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    Mensaje por Maria Lua Sáb Mayo 06, 2023 4:05 pm

    DARCY RIBEIRO



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    Darcy Ribeiro (Montes Claros, Minas Gerais, 26 de octubre de 1922 - Brasilia, 17 de febrero de 1997) fue un intelectual y político brasileño conocido por sus trabajos en educación, sociología y antropología.

    Biografía

    Se formó como antropólogo en la Universidad de São Paulo (1946), dedicando los primeros años de su carrera profesional al estudio de los indígenas brasileños (hasta entonces, bastante desconocidos). Adquirió prestigio trabajando como consultor sobre dicho tema para la Unesco y la OIT. En los años siguientes fundó la Universidad de Brasilia, de la que fue su primer Rector.

    Fue ministro de Educación en el fugaz Gobierno parlamentario de Hermes Lima (1962-1963). Posteriormente fue nombrado ministro de la Casa Civil del presidente João Goulart. Su carrera política padeció, sin embargo, un brusco frenazo como consecuencia del Golpe de Estado militar de 1964.

    Hubo de exiliarse. Permaneció doce años (hasta 1976) fuera de su país. Recorrió América Latina asesorando a diversos Gobiernos (como el de Juan Velasco Alvarado en Perú o el de Salvador Allende en Chile) en cuestiones educativas, fundamentalmente ligadas a la reforma universitaria. Desplegó, en paralelo, una intensa labor intelectual orientada a lo que él mismo definió como Antropología de la civilización.

    A su regreso a Brasil, tras la dictadura, contribuyó a la creación –en 1980– del Partido Democrático Trabalhista (PDT)). En las listas de dicho partido fue elegido Vicegobernador (1983-1987) del Estado de Río de Janeiro. ( con el Gobernador Leonel de Moura Brizola) Su medida más importante fue la apertura de hasta 500 Centros Integrados de Enseñanza Pública, un –por entonces– innovador proyecto pedagógico intensivo, orientado a niños y adolescentes, que combinaba educación formal y no formal.

    En 1986 fue candidato a la Gobernatura del Estado de Río de Janeiro pero perdió las elecciones. En 1991 logró ser elegido, sin embargo, senador federal por ese mismo Estado. Mantuvo el cargo hasta su muerte ocurrida –tras una larga agonía cancerosa– en 1997. Una vez desaparecido fue reconocido y admirado, incluso, por sus adversarios.

    Pertenecía -desde 1993- a la Academia Brasileña de las Letras. A lo largo de su vida recibió doctorados 'honoris causa' por la Universidad de Copenhague, la Universidad de la República del Uruguay, la Universidad Central de Venezuela y la Universidad de Brasilia.




    Darcy Ribeiro es uno de los mayores intelectuales brasileños de todos los tiempos. Sus obras han sido traducidas al inglés, español, francés, alemán, italiano, hebreo, húngaro, polaco y checo. Estas son -divididas por temas- algunas de las más importantes (el título traducido no implica que estén traducidas al español):

    Etnología
    Culturas e idiomas indígenas de Brasil - 1957
    Arte plumífero de los indios Kaapo - 1957
    La política indigenista brasileña - 1962
    Los indígenas y la civilización - 1970
    Uira marcha a la búsqueda de Dios - 1974
    Configuraciones histórico-culturales de los pueblos americanos - 1975
    Suma etnológica brasileña - 1986 (colaboración - 3 vols.).
    "Diarios Índios - Los Urubus-Kaapor" - 1996.
    Antropología
    El proceso civilizatorio: etapas de evolución socio-cultural - 1978
    Las Américas y la civilización: proceso de formación y causas del desarrollo cultural desigual de los pueblos americanos - 1970
    El dilema de América Latina: estructuras de poder y fuerzas insurgentes - 1978
    Los brasileños: teoría del Brasil - 1972
    Los indígenas y la civilización: la integración de los pueblos autóctonos en el Brasil moderno - 1970
    The Culture - Historical Configurations of the American Peoples - 1970 (edición brasileña de 1975).
    El pueblo brasileño: la formación y el sentido de Brasil -1995.
    Novelas
    Maíra - 1976
    El mulo - 1981
    Utopía salvaje - 1982
    Migo -1988.
    Ensayos
    Kadiwéu - Ensayos antropológcos sobre el saber, el azar y la belleza - 1950
    Configuraciones histórico-culturales de los pueblos americanos - 1975
    Sobre lo obvio: ensayos insólitos - 1979
    A trancas y barrancas: cómo Brasil debe lo que no debe - 1985
    América Latina: la patria grande - 1986
    Testimonio - 1990
    A fundación de Brasil - 1500/1700 - 1992 (colaboración)
    Brasil como problema - 1995
    Nociones de cosas - 1995.
    Educación
    Plan estratégico de la Universidad de Brasilia - 1962
    La Universidad necesaria - 1969
    Propuestas acerca de la renovación - 1970
    Université des Sciences Humaines d'Alger - 1972
    La Universidad peruana - 1974
    UnB - Invención y descarrilamiento - 1978
    Nuestros colegios son una calamidad - 1984
    Universidad en el Tercer Milenio: Plan Estratégico de la Universidad Estatal del Norte Fluminense" - 1993.
    Enlaces externos
    Fundación Darcy Ribeiro
    Biografía y bibliografía (en portugués)


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    ************************


    El centenario de Darcy Ribeiro y el rescate de la utopía



    FABRICIO PEREIRA DA SILVA

    En tiempos de incredulidad en Brasil, de secuestro de nuestros símbolos nacionales por parte de la extrema derecha más violenta y reaccionaria, puede ser una buena estrategia revisitar un pasado en el que teníamos futuro. Darcy Ribeiro merece ser leído y releído. Fue más que el inventor de la Universidad de Brasilia, del Museo del Indio, del Sambódromo de Río de Janeiro, del Memorial de América Latina, de la Ley de Directrices y Bases de la Educación Brasileña. Fue uno de los pensadores más creativos de América Latina. La lectura de Darcy rescata la fe en que Brasil y la región pueden ser viables y que podemos tener un lugar en el futuro.

    Recordemos a Darcy Ribeiro (1922-1997), cuyo centenario de nacimiento se celebrará ampliamente el próximo año. Se ha previsto desde un Seminario Internacional (titulado “100 años de Darcy Ribeiro: intelectualidad y pensamiento crítico latinoamericano”) hasta reediciones de su obra y presentaciones de libros que reflexionarán sobre su legado creativo.

    Un brasileño que se descubrió a sí mismo como latinoamericano

    Darcy Ribeiro fue uno de los primeros brasileños en asumir una identidad latinoamericana, rompiendo con la tradición brasileña de aislamiento en la región. Esto comenzó con su exilio en varios países de la región entre 1964 y 1976, en Uruguay, Chile, Venezuela y Perú. Ministro de Educación y Jefe de la Casa Civil de João Goulart, se exilió inmediatamente después del golpe militar de 1964. A partir de ahí desarrolló su identidad latinoamericana, compatible con la brasileña.

    Para Darcy, lo que garantizaba la unidad latinoamericana era la herencia ibérica de la colonización, que nos había legado un papel subordinado en el mundo. Pero algo positivo dejó la herencia ibérica, además de la unidad entre tantos pueblos, entre tanta gente en territorios tan extensos, fruto del mismo proceso civilizador ibérico: el mestizaje.

    Este mestizaje, que se produjo sobre la base de la violencia y el racismo, dio lugar a pueblos mestizos que, por lo tanto, estarían bien posicionados para el futuro. Habiendo recibido lo mejor de las herencias blanca, negra e indígena, América Latina podría salvar a Occidente, gestando aquí una nueva civilización más solidaria, más abierta y más amorosa. Somos pobres, pero estamos empezando. Mejor una “pobreza inaugural” que una “opulencia terminal”. “Tenemos todo un mundo que rehacer”, afirmó Darcy.

    No es que este futuro fantástico proyectado por Darcy fuera el proyecto original de los colonizadores portugueses y españoles. Su intención era explotar y exterminar las tierras y los pueblos que aquí se encontraban. Los pueblos mestizos derivados no nacieron de ninguna bondad o gentileza de los portugueses y españoles. Darcy consideró que nuestras élites eran y son canallas, etnocidas y genocidas. El brillante futuro que tendríamos sería entonces una consecuencia no intencional de la colonización.

    El último gran intérprete de Brasil

    Su mayor obra, O Povo Brasileiro (1995), fue también su testamento. Llevaba escribiendo, reescribiendo y desechando pasajes de este libro desde los años 50. Cuando se dio cuenta de que padecía un cáncer terminal, escapó del hospital saltando por una ventana para terminar el libro. Allí Darcy es anticolonial, anticipando a veces el pensamiento decolonial. Produce una decisiva denuncia del colonialismo y del eurocentrismo, que siguen vigentes a través de una vieja e ignorante élite brasileña que sólo busca copiar el pensamiento de los demás.

    Para entender la formación de Brasil según Darcy, es fundamental comprender que los encuentros (consentidos o no) entre portugueses y nativos formaron ese primer “hombre nada”. Los hijos de estos encuentros no podían identificarse como los indios que despreciaban, ni como los portugueses que los despreciaban.

    Esta “nadiedad” que es el “brasilindio” recibió después la contribución de otra “nadiedad”: los descendientes de los negros esclavizados. Desafricanizados por la esclavitud, “o eran brasileños o no eran nada, ya que la identificación con el indio, el africano o el brasileño-indio era imposible”.

    Así, se estaba formando una nueva identidad: la brasileña. Un nuevo pueblo que no compartiera el pasado europeo, que no tuviera en su presente una repetición retardada del pasado europeo, y que de este modo sólo pudiera tener un nuevo futuro. Darcy entendió la historia a partir de múltiples desarrollos. Uno de ellos era exactamente la civilización brasileña en formación, parte de una civilización latinoamericana también en formación.

    Toda la violencia de la historia brasileña forjó para Darcy algo hermoso, pero atravesado por contradicciones. Darcy nos recordó que somos hijos de la violencia, descendientes de esclavos y amos de esclavos, “carne de la carne de aquellos negros e indios torturados” y al mismo tiempo “la mano poseída que los torturó”. “La dulzura más tierna y la crueldad más atroz se combinaron aquí para hacer de nosotros la gente sentida y sufrida que somos y la gente insensible y brutal que somos”.

    Sin embargo, tanta violencia podría ser superada en el proceso de construcción de la “Nueva Roma Tropical” que sería Brasil y América Latina, esa “nueva civilización mestiza y tropical, orgullosa de sí misma”. Más alegre, porque más sufrida. Mejor, porque incorpora en sí mismo más humanidades. Más generosa, porque está abierta a la convivencia con todas las razas y culturas, y porque está asentada en la provincia más bella y luminosa de la Tierra”.

    Darcy murió considerándose derrotado: “Intenté alfabetizar a los niños brasileños, pero no lo logré. Intenté salvar a los indios, pero no lo conseguí. Intenté hacer una universidad seria, y fracasé. Intenté que Brasil se desarrollara de forma autónoma y fracasé”. Pero añadió: “los fracasos son mis victorias. No me gustaría estar en el lugar de los que me vencieron”. Si estuviera vivo hoy, se sentiría aún más derrotado en el Brasil actual, e incluso más feliz por no estar en el lugar de los que le vencieron.

    Aunque algunos de sus usos de nociones como mestizaje y civilización puedan ser criticados (y lo son), la visión de Darcy Ribeiro sobre Brasil y nuestra región nos permite proyectar un futuro que es nuestro. Que el rescate de la utopía de Darcy sea una de las bases para la reanudación de nuestra esperanza en días mejores, y que su centenario en 2022 se celebre como un recordatorio de que este país y esta región aún pueden soñar con un futuro brillante.



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    Mensaje por Maria Lua Sáb Mayo 06, 2023 4:08 pm

    Darcy Ribeiro, pensador latinoamericano



    Darcy Ribeiro (Minas Gerais, 1922-Brasilia, 1997) fue un brillante intelectual brasileño que se destacó especialmente en la antropología y la educación. Fue ministro de Educación del fugaz gobierno parlamentario de Hermes Lima en los años ’60 y se exilió luego del golpe militar de 1964. En los años ’90 llegó a ser senador por Río de Janeiro. Su obra de ficción también fue intensa y afectivamente ligada al modernismo y a la tarea de escritores tan destacables como Guimaraes Rosa y Jorge Amado. A quince años de su muerte, Adolfo Colombres, también escritor y antropólogo, traza un mapa de la literatura de Darcy Ribeiro, quizás el primer científico social reconocido como un gran novelista. Sus libros son material de consulta obligatoria para los estudiantes de antropología y sociología en toda América Latina.

    Se dijo que Darcy Ribeiro fue el primero de los científicos sociales, en el concepto moderno del término, que logró ser reconocido como un importante novelista, y no sé si después hubo en Brasil otro caso similar. Aunque Darcy era ya conocido mundialmente como antropólogo y no le habían faltado grandes emociones en este campo, no vaciló en afirmar en una entrevista que la experiencia de la literatura era para él una de las más fuertes de la vida. “En la novela se alcanza con lectores y lectoras un grado de comunicación muy cercano al que sólo se experimenta con el amor”, decía. Y sin vacilar, con el extremismo que lo caracterizaba, agregó: “Yo tiraría a la basura el noventa por ciento de las obras sociológicas y guardaría la novelística. Nadie pintó mejor Brasil que Euclydes da Cunha en Los Sertones y Gilberto Freire en Casa Grande y Senzala. Nadie enseñó tanto sobre Bahía como Jorge Amado”. Y también: “¿Qué sería Inglaterra sin Shakespeare?”.



    El paulista que más llegó a admirar, por su inteligencia y temprano interés en la etnología, era Mário de Andrade, el célebre autor de Macunaíma. Siendo muy joven, arregló una cita con él en una librería de la calle Marconi que tenía al fondo una casa de té, porque preparaba su partida hacia tierras indígenas y quería consultarle algunas cosas. Al llegar, lo encontró hablando con dos trotskistas renombrados, a los que acababa de derrotar en las elecciones universitarias, lo que bastó para que desistiera de tal entrevista, marchándose sin saludar siquiera a ese gran maestro de las letras: como comunista, no podía transigir con esta tendencia tan odiada por el Partido. La vida no le dio otra oportunidad de hablar con él. Tiempo después se hizo amigo de uno de los trotskistas y no pudo más que lamentar este pecado de inmadurez. No es casual por eso que se lo convocase para escribir el prólogo de la edición crítica de Macunaíma, realizada por la prestigiosa Colección Archivos, donde considera a Mário una enciclopedia viva de la herencia indígena y africana del país y asimila a Macunaíma, ese héroe sin ningún carácter “de nuestra gente”, con los héroes civilizadores de condición ambigua que tanto campean en las mitologías de las zonas bajas de América del Sur, verdaderos tricksters que mintiendo, maliciando y engañando se dan todos los gustos, aunque derramando también algunos parabienes para equilibrar la balanza y preservar así su vida. A su juicio, Macunaíma despliega una oralidad deliciosa, la que estalla como una carcajada frente a toda la bobería circunspecta que rodeaba a Mário, apelando al desvarío antropofágico para escapar a tanta europeidad mimética. Aunque luego reconoce que, en la verdad de las cosas, esa autenticidad india era propia de los indios, “quienes ni brasileños son”.



    CON ESPIRITU ANTROPOFAGICO



    Bien se sabe que Mário y Oswald de Andrade lideraron el movimiento modernista brasileño, el que sorteó el servilismo a las mitologías grecolatinas en que cayó el modernismo hispanoamericano, más allá de los toques de sabor local a los que éste condescendió. Mário de Andrade basó Macunaíma en serias investigaciones sobre las mitologías amazónicas y de la Guayana y en estudios folklóricos de la sociedad mestiza, así como en los imaginarios de origen africano y los populares urbanos. El resultado fue un bricolage narrativo que conjugaba tres estilos: uno solemne, épico–lírico, propio de la leyenda; otro de crónica, cómico y desenvuelto; y un último de parodia. Esta novela se presenta así como una obra de gran humanidad y un humor intenso, que apela al juego, pero no para quedarse en él, sino para asaltar desde allí los núcleos del sentido y el drama de nuestra identidad profunda, de una región que hasta la fecha teme definirse como una civilización propia y prefiere insinuarse como una extensión de Occidente. Mário de Andrade quiso hacer con esta bella y fresca obra una alegoría crítica del Brasil, país que estaba abandonando, o pretendía entonces abandonar, el desafío de construir una civilización tropical para emprender rumbos europeizantes.



    Este genuino movimiento literario fue rescatado por Darcy al ingresar a la literatura, aunque el verdadero homenaje a Mário de Andrade no está en Maíra, novela que ideó mientras convivía con los indios, sino en Utopía salvaje, cuyo personaje central, el negro Pitum, es considerado por Darcy un primo de Macunaíma. Ambos comulgan con el espíritu del Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade. Quizá la Academia Brasileña de Letras quiso recuperar esta parte de la historia del arte del país cuando en 1992 invitó a Darcy a integrar sus filas, aun sabiendo que ninguna academia del mundo podía ponerle un chaleco de fuerza y quitarle el filo de su humor, por ver en éste el mejor camino a la verdad.



    Darcy empezó a escribir Maíra, su primera obra literaria, en 1969, estando preso, y la publicó en 1976, a los 54 años, bellamente ilustrada por Poty. Fue aclamada por la crítica no bien apareció y alcanzó diecisiete ediciones en Brasil, sin contar las reediciones, y unas diez traducciones a otras lenguas. Es una novela de hondo contenido trágico, en la que, si bien por momentos da curso al humor, no se acerca –ni pretende hacerlo–- a los desopilantes desafueros de Macunaíma. Su base antropológica está en los kaiowá, pueblo del tronco lingüístico tupí-guaraní, misionalizado tempranamente por los jesuitas, que logró luego reconstruir su cultura, aunque no sin las contradicciones identitarias que genera todo choque cultural. Creían que si danzaban hasta que el cuerpo perdiera gravedad podrían levitar, alcanzando en vida la Tierra Sin Mal, o sea, su anhelado paraíso. Se trata de un imaginario de tanta belleza, que muchos indígenas se suicidaban al verlo seriamente vulnerado por la expansión de las fronteras de la civilización.



    La novela se desarrolla en tres planos narrativos: el de los dioses, el de los indios y el de los blancos. Aunque diferenciados por el tono de la escritura, se integran en un relato coherente. Cabe destacar que el uso de la primera persona en una deidad como Maíra, introduciéndose así el narrador en los pliegues de su conciencia divina, es un recurso muy extraño en la literatura, y a mi juicio excesivo. Maíra contrapone el mundo indígena y el civilizado, aunque centrándose más en la muerte y en el renacimiento posible que viene detrás de ella, que en esa vida concreta a la que apostó siempre Darcy. Y se trata más de una metáfora de la agonía de un pueblo que de unas cuantas personas, el fin de un mundo en cuyo legado residen las claves de la salvación de la humanidad, que pasan por la sana convivencia con la naturaleza.



    Alma, una joven de 27 años, luego de perder a su padre y naufragar en el infierno de la droga, ahogada por el hastío y la falta de sentido de su vida, va a buscar entre los mairuns del río Iparara la llave de la felicidad. Es allí embarazada por un indígena llamado Jaguar y muere en la playa de ese río pariendo gemelos, sin asistencia alguna. La novela juega de este modo con el mito de los gemelos, que para la cultura guaraní da origen al sol y la luna, pero con la triste particularidad de que aquí ya nacen muertos. Otro personaje central es Isaías, un indígena catequizado que regresa a la tribu para asumir la condición de tuxaua (cacique) que heredó. Aunque se esfuerza en recuperar sus antiguos valores, seguirá hasta el final debatiéndose en sus contradicciones. En cuanto a Jaguar, será luego asesinado por una tribu rival.



    Más allá del interés que me suscitó la lectura de esta obra y la escritura de algunos fragmentos, coincido con el antropólogo Renzo Pi Hugarte en que tiene mucho de ensayo novelado, o sea, con demasiadas concesiones al lenguaje antropológico. Cuenta éste que al cometer el error de decírselo, Darcy se quedó callado, con un semblante de tristeza. Al ver el éxito que tuvo después la obra, se convenció –confiesa– de que no era un buen crítico literario. Pero claro que lo era, por su nivel de exigencia en lo que hace al lenguaje específico de la literatura. Yo también alcancé a decirle algo semejante, aunque esto no desmerece la importancia de un texto tan atractivo como novedoso.



    UTOPIA SALVAJE



    Pero como dije, no es Maíra la novela de Darcy que recupera con gran vitalidad la herencia antropofágica del modernismo brasileño, sino Utopía salvaje. Su personaje central es un negro gaúcho apodado Pitum, teniente del ejército brasileño que combate en una apócrifa Guerra Guayana, hasta que una espesa bruma lo aísla de pronto de esa realidad y lo sumerge en el legendario mundo de las amazonas, las belicosas mujeres que instauraron una sociedad sin hombres. Son las icamiabas, tribu de la que fray Gaspar de Carvajal (el apellido de Pitum es también Carvajal) dejó una interesante crónica en el libro de bitácora de la expedición de Francisco de Orellana, cuando en junio de 1541 se encontraron con ellas en la desembocadura del río Jarundá. En su aldea, Pitum es sometido al duro oficio de procreador único, por lo que debía “trabajar” la noche entera, sin que se le permitiera la más mínima elección en cuanto a mujeres y posiciones y sin descanso alguno. Y así estuvo un buen tiempo, convencido de que cuando se cansaran de él lo comerían, al mejor estilo antropofágico. Pero estas legendarias guerreras al final lo expulsan por flojo y cobarde, desdeñando esa carne de color tan extraño, lo que fue para él el mayor de los desprecios.



    En esta novela vemos un Darcy divertido y profundo, a la vez visionario y racional, polémico y deleitable, antropofágico e idílico, o sea, tal como él era de verdad: picaresco, surrealista, desbordante, consciente de que para revolucionar la realidad hay que empezar consternando, dándola vuelta para que se vean sus vetas miserables. Se alimenta del pasado, pero desde él salta ágilmente a la utopía, a una utopía brasileña llena de risa y también de sombras, de pesimismo y de esperanza, aunque a diferencia de Maíra, se impone aquí la vida, la sensualidad, una sexualidad desaforada que nos remite por momentos al clima de Las mil y una noches, aunque el lenguaje parece redimido por un manto de inocencia anterior a la caída en la razón y la moral. Una filosofía que tiene la sublime y refinada malicia de lo popular, donde las cosas se dicen como si no tuvieran segundas o terceras intenciones. Un lenguaje que se mueve en la punta de los témpanos, ocultando bajo la superficie una multitud de sentidos aviesos. Por momentos toma verdadera distancia de las ciencias sociales, explorando todo el potencial comunicativo de la ficción, pero en otros se deja atrapar por ellas y se estira en explicaciones, más preocupado en informar sobre una realidad disparatada que en crearla mediante los artilugios del lenguaje, que es lo propio de la literatura. El autor se entromete a menudo en la lectura, un recurso muy efectivo en lo literario por su carga de ironía, lo que hace tanto con el ojo del antropólogo como el del sentido común, que es el sentido del común. Explora así, al igual que Mário de Andrade, las posibilidades narrativas del mito y la leyenda, saltando desde la farsa desopilante al ensayo y el panfleto. Su humor agudo trasciende el juego y la parodia, para definirse como una filosa reflexión sobre Brasil y América latina.



    Darcy declara a Pitum primo de Macunaíma, aunque este último constituye una especie de personaje mítico que se aproxima al concepto antropológico del héroe civilizador, mientras que Pitum carece de ese perfil. No obstante, ambos cuestionan, con el arma feroz del ridículo, los mimetismos y reverencias a lo ajeno. Cumplen así, sin proponérselo, un papel descolonizador por el lado de la risa, pues convergen también en esta brecha mitos serios, como el de la cabeza de Inkarrí, el último inca, que recogiera Arguedas en los Andes. La risa opera así como un blindaje simbólico que torna a un alma inconquistable.



    El lenguaje literario de ambas obras es a la vez culto y popular. Si bien parte del habla de las distintas regiones de Brasil, está impregnado desde un comienzo por artificios eruditos, que buscan casi siempre reírse de esa falsa erudición, del complejo de superioridad de quien, al asimilar el discurso colonizador, se convierte en un ilustre colonizado. Una erudición llena de barbarismos, y una barbarie que destila sabiduría a través de su humor corrosivo y de eso que llama Darcy una “oralidad deliciosa”, cuyos ríos y arroyos acumulan y refunden los imaginarios populares de distinto origen, desde el de las tribus más primitivas al de grandes ciudades como San Pablo. Satirizar el mal remedo de lo ajeno es despejar el camino de nuestra diferencia.



    FINAL CON GUIMARAES



    El modernismo brasileño al que Darcy homenajea mostró un verdadero interés por la antropología y el folklore, como contrapartida a los estudios de la cultura clásica europea en que se afanaban sus colegas hispanohablantes. Cabe destacar, para entender mejor esta propuesta, que en los años ‘20 no se daba aún el debate entre el “arte comprometido” y el llamado “arte puro”, que llegaría poco después, obligando a tomar partido.



    Aunque sin estirarse en comentario alguno, Oswald de Andrade dató su Manifiesto antropófago en el año 374 de la Deglución del Obispo Sardinha, injuria al cielo, cabe explicar, perpetrada por los tupinambá de la bucólica isla de Itaparica. Darcy Ribeiro recoge este dato con malicia y le da una dimensión política, al afirmar que toda civilización que se precie de tal debe tener su propia hégira, y no someterse a calendarios ajenos. Propone en consecuencia oficializar esta propuesta poética de Oswald, hallando particularmente significativo que el primer obispo enviado por Portugal para llevar la Verdad revelada a esa tierra de salvajes hallara una muerte tan atípica, aunque no carente de un alto significado ni de la ritualidad que hace a lo sagrado. En su célebre manifiesto, Oswald se pronunciaba “contra todos los importadores de conciencia enlatada” y por una Revolución Caribe, que sería a su juicio mayor que la francesa. O menos farisea, añadiría por mi cuenta, pues bien sabemos cómo ésta concilió los derechos del hombre con la esclavitud y el colonialismo. Esa Revolución Caribe vaticinada por él no quedó en el reino de la fantasía, pues se concretaría luego en Cuba. “Sin nosotros Europa ni siquiera tendría su pobre declaración de los derechos humanos”, dispara Oswald, seguro de sí.



    Contra lo que puede pensarse, el modernismo brasileño estaba lejos de abrazar la causa del regionalismo. Mário de Andrade ataca duramente esta corriente que se manifestaba “con una frecuencia que espanta” en la literatura y la pintura, salvando algunas excepciones, como Tarsila do Amaral. En febrero de 1928, año en que editó Macunaíma, escribe: “Regionalismo es pobreza sin humildad. La pobreza que proviene de la escasez de medios expresivos, de la cortedad de las concepciones, del caipirismo. Pura comadrería. En nada contribuye a la conciencia de la nacionalidad. Antes la ensucia y empobrece, sustrayéndola a otras manifestaciones, y en consecuencia a la propia realidad”.



    En ese año 1928, en el que la gente voceaba en las calles a Getúlio Vargas, este movimiento refinado anunciaba, o directamente creaba, un nuevo estado del espíritu nacional, un lento camino de salida de las reverencias del colonizado hacia la búsqueda y afirmación de lo propio, que produjo los mejores frutos artísticos del siglo XX, y ya en este siglo XXI, en lo político. El mensaje que nos dejó Mário de Andrade en 1942, reza: “Dedíquense o no al arte, las ciencias, los oficios. Pero no se limiten a eso como espías de la vida, camuflados de técnicos en vida, viendo pasar a la multitud. Marchen con la multitud”. O sea, no se olviden de la historia.



    Decía Darcy en un reportaje que salió de Minas Gerais a los veintitantos años, pero que Minas nunca salió de él, pues la cargó siempre en su pecho. Y derivando para probar esto por páginas de sus novelas El Mulo y Migo, que recrean el mundo de su infancia y adolescencia, saltó de Montes Claros hacia otro pueblo próximo, Cordisburgo, donde nació el más grande de los mineros, por ser el autor de una novela que está entre las obras literarias más importante que produjo en América latina en el siglo XX. Me refiero por cierto a Guimaraes Rosa y ese monumento de las letras que es Gran Sertón: veredas.



    Darcy experimentó una gran admiración por él, deslumbrado por la belleza de la recreación que éste hiciera del habla de su abuela, un portugués cargado de erudiciones y hasta con palabras latinas. Sobre todo le costaba creer que hubiera podido escribir algo así estando, por sus misiones diplomáticas, diez años ausente de esa tierra, lo que daba cuenta no sólo de sus dotes literarios, sino también de una memoria prodigiosa. "Para mí –dijo–, Guimaraes Rosa fue una especie de lección formidable de cómo hacer literatura". Claro que una literatura inimitable, porque surgía de adentro de él, como la reconstrucción literaria de una memoria profunda y muy personal.



    Por Adolfo Colombres




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    Mensaje por Maria Lua Sáb Mayo 06, 2023 4:37 pm

    LA CIVILIZACIÓN EMERGENTE



    Darcy Ribeiro








    I N T R O D U C C I Ó N



    Clasificamos una vez1 el conjunto de los pueblos extraeuropeos modernos en
    algunas categorías diferenciadas de acuerdo con su proceso de formación histórica y
    cultural. Hablamos allí, primero, de los Pueblos Trasplantados constituidos por la expansión
    de naciones europeas sobre territorios de ultramar en donde, sin mezclarse con la
    población local, reconstituían su paisaje y retomaban sus formas originales de vida. Más
    adelante se desenvolvieron culturalmente dentro de líneas paralelas y similares a las de la
    metrópoli, como pueblos blancos del otro lado del mar. Es el caso de los EE.UU. y
    Canadá. Es también el caso de Nueva Zelandia y Australia. Entran también en esta
    categoría Argentina y Uruguay, aunque el caso de estos últimos se diferencia del resto ya
    que ambos sólo se europeizaron después de estructurarse como pueblos mestizos que
    construyeron sus países y lograron su independencia. Esto ocurrió por una transfiguración
    cultural posterior, que se sigue del enorme volumen de la inmigración europea que cayó
    sobre ellos.


    C O N F I G U R AC I O N E S H I S T O R I C O - C U L T U R AL E S


    En esta configuración de Pueblos Trasplantados se encuentran, orgullosos de sí
    mismos, los representantes y herederos de la civilización europea occidental, beneficiarios y
    víctimas de su propia expansión. Son los pueblos más modernos y como tales, los que más
    radicalmente perdieron su semblante o su singularidad. En consecuencia son, hoy, los seres
    humanos más letrados, más estandarizados y más uniformes, pero también los menos
    interesantes y sustanciosos.
    En nuestra tipología vienen, en segundo lugar, los Pueblos Testimonio, formados por
    los remanentes actuales de altas civilizaciones originarias contra las cuales se enfrentó la
    civilización europea sin lograr, a pesar de todo, asimilarlos en la condición de nuevos
    implantes suyos. En esta categoría están los hindúes, los musulmanes, los chinos, los indochinos, los japoneses, etc. En América los representantes son México, Perú, Bolivia y
    Guatemala.
    Cada uno de estos Pueblos Testimonio vivió enormes vicisitudes y sufrió una profunda
    europeización. Insuficiente, sin embargo, para fundir, en un ente étnicamente unificado, a
    su población. Viven el drama de la ambigüedad de pueblos situados entre dos mundos
    culturales contrapuestos, sin poder optar por ninguno de ellos. Ya no son indios. Jamás
    serán europeos. La civilización emergente representará para ellos, en el plano cultural, un
    inmenso desafío: el de deshacerse de una falsa imagen unitaria para que cada uno de sus
    componentes étnicos asuma su propio perfil y la dirección autónoma de su destino para,
    así, volver a florecer.
    Nuestra tercera categoría, la de los Pueblos Nuevos, tiene que ver con aquellas
    poblaciones oriundas del mestizaje y del entrecruzamiento cultural de blancos, negros e
    indios de nivel tribal, y se ordenan bajo la denominación de los primeros; tales son, entre
    otros, los brasileños, los colombianos, los venezolanos y los cubanos.
    Su característica diferencial es la de ser pueblos desculturizados de su indianismo,
    africanismo o de su europeismo, para ser entes étnicos nuevos. Comparando con los
    Pueblos Trasplantados, que son meros europeos de ultramar, o con los Pueblos
    Testimonio, que acarrean dos herencias culturales inmiscibles, los Pueblos Nuevos son una
    especie de pueblos tabula-rasa, desheredados de su parco acervo original. Libres de pasados
    sin gloria ni grandeza, ellos sólo tienen futuro. Su hazaña no está en el pasado sino en el
    porvenir. Su hecho único es, debajo de todas las vicisitudes, haberse construido a sí mismos
    como vastos pueblos lingüística, cultural y étnicamente unidos. Resumiendo en sí la
    genialidad y las taras de todas las razas y castas humanas, ellos están llamados a crear una
    nueva condición humana, quizás más solidaria.
    Es cierto que en la configuración de cada Pueblo Nuevo predominó, gracias a la
    hegemonía cultural, el europeo que les dio la lengua y una versión degradada de la cultura
    ibérica. Pero ella se rellenó tanto de valores que clandestinamente la impregnaban, oriundos
    de las culturas indígenas y africanas, que ganaron un perfil propio e inconfundible. Estas
    discrepancias, además, son las que ofrecen a los Pueblos Nuevos la singularidad que acaso
    tengan.
    Por mucho tiempo, las élites de estos Pueblos Nuevos se consideran,
    nostálgicamente, como criollos europeos desterrados. Sus intelectuales no se consolaban
    viviendo en el trópico, suspiraban tanto por las dulzuras de los climas nórdicos como por el
    brillo de la vida parisina. Intoxicados por el racismo europeo, se afligían con sus rostros
    mestizos. Sólo en tiempos recientes se generalizó la percepción de que ellos son otra cosa,
    tan diferentes de Europa como de la América indígena y del África negra. Pero todavía hay
    muchos monitos tontos por ahí, simulando ser lo que no son: boquiabiertos chacharean
    europeidades.

    Del indígena, los Pueblos Nuevos recibieron dos herencias sustanciales. Primero, la
    forma de sobrevivencia en los trópicos, fundada en milenios de esfuerzos adaptativos
    realizados por el indio que les enseñó cómo producir las condiciones materiales de
    existencia de sus sociedades. Segundo, una inmensa contribución genética. El llamado
    "blanco" en la población de los Pueblos Nuevos es, esencialmente, un mestizo, engendrado
    por europeos en los vientres de mujeres indígenas. Como el número de hombres siempre
    fue muy pequeño, estas poblaciones son mucho más indígenas que caucásicas.
    Del negro los Pueblos Nuevos recibieron, también, un importante aporte genético,
    variable de país en país, conforme a la magnitud de la esclavitud negra que tuviesen, lo que
    los hizo, además de mestizos, mulatos. La contribución cultural negra se observa
    fundamentalmente en aquellos trazos que pudieron persistir debajo de la opresión
    esclavista. Estas van desde técnicas y valores hasta sentimientos, ritmos, musicalidades,
    gustos y creencias que el negro esclavo pudo guardar en el fondo de su pecho y defenderlo
    del avasallamiento. Hoy estas cualidades confieren características de vigor, de alegría y de
    creatividad, como trazos distintivos de los Pueblos Nuevos que incorporaron mayores
    masas negras. Tan profundo y completo fue el proceso de "aculturización" de los negros,
    que su presencia se evidencia mucho menos por la africanidad que por la extraordinaria
    creatividad que les hace más influyentes en la vida cultural de sus pueblos.
    La cuarta configuración histórico-cultural de nuestra tipología se refiere a los Pueblos
    Emergentes, vale decir, a los grupos étnicos que hoy se levantan en Europa, África, Asia y
    también en las Américas ocupando el espacio que últimamente se abrió para la
    reconstitución y la afirmación del perfil étnico y cultural de los pueblos oprimidos en tanto
    que minorías nacionales. En las Américas esta categoría está representada principalmente
    por las masas de los grupos indígenas del altiplano andino, de Yucatán y de Guatemala. Son
    los sobrevivientes de la civilización incaica, de la civilización azteca, y de la maya que,
    después de siglos de la más terrible opresión, comienzan a estructurarse como pueblos en
    sí, aspirando a la autodeterminación.




    ***************
    1 Darcy RIBEIRO, Las Américas y la Civilización, Río de Janeiro, ECB, 1970 (CEAL, Buenos Aires, 1969)




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    Mensaje por Maria Lua Sáb Mayo 06, 2023 4:42 pm

    C O N F L I C T O S I N T E R É T N I C O S


    Hasta hace poco estos grupos indígenas eran vistos por los estudiosos como meras
    asociaciones de campesinos que todavía oponían resistencia a una asimilación que parecía
    inexorable. Se creía que con una buena reforma agraria, alguna asistencia educacional e,
    incluso, con la ayuda de las insidiosas prácticas del indigenismo, ellos abandonarían la
    manía de ser indios para hacerse buenos ciudadanos peruanos, bolivianos, guatemaltecos y
    mexicanos.
    Recientemente se generalizó la percepción de que ellos no son meros campesinos
    atípicos. Son pueblos oprimidos. Como tales aspiran a la legítima dirección de su destino a
    partir de la desproscripción de la hegemonía de minorías de criollos nominalmente blancos
    y europeos que buscaron la independencia para ellos mismos. De hecho, desde que se
    apoderaron de los gobiernos, ellos oprimen a las poblaciones originarias, algunas veces
    mayoritarias, tanto o más de lo que eran oprimidas por la metrópoli española colonial.
    El levantamiento de estos grupos indígenas demuestra que no toda la historia está
    hecha de lucha de clases. Además de las oposiciones clasistas, existen y persisten otras
    tensiones como las interétnicas, que son más antiguas y, en muchos casos, más fuertes y
    hasta más dinámicas. En efecto, las primeras sociedades clasistas aparecieron hace cerca de
    seis mil años, mientras que las identificaciones étnicas y los conflictos resultantes de sus
    oposiciones, son muchísimo más antiguas. Es hasta probable que en sociedades futuras sin
    clases - o en aquellas en donde el dominio clasista sea atenuado sustancialmente - persistan
    oposiciones interétnicas, capaces de desencadenar conflictos.
    Efectivamente, los conflictos interétnicos pululan por todas partes con gravedad
    variable, demostrando, por su generalidad, que son la expresión de alteraciones profundas
    en el carácter de la civilización vigente o el anuncio del nacimiento de nuevas civilizaciones.
    En ciertos casos, ellos amenazan con alcanzar una virulencia extrema.
    Si persistiera, en las naciones americanas en donde se asientan los Pueblos
    Emergentes, el modelo español de estructuración de Estados unitarios, dominando
    sociedades multiétnicas, serían inevitables los conflictos violentos pudiendo hasta degenerar
    en guerras étnicas. Al contrario, la adopción de formas más participativas - como Suiza, por
    ejemplo - a partir de la organización de Estados multinacionales que corresponden mejor a
    aquellas sociedades multiétnicas, puede atenuar estos conflictos. Pero no proscribirlos.
    Lo más trágico de la situación de los Pueblos Emergentes es el imperativo de
    complicar con factores étnico-culturales el cuadro ya muy tenso de las luchas sociales de los
    pueblos americanos. Nada garantiza que las energías étnicas que ascendieron no se sumen a
    los reclamos clasistas para, juntos, promover una revolución capaz de configurar un nuevo
    Estado más abierto e igualitario en el plano étnico y más solidario en el plano social.
    Asimismo, puede suceder lo contrario. Las clases dominantes harían lo posible por utilizar
    estas tensiones para eternizar su poder.
    Esto es lo que ocurre, ahora, con los miskitos, por ejemplo. Atizados por el
    gobierno norteamericano y contra la revolución nicaragüense, los miskitos aparecen dentro
    de su propio territorio, como viviendo en una tierra de nadie y entre fuegos cruzados.
    Es, probablemente, en Guatemala en donde, hoy, se manifiesta una lucha
    interétnica convertida en una guerra de liberación. Allí, una minoría insignificante de
    mestizos, pretendidamente ibéricos, ejercen la hegemonía étnica sobre una enorme mayoría
    integrada por las poblaciones originarias de la civilización maya. Como su sometimiento ya
    no es aceptado, la minoría mestiza cae en la criminalidad del genocidio para mantener a
    hierro y fuego la dominación más dura y perversa. Luchas semejantes tienden a surgir en el
    altiplano andino, en donde quechuas y aymaras toman conciencia activa de sí mismos como
    pueblos oprimidos. Lo mismo ocurre con los mapuches de Chile.
    Merecen atención algunos enclaves étnicos establecidos dentro del cuerpo de los
    Pueblos Nuevos y de los Pueblos Trasplantados que viven situaciones de conflicto
    similares a las rebeliones de carácter étnico. Me refiero a contingentes poblacionales
    étnicamente diferenciados que buscan conquistar un espacio mayor y mejor dentro del
    cuadro nacional en donde se encuentran oprimidos. Este es el caso de los chicanos y
    puertorriqueños en los EE.UU., por ejemplo. Cada vez más conscientes de sí mismos y
    más resistentes a la sumisión ideológica y a la hegemonía blanca, comienzan una lucha que
    sólo tiende a recrudecer.
    La situación de los negros norteamericanos es distinta, incluso porque ellos no son
    propiamente una etnia ya que ningún contingente poblacional está más americanizado que
    ellos. Sus luchas tienen, sin embargo, algún revivido carácter étnico pero, a la vez,
    constituyen un orden paralelo de conflicto ya que también ellos se concientizan a partir de
    un componente diferenciado que aspira a una posición menos opresiva dentro del cuadro
    nacional, con mayor libertad y mejores condiciones para expresarse culturalmente.




    continuará


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    Mensaje por Maria Lua Sáb Mayo 06, 2023 4:44 pm

    D E S AR R O L L O S C I V I L I Z A T O R I O S


    Señalamos en otro estudio2
    que a las diferentes configuraciones histórico-culturales
    les corresponden diferentes desarrollos civilizatorios. Es notorio, por ejemplo, que los
    Pueblos Trasplantados alcanzaron niveles más altos de desarrollo, dentro de la civilización
    industrial, que todos los otros, sobre todo los trasplantados del norte. Estos, aunque
    implantados un siglo más tarde y habiendo sido mucho más pobres y mucho menos ilustres
    en el pasado, lograron realizar plenamente sus potencialidades dentro de la civilización
    industrial.
    Estas diferencias en el desarrollo se explican, en parte, por los respectivos procesos
    de formación. Los Pueblos Trasplantados prosiguieron en ultramar el género de vida que
    tenían en Europa, realizando las potencialidades de la civilización a la que pertenecían,
    dentro de los amplios espacios que fueron conquistando. Los Pueblos Testimonio se
    constituyeron, al contrario, como sobrevivientes de las civilizaciones originarias, cuyas
    poblaciones experimentaron terribles hecatombes con la invasión europea. Los Pueblos
    Nuevos se edificaron a partir del mestizaje de negros importados con indios tribales y unos
    pocos blancos desarraigados, todos separados de la matriz cultural original y reculturizados
    en una versión subalterna la cultura del colonizador.
    Todavía esto se ve aumentado con el hecho de que, al revés de lo que sucedía en las
    colonias de poblamiento de los Pueblos Trasplantados en donde, de ordinario, la población
    producía lo que consumía vendiendo el excedente y se le abría al inmigrante la posibilidad
    de ser un granjero libre; en las de sometimiento y esclavitud, de los Pueblos Nuevos, la
    fuerza de trabajo contratado para producir lo que no consumía era una mano de obra
    esclava, tratada más bien como una bestia que como un pueblo con derechos. De hecho, el
    nativo y el negro siempre fueron tratados como una especie de fuente de energía que se
    gastaba al quemarla en la producción, de la misma forma como después se quemaba el
    carbón.
    Otra es la explicación del atraso que detenta la ideología de las élites
    latinoamericanas. A través de las décadas y de los siglos, ellos se consolaban con la idea de
    que el subdesarrollo de sus países se debía al clima tropical, insufrible, y al descontrolado
    mestizaje con razas inferiores, no aptas para la civilización. Sin cuestionar esos consuelos,
    los mismos aumentaban otras vicisitudes: por ejemplo, la religión católica, tan poco
    propicia para el progreso. Otra desgracia latinoamericana sería la herencia ibérica,
    responsable de la intolerancia innata de estos pueblos exóticos de los confines del
    Mediterráneo, más africanos que europeos. Muchos lamentan, todavía, la expulsión de los
    franceses y holandeses de América del Sur, o creen que somos pueblos nuevos que un día,
    en algún futuro, maduraremos.
    Recientemente, este discurso consolador empezó a ser respondido. Alguien
    percibió qué bueno era el trópico para vivir. Otros demostraron que quien trabaja sol a sol
    en nuestros países, edificando cuanto se construye, cultivando todo lo que se planta,
    fabricando todo lo que se fabrica, es sólo el negro, el mestizo o el blanco pobre que, en
    definitiva, es la misma cosa.
    Las demás causas y culpas alegadas con respecto a nuestro atraso terminaron siendo
    desmembradas. Unos mirando hacia la Francia y la Italia católica percibieron que ellos no
    son, propiamente, subdesarrollados. Nuestros turistas, visitando al bátavo Surinam o la gala
    Guayana, observaron que la colonización holandesa y la francesa no maravillaban a nadie.
    El final de los consuelos se dio cuando algún malvado descubrió que América del Norte es
    cien años más joven que nosotros.
    Se cayó, desde entonces, en la sospecha de que la culpa del atraso, no siendo
    atribuible a los pueblos feos, pobres e ignorantes, bien podría residir en los ricos, bonitos y
    educados.
    Quizá la causa verdadera de nuestro atraso resida en los proyectos organizativos
    nacionales que nuestra élite formuló; justamente en aquellos que rigieron y rigen desde
    siempre, aquellos que, además, siempre los gratificaron y lucraron.



    ************

    2 Darcy RIBEIRO, “La Nación Latinoamericana”, Nueva Sociedad nº 62 (1982) 5-23.



    ****************


    continuará

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    Mensaje por Maria Lua Dom Mayo 07, 2023 7:38 pm

    D E S AF Í O S                          C R U C I AL E S

    En el paso a la civilización emergente, surgen otros problemas socioculturales tan
    complejos como las rebeliones étnicas y de carácter más general. Así, a las tensiones ya
    referidas se suman múltiples desafíos. Algunos de ellos, de naturaleza similar a los
    conflictos interétnicos, conciernen a las diferentes corrientes de fuerza transformadora que
    se contraponen, avanzando y retrocediendo como aguas turbulentas. Un buen ejemplo nos
    lo ofrecen las campañas simultáneas de descolonización de las antiguas áreas de
    dominación europea, ya de por sí complejas - y de destribalización de los pueblos que
    cayeron bajo el dominio de las burocracias de los nuevos Estados autónomos. Para
    aquéllas, algunas veces, hacer patria - construir una nación - solamente es superar la
    organización tribal. Vale decir: avanzar, todavía más, en la occidentalización.
    Por razonables que parezcan las esperanzas de dar a sus pueblos acceso a la
    "cultura" y a los beneficios "técnicos" de la civilización, esta política puede y hasta tiende al
    desastre. Primero, porque desde el punto de vista de estos pueblos tribales y del interés
    humano que consiste en conservar los pocos aspectos no europeizados que existen - no
    tiene por qué preferir su negación bajo los nuevos líderes nativos, en vez del sometimiento
    anterior bajo el mando de regidores coloniales.
    Hace siglos, en la época de la independencia americana, muchos grupos indígenas
    hubieran preferido permanecer bajo el yugo español - con quienes habían aprendido a
    convivir en un modus vivendi precario pero viable -; grande fue el furor civilizatorio de los
    nuevos señores criollos, para poder promover, con él, la modernización de sus países a fin
    de desindianizarlos.
    En efecto, una verdadera tendencia etnocida se observa algunas veces en liderazgos
    descolonizadores y hasta revolucionarios que, en nombre del progreso, aceptan el papel de
    nuevos agentes de la europeización; sus argumentos sobre las ventajas innegables que
    ofrece el difundir el uso de una lengua “culta”, por ejemplo, mal disfrazan la esperanza de
    que las lenguas tribales desaparezcan. Al programar el “desarrollo” descubren, en los
    pueblos tribales, obstáculos intolerables para la modernización que desean imponer
    “urgentemente”.
    Estos ávidos modernizadores se olvidan de que sobre sus pueblos ya se ejercieron
    todas las brutalidades desarraigadoras y se ejercieron sin penas, apelando tanto a las armas
    biológicas como a la guerra, sociales e ideológicas. Los pueblos que se les resistieron y
    sobrevivieron continuarán resistiendo, incluso para que el futuro sea menos propenso a la
    brutalidad que el pasado colonial esclavista.
    Todo el conocimiento comparado de situaciones semejantes, ya ocurridas, nos
    autoriza a aseverar que - a menos que se apele al genocidio más cruel - en el futuro habrá
    más personas con identidades étnicas diferenciadas de las que existen hoy, que ellos
    continuarán hablando sus lenguas y que sus singularidades étnico-culturales serán
    mayormente afirmadas. Como lo inevitable, si no es lo mejor, por lo menos es lo más
    disuasivo; lo recomendable es favorecer esa tendencia para no condenar a pueblos tan
    sufridos, ya, a un sufrimiento mayor.
    Hasta ahora, sucede que ser un pueblo tribal o minoritario implica ser atrasado y
    todo el carácter de dominación exógeno se ejercía sobre ellos. En el futuro no
    necesariamente tiene que ser así. Nadie diría de alguien que sólo por ser galés o vasco, ande
    descalzo y sea ignorante.
    En las naciones independientes, desde hace siglos, también se registraron tensiones
    desculturizantes de tal naturaleza, aunque diferentes. Este es el caso, por ejemplo, de la
    urbanización caótica y de la marginalización de la población latinoamericana. Millones de
    campesinos desalojados gracias a una política socialmente irresponsable de modernización
    capitalista de la agricultura, se vieron lanzados a las ciudades tan poco preparadas para
    recibirlos como ellos para vivir en aquéllas.











    continuará


    9
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    Mensaje por Maria Lua Lun Mayo 08, 2023 4:46 pm

    ***
    Se creó, así, un problema de dimensiones inmensas. Hoy, ciudades como
    Montevideo y Buenos Aires absorben la mayor parte de la población de sus países
    respectivos. Ciudad de México o Caracas recorren el mismo rumbo. Sao Paulo y Río de
    Janeiro son varias veces mayores que París y Roma, a pesar de que contengan servicios
    urbanos diez veces menores. Lo que se gesta en estas metrópolis es una suburbanización
    alucinada, de dimensiones exponenciales, dada su enormidad. Es una hinchazón enfermiza
    que degrada la vida de todos los que en ella habitan.
    En tanto estaban sumergidas en la vida rural, estas poblaciones ejercían un tipo de
    vida que conquistaron después de siglos de esfuerzos, regidas por calendarios de trabajo y
    fiestas, contando con sus propios estilos de diversión, estructuradas en familias
    matricéntricas que, a pesar de su pobreza, lograban formar hijos en la tradición de los
    países y hacer de ellos personas capaces de hablar la lengua, de usar los instrumentos de
    trabajo, de amar la vida, de procrear y de convivir solidariamente.

    Puesta en los cinturones de miseria de las grandes ciudades, o en villas de despojos
    que sólo aceptan viejos, niños o desempleados, esta población se urbanizó conservándose,
    a su vez, rural. Su cultura tradicional, no siendo realizable allí, tampoco puede ser
    transmitida a los hijos. Estos, no teniendo, a su vez, escuelas apropiadas en donde aprender
    el modo urbano de vivir, caen en la marginalidad y se forman en la delincuencia. ¿Qué se
    puede esperar de esto, que no sea una futura guerra de las fuerzas armadas contra
    delincuentes juveniles, en naciones en donde las masas marginadas se cuentan por centenas
    de millones como en América Latina y en todo el Tercer Mundo?
    Estas poblaciones desculturizadas de su cultura original y no introducidas en la
    nueva cultura urbana y letrada, son bombardeadas por prodigiosos sistemas de
    comunicación de masa. La radio y la televisión operando frenéticos, los llaman
    insistentemente a un consumo que no está a su alcance y a un erotismo que sólo pueden
    ejercer por la violencia. ¿Hacia dónde vamos?
    En la Europa más próspera, semejantes situaciones son sufridas por las masas de
    millones de trabajadores extranjeros instalados con sus familias en diversos países, oriundos
    de zonas rurales de Portugal, España, Turquía, etc. Esta gente, que sólo interesaba a los que
    los importaban como mano de obra barata, fue urbanizada, desarraigada de su arcaico
    mundo nativo y rehecha culturalmente. Hoy constituyen nuevas minorías étnicas
    emergentes. Por ahora, luchan en el plano sindical, tratando de reivindicar para sí mismos
    los derechos que poseen los trabajadores nacionales. Mañana, convencidos de que no
    podrán, no sabrán, ni querrán retornar a sus países de origen, van a luchar, más bien, por la
    ciudadanía cívica.




    continuará

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    Mensaje por Maria Lua Mar Mayo 09, 2023 5:27 pm

    R E V O L U C I O N E S C U L T U R A L E S


    Es necesario, finalmente, focalizar los desafíos culturales que derivan más
    directamente de la revolución tecnológica, vale decir, de la introducción masiva de la
    posguerra, de innovaciones técnicas de base científica en la producción, en la guerra, en la
    administración, en la comunicación y en la información. Nunca el mundo de los hombres
    sufrió transformaciones tan radicales en tan corto plazo. Tan grandes que afectaron todo:
    las nociones de tiempo y de espacio, los modos de ser hombre o mujer, niño, joven o viejo,
    las rutinas de ejercicios de todos los profesionales, los estilos de acción social política,
    religiosa, intelectual, etc.
    Algunos de estos cambios se concatenan en líneas separables que potencian las
    tensiones ya referidas y provocan otras. En ciertos casos, desencadenan verdaderas
    revoluciones culturales de un potencial tan tremendo que seguramente darán nacimiento a
    una nueva civilización.
    Está en el primer caso, por ejemplo, el movimiento verde, como expresión social de
    la conciencia que se genera bajo el carácter catastrófico del sistema productivo actual.
    Repentinamente, se tornó visible para todos que los hombres están destruyendo su propio
    nicho habitacional. Se consumen aceleradamente los escasos bienes, sin los cuales la
    civilización se paralizaría. Se destruyen en la producción las mismas bases de la producción.
    El asombro frente a esas evidencias desencadenó las campañas ecológicas, que
    pretenden hacer frente a la aparentemente ineluctable propensión corruptora de la
    economía mundial moderna. Es evidente sin embargo, la desproporción entre aquellas
    fuerzas destructivas y las débiles manos que se alzan contra ellas.
    Mientras los bosques son destruidos por el fuego y los tóxicos, para hacer leña o
    plantar césped, y las aguas son contaminadas y se envenena y mata la vida animal, algunos
    jóvenes románticos se pasean y, después, duermen tranquilos. Todos nosotros
    comenzamos a concebir cómo será de ceniciento el mundo de los hijos de nuestros nietos:
    ceniciento y tóxico, irrespirable. Tememos que ellos mismos - nuestros nietos - sean
    verdosos y más parecidos a ranas que a niños. Pero somos o nos declaramos impotentes.
    Países hay - como el mío - cuyos dirigentes piden fábricas corruptoras porque aman más el
    dinero que la vida.
    Bien sabemos que el hombre es una especie de mono feroz que cayó en el mundo.
    Terminó con millones de plantas para dejar nacer solamente pasto para bueyes y comida
    para personas; liquidó casi todos los millares de especies animales, cambiándolas por
    gallinas y bueyes. Sí, esta es nuestra tradición. Lo nuevo es que, ahora, frente a la visión del
    desastre inminente, comenzamos a suspirar por unos cielos azules de aires limpios.
    Queremos aguas cristalinas, bosques vírgenes y animales lozanos. Lo endiablado es que por
    estos bienes supremos sólo suspiramos en niveles de poesía o de oración. Entretanto, en el
    mundo de las cosas reales, en donde decidimos nuestro destino, la orden es corromper la
    vida hasta la muerte.
    Otro lugar de cambios que apenas comienza a revelar sus inmensas potencialidades
    transformadoras es el movimiento feminista. El ingreso masivo de las mujeres en la fuerza
    de trabajo urbano remunerado y la liberación de sus cuerpos - a través de la píldora - en
    función de un erotismo nuevo y floreciente, son una de las principales fuerzas innovadoras
    de este fin de milenio



    continuará

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    Mensaje por Maria Lua Jue Mayo 11, 2023 5:09 pm

    ***

    Entre una mujer joven y su madre, hoy, la distancia cultural es comparable a las de
    mujeres de distintas civilizaciones. Sus sistemas de valores chocan frontalmente. Sus
    hábitos y estilos de conducta, contrastan crudamente. Sus expectativas y aspiraciones se
    oponen escandalosamente. La nueva mujer se está reinventando, así como las instituciones
    a las cuales estuvo siempre arrastrada, principalmente, la familia.
    También la forma de relación entre hombres y mujeres y sus papeles recíprocos
    están cambiando aceleradamente. El padre de familia patriarcal o el antiguo marido
    machista están dando lugar a compañeros más fraternos y dóciles. Surge así un nuevo
    modo de ser macho al que los hombres se van adaptando, les guste o no les guste. Ya es
    notorio que los matrimonios que encarnan el nuevo estilo encuentran fuentes de amor
    impensables en la antigua relación asimétrica.
    Hombres y mujeres, al mismo tiempo que aprenden a amarse mutuamente de
    forma más profunda y placentera, se tornan menos represivos para las minorías que tienen
    talentos alternativos, con otras formas de relación y satisfacción. Las mujeres se aparean.
    Los hombres forman parejas. Las mujeres se asocian en casas comunales en donde la
    presencia eventual del hombre es más la de un amante que la de un marido.
    Esta nueva mujer que invadió las fábricas y los escritorios, las universidades, las
    calles y hasta los bares, es una pionera en combate. Reclama con brío en donde dejar a los
    hijos mientras trabaja. Se rebela contra la explotación de los traficantes de abortos. Sólo no
    logra liberarse de la tiranía de la moda mercantilizada y de la industria estandarizada de la
    belleza a la que paga pesados tributos.
    El movimiento feminista se relaciona con la anacronía irremediable de los
    constructores básicos de la personalidad y de los organizadores fundamentales de la
    conducta humana. Nosotros, que casi no sabemos nada de ellos - a lo sumo sospechamos
    que existen y los designamos con expresiones alegóricas como complejo de Edipo o de
    Electra o como el tabú del incesto - estamos desafiados a rehacerlos, tan grande es nuestra
    ignorancia que no podemos estar sin dejar estas alegorías referentes a algunos de los
    componentes más vetustos de la conducta humana. Ellos constituyen, asimismo, actos
    inaugurales de la construcción de la cultura, sin los cuales una sociedad humana no sería
    practicable. Ahí están ellos, espantosamente vivos y actuantes todavía, pero ya se ve que
    empiezan a debilitarse y tal vez hasta estén heridos de muerte.
    Aquellos complejos eruditos en la sencillez de la convivencia de la antigua familia
    vienesa de clase media - y que no son ni siquiera generalizables a pueblos extra-europeos en
    donde faltan, incluso, las posiciones polares en que aquellos se apoyan continúan,
    efectivamente, siendo referencia útil si no indispensable, en la descripción de la estructura
    de la personalidad y en el diagnóstico de algunos de sus traumas más habituales.
    Lo mismo sucede con el tabú del incesto que, pareciera ser tan sólo la prohibición
    del intercurso sexual entre ciertas órdenes de parientes - que, además, varían de una
    sociedad a otra - es de hecho la ley fundamental que hace viable la familia y permite el
    florecimiento de la cultura. En efecto, es él quien impone la paz entre los machos del
    bando y que, al compelir a los grupos a quebrar el aislamiento y a comunicarse entre sí en la
    búsqueda de mujeres en celo, propicia el intercambio cultural. Es igualmente crasa esa
    ignorancia sobre esa alegoría sin la cual la vida social es impensable. Pero a la que nosotros
    vemos debilitar debajo de nuestros ojos.
    Lo innegable es que las sociedades humanas más complejamente estructuradas
    pierden aceleradamente la sencilla capacidad, que cada tribu o aldea tenia, de procrear
    hombres y mujeres contentos de ser ellos mismos, temerosos de Dios y de las autoridades.
    Pierden igualmente el talento de convivir controlándose e intrigando, pero apoyándose
    recíprocamente. Pierden hasta el gusto de vivir con los propios deseos y ascos sin
    necesidad de drogas tranquilizantes y dopantes, ni de psicoanalistas.





    continuará

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    Mensaje por Maria Lua Dom Mayo 14, 2023 3:50 pm

    ***

    Es notorio que aquellos instrumentos fundamentales de la sociabilidad humana con
    base en la cual la vida social se volvió viable, están amenazados de ser desactivados para dar
    ugar a otros medios de estructuración de la familia, de la sociedad y de la personalidad.
    Estamos impelidos a substituirlos por recursos todavía más artificiales e intencionales de
    modulación de la sociedad. ¿Cuáles?
    Es verdad que no fue ningún desastre, en el pasado, que el hombre abandonara la
    recolección de frutos en donde la casualidad de la naturaleza los hizo crecer,
    substituyéndolos por los cultivos. Sólo fue ventajoso, también, cambiar la caza errática por
    la cría de animales. Ahora, por eso, se trata de rehacer la propia condición humana, de
    reinventar el propio hombre como proyecto, de programar nuevos nietos. ¿Seremos
    capaces?
    Conforme se verificó, estamos delante de nada menos que de una revolución
    humana, o sea, de la necesidad de dar un nuevo paso crucial de la evolución de la especie
    en el curso del último millón de años. Con él se corona o se elimina la desafortunada
    aventura a través de la cual nos construimos a nosotros mismos a través de tres pasos
    esenciales, cada uno de los cuales representó una alienación total, en la cual el hombre
    perdió su ser, seguido de una desalienación en la que se construyó, transfigurándose
    completamente. Por medio de la primera alienación nos liberamos de la cómoda seguridad
    de la sabiduría biológica escrita en los cromosomas, pasando a depender de formas
    inventadas, artificiales, de conducta: nació la cultura.
    En el segundo movimiento de alienación, los hombres, totalmente tribales, al ser
    sometidos perdieron su ser, su libertad, su autenticidad. Se vieron cosificados en una fuerza
    de trabajo, siervo o asalariado, en una masa al servicio de la riqueza y la gloria de otros:
    nacía la estratificación social, la sociedad de clases y con ellos la civilización.
    La tercera enajenación, de la cual somos protagonistas, transcurre hoy. El hombre
    residual que somos, producto de sus propias desventuras históricas, está desafiado a
    reivindicarse a sí mismo: ¿Qué es lo que está naciendo? Es muy difícil prever. Mucho más
    de lo que fue prefigurar en el curso de la primera revolución industrial, como seríamos
    nosotros, los nietos que ella estaba generando. ¿Será un mundo de paz?
    El movimiento pacifista, todavía débil, posee inmensas potencialidades, ya que se
    sostiene en la conciencia generalizada de que una nueva guerra sería la última. Es muy
    probable, no obstante, que la amenaza aterrorizadora de esa guerra terminal sea menor que
    la amenaza de una paz definitiva. Una nueva guerra mundial o, incluso, una guerra local
    con el uso pleno de las armas disponibles, sería, probablemente, la última guerra. El poder
    de destrucción física, de corrupción genética y de alucinación psíquica, tanto de las armas
    nucleares como de las químicas o de las biológicas, amenazan clausurar la aventura
    humana.
    Lo espantoso es que frente a una amenaza tan terrible y tan inminente, las iglesias
    ecuménicas, las instituciones que agrupan intelectuales, los movimientos pacifistas, parecen
    ridículamente débiles delante del poderío de los amos de la guerra. Creo que hasta las
    campañas pacifistas con las que se buscó evitar la primera y la segunda guerras mundiales,
    fueron más vigorosas que las actuales dada la estatura de las amenazas que se enfrentan.
    ¿Por qué?
    La propensión a la guerra terminal, que la convierte en inminente e inevitable,
    depende tanto de factores políticos como económicos mucho más poderosos que las
    corrientes de opinión que incentivan a los movimientos pacifistas. Casi creen que esa
    tercera guerra del fin del mundo llegará, todos sabemos que exterminará la especie humana
    o la deformará irremediablemente, pero nuestro sentimiento es más de impotencia que de
    rechazo activo.
    Esta pasividad sólo se explica a partir del hecho de que una duradera - y peor
    todavía, una paz definitiva - es vista, por muchos de los conductores de los centros
    mundiales de decisión, como más desastrosa que la guerra. Aquí, otra vez, los factores
    económicos relativos a la viabilidad de los sistemas productivos y los políticos, relativos a la
    afirmación de hegemonías continentales, se conjugan para manipular el destino humano
    más allá de los límites de la racionalidad.




    continuará

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    Mensaje por Maria Lua Mar Mayo 16, 2023 7:47 pm

    ***


    El miedo a la paz une a los amos de la guerra y a los del lucro en su perplejidad
    insensata. ¿Cómo instalar un mundo pacífico? Proscritas las armas terminales, todo su fatal
    poder: ¿retrocederíamos a las guerras convencionales sin bombas?, ¿o realmente le
    tememos a la paz? Si guerreáramos al modo antiguo, la gran potencia, de inmediato, sería,
    quizás, la China por su capacidad de armar y gastar cualquier cantidad de soldados. Hasta el
    Tercer Mundo, tal vez, tendría algún valor estratégico por su capacidad de conservar
    enormes ejércitos consumibles. ¿Con qué consecuencias? Una hipótesis menos siniestra y
    más probable sería la de las guerras automáticas, realizadas por super-artefactos
    cibernéticos autoguiados. Por medio de ellos, las grandes potencias mantendrían la paz
    entre ellas, ya que les temerían a las represalias, y simultáneamente, consolidarían su
    hegemonía sobre el mundo subdesarrollado. Sería una nueva y tétrica Pax romana.
    Llegamos así al otro módulo de transformaciones radicales: la economía mundial,
    que entró en la paranoia y ya no produce para el hombre, produce para sí misma. Tanto
    por sus cualidades esenciales que son la prodigiosa productividad y la ineluctable tendencia
    a la guerra, como por su consecuencia funcional, que es la incapacidad de implantar una
    prosperidad general, la economía mundial - cuya racionalidad nunca fue humanitaria -
    enloqueció. En efecto, nunca fue tan grande y creciente la riqueza de los ricos y la pobreza
    de los pobres. Nunca fueron tan desequilibradas y deformes las relaciones internacionales
    de intercambio. Los pueblos pobres siguen subsidiando la riqueza de los pueblos ricos y
    endeudándose astronómicamente.
    En el límite de esta tendencia, si persistimos en ella, tendremos fabulosas empresas,
    totalmente automatizadas, que agotarán los bienes de la Tierra para producir cantidades y
    variedades inmensas de inutilidades: ¡para nada! Los hombres, la Humanidad entera, de
    brazos cruzados, serán un inútil ejército de reserva de las fuerzas productivas y morirán de
    hambre.
    Antiguamente, siempre fue enorme la carencia de mano de obra, sobre todo en el
    mundo de los pobres. Para atenderla, se consumían en el trabajo centenas de millones de
    nativos y después se importaban otros tantos esclavos y asalariados, negros y blancos. Hoy,
    el único elemento de producción que no escasea es la mano de obra. Ahí está ella,
    multitudinaria, ofreciéndose en todas partes a cambio de salarios viles. Y nadie la quiere.




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    Mensaje por Maria Lua Jue Mayo 18, 2023 7:46 pm

    ***


    Dadas estas circunstancias, otro desafío que se alza y se destaca entre tantos, por su
    potencia, es la amenaza de la revolución de los pobres3
    . El socialismo de Marx proscrito,
    para los pueblos ricos, como coronamiento y superación del capitalismo maduro, no
    prosperó. Surgió en la casa de los pobres, en donde el capitalismo fracasó. Y surgió para
    promover el desarrollo, alcanzando en este campo un éxito extraordinario.
    El capitalismo, por su lado, reactivado a partir de las empresas multinacionales, con
    su capacidad prodigiosa de innovación tecnológica y de explotación de recursos donde
    quiera que ellos se encuentren, renueva y refuerza los vínculos de dependencia de los
    pueblos pobres volviéndolos más sumisos y lucrativos que las antiguas colonias.
    Su debilidad reside en la ineptitud de las empresas multinacionales para promover la
    abundancia, porque ella no es conciliable como el lucro. Esto es lo que hace del socialismo
    una atracción irresistible para el Tercer Mundo, en el cual, pueblos que suman billones de
    almas voraces, suspiran por una pequeña y modesta utopía inalcanzable.
    Lo que piden no es más que un empleo regular y modesto para cada hombre y cada
    mujer adultos. Y que todos coman todos los días. Y que cada niño frecuente una escuela
    eficaz para curso primario completo. Y que, en las enfermedades más graves, se cuente con
    un médico y con remedios gratuitos. Y, finalmente, que una casa modesta abrigue a cada
    familia. No hay duda, sin embargo, de que esta utopía sencilla excede a todo lo que puede
    prometer la humanidad y la economía mundial vigente. Si continuamos rodando sobre los
    mismos carriles, esa situación de los pueblos pobres sólo tendería a agravarse. ¿Con qué
    consecuencias?
    Es cierto, todos sabemos, que el pauperismo no hace revoluciones sociales. Tanto
    más si al poderío económico de las empresas multinacionales ya le corresponde un poder
    multinacional capacitado para desestabilizar gobiernos e implantar dictaduras en donde
    quiera que sus intereses se vean amenazados. Conforme con lo que vimos, esto es lo que
    sucede en América Latina, cuya nueva cosecha de dictaduras regresivas y represivas, fue
    implantada a partir de este poder multinacional mancomunado con las viejas clases
    oligárquicas.
    La mayor amenaza que pesa hoy sobre la humanidad - amenaza que, felizmente, no
    es fatal ni inevitable - es, pues, la de sumergirse, todavía más, hasta el agotamiento, en una
    era de hambre e idiotización. Todo esto para que los pueblos ricos gocen su riqueza
    acumulada y reactiven una civilización obsoleta, sin causa, sin misión ni apetito que no sea
    el de enriquecerse. Su última conquista será el endurecimiento de sus corazones y su
    sordera para, así, poder asistir impávidamente a la muerte por inanición de la humanidad.
    Estas son, a mi modo de ver, algunas de las cuestiones cruciales que la civilización
    emergente coloca delante del hombre. Cómo las resolverá, yo no sé. Apenas sé que la vida
    de los pueblos pobres va a ser una ardua y bella batalla por ideales muy concretos. Aquí, en
    la parte de abajo del planeta, nadie engordará inútilmente, ni se suicidará de tedio.




    FIN


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    Mensaje por Maria Lua Vie Mayo 26, 2023 7:48 pm

    La «Utopía salvaje» de Darcy Ribeiro

    Andrés Kozel


    La revisión de Utopía salvaje ayuda a comprender el sentido de los deslizamientos entre los futuros correspondientes al Darcy Ribeiro de la «revolución necesaria» y el de la «pequeña utopía». La distopía catártica de 1982 fue una de las vías gracias a las cuales el antropólogo y escritor brasileño consiguió atravesar la tremenda «crisis del tiempo» a la que lo fueron conduciendo las sucesivas derrotas políticas que, para mediados de la década de 1970, lo habían dejado acorralado y casi sin opciones.

    Introducción

    Darcy Ribeiro se interesó mucho por el futuro. De hecho, futurizó en distintos momentos y registros. Lo hizo con afán sistemático y científico y, también, con aspiraciones ensayísticas y literarias. Su ensayo «La civilización emergente», publicado en 1984 en la revista Nueva Sociedad, es seguramente su ejercicio de futurización más recordado1. En esta oportunidad no centraré la atención en ese aporte notable. Quisiera llamar la atención, en cambio, sobre Utopía salvaje. Nostalgia de la inocencia perdida. Una fábula, tercera de las cuatro novelas de Ribeiro, finalizada en 1981 y aparecida en 1982. El título adelanta una vocación futurizante. Pero también preanuncia ambivalencias e inestabilidades: al parecer, el horizonte deseable se sitúa en el pasado; además, el género escogido promete una moraleja que –cabe anticipar– brilla más por su ausencia que por su nitidez.

    Darcy Ribeiro fue un antropólogo, político, ensayista y novelista brasileño que vivió entre 1922 y 1997. En los años 50 convivió con distintas tribus indígenas. Hacia 1960 fue protagonista de la fundación de la Universidad de Brasilia y ocupó altos cargos en el gobierno de João Goulart. El golpe de 1964, que depuso a Goulart, lo llevó al exilio, junto con muchos de sus compañeros de ruta. En la década que siguió al golpe, Ribeiro escribió la mayor parte de su obra científica, la que denominó, retrospectivamente, «serie de estudios de antropología de la civilización», una pentalogía a la que podría integrársele un título postrero, aparecido en los años 90. El exilio de Ribeiro incluyó estancias en Uruguay, Chile, Perú y Venezuela, así como un par de retornos a Brasil, el primero coronado por la prisión y el segundo asociado al tratamiento de un cáncer detectado a mediados de la década de 1970. En 1976, Ribeiro se instaló definitivamente en Brasil. Viró entonces mayormente a la literatura –ese año se publicó Maíra, su primera novela– y se reintegró a la política acompañando a su amigo Leonel Brizola en el proceso que llevó a la fundación del Partido Democrático Laborista (pdt, por sus siglas en portugués). En sus palabras, ese fue el tiempo en que pasó de la «revolución necesaria» a la «pequeña utopía»2.

    Interesa recordar que hacia 1970 hubo una especie de auge del interés por el futuro. En 1967, en la introducción a un libro que Ribeiro conoció bien, Daniel Bell vinculaba el resurgimiento de ese interés con varios factores: la fascinación que ejercía la cifra 2000 –de pronto percibida como una cifra próxima e interpelante–, el interés suscitado por la aventura espacial, la posibilidad de disponer de series estadísticas sistemáticas, la valoración generalizada de la planificación3. La etapa se caracterizó no solamente por la profusión de prospecciones sistemáticas, sino además por la consolidación de la ciencia ficción: cuentos, novelas, series televisivas y películas4. En América Latina, muchos compartieron ese fervor: José Luis de Ímaz, Óscar Varsavsky, Alfredo Calcagno, Jorge Ahumada, Héctor Hurtado, Carlos Domingo, Amílcar Herrera y su equipo de la Fundación Bariloche5. El nombre de Ribeiro se deja integrar perfectamente en esa lista.

    Las preguntas que orientan mi exploración son varias: ¿qué significa hablar sobre el futuro?; ¿quién o quiénes pueden hacerlo?; ¿desde dónde, en qué registros, para qué?; ¿cómo debemos pensar los vínculos entre los centramientos y los descentramientos políticos y los modos de concebir la temporalidad?; ¿tiene el registro o la forma algún impacto sobre los modos de imaginar el futuro? Más en particular: ¿qué lugar ocupa Utopía salvaje en la historia de las relaciones de Ribeiro con la temporalidad y en el procesamiento por su parte de lo que cabría designar como «crisis del tiempo»? En este nivel, mis principales referencias teóricas son las categorías de espacio de experiencia y horizonte de expectativas –propuestas por Reinhart Koselleck6 y retomadas por Paul Ricoeur en su obra mayor7–, así como las nociones de régimen de historicidad y crisis del tiempo, introducidas por Franҫois Hartog8 y también tributarias, a su modo, de las formulaciones de Koselleck y Ricoeur.

    Pienso que el análisis de las representaciones ribeirianas acerca del futuro puede estimularnos a debatir no solamente sobre su eventual vigencia sino también sobre la naturaleza de nuestras propias representaciones. El interjuego entre las dimensiones implicadas tiene seguramente algo de trabalenguas: Ribeiro escribe en un presente que es nuestro pasado, recupera experiencias y moviliza un acervo simbólico de su pasado para imaginar o, mejor, para problematizar, un futuro que en parte es nuestro presente; nosotros aquí y ahora vamos revisando esos materiales dispuestos a realizar operaciones análogas… Hacer referencia al interjuego y al trabalenguas es aludir a una serie de confrontaciones fascinantes y necesarias. En este plano, mi acercamiento debe mucho a las formulaciones de raigambre bajtiniana de Franҫoise Perus9.

    En las páginas que siguen, me propongo calibrar el papel desempeñado por Utopía salvaje en el procesamiento simbólico de la crisis del tiempo o cambio de régimen de historicidad por parte de Ribeiro. No es ajena a los acentos de la indagación la puesta en relieve de la cuestión de la forma, en este caso artística, de la elaboración ribeiriana. Asumo que la literatura puede ser considerada como un «laboratorio de variaciones imaginativas»10 o un «espacio de juego»11 con la temporalidad. Calibrar presupone localizar, por lo que la sección que sigue se dedica a comentar someramente las futurizaciones ribeirianas previas a Utopía salvaje. Luego me detengo en el análisis de la novela, para cerrar perfilando unas consideraciones de orden más general.





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    Mensaje por Maria Lua Vie Mayo 26, 2023 7:50 pm

    ***

    Futuros presalvajes ribeirianos

    La «serie de estudios de antropología de la civilización» de Ribeiro apareció entre 1968 y 1972: un libro por año. En esos volúmenes, Ribeiro puso de relieve, y buscó explicar, la condición subdesarrollada y dependiente de las sociedades latinoamericanas, así como lo que consideraba el carácter alienado y espurio de su cultura. Ni América Latina, ni Brasil, ni las etnias indígenas son conceptuadas allí como culturas especialmente valiosas ni, tampoco, como civilizaciones específicas. Las referencias al futuro que cabe detectar son mayormente consistentes con estas orientaciones. Por ejemplo, en una parte de El proceso civilizatorio, primer libro de la serie, Ribeiro caracteriza las «sociedades futuras» basándose en bibliografía sobre asuntos militares, espaciales y tecnológicos en sentido amplio (destacan obras de F. Sternberg, Morton H. Halperin y un volumen compilado por Eli Ginzberg). Su clave interpretativa es tecnologista; su mirada de la historia de la humanidad gira en torno del concepto de «revolución tecnológica». El Ribeiro de 1968 es no solo «determinista tecnológico», sino también rotundamente optimista: fuera de algunos matices, está seguro del advenimiento de una sociedad socialista «de nuevo tipo», donde las posibilidades de conocer y actuar serán ilimitadas y se generalizará la prosperidad.

    Al año siguiente, 1969, Ribeiro dio a conocer Las Américas y la civilización. En sus páginas despunta su recordada tipología de los pueblos extraeuropeos, así como la caracterización de Brasil como «pueblo nuevo», definido por el mestizaje y cuyas hazañas no están en el pasado, sino en el porvenir. Aparece también el concepto de «pueblo emergente» (entidad tribal que busca «ascender» a la condición de nación), distinto tanto del de «pueblo nuevo» como del de «civilización emergente», y que por el momento no tiene mayor aplicación en América Latina, integrada por «pueblos testimonio» (remanentes de las altas civilizaciones originarias), «trasplantados» y «nuevos». Años después, en un deslizamiento significativo, Ribeiro identificaría pueblos emergentes también entre nosotros.

    En El dilema de América Latina, de 1971, hay un capítulo titulado «Las Américas en el mundo». Empleando datos de la Organización de las Naciones Unidas y basándose en los cálculos y argumentos de Simon Kuznets, Ribeiro contrasta allí indicadores de desarrollo de las Américas prósperas y de las desheredadas. Los de las primeras son ocho veces superiores; proyectando las series estadísticas, cabe prever que la brecha se ensanchará. Para Ribeiro, hay un solo camino para que América Latina pueda superar su atraso: movilizar voluntades, esfuerzos y recursos, tal como lo hicieron las grandes potencias socialistas. Solo así se podrán romper la dependencia externa y la dominación clasista interna.

    A partir de fines de 1973, y más claramente, luego de su retorno definitivo a Brasil en 1976, da la impresión de que Ribeiro se adentra en un camino distinto. La dinámica puede ser ilustrada acudiendo a varios pasajes de sus intervenciones; sin embargo, se trata de algo más implícito que explícito, que además coexiste con un retomar o rumiar constante de sus planteamientos previos. Un concepto como «microrrevolución semántica», introducido por Luciano Egido para pensar deslizamientos identificables en el último Unamuno, puede ser productivo para dar cuenta de una experiencia así, donde hay movimientos significativos, pero sutiles, sinuosos y no del todo asumidos12. La entera cuestión parece inscribirse sobre el canevá más amplio de una «crisis del tiempo», introducida por Hartog13, cuyo sentido se presta a ser puesto en relación con la noción de «crisis conceptual», trabajada en Argentina por Elías Palti14.

    «Venutopías 2003», ensayo elaborado por Ribeiro en 1973 a solicitud de un diario venezolano y reproducido en Argentina por la revista Ciencia Nueva, prefigura el movimiento. El ensayo fue elaborado justo después del golpe de Estado en Chile, jalón importante en la crisis de las certidumbres asociadas a la fase de la «revolución necesaria». Poco después se sumó otro jalón crucial: el desgaste y la ulterior caída del proyecto de Juan Velasco Alvarado en Perú; por lo demás, en ese tiempo a Ribeiro le detectaron un cáncer y le pronosticaron poco tiempo de vida. El interés del ensayo de 1973 reside básicamente en dos cuestiones. La primera, en sus consideraciones preliminares, que el mismo Ribeiro reconoce extensas, pero que son reveladoras de su lucidez para abordar los desafíos tanto de la futurización como de los rasgos de las sociedades en ciernes. Leemos:

    Perdida la eficacia de las prácticas tradicionales para producir personalidades equilibradas, urge buscar nuevos procedimientos. Estos serán fatalmente intencionales, construidos…, artificiales. ¿Significa que serán peores? No lo sé. (...) Nosotros nos comportamos como si esperásemos que los sustitutos de todos aquellos moldes perdidos resurgieran, espontáneamente, para modelar hombres sensatos. No es así. Algo tiene que inventarse para ser colocado en su lugar (...). Estamos desafiados a producir equivalentes socioculturales y hasta morales de nuestros inventos prácticos y mecánicos. O, más enfáticamente: estamos condenados a aceptar la necesidad de experimentar con lo humano, asumiendo los riesgos que eso encierra (...). Lo que intento decir en este largo discurso es tan solo que los nietos de nuestros nietos serán programados (...). Así será, tememos, el hombre nuevo. Un abominable hombre nuevo, si fuera medido con nuestros parámetros. Pero tal vez un hombre más libre y creativo que el de cualquier otro tiempo (...). Pues, por primera vez, el hombre no será el producto necesario de su pasado, la reproducción de su ser, sino el resultado de su proyecto para sí mismo.15

    La segunda: en «Venutopías 2003», Ribeiro plantea tres escenarios utópicos para Venezuela. Los dos primeros («Más para más» y «Más para menos») se mantienen en la línea que venimos describiendo, jugando con predicciones económicas, demográficas y distributivas. Pero el tercero (nombrado «mas», a secas, sigla del Movimiento al Socialismo venezolano) introduce una novedad sustantiva: la de plantear para Venezuela una «utopía estética» inspirada en los indios makiritare (o yekuanas). Ribeiro declara que con ello quiere «devolver» a los venezolanos la existencia pastoril «por la que siempre suspiramos», el «deseo de belleza», el «acceso a la sabiduría». Hasta donde alcanzo a ver, es la primera vez que aparece en el collage en movimiento que es la obra de Ribeiro una valoración de este tipo. Aunque ya antes había apreciado a los indígenas con respeto y empatía, Ribeiro consideraba que estaban de algún modo condenados a permanecer en la insignificancia o a difuminarse en los meandros de la «transfiguración étnica». La aparición intempestiva de lo indígena en un escenario de futuro deseable posee una enorme relevancia. Por lo demás, se acopla al despliegue de comentarios críticos sobre la condición alienante de las formas de producción y consumo predominantes. En el pasaje final de «Venutopías», que fuera suprimido por el diario que publicó el ensayo por primera vez, decía Ribeiro: «Perdónenme los que piensan que propongo tan solo remakiritizar a Venezuela. Mi imaginación formada en estos duros años no tiene potencia para más. Y mi agotado corazón no desea más. Viva el mas».

    El doble movimiento aludido –la creciente puesta en cuestión de la experiencia de los países dominantes y la apreciación con signo más positivo de una serie de «rasgos propios» (latinoamericanos, brasileños, indígenas)– es hasta tal punto detectable en el «segundo Ribeiro» que lectores más cercanos a nosotros pudieron perfilar una imagen suya no solo latinoamericanista, sino además indigenista y de cultor de la noción de América Latina como «civilización emergente». Esto no es necesariamente falso, aunque sí excesivo, puesto que convierte acentuaciones localizadas e incisiones específicas en rasgos definitorios del autor, lo que abre paso a distorsiones interpretativas.






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    Mensaje por Maria Lua Vie Mayo 26, 2023 7:51 pm

    ***

    ¿Retorno a la inocencia perdida o distopía catártica?

    De las cuatro novelas de Ribeiro, la primera –Maíra (1976)– y la tercera –Utopía salvaje (1982)– elaboran artísticamente sus experiencias con distintas tribus indígenas. Ambas obras no solo deben contrastarse con la obra científica de Ribeiro (la pentalogía, en particular con el tercer volumen de la serie), sino que además han de inscribirse en la tradición de la novela brasileña de tema indígena16. Así, es hermenéuticamente beneficioso leer Maíra teniendo presente, por ejemplo, Macunaíma, de Mário de Andrade. En el caso de Utopía salvaje, hay referencias explícitas a Utopía de Tomás Moro, a los caníbales de Montaigne, a La tempestad de William Shakespeare, al Ariel de José Enrique Rodó y, desde luego, al «Manifiesto antropófago» publicado por Oswald de Andrade en 1928. También, abundantemente, a los testimonios y experiencias de exploradores, cronistas y misioneros.

    Por razones de espacio, los comentarios que siguen se circunscriben a Utopía salvaje. La narración se focaliza en las peripecias en la selva del teniente Gasparino Carvajal, cuyo nombre evoca el del capellán (luego cronista) de la expedición comandada por Francisco de Orellana en 1542, que descubrió el río Amazonas. En la novela, el teniente Carvajal va cambiando de identidad a lo largo de su aventura entre las Icamiabas (Amazonas) primero (donde es «Pitum») y entre los indios galibis o kali’na después (donde es «Orejón»). En esta historia, la identidad es inestable y parece depender por completo de los contextos respectivos (¿habrá allí una moraleja?). Con los galibis también viven dos monjas, una protestante («vieja y fea») y otra católica («joven y linda»).

    La historia está narrada mayormente en tercera persona, aunque los personajes, en particular el teniente Carvajal, toman la palabra con frecuencia. Por lo demás, y esto es importante, son habituales las intervenciones del narrador en forma de digresiones, a veces extensas, introducidas con fórmulas del estilo: «Aquí, entre nosotros, lector/a…»; «Seamos serios, lector/a…».

    Presentada como fábula, Utopía salvaje no posee, en sentido estricto, una moraleja. En el texto prevalece una atmósfera hilarante y hasta delirante, donde el caapi es protagonista central, especialmente en la última parte. El efecto buscado parece ser la desestabilización de toda certidumbre. Desorientado está Carvajal y también el narrador, más allá de sus intentos por tomar distancia del personaje principal, procurando corregir sus desvaríos. Desorientado está también, inevitablemente, el lector:

    Somos los que fuimos deshechos en los que éramos, sin jamás llegar a ser lo que fuéramos o quisiéramos. No sabiendo quiénes éramos cuando demorábamos inocentes en ellos, ignorantes de nosotros, menos sabemos quiénes seremos.17 Lo que nosotros locos somos es esto: testigos de lo imposible. El tiempo son muchos tiempos simultáneos. Imposibles. El espacio también. Quien atravesó la cortina blanca lo sabe. Todo imposible es posible en algún lugar. Hasta demasiado.18

    La palabra «utopía», presente en el propio título, así como el contenido de dos capítulos de increíbles proyecciones titulados, respectivamente, «Brasiles» y «Próspero», conectan la novela con los afanes de futurización ribeirianos. En «Brasiles» se presentan a manera de contrapunto el Brasil de las monjas y el del teniente Carvajal. Pero detengámonos en el capítulo titulado «Próspero», extenso interludio alegórico que interrumpe la narración de las peripecias del teniente Carvajal. El narrador toma la palabra con el propósito de caracterizar la «Utopía burguesa multinacional» (ubm). Para hacerlo, «se basa» en unas anotaciones de un espía de la kgb, hurtadas por un agente de la cia, que cayeron en manos de un comandante cubano, quien se las prestó «a mi amigo Pancho Guerra», a quien el narrador vio durante un viaje por México. Interesa reparar en esta operación de toma de distancia: la ubm no está puesta en boca de ninguno de los personajes de la obra, claramente no en la del teniente Carvajal; y, si es cierto que es glosada por el narrador, lo es solamente en forma mediada.

    El hecho es que la ubm se aproxima bastante a una distopía: «Fe e Imperio se encarnan y se casan para ser filos de una misma espada: el Emperador Impoluto y Próspero Informático». Satisfechos sus placeres elementales, los utopianos están casi liberados de la incomodidad de pensar y del dolor de vivir:

    Cada persona, a partir de los diez años de edad, tiene implantados en su muñeca izquierda un Televisor Ecuménico (tve) y un Canal Fidibeque (cf). El Televisor Ecuménico da inmediato acceso a cualquier programa, filme, libro, curso o informe que el utopiano desee o que le sea recetado. El Canal Fidibeque posibilita la comunicación audiovisual directa con Próspero, sea para recibir, sea para transmitir informaciones, opiniones, votos, opciones, clases, instrucciones y órdenes. Sirve, también, para solitarios juegos orgásmicos. Como un perfecto sistema lleva-y-trae, el cf sirve, además, para llamar la atención del utopiano sobre algún tópico que interese especialmente a Próspero, cosa que él hace apelando a recursos sónicos y electrónicos (...) A través de este instrumental es como en Utopía se garantiza la conscripción espontánea y alegre de toda la ciudadanía, tanto para la convivencia amena con sus semejantes, como para el buen cumplimiento de los deberes en la esfera del trabajo, de la producción y de la educación.19

    De acuerdo con el narrador, lo que dice el documento puede referirse al Brasil de Carvajal o al de las monjas: «¿dónde estamos en esta confusión cubana?», se pregunta. Prosigue: «La hipótesis que ofrezco a usted como plausible es que se trata de un enésimo Brasil que debemos agregar a los ya catalogados. No obstante, no descarto la posibilidad de que se trate de un engaño».

    En mi opinión, la múltiple mediación, el sarcasmo, la parodia y la alegoría delirante son herramientas a las que un Ribeiro que está experimentando una profunda «crisis del tiempo» acude para reorganizar sus vínculos con la temporalidad. Todo tiende a desembocar, no a resolver, en acordes suspendidos o chirriantes, invariablemente portadores de dudas difícilmente soportables sin el recurso a la risa. El resultado no es un escenario de futuro en sentido estricto ni, tampoco, una moraleja, sino una distopía que invita a la catarsis: de los personajes, del narrador, del autor, del lector… Estamos, al parecer, ante una distopía catártica.

    Interesa revisar también el capítulo titulado «Felicidad senil» y considerar un pasaje como este, quizá lo más próximo a una moraleja que podemos encontrar en la obra:

    Pero no piense el lector que abogo por el retorno a la Barbarie. Lejos de mí tamaño disparate. Lo que tengo es una nostalgia incurable de un mundo que bien podía ser, pero jamás fue y no sé cómo sería, y si lo supiese no lo diría. Ejercito estos juegos utópicos lleno de cautela. Sospecho mucho que reformar la sociedad –deshaciéndola, para rehacerla mejorada–, aunque indispensable, sea un trabajo muy arriesgado y complicado. Mucho más, por cierto, que desarmar una vaca y volver a armarla, capaz de mugir mejor y dar buena leche. Stalin lo intentó y no le resultó, pero afianzó el socialismo en un país. Mao dobló la apuesta de nuestras esperanzas mientras practicó el arte de la jardinería, y vetó el mandarinato. Fidel, imprudente, insiste. Persistiendo en la locura, terminará demostrando que la Galibia Martiana habrá de florecer. Yo hago fuerza para que lo logre: ¡habrá de florecer! –Muy bien. ¡Ojalá! Nos secunda, allá en el Cielo, Nuestro Señor Jesucristo, que finalmente entró en la política.20

    Se comprueba que la significación de Utopía salvaje no tiene demasiado que ver con moralizar acerca de la necesidad de un retorno al pasado indígena; lo que pudiera haber de eso queda subordinado a la disposición distópico/catártica a la que hice referencia más arriba. En «La civilización emergente», ejercicio con pretensiones sistemáticas dado a conocer por Ribeiro en 1984, casi no hay elementos que pudieran calificarse como sarcásticos, paródicos o catárticos. Se trata de una tentativa «seria». Pero sí cabe encontrar allí, semitransfigurados, muchos de los rasgos de la «utopía burguesa multinacional». Entre ellos, las referencias al «anacronismo irremediable» de los constructores básicos de la personalidad y de los organizadores fundamentales de la conducta. También, los temores, no solamente a una guerra terminal (Ribeiro anticipa guerras protagonizadas por artefactos cibernéticos autoguiados), sino además a una nueva y tétrica pax romana. Ribeiro consigna la incapacidad de la economía mundial para implantar la prosperidad general; a los pueblos del Tercer Mundo les queda seguir suspirando por una pequeña y modesta utopía inalcanzable. El futuro posible es el de una era de hambre e idiotización en el marco de una civilización obsoleta, de corazón endurecido. Hambre e idiotización. Idiotización: reencontramos aquí elementos de la distopía delirante de Utopía salvaje en la caracterización de un largo plazo posible e indeseable, a mucha distancia de la imagen de la generalización de la prosperidad tematizada 15 años atrás.

    En una respuesta a un cuestionario enviado por un periodista romano, Ribeiro bosquejó un futuro intermedio y otro distante. El intermedio podrá corresponder a la superación de las brechas entre los países. El distante podrá ser el del «abominable hombre nuevo», que morirá de fastidio o habrá de refugiarse en las «asombrosas posibilidades químico-espirituales de felicidad Ersatz ofrecidas por las drogas»21. El pasaje de «Venutopías 2003» que comentamos antes decía que el hombre nuevo, en cierto sentido abominable, sería tal vez «más libre y creativo que el de cualquier otro tiempo». Ahora –cabe ubicar la intervención a mediados de los 80– parece no haber rastros de las imágenes que sucedían a la locución adverbial, y el adjetivo abominable gana importancia relativa. Cada vez más el sentido, o más bien su ausencia, es el problema.






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    Mensaje por Maria Lua Vie Mayo 26, 2023 7:53 pm

    ***


    Apreciación

    Podemos delinear ahora una hipótesis. La revisión de Utopía salvaje ayuda a comprender mejor el sentido de los deslizamientos que cabe apreciar entre los futuros correspondientes al Ribeiro de la «revolución necesaria» y el de la «pequeña utopía». En parte prefigurada por «Venutopías 2003», la distopía catártica de 1982 fue una de las vías gracias a las cuales Ribeiro consiguió atravesar la tremenda «crisis del tiempo» a la que lo fueron conduciendo las sucesivas derrotas políticas que, para mediados de los años 70, lo habían dejado acorralado y, eventualmente, sin opciones (Cuba no parece haber desempeñado plenamente esa función, la de auténtica opción, en su itinerario). Espacio de «juego con el tiempo» o «laboratorio de variaciones imaginativas», Utopía salvaje constituyó una instancia clave que ayudó a Ribeiro a procesar el (nuevo y muy grave) descentramiento, la desorientación, el desasosiego. En esta dinámica, el optimismo a largo plazo se erosionó visiblemente. A partir de entonces, tenemos un Ribeiro que, pensando en el «plazo intermedio», valora la lucha por reducir las asimetrías y las desigualdades, aunque, al parecer, en una clave más existencial que teleológica, y que, pensando en el «largo plazo», convoca asiduamente las sombras del sinsentido, soportables gracias a la ayuda del sarcasmo y la parodia (posibilitadores de la catarsis) y a la formulación de interrogantes perturbadores que se enfrentan desde la duda y que apenas si dejan resquicios para resoluciones aceptables.

    Más en general, y ya para concluir, me parece que sería equivocado pensar que la puesta en relieve de la trabajosa forja de una ecuación simbólica, de sus distintas versiones, de las pugnas entre la voz autoral con otras voces (de narradores, personajes, interlocutores de su tiempo y de otros tiempos), de las inestabilidades, deslizamientos y ambivalencias, equivale a restarle méritos teóricos a un pensador. Lejos de ello, creo que historizar para comprender mejor las series de valoraciones superpuestas y en movimiento nos deja en condiciones más adecuadas para tamizar lo teóricamente pertinente, para dimensionar lo desestabilizador, para practicar –junto con el propio autor en este caso– la risa catártica, y para asimilar las trazas de sabiduría vital que seamos capaces de entrever. Quizá no haya un modo más genuino de seguir vivo para un pensador clásico que el que consiste en continuar siendo protagonista de este tipo de tramas dialógicas.



    ********************



    Nota: este texto integra el volumen Futuros: miradas desde las humanidades, coordinado por Andrés Kozel, Martín Bergel y Valeria Llobet, de próxima aparición en la colección Futuros (FUNINTEC / UNSAM Edita). Foto: Beatriz y Julio Bayce

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    1.
    Andrés Kozel: es especialista en pensamiento latinoamericano contemporáneo. Tiene un doctorado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y estudios posdoctorales en El Colegio de México. Actualmente se desempeña como investigador de carrera del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina y como profesor de la Universidad Nacional de San Martín (unsam).Palabras claves: futuro, Utopía salvaje, Darcy Ribeiro, Brasil.Nota: este texto integra el volumen Futuros: miradas desde las humanidades, coordinado por Andrés Kozel, Martín Bergel y Valeria Llobet, de próxima aparición en la colección Futuros (funintec / unsam Edita). . Nueva Sociedad No 73, 7-8/1984, disponible en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    2.
    Hay varios materiales que permiten reconstruir el itinerario intelectual y político de Ribeiro. Es muy importante su libro Testemunho [1990], Apicuri / unb, Río de Janeiro-Brasilia, 2009, así como los aportes contenidos en María Elena Rodríguez Ozán: «Prólogo» en D. Ribeiro: Las Américas y la civilización: proceso de formación y causas del desarrollo desigual de los pueblos americanos, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1992. Sobre sus años en Uruguay, Haydée Ribeiro Coelho: «O exílio de Darcy Ribeiro no Uruguai» en Aletria. Revista de Estudos de Literatura vol. 9, 2002. V.tb. A. Kozel: «Darcy Ribeiro y el concepto de civilización» en Cuadernos Americanos No 164, 2018.

    3.
    D. Bell: «Introducción» en Herman Kahn y Anthony Wiener: El año 2000 [1967], Emecé, Buenos Aires, 1969.

    4.
    En 1968 apareció The Population Bomb, de Paul y Anne Ehrlich; unos años después, The Limits to Growth, de Donella Meadows et al., que generó la respuesta latinoamericana coordinada por Amílcar Herrera, conocida bajo el triple nombre de Catástrofe o Nueva Sociedad o Modelo Bariloche o Modelo Mundial Latinoamericano. Antes había visto la luz Silent Spring, de Rachel Carson. Sin salirnos del orbe anglófono y a título meramente ilustrativo, podemos recordar también la circulación de las obras de Robert Heinlein, Arthur C. Clarke e Issac Asimov, el estreno de series televisivas como Star Trek o de películas como Dr. Strangelove, 2001: A Space Odyssey (ambas dirigidas por Stanley Kubrick) y Silent Running (dirigida por Douglas Trumbull).

    5.
    A. Kozel y M. Mercedes Patrouilleau: «La exploración científica del futuro, antes de la última dictadura» en Hugo Biagini y Gerardo Oviedo (dirs.): El pensamiento alternativo en la Argentina contemporánea t. iii, Biblos, Buenos Aires, 2016.

    6.
    R. Koselleck: Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidós, Barcelona, 1993.

    7.
    P. Ricoeur: El tiempo narrado, t. iii de Tiempo y narración, Siglo Veintiuno, Ciudad de México, 1996.

    8.
    F. Hartog: Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo [2003], Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 2007.

    9.
    F. Perus: «Introducción» en Historia y literatura, Instituto Mora, Ciudad de México, 2001.

    10.
    P. Ricoeur: ob. cit.

    11.
    Rüdiger Safranski: Tiempo. La dimensión temporal y el arte de vivir, Tusquets, Buenos Aires, 2017.

    12.
    L. Egido: Agonizar en Salamanca. Unamuno, julio-diciembre de 1936, Tusquets, Barcelona, 2006.

    13.
    Ob. cit.

    14.
    E. Palti: El momento romántico. Nación, historia y lenguajes políticos en la Argentina del siglo xix, Eudeba, Buenos Aires, 2009. Uno de los señalamientos más agudos de Palti apunta a no confundir los deslizamientos ideológicos con cambios conceptuales: giros ideológicos observables pueden ocultar la persistencia de matrices conceptuales, así como puede suceder también lo inverso: motivos insistentes pueden encubrir reconfiguraciones más profundas de los lenguajes. En este caso, pienso que nos encontramos ante una de esas reconfiguraciones más profundas, que va teniendo lugar de manera paulatina y sinuosa.

    15.
    D. Ribeiro: «Venutopías 2003» [1973] en Indianidades y venutopías, Ediciones del Sol / cehass, Buenos Aires, 1988, pp. 152-154.

    16.
    Un excelente panorama de esta tradición puede consultarse en Luzia Aparezida Oliva dos Santos: O percurso da indianidade na literatura brasileira, unesp, San Pablo, 2009.

    17.
    Voz del narrador en D. Ribeiro: Utopía salvaje. Nostalgias de la inocencia perdida. Una fábula [1982], Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1990, p. 30.

    18.
    Voz del personaje principal: ibíd., p. 94.

    19.
    D. Ribeiro: Utopía salvaje, cit., pp. 140-142.

    20.
    Ibíd., pp. 175-176.

    21.
    D. Ribeiro: «El abominable hombre nuevo» en Indianidades y venutopías, cit.






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    Mensaje por Maria Lua Vie Mayo 26, 2023 7:55 pm

    Utopía salvaje
       
    AUTOR: DARCY RIBEIRO




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    1
    Sinopsis


    Pitum, un negro gaúcho también apodado Orejón, es el protagonista de una de las más fabulosas historias que produjo la literatura brasileña. Novela que nos revela con un agudo sentido del humor las contradicciones de la conciencia y el drama de la identidad, descalabrando la pretendida occidentalidad latinoamericana. Su manejo de la mitología brasileña le permite al autor, además, pasear por los distintos ambientes del gran país vecino y presentarnos toda una galería de personajes. Darcy Ribeiro es uno de los antropólogos de mayor renombre en América Latina, autor del clásico ''El proceso civilizatorio''.



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    2
    Resumen

    Utopía salvaje (1982) es la tercera novela del antropólogo, políticoy escritor brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997). En este capítulo mepropongo calibrar el papel desempeñado por dicha novela en el procesamientopor parte de Ribeiro de la crisis del tiempo o cambiode régimen de historicidad (Hartog), cuyo inicio parece posible ubicara mediados de la década de 1970. No es ajena a los acentos dela indagación la puesta de relieve de la cuestión de la forma, en estecaso artística, del texto escogido. La literatura puede ser consideradacomo un laboratorio de variaciones imaginativas (Ricoeur) o unespacio de juego (Safranski) con la temporalidad. Calibrar presuponelocalizar, por lo que en la primera sección revisito las futuricionesribeirianas previas a Utopía salvaje. Seguidamente, introduzcola hipótesis según la cual, contra lo que pudiera pensarse a priori,Utopía salvaje no propone una vuelta al pasado, sino que perfila, másbien, una distopía catártica, asociada, en parte, a la imagen de lautopía burguesa multinacional. Se plantea, también, que componentesde dicha distopía habían sido en parte anticipados por Ribeiroen Venutopías 2003, de 1973, en tanto que serían retomados, enclave más sistemática, en el ensayo La civilización emergente, de1984, su ejercicio de futurición más recordado.



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    Mensaje por Maria Lua Ayer a las 7:13 pm

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    El pueblo brasileño : La formación y el sentido de Brasil

    AUTOR: RIBEIRO, DARCY


    Sinopsis


    Brasil y los brasileños, su gestación como pueblo, constituye el tema del trabajo más ambicioso de Darcy Ribeiro. Del choque y del temple del invasor portugués con indios silvícolas, campiranos y negros africanos, surge un diferente modelo de estructuración social como nueva etnia nacional diferenciada, dejando atrás diferentes matrices raciales, tradiciones culturales y formaciones sociales.


    ***************

    El gran desafío al que se enfrenta Brasil, dice el autor, es alcanzar la lucidez necesaria para concatenar sus energías y orientarlas políticamente, con clara conciencia de los riesgos de retroceso y de sus posibilidades de liberación y prosperidad. Este libro es un esfuerzo por aportar esa lucidez necesaria. Primero, con el análisis del proceso de gestación étnica que dio origen al pueblo brasileño; luego, con el estudio de las líneas de diversificación que plasmaron sus modos regionales de ser. Por último, con la crítica del sistema institucional en el ámbito del cual surgió y creció. Darcy Ribeiro, antropólogo, ensayista, novelista y político, falleció en 1997. La publicación en español de este libro, cuyo original en portugués apareció en 1996, constituye un homenaje a su memoria.



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    **********************


    Por que o Brasil ainda não deu certo? Quando chegou ao exílio no Uruguai, em abril de 1964, Darcy Ribeiro queria responder a essa pergunta na forma de um livro-painel sobre a formação do povo brasileiro e sobre as configurações que ele foi tomando ao longo dos séculos. A resposta veio com este que é o seu livro mais ambicioso. Trata-se de uma tentativa de tornar compreensível, por meio de uma explanação histórico-antropológica, como os brasileiros se vieram fazendo a si mesmos para serem o que hoje somos. Uma nova Roma, lavada em sangue negro e sangue índio, destinada a criar uma esplêndida civilização, mestiça e tropical, mais alegre, porque mais sofrida, e melhor, porque assentada na mais bela província da Terra. "Darcy Ribeiro é um dos maiores intelectuais que o Brasil já teve. Não apenas pela alta qualidade do seu trabalho e da sua produção de antropólogo, de educador e de escritor, mas também pela incrível capacidade de viver muitas vidas numa só, enquanto a maioria de nós mal consegue viver uma."Antonio Candido, Folha de S.Paulo


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