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    Luís Vaz de Camões (c.1524-1580)

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    Mensaje por Juan Martín Vie 21 Nov 2014, 20:30

    Luís de Camões


    Luís Vaz de Camões o Camoens (Lisboa, c. 1524 — ibídem, 10 de junio de 15801 ) fue un escritor y poeta portugués, generalmente considerado como uno de los mayores poetas en lengua portuguesa; también escribió algunos sonetos en castellano.


    Es poco lo que se sabe de Camões, y ese poco es, aun así y en la mayoría de los casos, dudoso. Habría nacido en Lisboa hacia 1524,1 de una familia llegada del norte (Chaves), pero eso no es seguro. Los defensores de esa teoría consideran a Simão Vaz de Camões padre y a Anna de Sá e Macedo, madre del poeta.1 Por vía paterna, Camões estaría emparentado con el trovador gallego Vasco Pires de Camões y por parte materna con el navegante Vasco de Gama.

    Vivió algún tiempo en Coímbra, donde habría frecuentado las aulas de humanidades, tal vez en el monasterio de Santa Cruz, ya que ahí tenía un tío. Sin embargo, a pesar de que la existencia de ese tío, Bento de Camões, esté documentada, no hay pruebas documentales del paso del poeta por Coímbra. En algún lado, afirman los estudiosos de su vida, habrá adquirido el gran bagaje cultural que demuestra poseer en sus obras.

    Regresó a Lisboa, llevando una vida bohemia. Se le atribuyen varios amores, no sólo con damas de la corte y prostitutas, sino hasta con la propia infanta doña María, hija del rey Manuel I de Portugal. En 1553, tras haber sido preso por un altercado, parte a la India,gracias a la ayuda de la humanista, Luisa Sigeo; y este es uno de los pocos hechos de su vida que los documentos corroboran. Se asentó en la ciudad de Goa donde habría escrito gran parte de su obra.1

    Regresó a Portugal, pero por el camino naufragó en las costas de Mozambique y fue forzado, por falta de medios, a quedarse allí. Fue en Mozambique donde su amigo Diogo do Couto lo encontró, encuentro que se relata en su obra: "tan pobre que vivía de los amigos". Fue Diogo do Couto quien le pagó el viaje hasta Lisboa, a dónde llegó finalmente en 1569.

    Pobre y enfermo, consiguió publicar Os Lusíadas en 15721 gracias a las influencias de algunos amigos cercanos al rey Sebastián I de Portugal. Pero incluso la publicación de Os Lusíadas está envuelta en misterio - hay dos ediciones del mismo año y no se sabe cuál fue la primera. En recompensa a los servicios prestados a la patria, el rey le concede una modesta pensión, más incluso esa paga será entregada siempre tarde y no salva al poeta de la extrema pobreza.

    En cuanto a su obra lírica, el volumen de sus rimas le fue robado. Así, la obra lírica de Camões fue publicada póstumamente, no habiendo acuerdo entre los diferentes editores en cuanto al número de sonetos escritos por el poeta. Hay diferentes ediciones líricas camonianas y no hay una completa certeza en cuanto a la autoría de algunas de las piezas líricas.

    En 1578, Camões oyó de la terrible derrota de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, donde el rey Sebastián murió y el ejército portugués se destruyera por completo. Las tropas españolas se aproximaban a Lisboa para validar las pretensiones de Felipe II al trono portugués, al momento en que el poeta le escribió al capitán general de Lamego que estaba contento no sólo de morir en su país sino con él. Falleció en Lisboa en 10 de junio de 1580; tenía 56 años. Un amigo tuvo que pagar la sepultura. Su tumba, que habría sido colocado cerca del convento de Santa Ana en Lisboa, se perdió en el terremoto de 1755, por lo que se ignora el paradero de sus restos mortales, los cuales no están en ninguno de los dos cenotafios oficiales que le están dedicados actualmente, uno en el monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, y el otro en el Panteón Nacional.

    Legado[editar]
    Se le considera el mayor poeta portugués, situándose su obra entre el clasicismo y el manierismo. Algunos de sus sonetos, como el conocido Amor é fogo (Amor es fuego), por el uso de las paradojas, anuncia ya el barroco que se aproximaba.

    El Premio Luis de Camoes es el más importante en lengua portuguesa. Fue instituido en 1988 por los gobiernos de Brasil y Portugal.










    Este es otro soneto de Camões, en esta ocasión cantado por Amália Rodrigues y por Gonçalo Salgueiro

    Según estudios históricos, estos versos está dedicados a Dinamene, una joven china con quien Camões vivía en Macao; en donde el poeta fue acusado de delitos administrativos y hubo de embarcar, junto a su compañera con destino a la India, en donde debía ser juzgadо. Se da la circunstancia de que el barco naufraga cuando navegaba a la altura del delta de Mekong -alrededor del año 1560-. Camões consigue salvarse, junto a su famosa obra «Os Lusíadas», aún inconclusa; mas no así su amada Dinamene: «Alma mía gentil...», de que habla el poema.
    ______________________________

    Alma minha gentil, que te partiste
    Tão cedo desta vida descontente,
    Repousa lá no Céu eternamente,
    E viva eu cá na terra sempre triste.

    Se lá no assento Etéreo, onde subiste,
    Memória desta sida se consente,
    Não te esqueças daquele amor ardente
    Que já nos olhos meus tão puro viste.

    E se vires que pode merecer-te
    Alguma cousa a dor que me ficou
    Da mágoa, sem remédio, de perder-te,

    Roga a Deus, que teus anos encurtou,
    Que tão cedo de cá me leve a ver-te,
    Quão cedo de meus olhos te levou
    ______________________________________

    Alma mía gentil, que partiste
    Tan pronto de esta vida inclemente,
    Reposa allá en el Cielo eternamente,
    Y viva yo en la tierra siempre triste.

    Si en el asiento Etéreo, donde subiste,
    Memoria de esta vida se consiente,
    No te olvides de aquel amor ardiente
    Que ya en los ojos míos tan puro viste.

    Y si vieres que puede merecerte
    Algún cuidado el dolor que me quedó
    De la pena sin remedio de perderte,

    Ruega a Dios, que tus años acortó,
    Que tan pronto de aquí me lleve a verte,
    Cual pronto de mis ojos te llevó.


    Luís Vaz de Camões (1524-1580) Portugal
    Traducción: Juan Martín



    Última edición por Juan Martín el Sáb 22 Nov 2014, 10:29, editado 1 vez

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    Mensaje por Maria Lua Sáb 22 Nov 2014, 07:49

    Gracias, amigo Juan, por la excelente
    traducción del bello soneto de Luis de Camões...
    Muy buenas las traducciones de poetas
    portuguses y brasileños que leí en tu blog!
    Besos
    Maria Lua


    Última edición por Maria Lua el Lun 23 Nov 2015, 11:34, editado 1 vez


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Juan Martín Sáb 22 Nov 2014, 11:42

    Muchas gracias, Maria.

    Ha quedado todo muy bonito y celebro que te gustase el blog.

    Un beso.
    Juan
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    Mensaje por Maria Lua Lun 23 Nov 2015, 09:40


    Sete anos de pastor Jacob servia


    Sete anos de pastor Jacob servia
    Labão, pai de Raquel, serrana bela;
    mas não servia ao pai, servia a ela,
    e a ela só por prémio pretendia.

    Os dias, na esperança de um só dia,
    passava, contentando se com vê la;
    porém o pai, usando de cautela,
    em lugar de Raquel lhe dava Lia.

    Vendo o triste pastor que com enganos
    lhe fora assi negada a sua pastora,
    como se a não tivera merecida;

    começa de servir outros sete anos,
    dizendo:-Mais servira, se não fora
    para tão longo amor tão curta a vida.



    Luis de Camões






    Jacob



    "Mais servira, se náo fóra
    para tam largo amor tam curta a vida!"

    Siete años de pastor Jacob servía
    al padre de Raquel, serrana bella;
    no pensaba en Labán, pensaba en ella,
    ella era el premio que su afán quería.

    Los días, esperando un solo día
    pasaba, contentándose con vella;
    pero Labán, con pérfida querella,
    en lugar de Raquelle daba a Lía.

    Al ver Jacob que sin razón le niega
    Labán artero aquella prenda cara,
    cual si no la tuviese merecida,

    otros siete años a servir se entrega
    diciendo: «¡Más sirviera, si bastara
    a tan larga pasión tan corta vida!»



    Versión de José Joaquín Casas


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    Luís Vaz de Camões (c.1524-1580) Empty Re: Luís Vaz de Camões (c.1524-1580)

    Mensaje por Maria Lua Lun 23 Nov 2015, 09:49

    Los Lusiadas

    Fragmento


    Canto Primero.


    Argumento del Canto Primero.

    Navegación de los Portugueses por los mares Orientales: celebran los dioses un consejo:
    se opone Baco á la navegacion: Vénus y Marte favorecen á los navegantes: llegan á Mozambique,
    cuyo gobernador intenta destruirlos: encuentro y primera función de guerra de los Portugueses
    contra los gentiles: levan anclas, y pasando por Quiloa, surgen en Mombaza.



    I
    Las armas y varones distinguidos,
    Que de Occidente y playa Lusitana
    Por mares hasta allí desconocidos,
    Pasaron más allá de Taprobana;
    Y en peligros y guerra, más sufridos
    De lo que prometia fuerza humana,
    Entre remota gente, edificaron
    Nuevo reino, que tanto sublimaron:

    II
    Y también los renombres muy gloriosos
    De los Reyes, que fueron dilatando
    El Imperio y la Fé, pueblos odiosos
    Del África y del Asia devastando;
    Y aquellos que por hechos valerosos
    Más allá de la muerte ván pasando;
    Si el ingenio y el arte me asistieren,
    Esparciré por cuantos mundos fueren.

    III
    Callen del sabio Griego, y del Troyano,
    Los grandes viajes, conque el mar corrieron;
    No diga de Alejandro y de Trajano
    La fama las victorias que obtuvieron;
    Y, pues yo canto el pecho Lusitano,
    A quien Neptuno y Marte obedecieron,
    Ceda cuanto la Musa antigua canta,
    A valor que más alto se levanta.

    IV
    Vosotras, mis Tajides, que creado
    En mí habéis un ingenio, nuevo, ardiente;
    Si siempre, en verso humilde, celebrado
    Fue por mí vuestro rio alegremente.,
    Dádme ahora un son noble y levantado,
    Un estilo grandílocuo y fluyente,
    Con que de vuestras aguas diga Apolo,
    Que no envidian corrientes del Pactolo.

    V
    Dádme una furia grande y sonorosa,
    Y no de agreste avena ó flauta ruda:
    Más de trompa canora y belicosa,
    Que arde el pecho, y color al rostro muda:
    Canto digno me dad de la famosa
    Gente vuestra, á quien Marte tanto ayuda:
    Que se estienda por todo el universo,
    Si tan sublime asunto cabe en verso.

    VI
    Y vos, ¡oh bien fundada aseguranza,
    De la Luseña libertad antigua,
    Y no menos ciertísima esperanza
    De la estension de cristiandad exigua!
    Vos, miedo nuevo de la Máura lanza,
    En quien hoy maravilla se atestigua,
    Dada al mundo por Dios, Rey sin segundo,
    Para que á Dios gran parte deis del mundo:

    VII
    Vos, tierno y nuevo ramo floreciente
    De una planta, de Cristo más amada
    Que otra alguna nacida en Occidente,
    Cesárea, ó Cristianísima llamada:
    Mirad el vuestro escudo, que presente
    Os muestra la victoria ya pasada,
    En el que os dió, de emblemas por acopio,
    Los que en la Cruz tomó para sí propio:

    VIII
    Vos, poderoso Rey, cuyo alto imperio
    El primero ve al sol en cuanto nace,
    Y en el medio despues del hemisferio,
    Y el último, al morir, saludo le hace:
    Vos, que yugo impondreis y vituperio
    Al ginete Ismaelita y duro Trace,
    Y al turco de Asia y bárbaro gentío,
    Que el agua bebe aún del sacro rio:

    IX
    Breve inclinad la majestad severa
    Que en ese tierno aspecto en vos contemplo,
    Que luce ya, como en la edad entera,
    Cuando subiendo ireis al árduo templo;
    Y ora la faz, con vista placentera,
    Poned en nos: vereis un nuevo ejemplo
    De amor de patrios hechos valerosos,
    Sublimados en versos numerosos.

    X
    Amor vereis de patria, no movido,
    De vil premio, mas de alto casi eterno;
    Que no es un premio vil ser conocido
    Por voz que suba del mi hogar paterno.
    Oid; vereis el nombre engrandecido
    Por los de quienes sois señor superno,
    Y juzgareis lo que es más escelente,
    Si ser del mundo Rey, ó de tal gente.

    XI
    Oíd, que no á los vuestros con hazañas
    Fantásticas, fingidas, mentirosas,
    Vereis loar, cual hacen las estrañas
    Musas, de engrandecerse deseosas:
    Las nuestras, no fingidas, son tamañas,
    Que á las soñadas vencen fabulosas,
    Y con Rugiero á Rodamonte infando
    Y, aun siendo verdadero, hasta á Rolando.

    XII
    Os daré en su lugar un Nuño fiero,
    Que hizo al reino y al Rey alto servicio:
    Un Égas y un Don Fúas; que de Homero,
    Para ellos solos el cantar codicio;
    Y por los doce Pares daros quiero,
    Los doce de Inglaterra y su Magricio;
    Y os doy, en fin, á aquel insigne Gama,
    Que de Eneas también vence la fama.

    XIII
    Y si del Franco Cárlos en balanza,
    O de César queréis igual memoria,
    Ved al primer Alfonso, cuya lanza
    Oscurece cualquiera estraña gloria:
    Y á aquel que al nuevo reino aseguranza
    Dejó, con grande y próspera victoria,
    Y á otro Juan, siempre invicto caballero,
    Y al quinto Alfonso, al cuarto y al tercero.

    XIV
    Ni dejarán mis versos olvidados
    A aquellos que en los reinos de la Aurora,
    Alzaron, con sus hechos esforzados,
    Vuestra bandera, siempre vencedora:
    A un Pacheco glorioso, á los osados
    Almeidas, por quien siempre Tajo llora:
    Al terrible Alburquerque y Castro fuerte,
    Y otros, con quien poder no halla la muerte.

    XV
    Y hora (que en estos versos os confieso.
    Sublime Rey, que no me atrevo á tanto)
    Tomad las riendas del imperio vueso
    Y dad materia á nuevo y mayor canto:
    Y empiecen á sentir el duro peso
    (Que por el mundo todo cause espanto)
    De ejércitos y hazañas singulares,
    De Africa tierras y de Oriente mares.

    XVI
    El Máuro en vos los ojos pone frio,
    Viendo allí su suplicio decretado:
    Por vos solo el gentil bárbaro impío
    Al yugo muestra el cuello ya inclinado:
    Tétis todo el cerúleo poderío
    Para vos tiene, en dote, preparado:
    Que, aficionada al rostro bello y tierno,
    Adquiriros desea para yerno.

    XVII
    Míranse en vos, de la eternal morada,
    De los avos las dos almas famosas,
    Una en la paz angélica dorada,
    Otra en las duras lides sanguinosas;
    En vos hallar esperan renovada
    Su memoria y sus obras valerosas;
    Y allá os muestran lugar, como acá ejemplo,
    Que abre al mortal de eternidad el templo.

    XVIII
    Mas mientras ese tiempo se dilata
    De gobernar los pueblos, que os desean
    Dad á mi atrevimiento ayuda grata,
    Para que estos mis versos vuestros sean:
    Y mirad ir cortando el mar de plata
    A vuestros argonautas, porque vean
    Que son vistos de vos en mar airado;
    Y á ser, acostumbraos, invocado.

    XIX
    Ya por el ancho Oceáno navegaban,
    Las inconstantes ondas dividiendo:
    Los vientos blandamente respiraban,
    De las náos la hueca lona hinchendo:
    Blanca espuma los mares levantaban,
    Que las tajantes proras van rompiendo
    Por la vasta marina, donde cuenta
    Proteo su manada turbulenta;

    XX
    Cuando los Dioses del Olimpo hermoso,
    Dó está el gobierno de la humana gente,
    Van á verse en consejo majestoso
    Sobre futuras cosas del Oriente:
    Del cielo hollando el éter luminoso,
    Van, por la Láctea vía juntamente,
    Convocados de parte del Tonante,
    Por el nieto gentil del viejo Atlante.

    XXI
    Dejan de siete cielos regimiento,
    Que por poder más alto les fué dado;
    Poder que, con el solo pensamiento,
    Cielo y tierra gobierna, y mar airado:
    Allí juntos se ven en un momento,
    Los que habitan Arturo congelado,
    Los que tienen el Austro y partes donde
    La aurora nace, el rojo sol se esconde.

    XXII
    Estaba el padre allí sublime y dino
    Que vibra el fiero rayo de Vulcano,
    En asiento de estrellas cristalino,
    Con semblante severo y soberano:
    Exhalaba del rostro aire divino,
    Que en divino tornára un cuerpo humano,
    Con corona y el cetro rutilante,
    De otra piedra más clara que el diamante.

    XXIII
    Más abajo, en asientos tachonados,
    De perlas y oro lúcidos, estaban
    Todos los otros dioses asentados,
    Según saber y juicio demandaban.
    Los antiguos preceden honorados:
    Los menores tras ellos se ordenaban;
    Y aquí Júpiter alto, de este modo
    Dijo, y llenó su voz el cielo todo:

    XXIV
    «Eternos moradores del luciente
    Estrellífero polo y claro asiento,
    Si del esfuerzo grande de la gente
    Lusa no habéis quitado el pensamiento,
    Recordareis que existe permanente,
    De los hados escrito anunciamiento;
    Por el que han de olvidarse los humanos
    De Asirios, Persas, Griegos y Romanos.

    XXV
    «Ya les fué, bien lo visteis, concedido,
    Que un poder, de recursos poco lleno,
    Tomase Máuro fuerte y guarnecido
    Todo el suelo que riega el Tajo ameno:
    Y luego le asistió, contra el temido
    Castellano, favor alto y sereno:
    Así que siempre, en fin, con fama y gloria,
    Victoria consiguió tras de victoria. (...)






    Os Lusíadas - Canto Primeiro

    1 (Assunto do Poema)

    As armas e os barões assinalados,
    Que da ocidental praia Lusitana,
    Por mares nunca de antes navegados,
    Passaram ainda além da Taprobana,
    Em perigos e guerras esforçados,
    Mais do que prometia a força humana,
    E entre gente remota edificaram
    Novo Reino, que tanto sublimaram;

    2

    E também as memórias gloriosas
    Daqueles Reis, que foram dilatando
    A Fé, o Império, e as terras viciosas
    De África e de Ásia andaram devastando;
    E aqueles, que por obras valerosas
    Se vão da lei da morte libertando;
    Cantando espalharei por toda parte,
    Se a tanto me ajudar o engenho e arte.

    3

    Cessem do sábio Grego e do Troiano
    As navegações grandes que fizeram;
    Cale-se de Alexandro e de Trajano
    A fama das vitórias que tiveram;
    Que eu canto o peito ilustre Lusitano,
    A quem Neptuno e Marte obedeceram:
    Cesse tudo o que a Musa antígua canta,
    Que outro valor mais alto se alevanta.

    4 (Invocação às Ninfas do Tejo)

    E vós, Tágides minhas, pois criado
    Tendes em mim um novo engenho ardente,
    Se sempre em verso humilde celebrado
    Foi de mim vosso rio alegremente,
    Dai-me agora um som alto e sublimado,
    Um estilo grandíloquo e corrente,
    Porque de vossas águas, Febo ordene
    Que não tenham inveja às de Hipoerene.

    5

    Dai-me uma fúria grande e sonorosa,
    E não de agreste avena ou frauta ruda,
    Mas de tuba canora e belicosa,
    Que o peito acende e a cor ao gesto muda;
    Dai-me igual canto aos feitos da famosa
    Gente vossa, que a Marte tanto ajuda;
    Que se espalhe e se cante no universo,
    Se tão sublime preço cabe em verso.

    6 (Dedicatória ao Rei Dom Sebastião)

    E vós, ó bem nascida segurança
    Da Lusitana antígua liberdade,
    E não menos certíssima esperança
    De aumento da pequena Cristandade;
    Vós, ó novo temor da Maura lança,
    Maravilha fatal da nossa idade,
    Dada ao mundo por Deus, que todo o mande,
    Para do mundo a Deus dar parte grande;

    7

    Vós, tenro e novo ramo florescente
    De uma árvore de Cristo mais amada
    Que nenhuma nascida no Ocidente,
    Cesárea ou Cristianíssima chamada;
    (Vede-o no vosso escudo, que presente
    Vos amostra a vitória já passada,
    Na qual vos deu por armas, e deixou
    As que Ele para si na Cruz tomou)

    8

    Vós, poderoso Rei, cujo alto Império
    O Sol, logo em nascendo, vê primeiro;
    Vê-o também no meio do Hemisfério,
    E quando desce o deixa derradeiro;
    Vós, que esperamos jugo e vitupério
    Do torpe Ismaelita cavaleiro,
    Do Turco oriental, e do Gentio,
    Que inda bebe o licor do santo rio;

    9

    Inclinai por um pouco a majestade,
    Que nesse tenro gesto vos contemplo,
    Que já se mostra qual na inteira idade,
    Quando subindo ireis ao eterno templo;
    Os olhos da real benignidade
    Ponde no chão: vereis um novo exemplo
    De amor dos pátrios feitos valerosos,
    Em versos divulgado numerosos.

    10 (Amor da Pátria)

    Vereis amor da pátria, não movido
    De prêmio vil, mas alto e quase eterno:
    Que não é prêmio vil ser conhecido
    Por um pregão do ninho meu paterno.
    Ouvi: vereis o nome engrandecido
    Daqueles de quem sois senhor superno,
    E julgareis qual é mais excelente,
    Se ser do mundo Rei, se de til gente.

    11 (Os Grandes Feitos dos Portugueses)

    Ouvi, que não vereis com vãs façanhas,
    Fantásticas, fingidas, mentirosas,
    Louvar os vossos, como nas estranhas
    Musas, de engrandecer-se desejosas:
    As verdadeiras vossas são tamanhas,
    Que excedem as sonhadas, fabulosas;
    Que excedem Rodamonte, e o vão Rugeiro,
    E Orlando, inda que fora verdadeiro,

    12 (Os Heróis Portugueses)

    Por estes vos darei um Nuno fero,
    Que fez ao Rei o ao Reino tal serviço,
    Um Egas, e um D. Fuas, que de Homero
    A cítara para eles só cobiço.
    Pois pelos doze Pares dar-vos quero
    Os doze de Inglaterra, e o seu Magriço;
    Dou-vos também aquele ilustre Gama,
    Que para si de Eneias toma a fama.

    13

    Pois se a troco de Carlos, Rei de França,
    Ou de César, quereis igual memória,
    Vede o primeiro Afonso, cuja lança
    Escura faz qualquer estranha glória;
    E aquele que a seu Reino a segurança
    Deixou com a grande e próspera vitória;
    Outro Joane, invicto cavaleiro,
    O quarto e quinto Afonsos, e o terceiro.

    14

    Nem deixarão meus versos esquecidos
    Aqueles que nos Reinos lá da Aurora
    Fizeram, só por armas tão subidos,
    Vossa bandeira sempre vencedora:
    Um Pacheco fortíssimo, e os temidos
    Almeidas, por quem sempre o Tejo chora;
    Albuquerque terríbil, Castro forte,
    E outros em quem poder não teve a morte.

    15 (Incitação a Dom Sebastião para Novos Feitos Gloriosos)

    E enquanto eu estes canto, e a vós não posso,
    Sublime Rei, que não me atrevo a tanto,
    Tomai as rédeas vós do Reino vosso:
    Dareis matéria a nunca ouvido canto.
    Comecem a sentir o peso grosso
    (Que pelo mundo todo faça espanto)
    De exércitos e feitos singulares,
    De África as terras, e do Oriente os marços,


    16

    Em vós os olhos tem o Mouro frio,
    Em quem vê seu exício afigurado;
    Só com vos ver o bárbaro Gentio
    Mostra o pescoço ao jugo já inclinado;
    Tethys todo o cerúleo senhorio
    Tem para vós por dote aparelhado;
    Que afeiçoada ao gesto belo e tenro,
    Deseja de comprar-vos para genro.

    17

    Em vós se vêm da olímpica morada
    Dos dois avós as almas cá famosas,
    Uma na paz angélica dourada,
    Outra pelas batalhas sanguinosas;
    Em vós esperam ver-se renovada
    Sua memória e obras valerosas;
    E lá vos tem lugar, no fim da idade,
    No templo da suprema Eternidade.

    18

    Mas enquanto este tempo passa lento
    De regerdes os povos, que o desejam,
    Dai vós favor ao novo atrevimento,
    Para que estes meus versos vossos sejam;
    E vereis ir cortando o salso argento
    Os vossos Argonautas, por que vejam
    Que são vistos de vós no mar irado,
    E costumai-vos já a ser invocado.

    19 (A Armada do Gama em Alto Mar)

    Já no largo Oceano navegavam,
    As inquietas ondas apartando;
    Os ventos brandamente respiravam,
    Das naus as velas côncavas inchando;
    Da branca escuma os mares se mostravam
    Cobertos, onde as proas vão cortando
    As marítimas águas consagradas,
    Que do gado de Próteo são cortadas

    20 (Concílio dos Deuses no Olimpo)

    Quando os Deuses no Olimpo luminoso,
    Onde o governo está da humana gente,
    Se ajuntam em concílio glorioso
    Sobre as cousas futuras do Oriente.
    Pisando o cristalino Céu formoso,
    Vêm pela Via-Láctea juntamente,
    Convocados da parte do Tonante,
    Pelo neto gentil do velho Atlante.

    21

    Deixam dos sete Céus o regimento,
    Que do poder mais alto lhe foi dado,
    Alto poder, que só co'o pensamento
    Governa o Céu, a Terra, e o Mar irado.
    Ali se acharam juntos num momento
    Os que habitam o Arcturo congelado,
    E os que o Austro tem, e as partes onde
    A Aurora nasce, e o claro Sol se esconde.

    22 (Júpiter)

    Estava o Padre ali sublime e dino,
    Que vibra os feros raios de Vulcano,
    Num assento de estrelas cristalino,
    Com gesto alto, severo e soberano.
    Do rosto respirava um ar divino,
    Que divino tornara um corpo humano;
    Com uma coroa e ceptro rutilante,

    23 (De outra pedra mais clara que diamante.)

    Em luzentes assentos, marchetados
    De ouro e de perlas, mais abaixo estavam
    Os outros Deuses todos assentados,
    Como a razão e a ordem concertavam:
    Precedem os antíguos mais honrados;
    Mais abaixo os menores se assentavam;
    Quando Júpiter alto, assim dizendo,
    C'um tom de voz começa, grave e horrendo:

    24 (Fala de Júpiter)

    "Eternos moradores do luzente
    Estelífero pólo, e claro assento,
    Se do grande valor da forte gente
    De Luso não perdeis o pensamento,
    Deveis de ter sabido claramente,
    Como é dos fados grandes certo intento,
    Que por ela se esqueçam os humanos
    De Assírios, Persas, Gregos e Romanos.

    25 (Mouros e Castelhanos)

    "Já lhe foi (bem o vistes) concedido
    C’um poder tão singelo e tão pequeno,
    Tomar ao Mouro forte e guarnecido
    Toda a terra, que rega o Tejo ameno:
    Pois contra o Castelhano tão temido,
    Sempre alcançou favor do Céu sereno.
    Assim que sempre, enfim, com fama e glória,
    Teve os troféus pendentes da vitória.


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    Mensaje por Maria Lua Lun 23 Nov 2015, 10:08


    Transforma se o amador na cousa amada,



    Transforma se o amador na cousa amada,
    por virtude do muito imaginar;
    não tenho, logo, mais que desejar,
    pois em mim tenho a parte desejada.

    Se nela está minha alma transformada,
    que mais deseja o corpo de alcançar?
    Em si sòmente pode descansar,
    pois consigo tal alma está liada.

    Mas esta linda e pura semideia,
    que, como um acidente em seu sujeito,
    assi co a alma minha se conforma,

    está no pensamento como ideia:
    [e] o vivo e puro amor de que sou feito,
    como a matéria simples busca a forma.



    Luis de Camões





    Transforma-se o amador

    Transfórmase el que ama en cosa amada
    por obra y gracia de alta fantasía;
    después el corazón ya nada ansía,
    pues lleva en sí la parte deseada.

    Si en ella está mi alma transformada,
    también sosiega el cuerpo su porfía;
    sólo en sí mismo descansar podría,
    pues que a su vida el alma está ligada.

    Pero esta radiante semidiosa,
    que como el atributo en el sujeto
    con mi alma se funde y se conforma,

    viste mi pensamiento en luz radiosa,
    y el vivo y puro amor de que es objeto,
    cual la materia simple, busca forma.

    Versión de Carlos López Narváez



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    Mensaje por Maria Lua Lun 23 Nov 2015, 10:13

    Uno de los más famosos sonetos de
    Luis de camões



    Amor é um fogo que arde sem se ver,


    Amor é um fogo que arde sem se ver,
    é ferida que dói, e não se sente;
    é um contentamento descontente,
    é dor que desatina sem doer.

    É um não querer mais que bem querer;
    é um andar solitário entre a gente;
    é nunca contentar se de contente;
    é um cuidar que ganha em se perder.

    É querer estar preso por vontade;
    é servir a quem vence, o vencedor;
    é ter com quem nos mata, lealdade.

    Mas como causar pode seu favor
    nos corações humanos amizade,
    se tão contrário a si é o mesmo Amor?



    Luis de Camões





    Amor es fuego que arde...

    Amor es fuego que arde sin verse,
    Es herida que duele y no se siente
    Es un contentamiento descontento,
    Es dolor que lastima sin doler.

    Es un no querer más que bien querer;
    Es caminar solitario entre la gente;
    Es nunca contentarse de contento;
    Es un cuidar que gana en perderse.

    Es querer estar aprisionado por voluntad;
    Es servir a quien vence, el vencedor;
    Es tener con quien nos mata, lealtad.

    ¿Pero cómo causar puede su favor
    En los corazones humanos amistad,
    Si tan contrario a sí mismo es el Amor?


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 23 Nov 2015, 13:31

    Preciosos estos versos de Camoes. Gracias por traerlo aquí, Maria, y por traducirlo, Juan.
    Casi todas las naciones tienen su poema épico, en que generalmente establecen sus orígenes míticos y cantan a sus heroes y a sus reyes. Castilla y Portugal, finalizada la reconquista del territorio peninsular a los moros, emplearon la fuerza que habían alcanzado en conquistar nuevos territorios ultramarinos.

    Un abrazo.
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    Mensaje por Juan Martín Lun 23 Nov 2015, 16:47

    Muchas gracias, Maria, por traer aquí a tan magistral poeta.

    Os dejo otro soneto, cantado por Maria Moura. Hay unas ligeras variaciones entre el texto cantado y el que aparece escrito, que es el que hay en un libro de sonetos de Camões que poseo.





    Soneto cantado de Luís Vaz de Camões:
     





    **********************

    Pois meus olhos não cansam de chorar
    Tristezas não cansadas de cansar-me,
    Pois não abranda o fogo em que abrasar-me
    Pôde quem eu jamais pude abrandar,

    ___________Ya que mis ojos no se cansan de llorar
    ___________Tristezas no cansadas de cansarme,
    ___________Ya que no se ablanda el fuego en que abrasarme
    ___________Pudo quien yo jamás pude ablandar,

    Não canse o cego Amor de me guiar
    Donde nunca de lá possa tornar-me,
    Nem deixe o mundo todo de escutar-me
    Enquanto a fraca voz me não deixar.

    ___________No ceje el Amor ciego de guiarme
    ___________Al lugar del que no pueda tornar,
    ___________Ni deje el mundo entero de escucharme
    ___________Mientras la débil voz pueda conservar.

    E se em montes, se em prados, e se em vales,
    Piedade mora alguma, algum amor
    Em feras, aves, plantas, pedras, águas,

    ___________Y si en montes, si en prados, y si en valles
    ___________Mora alguna piedad, algún amor
    ___________En fieras, aves, plantas, piedras, aguas,

    Ouçam a longa história de meus males
    E curem sua dor com minha dor,
    Que grandes mágoas podem curar mágoas.

    ___________Oigan la larga historia de mis males
    ___________Y curen su dolor con mi dolor,
    ___________Que grandes males pueden curar males.


    Luís Vaz de Camões (1524 - 1580)  
    Trad.: Juan Martín
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    Mensaje por cecilia gargantini Miér 25 Nov 2015, 10:46

    Gracias, queridos Juan Martín y Luita, por recordarnos a otro grande!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Besitossssssssssss para ambos
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    Mensaje por Maria Lua Vie 27 Nov 2015, 15:57

    Hermoso soneto cantado por
    Ana Moura...
    Gracias, amigo Juan por la
    traducción...
    Besos
    Maria Lua


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 29 Nov 2015, 02:43

    Desde luego que había oído hablar de Luis de Camöes. Pero a fuerza de ser sincero no había leído nada suyo. Al menos que recuerde. Por eso mi agradecimiento, tanto a ti como a María Lua.

    Abrazos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 29 Nov 2015, 02:53

    He leído todo lo que habéis traído aquí. De igual manera que había oído hablar del autor, había oído hablar de su obra mayor, pero sin leerla. Por ello os agradezco hacerlo de vuestra mano. Los clásicos no deberían faltar nunca en nuestro conocimiento.


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    Mensaje por Maria Lua Dom 29 Nov 2015, 08:14

    Poesía épica. Os Lusíadas (1572)

    La tensión lírica de la poesía de Camões no pasa inadvertida en su magna epopeya heroica, plagada de matices y sentimientos íntimos que la revisten de una gran originalidad entre las piezas de su género, y que compensan, de paso, la altas dosis de solemnidad retórica que parece requerir para sí el poema épico. Compuesto de mil ciento dos octavas que se agrupan en diez cantos, Os Lusíadas presenta la gesta del pueblo portugués como si de un destino mítico se tratase, alentada por un afán de conocimiento (la aventura del descubrimiento) y un anhelo de identidad nacional (la forja de un imperio) que acaban por configurar -en la particular interpretación del poeta- una historia maravillosa, algo así como un sueño colectivo cercano a la grandeza heroica de las legendarias epopeyas clásicas.

    Las coordenadas históricas en las que se ubica la redacción de Os Lusíadas bastan para explicar el propósito nacionalista y patriótico de Camões, compartido -por lo demás- por la mayor parte de los artistas e intelectuales del Renacimiento europeo. En medio de una entusiasta exhortación colectiva del pueblo portugués dirigida al rey don Sebastián para que emprenda la conquista de Marruecos, Camões contribuye a este empeño imperialista con la elaboración de una epopeya mítica que se abre con la presentación del tema, la invocación a las ninfas del Tajo y la dedicatoria al citado monarca, dejando bien patente desde este impetuoso inicio el propósito de armonizar la vasta cultura clásica del poeta con la tradición nacional y la proyección del pueblo luso hacia un futuro grandioso. Respecto a las fuentes que alimentan ese legado clásico, resulta obligado señalar, antes que nada, la influencia directa de la Eneida de Virgilio (70-19 a.C), enriquecida por las aportaciones humanistas del ya citado Petrarca, de Boccaccio (1313-1375) y de Ariosto (1474-1533). Y, en lo que atañe a la tradición nacional, queda patente la huella del poeta y dramaturgo lisboeta Antonio Ferreira (1528-1569), el "Horacio portugués", cuya tragedia Inés de Castro (impresa en Lisboa en 1587, pero estrenada con rotundo éxito muchos años antes) influyó poderosamente en la concepción y la escritura de Os Lusíadas. Además, la vasta cultura de Camões le permitió acceder a algunas de las fuentes más autorizadas en la reconstrucción del devenir histórico del pueblo portugués, como las obras de Fernão Lopes, Eanes de Zurara, Rui da Pina, Duarte Galvão, André Resende, João de Barros y Lopes de Castanheda.

    Tras la citada invocación a las ninfas del Tajo y la dedicatoria al rey don Sebastián, surge, imponente, la figura central del poema, el navegante Vasco de Gama (1469-1524), que encarna en su persona todo el sacrificio y la ilusión del pueblo luso en la epopeya del descubrimiento, y sitúa el apogeo del esplendor portugués en la llegada de sus naves a la India. El final de Os Lusíadas deja entrever, empero, el desencanto de Camões -y se supone que de todos sus compatriotas- ante la decadencia de su pueblo.




    Leer más aquí

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    Mensaje por Maria Lua Dom 29 Nov 2015, 08:24


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    A obra Os Lusíadas é um poema épico escrito por Luís de Camões, publicado em 1572.





    RESEÑA:


    La mitología y el viaje de Vasco de Gama: OS LUSÍADAS de Camões, relato de viaje y poema épico. En 1498-99, enviado por el rey D. Manuel el Afortunado, el marino Vasco de Gama encontró el camino de la India atravesando el Atlántico y el Índico. La crónica de este viaje con sus diversas incidencias suministró al poeta Luis Camões materia para un grandioso poema épico, el más famoso de toda la literatura moderna, en el cual la gesta marinera y la vocación portuguesa quedan mitificadas a un nivel sobrehumano. El poema puede, naturalmente, estudiarse desde múltiples ángulos, pero aquí nos limitaremos a la influencia de la épica grecolatina, que se advierte en la repetida comparación de la empresa portuguesa, por su trascendencia histórica y las enormes dificultades superadas, con las de Hércules, Jasón, Ulises y Eneas, y en la fidelidad con que sigue la Odisea y la Eneida en la maquinaria mitológica, la ordenación de la materia y los principales incidentes en que se mantiene la ficción de que algunos dioses antiguos siguen vivos y capaces de actuar, y otros al menos en el recuerdo. En lo que sigue estudiaremos lo dicho, punto por punto: Cómo compara Camões a Hércules, Jasón, Ulises y Eneas con Vasco y sus compañeros.


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    Mensaje por Maria Lua Dom 29 Nov 2015, 08:34

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    Uno de los más grandes poetas portugueses, cuya obra principal, Os Lusiadas (1572), se considera el poema épico nacional portugués. Camoes, cuya vida estuvo llena de aventuras, nació probablemente en Lisboa. Al parecer estudió en la universidad de Coimbra. Posteriormente formó parte de la corte de Juan III, de la que tuvo que exiliarse en 1546, debido a una aventura amorosa con una de las damas de la reina, Caterina de Ataíde; probablemente sea ella la fuente de inspiración de sus poemas de amor. Virtualmente un exiliado, Camoes emprendió la carrera militar en 1547 y perdió un ojo en Marruecos. En 1550, regresó a Lisboa, donde fue encarcelado por una reyerta callejera, y, una vez perdonado en 1553, embarcó para la India. Se cree que por entonces ya había empezado a trabajar en Os Lusiadas, pero en cualquier caso el argumento central del poema es el descubrimiento de la ruta marítima a la India por el explorador portugués Vasco da Gama. Después de combatir en la India, Camoes fue destinado a Macao, pero en 1558 le acusaron de extorsión y lo enviaron de vuelta a la India. Sobrevivió a un naufragio y regresó a Portugal, vía Mozambique, en 1570, con el manuscrito de su poema épico intacto. Se publicó dos años más tarde. A pesar de una pequeña pensión real y los comienzos de su fama mundial, los últimos años de Camoes transcurrieron en la oscuridad, y murió en la pobreza en Lisboa, el 10 de junio de 1580. Os Lusiadas, escrito en diez cantos en octava rima, se inspira tanto en la Eneida, el poema épico de Virgilio, como en Orlando furioso, del poeta italiano Ludovico Ariosto. Enlazadas con la historia del viaje de Vasco da Gama aparecen intensas referencias narrativas y proféticas a otros acontecimientos de la historia de Portugal, y también a determinadas ideas cristianas y humanistas. Aunque la obra ensalza las hazañas de los hijos de Lusus esto es, los lusiadas, o portugueses, también refleja la amargura con respecto a los aspectos más crueles del colonialismo portugués. El mismo tono de pesimismo impregna mucha de su lírica y las pocas cartas que nos han llegado. La fama de Camoes también se debe a los numerosos poemas suyos más cortos que se publicaron póstumamente: odas y sonetos, elegías y canzoni. También escribió tres obras de teatro, dos de ellas basadas en modelos clásicos. El tema principal de su poesía es el conflicto entre el amor apasionado y sensual y el ideal neoplatónico de amor espiritual. Es notable su perfección y simplicidad formal, la expresión de un sentimiento profundo y la introducción de un nuevo tema en la literatura portuguesa, la saudade-soledade (añoranza cargada de soledad)


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    Mensaje por Juan Martín Lun 30 Nov 2015, 20:04










    Mudam-se os tempos, mudam-se as vontades,
    Muda-se o ser, muda-se a confiança:
    Todo o mundo é composto de mudança,
    Tomando sempre novas qualidades.

    Continuamente vemos novidades,
    Diferentes em tudo da esperança;
    Do mal ficam as mágoas na lembrança,
    E do bem (se algum houve) as saudades.

    O tempo cobre o chão de verde manto,
    Que já coberto foi de neve fria,
    E em mim converte em choro o doce canto.

    E, afora este mudar-se cada dia,
    Outra mudança faz de mor espanto,
    Que não se muda já como soía.




    Mudan los tiempos, mudan las voluntades,
    Muda el ser y muda la confianza;
    Todo el mundo está compuesto de mudanza,
    Tomando siempre nuevas cualidades.

    Continuamente vemos novedades,
    Diferentes en todo a la esperanza;
    Del mal queda el dolor en remembranza,
    Y del bien (si alguno hubo) las saudades.

    El tiempo cubre el suelo de verde manto,
    Que ya cubierto fue de nieve fría,
    Y en mí convierte el lloro en dulce canto.

    Y, además de este mudar de cada día,
    Otra mudanza hace el mayor espanto,
    Que no se muda ya como solía.



    Luís  Vaz de Camões
    Trad.: Juan. Martín











    Última edición por Juan Martín el Mar 01 Dic 2015, 17:59, editado 3 veces (Razón : traducción)
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    Mensaje por Juan Martín Mar 01 Dic 2015, 08:38










    Verdes são os campos,
    De cor de limão:
    Assim são os olhos
    Do meu coração.

    Campo, que te estendes
    Com verdura bela;
    Ovelhas, que nela
    Vosso pasto tendes,
    De ervas vos mantendes
    Que traz o Verão,
    E eu das lembranças
    Do meu coração.

    Gados que pasceis
    Com contentamento,
    Vosso mantimento
    Não no entendereis;
    Isso que comeis
    Não são ervas, não:
    São graças dos olhos
    Do meu coração.




    Verdes son los campos,
    color de limón:
    así son los ojos
    de mi corazón.

    Campo que te extiendes
    con verdura bellla,
    ovejas que ella
    vuestro pasto tenéis,
    de hierba os mantenéis
    que trae el verano,
    y yo de los recuerdos
    de mi corazón.

    Ganados que pacéis
    con contentamiento,
    vuestro alimento
    no, no entenderéis;
    eso que coméis
    no son hierbas, no:
    son gracias de cielo
    de mi corazón.



    Luís  Vaz de Camões
    Trad.: Juan. Martín






    Última edición por Juan Martín el Mar 01 Dic 2015, 18:06, editado 2 veces (Razón : revisión)
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    Mensaje por Maria Lua Mar 01 Dic 2015, 14:01

    Gracias, amigo Juan!
    Excelentes traducciones de los bellos
    poemas de Camóes...
    Besos
    Maria Lua


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    Mensaje por cecilia gargantini Mar 01 Dic 2015, 16:27

    Gracias Juan y Maria, por permitirnos disfrutar en castellano de un GRANDE!!!!!!!!!!!!!
    Besitosssssssssssss para ambos
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    Mensaje por Maria Lua Mar 01 Dic 2015, 17:10


    El soneto "Amor es fuego que arde sin verse,"
    está en la letra de esta canción brasileña, con el grupo
    Legião Urbana y la voz de Renato Russo:




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    Mensaje por Juan Martín Mar 01 Dic 2015, 18:18

    Gracias a ti, María, por haber puesto a tan gran poeta en este lugar.

    Las traducciones las hago lo mejor que puedo, pero salvo casos totalmente excepcionales, me es imposible mantener la medida de los versos, el ritmo y las rimas de los poemas originales. Es una suerte conocer la lengua de Camões para poder gozar de tantas maravillas en su lengua original.

    Un beso.

    Juan
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    Mensaje por Juan Martín Jue 03 Dic 2015, 18:40

    cecilia gargantini escribió:Gracias Juan y Maria, por permitirnos disfrutar en castellano de un GRANDE!!!!!!!!!!!!!
    Besitosssssssssssss para ambos

    Muchas gracias a ti, querida Cecilia, por visitar este rinconcito.

    Celebro mucho que te gustase.

    Un beso.

    Juan.
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 05 Dic 2015, 15:35

    Muy impresionante la historia de Camóes. Sorprende ver lo aveturadas que eran las vidas de los autores de aquella época. Camóes como Cervantes, entre viajes, batallanas y prisiones, y que aún tuvieran tiempo para dejar mustras de arte tan grandiosas y demostraran tanto conocimiento de los autores clásicos. Gracias, Maria, por toda la información y a ti, Juan, por tan bellas traducciones.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 05 Dic 2015, 18:54


    Aqui se puede leer y bajar gratis OS LUSÍADAS,
    en portugués( no encontré en español)...



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    y leer más sobre el autor y su obra:


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 08 Dic 2015, 03:37

    Juan, María. María, Juan, vengo a daros las gracias por este buen trabajo y que hoy, comienzo a disfrutar.
    El tiempo se lleva muy mal conmigo,jeje, y se me escapa casi siempre. Hoy con un poco más de calma, por aquí paso y disfruto de vuestras grandes aportaciones.
    Gracias y besos, para ambos.


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    Mensaje por Maria Lua Miér 26 Dic 2018, 06:49



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    Mensaje por Maria Lua Miér 21 Ago 2019, 05:49

    Síntesis biográfica
    Nacido en una familia llegada del norte. Los defensores de esa teoría consideran a Simão Vaz de Camões como su padre y a Anna de Sá e Macedo como su madre. Por vía paterna, estaría emparentado con el trovador gallego Vasco Pires de Camões y por parte materna con el navegante Vasco de Gama.

    Estudios
    Vivió algún tiempo en Coímbra, dónde habría frecuentado las aulas de humanidades, tal vez en el monasterio de Santa Cruz, ya que ahí tenía un tío. Sin embargo, a pesar de que la existencia de ese tío, D. Bento de Camões, esté documentada, no hay pruebas documentales del paso del poeta por Coimbra. En algún lado, afirman los estudiosos de su vida, habrá adquirido el gran bagaje cultural que demuestra poseer en sus obras.

    Trayectoria literaria
    Regresó a Lisboa, llevando una vida bohemia. Se le atribuyen varios amores, no sólo con damas de la corte y prostitutas, sino hasta con la propia infanta doña María, hermana del rey Manuel I de Portugal. En 1553, tras haber sido preso por un altercado, parte a la India, y este es uno de los pocos hechos de su vida que los documentos corroboran. Se asentó en la ciudad de Goa dónde habría escrito gran parte de su obra.

    Regresó a Portugal, pero por el camino naufragó en las costas de Mozambique y fue forzado, por falta de medios, a quedarse allí. Fue en Mozambique donde su amigo Diogo do Couto lo encontró, encuentro que se relata en su obra: tan pobre que vivía de los amigos. Fue Diogo do Couto quien le pagó el viaje hasta Lisboa, a dónde llegó finalmente en 1569.

    En 1578, oyó de la terrible derrota de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, donde el rey Sebastián murió y el ejército portugués se destruyera por completo. Las tropas españolas se aproximaban a Lisboa para validar las pretensiones de Felipe II al trono portugués, al momento en que el poeta le escribió al capitán general de Lamego que estaba contento no sólo de morir en su país sino con él.

    Muerte
    Falleció en Lisboa en 10 de junio de 1580, tenía 56 años.

    Un amigo tuvo que pagar la sepultura. Su túmulo, que habría sido colocado cerca del convento de Santa Ana en Lisboa, se perdió en el terremoto de 1755, por lo que se ignora el paradero de sus restos mortales, los cuales no están en ninguno de los dos túmulos oficiales que le están dedicados actualmente: uno en el monasterio de los Jerónimos en Lisboa y otro en el Panteón Nacional.

    Obra
    Luís Vaz de Camões .jpeg
    Poesía
    Os Lusíadas
    Rimas
    Amor é fogo que arde sem se ver
    Verdes são os campos
    Que me quereis, perpétuas saudades?
    Sobolos rios que vão
    Quiero madre
    Teatro
    El-Rei Seleuco
    Auto de Filodemo
    Anfitriões
    Indie Occirente



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    Mensaje por Maria Lua Jue 23 Ene 2020, 06:23



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    Mensaje por Maria Lua Vie 31 Ene 2020, 07:46




    Canto I



    1
    AS armas e os Barões assinalados
    Que da Ocidental praia Lusitana
    Por mares nunca de antes navegados
    Passaram ainda além da Taprobana,
    Em perigos e guerras esforçados
    Mais do que prometia a força humana,
    E entre gente remota edificaram
    Novo Reino, que tanto sublimaram;

    2
    E também as memórias gloriosas
    Daqueles Reis que foram dilatando
    A Fé, o Império, e as terras viciosas
    De África e de Ásia andaram devastando,
    E aqueles que por obras valerosas
    Se vão da lei da Morte libertando,
    Cantando espalharei por toda parte,
    Se a tanto me ajudar o engenho e arte.

    3
    Cessem do sábio Grego e do Troiano
    As navegações grandes que fizeram;
    Cale-se de Alexandro e de Trajano
    A fama das vitórias que tiveram;
    Que eu canto o peito ilustre Lusitano,
    A quem Neptuno e Marte obedeceram.
    Cesse tudo o que a Musa antiga canta,
    Que outro valor mais alto se alevanta.

    4
    E vós, Tágides minhas, pois criado
    Tendes em mi um novo engenho ardente,
    Se sempre em verso humilde celebrado
    Foi de mi vosso rio alegremente,
    Dai-me agora um som alto e sublimado,
    Um estilo grandíloco e corrente,
    Por que de vossas águas Febo ordene
    Que não tenham enveja às de Hipocrene.

    5
    Dai-me ũa fúria grande e sonorosa,
    E não de agreste avena ou frauta ruda,
    Mas de tuba canora e belicosa,
    Que o peito acende e a cor ao gesto muda;
    Dai-me igual canto aos feitos da famosa
    Gente vossa, que a Marte tanto ajuda;
    Que se espalhe e se cante no universo,
    Se tão sublime preço cabe em verso.

    6
    E vós, ó bem nascida segurança
    Da Lusitana antiga liberdade,
    E não menos certíssima esperança
    De aumento da pequena Cristandade;
    Vós, ó novo temor da Maura lança,
    Maravilha fatal da nossa idade,
    Dada ao mundo por Deus, que todo o mande,
    Pera do mundo a Deus dar parte grande;

    7
    Vós, tenro e novo ramo florecente
    De ũa árvore, de Cristo mais amada
    Que nenhua nascida no Ocidente,
    Cesárea ou Cristianíssima chamada
    (Vede-o no vosso escudo, que presente
    Vos amostra a vitória já passada,
    Na qual vos deu por armas e deixou
    As que Ele pera si na Cruz tomou);

    8
    Vós, poderoso Rei, cujo alto Império
    O Sol, logo em nascendo, vê primeiro,
    Vê-o também no meio do Hemisfério,
    E quando dece o deixa derradeiro;
    Vós, que esperamos jugo e vitupério
    Do torpe Ismaelita cavaleiro,
    Do Turco Oriental e do Gentio
    Que inda bebe o licor do santo Rio:

    9
    Inclinai por um pouco a majestade
    Que nesse tenro gesto vos contemplo,
    Que já se mostra qual na inteira idade,
    Quando subindo ireis ao eterno templo;
    Os olhos da real benignidade
    Ponde no chão: vereis um novo exemplo
    De amor dos pátrios feitos valerosos,
    Em versos divulgado numerosos.

    10
    Vereis amor da pátria, não movido
    De prémio vil, mas alto e quási eterno;
    Que não é prémio vil ser conhecido
    Por um pregão do ninho meu paterno.
    Ouvi: vereis o nome engrandecido
    Daqueles de quem sois senhor superno,
    E julgareis qual é mais excelente,
    Se ser do mundo Rei, se de tal gente.

    11
    Ouvi, que não vereis com vãs façanhas,
    Fantásticas, fingidas, mentirosas,
    Louvar os vossos, como nas estranhas
    Musas, de engrandecer-se desejosas:
    As verdadeiras vossas são tamanhas
    Que excedem as sonhadas, fabulosas,
    Que excedem Rodamonte e o vão Rugeiro
    E Orlando, inda que fora verdadeiro.

    12
    Por estes vos darei um Nuno fero,
    Que fez ao Rei e ao Reino tal serviço,
    Um Egas e um Dom Fuas, que de Homero
    A cítara par' eles só cobiço;
    Pois polos Doze Pares dar-vos quero
    Os Doze de Inglaterra e o seu Magriço;
    Dou-vos também aquele ilustre Gama,
    Que para si de Eneias toma a fama.

    13
    Pois se a troco de Carlos, Rei de França,
    Ou de César, quereis igual memória,
    Vede o primeiro Afonso, cuja lança
    Escura faz qualquer estranha glória;
    E aquele que a seu Reino a segurança
    Deixou, com a grande e próspera vitória;
    Outro Joane, invicto cavaleiro;
    O quarto e quinto Afonsos e o terceiro.

    14
    Nem deixarão meus versos esquecidos
    Aqueles que nos Reinos lá da Aurora
    Se fizeram por armas tão subidos,
    Vossa bandeira sempre vencedora:
    Um Pacheco fortíssimo e os temidos
    Almeidas, por quem sempre o Tejo chora,
    Albuquerque terríbil, Castro forte,
    E outros em quem poder não teve a morte.

    15
    E, enquanto eu estes canto – e a vós não posso,
    Sublime Rei, que não me atrevo a tanto –,
    Tomai as rédeas vós do Reino vosso:
    Dareis matéria a nunca ouvido canto.
    Comecem a sentir o peso grosso
    (Que polo mundo todo faça espanto)
    De exércitos e feitos singulares,
    De África as terras e do Oriente os mares.

    16
    Em vós os olhos tem o Mouro frio,
    Em quem vê seu exício afigurado;
    Só com vos ver, o bárbaro Gentio
    Mostra o pescoço ao jugo já inclinado;
    Tétis todo o cerúleo senhorio
    Tem pera vós por dote aparelhado,
    Que, afeiçoada ao gesto belo e tenro,
    Deseja de comprar-vos pera genro.

    17
    Em vós se vêm, da Olímpica morada,
    Dos dous avós as almas cá famosas;
    Ũa, na paz angélica dourada,
    Outra, pelas batalhas sanguinosas.
    Em vós esperam ver-se renovada
    Sua memória e obras valerosas;
    E lá vos têm lugar, no fim da idade,
    No templo da suprema Eternidade.

    18
    Mas, enquanto este tempo passa lento
    De regerdes os povos, que o desejam,
    Dai vós favor ao novo atrevimento,
    Pera que estes meus versos vossos sejam,
    E vereis ir cortando o salso argento
    Os vossos Argonautas, por que vejam
    Que são vistos de vós no mar irado,
    E costumai-vos já a ser invocado.

    19
    Já no largo Oceano navegavam,
    As inquietas ondas apartando;
    Os ventos brandamente respiravam,
    Das naus as velas côncavas inchando;
    Da branca escuma os mares se mostravam
    Cobertos, onde as proas vão cortando
    As marítimas águas consagradas,
    Que do gado de Próteu são cortadas,

    20
    Quando os Deuses no Olimpo luminoso,
    Onde o governo está da humana gente,
    Se ajuntam em consílio glorioso,
    Sobre as cousas futuras do Oriente.
    Pisando o cristalino Céu fermoso,
    Vêm pela Via Láctea juntamente,
    Convocados, da parte de Tonante,
    Pelo neto gentil do velho Atlante.

    21
    Deixam dos sete Céus o regimento,
    Que do poder mais alto lhe foi dado,
    Alto poder, que só co pensamento
    Governa o Céu, a Terra e o Mar irado.
    Ali se acharam juntos num momento
    Os que habitam o Arcturo congelado
    E os que o Austro têm e as partes onde
    A Aurora nasce e o claro Sol se esconde.

    22
    Estava o Padre ali, sublime e dino,
    Que vibra os feros raios de Vulcano,
    Num assento de estrelas cristalino,
    Com gesto alto, severo e soberano;
    Do rosto respirava um ar divino,
    Que divino tornara um corpo humano;
    Com ũa coroa e ceptro rutilante,
    De outra pedra mais clara que diamante.

    23
    Em luzentes assentos, marchetados
    De ouro e de perlas, mais abaixo estavam
    Os outros Deuses, todos assentados
    Como a Razão e a Ordem concertavam
    (Precedem os antigos, mais honrados,
    Mais abaixo os menores se assentavam);
    Quando Júpiter alto, assi dizendo,
    Cum tom de voz começa grave e horrendo:

    24
    – «Eternos moradores do luzente,
    Estelífero Pólo e claro Assento:
    Se do grande valor da forte gente
    De Luso não perdeis o pensamento,
    Deveis de ter sabido claramente
    Como é dos Fados grandes certo intento
    Que por ela se esqueçam os humanos
    De Assírios, Persas, Gregos e Romanos.

    25
    «Já lhe foi (bem o vistes) concedido,
    Cum poder tão singelo e tão pequeno,
    Tomar ao Mouro forte e guarnecido
    Toda a terra que rega o Tejo ameno.
    Pois contra o Castelhano tão temido
    Sempre alcançou favor do Céu sereno:
    Assi que sempre, enfim, com fama e glória,
    Teve os troféus pendentes da vitória.

    26
    «Deixo, Deuses, atrás a fama antiga,
    Que co a gente de Rómulo alcançaram,
    Quando com Viriato, na inimiga
    Guerra Romana, tanto se afamaram;
    Também deixo a memória que os obriga
    A grande nome, quando alevantaram
    Um por seu capitão, que, peregrino,
    Fingiu na cerva espírito divino.

    27
    «Agora vedes bem que, cometendo
    O duvidoso mar num lenho leve,
    Por vias nunca usadas, não temendo
    de Áfrico e Noto a força, a mais s'atreve:
    Que, havendo tanto já que as partes vendo
    Onde o dia é comprido e onde breve,
    Inclinam seu propósito e perfia
    A ver os berços onde nasce o dia.

    28
    «Prometido lhe está do Fado eterno,
    Cuja alta lei não pode ser quebrada,
    Que tenham longos tempos o governo
    Do mar que vê do Sol a roxa entrada.
    Nas águas têm passado o duro Inverno;
    A gente vem perdida e trabalhada;
    Já parece bem feito que lhe seja
    Mostrada a nova terra que deseja.

    29
    «E porque, como vistes, têm passados
    Na viagem tão ásperos perigos,
    Tantos climas e céus exprimentados,
    Tanto furor de ventos inimigos,
    Que sejam, determino, agasalhados
    Nesta costa Africana como amigos;
    E, tendo guarnecido a lassa frota,
    Tornarão a seguir sua longa rota.»

    30
    Estas palavras Júpiter dizia,
    Quando os Deuses, por ordem respondendo,
    Na sentença um do outro diferia,
    Razões diversas dando e recebendo.
    O padre Baco ali não consentia
    No que Júpiter disse, conhecendo
    Que esquecerão seus feitos no Oriente
    Se lá passar a Lusitana gente.

    31
    Ouvido tinha aos Fados que viria
    Ũa gente fortíssima de Espanha
    Pelo mar alto, a qual sujeitaria
    Da Índia tudo quanto Dóris banha,
    E com novas vitórias venceria
    A fama antiga, ou sua ou fosse estranha.
    Altamente lhe dói perder a glória
    De que Nisa celebra inda a memória.

    32
    Vê que já teve o Indo sojugado
    E nunca lhe tirou Fortuna ou caso
    Por vencedor da Índia ser cantado
    De quantos bebem a água de Parnaso.
    Teme agora que seja sepultado
    Seu tão célebre nome em negro vaso
    D' água do esquecimento, se lá chegam
    Os fortes Portugueses que navegam.

    33
    Sustentava contra ele Vénus bela,
    Afeiçoada à gente Lusitana
    Por quantas qualidades via nela
    Da antiga, tão amada, sua Romana;
    Nos fortes corações, na grande estrela
    Que mostraram na terra Tingitana,
    E na língua, na qual quando imagina,
    Com pouca corrupção crê que é a Latina.

    34
    Estas causas moviam Citereia,
    E mais, porque das Parcas claro entende
    Que há-de ser celebrada a clara Deia
    Onde a gente belígera se estende.
    Assi que, um, pela infâmia que arreceia,
    E o outro, pelas honras que pretende,
    Debatem, e na perfia permanecem;
    A qualquer seus amigos favorecem.

    35
    Qual Austro fero ou Bóreas na espessura
    De silvestre arvoredo abastecida,
    Rompendo os ramos vão da mata escura
    Com impeto e braveza desmedida,
    Brama toda montanha, o som murmura,
    Rompem-se as folhas, ferve a serra erguida:
    Tal andava o tumulto, levantado
    Entre os Deuses, no Olimpo consagrado.

    36
    Mas Marte, que da Deusa sustentava
    Entre todos as partes em porfia,
    Ou porque o amor antigo o obrigava,
    Ou porque a gente forte o merecia,
    De antre os Deuses em pé se levantava:
    Merencório no gesto parecia;
    O forte escudo, ao colo pendurado,
    Deitando pera trás, medonho e irado;

    37
    A viseira do elmo de diamante
    Alevantando um pouco, mui seguro,
    Por dar seu parecer se pôs diante
    De Júpiter, armado, forte e duro;
    E dando ũa pancada penetrante
    Co conto do bastão no sólio puro,
    O Céu tremeu, e Apolo, de torvado,
    Um pouco a luz perdeu, como enfiado;

    38
    E disse assi: – «Ó Padre, a cujo império
    Tudo aquilo obedece que criaste:
    Se esta gente que busca outro Hemisfério,
    Cuja valia e obras tanto amaste,
    Não queres que padeçam vitupério,
    Como há já tanto tempo que ordenaste,
    Não ouças mais, pois és juiz direito,
    Razões de quem parece que é suspeito.

    39
    «Que, se aqui a razão se não mostrasse
    Vencida do temor demasiado,
    Bem fora que aqui Baco os sustentasse,
    Pois que de Luso vêm, seu tão privado;
    Mas esta tenção sua agora passe,
    Porque enfim vem de estâmago danado;
    Que nunca tirará alheia enveja
    O bem que outrem merece e o Céu deseja.

    40
    «E tu, Padre de grande fortaleza,
    Da determinação que tens tomada
    Não tornes por detrás, pois é fraqueza
    Desistir-se da cousa começada.
    Mercúrio, pois excede em ligeireza
    Ao vento leve e à seta bem talhada,
    Lhe vá mostrar a terra onde se informe
    Da Índia, e onde a gente se reforme.»

    41
    Como isto disse, o Padre poderoso,
    A cabeça inclinando, consentiu
    No que disse Mavorte valeroso
    E néctar sobre todos esparziu.
    Pelo caminho Lácteo glorioso
    Logo cada um dos Deuses se partiu,
    Fazendo seus reais acatamentos,
    Pera os determinados apousentos.

    42
    Enquanto isto se passa na fermosa
    Casa etérea do Olimpo omnipotente,
    Cortava o mar a gente belicosa
    Já lá da banda do Austro e do Oriente,
    Entre a costa Etiópica e a famosa
    Ilha de São Lourenço; e o Sol ardente
    Queimava então os Deuses que Tifeu
    Co temor grande em pexes converteu.

    43
    Tão brandamente os ventos os levavam
    Como quem o Céu tinha por amigo;
    Sereno o ar e os tempos se mostravam,
    Sem nuvens, sem receio de perigo.
    O promontório Prasso já passavam
    Na costa de Etiópia, nome antigo,
    Quando o mar, descobrindo, lhe mostrava
    Novas ilhas, que em torno cerca e lava.

    44
    Vasco da Gama, o forte Capitão,
    Que a tamanhas empresas se oferece,
    De soberbo e de altivo coração,
    A quem Fortuna sempre favorece,
    Pêra se aqui deter não vê razão,
    Que inabitada a terra lhe parece.
    Por diante passar determinava,
    Mas não lhe sucedeu como cuidava.

    45
    Eis aparecem logo em companhia
    Uns pequenos batéis, que vêm daquela
    Que mais chegada à terra parecia,
    Cortando o longo mar com larga vela.
    A gente se alvoroça e, de alegria,
    Não sabe mais que olhar a causa dela.
    – «Que gente será esta? » (em si diziam)
    «Que costumes, que Lei, que Rei teriam?»

    46
    As embarcações eram na maneira
    Mui veloces, estreitas e compridas;
    As velas com que vêm eram de esteira,
    Dũas folhas de palma, bem tecidas;
    A gente da cor era verdadeira
    Que Fáëton, nas terras acendidas,
    Ao mundo deu, de ousado e não prudente
    (O Pado o sabe e Lampetusa o sente).

    47
    De panos de algodão vinham vestidos,
    De várias cores, brancos e listrados;
    Uns trazem derredor de si cingidos,
    Outros em modo airoso sobraçados;
    Das cintas pêra cima vêm despidos;
    Por armas têm adagas e tarçados;
    Com toucas na cabeça; e, navegando,
    Anafis sonorosos vão tocando.

    48
    Cos panos e cos braços acenavam
    Às gentes Lusitanas, que esperassem;
    Mas já as proas ligeiras se inclinavam,
    Pera que junto às Ilhas amainassem.
    A gente e marinheiros trabalhavam
    Como se aqui os trabalhos s' acabassem:
    Tomam velas, amaina-se a verga alta,
    Da âncora o mar ferido em cima salta.

    49
    Não eram ancorados, quando a gente
    Estranha polas cordas já subia.
    No gesto ledos vêm, e humanamente
    O Capitão sublime os recebia.
    As mesas manda pôr em continente;
    Do licor que Lieu prantado havia
    Enchem vasos de vidro; e do que deitam
    Os de Fáeton queimados nada enjeitam.

    50
    Comendo alegremente, perguntavam,
    Pela Arábica língua, donde vinham,
    Quem eram, de que terra, que buscavam,
    Ou que partes do mar corrido tinham?
    Os fortes Lusitanos lhe tornavam
    As discretas repostas que convinham:
    – «Os Portugueses somos do Ocidente,
    Imos buscando as terras do Oriente.

    51
    «Do mar temos corrido e navegado
    Toda a parte do Antártico e Calisto,
    Toda a costa Africana rodeado;
    Diversos céus e terras temos visto;
    Dum Rei potente somos, tão amado,
    Tão querido de todos e benquisto,
    Que não no largo mar, com leda fronte,
    Mas no lago entraremos de Aqueronte.

    52
    «E, por mandado seu, buscando andamos
    A terra Oriental que o Indo rega;
    Por ele o mar remoto navegamos,
    Que só dos feios focas se navega.
    Mas já razão parece que saibamos
    (Se entre vós a verdade não se nega),
    Quem sois, que terra é esta que habitais,
    Ou se tendes da Índia alguns sinais?»

    53
    – «Somos (um dos das Ilhas lhe tornou)
    Estrangeiros na terra, Lei e nação;
    Que os próprios são aqueles que criou
    A Natura, sem Lei e sem Razão.
    Nós temos a Lei certa que ensinou
    O claro descendente de Abraão,
    Que agora tem do mundo o senhorio;
    A mãe Hebreia teve e o pai, Gentio.

    54
    «Esta Ilha pequena, que habitamos,
    É em toda esta terra certa escala
    De todos os que as ondas navegamos,
    De Quíloa, de Mombaça e de Sofala;
    E, por ser necessária, procuramos,
    Como próprios da terra, de habitá-la;
    E por que tudo enfim vos notifique,
    Chama-se a pequena Ilha – Moçambique.

    55
    «E já que de tão longe navegais,
    Buscando o Indo Idaspe e terra ardente,
    Piloto aqui tereis, por quem sejais
    Guiados pelas ondas sàbiamente.
    Também será bem feito que tenhais
    Da terra algum refresco, e que o Regente
    Que esta terra governa, que vos veja
    E do mais necessário vos proveja.»

    56
    Isto dizendo, o Mouro se tornou
    A seus batéis com toda a companhia;
    Do Capitão e gente se apartou
    Com mostras de devida cortesia.
    Nisto Febo nas águas encerrou
    Co carro de cristal, o claro dia,
    Dando cargo à Irmã que alumiasse
    O largo mundo, enquanto repousasse.

    57
    A noite se passou na lassa frota
    Com estranha alegria e não cuidada,
    Por acharem da terra tão remota
    Nova de tanto tempo desejada.
    Qualquer então consigo cuida e nota
    Na gente e na maneira desusada,
    E como os que na errada Seita creram,
    Tanto por todo o mundo se estenderam.

    58
    Da Lũa os claros raios rutilavam
    Polas argênteas ondas Neptuninas;
    As Estrelas os Céus acompanhavam,
    Qual campo revestido de boninas;
    Os furiosos ventos repousavam
    Polas covas escuras peregrinas;
    Porém da armada a gente vigiava,
    Como por longo tempo costumava.

    59
    Mas, assi como a Aurora marchetada
    Os fermosos cabelos espalhou
    No Céu sereno, abrindo a roxa entrada
    Ao claro Hiperiónio, que acordou,
    Começa a embandeirar-se toda a armada
    E de toldos alegres se adornou,
    Por receber com festas e alegria
    O Regedor das Ilhas, que partia.

    60
    Partia, alegremente navegando,
    A ver as naus ligeiras Lusitanas,
    Com refresco da terra, em si cuidando
    Que são aquelas gentes inumanas
    Que, os apousentos Cáspios habitando,
    A conquistar as terras Asianas
    Vieram e, por ordem do Destino,
    O Império tomaram a Costantino.

    61
    Recebe o Capitão alegremente
    O Mouro e toda sua companhia;
    Dá-lhe de ricas peças um presente,
    Que só pera este efeito já trazia;
    Dá-lhe conserva doce e dá-lhe o ardente,
    Não usado licor, que dá alegria.
    Tudo o Mouro contente bem recebe,
    E muito mais contente come e bebe.

    62
    Está a gente marítima de Luso
    Subida pela enxárcia, de admirada,
    Notando o estrangeiro modo e uso
    E a linguagem tão bárbara e enteada.
    Também o Mouro astuto está confuso,
    Olhando a cor, o trajo e a forte armada;
    E, perguntando tudo, lhe dizia
    Se porventura vinham de Turquia.

    63
    E mais lhe diz também que ver deseja
    Os livros de sua Lei, preceito ou fé,
    Pera ver se conforme à sua seja,
    Ou se são dos de Cristo, como crê;
    E por que tudo note e tudo veja,
    Ao Capitão pedia que lhe dê
    Mostra das fortes armas de que usavam
    Quando cos inimigos pelejavam.

    64
    Responde o valeroso Capitão,
    Por um que a língua escura bem sabia:
    – «Dar-te-ei, Senhor ilustre, relação
    De mi, da Lei, das armas que trazia.
    Nem sou da terra, nem da geração
    Das gentes enojosas de Turquia,
    Mas sou da forte Europa belicosa;
    Busco as terras da Índia tão famosa.

    65
    «A Lei tenho d' Aquele a cujo império
    Obedece o visíbil e invisíbil,
    Aquele que criou todo o Hemisfério,
    Tudo o que sente e todo o insensíbil;
    Que padeceu desonra e vitupério,
    Sofrendo morte injusta e insofríbil,
    E que do Céu à Terra enfim deceu,
    Por subir os mortais da Terra ao Céu.

    66
    «Deste Deus-Homem, alto e infinito,
    Os livros que tu pedes não trazia,
    Que bem posso escusar trazer escrito
    Em papel o que na alma andar devia.
    Se as armas queres ver, como tens dito,
    Cumprido esse desejo te seria;
    Como amigo as verás, porque eu me obrigo
    Que nunca as queiras ver como inimigo.»

    67
    Isto dizendo, manda os diligentes
    Ministros amostrar as armaduras:
    Vêm arneses e peitos reluzentes,
    Malhas finas e lâminas seguras,
    Escudos de pinturas diferentes,
    Pelouros, espingardas de aço puras,
    Arcos e sagitíferas aljavas,
    Partazanas agudas, chuças bravas.

    68
    As bombas vêm de fogo, e juntamente
    As panelas sulfúreas, tão danosas;
    Porém aos de Vulcano não consente
    Que dêm fogo às bombardas temerosas;
    Porque o generoso ânimo e valente,
    Entre gentes tão poucas e medrosas,
    Não mostra quanto pode; e com razão,
    Que é fraqueza entre ovelhas ser lião.

    69
    Porém disto que o Mouro aqui notou,
    E de tudo o que viu com olho atento,
    Um ódio certo na alma lhe ficou,
    Ũa vontade má de pensamento;
    Nas mostras e no gesto o não mostrou,
    Mas, com risonho e ledo fingimento,
    Tratá-los brandamente determina,
    Até que mostrar possa o que imagina.

    70
    Pilotos lhe pedia o Capitão,
    Por quem pudesse à Índia ser levado;
    Diz-lhe que o largo prémio levarão
    Do trabalho que nisso for tomado.
    Promete-lhos o Mouro, com tenção
    De peito venenoso e tão danado
    Que a morte, se pudesse, neste dia,
    Em lugar de pilotos lhe daria.

    71
    Tamanho o ódio foi e a má vontade
    Que aos estrangeiros súpito tomou,
    Sabendo ser sequaces da Verdade
    Que o filho de David nos ensinou!
    Ó segredos daquela Eternidade
    A quem juízo algum não alcançou:
    Que nunca falte um pérfido inimigo
    Àqueles de quem foste tanto amigo!

    72
    Partiu-se nisto, enfim, co a companhia,
    Das naus o falso Mouro despedido,
    Com enganosa e grande cortesia,
    Com gesto ledo a todos e fingido.
    Cortaram os batéis a curta via
    Das águas de Neptuno; e, recebido
    Na terra do obseqüente ajuntamento,
    Se foi o Mouro ao cógnito apousento.

    73
    Do claro Assento etéreo, o grão Tebano,
    Que da paternal coxa foi nascido,
    Olhando o ajuntamento Lusitano
    Ao Mouro ser molesto e avorrecido,
    No pensamento cuida um falso engano,
    Com que seja de todo destruído;
    E, enquanto isto só na alma imaginava,
    Consigo estas palavras praticava:

    74
    – «Está do Fado já determinado
    Que tamanhas vitórias, tão famosas,
    Hajam os Portugueses alcançado
    Das Indianas gentes belicosas;
    E eu só, filho do Padre sublimado,
    Com tantas qualidades generosas,
    Hei-de sofrer que o Fado favoreça
    Outrem, por quem meu nome se escureça?

    75
    «Já quiseram os Deuses que tivesse
    O filho de Filipo nesta parte
    Tanto poder que tudo sometesse
    Debaixo do seu jugo o fero Marte;
    Mas há-se de sofrer que o Fado desse
    A tão poucos tamanho esforço e arte,
    Qu' eu, co grão Macedónio e Romano,
    Dêmos lugar ao nome Lusitano?

    76
    «Não será assi, porque, antes que chegado
    Seja este Capitão, astutamente
    Lhe será tanto engano fabricado
    Que nunca veja as partes do Oriente.
    Eu decerei à Terra e o indignado
    Peito revolverei da Maura gente;
    Porque sempre por via irá direita
    Quem do oportuno tempo se aproveita.»

    77
    Isto dizendo, irado e quási insano,
    Sobre a terra Africana descendeu,
    Onde, vestindo a forma e gesto humano,
    Pera o Prasso sabido se moveu.
    E, por milhor tecer o astuto engano,
    No gesto natural se converteu
    Dum Mouro, em Moçambique conhecido,
    Velho, sábio, e co Xeque mui valido.

    78
    E, entrando assi a falar-lhe, a tempo e horas,
    A sua falsidade acomodadas,
    Lhe diz como eram gentes roubadoras
    Estas que ora de novo são chegadas;
    Que das nações na costa moradoras,
    Correndo a fama veio que roubadas
    Foram por estes homens que passavam,
    Que com pactos de paz sempre ancoravam.

    79
    – «E sabe mais (lhe diz), como entendido
    Tenho destes Cristãos sanguinolentos,
    Que quási todo o mar têm destruído
    Com roubos, com incêndios violentos;
    E trazem já de longe engano urdido
    Contra nós; e que todos seus intentos
    São pera nos matarem e roubarem,
    E mulheres e filhos cativarem.

    80
    «E também sei que tem determinado
    De vir por água a terra, muito cedo,
    O Capitão, dos seus acompanhado,
    Que da tenção danada nasce o medo.
    Tu deves de ir também cos teus armado
    Esperá-lo em cilada, oculto e quedo;
    Porque, saindo a gente descuidada,
    Caïrão facilmente na cilada.

    81
    «E se inda não ficarem deste jeito
    Destruídos ou mortos totalmente,
    Eu tenho imaginada no conceito
    Outra manha e ardil que te contente:
    Manda-lhe dar piloto que de jeito
    Seja astuto no engano, e tão prudente
    Que os leve aonde sejam destruídos,
    Desbaratados, mortos ou perdidos.»

    82
    Tanto que estas palavras acabou
    O Mouro, nos tais casos sábio e velho,
    Os braços pelo colo lhe lançou,
    Agradecendo muito o tal conselho;
    E logo nesse instante concertou
    Pera a guerra o belígero aparelho,
    Pera que ao Português se lhe tornasse
    Em roxo sangue a água que buscasse.

    83
    E busca mais, pera o cuidado engano,
    Mouro que por piloto à nau lhe mande,
    Sagaz, astuto e sábio em todo o dano,
    De quem fiar se possa um feito grande.
    Diz-lhe que, acompanhando o Lusitano,
    Por tais costas e mares co ele ande,
    Que, se daqui escapar, que lá diante
    Vá cair onde nunca se alevante.

    84
    Já o raio Apolíneo visitava
    Os Montes Nabateios acendido,
    Quando Gama cos seus determinava
    De vir por água a terra apercebido.
    A gente nos batéis se concertava
    Como se fosse o engano já sabido;
    Mas pôde suspeitar-se fàcilmente,
    Que o coração pres[s]ago nunca mente.

    85
    E mais também mandado tinha a terra,
    De antes, pelo piloto necessário,
    E foi-lhe respondido em som de guerra,
    Caso do que cuidava mui contrário.
    Por isto, e porque sabe quanto erra
    Quem se crê de seu pérfido adversário,
    Apercebido vai como podia
    Em três batéis sòmente que trazia.

    86
    Mas os Mouros, que andavam pela praia
    Por lhe defender a água desejada,
    Um de escudo embraçado e de azagaia,
    Outro de arco encurvado e seta ervada,
    Esperam que a guerreira gente saia,
    Outros muitos já postos em cilada;
    E, por que o caso leve se lhe faça,
    Põem uns poucos diante por negaça.

    87
    Andam pela ribeira alva, arenosa,
    Os belicosos Mouros acenando
    Com a adarga e co a hástea perigosa,
    Os fortes Portugueses incitando.
    Não sofre muito a gente generosa
    Andar-lhe os Cães os dentes amostrando;
    Qualquer em terra salta, tão ligeiro,
    Que nenhum dizer pode que é primeiro:

    88
    Qual no corro sanguino o ledo amante,
    Vendo a fermosa dama desejada,
    O touro busca e, pondo-se diante,
    Salta, corre, sibila, acena e brada,
    Mas o animal atroce, nesse instante,
    Com a fronte cornígera inclinada,
    Bramando, duro corre e os olhos cerra,
    Derriba, fere e mata e põe por terra.

    89
    Eis nos batéis o fogo se levanta
    Na furiosa e dura artelharia;
    A plúmbea péla mata, o brado espanta;
    Ferido, o ar retumba e assovia.
    O coração dos Mouros se quebranta,
    O temor grande o sangue lhe resfria.
    Já foge o escondido, de medroso,
    E morre o descoberto aventuroso.

    90
    Não se contenta a gente Portuguesa,
    Mas, seguindo a vitória, estrui e mata;
    A povoação sem muro e sem defesa
    Esbombardeia, acende e desbarata.
    Da cavalgada ao Mouro já lhe pesa,
    Que bem cuidou comprá-la mais barata;
    Já blasfema da guerra, e maldizia,
    O velho inerte e a mãe que o filho cria.

    91
    Fugindo, a seta o Mouro vai tirando
    Sem força, de covarde e de apressado,
    A pedra, o pau e o canto arremessando;
    Dá-lhe armas o furor desatinado.
    Já a Ilha, e todo o mais, desamparando,
    À terra firme foge amedrontado;
    Passa e corta do mar o estreito braço
    Que a Ilha em torno cerca em pouco espaço.

    92
    Uns vão nas almadias carregadas,
    Um corta o mar a nado, diligente;
    Quem se afoga nas ondas encurvadas,
    Quem bebe o mar e o deita juntamente.
    Arrombam as miúdas bombardadas
    Os pangaios sutis da bruta gente.
    Destarte o Português, enfim, castiga
    A vil malícia, pérfida, inimiga.

    93
    Tornam vitoriosos pera a armada,
    Co despojo da guerra e rica presa,
    E vão a seu prazer fazer aguada,
    Sem achar resistência nem defesa.
    Ficava a Maura gente magoada,
    No ódio antigo mais que nunca acesa;
    E, vendo sem vingança tanto dano,
    Sòmente estriba no segundo engano.

    94
    Pazes cometer manda, arrependido,
    O Regedor daquela inica terra,
    Sem ser dos Lusitanos entendido
    Que em figura de paz lhe manda guerra;
    Porque o piloto falso prometido,
    Que toda a má tenção no peito encerra,
    Pera os guiar à morte lhe mandava,
    Como em sinal das pazes que tratava.

    95
    O Capitão, que já lhe então convinha
    Tornar a seu caminho acostumado,
    Que tempo concertado e ventos tinha
    Pera ir buscar o Indo desejado,
    Recebendo o piloto que lhe vinha,
    Foi dele alegremente agasalhado,
    E respondendo ao mensageiro, a tento,
    As velas manda dar ao largo vento.

    96
    Destarte despedida, a forte armada
    As ondas de Anfitrite dividia,
    Das filhas de Nereu acompanhada,
    Fiel, alegre e doce companhia.
    O Capitão, que não cala em nada
    Do enganoso ardil que o Mouro urdia,
    Dele mui largamente se informava
    Da Índia toda e costas que passava.

    97
    Mas o Mouro, instruído nos enganos
    Que o malévolo Baco lhe ensinara,
    De morte ou cativeiro novos danos,
    Antes que à Índia chegue, lhe prepara.
    Dando razão dos portos Indianos,
    Também tudo o que pede lhe declara,
    Que, havendo por verdade o que dizia,
    De nada a forte gente se temia.

    98
    E diz-lhe mais, co falso pensamento
    Com que Sínon os Frígios enganou,
    Que perto está ũa Ilha, cujo assento
    Povo antigo Cristão sempre habitou.
    O Capitão, que a tudo estava atento,
    Tanto co estas novas se alegrou
    Que com dádivas grandes lhe rogava
    Que o leve à terra onde esta gente estava.

    99
    O mesmo o falso Mouro determina
    Que o seguro Cristão lhe manda e pede;
    Que a Ilha é possuída da malina
    Gente que segue o torpe Mahamede.
    Aqui o engano e morte lhe imagina,
    Porque em poder e forças muito excede
    À Moçambique esta Ilha, que se chama
    Quíloa, mui conhecida pola fama.

    100
    Pera lá se inclinava a leda frota;
    Mas a Deusa em Citere celebrada,
    Vendo como deixava a certa rota
    Por ir buscar a morte não cuidada,
    Não consente que em terra tão remota
    Se perca a gente dela tanto amada,
    E com ventos contrairos a desvia
    Donde o piloto falso a leva e guia.

    101
    Mas o malvado Mouro, não podendo
    Tal determinação levar avante,
    Outra maldade inica cometendo,
    Ainda em seu propósito constante,
    Lhe diz que, pois as águas, discorrendo,
    Os levaram por força por diante,
    Que outra Ilha tem perto, cuja gente
    Eram Cristãos com Mouros juntamente.

    102
    Também nestas palavras lhe mentia,
    Como por regimento, enfim, levava;
    Que aqui gente de Cristo não havia,
    Mas a que a Mahamede celebrava.
    O Capitão, que em tudo o Mouro cria,
    Virando as velas, a Ilha demandava;
    Mas, não querendo a Deusa guardadora,
    Não entra pela barra, e surge fora.

    103
    Estava a Ilha à terra tão chegada
    Que um estreito pequeno a dividia;
    Ũa cidade nela situada,
    Que na fronte do mar aparecia,
    De nobres edifícios fabricada,
    Como por fora, ao longe, descobria,
    Regida por um Rei de antiga idade:
    Mombaça é o nome da Ilha e da cidade.

    104
    E sendo a ela o Capitão chegado,
    Estranhamente ledo, porque espera
    De poder ver o povo baptizado,
    Como o falso piloto lhe dissera,
    Eis vêm batéis da terra com recado
    Do Rei, que já sabia a gente que era;
    Que Baco muito de antes o avisara,
    Na forma doutro Mouro, que tomara.

    105
    O recado que trazem é de amigos,
    Mas debaxo o veneno vem coberto,
    Que os pensamentos eram de inimigos,
    Segundo foi o engano descoberto.
    Ó grandes e gravíssimos perigos,
    Ó caminho de vida nunca certo,
    Que aonde a gente põe sua esperança
    Tenha a vida tão pouca segurança!

    106
    No mar tanta tormenta e tanto dano,
    Tantas vezes a morte apercebida!
    Na terra tanta guerra, tanto engano,
    Tanta necessidade avorrecida!
    Onde pode acolher-se um fraco humano,
    Onde terá segura a curta vida,
    Que não se arme e se indigne o Céu sereno
    Contra um bicho da terra tão pequeno?








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