Charles Simic (Belgrado, 9 de mayo de 1938 - Dover, Estados Unidos, 9 de enero de 2023) fue un poeta serbioestadounidense. Recibió el Premio Pulitzer de Poesía por El mundo no se acaba en 1990 y fue finalista para el mismo galardón en 1986 por Selected Poems, 1963-1983 y en 1987 por Unending Blues. Fue nombrado el decimoquinto poeta laureado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en 2007.
Premios
Ha sido galardonado con numerosos premios, entre ellos, el Premio Pulitzer en 1990, la «beca al genio» de la Fundación MacArthur, el Griffin International Poetry Prize y el Wallace Stevens Award. Entre octubre de 2007 y mayo de 2008 fue Poeta Laureado de EE. UU. Escribía una columna sobre poesía y arte en el blog de The New York Review of Books.
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*
Algunos poemas de Charles Simic:
De Selected Early Poems:
MIEDO
El miedo pasa de hombre a hombre,
de forma desconocida,
como una hoja pasa su escalofrío
a otra.
De repente, todo el árbol está temblando,
y no hay señal alguna del viento.
POEMA SIN TÍTULO
Le digo al plomo
¿por qué te permitiste
ser fundido para ser bala?
¿Te has olvidado de los alquimistas?
¿Has perdido la esperanza
de convertirte en oro?
No contesta nadie.
Plomo. Bala.
Con nombres como estos
el sueño es largo y profundo.
EL PÁJARO
Un pájaro me llama
desde un árbol muy alto
en mis sueños,
me llama desde la ramita rosada de la luz del día,
desde la alargada sombra
que se acerca cada noche una pulgada más a mi corazón
me llama desde los confines del mundo.
Lo escucho en mis sueños.
Los tiñe de rojo.
Le doy mi aliento.
Y él lo convierte en hojas que susurran.
Me llama desde la nube más alta,
su canto
es como un fósforo que titila
en una tumba nueva
*
Pájaro, moldeado
como el interior
de una boca que bosteza.
Al alba,
cuando el cielo se vuelve claro y luciente
como el agua con la que
se bautiza a un niño pequeño,
subí hasta donde te encontrabas.
La tierra se hacía más pequeña bajo nosotros,
el vacío absoluto
enfrió mis pies,
y después mi corazón.
*
Más tarde, eché una cabezada
en el bosque,
acurrucado en un pequeño claro
entre las flores salvajes
y soñé que
el ojo severo
de aquel pájaro
me vigilaba mientras dormía.
EL LUGAR
Estaba hablando sobre la guerra
con la mesa todavía sin recoger.
Al otro lado de la calle, la primera ventana
de la noche estaba ya iluminada.
Él se sentó, encorvado, en silencio,
el viejo miedo le invadía otra vez...
Volviéndose más oscuro. Ella se levantó para tomar un plato
-completamente limpio- y fue a la cocina.
Afuera, en los campos, en el bosque,
un pájaro pronunciaba proverbios.
Un Papa salió para conocer a Atila,
la cuneta estaba lista para el pelotón de fusilamiento.
LA LECCIÓN
Se me ocurre ahora
que durante todos estos años
he sido el pupilo idiota
de un práctico bromista.
Diligentemente
y con necia reverencia
escribía
lo que creía que eran
sus sabios consejos
en lo referente
a mi vida en la tierra.
Como un loro
recitaba las fechas
de guerras y revoluciones.
Me regocijé
con la muerte de mis torturadores.
Y me convencí incluso
de que su número
estaba disminuyendo.
Me parecía
que poco a poco
mi maestro me estaba revelando
un patrón,
que lo que me habían dicho
era la intrincada trama
de una novela picaresca
por fascículos,
y que las últimas páginas
estarían dedicadas
enteramente
a las evocaciones líricas
de la naturaleza.
Desafortunadamente,
con el tiempo,
empecé a detectar en mí mismo
una incapacidad
de olvidar incluso
el detalle más irrelevante.
Me detenía cada vez más
en los principios:
El corte de pelo de un soldado
que estaba orinando
contra nuestra valla;
las sombras delos árboles en el techo
el día
en el que mi madre y yo
no teníamos nada que comer...
De algún modo,
no pude lograr que pasara
aquel tren de la prisión
que me mantenía despierto
cada noche.
No pude lograr que aquel silbato
que retumbaba
abandonara mi cabeza...
En esta aula
austeramente amueblada
por mi insomnio,
en el escritorio que consiste
en mis dos rodillas,
por primera vez
en este largo y aterrador
aprendizaje.
Me dio por reír.
¡Perdónenme todos ustedes!
Al recordar a mi tío
cargando una barricada
con una bomba de fabricación casera,
me dio por reír.
PRODIGIO
Crecí inclinado
sobre un tablero de ajedrez.
Amaba estas dos palabras; jugada final.
Todos mis primos parecían inquietos.
Estábamos en una casa pequeña
junto a un cementerio romano.
Los aviones y los tanques
hacían temblar las ventanas.
Un profesor de astronomía jubilado
me enseñó a jugar.
Debía de ser el año 1944.
Sobre el tablero que usábamos
la pintura casi se había desprendido
de las piezas negras.
Faltaba el rey blanco
y tuvimos que buscarle un sustituto.
Me dijeron, aunque no me lo creo:
que aquel verano presencié
hombres colgados de los postes telefónicos.
Recuerdo que mi madre
me tapaba los ojos a menudo.
Tenía un método para meterme la cabeza
de manera inesperada bajo su gabardina.
Me contó el profesor que también en el ajedrez
los maestros juegan con los ojos tapados,
los más grandes en varios tableros
al mismo tiempo.
PRIMOGÉNITO DEL SPLEEN
La Virgen madre caminaba descalza
entre las minas terrestres.
Llevaba a un anciano en sus brazos
como a un bebé que llora.
La tierra era una residencia de ancianos.
Judas era la enfermera nocturna,
vaciando las palanganas en el río Jordán,
atando a las personas con las cadenas de un perro.
El viejo tenía dos muñones por piernas.
San Pedro llegó empujando un carro
cargado de alfombras voladoras.
Pero no eran alfombras voladoras.
Eran montones de pañales sangrientos.
Los Reyes Magos se araron por allí
para limpiarse las uñas con bayonetas.
El viejo le dio a la pequeña María Magdalena
el trozo roto de un espejo.
Ella se escondió en la letrina de la iglesia.
Cuando tuvo sed. lamió
el vapor del cristal.
Eso nos deja a José. Pobre José,
de pie desnudo en la nieve.
Sólo tenía una rata
para cargar con su equipaje.
La rata no huiría a su madriguera.
Incluso cuando se encendieron los focos
en lo alto de las torres de vigilancia:
y pillaron a todos allí de pie.
FÁBRICA DE JUGUETES
Mi madre trabajaba aquí,
y también mi padre.
En el turno de noche.
En la cadena de montaje,
les dan cuerda a los juguetes
para inspeccionar sus muelles.
Los siete miembros de juguete
del pelotón de fusilamiento
apuntan con sus rifles,
y los bajan enseguida.
El que ha sido disparado
cae y se levanta,
cae y se levanta,
la venda de los ojos está recién pintada.
Los sepultureros de juguete
no trabajan tan bien.
Sus palas son pesadas,
sus palas son mucho más pesadas.
¿Quizás como se supone
que tienen que serlo?
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