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    José Antonio Muñoz Rojas (1910-2009)

    Pedro Casas Serra
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    José Antonio Muñoz Rojas (1910-2009) Empty José Antonio Muñoz Rojas (1910-2009)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 13 Abr 2023, 15:33

    .


    José Antonio Muñoz Rojas
    (Antequera, 9 de octubre de 1909 - Mollina, 29 de septiembre de 2009) fue un poeta y narrador español encuadrado en la Generación del 36.

    Biografía

    Nacido en Antequera (Málaga) en 1909, la vida literaria de José Antonio Muñoz Rojas ocupa holgadamente tres cuartos de siglo, desde el momento de conformación de las estéticas del 27 hasta bien entrado el siglo XXI. A lo largo de todos esos años, ha visto pasar a su lado la fiebre vanguardista de los veinte, la poesía «entre pureza y revolución» de los treinta, la oposición entre el garcilasismo y el tremendismo de los cuarenta, el socialrealismo y las estéticas que se abren hacia el medio siglo, los culturalismos y esteticismos marginales, las poéticas del 68, la poesía figurativa y la poesía minimalista a partir de los ochenta..., y así hasta el cansancio. Ya en su fecunda vejez, su obra (rescatada y dada a la luz por la editorial Pre-Textos) se levantó del duradero y parecía que cómodo silencio en que se encontraba para convertirse en una presencia viva, a la que muchos poetas jóvenes acuden para familiarizarse con algunos rasgos esenciales de la poesía de un siglo.

    Muñoz Rojas estudió con los jesuitas de Málaga (Colegio San Estanislao de Kostka) y Madrid, y se licenció en Derecho en la Universidad Central. Por entonces fundó —con José Antonio Maravall, Leopoldo Panero y José R. Santeiro— Nueva Revista (1929-1931). Con la publicación de su primer libro, Versos de retorno (1929), tomó contacto con los directores de Litoral (Emilio Prados y Manuel Altolaguirre) y José Luis Cano, además de granjearse la amistad de muchos poetas del 27, entre ellos Vicente Aleixandre. En ese contexto, colaboró en revistas como Mediodía, Isla, Los Cuatro Vientos, El Gallo Crisis, Caballo Verde para la Poesía, que dirigía Pablo Neruda, o Cruz y Raya de José Bergamín...; años después lo haría también en publicaciones de posguerra como Escorial, Garcilaso, Ínsula, Arbor, Papeles de Son Armadans, etc.

    En 1932 opositó sin éxito al cuerpo diplomático, y entró a trabajar en la Escuela Internacional fundada por José Castillejo. En septiembre de 1936, y gracias a la intervención de sus amigos de Cambridge, los profesores Bullock y Parker, se incorporó a la lectoría de español de dicha Universidad, en la cual pudo iniciar una investigación sobre las relaciones de los poetas metafísicos ingleses con los autores españoles de su tiempo.

    Concluida la guerra civil, volvió a Málaga en 1940, donde, entre otras actividades, fundó con Alfonso Canales la colección poética A quien conmigo va. Instalado en Madrid, en 1952 ingresó en el Banco Urquijo, del que fue secretario general, y se ocupó intensamente de su Sociedad de Estudios y Publicaciones.

    Obras

    Versos de retorno supuso una aportación dentro de la corriente neopopular y machadiana, perceptible también en libros posteriores como Cancionero de la casería, mientras que con Ardiente jinete desarrolla el tema amoroso con cierta experimentación vanguardista. A aquel libro le siguieron títulos como Canciones, Sonetos de amor por un autor indiferente, Abril del alma y, sobre todo, Cantos a Rosa, símbolo de la belleza y la fugacidad del tiempo, todos ellos poemarios en torno al amor, la melancolía serena y la armonía del alma con la naturaleza, de la mano de un estilo directo y coloquial que busca el acercamiento entrañable al ser. En 1945 publica Historias de familia, un libro autobiográfico.

    Con Las cosas del campo (1951) aborda la prosa poética marcada por cierto estilo horaciano, presente también en su obra memorialística: Las musarañas (1957), Amigos y maestros, La gran musaraña o Dejado ir. Una vertiente más reflexiva da curso a las preocupaciones en torno al recuerdo, la soledad y el tiempo, bajo un estilismo de ruptura y repeticiones que se puede rastrear en sus libros de diversas épocas —en muchos de los cuales el tiempo de la escritura no concuerda con el de la publicación—: Al dulce son de Dios, Consolaciones, Lugares del corazón en nueve sonetos que lo celebran, Salmo, Oscuridad adentro, Objetos perdidos, Entre otros olvidos, Rescoldos o La voz que me llama.

    Es autor también de Ensayos anglo-andaluces y de obras dramáticas (Hay que lamentar una víctima y Cuando llegue el otoño), y ha traducido a poetas ingleses como William Wordsworth, John Donne, Richard Crashaw, Gerard Manley Hopkins o T. S. Eliot.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Poemas de José Antonio Muñoz Rojas:


    De Ardiente jinete (1931):


    III

    Gracias, amor
    por haberme dedicado el libro de tus aventuras,
    el relato de tus desvelos
    y tus cuadernos de viaje.

    Así sabré cuándo y dónde naciste,
    quiénes fueron tus padres,
    cómo encontraste el primer amor de tu vida.
    Ya caminaré sin perderme,
    sin tentaciones mansas como los ojos de los bueyes,
    o agudas como los picos de las sierras,
    llevado de tu mano
    sin más miedo que tu mano misma,
    sin más aventura que tu misma mano.

    Como eres más alto que yo,
    levantaré los ojos para preguntarte
    por qué canta el estornino
    y no canta la zumaya,
    por qué se desliza la serpiente
    o qué insectos están encargados
    de transportar las almas al otro mundo.

    Tú, amor, me contestarás dulcemente,
    y así, entre dulces preguntas y respuestas,
    entre verte y amarte,
    iré pasando, amor, mi vida.



    VI

    He pensado, amor, que nos vayamos a una aldea
    para que te acostumbres a salir a la calle sin corbata
    y veas lo que nunca has visto:
    pacer las ovejas;
    y sepas lo que no has sabido:
    al dulce son del caramillo;
    y prueben tus zapatos
    el prado y la pradera,
    y toques las piedras
    y las cortezas de los árboles
    que tantas veces viste en el cine sin tocarlas.

    Porque ignoro, amor, si tienes pie,
    aunque sé bien que tienes cintura;
    ignoro si puedes encaramarte como una cabra,
    o sólo sirves para estar sentado.

    Ignoras muchas cosas
    que es preciso ignorar,
    y sabes por otra parte demasiadas.

    Seguramente oíste hablar de la aurora
    y del crepúsculo;
    pues bien, existen crepúsculos y auroras,
    y es posible madrugar,
    y es posible tener la nieve en las manos,
    y oír el caramillo,
    y tocar las piedras,
    y resguardarse del sol bajo los árboles,
    y ver los rayos hendir las encinas;
    en fin, amor, amar no es imposible.



    XI

    ¡Qué temprano has venido hoy, amor! -le dije,
    porque efectivamente anocheció antes.
    Será por lo que sea;
    que lo averigüen los enanos.

    No te lo puedo decir. Será que lo he soñado
    y desperté pensando:
    ¡Cómo se alegrará cuando lo sepa!

    Me alegro muchísimo,
    porque yo tenía también mi sueño,
    y vino un labrador creyendo
    que mis caderas eran enjambres
    donde faltabas tú solamente.

    Había abejas y pecados,
    mártires y martirios,
    pero faltabas tú
    aunque corriera la sangre.
    Y, faltando el amor, ya lo sabéis,
    hay neuralgias,
    hidropesías,
    no hay amor, naturalmente,
    ni vida,
    y sin vida no se puede tomar a las cinco
    esas gotas de amargura
    que tienen todas las tazas de té.



    XV

    Amor, es necesario desear algo,
    aunque sea la lluvia o la escarcha;
    lo que no puede ser
    es permanecer ante las montañas
    sin dirigirles palabras cariñosas,
    ver los ríos viajar continuamente
    sin desearles buen viaje.

    Hay que ser complaciente con todas las cosas,
    las que existen y las que no existen.

    No olvidar cuando salgamos
    que no sabemos cuándo será el retorno,
    y que puede presentarse la ocasión
    de convidar a migajas de pan a los gorriones,
    a pan y sal a los borregos,
    que podemos ir a parar a la Arabia,
    donde los camellos se mueren de sed,
    y les salvaríamos la vida
    si con la cartera y el portamonedas
    hubiéramos puesto en nuestro bolsillo
    un vaso,
    que el agua ya se encargarán los cielos
    de que no falte.



    XVII

    Yo quiero que seas todas las cosas,
    y te confundo frecuentemente con los recuerdos.

    Amor, ¿cómo vas a alejarte,
    si no tienes dónde ir?

    ¿Crees que todos compartirán contigo un lecho,
    y que todos te esperan a cenar?

    Amor, ¡no seas inocente!
    Lo más que te quieren es como quieren a las aves,
    lo más que te recuerdan es como a los recuerdos.

    ¿Qué has hecho, amor, qué has hecho?
    ¿Pero otra vez te has ido?
    ¡No tardes! ¡Ven!



    XXIV

    Amor, que te están esperando los de siempre.
    No olvides que prometiste bajar todas las atrdes a las siete.

    ¿Dice que el amor ha salido?
    ¿Vestido de tarde o de noche?
    ¿Desnudo?
    El amor no se viste nunca.
    ¿Lo detuvieron tras largas pesquisas?
    ¿Se le acusa de asesinato?
    ¡Ay, amor! ¿Tú asesino?

    Asesinó a dos horas que se sentaron,
    al salir del reloj,
    en un banco del parque;
    las corrompió primero
    y las asesinó después.
    Será condenado a muerte.
    Lo siento principalmente por los árboles
    y las locomotoras.

    ¿Para qué servirán las hojas
    y quién tiene que viajar
    si desaparecen penínsulas e islas,
    archipiélagos y tiernas yemas de los árboles?
    ¿No te acuerdas
    que ahí nadie dará contigo?



    De Canciones (1933-1940):


    LA MADRE

    Y la madre soñaba oscuramente:
    será rubio, tendrá estos ojos mismos.
    Le amarán las muchachas. Una tarde,
    de pronto, llorará junto a una rosa.

    Le crecerá la angustia sin saberlo,
    y cada nuevo umbral será una herida.
    Temblará al traspasarlos, hijo mío,
    acaso una paloma, acaso nada.

    El viento por la frente, las caídas
    hojas que se acumulan, los rumores
    del corazón callados. Nadie sabe
    las formas repentinas de la dicha.

    Yo lo siento aquí hondo en mis entrañas
    el río de tus años que me deja
    una nostalgia antigua, una dulzura
    vieja en mi corazón como la sangre.

    Me hace toda ribera, toda muro,
    donde lamen las aguas de tu vida.
    Torno otra vez a ser niña jugando,
    corriendo como niña entre las rosas.

    ¡Oh sueño en mis entrañas!¡Oh río alto,
    resonando de siempre en mis entrañas!



    ELEGÍA

    No puedo negar amor a estos cabellos perecederos,
    aunque los sepa detenidos un punto en el oro
    en su camino hacia las nieves eternas.
    Ni a estos perfiles al sol, con el sol acabando,
    ni a estos cuellos o tallos pendientes de un estío.
    Sin mi voluntad
    cae el peso de mi amor sobre tallos cabellos,
    a pesar de la brevedad de la flor de la aurora,
    de la rosa o paloma que en las manos me dejas,
    de los arroyos o cabellos que desencadenas en mis brazos;
    a pesar de lo negra y lo honda
    que se hace la noche sin ti;
    a pesar de los espejos extraños
    que dondequiera se forman al dejarte;
    a pesar de lo eterno,
    o tal vez porque lo eterno es tu fuga.



    (A MÍ ME HA SUCEDIDO MUCHAS VECES...)

    A mí me ha sucedido muchas veces
    ir caminando y encontrarme
    de pronto una palabra que había dicho
    hace tantos amores a estas horas,
    hace tantos latidos y amarguras,
    cuando la adolescencia. Ella tenía
    aproximadamente dieciocho
    años, y unos cabellos que las brisas
    adoraban, diciéndole al oído:
    nunca los tuve iguales en mis dedos.

    Vivir no se medía, se gozaba
    asomado a un pretil de donde el mundo
    era un suelo extendido de hermosura
    que rodeaba el júbilo, y el gozo
    se llamaba José como me llamo,
    urgía con los latidos de aquí dentro
    un millón de esperanzas por minuto.

    A mí me ha sucedido muchas veces
    encontrarme con sombras y decirles:
    sois las mismas, acaso conocéis
    este viejo aposento, y verlas irse
    como un poco de humo, como un poco
    de hermosura. La vida es eso, sombra.

    A mí me ha sucedido muchas veces
    buscarme inútilmente, no encontrarme
    aunque estaba citado en la esperanza
    a una ternura fija, y ver pudrirse
    las rosas que llevaba entre las manos.

    Y hallar que la palabra no servía,
    que era inútil el canto, derrotada
    la palabra en los labios, miel sin nadie,
    en busca de su labio. Duramente
    el corazón aprende sus congojas
    para saber un poco. No es alegre
    llegar a esta certeza del vocablo
    inútil casi siempre, casi nunca.

    Claro que no son sólo estas orillas.
    Las hay sin amargura, aunque se acaban
    en apariencia, pero no se acaban
    porque se miden con la sangre. Tienen
    nombres que apenas tienen nombre. Dicen
    al corazón dulzura, nos derraman
    generosos al mundo, nos reviven.

    A mí me ha sucedido muchas veces
    ir caminando y olvidarme
    de todo en la esperanza. Dios sin duda
    nos coge de la mano. ¿No es su mano?

    A merced de las horas, sin derecho
    más que a un poco de aire, de hermosura,
    nacemos, y es bastante. A veces sobra.
    Todo en fin es amor. Me ha sucedido
    encontrarme a menudo que no peso,
    que esto que llaman por llamar no tiene
    más que un nombre, querencia. Va a lo alto
    inevitablemente. Va a lo alto
    como el chopo y el bien. Sigue a lo alto.




    De Al dulce son de Dios (1936-1945):


    (¡QUÉ HERMOSO NACER PARA ESTO QUE NACEMOS!)

    ¡Qué hermoso nacer para esto que nacemos!
    Para entregarle cada día al sol nuestros cuerpos,
    y los cabellos al mensaje que la lluvia les trae;
    para escuchar alternativamente a la esperanza y los pájaros.

    ¡Qué hermoso nacer entre praderas,
    o entre collados que nos dicen: «Recuéstate»;
    ir con el indolente pie dudando
    si usar de la oferta de sombra que la nube y el árbol,
    a una con su belleza, nos brindan!
    O entre ríos que sólo tienen palabras de dulzura.

    ¡Qué hermoso nacer para entregarse a los hermosos cabellos
    que, extendidos, son ríos que de pronto se callan,
    dejando ardiendo los deseos renovados del aire,
    y los hombros, remansos del cuerpo,
    donde la pasión se reclina y refresca,
    y las cinturas y las piernas como saetas!

    ¡Qué hermoso nacer y darse al gran amor de la tierra,
    y ofrecerle materia y lugar de expresarse;
    qué hermoso escucharlo cuando el sol se nos pierde,
    y saber que sólo se trata de un viaje pasajero,
    que continuamos y continuamos, que somos expresiones,
    que el agua está entendiendo lo que digo
    tan bien como tú a quien mi canción se dirige!

    ¡Qué hermoso pensar que el mar es dondequiera,
    extensión dondequiera, de aguas convocadas,
    que en azul o que en verde le contestan al cielo,
    como tus ojos, que responden con color a los míos!
    Y si digo «Tierra», pienso lo que piensas,
    lo que todos sentimos, compañía
    y morada donde el amor tuvo nombre,
    lugar que nunca rehusó asilo
    a miembros humanos por cansados que fueran.

    Y entre tantas cosas que de amor son motivo,
    no hay sitio para nada que el amor no proclame;
    que todo lo que se nombra tiene belleza en nombrarlo,
    incluso esta canción que a ti va como un ave.
    Hermoso, por la virtud que confiere a las cosas,
    el nombre, con sólo rozarlas,
    las saca a la vida donde no hay resquicio
    para nada sin nombre o belleza.

    ¡Qué hermoso nacer y sacarle a los pechos de nuestras
    madres esa leche de tan blanca hermosura,
    y amarla, y a las cosas, e irse diciendo:
    «Esta es la lengua del amor, y no hay otra;
    y quien no hable de amor no ha nacido,
    que sólo al amor se nos dio nacimiento».
    Decir amor y perderme es lo mismo,
    mas no decirlo es peor que la muerte;
    que en un instante abre el sentido a todas las hermosuras.

    ¡Qué hermoso nacer para morir,
    y repentinamente ver la claridad que el agua y la llama llevan en sí mismas,
    y ver la contenida hermandad de muerte y belleza,
    la obra de Dios entre las obras!

    ¡Oh, qué gran rosa en las manos la muerte!
    ¡Oh sombra que aclara las sombras!
    Esta gran rosa, la muerte, nos fue dada
    porque entre tanta hermosura vamos a ciegas,
    porque los ojos son chicos y el mar inmenso,
    y el tiempo de ver reducido sin tino,
    y las cosas con un revés que no alcanzamos.

    Mas con esta rosa, Señor, ya no hay duda,
    sino hermosura doquier que es tu nombre.



    EL CRISTO DE VELÁZQUEZ

    Inmóvil y perfecto, estás clavado.
    Nuestra mortal angustia se estremece
    cuando ni sombra de dolor parece
    donde todo el dolor se ha consumado.

    Grita, Señor. Retuércete. ¿El costado
    no atravesó una lanza? ¿No te mece
    el dolor en su cuna? ¿Qué flor crece
    en tu frente, que así te ha coronado?

    ¿No es tu sangre de hombre la que vierte
    el cuerpo, ni sudor el que derramas,
    ni peso humano el que te tiene inerte?

    ¿Por qué, entonces, Señor, hombre, no clamas?
    ¿O es que te tiene en pie frente a la muerte
    la fuerza de lo mucho que nos amas?



    PASO DE DIOS

    Señor, ¡cómo has venido azul sobre la tierra,
    tras tantos días oculto tras tu lluvia y tu viento!
    Difícil como un monte, Señor, te vela a veces
    tu propio poderío. Y vamos ciegos, lentos,
    lo mismo que un camino borrado por las yuntas.
    Mas hoy tu sol, tu azul, el aire de tu paso,
    un temblor que decía, Señor, que te acercabas,
    hacía todo vibrante, el tronco y el renuevo,
    orlaba las veredas con la flor, la esperanza,
    y un calor que venía de lo hondo de tus hornos
    calentaba la tierra. ¡Qué vaso rebosante
    la tarde, derramándote, Señor, en su dulzura
    sobre tus mismas cosas! Mi corazón estaba,
    como siempre, al acecho, y temblaba en la espera,
    siempre espía de tus pasos.

    ..............................................Esto es largo y oscuro.
    La palabra no sirve. La palabra se quiebra.
    A veces te balbuce la lengua, y queda todo
    en silencio y tiniebla. A veces, la mirada
    de un niño te recoge: una luz repentina
    que remata los árboles; la hierba que suspende
    una gota que tiembla: haces de nuestra carne
    espejo de un instante, y luego todo sigue.
    Se siente tu ruido, tu terror, tu belleza.




    De Sonetos de amor por un autor indiferente (1942):


    A TI, LA SIEMPRE FLOR, LA SIEMPRE VIVA

    A ti, la siempre flor, la siempre viva
    raíz, la siempre voz de mi desvelo;
    a ti la siempre luz, el siempre cielo,
    abierto a dura piedra y verde oliva.

    A ti la siempre sangre fugitiva
    de cuanto en ti no halló razón y celo;
    a ti mi siempre verso, el siempre vuelo
    del torpe corazón y ala cautiva.

    A ti mis pensamientos aguardando
    antes de amanecer a que amanezca,
    para montar su guardia a memoria;

    a ti mis dulces sueños entornando
    puertas al alba porque no amanezca,
    y se pierda en la luz tu tierna historia.



    ESTA ADIVINACIÓN DE TU FIGURA

    Esta adivinación de tu figura,
    esta impresión del alma que enternece
    el cristal, esta sombra que parece
    un recuerdo que sale en la espesura

    donde están los recuerdos y apresura
    al verlo el corazón, y que estremece
    el mundo en una luz que crece y crece,
    hasta donde el temblor no tiene altura,

    comparación no admite con aquella
    imagen que yo llevo dibujada
    dentro del corazón en que te siento,

    que donde va mi sangre va su huella,
    y donde van mis ojos su mirada,
    y donde va mi voz, pone su acento.



    YO TE DARÍA, AMOR, YO TE DARÍA

    Yo te daría, amor, yo te daría
    la viña y el almendro y el olivo,
    la tapia que le sirve de recibo
    a tanta madreselva y lozanía.

    Y luego con mis brazos le daría
    descanso a tanto pensamiento esquivo,
    y luego con mis ojos, a lo vivo
    de tu alma hiriendo en gozo, llegaría.

    Porque en la tarde tengo tan contenta
    una brisa que sabe lo que quiere,
    y le habla al hueso con ternura tanta,

    que el puro hueso en dicha se acrecienta,
    y no sabe si vive ya, si muere,
    la voz o la delicia en la garganta.



    OH TÚ, LA SIEMPRE TÚ, LA SIEMPRE ESPÍA

    Oh tú, la siempre tú, la siempre espía
    de mis cuidados y la siempre rosa,
    la siempre recogida y rumorosa
    soledad, siempre libre compañía!

    La siempre sed y siempre fuente fría
    al labio presta, y siempre venturosa
    al corazón, y por decirte hermosa
    te llamo libertad y digo mía.

    La que siempre me encuentro en el instante
    de la ventura; la que siempre espera,
    sentada en el umbral de mi deseo

    con su siempre ternura vigilante;
    la siempre paz que llamo en mi ribera,
    la siempre luz por la que vivo y creo.




    De Abril del alma (1942-1943):


    XII

    Como el viento en los trigos por abril, tu recuerdo
    va removiendo olas de dulzura en mi frente.
    ¡Qué tierno se hace el mundo, y qué razón recobra!
    ¡Qué resonancia clara sale de las cavernas
    donde tienen su fuente los sueños más remotos,
    y qué dulce se extiende por miembros y campiñas!

    Dejadme a mi ternura, que, rey de mi ternura,
    no hay frontera en el mundo ni mar que no traspase.
    ¿Eres tú abril, o abril es ese espejo hondísimo
    que se forma en mi alma cuando me asomo a ella?
    ¿Quién más abril que tú, que eres la primavera
    del alma con la sola razón de haber vivido,
    que sales como abril del campo sin trabajo,
    lo mismo que la alondra de los trigos recientes,
    con raíces tan fuertes como troncos de encinas,
    y con flores tan frágiles como flores de encinas;
    que poco a poco vas quitando a la esperanza
    sus últimos rincones y se los das al gozo,
    que en trance tal de júbilo colocas al espíritu
    que pierde la razón del tiempo en su existencia?



    YA NO SÉ DESEAR MÁS QUE LA VIDA

    Ya no sé desear más que la vida,
    porque entre las victorias de la muerte
    nunca tendrá la grande de tenerte
    como una de las suyas merecida.

    Y porque, más que a venda y más que a herida,
    está mi carne viva con quererte,
    e, igual mi corazón que un peso inerte,
    halla su gravedad en tu medida.

    ¡Qué temblor no tenerlo en ningún lado,
    ni en el pecho, la vena o la palabra,
    y a lo mejor en valle, fuente o roca!

    ¡Corazón prisionero y emigrado,
    que con cada latido el hierro labra,
    y que convierte en sueño cuanto toca!



    SÓLO QUIERO LOS OJOS PARA VERTE

    Sólo quiero los ojos para verte
    y si los cierro es sólo por mirarte;
    sólo vive mi alma de formarte,
    mi corazón palpita con quererte.

    La voluntad la tengo ya de suerte
    que no la llevo nunca de mi parte;
    si tengo libertad es por buscarte,
    y si temo perderla es por perderte.

    O también si te busco es porque, avara,
    guardas mi libertad siempre contigo.
    ¡Ay, déjame ir a ti como una ola,
    o igual que cae en el campo el agua clara,
    o como sigue en mayo al aire el trigo!
    ¡Oh tú, mi sola tú, mi sola sola!



    AQUÍ TIENES, AMOR, TU ANTIGUO HUERTO

    Aquí tienes, amor, tu antiguo huerto,
    con su doblada hilera de granados
    que abril dejó de verte coronados
    y junio con sus flores ha cubierto.

    Y donde en flor segura y fruto incierto
    se muestran los olivos blanqueados,
    y van al amarillo los sembrados,
    y al calor las gayombas se han abierto.

    Aquí te espero, amor, por las veredas
    que no vienen ni van a parte alguna
    sino a aquel corazón en donde habitan,

    y donde aún sin venir siempre te quedas
    y haces mi soledad tan oportuna
    que la paz y el silencio la visitan.



    SI QUIERES QUE TE QUIERA, QUE TE QUIERA

    Si quieres que te quiera, que te quiera,
    deja que como pueda te lo diga,
    te cante flor y te proclame espiga
    y te busque en el mar y en la ribera.

    Si quieres que me calle y que me muera
    no te extrañes que esta sombra te persiga
    y fueras donde fueras, siempre siga,
    y vayas donde vayas, siempre fera.

    Si quieres que este cuerpo habite un hombre,
    que tengan estos ojos luz que miren,
    que tenga el corazón sangre y alientos,

    y tenga soledad y amor y nombre
    para las cosas, deja que respiren
    sobre tus hombros estos pensamientos.



    DÉJAME, ¡AY1, CANTÁRTELO AL OÍDO

    Déjame, ¡hay1, cantártelo al oído,
    ¡oh frágil!, ¡oh preciosa!, ¡oh azucena
    blanca en olor y en la color morena,
    con más miel en lo dulce y más olvido

    del generoso olor, y más latido
    de sangre caudalosa por la vena,
    más ganada y más mía y más serena,
    y más me tienes más y más rendido!

    Y más rendido, y mira la speranza
    y la paz tan sencilla y an derecha
    y tanta y tanta luz como amanece

    y tanta libertad como se alcanza
    en esta soledad que nos rececha,
    y en medio de este amor que crece y crece.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Dom 12 Mayo 2024, 07:40, editado 2 veces


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    José Antonio Muñoz Rojas (1910-2009) Empty Re: José Antonio Muñoz Rojas (1910-2009)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 14 Abr 2023, 00:32

    a pesar de lo negra y lo honda
    que se hace la noche sin ti;
    a pesar de los espejos extraños
    que dondequiera se forman al dejarte;
    a pesar de lo eterno,
    o tal vez porque lo eterno es tu fuga.




    Un autor desconocido para mí, con una propuesta poética sumamente interesante. Gracias, Pedro.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 14 Abr 2023, 04:19

    Un "clásico vivo" según lo apeló Dámaso Alonso, creo. Gracias por tu interés, Pascual.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 14 Abr 2023, 05:52

    .


    De Consolaciones ((1947-1950):


    DECIR ES SIEMPRE HERMOSO

    Decir es siempre hermoso.
    Poder decir, cantar:
    o irse por jardines
    la primavera y luego
    dejar la primavera
    y encontrar aquel niño
    que acaso fuimos. Irnos
    con él, irle contando
    lo que fuimos. Oírle:
    igual que yo, lo mismo.




    PARECE QUE NO CABE

    Parece que no cabe
    en el pecho. Tan grande,
    tan hermoso, que el pecho
    es chico. Y nada importa.
    ¿De quién serán los árboles,
    de quién los ríos, los cielos
    sino de aquel que ama?
    Miradle los caminos,
    alta frente, la luz
    sobre la frente, el paso
    sobre las aguas sin roce,
    la palabra purísima,
    el fuego limpio. Tiemble
    la Enemiga. Dejadlos
    en su dicha. Se hicieron
    los árboles, las nubes,
    las aguas, los senderos
    pacíficos, los céspedes
    bajo la sombra, el irse
    en la paz, para ellos.
    Dejadlos, los amantes.




    De Cancionero de la Casería (1938-1951):


    ALTOS MAYOS, I

    ¿Horas, las horas? ¿Vilanos?
    Para asir tanta hermosura,
    ¡quién diera a estos ojos manos!
    Dame prisa, dame altura
    para ver, para que labren,
    como abejas, aquí dentro
    tanta hermosura que abren
    el alma para el encuentro
    de tanto bello quehacer
    como hay, de tanto hermoso
    esperar, de tanto olivo
    y de tanto desear
    en lo vivo.
    ¿Y aquella grave señal,
    aparición vegetal
    a la que el tiempo no rinde,
    ni la mano con hacha
    mella? Encina, déjame ir
    bajo tu sombra a morir
    cuando floreces, que suelo
    bajo tu sombra n l cielo
    figurarme. A us ramas
    llegará la primavera
    con sus mieles. Un momento
    sobre tu falda dormido.
    Perdido
    entre las ramas y el viento.



    ALTOS MAYOS, VII

    ¡Si no tuviera la voz
    como la tengo, perdida!
    ¡Si no tuviera la vida
    como la tengo!
    ........................Tu hoz,
    antes de la luz primera,
    entre la rama y la rama.
    Tu palabra se derrama,
    agua, fuego. La caricia
    de tu mano. La delicia
    en tus labios la sembré,
    y luego nació. Se hizo
    árbol alto, muerte, rizo.
    Con un suspiro, con una
    gacela (no digas pena,
    aunque mordía). La luna
    no ha visto otra. Caballo
    de hermoso cuello, los remos
    brillantes, listos. ¿No subes
    sobre la grupa? Iremos
    más arriba de las nubes,
    entre los ojos, por esa
    llanura, no digas frente,
    hombros que llaman ternura,
    labios de prisa y dulzura,
    despacio, deprisa, aprisa.
    ¡Viene sola y de repente!



    NANAS

    ¡Ay, que no se duerme
    mi niña!
    Los zorzales vienen.

    Le traen en el pico
    para que se duerma,
    tres ramas de olivo

    con tres aceitunas
    que no se han comido.

    Para que se duerma,
    los zorzales cantan
    y mi niña sueña.

    *

    No se lo digas a nadie;
    lo digo porque lo he visto:
    la cigüeña en el alambre.

    Calle la abubilla,
    cante la zumaya,
    que duerme mi niña.

    Y la cogujada
    mañana temprano
    esté a la ventana.

    Y al alcaraván,
    que vengas o vayas
    lo mismo le da.

    *

    Se duerme mi niña.
    ¡Ay, caballo blanco
    sobre la otra orilla!

    Y la mar, la mar
    sobre el hombro mío
    navegando va.

    Navegando viene
    cuando el despertar.

    Mi niña en el barco,
    al aire del sueño
    viene navegando.

    Un caballo blanco,
    siempre que se duerme
    la espera ensillado.

    Un pájaro verde
    subido en un barco.



    OLIVOS

    Vosotros sin olor, duros olivos,
    qué árbol no llamaré, que diré hermanos,
    tan amorosos, aunque tan sin manos,
    y tan serenos, aunque tan esquivos,

    que bajáis las cañadas fugitivos
    y coronáis en paz los altozanos,
    vosotros, cuya flor os vuelve canos,
    cuyo ejemplo nos torna pensativos;

    vosotros, cuyo tronco es lumbre luego,
    y cuyo fruto aceite que acompaña
    al hombre por su muerte y por su vida:

    oíd con bendición mi justo ruego,
    y derramad sobre la vasta España
    vuestra flor, toda en fruto convertida.



    ANA JURADO MOSCOSO

    Ana Jurado Moscoso,
    con su jaca y su retaco
    por los olivos arriba,
    por los olivos abajo.
    Le han avisado que vienen
    Guardia Civil y notario
    para embargarle sus tierras
    por la mañana temprano.
    "como pasen de la linde
    del cortijo, me los cargo,
    vengan dos si vienen dos,
    vengan tres o vengan cuatro.
    Lo que tengo es porque es mío
    y está en sudores labrado,
    por mi padre que esté en gloria,
    Don Juan Antonio Jurado."



    LA LUNA COMO UNA HOZ

    La luna como una hoz
    siega estrellas en el cielo.
    Toda la noche segando,
    que ya viene amaneciendo.
    Sobre los filos del alba,
    ¡qué gavillas de luceros
    para que, al salir el sol,
    los barcinen sus carreros!
    Y en llegando el mediodía,
    en la era estén crujiendo
    cobras de yeguas doradas,
    cascos de rayos y fuego.



    ELEGÍA

    A Nicolás, cochero e historiador
    que murió un día de febrero.


    Un pedazo de espíritu y pellejo
    sobre dos piernecillas. Le llamaban
    hermano los olivos porque era
    viejo como ellos. Le escuchaban
    cuando iba contándoles su historia.
    Conocía el año y la ocasión
    de corazón y de memoria;
    menos de memoria que de corazón.
    Les recordaba el día
    que los plantaron, los nombres
    de manijero y talador. Sabía
    la relación de tierras y de hombres
    de estos contornos. Era la voz viva
    de cerro, chaparral, zanja y oliva.

    Y ahora, en esta tarde de febrero,
    medio con lluvia, medio con dulzura,
    retornará a la tierra su voz muerta,
    será raíz oscura
    de tierno tronco para rama cierta.
    Se quedará este campo sin historia,
    y tan calladamente,
    bajo la tierra oscura,
    será como un arroyo su memoria
    del sol aquel y aquel relente,
    de aquel atardecer y aquella gente,
    bajo la tierra dura.



    De Cantos a Rosa (1954):


    II

    Ella estaba en el campo. Y era alegre.
    Tenía unos hoyuelos. Daba gloria
    verla reírse. Daba risa, daba
    pena verla pesar como en las manos
    un agua deliciosamente fresca
    y fugaz. Le dije: Oh Rosa, espera.
    Me dijo: ¿Yo esperar? ¡Quién fuera Rosa
    y se esperara! Dime que me quieres.
    Para morir es pronto todavía.

    V

    Verás, Rosa, que nunca dije nada
    que rozara el amor y, sin embargo,
    esto no expresa nada si no expresa,
    Rosa, que estoy calado hasta los huesos
    en tu amor, que sin ti, Rosa, no veo,
    no oigo, Rosa. Te digo mis oídos,
    te digo mis entrañas, mi aposento,
    te digo mis latidos; si algo puedo
    es porque tú me ofreces una senda
    que me asoma a la dicha; si algo mío
    existe que merezca una ternura,
    que haga saltar un corazón hermano,
    o acudir a la puerta apresurada
    algún alma al leerme, y quiera abrirme.
    Si algo saca color a la alegría
    y descubre algún agua en el secano
    de tanto corazón como latimos,
    es solamente, Rosa, porque puedo
    decir: Rosa, te quiero, y tú me escuchas.

    X

    El telegrama sólo me decía:
    No llegaré esta tarde. Abrazos, Rosa.
    Y la tarde me dijo: ¿Qué me hago
    desde las cinco hasta las ocho y media?
    Y la huerta me dijo: ¿Dónde cuelgo
    granados y membrillos? Y las viñas
    y los olivos y los romerales
    y las abejas y las siempre hermosas
    caracolas colgaron vagamente-
    Todos llamaban: Corazón, ¿qué hacemos?
    Y el corazón les dijo: Rosa falta.

    XV

    Rosa por el jardín, por los paseos.
    Rosa, me suenas dentro si te llamo
    y vas por los paseos. No contestas.
    Me contesta la Rosa que pasea
    por dentro sin cesar. José, me dice.
    La Rosa alegre del paseo se calla,
    la Rosa dulce del jardín se muere,
    la tierna Rosa del florero canta
    su morir con aroma. Los sillones
    del salón blandamente agradecidos:
    ¡Ay, Rosa, no te vayas! Y ella dice
    adiós, con un perfume que se queda
    errando largamente por la noche.

    XXI

    ¡Es tan bello cantarte! Yo estaría
    cantándote y cantándote. Llamaras:
    Acaba, que la mesa stá ya puesta,
    y dijera: ¿Acabar lo que no tiene
    comienzo? Deja que comience y diga:
    Hubo una rosa que me amaba. Era
    exactamente como tú. Tenía
    prisa siempre. Se iba a los arroyos
    por seguir el ejemplo de sus aguas.
    Fue una prisa perpetua de hermosura,
    un apresuramiento de belleza
    asomado a unos pétalos. Soñando
    en detenerla se me fue la vida.

    XXIV

    Rosa y comprometerse nunca fueron
    compatibles. Mi Rosa siempre dijo:
    No me cites, por Dios, para mañana.
    Mañana, tierra, nadie, son iguales
    para las rosas. No sabemos nada
    si no es del leve instante. Somos
    tan verdaderamente de él como es el ala
    del aire en que se apoya. Sin embargo,
    algo pudiera hacerse amando un poco,
    y llenar el mañana de ternura
    con citarlo, diciendo simplemente:
    Sobre las ocho en punto, donde sabes.

    XXX

    ¡Oh, no te muevas, Rosa! Queda siempre,
    siempre tranquila en tallo y en belleza,
    como te veo, olor y sentimiento.
    Tranquila en transcurrir, mas sin moverse;
    tranquila en respirar sin perder vida;
    tranquila en apariencia, mas creciendo
    en tu ser mismo de belleza y gracia,
    de nave eternamente y sin arribo,
    de dulzura en aumento y sin llegada,
    de esperanza subiente y sin cansancio,
    de ternura voraz y con sosiego,
    de Rosa eterna en corazón crecida.

    XXXIV

    ¡Adiós, José! Mi Rosa, ¿adiós? Acaso,
    mejor callar. Adiós, no es siempre irse,
    mientras sigan creciendo primaveras,
    y en los cauces más secos adelfares,
    y en la memoria nombres que son rosas,
    como tu nombre mismo. Llega un punto
    en que vocablos, hombros, rosas, irse,
    o quedarse da igual. Los hombres somos
    medida sólo de un amor. El resto
    sí que es morir, adiós, lo no existente.



    PÓSTUMOS A ROSA
    (1990)

    II

    Quiero contarte cosas que me pasan.
    Cuando digo me pasan tiemblo, Rosa,
    porque me pasan dice muchas cosas.
    Esto de las palabras, Rosa, siempre
    induce a confusión. Hablo, tropiezo,
    caigo, me repongo, vuelvo a caer.
    Hablar, Rosa, es darse trompicones
    de palabra en palabra. La lengua dice
    cosas que no quisiera, a tientas anda.
    ¿No ves, Rosa, que hablando, como hablo,
    caigo en lo mismo y a lo mismo vuelvo?
    Cosas que pasan. Te diré que anoche
    ardieron los rastrojos, una hermosura
    de fuego que en festones se corría
    de gozo, dando saltos, crepitando,
    la llama daba brincos, le ponía
    un rostro diferente a los contornos,
    sorprendida la noche en sus silencios
    por la herida que abría en sus costados
    la navaja de las llamas alegres.
    Era una fiesta de purificación.



    NOVÍSIMOS A ROSA
    (1998)

    IV

    A mí, Rosa, casi todo me da lo mismo.
    Yo sé sólo de una Rosa que me dio la vida,
    que por eso respiro, y mientras siga
    siendo fragancia pronunciar su nombre
    y morirme de amor cuando la miro.
    José, por Dios, mejor es que no sigas.

    VIII

    Muchos me dicen: ¿Y esa Rosa tuya
    es de verdad? Yo les contesto:
    Rosa y verdad son sólo una.
    Rosa es el nombre de lo eterno,
    que ella, eterna, si pronunciara
    no sería rosa.
    Ni yo este corazón que vive de eso.

    XIV

    Sólo eso: pisar, sentir la tierra
    por la mañana con la fresca; que el rastrojo
    cruja bajo tus pies cuando lo andas;
    que tu perro te busque la caricia,
    y el belfo de tu potro el verde tierno.
    En la penumbra de la estancia luego,
    quedarse quieto sin pensar, sintiendo
    sólo el pasar del tiempo sin sentirlo.
    La tarde, ya la promesa del jazmín cumplida,
    no perderse un instante de su gozo.
    Y en el corazón Rosa latiendo.
    No fuera esto lo sumo. O demasiado.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 14 Abr 2023, 14:16

    .


    De Lugares del corazón (1960-1965):


    TENGO EL RECUERDO AQUÍ. LA LUZ AQUELLA

    Tengo el recuerdo aquí. La luz aquella
    del jardín por la tarde en el estío,
    y los vencejos en el ancho río
    de la tarde tranquilamente bella.

    ¡Oh Señor, oh terror!, tu amor lo sella,
    y el instante no pasa. En el sombrío
    jardín, el agua, el tiempo, sigue. Mío
    sigue el instante aquel, sigue la huella

    de su paso en el alma. La memoria
    va escribiendo la tarde y el relente
    y el frescor del jardín recién mojado.

    Alguien se acerca. Y es la misma historia.
    Alguien que llega. Tú. Precisamente
    hablábamos de ti cuando has llegado.





    De Dedicatorias y divertimentos (1940-1970):


    MIGUEL

    Tú, mejor que nadie, a tus alturas,
    sabes que no, Miguel, sabes que no.
    Mientras mordiste el ajo vivo
    y la almendra amarga y las collejas,
    y te agarraste a la esteva, y fue el silbido
    tu palabra; mientras bañaste
    en tus ojos la luz del campo, y no cubriste
    sino con cáñamo tus pies, y acariciaste
    tu libertad para ti mismo.
    Mientras mordiste los ásperos limones
    y el barro, Miguel, que era tu nombre, fue tu tierra,
    y hablaste con silbidos los diálogos
    de la tierra, la madre, fue en tus labios
    fiel clavel de la tierra, la palabra.



    A MI HERMANO JUAN

    Querido Juan, el tiempo que nos tiene
    cogidos en sus horas, que nos lima
    la ocasión de gozar, la breve cima
    en que el vivir se colma y se entretiene

    en júbilo la sangre y se nos viene
    la palabra mejor, y nos anima
    a lo bueno del mundo, el alto clima
    de Dios que nos calienta y nos mantiene;

    para los días de la gente, el tedio,
    la inclinación oscura donde quiera,
    el bien huido, el mal necio y sin tino.

    Que Dios nos tenga, Juan, de medio a medio,
    nos dé la paz de dentro y la de fuera,
    la gracia de ver claro en el camino.




    De Oscuridad adentro (1950-1980):


    ESTO ES LARGO Y OSCURO. NADIE VIENE

    Esto es largo y oscuro. Nadie viene.
    El corazón espera y siempre espera.
    Y nadie viene. El corazón no sabe
    más que esperar junto a las aguas negras,
    donde pasan las sombras de las nubes
    sin señalarse apenas.
    El corazón está con lo que sabe,
    llamando y sin entrada en las tinieblas.



    TIEMPO Y HOMBRE

    Va siendo ya para la voz cansada
    disperso el recordar, loca la hora,
    pasando más deprisa y más señora
    de este río sin tregua. Encadenada

    la acción al desear, y la mirada
    sin romper en lo oscuro, y sin demora
    empujando la mano destructora
    ¿de quién y para quién?, ¿hacia qué nada?

    ¡Oh tiempo!, Dios te suelta con el aire,
    respiración, latido, pobres gentes
    que han de labrar con tiempo sus asuntos.

    Araña inútil, hombre, tú donaire
    del tiempo, entre las manos inclementes
    del tiempo, tiempo y hombre siempre juntos.



    OLOR A JAZMINES

    He entrado en la casa deshabitada de todo,
    salvo de un extendido olor a jazmines
    que la llenaba. Me he quedado
    como vestido de su olor, como penetrado
    de ese mundo fuera de mí, parte de él,
    con tantas sombras que participan de este olor,
    aire hoy sólo animado por el aroma de los jazmines,
    a quien setiembre saca su blanco más profundo,
    como a una vieja arpa su mejor sonido
    una mano antigua, o a unos huesos cansados
    su quejido, el amor.
    Errabundo por la vieja casa me he perdido,
    buscándome a mí mismo,
    a ver si por fin me encuentro. El errabundo
    olor de los jazmines me persigue.



    ESPEJO INTERIOR

    A lo de siempre vuelvo desde siempre:
    a la mano primera y a la casa,
    al mayo de celindos y gayombas,
    a las ruedas del tiempo en los umbrales,
    tras la paz albergada, a aquellos ojos
    de ternura conmigo, a los silencios
    escogidos.
    El corredor de losas relucientes,
    la escalera subiendo a la ventura
    del sabido calor, y los serones
    de la Alhajuela rebosando frutos.
    Y luego mayo, loco en la Ribera,
    los ruiseñores locos en el Huerto
    de Perea, cantando locos, mientras, lentas,
    las ruedas del trabajo y de la lana
    las aguas de la sierra iban moviendo
    bajo murallas nobles.
    Los ojos, aves locas, se escapaban
    en vuelos de miradas, al prodigio
    del agua y de la rueda, a los olores
    de gayomba y culantro, a los colores
    de malvas y amapola, a los vencejos
    zurciendo en el azul blancos retazos.
    ¡Oh, este espejo interior, donde aparece
    el de hoy, el de ayer, el siempre niño!



    TU OFICIO, POETA

    Para que algo quede de este latir,
    para que, si alguien quiere mirarse, pueda;
    para calmar quizá alguna sed, y que alguien diga
    «a mí me pasó algo semejante».

    Los poetas estamos para eso:
    para ofrecerles tránsito a los demás,
    para que se encaramen sobre nuestros latidos, y que divisen
    un poco más allá, en medio
    de tanta oscuridad como nos circunda.
    A veces nada tiene sentido, ni siquiera
    que me des la mano o ese
    limón redondo tan bello en la vereda.
    A veces lo que tiene sentido no tiene sangre,
    ese poco de sangre por la cual se muere.
    Todo es ganas de morir de otra manera,
    ganas de imitar a los ríos y que la tierra vea
    que hay otras aguas y otras penas, y los cielos
    contemplen misericordiosamente
    nuestras peregrinaciones.

    Tu oficio, poeta, es contemplar,
    que todo se te escriba dentro; luego,
    quizá leer allí mismo, quizá decir a los otros
    lo que allí mismo, escrito, tú lees.



    ME DICEN QUE OS DIGA

    Soy un poeta que tiene
    la voz temblorosa, y no sabe
    qué clase de luz se le viene a las manos,
    y cómo disponerla, y decirles
    a los demás la clase de luz
    que se le viene de pronto, sin saberlo, a las manos.

    No sabría deciros, si alguien
    no estuviera por dentro diciendo:
    "Dí ahora: La luz tenía esta forma,
    y una vez comenzado sigue siempre".

    No sé muy bien qué luz sea esta;
    no sabría deciros de la voz.
    Soy un poeta a quien se le dice.
    Escucho. Os hablo. Acaso me entendáis.

    De esto que digo apenas sé la forma.
    Siento una resonancia, pego el oído.
    Se viene la palabra como un agua.
    "Diles esto. No digas otra cosa".

    No es triste ni alegre. No es triste
    ni alegre un poco de ceniza.
    Es un poco de ceniza. Si lo vemos,
    decimos: Es sólo un poco de ceniza.

    Claro que no digo lo que tengo pensado,
    porque tampoco lo sé muy bien. Me dicen
    que os diga. Nunca dicen:
    "Diles algo que entiendan". Simplemente:
    "Diles", y a veces solamente
    es como un poco de ceniza.

    Como una chispa de luz que la ceniza
    lleva olvidada, y otras veces
    es un derramarse de algo como la tristeza
    o la alegría.
    No me hagáis responsable.
    Más vale que paséis sin parar.
    Uno es un poeta que ve de pronto una rendija
    abierta a una luz indudable.



    ALGUNAS VECES

    Cuando se tiene la palabra dentro
    en que se encarnan aire y significado,
    todo dentro es hervir confuso,
    no resuelto temblor que bulle dentro,
    tantos rescoldos que no rompen en llama,
    tantos rotos cristales hirientes dentro,
    que sólo la palabra resuelve en libertad,
    algunas veces.

    Algo dentro pide
    su voz y pronunciarse. Una cadena
    nos ata y nos dispone así a la angustia
    de la libertad. Uncidos vamos
    al tiempo, nuestra yunta,
    la libertad y el tiempo uncidos.



    ¿QUÉ SABES TÚ DE LO QUE TE VIENE

    ¿Qué sabes tú de lo que te viene,
    de dónde te viene, por qué te viene?
    ¿Qué sabes tú de esa voz que sientes,
    de esta luz que no ves, de este camino
    por dentro, de estos pasos por dentro?
    ¿Quién te llama?
    Lo único que tienes es la pregunta.
    ¿Por qué me tienen aquí? ¿Para qué sirve
    esta chispilla de alegría que se enciende,
    este asomo de esperanza que no sigue,
    este camino que se acorta y no sigue?
    Lo único que puedes es preguntar,
    repasar de nuevo tus perplejidades.
    ¿Esperar a que alguien conteste tu pregunta?



    HAY COSAS QUE ME ABURREN

    Hay cosas que me aburren:
    los espárragos y las fábricas,
    las reuniones y la política,
    aquello donde el hombre aparece y no se le encuentra.
    Me enternecen la libertad y la tierra recién arada,
    la ahijada y la tierra,
    la sementera y la tierra,
    la sazón y la tierra,
    cada cosa en su sazón y en su sitio.
    Tengo la suerte de tener labranza y amigos,
    brazos abiertos, es decir, familia,
    suelo de los míos, es decir, pasado.
    Habrá, pues, que dejarse de historias que se venden,
    de máscaras que se compran,
    de patrias no del corazón,
    de tesoros sin cotización celestial,
    aunque vivir sea equivocarse
    y la poesía oficio de tartamudos,
    donde se encuentran a veces y en la oscuridad
    hombres de buena voluntad
    que buscan a Dios entre las sombras
    y en la perplejidad lo encuentran,
    y en el temblor, la luz,
    y la esperanza de un refrigerio orillas suyas,
    con un agua suya para más sed,
    y gloria sin tasa,
    y deseo deseado y aliviado.




    De Objetos perdidos (1993):


    IV

    Ahora que tantas cosas están perdiéndoseme,
    ahora que tantas cosas están olvidándoseme,
    ahora que tantas cosas aparecen en rincones perdidos,
    un pañuelo olvidado, la flor aquella,
    un olor, el nombre de este rostro? El nombre?
    Por Dios, dónde está el nombre?
    El nombre, el nombre. Tiene barba y mujer.
    Me habla cariñosamente, pero sin nombre.
    Seguro que es el mismo, con barba y sin nombre,
    una mirada dulce y sin ponerle nombre.
    Lo malo no es que se nos pierdan
    sino que no sabemos dónde se nos pierden,
    tantos objetos perdidos como se nos pierden,
    un montón de objetos perdidos es la vida.
    Y la memoria trabajando en lo oscuro,
    buscando incesante, escarbando en lo oscuro,
    un animalillo escarbando por dentro,
    buscando por dentro. Y nada, nada.
    Una mirada dulce con barba y sin nombre.
    Y por fin y de pronto: se llama «Montaña».



    IX

    Y esa es otra cuestión: saberlo o no saberlo.
    Ahora que ando tras tantas cosas que no encuentro,
    quién decía, desgraciado el que no se repite,
    que ando a trompicones, buscando y repitiéndome,
    ahora, pierdo el hilo, y vuelvo al principio,
    saberlo o no saberlo; espera un poco,
    otra cuestión, cuestiones todo. Déjame
    respirar un poco, un algo, un nada.



    XII

    Lo peor es que pase lo que me pasa ahora
    mismo, que tenía un poema a punto y se me ha ido.
    Estará traspapelado en mis papeles, el desastre que soy.
    El caso es que yo estaba tan contento con mi poema.
    Se me ocurrió, como se ocurren estas cosas, así, de pronto,
    yendo cualquier hora en busca tuya como siempre,
    y de pronto un remusguillo y allí estaba el poema.
    Pero luego, al ponerme a escribirlo ya no staba,
    traspapelado sin duda en la memoria, perdido en la memoria.
    Y aquí estoy, tratando de inventarlo malamente.



    XVII

    Hay palabras que se unen y crean.
    Su unión siempre es fecunda. Quien las tenga
    de huéspedes en el alma será salvo.
    Decirlas es perderlas. Viven dentro.
    Sus nombres son Silencio y Soledad.
    Y su fruto la paz. A veces nuestra.



    XXIII

    Una vez más, Señor, me condenas perdiéndome
    las gafas; una vez más me pones en trance
    de maldición y pecado. Por favor, devuélvemelas.
    No es, Señor, que me las pierdas, es que me las escondes
    y me dejas sin ver. Es que nos quieres ciegos? Que no veamos
    el horror que nos rodea, tantas cosas terribles
    como hay que ver cada día? Es una muestra de tu misericordia
    dejarnos sin ver? Por qué no te llevas
    la mirada, esa ave? De todo nos priva nuestra
    desesperación de ciegos, hasta de ese olor
    del jazmín vespertino, de la escapada de puntillas
    de la tarde, de aquellos que tú bien sabes
    su nombre, porque tú eres su invención,
    tú le pusiste nombre, amor,
    y aquí ando las veinticuatro horas del morir de cada día
    sin ver, hasta donde lleguen los hastas,
    hasta que un toque en el hombro y una voz diga:
    «No busques más lo que tienes delante».



    XXIV

    Perdió la cabeza. Dónde, cuándo, cómo?
    Ha puesto anuncio? "Cabeza perdida, no sabe
    dónde". Por una tontería se pierde la cabeza.
    Estará en cualquier parte donde el amor habite,
    entre tantas cabezas perdidas. Hay cabeza
    que no se pierda si el amor anda cerca?
    Para qué sino para perderse está la cabeza?
    Por eso son inútiles identificaciones,
    ni posible generosa gratificación.
    Lo mejor es dejarla perdida, que se pierda.




    De Entre otros olvidos (2001):


    ESTA MAÑANA AMANECÍ CON UN POEMA

    Esta mañana amanecí con un poema
    en la cabeza. O dónde estaba que a poco
    de levantarme estaba en el papel.
    Y me dio alegría encontrármelo
    así, como quien no quiere la cosa,
    la misma alegría que a veces
    me ha pasado, que es andar la tierra
    en las Chozas (de eso hace tiempo)
    y encontrarme una piedra rara y
    darle un puntapié y resultar que era
    un hacha prehistórica, del paleolítico creo
    (sucedía con frecuencia en aquella tierra).
    No es que el poema tuviera el valor
    de un hacha prehistórica, pero encontrarse
    un poema una mañana cualquiera,
    que estaba allí, en la tierra, en el alma,
    y que al darle un punta con qué pie
    saliera… Estaba esperando
    lo mismo que un hacha prehistórica:
    el puntapié.



    DE PUNTILLAS HA ENTRADO EN MI ALMA

    De puntillas ha entrado en mi alma
    sin sentirlo, ni si el alma tiene puertas,
    aunque he sentido pasos, y calor,
    y ese silencio que sucede.
    No hay silencio como el de la soledad,
    que no es tan fácil como se dice
    eso de estar solo (pero eso es otra cosa,
    siempre todo es otra cosa). Pero vuelvo
    a la soledad que tan bien se lleva,
    con ese silencio que se hace
    en la soledad, y desvanece las compañías
    que no son soledad, y nos hace
    andar por dentro, sintiendo las resonancias
    del silencio en la soledad, las olas
    de la soledad en el silencio.



    SIEMPRE ESTÁ LO INEXPRESABLE

    Siempre está lo inexpresable
    en su pugna con la palabra
    ofrecida inútilmente,
    rumor de ola insistiendo
    en la orilla. Como quiera
    que lo es, es, lo dejamos
    por si acaso quedara
    en la mano alguna vez
    ese grano de sal
    que lleva oculto.



    QUÉ HARÁ ESE EN MEDIO DEL CAMPO

    Qué hará ese en medio del campo,
    escribiendo en medio del campo,
    que ha parado su coche
    y se ha puesto a escribir.
    Ese, que a lo mejor soy yo,
    a lo mejor trataba
    de contar el sentimiento
    de esta tarde tan bella.
    Como se sabe, inútilmente.



    TANTO POR DENTRO SIEMPRE, NO PORQUE SEA

    Tanto por dentro siempre, no porque sea
    Abril del uno al treinta de sus días,
    sino porque luce mi abril aunque se nuble
    o con nubes mejor, cualquiera sabe,
    como Rosa sin ropa muchas veces.
    Por Dios tápate, Rosa,
    para verte mejor.



    POR QUÉ DE NUEVO ESTE

    Por qué de nuevo este
    cómo decirlo? chorro de vida
    dándole de pronto
    sentido al sinsentido.
    Años hacía que aguardaba,
    a punto de saltar alguna vez,
    adentrándose, aguardaba este
    mil y novecientos para siempre.
    No son años, sino vidas,
    eternidades lo que miden.



    BONITO VIENE MAYO, TRAE

    Bonito viene mayo, trae
    despeinados celindos, azahares
    tardíos, enreda luces
    en las hojas recientes,
    se va deteniendo, desplegando
    aroma, color, luz.
    Para su colmo faltan
    tus labios que lo enciendan



    NADA COMO CUANDO LA CASA SE QUEDA SOLA

    Nada como cuando la casa se queda sola
    entera para nosotros. Qué repentina
    repoblación de sombras, seres, ecos,
    palabras, resonancias, tiempos que parecían
    muertos, presencias, invocaciones,
    poblaciones de invisibles criaturas, de formas
    de aparecer, conocerse, sus pronunciaciones
    de mano de jazmín y su olor, de mano
    de cualquier pájaro y su canto, cualquier
    luz o color. Maravillosa plenitud
    de cuanto ha llenado nuestro mundo
    en esta invasión de pronto, cuando
    la casa se queda a solas y nosotros a solas,
    y por ella vagamos con nosotros.




    De La voz que me llama (2004):


    JUGANDO CON PALABRAS SIEMPRE ESTOY

    Jugando con palabras siempre estoy
    sin saber dónde terminan por llevarme,
    sabiendo que son nada y en nada quedan
    salvo que la verdad, que es suya, las pronuncie.



    SI ME PREGUNTAS QUÉ ES SENTIR

    Si me preguntas qué es sentir
    te diría: compadecer. Si me apuras,
    no simplemente estar, por que estar
    no es vivir, y si me apuras
    sólo compadeciendo vivimos.
    Lo demás es jugar con el aire
    que nos es dado.



    SIEMPRE ESPERO QUE SE ABRA LA VENTANA

    Siempre espero que se abra la ventana,
    como si abriéndose se abriera
    a un fulgor completo, como si
    la ventana no fuera sólo
    sino iluminación total
    de la explosión de la esperanza
    que llevamos dentro y que por fin
    nos inunda, la inundamos,
    y cesamos de ser lo que somos para ser
    lo que es y por siempre será dentro.



    QUIERO LAS ANCHAS TARDES

    Quiero las anchas tardes
    para estarme contigo.
    Quiero estarme contigo simplemente,
    si sabes que estar contigo significa
    quedarse como no estando,
    como sintiendo esos chorros de vida
    que es lo tuyo y llámalo
    como quieras y déjalo estar,
    estando contigo.



    ELEGÍA DE LA ALHAJUELA

    Un montón de escombros es lo que queda
    de aquella entrada, de aquella reguerilla
    donde corría el agua, eternamente el agua,
    con la capillita de mis lecturas al fondo.
    Busco la entrada y no está y la estoy viendo
    sin poder entrar aunque estemos viéndola
    y sintiendo el agua cantando, el agua correr.
    Pero no puedo entrar en la estancia
    porque la estancia no existe aunque la vea,
    ni siquiera la reguerilla donde el agua
    corría eternamente, ahora corazón abajo,
    y los ganados llegaban al abrevadero,
    una larga tropa de mugidos balidos cencerros
    llegando, dentro de mí, al abrevadero,
    y el ruiseñor en la breña, y el culantro
    que huele todavía en el agua corriendo.


    JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, Obra completa en verso, Pre-textos, 2008


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