Aires de Libertad

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    Ricardo Molina (1916-1968)

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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por Pedro Casas Serra 19.04.23 7:07

    .


    Ricardo Molina (Puente Genil, Córdoba, 28 de diciembre de 1916-Córdoba, 23 de enero de 1968) fue un poeta español, miembro del grupo de la revista Cántico. También debemos citar su verdadero interés por el cante flamenco y la profundidad de su conocimiento en este ámbito, en el que investigó utilizando el pseudónimo Eugenio Solís.

    Biografía

    Nació en Puente Genil en 1916. En 1925 se traslada con sus padres y sus tres hermanos a Córdoba, donde cursó estudios de bachillerato (1928-1934). Después estuvo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, pero tuvo que interrumpir la carrera a causa de la guerra civil española. En 1936 se alista como voluntario en el ejército nacional, aunque sus convicciones políticas no parecen haber sido muy firmes. Permanece en campaña durante dos años. En 1940, terminada la guerra, obtiene finalmente la licenciatura en Filosofía y Letras, en la especialidad de Geografía e Historia. Trabajó como profesor en varios centros educativos, aunque sin obtener plaza de funcionario público hasta 1966, dos años antes de su muerte.

    Hacia 1943 comienza a frecuentar la compañía de otros poetas, como Juan Bernier, Pablo García Baena, Mario López, con quienes fundará la revista Cántico, aparecida en octubre de 1947. La primera etapa de la revista tendrá sólo ocho números, correspondiendo el último a diciembre de 1948 y enero de 1949; la segunda se dio entre 1954 y 1957. Era homosexual, al igual que otros miembros del grupo, y como ellos, se inspiró en el paganismo y compuso obras de exaltación del cuerpo y el deseo, «porque mayor que el amor es el deseo de amor / y mayor que la vida es el deseo de vivir», como expresa en su Elegía de Medina Azahara. En palabras de Luis Antonio de Villena, eran

       Tiempos poco favorables para un creador que hubo de celar —no siempre con éxito— su condición homosexual, recatando una poesía que (como otras de Cántico) se nutrió hondamente de los alimentos terrenales de lo pagano. El mejor Molina es -a lo largo de toda su obra- ese poeta del júbilo del amor y la sensualidad, tocado de melancolía temporalista y de algunos toques de religiosidad verídica cuanto necesariamente heterodoxa.
       Luis Antonio de Villena en El País

    Dentro ya de sus incursiones en el universo del cante jondo, conocería al cantaor Antonio Mairena, con el que trabaría gran amistad, emprendiendo en común diversos proyectos, tales como el Primer Concurso Nacional de Cante Jondo en Córdoba en el año 1956, o el ensayo Misterios del arte flamenco, en 1967. Su labor investigadora junto a Mairena obtuvo un gran reconocimiento en este ámbito.

    La dirección de la revista Cántico le llevó a cruzar un cuantioso epistolario con miembros de la Generación del 27, especialmente con Vicente Aleixandre, que ha recopilado y publicado en 2015 Olga Rendón en dos tomos.​ Su Obra poética completa se publicó dos veces (Córdoba, 1982 y Madrid, 2007), en este último caso con algunos textos más y algunas variantes.

    Homenajes

    La Biblioteca de su localidad natal lleva su nombre y la plaza que hay al lado está llamada Plaza del grupo Cántico. Cada uno de los árboles que hay en ella lleva el nombre de los integrantes de la revista Cántico.

    (Scado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de Ricardo Molina:


    De El río de los ángeles (1945):


    EL BESO Y EL AGUA

    Bajo el sol de la tarde
    que hace desvanecerse sobre el río la sombra de los álamos,
    jugamos en el agua,
    desgarramos el abrazo de las ondas
    que se abrazan lo mismo que nosotros,
    que se acarician infinitamente y arrastran hacia el mar un beso inagotable...
    Y unas van perfumadas de azahar,
    y otras van exhalando un perfume largo y verde,
    y en todo el río
    flotan inquietos los aromas estivales,
    semejantes a mil pequeños espejos,
    y yo abrazo tu cuerpo, desnudo como la onda, tu cuerpo
    extraño como este olor a verde junco
    y te beso en el agua lo mismo que ala luna
    cuando deshoja sus fríos rosales sobre el río.



    CÁNTICO DEL RÍO

    Oh qué dulzura.
    qué extraña y admirable dulzura,
    descender abrazados, desnudos, al fondo oscuro del río,
    desnudos y abrazados para siempre,
    y así, gozosos, líquidos, disolvernos en ondas,
    en claras ondas plateadas, verdes...

    Oh reflejar los almezos, los álamos,
    copiar la desierta belleza de los molinos en ruinas,
    sentir temblar sobre nuestras miradas transparentes
    cuanto se desmaya en el aire;
    la mañana, la luna, los pájaros, las nubes,
    las barcas silenciosas, las torres amarillas...
    Oh qué dulzura,
    qué extraña y admirable dulzura,
    sentirse acariciado largamente
    por las inquietas imágenes temblorosas
    de los seres que viven en la orilla del río...



    ÁMAME SÓLO

    Ámame sólo como amarías al viento
    cuando pasa en un largo suspiro hacia las nubes;
    Ámame sólo como amarías al viento
    que nada sabe del alma de las rosas,
    ni de los seres inmóviles del mundo,
    como al viento que pasa entre el cielo y la tierra
    hablando de su vida con rumor fugitivo;
    ámame como al viento ajeno a la existencia
    quieta que se abre en flores,
    ajeno a la terrestre
    fidelidad de las cosas inmóviles,
    como al viento cuya esencia es, ir sin rumbo,
    como al viento en quien pena y goce se confunden,
    ámame como al viento tembloroso y errante.



    ENDYMIÓN

    Es muy temprano. Hay luna todavía.
    Los ángeles del alba cantan en los vientos, tímidos.
    Estoy solo en la arena sombría como estrella
    de mar cautiva en una gruta, o como nube
    parda, encallada en un valle submarino.
    Y no sé a dónde voy, ni qué hago
    y me olvido de todo contemplando
    cómo besa la luna a un ángel en los párpados,
    Endymión de este río



    FAUNO BAJO LA LUNA

    Oh luna azul de las bucólicas desvanecidas
    en los prados marchitos y los bosques brumosos,
    deja sólo que mi alma se contemple en tu espejo
    un instante dulce y leve, si efímero; oh luna
    blanca de los besos por los caminos de acacias,
    no huyas, tímida; detente, oh fugitiva,
    y no te alarmen los brazos alargados en la penumbra,
    del fauno que en secreto danza en mí al contemplarte
    encendiendo sus ojos en mi oscura sonrisa.



    ARS POÉTICA

    Oh alma mía, sé libre y como águila que azota la plata del aire,
    elevándose o descendiendo alternativamente sobre los prados quietos y el remolino salvaje del mar
    no cuides de los ojos que ciega el vacío luminoso del himno rimado,
    y, atenta sólo a tu gozo, suscita nueva agitación, nueva música
    hasta ascender a la plenitud de la armonía.

    ¡Nada de quietud, alma mía!
    Danza, lanzada con la tierra a los brillantes espacios.
    Reinen sobre el paisaje frecuentado por los rebaños invernales
    las voces medidas, como pasto nutricio para una sola estación;
    tú no te deslumbres en el húmedo fulgor de las hierbas
    y alza sobre la anchura virginal e inviolada
    la voz libre y tempestuosa.



    _________________
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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Re: Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por Pedro Casas Serra 19.04.23 12:45

    .


    De Elegías de Sandua (1948):


    ELEGÍA I

    Mi alma es casi dichosa y casi triste
    porque el cielo es el mismo cielo de nuestra dicha
    y el amor que me inspira,
    ay, es el mismo amor de aquellos días.

    Y por eso mi alma, triste y dichosa a un tiempo,
    es igual que una virgen embriagada
    o una antigua bacante
    que ríe y llora ebria en las colinas,
    y está loca de vientos y de lunas,
    de soles y de pinos y de altura,
    y llora y ríe sin saber qué hace
    y sus pies en las flores despiertan leve música
    y el torrente acompaña sus éxtasis salvajes
    y el crepúsculo besa sus mejillas
    y la creación resuena a su voz amorosa
    y le responde con ardientes ecos,
    y a través de la sombra
    con sus astros lejanos le contestan los cielos.

    Así, mi alma no sabe qué dice ni qué calla
    y está casi dichosa y casi triste
    y sin saber por qué llora y sonríe
    y canta y se lamenta,
    y va como una virgen destrenzada y desnuda
    por valles y montañas,
    y los pastores huyen a su paso
    y las mozas se ocultan para verla,
    y su fervor por todo es tan divino,
    y su amor tan ardiente
    que nadie lo comparte,
    y por eso va sola
    por las verdes colinas y las montañas grises,
    sola, casi dichosa y casi triste.



    ELEGÍA II

    ¿A qué he venido entre los verdes árboles
    del bosque traspasado de armonía?
    ¿Por qué canta la vida con sus labios ardientes
    de roja miel una canción lasciva?
       
    ¿Qué insinúan las aguas
    al desgarrar sus muslos de espumas en las rocas?
    ¿Por qué al pasar las frescas alamedas
    me invita una voz leve y tenue en su sombra?

    ¿Qué amor bello y desnudo lo mismo que el verano
    me llama por mi nombre e invisible suspira?
    ¿Qué amor, qué loco amor va siguiendo mis pasos,
    inflamando la tierra erizada de espigas?

    ¿A qué he venido en este mediodía
    al bosque solitario?
    ¿Por qué me pierdo entre los verdes árboles
    alargando a su sombra turbadora mis brazos?



    ELEGÍA VI

    Te amé a los quince años. Tú tenias mi edad.
    Te amé en la sierra verde bajo un sol de domingo,
    cuando al volver de misa paseaba tu familia
    por la larga avenida de viejos eucaliptos.

    Te amé bajo los pinos de agujas amarillas,
    sobre la tierra ocre perfumada de menta.
    Te amé sobre las rocas tapizadas de musgo,
    sobre los prados verdes y las crujientes eras.

    Te amé. Te amé. Es cuanto puedo decir ahora,
    mas no recuerdo cuándo empezamos a amarnos.
    Todo empezó lo mismo que un claro día de junio
    sobre la tierra en flor teníamos quince años.

    ¿Sería, sin embargo, otoño, primavera
    o invierno? Ay, quién sabe cuál era la estación.
    ¿Te acuerdas tú? La Vida era un rosal al viento...
    Ven y dime en qué tiempo empezó nuestro amor.

    ¿Qué importa que los años nos hayan separado,
    qué importa si el recuerdo es lo mismo que un valle
    por el cual caminamos cantando, sonriendo
    y cogiendo sus flores de perfume inefable?

    Oh amada cuyo nombre lejano y melancólico
    mi corazón agita como el viento a los bosques,
    ven y dime aquel tiempo de pinos murmurantes,
    de arroyos, de montañas, de nubes y de amores.

    Ven y dime que tú también me amaste entonces
    en la sierra, en los pinos y en los negros ocasos.
    Oh, dime que me amaste cuando sobre la tierra
    ardiente y amarilla teníamos quince años.



    ELEGÍA IX


    El patio oye el suspiro de otros días en sus arcos.
    En las paredes húmedas se estremecen las yedras.
    Lilas, jazmines y ceIindas
    tiemblan gozosos en el aire tibio
    bajo el beso fugaz de las abejas,
    pero celindas, lilas y jazmines,
    yedras de oro y arcos ruinosos
    no saben cómo un día nos amamos.

    Llena la fuente está de claras ondas,
    de agua clara y azul igual que el cielo,
    la fuente pura y fría
    a la sombra delgada de las damas de noche
    que dejan su perfume flotar por la negrura...
    Mas no supieron nunca
    que nos amamos,
    y la fuente que llora
    solitaria en la sombra
    nunca vio reflejarse nuestra dicha
    en la dulzura inmóvil de sus ondas.

    La galería sueña con sus viejos retratos
    en marcos de oro y con sus paisajes
    de monterías invernales,
    donde hay un dulce ciervo que brama porque un perro
    hinca furiosamente los colmillos
    en sus ijares espumosos,
    pero la galería que duerme desde el tiempo
    de aquellas cacerías en la sierra
    nunca supo que nos amamos.

    El comedor se alumbra con los pámpanos
    de la parra que escala los balcones.
    Se perfuma en un hálito de fruteros repletos
    de fresas, de manzanas y de peras,
    y el viejo aparador de caoba se yergue
    en la severidad de hace cien años,
    mas nunca supo, envuelto en el vaho otoñal,
    que nos amamos.

    Subíamos riendo la escalera
    hasta llegar al alto palomar todo blanco.
    El patio parecíanos entonces algo triste.
    Los rayos en las vagas madreselvas
    diríanse un enjambre de irritadas abejas.
    El olor del invierno persistía
    en los abandonados corredores.
    La sombra de las hojas se movía en los muebles
    enfundados del gran comedor solitario.

    Bajo aquel cielo azul de primavera,
    en aquel palomar completamente blanco,
    solos, entre aleteos y arrullos de palomas,
    desnudos y tendidos sobre el sol nos amamos.



    ELEGÍA XII

    Dicen que el mes de mayo es el mes del amor,
    pero yo me pregunto si hay alguna estación
    que no lo sea, pues octubre te trajo al lado mío
    y noviembre con sus grandes nubes y sus tormentas
    fue el mes en que mi corazón dio sus rosas primeras.

    Y en enero paseando por los campos, miramos
    la luna entre los árboles como un fruto de plata
    y luego te besé por el carril sombrío
    que baja de la Huerta de los Arcos.

    Y en marzo, cuando son tibias las lluvias,
    unos celos furiosos, me asaltaron
    porque me hablaste apasionadamente
    de Juan Ramón -como si ya lo amaras-
    y yo, intentando en vano ahogar mi tristeza
    me fui, vencido y hosco, por las húmedas sendas.

    Y en abril, cuando Córdoba huele a Semana Santa,
    los altares cubiertos de flores redoblaron
    nuestro amor y en la sombra violeta de los templos
    juramos sernos fieles para toda la vida,
    igual que aquellas aves que vimos una tarde
    volar solas las dos por el aire suave.

    Y en junio nuestro amor buscaba en los arroyos
    las espesas moreras cuya sombra
    nos trasportaba al tiempo de las dulces bucólicas.
    Venías a tenderte a mi lado en la arena
    y nunca como entonces fueron bellos tus ojos
    ni dorado tu pecho, ni encendidos tus labios.

    Y en agosto te fuiste con tu familia a Málaga
    de veraneo, y yo quedé en Córdoba solo,
    y tu recuerdo, diariamente, al caer la tarde,
    se alzaba por el Sur lo mismo que la luna,
    y las aguas heladas de la alberca nocturna
    y la cerveza amarga y fría, y los refrescos,
    y los vinos que me ofrecían los amigos
    no consiguieron desvanecer tu imagen
    ni apagar en mi alma el deseo -de tu cuerpo.

    Y, sin embargo, hay quien dice que la primavera
    es el tiempo de los enamorados,
    pero yo me pregunto si hay alguna estación que no lo sea.



    ELEGÍA XIII

    A Joaquín de Entrambasaguas

    los que lean mis Elegías cuando yo esté ya muerto
    dirán: Este poeta era igual que nosotros.
    ¿Sus amores? ¡Acaso no hemos amado todos!
    ¿Su tristeza? ¡Quién no estuvo triste en la vida!
    Así cualquiera puede ser poeta.
    Es fácil hacer versos sin medida
    y hablar siempre de rosas y de lilas,
    de cielos y de nubes, de besos y recuerdos.


    Pero yo habré ya muerto y será primavera
    y violetas y lirios cubrirán las colinas
    y los amores nuevos y las nuevas tristezas
    perfumarán el mundo con sus flores radiantes
    de deseos y lágrimas lo mismo que la vida.
    Y otros dirán: Amaba sólo el cuerpo.
    Era un materialista.
    Sus Elegías son poco recomendables.
    Muchas podrían tacharse incluso de inmorales.

    Y yo habré muerto entonces y será primavera
    y los tiernos deseos despertarán lo mismo
    que misteriosas aves en la tierra,
    y agitarán sus alas triunfantes en el aire
    y sus gorjeos mágicos
    llevarán a las verdes alamedas
    amantes que en la sombra se besarán los labios.

    Y algunos, una tarde
    dirán: ¿Qué nombre tuvo en la tierra su amada?
    Y unos pensarán en Elisa o en Laura,
    y otros en Isabel, en Beatriz o en Teresa...
    Y se preguntarán su nombre en vano
    y su dulce pregunta quedará sin respuesta.

    Pues yo habré muerto entonces y será primavera
    y la vida cantando cruzará por los campos
    y los amores nuevos y las nuevas tristezas
    apagarán con nombres de otras mujeres bellas
    el de aquella que amé sobre la tierra.

    Y un día una doncella leerá mis Elegías
    y al llegar a la decimotercera
    acaso diga: Cuanto amor, cuanta dulzura
    hay en este poeta.

    Y tal vez se confiese que de haberme encontrado
    en Sandua o Piedrahita me hubiera amado tanto...

    Y aunque sea primavera y yo haya muerto entonces,
    al beso de la lluvia despertarán las flores;
    el amor pasará suspirando en su flauta
    por los bosque sombríos y las claras montañas,
    y al agitarle el viento los cabellos de oro
    temblará la doncella, y yo estaré a su lado
    aspirando el perfume de su melancolía,
    y el cielo se pondrá más profundo y más grave,
    y yo seré una sombra dulce y apasionada
    que cruzará en silencio los verdes arrayanes.



    ELEGÍA XIX

    La primavera ha llegado a la tierra.
    El rojo barro ya florece.
    En la tibieza azul del aire perfumado
    mi corazón despierta y luego se adormece

    porque la primavera es un despertar puro
    y un sueño al mismo tiempo,
    y así despierta y sueña mi corazón con ella,
    y estar despierto
    o soñar es igualmente bello.



    ELEGÍA XX

    A Gerardo Diego

    Dulce es vivir aunque se goce en vano,
    aunque se sufra en vano dulce es vivir,
    aunque el corazón sea como  un fruto envenenado,
    aunque el alma sea como la sombra de un pájaro.

    Errar alto y desnudo por la orilla de un río,
    respirar incansable el aire de la tierra,
    olvidarse de todo a la sombra de un pino,
    ¡vivir, vivir, aunque se viva en vano!

    Aunque el deseo filtre su ardiente sal
    en la inocencia encendida de nuestra sangre,
    aunque perdidos en la visibilidad
    cruel del mundo nos esclavice una sola imagen.

    dulce es vivir siguiendo los senderos
    hacia la gloria de las rocas y las nubes,
    detenerse en la orilla del torrente,
    sentir en todo el cuerpo el roce inmaculado del aire,
    coronarse de pámpanos silvestres,
    ¡vivir, vivir aunque se viva en vano!

    Mientras se vive todo es bello en torno nuestro
    y mientras más hermoso más amargo el deseo,
    pero hay tiempo para todo mientras se vive,
    hay tiempo de aspirar un perfume de rosas,
    de abandonarse al beso infinito del agua,
    de extinguir en el plácido azul de la mañana
    igual que roja nube nuestra melancolía;
    tiempo de maldecir, de cantar alabanza,
    tiempo de odiar y tiempo de adorar lo que odiamos,
    ¡oh, tiempo de vivir aunque se viva en vano!

    ¿Qué importa que la vida sea una cosa superflua,
    qué importa esta inquietud sin nombre, esta acritud
    extrañamente dulce de la mortal primavera,
    si la vida se agita y canta en torno nuestro
    y entreabre las flores y los labios al beso?

    ¿Qué importa todo al fin si la vida es tan bella
    aunque se viva en vano...?



    ELEGÍA XXII

    Si alguien me preguntara que si amo,
    ¿que le respondería?,
    ¿qué podría responder ahora mismo
    desvelado en la luna?

    ¿Sonreír a su pregunta?
    ¿Me pondría de repente serio?¿Hablaría de otra cosa?
    ¿Describiría un sueño cualquiera? ¿Inventaría
    un recuerdo de amores lejanos donde todo
    lo que aún no ocurrió se diera por pasado?
    ¿Cuál sería mi respuesta?
    ¿Lo sé yo mismo acaso?

    Si alguien me preguntara que a quién amo,
    ¿cómo se lo diría?
    ¿cómo se lo diría si tú tampoco sabes
    que mi alma lo mismo que una clara cisterna
    copia tu rostro y tu figura
    entre un verdoso nimbo
    de avellanos y trigos?

    Si alguien me preguntara que quién sabe mi amor
    yo le contestaría:
    Los árboles lo saben, los laureles, los pinos,
    los castaños de Piedrahita.
    Sus hojas en el aire
    cuentan mi historia simple con murmullo infinito.
    Ellos saben por qué mi alma está triste
    y por qué callo siempre
    lo que ellos sólo dicen.




    ELEGÍA XXVII

    A Dámaso Alonso

    Son muchos los que piensan que el poeta
    es un hombre que vive en dichosos dominios
    que nunca conocieron las humanas miserias
    y que en su reino hay sólo músicas bajo sauces,
    conversaciones íntimas sobre la verde hierba
    y a orillas de un estanque
    palacios misteriosos donde habita la dicha.

    Son muchos los que piensan
    que el canto es sólo un don de aquellos que no tienen
    inquietudes por nada de la vida,
    pero el poeta es siempre
    un hombre silencioso y vestido de negro,
    y los bosques que canta no son suyos
    y si guar5da una rosa delicada en su pecho,
    ay, no es suya tampoco, es una flor robada
    a los que tienen parques y rosales,
    pues el poeta es siempre
    un caminante triste y polvoriento.

    Esta mañana he visto una vieja lisiada
    que decía con voz dulce y desgarradora:
    ¡Una limosna, que estoy sorda y medio ciega!,
    y al oírla mi corazón se ha fundido
    como un copo de nieve,
    y he bendecido a Dios sin la usual retórica
    por haber dado a los pobres que piden limosna
    en las puertas de las iglesias
    una resignación tan grande que tan sólo
    podría compararse a su miseria.

    Luego, al pasar, he visto en un escaparate
    un florero vacío maravillosamente
    con una garza inmóvil en su cristal pintada,
    juegos de té para regalo de bodas,
    ceniceros de cobre, velones de Lucena,
    marcos para retratos de personas amadas
    -como los novios, los difuntos o las estrellas cinematográficas-,
    una lámpara verde pretenciosa y burguesa
    como las que se ven con frecuencia alumbrando
    los feos comedores de los recién casados
    y presidiendo todo este caos cristalino
    un grupo en escayola, ay, del Amor y Psiquis.

    Luego, en la calle, soy un paraguas que choca
    con el tierno paraguas de dos enamorados,
    y el mundo se reduce para mí en este instante
    al perro que revuelve un montón de despojos,
    al canónigo de Ceuta que pasea aburrido
    su triste obesidad y su larga sotana
    con ojales, botones y filos de escarlata,
    a los comerciantes que comentan con sus pies planos
    cualquier noticia de política o de fútbol,
    a los alumnos de algún colegio; a los ociosos,
    los parados, los hombres activos, los policías,
    un conocido, una muchacha que parece bella,
    un vendedor de tabaco y, acaso, un amigo.

    He aquí, oh alma mía, tu reino, tus dominios;
    he aquí el mundo en el cual cantas todos los días.
    No hay más color que el de las calles embarrizadas;
    ni otra música que la de los carros y bocinas,
    ni más perfume que el de estas casas de los barrios
    que apestan a miseria de siglos, ni más belleza
    que la de los humildes animales que pasan
    entre los hombres como seres paradisíacos.

    ¿Ah, es esta vida digna de vivirla un poeta?
    ¿Dónde están los estanques que en sus ondas reflejan
    los palacios de mármol donde habita la dicha?
    ¿Dónde están los parterres con sus mágicas rosas?
    ¿Dónde están las colinas y las verdes praderas
    que invitan por la tarde a íntimas confidencias?
    ¿Dónde está ese poeta que en las tardes de mayo
    ama en los viejos parques las muchachas hermosas?

    Buscadlo sin crepúsculos, sin gloria,casi sin juventud y sin amores,
    solitario, perdido en lejanos recuerdos...

    ¡Ah, buscadlo en las calles más profundas de Córdoba!



    ELEGÍA XXXI

    A Antonio Machado

    Me perderé en los riscos erizados de enebros;
    sus mortales espinas me punzarán las manos.
    Me perderé en los valles desiertos persiguiendo
    tu sombra desolada.

    Pues los jardines presos por murallas y verjas
    no pueden contenerla,
    sólo por estos montes de la sierra
    y por estas colinas salpicadas de lirios,
    sólo por estos prados que nadie pisoó nunca
    puede errar todavía.

    Ah, he de perseguir tu alma por las praderas
    entre un rumor divino de arroyos y de abejas
    y al silencio que baja de los montes
    como un río infinito
    y al viento que en las hondas cañadas va extendiendo
    la misteriosa sombra de un olivar inmenso
    de gritarles inspirado y ronco
    como torrente despeñado:
    .........................................¡Antonio!


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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Re: Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por Pedro Casas Serra 19.04.23 14:42

    .


    De Corimbo (1945-1949):


    DESNUDO

    Estoy desnudo, el sol con fuego dice
    cuanto diría el hombre enamorado.
    Basta el silencio a confesarlo todo,
    si tendido en la orilla de algún río
    el hombre calla y en su pecho, mudo,
    un sol como el del cielo resplandece.

    Ya lo sabemos todo. Que son rojos
    los labios que se besan en la orilla,
    que la vida es un breve y dulce abrazo
    y que con la mañana una alegría
    sin nombre nos invade silenciosa.

    Ya no necesitamos las palabras.
    Ya basta el sol que besa, basta el río
    que nos lleva en sus ondas lentamente,
    el viento que los ojos acaricia,
    la verde sombra que en la boca tiembla.



    RETRATO DE UN POETA
    (1910)

    A Luisa Revuelta


    Oscura era tu vida en aquel pueblo.
    Lo conocías todo, el muro, la calleja,
    el viejo Ayuntamiento, destartalado y húmedo;
    la fuente, la estación, la sacristía.

    La tuya debió ser juventud de ojos grises,
    capa con vueltas rojas, paseos a caballo,
    novia en Doña Mencía o en Lucena,
    versos de amor y de contrabandistas.

    Al repasar los viejos caminos de las viñas
    no pensabas en nada ni veías siquiera
    los lagares, los pobres arrieros,
    la Ermita de la Virgen en las cumbres.

    Tan hondo sentimiento invadía tu alma,
    que no acertaste nunca a decirlo en poesía.
    ¿Quién dirá la belleza solitaria del lirio?
    Por la flor más humilde la palabra es vencida.

    Sufrimiento adorable de sentir cómo es bella
    la tierra en que nacimos y no poder cantarla,
    a no ser una noche de primavera triste
    con la guitarra oscura de vinos y nostalgias.

    Mientras otros en las ciudades, aplaudidos
    como tenor de moda, recogían el triunfo,
    tú, lento por la luna, a tu casa volvías
    desde la reja del amor nocturno.

    El alba despertaba corrales y sembrados.
    La mañana encendía su fresco vocerío
    de racimos, semillas, animales.
    Camino de la fuente pasaban las muchachas.

    Y tu conocimiento era amor y caricia
    que rozaba las cosas por miedo a despertarlas
    de su encanto letárgico, como conversaciones
    de otoño en el crepúsculo durmiente de las parras.



    HORA DE AMOR

    Hora de amor. Qué dios envenena mi alma
    con labios que sonríen y ojos verdes
    mientras la tarde en su jardín me encierra
    y me incendia y abrasa con sus pájaros.

    Pasos míos, ¿adónde me lleváis?
    ¿Por qué verdes veredas?
    ¿A qué rincones plácidos o lugares de duelo?
    Hora de fuego líquido
    cuando el día es un cisne que canta en su agonía
    con bella luz que nunca se repite,
    hora de amor sombríamente dulce,
    arráncame de mí, quiero huir de mí mismo,
    ser aire, tierra, planta,
    sin alma, sin conciencia,
    beso, caricia, soplo,
    rama en el viento, verde hoja al aire.

    No hay tierra en mí. Soy fuego
    desesperado, inútil como astro en la noche
    pero bello en mi luz solitaria que sufre.
    Soy fantasía del agua que nadie ve en la noche,
    sueño que al despertar no se recuerda
    mas que pone en los labios y el rostro su hermosura,
    amor, amor oculto que florece
    en el cáliz de junio.

    La llama que así misma se devora,
    la lluvia sobre el agua,
    las gotas de perfume que ruedan por su pétalo,
    el rayo que en el seno de la nube se esconde,
    oh, amor, son formas tuyas
    que en mí suspiran, presas, por su amante.



    VISITACIÓN

    Esta es mi vida tal como la soñé en otro tiempo:
    un largo muro de barro perfumado y rojizo
    que rodea un espeso jardín,
    árboles cuyas ramas se besan en el agua,
    pavos reales en la penumbra de las magnolias,
    y sol, y lluvia, y luna, y viento, y sombra,
    y una alegría profunda como cicuta,
    extraña, como eléboro,
    y mis labios abrasadoramente aspirando las flores
    igual que aves de pétalos o pestañas de grácil durmiente.

    Mira, toca mi corazón ahogado bajo rosas salvajes.
    Ni yo mismo llegué hasta su centro misterioso
    por miedo a extraviarme
    y no saber volver al claro cielo desde el cual, cruel vigía,
    diviso el odio, el gesto cruel, la torpe ley,
    la ironía...

    Pero tú penetraste hasta lo impenetrable
    como sonido puro de una flor destrozada
    y allí te confundiste al velado silencio
    recogido en sí mismo como un agua de siglos
    a fin de que el jardín secreto y como ausente
    jamás se delatara por la luna o el pájaro.

    Entonces yo no supe que lo habitabas tú,
    ¡ay!, como los espejos siempre solos que ignoran
    las figuras que habitan su corazón voluble
    y en los que las miradas se confunden y mueren,
    los labios huellan fríos su pasión desasida,
    el ciego Amor es luz donde todo florece,
    lo de fuera está dentro y el interior se extiende
    en torno hasta el confín último del deseo.



    NOCHE

    Noche clara como el espacio,
    noche profunda como el bosque,
    qué angustia desbordada extiendes sobre mí
    perdido en los inmensos olivares
    de esta tierra de ausencia.

    El sol ya se ocultó tras las últimas cumbres
    igual que un águila sangrante
    o como rojo pámpano arrastrado
    por el sombrío viento del oeste.
    Turbada está mi alma y tiene sed,
    turbada está mi alma de buscar al Esposo
    a través de la sombra
    con sus flacas rodillas temblando de deseo.

    ¿Hasta cuándo, Señor, permitirás que vaya
    buscando las colinas solitarias
    que baña con su amor la luna? ¿Hasta cuándo
    dejarás que en la sombra apure el goce amargo
    mientras tú vas llamándola por los prados nupciales?

    ¿Hasta cuándo, Señor, dejarás que mi alma
    vaya errante a través de la noche del hombre?
    ¿Hasta cuándo en la fría pureza de este fuego
    se helarán mis deseos -sólo humanos deseos?

    ¿Hasta cuándo mi vida se empañará al recuerdo
    de aquel tiempo en que no sospechaba tu amor,
    ay, de aquel tiempo en que sólo sabía de besos
    y de acostarme desnudo?

    ¿Hasta cuándo esta lucha en la que soy siempre vencido
    y esta opacidad a tu gracia y al mundo
    sin ser Tuyo y del mundo tampoco?

    ¿Hasta cuándo esta vida cuyo rostro de sal
    se vuelve inútilmente hacia el pasado?




    De Elegía de Medina Azahara (1957):


    NOMBRE Y OLVIDO

    Lo que nadie recuerda, ¿ha muerto? Acaso vive
    recogido en sí mismo la vida más perfecta.
    Fuera del tiempo lo llevó el olvido.
    Ayer, hoy ni mañana huellan su ser y eterno
    vive en fiel estación de melancolía.

    Un nombre, a veces, como rama de olivo
    en el pico cruel del pájaro del tiempo
    sobre las quietas aguas es llevado.
    Un soplo testimonia al huir de los labios
    que la rosa y el hombre vivieron otros días.

    Luego el nombre se olvida y la tierra recoge
    la tierra, el aire vuelve al seno del espacio;
    la fuente vierte, pura, su concha en el Océano
    y la palabra como perla silenciosa
    se duerme para siempre en el fondo del mal.

    Amaneceres, mediodías, tardes,
    noches, amaneceres, mediodías,
    la ronda plateada
    la rueda inexorable, la distancia,
    ayer y hoy confunden sin sentido.

    Lo futuro es un ocio. El corazón tan torpe
    en lo que aún no existe se desborda y espera,
    pero lo que ha vivido es lo único que vive.
    Recogido en sí mismo se besa en su solsticio.



    MIENTRAS TIERNA MEJILLA...

    Mientras tierna mejilla y ojos verdes
    y rojos labios y morena frente
    y primavera en pecho delicado
    y tallo en flor, lánguido, en cintura,
    y dios sin velo en astro al mediodía,
    y rosa, rama, abeja y vino canten,
    tú, narciso de olvido,
    tú, música cantándose a sí misma,
    Medina Azahara, besa que te besa,
    tú y yo, viviendo, amando,
    dulce leyenda, vivos
    y muertos y olvidados,
    y presentes y eternos, en canción, en amor.



    POETA ÁRABE

    Los hombres que cantaban
    el jazmín y la luna
    me legaran su pena,
    su amor, su ardor, su fuego.

    La pasión que consume
    los labios como un astro,
    la esclavitud a la
    hermosura más frágil.

    Y esa melancolía
    de codiciar eterno
    el goce cuya esencia
    es durar un instante.



    EL PRÍNCIPE

    El príncipe soñaba igual que quien navega
    hacia embrujadas islas y puertos aromáticos
    en purpúreo bajel de gúmenas floridas
    bajo una estrella nueva por mares inviolados.

    los hombres y mujeres de países extremos
    le ofrecían su amor —graciosa mercancía—,
    pero al amor el príncipe prefería el deseo,
    a la flor en la mano, el intocable aroma.

    Y la flor a los pies de la mujer moría,
    y la mujer moría a los pies de su príncipe,
    y, rendido a los pies de su desnudo sueñ



    LA COPA

    Insensible, la copa,
    siempre la misma y siempre
    diferente, me espera
    ofreciéndose muda,
    entregándose fría
    sin recatar su dádiva,
    a no see la fragancia
    tan leve de su vino
    y la insensible huella
    de mis labios...
    .......................Lo mismo
    que el amor, dulce, entrega
    cuanto contiene, y yo
    la apuro ávidamente,
    pero quedo cautivo
    -igual que en el amor-
    en su puro vacío
    de cristal insensible.



    RUINAS

    Poderosa es la fábrica de mármol,
    el noble alcázar de almenados muros,
    las metálicas puertas, cedro y bronce;
    pero más poderoso que el mismo poderío
    es el deseo de poder que inflama
    con su voraz centella el pecho inerme.

    Bella es la íntima cámara labrada
    para el amor, la claricorde fuente
    que llora y canta en un lugar secreto,
    pero más bello aún que la misma belleza
    es el amargo anhelo que despierta.

    Del alminar, ¿qué queda? Del alcázar,
    ¿qué queda? Del amor, del poderío,
    del deseo, ¿qué queda? Un son de piedra,
    un nombre vago y falso, un aire triste.

    Del fabuloso cielo las estrellas
    cayeron en ceniza, una a una;
    en ceniza el amor, el poder, el deseo;
    ceniza que dispersa cualquier viento...



    EL HUERTO

    Cercado estaba el huerto por un muro
    rojizo de fragancias.
    Desde el alcor lejano divisábase
    fulgir entre las flores lo mismo que una espada.

    Alrededor del muro, el descampado
    extendía su inmenso desconsuelo,
    tal fiera montaraz que se desangra
    bajo la saña de la luz.

    .................................Y el huerto
    era una invitación callada que os llamaba
    por la pequeña puerta casi oculta,
    en el llanto sombrío de la yedra
    que coronaba el muro de una gracia nocturna.



    SOLEDAD

    Pegar la frente a la piedra
    fría de astros, perfumada
    de azahar, de primavera.

    ¿Qué importan las demás cosas?
    Quedarse inmóvil aquí,
    en la soledad más honda.

    Hasta que todo se apague
    y la fuente del olvido
    se desborde por el aire...



    OH SUSPIROS GLORIOSOS

    Oh suspiros gloriosos del amante
    que tanta dulce música esparcían
    por largas galerías virginales.

    Oh luces en negrura recogidas
    y en indecible noche que celaban
    los muros del secreto sentimiento.

    Oh sentimiento mudo, luz y lágrima,
    que escalaba los muros en la noche
    como divino salteador de plata.



    ASTRO

    Muerta la flor, la flor que ama el amante,
    muerto el amante, amado de la luna,
    la luna queda -soledad colmada-,
    .................flor, amante, recuerdo.



    IR

    Era bello ir solamente
    por ir, pasar sin quedarse,
    in querer nada, vagando
    vago, de paso, a través
    de la mañana dorada;
    ir hablando, distraídos
    por el umbroso sendero
    de avellanos y castaños.
    El ronco arrullo doliente
    de alguna tórtola, el soplo
    de verdes dioses ocultos
    en radiantes matorrales
    nos ponían silenciosos.
    Otra vez, un jilguerillo
    cantó desde oscura rama
    sobre leve tema, nada
    alegre ni triste: bello.
    Nos detuvimos.
    .........................Cantar
    del jilguero, cuán hermoso
    goteabas por la sombra...



    CAMPESINOS ANDALUCES

    Vinieron con los ríos y las lluvias
    desde pueblos de cal y de naranjos
    a vender unas mulas o a traer
    un tractor.
    .................Por las calles otoñales
    pasaron perezosamente; luego
    se detuvieron ante escaparates
    de modas femeninas o impasibles
    como olivo se paran, isla ingenua.
    entre los transeúntes. Río y montaña
    son, y por donde pasan van sembrando
    adelfas.  El asfalto se enternece
    bajo sus pies como un almendro joven.
    Son viento duro, mas su sombra irradia
    en los resecos muros ciudadanos
    sereno resplandor de espesas m¡eses.
    Su influjo silencioso y poderoso,
    acera, piedra y cemento penetra.
    Por un instante, su presencia impone
    an la ciudad de afán, de pensamiento,
    la inmutable verdad que es sol y campo.



    TODO LO QUE ADORASTE

    Todo lo que adoraste fuera un día
    ya es para siempre tuyo: la ribera
    lejana del Genil, la enredadera
    que tu infantil mirada suspendía.

    Todo es ya tuyo: la mansión profunda
    con el patio y sus rosas, las palomas,
    el soñoliento olivo de las lomas,
    la luz azul que tu recuerdo inunda.

    Todo es ya tuyo: por la vieja calle,
    tú con tu inseparable bicicleta;
    la torre, las primillas, la veleta,
    y aquella Grilla de delgado talle.

    Todo eres tú. Ya está dentro lo externo,
    lo ajeno que era casi cual tú mismo.
    Resuelta en ti despeja su espejismo
    la realidad. ¡Oh cambio tardo y tierno!

    Todo eres tú y tú eres todo: olivo,
    rosa, ribera, niño callejero…
    Eterno vive en ti lo pasajero
    y tú en lo eterno estás ya siempre vivo.


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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Re: Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por cecilia gargantini 19.04.23 14:52

    Qué enorme poeta, amigo Pedro!!!!!!!!!!!!
    No leí todo aún pero son versos maravillosos...las elegías son de una profundidad impresionante. Seguiré leyendo aunque no comente.
    Besosssssssssss y graciassssssssssss
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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Re: Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por Pedro Casas Serra 19.04.23 14:59

    .


    De La casa (1966):


    BALCÓN

    Alzo los ojos de tiniebla
    ..........a la noche encendida,
    y en vano me pregunto qué me atrae
    ..........de sus desnudas luces,

    qué busco en esa sombra
    ..........que azota el firmamento
    con sus astros ardientes, qué lejanos
    ..........amores allí sueñan.

    Oh pequeñas estrellas temblorosas
    ..........que ardéis sobre mi frente
    sin que sepáis del hombre, ¿alguien suspira
    ..........de amor en otros mundos?


    AZOTEA

    Nadie nos oía
    ni nos contemplaba,
    ni árbol ni río
    ni dios ni montaña.

    Soledad total
    de la noche al alba,
    del alba a la noche
    y del cuerpo al alma.




    De A la luz de cada día (1967):


    ARS POÉTICA

    Tal virgen, recogí mi voz en el silencio
    de mí mismo. Los otros van cantando
    por callejas nocturnas y su voz como yedra
    escala impuramente paredes encaladas
    profanando el silencio por balcones y rejas.

    Como virgen he puesto mi voz en esa anoche
    solitaria y desnuda de los patios,
    mientras los otros pasan abrazados
    al talle de la luna y confunden su alma
    con un vago rumor de putas y de astros.



    ISLA

    He seguido un impulso vagabundo
    que me arrastraba a la isla sombría
    dormida en brazos del oscuro río
    que le ciñe temblando la cintura.
    He descendido por la negra rampa
    pegado al muro hasta llegar al agua.
    Había un denso aroma de verbena
    y limo.
    ...........A mis espaldas, encendida,
    quietud, rumor, trepidaciones, Córdoba.
    He vadeado suave, lentamente,
    un brazo tibio del Guadalquivir.
    Humilde huerto. Cuadro de lampazos.
    Álamos blancos y cañaverales.
    La arena fresca y estelar ondula
    misteriosa ante mí.
    ...............................De arena y cielo,
    de sombra y soledad, oscuramente,
    alimento mi alma.
    ...........................Entre la playa
    desierta y los luceros que allá arriba
    alumbran otras playas de la noche
    no hay separación ni intermediario.
    El bar. Unos carburos marineros
    evocan viejos barcos. Quitasoles,
    desahucio de algún hotel antiguo.
    Un techo de cañizo. El mostrador
    lleno de vasos y frascos vacíos.
    Rodeándolo todo el río insomne,
    y yo con él en vela.



    NOCTURNO ROMÁNTICO

    Las torres quedarán y yo me iré.
    Me iré, me iré con la sombra y la luna.
    No me preguntes, amor mío, por qué.
    Yo no he de dar contestación ninguna.

    Mi fuego se helaría en el rocío,
    mi voz en el silencio interminable.
    Por eso, no preguntes, amor mío.
    Jamás esperes que suspire o hable.

    Se quedarán las calles con sus nombres,
    de la Rosa, del Sol, de los Arqueros.
    Se quedarán las cosas y los hombres
    y el otoño de parques plañideros.

    Y yo me iré cuando la Aurora ciña
    con cinturón rosado a las doncellas,
    cuando la alondra despierte la viña
    y los gallos ahuyenten las estrellas.

    Me iré, me iré cuando el mundo, amor mío,
    sea como un navío empavesado,
    cuando el pájaro vierta en dulce pío
    verdor de primavera sobre el prado.

    Y tú preguntarás a los espejos
    y ellos no acertarán a responderte,
    y yo estaré muy lejos ya, tan lejos,
    que habré cruzado el muro de la muerte.

    Y de la Vida la impasible fiesta
    ay, seguirá girando alrededor
    de tu vana pregunta sin respuesta,
    oh dulce y vano amor.



    LEYENDO A UN POETA

    ¿Por qué habla siempre de sí mismo?
    ¿En qué abismo ha caído?
    ¿Con qué terribles
    cadenas le ata
    el denso yo?

    Todo existe y rodéale y reclama
    palabras suyas que no hablen de él.
    ¿Qué espesa, íntima miel,
    le aprisionó, tal mosca
    golosa, las débiles patitas
    de la inspiración?

    Me muero en los rostros ajenos,
    en las manos ajenas.
    Olas de amor callado expiro
    ante los otros.

    Que me busquen allí donde no esté.
    Que me busquen en ti.
    Sólo tú eres mi fe.



    POETA LUNAR

    Insensible es tu luz, tu belleza insensible,
    luna alta y fría,
    cuyo ensueño no hay nada que lo turbe,
    por eso ves sin lágrimas
    el mundo de los hombres,
    ajena a todo, absorta en tu blancura,
    imagen del poeta soberano
    preso en la torre impasible
    de su poesía.



    LOS SOÑADORES

    Hablaban y disponían
    ............futuros mágicos
    y el tiempo en flor se moría
    ............entre sus manos.

    En rosas se les moría
    ............dulces, calladas...
    Se les iba en bello río
    ............de palabras.



    DEBATE ANTIGUO

    Dejad al alma los paraísos teológicos,
    la experiencia y la voz del Eclesiastés.
    Para ella los horizontes melancólicos
    y el desdén por el cuerpo, cabeza o pies.

    Nuestro amor es el cuerpo: un bárbaro poema
    de instintos e inocencia; es nuestro cuerpo, tal
    animal perseguido por oscuro anatema
    que le azuza cruel jauría espiritual.

    Nuestra poesía es corporal y ungida en el destierro
    porque es el aliento de un perseguido.
    Grande a los ojos de la ley es nuestro yerro
    por preferir a lo soñado lo vivido.



    COLMO

    Todo lo miro, lo veo,
    lo reconozco, lo estudio,
    y me hago cuenta que ha sido un ensueño.

    La dulce boca besada
    y la verde tormenta de abril,
    me hago cuenta de que ha sido un ensueño.

    Y la larga enfermedad
    y el golpe ciego de las leyes
    y la olímpica teología,
    me hago cuenta que ha sido un ensueño.

    Me hago cuenta que no soy,
    que puede hablarse de mi vida
    como de un árbol talado
    y me consuelo y me digo
    que todo ha sido un ensueño.


    RICARDO MOLINA, Obra poética (1945-1967), Visor, 2007


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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Re: Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 05.01.24 8:39

    Bajo el sol de la tarde
    que hace desvanecerse sobre el río la sombra de los álamos,
    jugamos en el agua,
    desgarramos el abrazo de las ondas
    que se abrazan lo mismo que nosotros,
    que se acarician infinitamente y arrastran hacia el mar un beso inagotable...
    Y unas van perfumadas de azahar,
    y otras van exhalando un perfume largo y verde,
    y en todo el río
    flotan inquietos los aromas estivales,
    semejantes a mil pequeños espejos,
    y yo abrazo tu cuerpo, desnudo como la onda, tu cuerpo
    extraño como este olor a verde junco
    y te beso en el agua lo mismo que ala luna
    cuando deshoja sus fríos rosales sobre el río.



    Magnífico. Intentaré seguirte  como pueda.


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    Ricardo Molina (1916-1968) Empty Re: Ricardo Molina (1916-1968)

    Mensaje por Pedro Casas Serra 05.01.24 14:06

    Muchas gracias, Pascual, por tu interés.

    Un abrazo.
    Pedro


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