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    JULIA DE BURGOS (1914-1953) (POETA PUERTORIQUEÑA)

    Fausto Antonio aybar
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    Mensaje por Fausto Antonio aybar Vie 07 Nov 2014, 21:18

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    (Julia Constancia Burgos García; Carolina, Puerto Rico, 1914 - Nueva York, 1953) Poetisa puertorriqueña. Julia de Burgos se graduó de maestra normalista en la Universidad de Puerto Rico en 1933.

    En 1934 trabajó en la PRERA (Agencia para la Rehabilitación Económica de Puerto Rico, por sus siglas en inglés) en Comerío, como empleada de una estación de leche, lugar en que los niños de familias pobres recibían desayuno gratuito. Contrajo nupcias con Rubén Rodríguez Beauchamp en ese mismo año.


    Julia de Burgos

    Al cierre de la PRERA, durante corto tiempo ejerció como maestra en un barrio de Naranjito en 1935. En esa época escribió su famoso poema Río Grande de Loíza. Durante ese año Julia de Burgos también conoció e hizo amistad con Luis Lloréns Torres, Luis Palés Matos, Evaristo Ribera Chevremont, entre otros poetas boricuas.

    Durante 1936 publicó su poema Es nuestra la hora en una hoja suelta. Estaba comenzando a darse a conocer en el ambiente literario. En octubre de ese año pronunció el discurso La mujer ante el dolor de la Patria, en la primera asamblea general del Frente Unido Pro Convención Constituyente, en el Ateneo Puertorriqueño. Escribe los dramas brevesLlamita quiere ser mariposa, Paisaje marino, La parranda del sábado y Coplas jíbaras para ser cantadas.

    En 1937 coinciden dos hechos significativos en la vida de Julia de Burgos: la ruptura de su matrimonio con Rubén Rodríguez Beauchamp y la edición privada de Poemas exactos a mí misma, que representa una de sus primeras manifestaciones líricas, cuyo paradero actualmente se desconoce. Al año siguiente conoció al médico y sociólogo Juan Isidro Jimenes Grullón, quien habría de convertirse en su más acrisolado amor.

    Publicó además, en 1938, su obra Poema en veinte surcos. En 1939 publicó su Canción de la verdad sencilla, obra premiada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña. Un año después viajó a Cuba, en donde conoció a múltiples intelectuales, entre éstos Juan Marinello, Juan Bosch, Raúl Roa y Manuel Luna. Desde ese momento en adelante residió alternativamente en La Habana y Nueva York, dedicándose al periodismo y a la creación literaria.

    El 18 de enero de 1940 llegó a la ciudad de Nueva York. A los quince días de su llegada concedió una entrevista al periódico La Prensa, que se publicó bajo el título "Julia de Burgos, poetisa puertorriqueña, en misión cultural en Estados Unidos". El viernes 5 de abril de 1940 la Asociación de Periodistas y escritores Puertorriqueños rindió un homenaje público a Julia y a Antonio Coll y Vidal, en el Wadleigh High School Auditorium, en Nueva York. En 1941 se fue a vivir a La Habana. En la Universidad de esa metrópoli se matriculó en cursos de griego, latín, francés, biología, antropología, sociología, psicología, higiene mental, didáctica...

    La relación con Juan Isidro llegó a su final en 1942. Tras esa decepción amorosa decidió partir hacia la ciudad de los rascacielos, en donde deambuló en busca de empleo. Durante algún tiempo trabajó como inspectora de óptica, empleada de un laboratorio químico, vendedora de lámparas, oficinista y costurera.



    Póstumamente se publicaron El mar y tú y otros poemas (1954) y Yo misma fui mi ruta (1986). Bajo el título de Obra poética el Instituto de Cultura Puertorriqueña recogió su lírica en 1961. Una muestra de sus versos figura en la Antología de la poesía cósmica puertorriqueña, publicada por Manuel de la Puebla en 2002 y en las grandes colecciones de poesía hispanoamericana.

    Julia de Burgos falleció en la ciudad de Nueva York, el 6 de julio de 1953. Aún su muerte estuvo rodeada de misterio. Fue encontrada inconsciente y sin identificación alguna entre la Calle 106 y la Quinta Avenida y falleció al ser trasladada al Hospital de Harlem. Ante la falta de identificación, su cuerpo fue enterrado en una tumba anónima. Posteriormente fue trasladada a Puerto Rico y sepultada en el Cementerio de Carolina, el lugar más cercano posible al Río Grande de Loíza que tanto la apasionó.

    La obra de Julia de Burgos se caracteriza por su singular fuerza, que surge de su apasionado romanticismo que la lleva a desarrollar de una manera mística y metafísica la naturaleza y el amor. La hondura y calidad de su producción poética, su extraordinaria capacidad para reflejar los problemas de la mujer de su tiempo, así como las excepcionales circunstancias que rodearon su vida y su muerte (envueltas en un halo de dolor, enajenación y desarraigo que la había llevado a considerarse como una "desterrada de sí misma"), han hecho de ella una de las figuras más fascinantes no sólo de las Letras puertorriqueñas de la primera mitad del siglo XX, sino de toda la literatura hispanoamericana contemporánea.

    POEMAS


    I
                           Ocaso

    ¡Cómo suena en mi alma la idea
    de una noche completa en tus brazos
    diluyéndome toda en caricias
    mientras tú te me das extasiado!

    ¡Qué infinito el temblor de miradas
    que vendrá en la emoción del abrazo,
    y qué tierno el coloquio de besos
    que tendré estremecida en tus labios!

    ¡Cómo sueño las horas azules
    que me esperan tendida a tu lado,
    sin más luz que la luz de tus ojos,
    sin más lecho que aquel de tu brazo!

    ¡Cómo siento mi amor floreciendo
    en la mística voz de tu canto:
    notas tristes y alegres y hondas
    que unirán mi emoción a tu rapto!

    ¡Oh la noche regada de estrellas
    que enviará desde todos sus astros
    la más pura armonía de reflejos
    como ofrenda nupcial a mi tálamo!


                             II

                      Media noche

    Se ha callado la idea turbadora
    y me siento en el sí de tu abrazo,
    convertida en un sordo murmullo
    que se interna en mi alma cantando.

    Es la noche una cinta de estrellas
    que una a una a mi lecho han rodado;
    y es mi vida algo así como un soplo
    ensartado de impulsos paganos.

    Mis pequeñas palomas se salen
    de su nido de anhelos extraños
    y caminan su forma tangible
    hacia el cielo ideal de sus manos.

    Un temblor indeciso de trópico
    nos penetra la alcoba. ¡Entre tanto,
    se han besado tu vida y mi vida...
    y las almas se van acercando!

    ¡Cómo siento que estoy en tu carne
    cual espiga a la sombra del astro!
    ¡Cómo siento que llego a tu alma
    y que allá tú me estás esperando!

    Se han unido, mi amor, se han unido
    nuestras risas más blancas que el blanco,
    y ¡oh milagro! en la luz de una lágrima
    se han besado tu llanto y mi llanto...

    ¡Cómo mueren las últimas millas
    que me ataban al tren del pasado!
    ¡Qué frescura me mueve a quedarme
    en el alba que tú me has brindado!


                             III

                            Alba

    ¡Oh la noche regada de estrellas
    que envió desde todos sus astros
    la más pura armonía de reflejos
    como ofrenda nupcial a mi tálamo!

    ¡Cómo suena en mi alma la clara
    vibración pasional de mi amado,
    que se abrió todo en surcos inmensos
    donde anduve mi amor, de su brazo!

    La ternura de todos los surcos
    se ha quedado enredada en mis pasos,
    y los dulces instantes vividos
    siguen, tenues, en mi alma soñando...

    La emoción que brotó de su vida
    -que fue en mi manantial desbordado-
    ha tomado la ruta del alba
    y ahora vuela por todos los prados.

    Ya la noche se fue; queda el velo
    que al recuerdo se enlaza, apretado,
    y nos mira en estrellas dormidas
    desde el cielo en nosotros rondando...

    Ya la noche se fue; y las nuevas
    emociones del alba se han atado.
    Todo sabe a canciones y a frutos,
    y hay un niño de amor en mi mano.

    Se ha quedado tu vida en mi vida
    como el alba se queda en los campos;
    y hay mil pájaros vivos en mi alma
    de esta noche de amor en tres cantos...
    Fausto Antonio aybar
    Fausto Antonio aybar


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    Mensaje por Fausto Antonio aybar Miér 12 Nov 2014, 16:26

    Otros poemas de Julia de Burgos.

    ¡Oh mar, no me esperes más!

    Tengo caído el sueño,
    y la voz suspendida de mariposas muertas.
    El corazón me sube amontonado y solo
    a derrotar auroras en mis párpados.
    Perdida va mi risa
    por la ciudad del viento más triste y devastada.
    Mi sed camina en ríos agotados y turbios,
    rota y despedazándose.
    Amapolas de luz, mis manos fueron fértiles
    tentaciones de incendio.
    Hoy, cenizas me tumban para el nido distante.
    ¡Oh mar, no esperes más!
    Casi voy por la vida como gruta de escombros.
    Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre.
    Inútilmente estiro mi camino sin luces.
    Como muertos sin sitio se sublevan mis voces.
    ¡Oh mar, no esperes más!
    Déjame amar tus brazos con la misma agonía
    con que un día nací. Dame tu pecho azul,
    y seremos por siempre el corazón del llanto?

    Victima de luz

    Aquí estoy,
    desenfrenada estrella, desatada,
    buscando entre los hombres mi víctima de luz.

    A ti he llegado.
    Hay algo de universo en tu mirada,
    algo de mar sin playa desembocando cauces infinitos,
    algo de amanecida nostalgia entretenida en imitar palomas...

    Mirarte es verme entera de luz
    rodando en un azul sin barcos y sin puertos.

    Es inútil la sombra en tus pupilas...
    Algún soplo inocente debe haberse dormido en tus entrañas.

    Eres, entre las frondas, mi víctima de luz.
    Eso se llama amor, desde mis labios.

    Tienes que olvidar sendas,
    y disponerte a manejar el viento.

    ¡A mis brazos, iniciado de luz,
    víctima mía!

    Pareces una espiga debajo de mi alma,
    y yo, pleamar tendida bajo tu corazón.


    Estoy sencilla como la claridad...
    Nada me dice tanto como tu nombre
    repetido de montaña a montaña
    por un eco sin tiempo que comienza en mi amor
    y rueda hasta el infinito...


    Transmutación

    ¡Tú...!
    Casi paloma erguida
    sobre un mundo de alas
    que has creado en mi espíritu.

    Tú lo dominas todo para mi claridad.
    Y soy simple destello en albas fijas
    amándote...

    Ningún viento agitado seduce mi reposo
    de ternuras naciendo y apretándose
    entre tu mano
    y mi sollozo.

    Una afluencia de ríos por nacer, y golondrinas mudas,
    se estrecha contra mí
    allí donde tu alma me dice al corazón
    la palabra más leve.

    Mis pies van despegados de rastros amarillos
    y escalan techos infatigados de mariposas
    donde el sol, sin saberlo, se ha visto una mañana,
    deslumbrante...

    Para amarte
    me he desgarrado el mundo de los hombros,
    y he quedado desierta en mar y estrella,
    sencilla
    como la claridad.

    Aquí no hay geografía para manos ni espíritu.
    Estoy sobre el silencio y en el silencio mismo
    de una transmutación
    donde nada es orilla...


    De Julia de Burgos a Julia de Burgos

    Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga
    porque dicen que en verso doy al mundo mi yo.
    Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de burgos.
    La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz
    porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más
    profundo abismo se tiende entre las dos.
    Tú eres fria muñeca de mentira social,
    y yo, viril destello de la humana verdad.
    Tú, miel de cortesana hipocresías; yo no;
    que en todos mis poemas desnudo el corazón.
    Tú eres como tu mundo, egoísta;
    yo no; que en todo me lo juego a ser lo que soy yo.
    Tú eres sólo la grave señora señorona; yo no,
    yo soy la vida, la fuerza, la mujer.
    Tú eres de tu marido, de tu amo; yo no;
    yo de nadie, o de todos, porque a todos, a
    todos en mi limpio sentir y en mi pensar me doy.
    Tú te rizas el pelo y te pintas; yo no;
    a mí me riza el viento, a mí me pinta el sol.
    Tú eres dama casera, resignada, sumisa,
    atada a los prejuicios de los hombres; yo no;
    que yo soy Rocinante corriendo desbocado
    olfateando horizontes de justicia de Dios.
    Tú en ti misma no mandas;
    a ti todos te mandan; en ti mandan tu esposo, tus
    padres, tus parientes, el cura, el modista,
    el teatro, el casino, el auto,
    las alhajas, el banquete, el champán, el cielo
    y el infierno, y el que dirán social.
    En mí no, que en mí manda mi solo corazón,
    mi solo pensamiento; quien manda en mí soy yo.
    Tú, flor de aristocracia; y yo, la flor del pueblo.
    Tú en ti lo tienes todo y a todos se
    lo debes, mientras que yo, mi nada a nadie se la debo.
    Tú, clavada al estático dividendo ancestral,
    y yo, un uno en la cifra del divisor
    social somos el duelo a muerte que se acerca fatal.
    Cuando las multitudes corran alborotadas
    dejando atrás cenizas de injusticias
    quemadas, y cuando con la tea de las siete virtudes,
    tras los siete pecados, corran las multitudes,
    contra ti, y contra todo lo injusto
    y lo inhumano, yo iré en medio de
    ellas con la tea en la mano.

    Fausto Antonio aybar
    Fausto Antonio aybar


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    Mensaje por Fausto Antonio aybar Miér 03 Dic 2014, 17:08

    Amigos poetas, dejo la última acotación realizada por el poeta dominicano León David sobre la trayectoria literaria de la poeta Julia de Burgos, este articulo fue publicado en la prensa dominicana.

    Nuestro encomiástico abordaje a la producción lírica de Julia de Burgos está por concluir. Y a estas alturas de la eufórica singladura que nos condujera mar adentro hacia las distintas latitudes de su admirable creación literaria, no juzgo improcedente hacer énfasis en un detalle en modo alguno accidental concerniente a la ponderación que hemos llevado a cabo, detalle que es resorte del vilipendiado sentido común no perder de vista; me refiero a dos fatales insuficiencias que lastran los conceptos traídos a la tribuna de estas páginas: la primera de ellas se vincula a la circunstancia asaz penosa de que las observaciones con las que haciendo alarde de excesiva desenvoltura e impremeditación fui salpicando el inocente papel de esta libreta, no condicen con los métodos y rigurosos protocolos propios de respetable investigación académica, ni cuentan tampoco con el respaldo de plumas autorizadas cuyos dictámenes sobre la obra de de Burgos coincidan con las apreciaciones que cálamo currente fuera mi deslumbramiento perpetrando; de manera que con la mira puesta en sustraer los encarecimientos a que me he consagrado al seguro vituperio de la crítica especializada de un lado, y a la incomprensión del aturdido lego, del otro, sólo se me ocurre aducir que lo que me espoleara a escribir este ensayo apologético es aquella firme roca en la que arraiga y halla soporte cualquier genuina y fervorosa aclamación: el arrobamiento ante las paradigmáticas prendas de la obra escoliada, con cuyos fecundos vislumbres sentimos una afinidad secreta y central; y la segunda insuficiencia a que líneas atrás hiciera mención estriba en el hecho de que si prima facie diez específicas apuntaciones acerca de muy concretos aspectos del lenguaje poético de Julia de Burgos no los reputaría nadie por escasos, me veo compelido a aceptar la verdad de que los comentarios a que ha dado pábulo el rutilante verso de la escritora borinqueña, lejos de agotar las crecidas bondades con que nos favorece, acaso deje en la sombra caudalosas facetas de su expresión cuya valía y alcance mi obtuso intelecto se reveló incapaz de percibir.

    Sea lo que fuere, impuesto estoy de que mis anotaciones sobre el estilo literario de tan singular aeda con las que, abusando de la civilidad de los lectores, he borrajeado cuartilla tras cuartilla arregostado a la expectativa de que las conjeturas explayadas aquí no sean tenidas por planteos descabellados ni truismos, convencido estoy, repito, de que cuando menos con irrecusable claridad de una cosa darán testimonio: de la fascinación que en mí provoca el armónico fluir de su palabra, en virtud de lo cual sobre colocarla en el solio privilegiado de mis poetas preferidos, la conceptúo y reconozco como una de las voces mayores de la lírica en lengua castellana.

    Empero, no embargante las insuficiencias a que vengo de aludir en el excurso que antecede (cuyo origen no ha de buscarse en otra parte que en la impericia de mi cálamo), va de suyo que para dar remate a las reflexiones que este papel hospeda sin incumplir lo que el título de las mismas proclama, es de rigor que añada a las nueve acotaciones hasta ahora pergeñadas, una postrera, la décima, objetivo al que incontinenti se enderezará este conato de valoración que el populoso gremio de mis detractores tildará –no es laborioso anticiparlo- de insustancial y caprichoso.

    Entre las felicidades del discurrir poético de la magna cantora de Puerto Rico, que tal vez con muy errada puntería me empeñara en poner de resalto a lo largo de este escrito, la que a continuación mencionaré es de justicia no considerarla secundaria o episódica. Pues la cualidad de su producción literaria en la que aspiro concentremos diligentemente nuestra atención ahora es nada más y nada menos que la que denominaré “sostenida inspiración de su verso”. En efecto, cualquiera de los escasos aficionados a la lectura de poemas con los que de higos a brevas todavía topamos –se trata de una especie en vías de extinción- en salones, librerías y tertulias habrá sin duda constatado que en un poemario decoroso, merecedor de que visitemos sus páginas, de ordinario junto a composiciones de muy lograda elaboración que de inmediato ganan nuestro favor y simpatía, cobíjanse otras, casi siempre más numerosas, que por desmayadas nos desalientan e incomodan. Por lo demás, la presencia en un mismo libro de poemas afortunados alternando con otros medianos, flojos o, peor aún, asiduamente desaliñados, no es tan solo condición de las trovas de líricos menores o de plumas bisoñas. Poetas de mucho viso -cuyos nombres, en reconocimiento de su innegable grandeza, mi gratitud insiste en omitir-, han incurrido en la escandalosa práctica de obsequiarnos versos de impoluta dignidad yuxtapuestos a otros de insufrible fisonomía.

    Pues bien, soy del número de los que entienden que la perturbadora desigualdad que en punto a excelencia estética acusan no pocas obras de celebradas péndolas es penuria con la que no vamos a tropezar en ninguno de los tres libros que reúnen la poesía de Julia de Burgos. Porque si algo se me hace a ojo grueso patente es que el conjunto de la creación lírica de Julia mantiene un nivel superior y parejo de expresivas virtudes. Y tan venturosa ocurrencia, para cuya comprobación no es menester otra iniciativa que leer la totalidad de lo que escribió, sería inexcusable descuido que la dejásemos en la estacada.

    Hasta donde estoy enterado, por lo que hace a su vida, demasiado breve (a la que, habida cuenta de la naturaleza y objetivos de este escrito, no he tenido que referirme), los infortunios superaron con creces los breves períodos de entusiasmo, júbilo y sosiego. Pero tanto de los momentos de radiante felicidad como de los de más sombría angustia y decepción supo el plectro de la puertorriqueña extraer el oro resplandeciente de su maravillosa, de su inmarcesible poesía. Y eso es lo que cuenta… El ser humano es imperfecto. Hasta en las vidas de los creadores de más descollante genialidad no tardan en aparecer, siempre que se los busque, máculas y defectos. Hasta el sol tiene manchas… Pero ningún desacierto, limitación o falta que logre el biógrafo detectar por lo que atañe a la conducta de tan proceros individuos en la esfera privada de la cotidianidad podría empañar su gloria. Bien asentada está la de Julia. Y en razón de su excepcional legado, cuando indaguemos en su historia personal no olvidemos ni por un minuto que la memoria de la poesía extraordinaria que nos dio exige algún miramiento de nuestra gratitud en el modo de explicar sus flaquezas.
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    Mensaje por Fausto Antonio aybar Mar 09 Dic 2014, 16:25

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