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    Mensaje por Liliana Aiello Jue 06 Jun 2024, 10:55

    Aquí están tus recuerdos

    Aquí están tus recuerdos:
    este leve polvillo de violetas
    cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
    tu nombre,
    el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
    el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
    mi infancia, tan cercana,
    en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
    y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
    entre los matorrales de la sombra.

    Todo siempre es igual.
    Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
    todo siempre es igual.
    Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
    la húmeda llanura para tus pies furtivos,
    la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
    las antiguas leyendas,
    la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

    -¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
    ¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
    Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
    y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
    tan deslumbrante y claro.

    ¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
    por algún paisaje que he querido?
    ¿Recuerdas todavía la nevada?

    ¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
    tu morada de hierros y de flores!
    Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
    extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
    tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
    después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
    la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

    Espera, espera, corazón mío:
    no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
    Otra vez, otra vez, corazón mío:
    el roce inconfundible de la arena en la verja,
    el grito de la abuela,
    la misma soledad, la no mentida,
    y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.

    El retoque final

    Es este aquel que amabas.
    A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
    a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado a ciegas tu destino,
    a estas manos mezquinas que apuestan a pura tierra su ganancia,
    consagraste los años del pesar y de la espera.
    Ésta es la imagen real que provocó los bellos espejismos de la ausencia:
    corredores sedosos encandilados por la repetición del eco,
    por las sucesivas efigies del error;
    desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia el recuperado paraíso,
    cuartos a la deriva, cuartos como de plumas y diamante
    en los que te probabas cada noche los soles y las lluvias de tu siempre jamás,
    mientras él sonreía, extrañamente inmóvil, absorto en el abrazo de la perduración.
    Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
    él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
    él te llamaba por tu verdadero nombre.
    Construcciones en vilo,
    sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
    por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
    cárceles de la dicha, cárceles insensatas que el mismo Piranesi envidiaría.
    Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
    una palabra fría como la lija y la sospecha,
    y esa urdimbre de lámpara y vapor se desmorona con un crujido de alas,
    se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
    Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la profanación.
    Querrías incendiar los fantasiosos depósitos de ayer,
    romper las maquinarias con que fraguó el recuerdo las trampas para hoy,
    el inútil y pérfido disfraz para mañana.
    O querrías más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
    no haber visto jamás al que no fue.
    Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las últimas nieblas,
    habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez todavía,
    la inevitable cinta de toda tu existencia.
    Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
    él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
    con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.

    Para este día

    Reconozco esta hora.
    Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
    la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
    haciendo retroceder mis bosques encantados,
    mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
    con sólo trazar un signo en el silencio,
    con sólo cortar el aire con su mano.
    Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
    que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
    y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
    que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
    Hora desencarnada,
    color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
    igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
    ¿Y era su propio heraldo,
    el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
    la anunciación de dar a luz las sombras?
    No supe descifrar su profecía,
    ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
    ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
    desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
    allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
    aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
    en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
    y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
    que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
    que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
    Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.

    [b]En el final era el verbo


    Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
    humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
    así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
    Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
    fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
    Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
    nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
    Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
    o que fundaba mundos de visiones sin fondo
    para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
    ¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
    ¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
    Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
    cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
    pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
    y a prescindir de mí hasta el último nudo.
    Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
    urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
    reversos donde el misterio se desnuda,
    donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
    sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
    Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
    traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
    bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
    Miraba las palabras al trasluz.
    Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
    Quería descubrir a Dios por transparencia.

    Con esta boca, en este mundo


    No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
    aunque me tiña las encías de color azul,
    aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
    aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
    y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

    Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
    ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
    y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
    ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
    donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

    Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
    Hemos hablado demasiado del silencio,
    lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
    como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
    el triunfo del vocablo con la lengua cortada.

    ¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
    He dicho ya lo amado y lo perdido,
    trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
    A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
    retumban, se propagan como el trueno
    unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
    Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
    Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
    cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
    [/b]


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    Olga Orozco Empty Re: Olga Orozco

    Mensaje por Amalia Lateano Jue 06 Jun 2024, 13:09

    Pongo en el aire mis aplausos y agradecimiento por este aporte:

    Creo que puede interesar:

    Nacida Olga Nilda Gugliotta Orozco, era hija de Carmelo Gugliotta, un siciliano de Capo d'Orlando y de la argentina Cecilia Orozco. Pasó sus primeros años entre Toay (La Pampa) y Buenos Aires. En 1928, la familia se mudó a Bahía Blanca y ocho años más tarde a Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de maestra. Desde muy joven fue una de las integrantes del grupo literario surrealista, al cual pertenecían a su vez, entre otros, Oliverio Girondo y Ulises Mezzera.

    Trabajó en periodismo empleando varios seudónimos y dirigió, también, algunas publicaciones literarias. Así, colaboró en la revista Canto que dirigía su primer esposo, el poeta Miguel Ángel Gómez y reunía a la llamada Generación de 1940. Por esa época hacía comentarios sobre teatro clásico español y argentino en Radio Municipal; fue actriz teatral (encarnó el personaje de Mónica Videla entre 1947 y 1954) y trabajó en Radio Splendid en la compañía de Nydia Reynal y Héctor Coire. En los años sesenta fue redactora en la revista Claudia y organizó el horóscopo del diario Clarín entre los años 1968 y 1974.

    Formó parte de la generación «Tercera Vanguardia», de marcada tendencia surrealista, y basó su producción poética en la influencia que en ella ejercieran San Juan de la Cruz, Arthur Rimbaud, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Czeslaw Milosz y Rainer Maria Rilke. Lo más importante de su producción se encuentra en los poemarios, de alguna manera prolongados en un libro de prosas poéticas narrativas La oscuridad es otro sol (1967).

    La influencia de los relatos en boca de su abuela María Laureana la llevaron a desarrollar una poética en donde la infancia es una puerta iniciática. Su vínculo con el tarot la lleva a escribir poemas como "Cartomancia" o "Para destruir a la enemiga". Olga Orozco ritualiza cada gesto vinculado con el acto de escribir. Así, por ejemplo, solía repetir en entrevistas que acostumbraba escribir con una piedra en cada mano. Una traída de donde nació su padre, otra de la tierra de su madre y una tercera que le había obsequiado un amigo de la infancia cuando se muda de Toay a Bahía Blanca.

    Orozco se caracteriza por una inteligencia sutil que le permite una extraordinaria capacidad para recurrir a los tropos —una característica suya es el uso frecuente y logrado que hace del oxímoron—; también sabe hacer uso de versículos en los que desarrolla una especial y visionaria imaginación pródiga en expresiones, siendo sus temas frecuentes la evocación de la niñez, que asimila con la época del paraíso perdido, la adolescencia - época de la develación - o, en última instancia, el recurso de la memoria en donde el tiempo parece a resguardo y recuperable ante la muerte.

    Su gran amor fue el arquitecto Valerio Peluffo, con quien se casó en 1965. Después de la muerte de Peluffo, acaecida en 1990, le dedicó el poema:
    En la brisa, un momento, que contiene los siguientes versos: Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel /
    esa larga fisura por donde te fuiste, /
    ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir, /
    acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca, /
    como después del paraíso que perdimos, /
    y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres, / esos que solamente Dios conoce, /
    y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia / cubriendo las respuestas que callamos, /
    incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.

    Deceso

    Orozco falleció de un paro cardíaco a los 79 años el domingo 15 de agosto de 1999 a las 21:20 de la noche en el sanatorio Anchorena, en Buenos Aires.

    Desde 1994 funciona en Toay la Casa Museo Olga Orozco, en la que se realizan actividades culturales en torno a la obra de la poeta y en la que se puede consultar su biblioteca.4​5​

    Su obra tiene proximidad con las de sus compatriotas y coetáneos Enrique Molina y Alberto Girri.

    Muchas gracias Lili por este aporte tan enriquecedor.

    Un beso
    Amalia

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    Mensaje por Liliana Aiello Jue 06 Jun 2024, 13:11

    gracias Amalia, claro que sirve y mucho tu aporte, admiro a esta poeta muchísimo, besos

    Lili


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    Mensaje por cecilia gargantini Jue 06 Jun 2024, 14:25

    Gracias Lili por abrir el espacio, para una de las más grandes que tuvimos.
    Gracias Amalia por tu aporte.

    Yo tuve la suerte de conocerla en un ciclo sobre poesía que dio en la Biblioteca Nacional. Incluso llevé a alumnos en alguna ocasión. Un verdadero lujo!!!!!!

    Gracias nuevamente y besossss para ambas
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    Mensaje por Maria Lua Jue 06 Jun 2024, 14:36

    "No supe descifrar su profecía,
    ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
    ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
    desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
    allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;"


    Gracias, Lili!
    Me ha encantado conocer a Olga Orozco!
    Besos
    Maria Lua


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
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    (Hánjel)





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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 09 Jun 2024, 07:03

    Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
    él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
    con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.


    TRASCENDENCIA Y BELLEZA DE LA MANO. POR TANTO, UN S.C. ME PARECE LO MÁS ADECUADO.

    PERDÓNAME, MI QUERIDA LILÍ. LA GRAN ESCRITORA ARGENTINA OLGA OROZCO, FALLECIÓ EN 1999, CREO. ELLO ME HACE PENSAR QUE SU LUGAR NATURAL ES EL DE GRANDES AUTORES FALLECIDOS. y NO ESTE SUBFORO.

    PERO COMO TÚ LO VEAS MEJOR.

    BESOS


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