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Francisco López Merino (La Plata, 6 de julio de 1904 - ibídem, 22 de mayo de 1928), fue un poeta argentino.
A los dieciséis años publicó Horas de amor con nueve poemas en forma de folleto que luego fuera autocensurado. En 1921 escribió Fragmentos de un libro inconcluso, colección inédita de poemas dividida en tres secciones: "El espejo de mi interior", "Del eterno femenino" y "Cantos". El poema "El alma se me llena de estrellas..." de esta colección fue incluido en 1923 en el libro Tono Menor. En 1925 publicó su último libro, Las tardes.
Publicó sus poesías en diarios y revistas del país, entre otros, en el diario El Cronista de la ciudad de Chascomús, y en La Plata en los periódicos El Día y El Argentino y la revista Crónica Social. Los diarios más significativos del país (La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, El Día y El Argentino) elogiaron los méritos literarios del joven escritor.
Formó parte del «Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes» junto a (entre otros) Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Sixto Pondal Ríos y Jorge Luis Borges, quien era su presidente.
Escribió dos notas bibliográficas para la revista Valoraciones, editada por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP): la primera en 1923, que se refiere al libro de poesías de Cayetano Córdova Iturburu (1899-1977) El árbol, el pájaro y la fuente, y la segunda en 1927, que se ocupa del libro de poesías de Ricardo Molinari (1898-1996) El Imaginero.
El 22 de mayo de 1928 el escritor, que en ese momento tenía 23 años, decidió poner fin a su vida suicidándose con un arma de fuego sin saberse las causas exactas de su muerte. Jorge Luis Borges, quien formaba parte del grupo de escritores con quienes se relacionaba, escribió una elegía para el autor: A Francisco López Merino, publicada cinco meses después de su fallecimiento. En 1969 Borges publicó el texto Mayo 20, 1928, incluido en el poemario Elogio de la sombra, en el que se refiere a la víspera del fatal desenlace.
La Biblioteca Pública Municipal "Francisco López Merino" de La Plata funciona en el llamado «Palacio López Merino», un antiguo edificio de características románticas con influencias del modernismo, inaugurado en 1911, declarado patrimonio histórico de La Plata en 1985. En este edificio vivió su infancia el autor.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Francisco López Merino:
De Tono menor (1923):
EL ALMA SE ME LLENA DE ESTRELLAS
A Luis Mallol
El alma se me llena de estrellas cuando pienso
que moriré. Imagino espirales de incienso
decorando la caja mortuoria; luego el canto
triste de las campanas. (Igual que en viernes santo
llorarán las campanas porque yo fui creyente,
porque yo hablé de Cristo melancólicamente.)
Después, ese silencio divino que buscaba
día a día en la vida, pero que no encontraba.
Después, la paz profunda.
.........................................Y al poco tiempo, acaso,
se esfumarán mis ojos en el pálido ocaso
del recuerdo… Y entonces el compañero amado
dirá que fui una llama de luz que se ha apagado.
Y la amiga lejana de mis días adversos
abrirá el cofrecillo lírico de los versos
y volcará las hojas pálidas de las rosas
que yo gusté ofrendarle en las tardes hermosas.
Mientras tanto la muerte no llega…
..........................................................Pienso en ella
y en mi alma florece de emoción una estrella.
PALABRAS DE LA AMADA
A veces, en la dulce quietud de la velada,
escucho que me dicenconvoz suave: "Me agrada
veros fumar, amado, porque es como un sencillo
cielo diluido el humo claro del cigarrillo.
Y es grato imaginar que estamos bajo un cielo
precoz, donde no cabe la extensa paz del vuelo
y donde la mirada se baña dulcemente
como la estrella en una transparencia de fuente".
Entonces, en la serena quietud de la velada,
gozo por la dulzura que descubre la amada
en las cosas más simples, me digo si las rosas
no le habrán musitado palabras armoniosas
al oído y si ella
no habrá dicho poemas de amor a alguna estrella.
LÁMPARA
Lámpara: en tu regazo se ampararon
los seres que no están en torno nuestro,
los seres que partieron para siempre
callados y serenos...
Al lado tuyo hilaron cosas suaves
y escucharon las voces del silencio,
las voces inefables que descienden
en las noches de invierno.
Este fulgor que ahora nos envuelve
-fulgor inmaculado como un sueño-
también rozó las frentes pensativas
de los seres queridos que partieron...
De Las tardes (1925):
ESTANCIAS DEL AGUA ESPECULAR
II
El agua tiene una transparencia sedante
como de casta y honda mirada; transparencia
de llanto depurado por otoñal ausencia
y de impoluto velo de joven comulgante.
En esta transparencia vibran los ecos muertos
y perdura el recuerdo de las cosas cercanas:
ramas de verdor húmedo, fragantes mejoranas
y vuelos familiares de pájaros maestros.
III
Sentirá el agua el peso virginal de la nube
y escuchará el latido del corazón del viento?
¿Percibirá en la brisa el encantado aliento
de un rumor de campanas que al infinito sube?
¿Serán ciegos sus ojos como su voz es muda
cuando descansa al paso de una tarde cambiante?
¿Será la hermana enferma de la lluvia inconstante
que a la tierra desciende musical y desnuda?
MIS PRIMAS, LOS DOMINGOS...
Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas
y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores,
y se van de la mano de Musset o Samain.
Aman las frases bellas y las mañanas claras.
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño
porque, tras los cristales, todo de oro se ve…
Y vienen los domingos a cortar rosas. Saben
que el eco de sus voces para mí grato es.
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas,
ellas seguramente se ríen sin saber.
Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente
aparto los capullos que el viento hará caer;
hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo
un volumen de versos de Musset o Samain.
EL OTOÑO Y LOS NIÑOS
A Enrique Amorín
Amaneció la calle toda dorada; el viento
con su mano invisible desprendió hoja por hoja.
Las estrellas oyeron acaso su lamento
y la aurora habrá sido, por lo mismo, más roja.
Los niños que se inician en el abecedario
al ver así la calle creyeron que era un sueño.
El sol sobre las hojas hacía el oro más vario
y era una fantasía tanto oro sin dueño.
Con sus manos pequeñas recogieron el blando
tesoro que los hombres indiferentes pisan.
Se fueron a la escuela dulcemente, pensando
que los sueños más bellos a veces se realizan...
CIELO DE PRIMAVERA EN AGOSTO
Cielo de octubre en este mediodía de invierno:
Soleado y limpio anhelo
de tener una novia, para escribirle versos
o regalarle un libro de Jammes, por ejemplo.
Repentino deseo de ser árbol, deseo
de tornarme labriego,
para tener las manos aromadas de huerto
y un alma simple hecha de lluvia y cielo.
Inesperado anhelo de estar convaleciendo
para que a las pupilas vuelva el asombro; anhelo
de ser definitivamente bueno.
Últimos poemas:
CALLE SOLITARIA
Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde nunca pasó otra alma
que no sea la del viento…
Las nubes se detienen a mirarla
con sus ojos etéreos,
y saben, por la ausencia de las hojas,
si está en ella el otoño o el invierno.
Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde caminé tantos domingos
con mi pequeño huerto de recuerdos…
Cuando yo muera, amigo, habrá quedado
en esta calle lo mejor que tengo:
El rosal escondido de mis penas
y la música vaga de mis sueños.
VERSOS A LA CALLE DE MI NOVIA
Vives en una calle donde siempre es domingo.
Por esa calle única se derrama septiembre
con sus campanas lentas, su aroma de glicinas
y su tristeza casi alegre.
Un ángel invisible limpia la luz del aire:
la luz eternamente fácil que te contiene.
En sus cielos pacíficos una tarde sin nombre
se ha detenido para siempre.
Tal vez por esa calle llegara hasta tu infancia:
seto de lilas, libro de oraciones celestes,
agua de primavera, tu nombre y senda clara
que conduce a una calle donde es domingo siempre.
FRANCISCO LÓPEZ MERINO, Antología poética, Signos, 1997.
Francisco López Merino (La Plata, 6 de julio de 1904 - ibídem, 22 de mayo de 1928), fue un poeta argentino.
A los dieciséis años publicó Horas de amor con nueve poemas en forma de folleto que luego fuera autocensurado. En 1921 escribió Fragmentos de un libro inconcluso, colección inédita de poemas dividida en tres secciones: "El espejo de mi interior", "Del eterno femenino" y "Cantos". El poema "El alma se me llena de estrellas..." de esta colección fue incluido en 1923 en el libro Tono Menor. En 1925 publicó su último libro, Las tardes.
Publicó sus poesías en diarios y revistas del país, entre otros, en el diario El Cronista de la ciudad de Chascomús, y en La Plata en los periódicos El Día y El Argentino y la revista Crónica Social. Los diarios más significativos del país (La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, El Día y El Argentino) elogiaron los méritos literarios del joven escritor.
Formó parte del «Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes» junto a (entre otros) Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Sixto Pondal Ríos y Jorge Luis Borges, quien era su presidente.
Escribió dos notas bibliográficas para la revista Valoraciones, editada por la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP): la primera en 1923, que se refiere al libro de poesías de Cayetano Córdova Iturburu (1899-1977) El árbol, el pájaro y la fuente, y la segunda en 1927, que se ocupa del libro de poesías de Ricardo Molinari (1898-1996) El Imaginero.
El 22 de mayo de 1928 el escritor, que en ese momento tenía 23 años, decidió poner fin a su vida suicidándose con un arma de fuego sin saberse las causas exactas de su muerte. Jorge Luis Borges, quien formaba parte del grupo de escritores con quienes se relacionaba, escribió una elegía para el autor: A Francisco López Merino, publicada cinco meses después de su fallecimiento. En 1969 Borges publicó el texto Mayo 20, 1928, incluido en el poemario Elogio de la sombra, en el que se refiere a la víspera del fatal desenlace.
La Biblioteca Pública Municipal "Francisco López Merino" de La Plata funciona en el llamado «Palacio López Merino», un antiguo edificio de características románticas con influencias del modernismo, inaugurado en 1911, declarado patrimonio histórico de La Plata en 1985. En este edificio vivió su infancia el autor.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Francisco López Merino:
De Tono menor (1923):
EL ALMA SE ME LLENA DE ESTRELLAS
A Luis Mallol
El alma se me llena de estrellas cuando pienso
que moriré. Imagino espirales de incienso
decorando la caja mortuoria; luego el canto
triste de las campanas. (Igual que en viernes santo
llorarán las campanas porque yo fui creyente,
porque yo hablé de Cristo melancólicamente.)
Después, ese silencio divino que buscaba
día a día en la vida, pero que no encontraba.
Después, la paz profunda.
.........................................Y al poco tiempo, acaso,
se esfumarán mis ojos en el pálido ocaso
del recuerdo… Y entonces el compañero amado
dirá que fui una llama de luz que se ha apagado.
Y la amiga lejana de mis días adversos
abrirá el cofrecillo lírico de los versos
y volcará las hojas pálidas de las rosas
que yo gusté ofrendarle en las tardes hermosas.
Mientras tanto la muerte no llega…
..........................................................Pienso en ella
y en mi alma florece de emoción una estrella.
PALABRAS DE LA AMADA
A veces, en la dulce quietud de la velada,
escucho que me dicenconvoz suave: "Me agrada
veros fumar, amado, porque es como un sencillo
cielo diluido el humo claro del cigarrillo.
Y es grato imaginar que estamos bajo un cielo
precoz, donde no cabe la extensa paz del vuelo
y donde la mirada se baña dulcemente
como la estrella en una transparencia de fuente".
Entonces, en la serena quietud de la velada,
gozo por la dulzura que descubre la amada
en las cosas más simples, me digo si las rosas
no le habrán musitado palabras armoniosas
al oído y si ella
no habrá dicho poemas de amor a alguna estrella.
LÁMPARA
Lámpara: en tu regazo se ampararon
los seres que no están en torno nuestro,
los seres que partieron para siempre
callados y serenos...
Al lado tuyo hilaron cosas suaves
y escucharon las voces del silencio,
las voces inefables que descienden
en las noches de invierno.
Este fulgor que ahora nos envuelve
-fulgor inmaculado como un sueño-
también rozó las frentes pensativas
de los seres queridos que partieron...
De Las tardes (1925):
ESTANCIAS DEL AGUA ESPECULAR
II
El agua tiene una transparencia sedante
como de casta y honda mirada; transparencia
de llanto depurado por otoñal ausencia
y de impoluto velo de joven comulgante.
En esta transparencia vibran los ecos muertos
y perdura el recuerdo de las cosas cercanas:
ramas de verdor húmedo, fragantes mejoranas
y vuelos familiares de pájaros maestros.
III
Sentirá el agua el peso virginal de la nube
y escuchará el latido del corazón del viento?
¿Percibirá en la brisa el encantado aliento
de un rumor de campanas que al infinito sube?
¿Serán ciegos sus ojos como su voz es muda
cuando descansa al paso de una tarde cambiante?
¿Será la hermana enferma de la lluvia inconstante
que a la tierra desciende musical y desnuda?
MIS PRIMAS, LOS DOMINGOS...
Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas
y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores,
y se van de la mano de Musset o Samain.
Aman las frases bellas y las mañanas claras.
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño
porque, tras los cristales, todo de oro se ve…
Y vienen los domingos a cortar rosas. Saben
que el eco de sus voces para mí grato es.
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas,
ellas seguramente se ríen sin saber.
Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente
aparto los capullos que el viento hará caer;
hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo
un volumen de versos de Musset o Samain.
EL OTOÑO Y LOS NIÑOS
A Enrique Amorín
Amaneció la calle toda dorada; el viento
con su mano invisible desprendió hoja por hoja.
Las estrellas oyeron acaso su lamento
y la aurora habrá sido, por lo mismo, más roja.
Los niños que se inician en el abecedario
al ver así la calle creyeron que era un sueño.
El sol sobre las hojas hacía el oro más vario
y era una fantasía tanto oro sin dueño.
Con sus manos pequeñas recogieron el blando
tesoro que los hombres indiferentes pisan.
Se fueron a la escuela dulcemente, pensando
que los sueños más bellos a veces se realizan...
CIELO DE PRIMAVERA EN AGOSTO
Cielo de octubre en este mediodía de invierno:
Soleado y limpio anhelo
de tener una novia, para escribirle versos
o regalarle un libro de Jammes, por ejemplo.
Repentino deseo de ser árbol, deseo
de tornarme labriego,
para tener las manos aromadas de huerto
y un alma simple hecha de lluvia y cielo.
Inesperado anhelo de estar convaleciendo
para que a las pupilas vuelva el asombro; anhelo
de ser definitivamente bueno.
Últimos poemas:
CALLE SOLITARIA
Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde nunca pasó otra alma
que no sea la del viento…
Las nubes se detienen a mirarla
con sus ojos etéreos,
y saben, por la ausencia de las hojas,
si está en ella el otoño o el invierno.
Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde caminé tantos domingos
con mi pequeño huerto de recuerdos…
Cuando yo muera, amigo, habrá quedado
en esta calle lo mejor que tengo:
El rosal escondido de mis penas
y la música vaga de mis sueños.
VERSOS A LA CALLE DE MI NOVIA
Vives en una calle donde siempre es domingo.
Por esa calle única se derrama septiembre
con sus campanas lentas, su aroma de glicinas
y su tristeza casi alegre.
Un ángel invisible limpia la luz del aire:
la luz eternamente fácil que te contiene.
En sus cielos pacíficos una tarde sin nombre
se ha detenido para siempre.
Tal vez por esa calle llegara hasta tu infancia:
seto de lilas, libro de oraciones celestes,
agua de primavera, tu nombre y senda clara
que conduce a una calle donde es domingo siempre.
FRANCISCO LÓPEZ MERINO, Antología poética, Signos, 1997.
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