.
Alfonso Canales (Málaga, 1923 – ibídem, 18 de noviembre de 2010) fue un poeta y crítico literario español.
En la Universidad de Granada comenzó los estudios de Filosofía y Letras pero se licenció finalmente en Derecho. Inició con José Antonio Muñoz Rojas la revista Papel Azul, así como las colecciones poéticas A quien conmigo va y Arroyo de los Ángeles. Formó parte del grupo editor de Caracola, importante revista que continuó en Málaga la tradición editorial y tipográfica de Litoral.
Fue presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y miembro correspondiente por Andalucía de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia. Su biblioteca, que supera los 26 000 volúmenes, es una de las más importantes de Málaga. Junto a su archivo personal (con más de 15 000 documentos), fue declarada Bien de Interés Bibliográfico por la Junta de Andalucía (2012). Por expreso deseo de Alfonso Canales, ambos fondos se encuentran depositados en la Universidad de Málaga, que desde 2016 los aloja oficialmente en su Biblioteca de Arquitectura y Bellas Artes.
De su obra poética se destacan: Sonetos para pocos en 1950, El candado en 1956, Port Royal en 1956, Cuenta y razón en 1962 y Tres oraciones fúnebres en 1983.
El 2 de diciembre de 2004 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga, editora de la antología Lo dicho (2005). Un año después apareció la recopilación poética Ocasión de vida, preparada por Francisco Ruiz Noguera para la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara (Sevilla).
A finales de 2006 la editorial Huerga y Fierro reeditó uno de sus libros más importantes: Aminadab (por el que en 1965 le habían concedido el Premio Nacional de Poesía), con una introducción del poeta Francisco Ruiz Soriano.
En el año 2006 le fue concedida la Medalla de oro de la provincia de Málaga.
( Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Alfonso Canales:
De Sobre las horas (1950):
OH, AQUELLOS DÍAS CLAROS
Oh, aquellos días claros de mi niñez, aquellos
días entre jardines, entre libros y sueños,
a qué poco han quedado reducidos: las piedras
brillantes al sol alto del dulce mediodía
-¡qué amarilla se ha puesto de aquel sol la memoria!-,
las pequeñas calizas, los cuarzos y pizarras
polvorientas, suaves, bajo los almecinos,
aún tienen un rescoldo de recuerdo en mis manos;
el jazmín del estío- ¡qué fue de aquella nieve!-,
que daba olor de fiesta a la tranquila noche,
aún lo siento en el pecho, cuando cierro los ojos;
y el rumor de las olas, lenta, lejanamente,
en mi interior florece cuando llueve el silencio.
Calor, olor, rumores: a qué poco han quedado
reducidos los días lejanos y felices.
A veces el sonido de una piedra, cayendo
en una verde alberca, me hace creer que nunca
debió formarse un hombre sobre aquel que gozaba
sobresaltando aguas tranquilas. Y quién sabe
si hoy, corriendo esas aguas hacia mares futuros,
también piensan que nunca debieron de ser ríos.
De El candado (1956):
ENTRADA Y FLORES
Me llegué nuevamente hasta tus paredones
y, andando sobre ellos, hasta tu misma puerta.
Los cipreses huían, ávidos, a las nubes;
El balcón descolgaba su ensueño por la fronda;
Había un arco blanco con su verja que abría
con canto que copiaban las aves en lo verde,
y un letrero en lo alto y después una cifra:
mil ochocientos tantos.
.........................................El río estaba cerca,
seco como un aljibe sin boca, pero el agua
cantaba largamente por el llano, vaciaba
su canción en la alberca cuadrada, en los registros
de los tubos de arcilla para regar los cuadros,
en la pequeña fuente del patio, en la cascada
con sus estalactitas cenicientas, de donde
su temblor descolgaban los verdes culantrillos.
Había un agua oscura, por la noria enterrada,
y unos bambúes tercos la acusaban gritando...
Pero, vamos por orden. Recordemos ahora
la pendiente suave que hasta el llano subía,
las rosadas macetas de begonias, la yedra
desplomándose al frente sobre las grandes hojas
de las calas.
......................Ahora se atropella el recuerdo,
huye de los cipreses, se cobija a la sombra
de los dos altos plátanos orientales, otea
erizadas pelambres de casuarina, alcanza
a ver cómo se cierne al viento el almecino
y cómo los nogales crían con negra sangre
tan blanca pulpa. Ahora ya corre libre adonde
los jazmines se agrupan contra el muro, muy cerca
de la campana, y entra por el portón sombrío,
hasta el patio empedrado, y sale y se desboca
por los montes que pueblan almendros y algarrobos,
hasta los altos pinos fecundos, que circundan
la encalada glorieta, hasta el banco de piedra,
hasta la blanca rueda de molino perdida
al pie de unos granados.
..........................................Ya estás en mí, te tengo
conmigo, he conseguido apresarte, te advierto
fluyendo de mis grietas en las cosas. Tú eres.
Tú me lo impregnas todo, tú me llenas la boca
y la garganta. Ahora el olor de tus nardos
me ahoga, me combaten los perfumes carnales
de las magnolias, siento las verdes chirimoyas
brotándome en el pecho como cánceres, siento
su tierna pulpa llena de negros coleópteros,
y el níspero rosado, blanquísimo por dentro,
los golpeados lirios y el gladiolo y la alba
azucena y la rosa y la vincapervinca
azul, siempre girando.
.....................................Ahí está el heliotropo
que rondan las abejas, junto a las escaleras
de oxidados ladrillos, a cuyo borde estallan
las macetas de hortensias. Acampan más arriba
los dompedros. Les siguen los pacíficos rojos,
cerca ya de la fresca vecindad de la alberca
que ornan los bejucos, con ojos en sus hojas.
Tiembla la celsia junto a los fieros dragones
arracimados. Luego, la reina de la noche
estalla en blancas voces sobre el clavel, a coro
con dama y madreselva. Sueña sangre el fresnillo
y gritan los chilindros, entre los arrayanes,
mientras se aploma el aire por las adormideras,
cuyos frutos derrochan granos oscuros. Hay
una paz indecible que a la camelia abriga
y un aire desgarrado junto a las mamilarias.
Los borlones estiran sus vísceras de felpa,
sobre el muro desbocan su ardor las buganvilias
y, esperando unos labios, tiemblan los tulipanes.
CIMA
Señor, y para verte siempre subía al monte.
Siempre estás en los mns, ns hablas en los montes,
tu majestad levantas n los montes. Huía
hasta la cima árida para encontrarte. Nubes
me traspasaban; aires brotados de las olas
del mar vecino herían mi piel, al divisarte.
Rugías Tú, afilabas tu navaja de viento
sobre las rocas ásperas, me hablabas de otros montes
plomizos, rociados por la albura que amas.
Te adoraba en las guijas, en los largos estambres
de la flor de alcaparra, en la pizarra llena
de menudos reflejos metálicos. Te amaba
en el almendro visto desde arriba, dorado
por el sol implacable del mediodía justo,
en la música ardiente de los tábanos. No eras
nada de cuanto arriba se veía; y estabas,
empero, sobre todo y en todo, como la tierra
sostiene los pinares, los luminosos árboles
del amor, como estoy sosteniendo este canto.
De Navidades juntas (1951-2001):
ROMANCE DE SAN JOSÉ
(1953)
San José, barba de azúcar,
San José, vara de nardos,
¿y dejas que en un pesebre
se diga Misa del Gallo?
¿Adónde están los davides
con las arpas y los salmos?
¿Para qué, Santo bendito,
aprendiste a hacer milagros?
Echa a la noche del día
y a Herodes de su palacio,
y en el Portal de Belén
pon farolillos pintados.
Si eres carpintero, haz
un lecho en un 2 X 4,
para que duerma María
con el Niño entre los brazos.
Para llegar hasta Dios
arma escaleras de sándalo.
Y en un palomar de oro
pon al Espíritu Santo.
De Cuestiones naturales (1961):
PREGUNTAS A MIGUEL
(En el medio siglo de su vida,
en los 18 años de su muerte.)
Miguel, ¿pero es la muerte tan sencilla?
¿Es sencillo nacer, cobrar alra,
labrar n sñ, rgr na fgura,
y al cabo ser tan solo una semilla?
¿Es sencillo, Miguel, pulir la quilla
del corazón contra la piedra dura,
para dotar al áloe de amargura
o urdir una flor nueva y amarilla?
¿No hay más que hacer, pasada la frontera,
que bajar en la tierra dos peldaños
y dar fruto al naranjo y a la higuera?
¿No sumas ya tus gozos a tus daños?
¿No está la voz más viva y más entera
ahora qe cumples tus cincuenta años?
INCIDENTE
Yo iba pensando en pájaros. Un grito,
nunca supe de quién. Había una casa
por allí, y una loma, y... Algo pasa,
me dije. El corazón, el tiempo, el pito,
del tren; luego, un frenazo. (¿Necesito
decir que lo que ofrezco es una escasa
sombra de aquel suceso?) Alguien amasa
incidentes así, con apetito
no sé de qué. (¡Cuidado con perderse
en consideraciones o en la espera
de comprender!) ¡Y luego el miedo a verse
en l caso! Allí estaba roto: era,
ay Dios, ya para siempre sin moverse,
un hombre como yo, como cualquiera.
De Cuenta y razón (1962):
RAZÓN DE AMOR
A good love-poem... is prose
T.S. Eliot
Todo buen poema de amor es prosa.
Porque estás ahí delante -siempre delante, eso sí-,
pero confieso humildemente que no puedo encerrarte en un cauce.
No sé cómo poner música a la música,
cómo dar olor al jazmín,
color al sol que se hunde por la tarde,
como quien dice: esto se ha acabado,
no esperen ustedes que salga mañana por la mañana.
Yo no sé si me explico,
pero es que hay cosas que no son para cantadas,
sino para dichas llanamente, después de tomar una cerveza.
-Está lloviendo-, apunta uno:
y en dos palabras se encierra un terrible suceso,
algo que hiere los tejados.
y deja caer sobre los charcos más lágrimas
de las que pudieran derramar los humanos ojos,
incluso poniéndose en lo peor de las cosas.
-Es de día-: y con ello
entra el sol en el alma, como una aguja caliente,
y nos sentimos seguros de que, por el momento, Dios no nos olvida.
Y así con el amor
uno vive, viviendo.
Uno olvida que, cada día, Dios nos pone tierra bajo los pies,
aire sobre la boca y azul en las pupilas.
Uno olvida que el corazón se apoya, cada día,
como un blando sillar,
en otro corazón.
Y cuando se cae en la cuenta de todo
-esto no sucede a menudo-,
resulta imposible medir un verso con los dedos
Un gran tajo circunda a los amantes,
y lo demás puede decirse en dos palabras.
De Aminadab (1965):
PESQUISA DEL DIABLO
He rastreado en fustes y en alambres,
he querido encontrar tu huella en los escombros
de una mansión vencida por el tiempo,
he poblado de palomas la torre de una iglesia,
por ver si sorprendía entre sus alas
el impacto del fuego.
He cerrado los ojos fuertemente,
de cara a la penumbra,
en una vacía sala de conciertos,
y con intensidad he pensado en los más abyectos crímenes,
en los trapos más sucios de miseria,
en la saliva turbia del odio.
Luego, abiertos los párpados,
he escrutado los sombríos rincones,
atentos los oídos al crujir de los muebles,
vivo el vello a los soplos de todas las rendijas,
esperándote.
He paseado a lo largo de los muelles,
cuando al anochecer busca un descanso la lluvia,
cuando las mercancías se aburren de estar muertas
y una rata se atreve a buscar su sustento.
He encendido un cigarro, provocándote
con la llama que, aguda, embebe el rostro,
temblorosa la mano sin defensa.
Y te sentía entonces. Me volvía
súbito hacia un temblor, te adivinaba,
te veía surgiendo, creciendo, remontándote,
grumo de lodo, aliento de la tierra.
A veces, olvidado ya del ansia,
solo conmigo o con el mundo, estando
entre peso y alivio,
como un humo levísimo, advertía
que te enroscabas en el tiempo, haciendo
patente tu desprecio.
«¿Por qué sueñas?», decías. No pensabas
que el sueño es una parte de la lucha
que se adhiere al descanso,
y lucha significas si aún aguarda
el tiempo su final. O lo sabías
y anhelabas el vuelco de este vaso
que colma la esperanza.
Porque no nos entiendes. Si yo araño los muros,
si bajo cal, si bajo aire atiendo
la señal de tu asco,
es porque sé que eres el reverso
de una moneda; espero
volverte boca abajo,
sentir el molde de tu bulto en polvo,
tu desesperación de espaldas, verte,
no verte estar, sentirte,
envés de la desdicha,
bajo el peso de Dios que fulge y oye.
NAVEGACIÓN DE LA TRISTEZA
Acediae Impugnationem non declinando fugiendam
Casiano
Cuando en el río de soledad que, a veces, nos recorre,
un álveo seco, piedras
con huella de lavados imposibles,
verano interminable de guija al sol, de insecto al sol,
de raíz sin esperanza,
notamos una barca por la greda,
que avienta el polvo con los remos podridos de carcoma,
sola bogando, hincando
el astillado palo entre costillas
de calcinadas reses,
es él quien anda.
..............................Y ara
acompasadamente en nuestro espanto,
contra todos los peces,
frente a todos los panes
que son objeto de milagro para las extasiadas muchedumbres.
Él, es él quien navega
entre lo innavegable,
forzado del hastío, entre esturiones de granito y lava.
Él, él, quien contusiona
la brizna
pajiza de la caña, la hoja
terriza de los álamos,
desesperada del ayer que puso
su palma al cielo.
Entonces no hay que huir, hay que sentarse
a ver pasar las malas horas,
la simiente libada por arañas,
por escorpiones y por buitres
que intentan la corola del esparto,
en un invierno sin nieve,
para una miel de cieno que en lentas olas cunde.
Entonces detened la fluxión de la arena,
orad, decid detente,
armaros de los prestigios
que aportan la memoria de las flores;
desanudad las sogas de los cuellos,
que somos para algo,
y evaporad la imagen del Maldito
evocando al Señor, tres veces puro.
De Port-Royal (1956-1968)
X. LA CITA
(12 del día)
Amor, amor, amor, la savia suelta,
el potro desbocado, amor, al campo,
la calle, el cielo, las ventanas libres,
las puertas libres, los océanos hondos
y los escaparates que ofrecen cuando hay
que ofrecer al deseo de los vivos.
De los vivos, amor, de los que olvidan
que un día no habrá puertas ni ventanas,
ni potro ni raudales de la hermosura
para estos, estos ojos, estos ojos
donde habrá que engastar unas monedas
-y otra bajo la lengua-, por si acaso
al barquero le sirven o al que busque
sueños de ayer, de hoy, bajo la tierra.
Bajo la tierra, amor, trufas, estatuas,
oro, cántaros, dioses
apagados, amor, tesoros, premios
de la ansiedad.
...........................Amor, dame la mano,
no te conozco, amor, no importa, dame
la mano, amor, no la conozco, nunca
importa demasiado conocerse.
Abre los ojos, no, no puedo, abre
la boca, ¿dónde está tu risa, dónde
se duerme tu palabra? Amor, no tengo
más risa, más palabra: Amor.
.........................................................Te doy,
a cambio lo que esperas. ¿Tú lo sabes,
tú sabes lo que espero? Amor, ¿tú tienes
lo que espero? Es amor, amor y el mundo
como está, como es, con estas vías
abiertas con las cosas
que con amor se hacen, con la gracia
de hacer las cosas con amor, con tiempo
para formarlas con amor, con fuerzas,
aguas de amor para apagar el miedo.
De Reales sitios (1970):
CASA DE VICENTE
A Vicente Aleixandre
En la Alameda Hermosa,
cauce de un meridiano cortado por el humo
de los viejos navíos, por las jarcias dormidas,
la lona replegada, los bocoyes de aceite
o vino; en la Alameda
Hermosa, con su foro
de árboles que superan los edificios, cúmulos
de distinto matiz, cuando aún no estaba
sino naciente la hermosura; en la
Alameda que luego abdicó de su nombre
y de los almacenes
de aljonjolí -perfume
de los higos prensados- y del oro
atesorado en sótanos, de ladrillo, y de sueños
que anticipaban vivas figuras musicales;
sobre la tierra que tomó prestada
la ciudad a las cimas sin lustre y a las olas;
en la Alameda Hermosa se enseñaban sus ojos.
El portal que, a diario, volcaba o asumía
su proyecto de joven gozador, aún se tiene,
y encuadra el gesto irónico
de la escalera señorial: la lengua
con que un palomar íntimo
saluda al torpe suelo de los hombres.
Ahora ua están gastados los peldaños
por una viva, interminable cola
de seda, o por la urgencia
de quien en vano busca
olvidados chapines para el vals de las doce.
Pero, al primer rellano, se remansa
la majestad, se quiebra
la suficiencia de su arranque, y pone
dos caminos iguales, ofrecida
opción.
...............¿Por qué regato le gustaba
volcarse al mundo, repasar la dulce
baranda, detenerse,
subirse un calcetín, decir adioses?
¿Cuál de las dos cañadas prefería
la riada del niño apresurado
hacia lo por hacer?
.....................................¿Cuánta fortuna
es ésta de la duda que confluye
y al unísono acaba. Cada día
paso junto a la puerta, veo sus ojos
de iluminado colegial, contemplo
la carga azulque inunda las aceras,
niñez manando. Sigue
siendo su calle ésta; ésta su casa
y ésta su ciudad. Y los papeles
que llevo bajo el brazo se me vuelven
cartas de amor al aire que me viste.
De Requiem andaluz (1972):
NO ENCUENTRO AQUEL RETRATO...
No encuentro aquel retrato
lleno de flores oxidadas, teles
desteñidas, blancuras
creadas por la luz de un gran sol muerto,
rodeando una suerte de fingido reposo
puesto a secar al aire de los años
futuros. La doncella,
satisfecha de sí, no acariciaba
la limpísima crin del unicornio
amansado, mas era
evidente que estaba detrás de la o cortina
recogida o con gruesos cordones, al aguardo
de su vecina vez; pronto la grama
tendría flores suficientes, lecho
para un rico tapiz.
COMO TE AMO, MADRE
Cómo te amo,
madre: no aquí, lejano de la sombra
que fabricas, bebiéndome los ríos
de placer, cuando encuentro
mi filial condición en una cueva
madre. Cómo te hallo,
madre, cuando reclino los oscuros
pensamientos (tu cuello que se hincha
por decir sin poder, tu mano torpe,
tus pies helados, el retrato aquel,
lleno de flores oxidadas), cómo
te encuentro, madre, en mi vivir de hoy,
nadando en mi gozar, madre, del día
de hoy.
De Épica menor (1973):
SÍSIFO HABLA
Me he despertado hoy
al pie del monte, con la piedra. Casi
no sé si existe ya, de tan apercibido
a removerla, a levantarla a pulso,
a forzar su subida por la falda
pina; como si fuera
por fin su propio peso, de tan incorporado
a la impuesta labor, el peso mío.
La he visto junto a mí, tersa, pulida
con el rodar, redonda, hecha ya canto
casi. He llegado a amarla.
Seguro estoy de que lo sabe, y quiere
aminorar su gravidez con untos
erosivos, con caries,
con interiores descomposiciones
que la vuelvan de pluma, que la vuelvan
de globo, de vapor, correspondiendo.
Pienso: la he despertado. Acaso estaba
despierta, y disimula porque quiere
que sea yo quien la incite a la naciente
jornada. Basta un dedo
que toque, y se rebulle, como si redimida
de su rocosa condición, no fuera
instrumento penal. No nos decimos
nada que valga. El día, como todos
los días, tiene idéntico
plan.
.........¡Sí, como en el mito,
todo se repitiera sin acabarse nunca!
Pero subes, más ágil, más deprisa,
sin prometer eternidades: mansa
subes hasta la cresta
nevada, aunque te conste
que nada dura eternamente. Todo
(yo, Sísifo; tú, roca)
quedará para siempre, sin ascenso posible,
hecho valle, aluvión, molido esfuerzo.
DISCURSO DE CÉSAR A LAS LEGIONES
Cuando la mano cese de agitarse, y el labio
de probar a decir; cuando termine
de organizar mi destrucción, y empiece
a organizar mi olvido; cuando sea
cosa o, menos aún, huella de un gesto
o, menos todavía, referencia
de una mancha muy diligentemente
borrada; cuando acaben
las solubles escorias, los minados
terrones, la humareda,
de difundirse y alejarse y verse
sumidos en un hondo saco vacío; cuando
nada esté como está, como no estuvo
nunca; cuando ya nadie
entienda nunca lo que es nunca, y siempre
simule siempre eternedidades nuevas;
cuando otros muerdan el engaño, herido
el paladar, y crean a pie firme
que están y son, etcétera; y más tarde,
cuando ya no haya nada que creer o ninguno
que crea; cuando no haya
ninguno; cuando todas las funciones
acaben, se desnuden los actores
de disfraz y de piel, se vaya el público
a recogerse y a dormir, se apaguen
las luces, y las ratas
busquen en las plateas
algún trozo de chicle húmedo; cuando mueran
también las ratas y los apetentes
gusanos de las ratas y los parvos
animales (o plantas) que devoran
gusanos de las ratas; cuando hundan
su estriado prestigio los fustes; cuando el brillo
se ensombrezca, y la sombra
se difumine; cuando
todo se suma en largo silencio, y no haya un solo
signo que descifrar, habré vivido.
SONETO EN EL QUE EL POETA TOMA
PRESTADAS LAS PALABRAS DE JOHN DONNE
PARA DESABRIGAR INFUNDADOS TEMORES
¿Qué haremos en invierno, me preguntas,
sin un mal cobertor que nos defienda
del frío? ¿Qué participada prenda
abrigará las desnudeces juntas ?
No te sé contestar. Y descoyuntas,
pura, abierta, entregada a la contienda
del amor, ese cuerpo, a suelta rienda.
y se me escapa el alma por las puntas.
Aún es verano, y la calor es tanta
que no comprendo la frialdad. Y sudo
cuanta humedad rehuye la garganta.
¿Pero existe el invierno? ¿Y es tan crudo
su rigor? Si es así, ¿qué mejor manta
para tu desnudez, que, yo, desnudo?
Alfonso Canales (Málaga, 1923 – ibídem, 18 de noviembre de 2010) fue un poeta y crítico literario español.
En la Universidad de Granada comenzó los estudios de Filosofía y Letras pero se licenció finalmente en Derecho. Inició con José Antonio Muñoz Rojas la revista Papel Azul, así como las colecciones poéticas A quien conmigo va y Arroyo de los Ángeles. Formó parte del grupo editor de Caracola, importante revista que continuó en Málaga la tradición editorial y tipográfica de Litoral.
Fue presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y miembro correspondiente por Andalucía de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia. Su biblioteca, que supera los 26 000 volúmenes, es una de las más importantes de Málaga. Junto a su archivo personal (con más de 15 000 documentos), fue declarada Bien de Interés Bibliográfico por la Junta de Andalucía (2012). Por expreso deseo de Alfonso Canales, ambos fondos se encuentran depositados en la Universidad de Málaga, que desde 2016 los aloja oficialmente en su Biblioteca de Arquitectura y Bellas Artes.
De su obra poética se destacan: Sonetos para pocos en 1950, El candado en 1956, Port Royal en 1956, Cuenta y razón en 1962 y Tres oraciones fúnebres en 1983.
El 2 de diciembre de 2004 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga, editora de la antología Lo dicho (2005). Un año después apareció la recopilación poética Ocasión de vida, preparada por Francisco Ruiz Noguera para la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara (Sevilla).
A finales de 2006 la editorial Huerga y Fierro reeditó uno de sus libros más importantes: Aminadab (por el que en 1965 le habían concedido el Premio Nacional de Poesía), con una introducción del poeta Francisco Ruiz Soriano.
En el año 2006 le fue concedida la Medalla de oro de la provincia de Málaga.
( Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Alfonso Canales:
De Sobre las horas (1950):
OH, AQUELLOS DÍAS CLAROS
Oh, aquellos días claros de mi niñez, aquellos
días entre jardines, entre libros y sueños,
a qué poco han quedado reducidos: las piedras
brillantes al sol alto del dulce mediodía
-¡qué amarilla se ha puesto de aquel sol la memoria!-,
las pequeñas calizas, los cuarzos y pizarras
polvorientas, suaves, bajo los almecinos,
aún tienen un rescoldo de recuerdo en mis manos;
el jazmín del estío- ¡qué fue de aquella nieve!-,
que daba olor de fiesta a la tranquila noche,
aún lo siento en el pecho, cuando cierro los ojos;
y el rumor de las olas, lenta, lejanamente,
en mi interior florece cuando llueve el silencio.
Calor, olor, rumores: a qué poco han quedado
reducidos los días lejanos y felices.
A veces el sonido de una piedra, cayendo
en una verde alberca, me hace creer que nunca
debió formarse un hombre sobre aquel que gozaba
sobresaltando aguas tranquilas. Y quién sabe
si hoy, corriendo esas aguas hacia mares futuros,
también piensan que nunca debieron de ser ríos.
De El candado (1956):
ENTRADA Y FLORES
Me llegué nuevamente hasta tus paredones
y, andando sobre ellos, hasta tu misma puerta.
Los cipreses huían, ávidos, a las nubes;
El balcón descolgaba su ensueño por la fronda;
Había un arco blanco con su verja que abría
con canto que copiaban las aves en lo verde,
y un letrero en lo alto y después una cifra:
mil ochocientos tantos.
.........................................El río estaba cerca,
seco como un aljibe sin boca, pero el agua
cantaba largamente por el llano, vaciaba
su canción en la alberca cuadrada, en los registros
de los tubos de arcilla para regar los cuadros,
en la pequeña fuente del patio, en la cascada
con sus estalactitas cenicientas, de donde
su temblor descolgaban los verdes culantrillos.
Había un agua oscura, por la noria enterrada,
y unos bambúes tercos la acusaban gritando...
Pero, vamos por orden. Recordemos ahora
la pendiente suave que hasta el llano subía,
las rosadas macetas de begonias, la yedra
desplomándose al frente sobre las grandes hojas
de las calas.
......................Ahora se atropella el recuerdo,
huye de los cipreses, se cobija a la sombra
de los dos altos plátanos orientales, otea
erizadas pelambres de casuarina, alcanza
a ver cómo se cierne al viento el almecino
y cómo los nogales crían con negra sangre
tan blanca pulpa. Ahora ya corre libre adonde
los jazmines se agrupan contra el muro, muy cerca
de la campana, y entra por el portón sombrío,
hasta el patio empedrado, y sale y se desboca
por los montes que pueblan almendros y algarrobos,
hasta los altos pinos fecundos, que circundan
la encalada glorieta, hasta el banco de piedra,
hasta la blanca rueda de molino perdida
al pie de unos granados.
..........................................Ya estás en mí, te tengo
conmigo, he conseguido apresarte, te advierto
fluyendo de mis grietas en las cosas. Tú eres.
Tú me lo impregnas todo, tú me llenas la boca
y la garganta. Ahora el olor de tus nardos
me ahoga, me combaten los perfumes carnales
de las magnolias, siento las verdes chirimoyas
brotándome en el pecho como cánceres, siento
su tierna pulpa llena de negros coleópteros,
y el níspero rosado, blanquísimo por dentro,
los golpeados lirios y el gladiolo y la alba
azucena y la rosa y la vincapervinca
azul, siempre girando.
.....................................Ahí está el heliotropo
que rondan las abejas, junto a las escaleras
de oxidados ladrillos, a cuyo borde estallan
las macetas de hortensias. Acampan más arriba
los dompedros. Les siguen los pacíficos rojos,
cerca ya de la fresca vecindad de la alberca
que ornan los bejucos, con ojos en sus hojas.
Tiembla la celsia junto a los fieros dragones
arracimados. Luego, la reina de la noche
estalla en blancas voces sobre el clavel, a coro
con dama y madreselva. Sueña sangre el fresnillo
y gritan los chilindros, entre los arrayanes,
mientras se aploma el aire por las adormideras,
cuyos frutos derrochan granos oscuros. Hay
una paz indecible que a la camelia abriga
y un aire desgarrado junto a las mamilarias.
Los borlones estiran sus vísceras de felpa,
sobre el muro desbocan su ardor las buganvilias
y, esperando unos labios, tiemblan los tulipanes.
CIMA
Señor, y para verte siempre subía al monte.
Siempre estás en los mns, ns hablas en los montes,
tu majestad levantas n los montes. Huía
hasta la cima árida para encontrarte. Nubes
me traspasaban; aires brotados de las olas
del mar vecino herían mi piel, al divisarte.
Rugías Tú, afilabas tu navaja de viento
sobre las rocas ásperas, me hablabas de otros montes
plomizos, rociados por la albura que amas.
Te adoraba en las guijas, en los largos estambres
de la flor de alcaparra, en la pizarra llena
de menudos reflejos metálicos. Te amaba
en el almendro visto desde arriba, dorado
por el sol implacable del mediodía justo,
en la música ardiente de los tábanos. No eras
nada de cuanto arriba se veía; y estabas,
empero, sobre todo y en todo, como la tierra
sostiene los pinares, los luminosos árboles
del amor, como estoy sosteniendo este canto.
De Navidades juntas (1951-2001):
ROMANCE DE SAN JOSÉ
(1953)
San José, barba de azúcar,
San José, vara de nardos,
¿y dejas que en un pesebre
se diga Misa del Gallo?
¿Adónde están los davides
con las arpas y los salmos?
¿Para qué, Santo bendito,
aprendiste a hacer milagros?
Echa a la noche del día
y a Herodes de su palacio,
y en el Portal de Belén
pon farolillos pintados.
Si eres carpintero, haz
un lecho en un 2 X 4,
para que duerma María
con el Niño entre los brazos.
Para llegar hasta Dios
arma escaleras de sándalo.
Y en un palomar de oro
pon al Espíritu Santo.
De Cuestiones naturales (1961):
PREGUNTAS A MIGUEL
(En el medio siglo de su vida,
en los 18 años de su muerte.)
Miguel, ¿pero es la muerte tan sencilla?
¿Es sencillo nacer, cobrar alra,
labrar n sñ, rgr na fgura,
y al cabo ser tan solo una semilla?
¿Es sencillo, Miguel, pulir la quilla
del corazón contra la piedra dura,
para dotar al áloe de amargura
o urdir una flor nueva y amarilla?
¿No hay más que hacer, pasada la frontera,
que bajar en la tierra dos peldaños
y dar fruto al naranjo y a la higuera?
¿No sumas ya tus gozos a tus daños?
¿No está la voz más viva y más entera
ahora qe cumples tus cincuenta años?
INCIDENTE
Yo iba pensando en pájaros. Un grito,
nunca supe de quién. Había una casa
por allí, y una loma, y... Algo pasa,
me dije. El corazón, el tiempo, el pito,
del tren; luego, un frenazo. (¿Necesito
decir que lo que ofrezco es una escasa
sombra de aquel suceso?) Alguien amasa
incidentes así, con apetito
no sé de qué. (¡Cuidado con perderse
en consideraciones o en la espera
de comprender!) ¡Y luego el miedo a verse
en l caso! Allí estaba roto: era,
ay Dios, ya para siempre sin moverse,
un hombre como yo, como cualquiera.
De Cuenta y razón (1962):
RAZÓN DE AMOR
A good love-poem... is prose
T.S. Eliot
Todo buen poema de amor es prosa.
Porque estás ahí delante -siempre delante, eso sí-,
pero confieso humildemente que no puedo encerrarte en un cauce.
No sé cómo poner música a la música,
cómo dar olor al jazmín,
color al sol que se hunde por la tarde,
como quien dice: esto se ha acabado,
no esperen ustedes que salga mañana por la mañana.
Yo no sé si me explico,
pero es que hay cosas que no son para cantadas,
sino para dichas llanamente, después de tomar una cerveza.
-Está lloviendo-, apunta uno:
y en dos palabras se encierra un terrible suceso,
algo que hiere los tejados.
y deja caer sobre los charcos más lágrimas
de las que pudieran derramar los humanos ojos,
incluso poniéndose en lo peor de las cosas.
-Es de día-: y con ello
entra el sol en el alma, como una aguja caliente,
y nos sentimos seguros de que, por el momento, Dios no nos olvida.
Y así con el amor
uno vive, viviendo.
Uno olvida que, cada día, Dios nos pone tierra bajo los pies,
aire sobre la boca y azul en las pupilas.
Uno olvida que el corazón se apoya, cada día,
como un blando sillar,
en otro corazón.
Y cuando se cae en la cuenta de todo
-esto no sucede a menudo-,
resulta imposible medir un verso con los dedos
Un gran tajo circunda a los amantes,
y lo demás puede decirse en dos palabras.
De Aminadab (1965):
PESQUISA DEL DIABLO
He rastreado en fustes y en alambres,
he querido encontrar tu huella en los escombros
de una mansión vencida por el tiempo,
he poblado de palomas la torre de una iglesia,
por ver si sorprendía entre sus alas
el impacto del fuego.
He cerrado los ojos fuertemente,
de cara a la penumbra,
en una vacía sala de conciertos,
y con intensidad he pensado en los más abyectos crímenes,
en los trapos más sucios de miseria,
en la saliva turbia del odio.
Luego, abiertos los párpados,
he escrutado los sombríos rincones,
atentos los oídos al crujir de los muebles,
vivo el vello a los soplos de todas las rendijas,
esperándote.
He paseado a lo largo de los muelles,
cuando al anochecer busca un descanso la lluvia,
cuando las mercancías se aburren de estar muertas
y una rata se atreve a buscar su sustento.
He encendido un cigarro, provocándote
con la llama que, aguda, embebe el rostro,
temblorosa la mano sin defensa.
Y te sentía entonces. Me volvía
súbito hacia un temblor, te adivinaba,
te veía surgiendo, creciendo, remontándote,
grumo de lodo, aliento de la tierra.
A veces, olvidado ya del ansia,
solo conmigo o con el mundo, estando
entre peso y alivio,
como un humo levísimo, advertía
que te enroscabas en el tiempo, haciendo
patente tu desprecio.
«¿Por qué sueñas?», decías. No pensabas
que el sueño es una parte de la lucha
que se adhiere al descanso,
y lucha significas si aún aguarda
el tiempo su final. O lo sabías
y anhelabas el vuelco de este vaso
que colma la esperanza.
Porque no nos entiendes. Si yo araño los muros,
si bajo cal, si bajo aire atiendo
la señal de tu asco,
es porque sé que eres el reverso
de una moneda; espero
volverte boca abajo,
sentir el molde de tu bulto en polvo,
tu desesperación de espaldas, verte,
no verte estar, sentirte,
envés de la desdicha,
bajo el peso de Dios que fulge y oye.
NAVEGACIÓN DE LA TRISTEZA
Acediae Impugnationem non declinando fugiendam
Casiano
Cuando en el río de soledad que, a veces, nos recorre,
un álveo seco, piedras
con huella de lavados imposibles,
verano interminable de guija al sol, de insecto al sol,
de raíz sin esperanza,
notamos una barca por la greda,
que avienta el polvo con los remos podridos de carcoma,
sola bogando, hincando
el astillado palo entre costillas
de calcinadas reses,
es él quien anda.
..............................Y ara
acompasadamente en nuestro espanto,
contra todos los peces,
frente a todos los panes
que son objeto de milagro para las extasiadas muchedumbres.
Él, es él quien navega
entre lo innavegable,
forzado del hastío, entre esturiones de granito y lava.
Él, él, quien contusiona
la brizna
pajiza de la caña, la hoja
terriza de los álamos,
desesperada del ayer que puso
su palma al cielo.
Entonces no hay que huir, hay que sentarse
a ver pasar las malas horas,
la simiente libada por arañas,
por escorpiones y por buitres
que intentan la corola del esparto,
en un invierno sin nieve,
para una miel de cieno que en lentas olas cunde.
Entonces detened la fluxión de la arena,
orad, decid detente,
armaros de los prestigios
que aportan la memoria de las flores;
desanudad las sogas de los cuellos,
que somos para algo,
y evaporad la imagen del Maldito
evocando al Señor, tres veces puro.
De Port-Royal (1956-1968)
X. LA CITA
(12 del día)
Amor, amor, amor, la savia suelta,
el potro desbocado, amor, al campo,
la calle, el cielo, las ventanas libres,
las puertas libres, los océanos hondos
y los escaparates que ofrecen cuando hay
que ofrecer al deseo de los vivos.
De los vivos, amor, de los que olvidan
que un día no habrá puertas ni ventanas,
ni potro ni raudales de la hermosura
para estos, estos ojos, estos ojos
donde habrá que engastar unas monedas
-y otra bajo la lengua-, por si acaso
al barquero le sirven o al que busque
sueños de ayer, de hoy, bajo la tierra.
Bajo la tierra, amor, trufas, estatuas,
oro, cántaros, dioses
apagados, amor, tesoros, premios
de la ansiedad.
...........................Amor, dame la mano,
no te conozco, amor, no importa, dame
la mano, amor, no la conozco, nunca
importa demasiado conocerse.
Abre los ojos, no, no puedo, abre
la boca, ¿dónde está tu risa, dónde
se duerme tu palabra? Amor, no tengo
más risa, más palabra: Amor.
.........................................................Te doy,
a cambio lo que esperas. ¿Tú lo sabes,
tú sabes lo que espero? Amor, ¿tú tienes
lo que espero? Es amor, amor y el mundo
como está, como es, con estas vías
abiertas con las cosas
que con amor se hacen, con la gracia
de hacer las cosas con amor, con tiempo
para formarlas con amor, con fuerzas,
aguas de amor para apagar el miedo.
De Reales sitios (1970):
CASA DE VICENTE
A Vicente Aleixandre
En la Alameda Hermosa,
cauce de un meridiano cortado por el humo
de los viejos navíos, por las jarcias dormidas,
la lona replegada, los bocoyes de aceite
o vino; en la Alameda
Hermosa, con su foro
de árboles que superan los edificios, cúmulos
de distinto matiz, cuando aún no estaba
sino naciente la hermosura; en la
Alameda que luego abdicó de su nombre
y de los almacenes
de aljonjolí -perfume
de los higos prensados- y del oro
atesorado en sótanos, de ladrillo, y de sueños
que anticipaban vivas figuras musicales;
sobre la tierra que tomó prestada
la ciudad a las cimas sin lustre y a las olas;
en la Alameda Hermosa se enseñaban sus ojos.
El portal que, a diario, volcaba o asumía
su proyecto de joven gozador, aún se tiene,
y encuadra el gesto irónico
de la escalera señorial: la lengua
con que un palomar íntimo
saluda al torpe suelo de los hombres.
Ahora ua están gastados los peldaños
por una viva, interminable cola
de seda, o por la urgencia
de quien en vano busca
olvidados chapines para el vals de las doce.
Pero, al primer rellano, se remansa
la majestad, se quiebra
la suficiencia de su arranque, y pone
dos caminos iguales, ofrecida
opción.
...............¿Por qué regato le gustaba
volcarse al mundo, repasar la dulce
baranda, detenerse,
subirse un calcetín, decir adioses?
¿Cuál de las dos cañadas prefería
la riada del niño apresurado
hacia lo por hacer?
.....................................¿Cuánta fortuna
es ésta de la duda que confluye
y al unísono acaba. Cada día
paso junto a la puerta, veo sus ojos
de iluminado colegial, contemplo
la carga azulque inunda las aceras,
niñez manando. Sigue
siendo su calle ésta; ésta su casa
y ésta su ciudad. Y los papeles
que llevo bajo el brazo se me vuelven
cartas de amor al aire que me viste.
De Requiem andaluz (1972):
NO ENCUENTRO AQUEL RETRATO...
No encuentro aquel retrato
lleno de flores oxidadas, teles
desteñidas, blancuras
creadas por la luz de un gran sol muerto,
rodeando una suerte de fingido reposo
puesto a secar al aire de los años
futuros. La doncella,
satisfecha de sí, no acariciaba
la limpísima crin del unicornio
amansado, mas era
evidente que estaba detrás de la o cortina
recogida o con gruesos cordones, al aguardo
de su vecina vez; pronto la grama
tendría flores suficientes, lecho
para un rico tapiz.
COMO TE AMO, MADRE
Cómo te amo,
madre: no aquí, lejano de la sombra
que fabricas, bebiéndome los ríos
de placer, cuando encuentro
mi filial condición en una cueva
madre. Cómo te hallo,
madre, cuando reclino los oscuros
pensamientos (tu cuello que se hincha
por decir sin poder, tu mano torpe,
tus pies helados, el retrato aquel,
lleno de flores oxidadas), cómo
te encuentro, madre, en mi vivir de hoy,
nadando en mi gozar, madre, del día
de hoy.
De Épica menor (1973):
SÍSIFO HABLA
Me he despertado hoy
al pie del monte, con la piedra. Casi
no sé si existe ya, de tan apercibido
a removerla, a levantarla a pulso,
a forzar su subida por la falda
pina; como si fuera
por fin su propio peso, de tan incorporado
a la impuesta labor, el peso mío.
La he visto junto a mí, tersa, pulida
con el rodar, redonda, hecha ya canto
casi. He llegado a amarla.
Seguro estoy de que lo sabe, y quiere
aminorar su gravidez con untos
erosivos, con caries,
con interiores descomposiciones
que la vuelvan de pluma, que la vuelvan
de globo, de vapor, correspondiendo.
Pienso: la he despertado. Acaso estaba
despierta, y disimula porque quiere
que sea yo quien la incite a la naciente
jornada. Basta un dedo
que toque, y se rebulle, como si redimida
de su rocosa condición, no fuera
instrumento penal. No nos decimos
nada que valga. El día, como todos
los días, tiene idéntico
plan.
.........¡Sí, como en el mito,
todo se repitiera sin acabarse nunca!
Pero subes, más ágil, más deprisa,
sin prometer eternidades: mansa
subes hasta la cresta
nevada, aunque te conste
que nada dura eternamente. Todo
(yo, Sísifo; tú, roca)
quedará para siempre, sin ascenso posible,
hecho valle, aluvión, molido esfuerzo.
DISCURSO DE CÉSAR A LAS LEGIONES
Cuando la mano cese de agitarse, y el labio
de probar a decir; cuando termine
de organizar mi destrucción, y empiece
a organizar mi olvido; cuando sea
cosa o, menos aún, huella de un gesto
o, menos todavía, referencia
de una mancha muy diligentemente
borrada; cuando acaben
las solubles escorias, los minados
terrones, la humareda,
de difundirse y alejarse y verse
sumidos en un hondo saco vacío; cuando
nada esté como está, como no estuvo
nunca; cuando ya nadie
entienda nunca lo que es nunca, y siempre
simule siempre eternedidades nuevas;
cuando otros muerdan el engaño, herido
el paladar, y crean a pie firme
que están y son, etcétera; y más tarde,
cuando ya no haya nada que creer o ninguno
que crea; cuando no haya
ninguno; cuando todas las funciones
acaben, se desnuden los actores
de disfraz y de piel, se vaya el público
a recogerse y a dormir, se apaguen
las luces, y las ratas
busquen en las plateas
algún trozo de chicle húmedo; cuando mueran
también las ratas y los apetentes
gusanos de las ratas y los parvos
animales (o plantas) que devoran
gusanos de las ratas; cuando hundan
su estriado prestigio los fustes; cuando el brillo
se ensombrezca, y la sombra
se difumine; cuando
todo se suma en largo silencio, y no haya un solo
signo que descifrar, habré vivido.
SONETO EN EL QUE EL POETA TOMA
PRESTADAS LAS PALABRAS DE JOHN DONNE
PARA DESABRIGAR INFUNDADOS TEMORES
¿Qué haremos en invierno, me preguntas,
sin un mal cobertor que nos defienda
del frío? ¿Qué participada prenda
abrigará las desnudeces juntas ?
No te sé contestar. Y descoyuntas,
pura, abierta, entregada a la contienda
del amor, ese cuerpo, a suelta rienda.
y se me escapa el alma por las puntas.
Aún es verano, y la calor es tanta
que no comprendo la frialdad. Y sudo
cuanta humedad rehuye la garganta.
¿Pero existe el invierno? ¿Y es tan crudo
su rigor? Si es así, ¿qué mejor manta
para tu desnudez, que, yo, desnudo?
Hoy a las 19:40 por Maria Lua
» LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS.
Hoy a las 19:36 por Maria Lua
» POESÍA ÁRABE
Hoy a las 19:31 por Maria Lua
» CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO
Hoy a las 15:04 por cecilia gargantini
» NO A LA GUERRA 3
Hoy a las 14:47 por Pascual Lopez Sanchez
» 2021-01-24 EL AZULEJO DE DELFT
Hoy a las 14:43 por cecilia gargantini
» EDUARDO GALEANO (1940-2015)
Hoy a las 10:33 por Maria Lua
» CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Hoy a las 10:31 por Maria Lua
» Khalil Gibran (1883-1931)
Hoy a las 10:24 por Maria Lua
» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Hoy a las 10:23 por Maria Lua