Juan, María. María, Juan, vengo a daros las gracias por este buen trabajo y que hoy, comienzo a disfrutar. El tiempo se lleva muy mal conmigo,jeje, y se me escapa casi siempre. Hoy con un poco más de calma, por aquí paso y disfruto de vuestras grandes aportaciones. Gracias y besos, para ambos.
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“Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión”.
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
Síntesis biográfica Nacido en una familia llegada del norte. Los defensores de esa teoría consideran a Simão Vaz de Camões como su padre y a Anna de Sá e Macedo como su madre. Por vía paterna, estaría emparentado con el trovador gallego Vasco Pires de Camões y por parte materna con el navegante Vasco de Gama.
Estudios Vivió algún tiempo en Coímbra, dónde habría frecuentado las aulas de humanidades, tal vez en el monasterio de Santa Cruz, ya que ahí tenía un tío. Sin embargo, a pesar de que la existencia de ese tío, D. Bento de Camões, esté documentada, no hay pruebas documentales del paso del poeta por Coimbra. En algún lado, afirman los estudiosos de su vida, habrá adquirido el gran bagaje cultural que demuestra poseer en sus obras.
Trayectoria literaria Regresó a Lisboa, llevando una vida bohemia. Se le atribuyen varios amores, no sólo con damas de la corte y prostitutas, sino hasta con la propia infanta doña María, hermana del rey Manuel I de Portugal. En 1553, tras haber sido preso por un altercado, parte a la India, y este es uno de los pocos hechos de su vida que los documentos corroboran. Se asentó en la ciudad de Goa dónde habría escrito gran parte de su obra.
Regresó a Portugal, pero por el camino naufragó en las costas de Mozambique y fue forzado, por falta de medios, a quedarse allí. Fue en Mozambique donde su amigo Diogo do Couto lo encontró, encuentro que se relata en su obra: tan pobre que vivía de los amigos. Fue Diogo do Couto quien le pagó el viaje hasta Lisboa, a dónde llegó finalmente en 1569.
En 1578, oyó de la terrible derrota de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, donde el rey Sebastián murió y el ejército portugués se destruyera por completo. Las tropas españolas se aproximaban a Lisboa para validar las pretensiones de Felipe II al trono portugués, al momento en que el poeta le escribió al capitán general de Lamego que estaba contento no sólo de morir en su país sino con él.
Muerte Falleció en Lisboa en 10 de junio de 1580, tenía 56 años.
Un amigo tuvo que pagar la sepultura. Su túmulo, que habría sido colocado cerca del convento de Santa Ana en Lisboa, se perdió en el terremoto de 1755, por lo que se ignora el paradero de sus restos mortales, los cuales no están en ninguno de los dos túmulos oficiales que le están dedicados actualmente: uno en el monasterio de los Jerónimos en Lisboa y otro en el Panteón Nacional.
Obra Luís Vaz de Camões .jpeg Poesía Os Lusíadas Rimas Amor é fogo que arde sem se ver Verdes são os campos Que me quereis, perpétuas saudades? Sobolos rios que vão Quiero madre Teatro El-Rei Seleuco Auto de Filodemo Anfitriões Indie Occirente
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
1 AS armas e os Barões assinalados Que da Ocidental praia Lusitana Por mares nunca de antes navegados Passaram ainda além da Taprobana, Em perigos e guerras esforçados Mais do que prometia a força humana, E entre gente remota edificaram Novo Reino, que tanto sublimaram;
2 E também as memórias gloriosas Daqueles Reis que foram dilatando A Fé, o Império, e as terras viciosas De África e de Ásia andaram devastando, E aqueles que por obras valerosas Se vão da lei da Morte libertando, Cantando espalharei por toda parte, Se a tanto me ajudar o engenho e arte.
3 Cessem do sábio Grego e do Troiano As navegações grandes que fizeram; Cale-se de Alexandro e de Trajano A fama das vitórias que tiveram; Que eu canto o peito ilustre Lusitano, A quem Neptuno e Marte obedeceram. Cesse tudo o que a Musa antiga canta, Que outro valor mais alto se alevanta.
4 E vós, Tágides minhas, pois criado Tendes em mi um novo engenho ardente, Se sempre em verso humilde celebrado Foi de mi vosso rio alegremente, Dai-me agora um som alto e sublimado, Um estilo grandíloco e corrente, Por que de vossas águas Febo ordene Que não tenham enveja às de Hipocrene.
5 Dai-me ũa fúria grande e sonorosa, E não de agreste avena ou frauta ruda, Mas de tuba canora e belicosa, Que o peito acende e a cor ao gesto muda; Dai-me igual canto aos feitos da famosa Gente vossa, que a Marte tanto ajuda; Que se espalhe e se cante no universo, Se tão sublime preço cabe em verso.
6 E vós, ó bem nascida segurança Da Lusitana antiga liberdade, E não menos certíssima esperança De aumento da pequena Cristandade; Vós, ó novo temor da Maura lança, Maravilha fatal da nossa idade, Dada ao mundo por Deus, que todo o mande, Pera do mundo a Deus dar parte grande;
7 Vós, tenro e novo ramo florecente De ũa árvore, de Cristo mais amada Que nenhua nascida no Ocidente, Cesárea ou Cristianíssima chamada (Vede-o no vosso escudo, que presente Vos amostra a vitória já passada, Na qual vos deu por armas e deixou As que Ele pera si na Cruz tomou);
8 Vós, poderoso Rei, cujo alto Império O Sol, logo em nascendo, vê primeiro, Vê-o também no meio do Hemisfério, E quando dece o deixa derradeiro; Vós, que esperamos jugo e vitupério Do torpe Ismaelita cavaleiro, Do Turco Oriental e do Gentio Que inda bebe o licor do santo Rio:
9 Inclinai por um pouco a majestade Que nesse tenro gesto vos contemplo, Que já se mostra qual na inteira idade, Quando subindo ireis ao eterno templo; Os olhos da real benignidade Ponde no chão: vereis um novo exemplo De amor dos pátrios feitos valerosos, Em versos divulgado numerosos.
10 Vereis amor da pátria, não movido De prémio vil, mas alto e quási eterno; Que não é prémio vil ser conhecido Por um pregão do ninho meu paterno. Ouvi: vereis o nome engrandecido Daqueles de quem sois senhor superno, E julgareis qual é mais excelente, Se ser do mundo Rei, se de tal gente.
11 Ouvi, que não vereis com vãs façanhas, Fantásticas, fingidas, mentirosas, Louvar os vossos, como nas estranhas Musas, de engrandecer-se desejosas: As verdadeiras vossas são tamanhas Que excedem as sonhadas, fabulosas, Que excedem Rodamonte e o vão Rugeiro E Orlando, inda que fora verdadeiro.
12 Por estes vos darei um Nuno fero, Que fez ao Rei e ao Reino tal serviço, Um Egas e um Dom Fuas, que de Homero A cítara par' eles só cobiço; Pois polos Doze Pares dar-vos quero Os Doze de Inglaterra e o seu Magriço; Dou-vos também aquele ilustre Gama, Que para si de Eneias toma a fama.
13 Pois se a troco de Carlos, Rei de França, Ou de César, quereis igual memória, Vede o primeiro Afonso, cuja lança Escura faz qualquer estranha glória; E aquele que a seu Reino a segurança Deixou, com a grande e próspera vitória; Outro Joane, invicto cavaleiro; O quarto e quinto Afonsos e o terceiro.
14 Nem deixarão meus versos esquecidos Aqueles que nos Reinos lá da Aurora Se fizeram por armas tão subidos, Vossa bandeira sempre vencedora: Um Pacheco fortíssimo e os temidos Almeidas, por quem sempre o Tejo chora, Albuquerque terríbil, Castro forte, E outros em quem poder não teve a morte.
15 E, enquanto eu estes canto – e a vós não posso, Sublime Rei, que não me atrevo a tanto –, Tomai as rédeas vós do Reino vosso: Dareis matéria a nunca ouvido canto. Comecem a sentir o peso grosso (Que polo mundo todo faça espanto) De exércitos e feitos singulares, De África as terras e do Oriente os mares.
16 Em vós os olhos tem o Mouro frio, Em quem vê seu exício afigurado; Só com vos ver, o bárbaro Gentio Mostra o pescoço ao jugo já inclinado; Tétis todo o cerúleo senhorio Tem pera vós por dote aparelhado, Que, afeiçoada ao gesto belo e tenro, Deseja de comprar-vos pera genro.
17 Em vós se vêm, da Olímpica morada, Dos dous avós as almas cá famosas; Ũa, na paz angélica dourada, Outra, pelas batalhas sanguinosas. Em vós esperam ver-se renovada Sua memória e obras valerosas; E lá vos têm lugar, no fim da idade, No templo da suprema Eternidade.
18 Mas, enquanto este tempo passa lento De regerdes os povos, que o desejam, Dai vós favor ao novo atrevimento, Pera que estes meus versos vossos sejam, E vereis ir cortando o salso argento Os vossos Argonautas, por que vejam Que são vistos de vós no mar irado, E costumai-vos já a ser invocado.
19 Já no largo Oceano navegavam, As inquietas ondas apartando; Os ventos brandamente respiravam, Das naus as velas côncavas inchando; Da branca escuma os mares se mostravam Cobertos, onde as proas vão cortando As marítimas águas consagradas, Que do gado de Próteu são cortadas,
20 Quando os Deuses no Olimpo luminoso, Onde o governo está da humana gente, Se ajuntam em consílio glorioso, Sobre as cousas futuras do Oriente. Pisando o cristalino Céu fermoso, Vêm pela Via Láctea juntamente, Convocados, da parte de Tonante, Pelo neto gentil do velho Atlante.
21 Deixam dos sete Céus o regimento, Que do poder mais alto lhe foi dado, Alto poder, que só co pensamento Governa o Céu, a Terra e o Mar irado. Ali se acharam juntos num momento Os que habitam o Arcturo congelado E os que o Austro têm e as partes onde A Aurora nasce e o claro Sol se esconde.
22 Estava o Padre ali, sublime e dino, Que vibra os feros raios de Vulcano, Num assento de estrelas cristalino, Com gesto alto, severo e soberano; Do rosto respirava um ar divino, Que divino tornara um corpo humano; Com ũa coroa e ceptro rutilante, De outra pedra mais clara que diamante.
23 Em luzentes assentos, marchetados De ouro e de perlas, mais abaixo estavam Os outros Deuses, todos assentados Como a Razão e a Ordem concertavam (Precedem os antigos, mais honrados, Mais abaixo os menores se assentavam); Quando Júpiter alto, assi dizendo, Cum tom de voz começa grave e horrendo:
24 – «Eternos moradores do luzente, Estelífero Pólo e claro Assento: Se do grande valor da forte gente De Luso não perdeis o pensamento, Deveis de ter sabido claramente Como é dos Fados grandes certo intento Que por ela se esqueçam os humanos De Assírios, Persas, Gregos e Romanos.
25 «Já lhe foi (bem o vistes) concedido, Cum poder tão singelo e tão pequeno, Tomar ao Mouro forte e guarnecido Toda a terra que rega o Tejo ameno. Pois contra o Castelhano tão temido Sempre alcançou favor do Céu sereno: Assi que sempre, enfim, com fama e glória, Teve os troféus pendentes da vitória.
26 «Deixo, Deuses, atrás a fama antiga, Que co a gente de Rómulo alcançaram, Quando com Viriato, na inimiga Guerra Romana, tanto se afamaram; Também deixo a memória que os obriga A grande nome, quando alevantaram Um por seu capitão, que, peregrino, Fingiu na cerva espírito divino.
27 «Agora vedes bem que, cometendo O duvidoso mar num lenho leve, Por vias nunca usadas, não temendo de Áfrico e Noto a força, a mais s'atreve: Que, havendo tanto já que as partes vendo Onde o dia é comprido e onde breve, Inclinam seu propósito e perfia A ver os berços onde nasce o dia.
28 «Prometido lhe está do Fado eterno, Cuja alta lei não pode ser quebrada, Que tenham longos tempos o governo Do mar que vê do Sol a roxa entrada. Nas águas têm passado o duro Inverno; A gente vem perdida e trabalhada; Já parece bem feito que lhe seja Mostrada a nova terra que deseja.
29 «E porque, como vistes, têm passados Na viagem tão ásperos perigos, Tantos climas e céus exprimentados, Tanto furor de ventos inimigos, Que sejam, determino, agasalhados Nesta costa Africana como amigos; E, tendo guarnecido a lassa frota, Tornarão a seguir sua longa rota.»
30 Estas palavras Júpiter dizia, Quando os Deuses, por ordem respondendo, Na sentença um do outro diferia, Razões diversas dando e recebendo. O padre Baco ali não consentia No que Júpiter disse, conhecendo Que esquecerão seus feitos no Oriente Se lá passar a Lusitana gente.
31 Ouvido tinha aos Fados que viria Ũa gente fortíssima de Espanha Pelo mar alto, a qual sujeitaria Da Índia tudo quanto Dóris banha, E com novas vitórias venceria A fama antiga, ou sua ou fosse estranha. Altamente lhe dói perder a glória De que Nisa celebra inda a memória.
32 Vê que já teve o Indo sojugado E nunca lhe tirou Fortuna ou caso Por vencedor da Índia ser cantado De quantos bebem a água de Parnaso. Teme agora que seja sepultado Seu tão célebre nome em negro vaso D' água do esquecimento, se lá chegam Os fortes Portugueses que navegam.
33 Sustentava contra ele Vénus bela, Afeiçoada à gente Lusitana Por quantas qualidades via nela Da antiga, tão amada, sua Romana; Nos fortes corações, na grande estrela Que mostraram na terra Tingitana, E na língua, na qual quando imagina, Com pouca corrupção crê que é a Latina.
34 Estas causas moviam Citereia, E mais, porque das Parcas claro entende Que há-de ser celebrada a clara Deia Onde a gente belígera se estende. Assi que, um, pela infâmia que arreceia, E o outro, pelas honras que pretende, Debatem, e na perfia permanecem; A qualquer seus amigos favorecem.
35 Qual Austro fero ou Bóreas na espessura De silvestre arvoredo abastecida, Rompendo os ramos vão da mata escura Com impeto e braveza desmedida, Brama toda montanha, o som murmura, Rompem-se as folhas, ferve a serra erguida: Tal andava o tumulto, levantado Entre os Deuses, no Olimpo consagrado.
36 Mas Marte, que da Deusa sustentava Entre todos as partes em porfia, Ou porque o amor antigo o obrigava, Ou porque a gente forte o merecia, De antre os Deuses em pé se levantava: Merencório no gesto parecia; O forte escudo, ao colo pendurado, Deitando pera trás, medonho e irado;
37 A viseira do elmo de diamante Alevantando um pouco, mui seguro, Por dar seu parecer se pôs diante De Júpiter, armado, forte e duro; E dando ũa pancada penetrante Co conto do bastão no sólio puro, O Céu tremeu, e Apolo, de torvado, Um pouco a luz perdeu, como enfiado;
38 E disse assi: – «Ó Padre, a cujo império Tudo aquilo obedece que criaste: Se esta gente que busca outro Hemisfério, Cuja valia e obras tanto amaste, Não queres que padeçam vitupério, Como há já tanto tempo que ordenaste, Não ouças mais, pois és juiz direito, Razões de quem parece que é suspeito.
39 «Que, se aqui a razão se não mostrasse Vencida do temor demasiado, Bem fora que aqui Baco os sustentasse, Pois que de Luso vêm, seu tão privado; Mas esta tenção sua agora passe, Porque enfim vem de estâmago danado; Que nunca tirará alheia enveja O bem que outrem merece e o Céu deseja.
40 «E tu, Padre de grande fortaleza, Da determinação que tens tomada Não tornes por detrás, pois é fraqueza Desistir-se da cousa começada. Mercúrio, pois excede em ligeireza Ao vento leve e à seta bem talhada, Lhe vá mostrar a terra onde se informe Da Índia, e onde a gente se reforme.»
41 Como isto disse, o Padre poderoso, A cabeça inclinando, consentiu No que disse Mavorte valeroso E néctar sobre todos esparziu. Pelo caminho Lácteo glorioso Logo cada um dos Deuses se partiu, Fazendo seus reais acatamentos, Pera os determinados apousentos.
42 Enquanto isto se passa na fermosa Casa etérea do Olimpo omnipotente, Cortava o mar a gente belicosa Já lá da banda do Austro e do Oriente, Entre a costa Etiópica e a famosa Ilha de São Lourenço; e o Sol ardente Queimava então os Deuses que Tifeu Co temor grande em pexes converteu.
43 Tão brandamente os ventos os levavam Como quem o Céu tinha por amigo; Sereno o ar e os tempos se mostravam, Sem nuvens, sem receio de perigo. O promontório Prasso já passavam Na costa de Etiópia, nome antigo, Quando o mar, descobrindo, lhe mostrava Novas ilhas, que em torno cerca e lava.
44 Vasco da Gama, o forte Capitão, Que a tamanhas empresas se oferece, De soberbo e de altivo coração, A quem Fortuna sempre favorece, Pêra se aqui deter não vê razão, Que inabitada a terra lhe parece. Por diante passar determinava, Mas não lhe sucedeu como cuidava.
45 Eis aparecem logo em companhia Uns pequenos batéis, que vêm daquela Que mais chegada à terra parecia, Cortando o longo mar com larga vela. A gente se alvoroça e, de alegria, Não sabe mais que olhar a causa dela. – «Que gente será esta? » (em si diziam) «Que costumes, que Lei, que Rei teriam?»
46 As embarcações eram na maneira Mui veloces, estreitas e compridas; As velas com que vêm eram de esteira, Dũas folhas de palma, bem tecidas; A gente da cor era verdadeira Que Fáëton, nas terras acendidas, Ao mundo deu, de ousado e não prudente (O Pado o sabe e Lampetusa o sente).
47 De panos de algodão vinham vestidos, De várias cores, brancos e listrados; Uns trazem derredor de si cingidos, Outros em modo airoso sobraçados; Das cintas pêra cima vêm despidos; Por armas têm adagas e tarçados; Com toucas na cabeça; e, navegando, Anafis sonorosos vão tocando.
48 Cos panos e cos braços acenavam Às gentes Lusitanas, que esperassem; Mas já as proas ligeiras se inclinavam, Pera que junto às Ilhas amainassem. A gente e marinheiros trabalhavam Como se aqui os trabalhos s' acabassem: Tomam velas, amaina-se a verga alta, Da âncora o mar ferido em cima salta.
49 Não eram ancorados, quando a gente Estranha polas cordas já subia. No gesto ledos vêm, e humanamente O Capitão sublime os recebia. As mesas manda pôr em continente; Do licor que Lieu prantado havia Enchem vasos de vidro; e do que deitam Os de Fáeton queimados nada enjeitam.
50 Comendo alegremente, perguntavam, Pela Arábica língua, donde vinham, Quem eram, de que terra, que buscavam, Ou que partes do mar corrido tinham? Os fortes Lusitanos lhe tornavam As discretas repostas que convinham: – «Os Portugueses somos do Ocidente, Imos buscando as terras do Oriente.
51 «Do mar temos corrido e navegado Toda a parte do Antártico e Calisto, Toda a costa Africana rodeado; Diversos céus e terras temos visto; Dum Rei potente somos, tão amado, Tão querido de todos e benquisto, Que não no largo mar, com leda fronte, Mas no lago entraremos de Aqueronte.
52 «E, por mandado seu, buscando andamos A terra Oriental que o Indo rega; Por ele o mar remoto navegamos, Que só dos feios focas se navega. Mas já razão parece que saibamos (Se entre vós a verdade não se nega), Quem sois, que terra é esta que habitais, Ou se tendes da Índia alguns sinais?»
53 – «Somos (um dos das Ilhas lhe tornou) Estrangeiros na terra, Lei e nação; Que os próprios são aqueles que criou A Natura, sem Lei e sem Razão. Nós temos a Lei certa que ensinou O claro descendente de Abraão, Que agora tem do mundo o senhorio; A mãe Hebreia teve e o pai, Gentio.
54 «Esta Ilha pequena, que habitamos, É em toda esta terra certa escala De todos os que as ondas navegamos, De Quíloa, de Mombaça e de Sofala; E, por ser necessária, procuramos, Como próprios da terra, de habitá-la; E por que tudo enfim vos notifique, Chama-se a pequena Ilha – Moçambique.
55 «E já que de tão longe navegais, Buscando o Indo Idaspe e terra ardente, Piloto aqui tereis, por quem sejais Guiados pelas ondas sàbiamente. Também será bem feito que tenhais Da terra algum refresco, e que o Regente Que esta terra governa, que vos veja E do mais necessário vos proveja.»
56 Isto dizendo, o Mouro se tornou A seus batéis com toda a companhia; Do Capitão e gente se apartou Com mostras de devida cortesia. Nisto Febo nas águas encerrou Co carro de cristal, o claro dia, Dando cargo à Irmã que alumiasse O largo mundo, enquanto repousasse.
57 A noite se passou na lassa frota Com estranha alegria e não cuidada, Por acharem da terra tão remota Nova de tanto tempo desejada. Qualquer então consigo cuida e nota Na gente e na maneira desusada, E como os que na errada Seita creram, Tanto por todo o mundo se estenderam.
58 Da Lũa os claros raios rutilavam Polas argênteas ondas Neptuninas; As Estrelas os Céus acompanhavam, Qual campo revestido de boninas; Os furiosos ventos repousavam Polas covas escuras peregrinas; Porém da armada a gente vigiava, Como por longo tempo costumava.
59 Mas, assi como a Aurora marchetada Os fermosos cabelos espalhou No Céu sereno, abrindo a roxa entrada Ao claro Hiperiónio, que acordou, Começa a embandeirar-se toda a armada E de toldos alegres se adornou, Por receber com festas e alegria O Regedor das Ilhas, que partia.
60 Partia, alegremente navegando, A ver as naus ligeiras Lusitanas, Com refresco da terra, em si cuidando Que são aquelas gentes inumanas Que, os apousentos Cáspios habitando, A conquistar as terras Asianas Vieram e, por ordem do Destino, O Império tomaram a Costantino.
61 Recebe o Capitão alegremente O Mouro e toda sua companhia; Dá-lhe de ricas peças um presente, Que só pera este efeito já trazia; Dá-lhe conserva doce e dá-lhe o ardente, Não usado licor, que dá alegria. Tudo o Mouro contente bem recebe, E muito mais contente come e bebe.
62 Está a gente marítima de Luso Subida pela enxárcia, de admirada, Notando o estrangeiro modo e uso E a linguagem tão bárbara e enteada. Também o Mouro astuto está confuso, Olhando a cor, o trajo e a forte armada; E, perguntando tudo, lhe dizia Se porventura vinham de Turquia.
63 E mais lhe diz também que ver deseja Os livros de sua Lei, preceito ou fé, Pera ver se conforme à sua seja, Ou se são dos de Cristo, como crê; E por que tudo note e tudo veja, Ao Capitão pedia que lhe dê Mostra das fortes armas de que usavam Quando cos inimigos pelejavam.
64 Responde o valeroso Capitão, Por um que a língua escura bem sabia: – «Dar-te-ei, Senhor ilustre, relação De mi, da Lei, das armas que trazia. Nem sou da terra, nem da geração Das gentes enojosas de Turquia, Mas sou da forte Europa belicosa; Busco as terras da Índia tão famosa.
65 «A Lei tenho d' Aquele a cujo império Obedece o visíbil e invisíbil, Aquele que criou todo o Hemisfério, Tudo o que sente e todo o insensíbil; Que padeceu desonra e vitupério, Sofrendo morte injusta e insofríbil, E que do Céu à Terra enfim deceu, Por subir os mortais da Terra ao Céu.
66 «Deste Deus-Homem, alto e infinito, Os livros que tu pedes não trazia, Que bem posso escusar trazer escrito Em papel o que na alma andar devia. Se as armas queres ver, como tens dito, Cumprido esse desejo te seria; Como amigo as verás, porque eu me obrigo Que nunca as queiras ver como inimigo.»
67 Isto dizendo, manda os diligentes Ministros amostrar as armaduras: Vêm arneses e peitos reluzentes, Malhas finas e lâminas seguras, Escudos de pinturas diferentes, Pelouros, espingardas de aço puras, Arcos e sagitíferas aljavas, Partazanas agudas, chuças bravas.
68 As bombas vêm de fogo, e juntamente As panelas sulfúreas, tão danosas; Porém aos de Vulcano não consente Que dêm fogo às bombardas temerosas; Porque o generoso ânimo e valente, Entre gentes tão poucas e medrosas, Não mostra quanto pode; e com razão, Que é fraqueza entre ovelhas ser lião.
69 Porém disto que o Mouro aqui notou, E de tudo o que viu com olho atento, Um ódio certo na alma lhe ficou, Ũa vontade má de pensamento; Nas mostras e no gesto o não mostrou, Mas, com risonho e ledo fingimento, Tratá-los brandamente determina, Até que mostrar possa o que imagina.
70 Pilotos lhe pedia o Capitão, Por quem pudesse à Índia ser levado; Diz-lhe que o largo prémio levarão Do trabalho que nisso for tomado. Promete-lhos o Mouro, com tenção De peito venenoso e tão danado Que a morte, se pudesse, neste dia, Em lugar de pilotos lhe daria.
71 Tamanho o ódio foi e a má vontade Que aos estrangeiros súpito tomou, Sabendo ser sequaces da Verdade Que o filho de David nos ensinou! Ó segredos daquela Eternidade A quem juízo algum não alcançou: Que nunca falte um pérfido inimigo Àqueles de quem foste tanto amigo!
72 Partiu-se nisto, enfim, co a companhia, Das naus o falso Mouro despedido, Com enganosa e grande cortesia, Com gesto ledo a todos e fingido. Cortaram os batéis a curta via Das águas de Neptuno; e, recebido Na terra do obseqüente ajuntamento, Se foi o Mouro ao cógnito apousento.
73 Do claro Assento etéreo, o grão Tebano, Que da paternal coxa foi nascido, Olhando o ajuntamento Lusitano Ao Mouro ser molesto e avorrecido, No pensamento cuida um falso engano, Com que seja de todo destruído; E, enquanto isto só na alma imaginava, Consigo estas palavras praticava:
74 – «Está do Fado já determinado Que tamanhas vitórias, tão famosas, Hajam os Portugueses alcançado Das Indianas gentes belicosas; E eu só, filho do Padre sublimado, Com tantas qualidades generosas, Hei-de sofrer que o Fado favoreça Outrem, por quem meu nome se escureça?
75 «Já quiseram os Deuses que tivesse O filho de Filipo nesta parte Tanto poder que tudo sometesse Debaixo do seu jugo o fero Marte; Mas há-se de sofrer que o Fado desse A tão poucos tamanho esforço e arte, Qu' eu, co grão Macedónio e Romano, Dêmos lugar ao nome Lusitano?
76 «Não será assi, porque, antes que chegado Seja este Capitão, astutamente Lhe será tanto engano fabricado Que nunca veja as partes do Oriente. Eu decerei à Terra e o indignado Peito revolverei da Maura gente; Porque sempre por via irá direita Quem do oportuno tempo se aproveita.»
77 Isto dizendo, irado e quási insano, Sobre a terra Africana descendeu, Onde, vestindo a forma e gesto humano, Pera o Prasso sabido se moveu. E, por milhor tecer o astuto engano, No gesto natural se converteu Dum Mouro, em Moçambique conhecido, Velho, sábio, e co Xeque mui valido.
78 E, entrando assi a falar-lhe, a tempo e horas, A sua falsidade acomodadas, Lhe diz como eram gentes roubadoras Estas que ora de novo são chegadas; Que das nações na costa moradoras, Correndo a fama veio que roubadas Foram por estes homens que passavam, Que com pactos de paz sempre ancoravam.
79 – «E sabe mais (lhe diz), como entendido Tenho destes Cristãos sanguinolentos, Que quási todo o mar têm destruído Com roubos, com incêndios violentos; E trazem já de longe engano urdido Contra nós; e que todos seus intentos São pera nos matarem e roubarem, E mulheres e filhos cativarem.
80 «E também sei que tem determinado De vir por água a terra, muito cedo, O Capitão, dos seus acompanhado, Que da tenção danada nasce o medo. Tu deves de ir também cos teus armado Esperá-lo em cilada, oculto e quedo; Porque, saindo a gente descuidada, Caïrão facilmente na cilada.
81 «E se inda não ficarem deste jeito Destruídos ou mortos totalmente, Eu tenho imaginada no conceito Outra manha e ardil que te contente: Manda-lhe dar piloto que de jeito Seja astuto no engano, e tão prudente Que os leve aonde sejam destruídos, Desbaratados, mortos ou perdidos.»
82 Tanto que estas palavras acabou O Mouro, nos tais casos sábio e velho, Os braços pelo colo lhe lançou, Agradecendo muito o tal conselho; E logo nesse instante concertou Pera a guerra o belígero aparelho, Pera que ao Português se lhe tornasse Em roxo sangue a água que buscasse.
83 E busca mais, pera o cuidado engano, Mouro que por piloto à nau lhe mande, Sagaz, astuto e sábio em todo o dano, De quem fiar se possa um feito grande. Diz-lhe que, acompanhando o Lusitano, Por tais costas e mares co ele ande, Que, se daqui escapar, que lá diante Vá cair onde nunca se alevante.
84 Já o raio Apolíneo visitava Os Montes Nabateios acendido, Quando Gama cos seus determinava De vir por água a terra apercebido. A gente nos batéis se concertava Como se fosse o engano já sabido; Mas pôde suspeitar-se fàcilmente, Que o coração pres[s]ago nunca mente.
85 E mais também mandado tinha a terra, De antes, pelo piloto necessário, E foi-lhe respondido em som de guerra, Caso do que cuidava mui contrário. Por isto, e porque sabe quanto erra Quem se crê de seu pérfido adversário, Apercebido vai como podia Em três batéis sòmente que trazia.
86 Mas os Mouros, que andavam pela praia Por lhe defender a água desejada, Um de escudo embraçado e de azagaia, Outro de arco encurvado e seta ervada, Esperam que a guerreira gente saia, Outros muitos já postos em cilada; E, por que o caso leve se lhe faça, Põem uns poucos diante por negaça.
87 Andam pela ribeira alva, arenosa, Os belicosos Mouros acenando Com a adarga e co a hástea perigosa, Os fortes Portugueses incitando. Não sofre muito a gente generosa Andar-lhe os Cães os dentes amostrando; Qualquer em terra salta, tão ligeiro, Que nenhum dizer pode que é primeiro:
88 Qual no corro sanguino o ledo amante, Vendo a fermosa dama desejada, O touro busca e, pondo-se diante, Salta, corre, sibila, acena e brada, Mas o animal atroce, nesse instante, Com a fronte cornígera inclinada, Bramando, duro corre e os olhos cerra, Derriba, fere e mata e põe por terra.
89 Eis nos batéis o fogo se levanta Na furiosa e dura artelharia; A plúmbea péla mata, o brado espanta; Ferido, o ar retumba e assovia. O coração dos Mouros se quebranta, O temor grande o sangue lhe resfria. Já foge o escondido, de medroso, E morre o descoberto aventuroso.
90 Não se contenta a gente Portuguesa, Mas, seguindo a vitória, estrui e mata; A povoação sem muro e sem defesa Esbombardeia, acende e desbarata. Da cavalgada ao Mouro já lhe pesa, Que bem cuidou comprá-la mais barata; Já blasfema da guerra, e maldizia, O velho inerte e a mãe que o filho cria.
91 Fugindo, a seta o Mouro vai tirando Sem força, de covarde e de apressado, A pedra, o pau e o canto arremessando; Dá-lhe armas o furor desatinado. Já a Ilha, e todo o mais, desamparando, À terra firme foge amedrontado; Passa e corta do mar o estreito braço Que a Ilha em torno cerca em pouco espaço.
92 Uns vão nas almadias carregadas, Um corta o mar a nado, diligente; Quem se afoga nas ondas encurvadas, Quem bebe o mar e o deita juntamente. Arrombam as miúdas bombardadas Os pangaios sutis da bruta gente. Destarte o Português, enfim, castiga A vil malícia, pérfida, inimiga.
93 Tornam vitoriosos pera a armada, Co despojo da guerra e rica presa, E vão a seu prazer fazer aguada, Sem achar resistência nem defesa. Ficava a Maura gente magoada, No ódio antigo mais que nunca acesa; E, vendo sem vingança tanto dano, Sòmente estriba no segundo engano.
94 Pazes cometer manda, arrependido, O Regedor daquela inica terra, Sem ser dos Lusitanos entendido Que em figura de paz lhe manda guerra; Porque o piloto falso prometido, Que toda a má tenção no peito encerra, Pera os guiar à morte lhe mandava, Como em sinal das pazes que tratava.
95 O Capitão, que já lhe então convinha Tornar a seu caminho acostumado, Que tempo concertado e ventos tinha Pera ir buscar o Indo desejado, Recebendo o piloto que lhe vinha, Foi dele alegremente agasalhado, E respondendo ao mensageiro, a tento, As velas manda dar ao largo vento.
96 Destarte despedida, a forte armada As ondas de Anfitrite dividia, Das filhas de Nereu acompanhada, Fiel, alegre e doce companhia. O Capitão, que não cala em nada Do enganoso ardil que o Mouro urdia, Dele mui largamente se informava Da Índia toda e costas que passava.
97 Mas o Mouro, instruído nos enganos Que o malévolo Baco lhe ensinara, De morte ou cativeiro novos danos, Antes que à Índia chegue, lhe prepara. Dando razão dos portos Indianos, Também tudo o que pede lhe declara, Que, havendo por verdade o que dizia, De nada a forte gente se temia.
98 E diz-lhe mais, co falso pensamento Com que Sínon os Frígios enganou, Que perto está ũa Ilha, cujo assento Povo antigo Cristão sempre habitou. O Capitão, que a tudo estava atento, Tanto co estas novas se alegrou Que com dádivas grandes lhe rogava Que o leve à terra onde esta gente estava.
99 O mesmo o falso Mouro determina Que o seguro Cristão lhe manda e pede; Que a Ilha é possuída da malina Gente que segue o torpe Mahamede. Aqui o engano e morte lhe imagina, Porque em poder e forças muito excede À Moçambique esta Ilha, que se chama Quíloa, mui conhecida pola fama.
100 Pera lá se inclinava a leda frota; Mas a Deusa em Citere celebrada, Vendo como deixava a certa rota Por ir buscar a morte não cuidada, Não consente que em terra tão remota Se perca a gente dela tanto amada, E com ventos contrairos a desvia Donde o piloto falso a leva e guia.
101 Mas o malvado Mouro, não podendo Tal determinação levar avante, Outra maldade inica cometendo, Ainda em seu propósito constante, Lhe diz que, pois as águas, discorrendo, Os levaram por força por diante, Que outra Ilha tem perto, cuja gente Eram Cristãos com Mouros juntamente.
102 Também nestas palavras lhe mentia, Como por regimento, enfim, levava; Que aqui gente de Cristo não havia, Mas a que a Mahamede celebrava. O Capitão, que em tudo o Mouro cria, Virando as velas, a Ilha demandava; Mas, não querendo a Deusa guardadora, Não entra pela barra, e surge fora.
103 Estava a Ilha à terra tão chegada Que um estreito pequeno a dividia; Ũa cidade nela situada, Que na fronte do mar aparecia, De nobres edifícios fabricada, Como por fora, ao longe, descobria, Regida por um Rei de antiga idade: Mombaça é o nome da Ilha e da cidade.
104 E sendo a ela o Capitão chegado, Estranhamente ledo, porque espera De poder ver o povo baptizado, Como o falso piloto lhe dissera, Eis vêm batéis da terra com recado Do Rei, que já sabia a gente que era; Que Baco muito de antes o avisara, Na forma doutro Mouro, que tomara.
105 O recado que trazem é de amigos, Mas debaxo o veneno vem coberto, Que os pensamentos eram de inimigos, Segundo foi o engano descoberto. Ó grandes e gravíssimos perigos, Ó caminho de vida nunca certo, Que aonde a gente põe sua esperança Tenha a vida tão pouca segurança!
106 No mar tanta tormenta e tanto dano, Tantas vezes a morte apercebida! Na terra tanta guerra, tanto engano, Tanta necessidade avorrecida! Onde pode acolher-se um fraco humano, Onde terá segura a curta vida, Que não se arme e se indigne o Céu sereno Contra um bicho da terra tão pequeno?
"Ser como un verso volando o un ciego soñando y en ese vuelo y en ese sueño compartir contigo sol y luna, siendo guardián en tu cielo y tren de tus ilusiones." (Hánjel)
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