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Ismael Cabezas (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1969) Graduado Social por la Universidad de Granada. Ha publicado, entre otros, los siguientes libros de poemas: Paisaje para un ciego (Fundación Luis Ortega Brú, 2008), seleccionado para el Premio Andalucía de la Crítica de 2009, Pisadas en la nieve sucia (Baile del Sol, Tenerife, 2015) y Sutura (Ediciones en Huida, Sevilla, 2015) Sus poemas han aparecido en diversas revistas como Así Roithamer, Karavanazine, El coloquio de los perros, Cuaderno Ático, Cuadernos de humo y Estación Poesía. Ha escrito poemas para los proyectos expositivos de los artistas plásticos Yeyo Argüez y Juan Carlos Bracho. Es miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños en su sección de literatura. Ha sido galardonado con los siguientes premios de poesía: “Arte Joven” del Ayuntamiento de Madrid, accésit al premio “ Creación literaria” del Ayuntamiento de Madrid, “Luz de poesía” del Ayuntamiento de Tarifa, “Victoria Kent””de poesía, de la Asociación de mujeres progresistas “Victoria Kent” (Algeciras) y premio de poesía erótica de la Diputación Provincial de Cádiz. Ha impartido diversos talleres tanto presenciales como online, de iniciación a la poesía y de poesía avanzada. Participa en los programas literarios estables del Centro Andaluz de las Letras (CAL).
(Sacado de: https://lagaruapoesia.com/project/ismael-cabezas/ )
*
Algunos poemas de Ismael Cabezas, de su obra Música que escucharé cuando hayas muerto, La garúa, 2021:
ELOGIO DE LA BELLEZA
Y cuando amé, fue en soledad.
Edgar Allan Poe
La sonata para cello de Vivaldi que escuchas
cada vez que, de nuevo, cae la noche de cualquier octubre.
Esos antiguos versos, una vez más releídos
y que ahora, por fin, revelan toda su sabiduría.
La mano tan blanca que sostiene la cabeza decapitada de la medusa.
Jamás olvides de qué noches indignas el arte te defiende,
pues más de una vez evitó que colgases
de una sucia cuerda el cansado peso de tu cuerpo.
CIUDAD NATAL
Un hombre es la ciudad en la que vive.
José Ángel Cilleruelo
Somos todos aquellos pobres idiotas que
perdimos el último tren,
los que nos quedamos en la estación vacía
una oscura y amarga tarde de noviembre
fumando un último cigarrillo mirando a la nada.
Somos todos los que marchamos a ninguna parte
y nos quedamos aquí, entre tanta miseria y vulgaridad,
con un puñado de metáforas viejas gastadas por el uso,
esas palabras que otros usaron mucho antes que tú
y mucho mejor que tú para decir cosas
que ya no quieres decir y además son inútiles.
Nos quedamos en unas calles estrechas y sucias
olvidadas por todos los que se fueron,
donde nunca se fraguó ninguna gesta,
ni sucedió nada que fuese digno
de recordar en los libros,
vacías calles sin historia llenas de perdedores,
de hombres que gastaron inútilmente su juventud.
Intentaste forjar algo parecido a la vida
entre poemas y libros, con la única compañía
de unos muertos insignes, como dijo una vez aquel poeta
que también se quedó y todo lo perdió contigo.
Nunca vendrá ninguna joven de extraña piel blanquecina
a mostrarte su mala traducción de unos versos de Keats,
ni comenzará una noche en su cuerpo desnudo
como si fuese la primera noche del mundo,
nunca tendrás nada de eso.
TEMPORAL DE LEVANTE
Y densos nubarrones llenan de luto el día.
Jenaro Talens
Para Rosario y Carlos
Y el viento, una vez más el viento, el viento
siempre eterno como las oscuras vísceras
del animal que es sacrificado para intentar,
en vano, ahuyentar así la desgracia.
El viento que silba entre los huesos esparcidos
de pequeños pájaros muertos, que se enreda
en la piel reseca y las fauces entreabiertas
de un viejo perro cuyo nombre a nadie importa.
El viento, sí, el viento una vez más que lame
las grietas húmedas de la oscura roca,
testigo de tantos nacimientos y muertes,
de tantas mezquinas traiciones,
de todas mis modestas victorias y mis vulgares derrotas.
Sí, el viento una vez más, que sopla inmisericorde
trayendo la ruina a esta tierra desolada,
y que yo invoco aquí en esta noche de marzo,
en el solitario lamento de un poema
como a un viejo dios al que ya nadie reza.
AUTORRETRATO ALREDEDOR DE LA CINCUENTENA
Para Juan Manuel Macías
Levantarse con la primera luz de la mañana
y abandonar el cuerpo a la caricia del agua cálida
como quien se sumerje en un río sagrado
esperando alguna forma de salvadora purificación,
tomar un café cargado con cinco azucarillos
y 20 miligramos de fluoxetina en forma de una cápsula
azul como el mar de tantísimos hombres tristes.
Más tarde enseñar a unos adolescentes
a los que nunca les importó la literatura,
algunas nociones sobre el Ubi Sunt?
y hablarles sobre qué se hizo
de aquellas damas y sus tocados,
o para ser más exactos, de mi juventud y mis esperanzas.
Y cuando caen las sombras y el mundo se repliega,
cuando todo es ya dominio de la noche,
acariciar los cuerpos de mujeres a las que no amo
ni tan siquiera deseo, siguiendo un impulso ciego de la carne
que tal vez me salve de una temprana muerte,
o quizás pudiera ser que escribiera con esas palabras usadas
que el poeta dijo algún remedo de poema,
sabiendo que en el fondo todo intento es inútil,
pero que tu destino, aunque a veces te pese
es ser un juglar ciego que en vano canta a la belleza.
Y puede ser que el último destino sea marchar
a un lugar donde nadie sepa de ti ni conozca tu nobre
y mucho menos tus torpes y burdas palabras,
para así, solo y sin patria, olvidado por todos,
dejarse morir como un extraño pájaro demasiado herido
para intentar el vuelo una vez más.
VÍSPERA DE TODOS LOS SANTOS
Para Gloria
No vendrá a nuestra puerta ningún
niño semejando un lívido esqueleto
a pedir algunos dulces,
cuando la tarde se convierte en tiniebla
en esta vieja calle que nadie conoce
de una ciudad cuyo nombre
nunca será recordado.
Hace mucho que no hay niños,
marcharon lejos hace tiempo,
como en algún extraño cuento
de los hermanos Grimm.
Solo quedan unos cuantos hombres
que aguardan la muerte.
Y yo mismo, que escribo estas inútiles palabras
en mitad de la noche hostil.
SEPTIEMBRE
Para Guada
Esta primera tarde de septiembre
en aquel viejo piso,
con un balcón desde el que se veía
el más bello de los árboles,
ese árbol cuyo nombre nunca supiste.
Esas tardes que pasamos
en aquel desvencijado sofa
hablando del amor y de la vida,
mientras la tarde iba cayendo
derramando el oro de la luz de septiembre,
y poco a poco la penumbra iba
tomando posesión de la estancia,
y nuestros rostros se desdibujaban en sombras.
Y era la más vieja historia del mundo,
un hombre y una mujer que se aman
hablando de todo cuanto temen.
Esas tardes son todo cuanto
quiero recordar cuando muera.
MUERTE DE UN POETA
Temor, y mal y muerte me acompañan.
Fernando Ortiz
En aquella fotografía, cuando tenía seis años
y salía llorando del mar
porque apenas sabía nadar,
allí, bajo el rumor de las olas, en el silencio,
hablaba la muerte aunque era el único que la oía,
a los trece años leyendo bajo una débil luz
en aquella casa donde fui tan infeliz,
la muerte me hablaba con la voz de aquel artista del trapecio,
una vez más a los veinticinco en aquella desvencijada
habitación de hospital donde leía a Joyce
la muerte me habló cuando aquel viejo marinero
me contó que una prostituta intentó apuñalarle
en un olvidado puerto, la muerte que le lamió la espalda
y lo arrancó de este mundo ante mis ojos,
y la muerte me leía unos versos de Trakl
que encerraban la más oscura y sucia culpa,
y casi en la cincuentena cuando una mujer me amó
y acariciaba mi pecho como si fuesen
los primeros lirios de la mañana,
también la muerte me susurraba dulces palabras al oído,
y cuando vosotros que decíais amarme
callasteis todas las palabras de amor,
y esa fue la más íntima razón de tanto odio,
la muerte hablaba a través de vuestros labios,
y se dio muerte el poeta por su propia mano,
así acabaron los días sin gloria
de ese grotesco bufón de la belleza,
y nadie quiso componer con sus últimos versos un libro,
todos dijeron que nunca lo habían conocido,
que jamás escucharon su nombre.
ISMAEL CABEZAS, Música que escucharé cuando hayas muerto, La garúa, 2021.
Ismael Cabezas (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1969) Graduado Social por la Universidad de Granada. Ha publicado, entre otros, los siguientes libros de poemas: Paisaje para un ciego (Fundación Luis Ortega Brú, 2008), seleccionado para el Premio Andalucía de la Crítica de 2009, Pisadas en la nieve sucia (Baile del Sol, Tenerife, 2015) y Sutura (Ediciones en Huida, Sevilla, 2015) Sus poemas han aparecido en diversas revistas como Así Roithamer, Karavanazine, El coloquio de los perros, Cuaderno Ático, Cuadernos de humo y Estación Poesía. Ha escrito poemas para los proyectos expositivos de los artistas plásticos Yeyo Argüez y Juan Carlos Bracho. Es miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños en su sección de literatura. Ha sido galardonado con los siguientes premios de poesía: “Arte Joven” del Ayuntamiento de Madrid, accésit al premio “ Creación literaria” del Ayuntamiento de Madrid, “Luz de poesía” del Ayuntamiento de Tarifa, “Victoria Kent””de poesía, de la Asociación de mujeres progresistas “Victoria Kent” (Algeciras) y premio de poesía erótica de la Diputación Provincial de Cádiz. Ha impartido diversos talleres tanto presenciales como online, de iniciación a la poesía y de poesía avanzada. Participa en los programas literarios estables del Centro Andaluz de las Letras (CAL).
(Sacado de: https://lagaruapoesia.com/project/ismael-cabezas/ )
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Algunos poemas de Ismael Cabezas, de su obra Música que escucharé cuando hayas muerto, La garúa, 2021:
ELOGIO DE LA BELLEZA
Y cuando amé, fue en soledad.
Edgar Allan Poe
La sonata para cello de Vivaldi que escuchas
cada vez que, de nuevo, cae la noche de cualquier octubre.
Esos antiguos versos, una vez más releídos
y que ahora, por fin, revelan toda su sabiduría.
La mano tan blanca que sostiene la cabeza decapitada de la medusa.
Jamás olvides de qué noches indignas el arte te defiende,
pues más de una vez evitó que colgases
de una sucia cuerda el cansado peso de tu cuerpo.
CIUDAD NATAL
Un hombre es la ciudad en la que vive.
José Ángel Cilleruelo
Somos todos aquellos pobres idiotas que
perdimos el último tren,
los que nos quedamos en la estación vacía
una oscura y amarga tarde de noviembre
fumando un último cigarrillo mirando a la nada.
Somos todos los que marchamos a ninguna parte
y nos quedamos aquí, entre tanta miseria y vulgaridad,
con un puñado de metáforas viejas gastadas por el uso,
esas palabras que otros usaron mucho antes que tú
y mucho mejor que tú para decir cosas
que ya no quieres decir y además son inútiles.
Nos quedamos en unas calles estrechas y sucias
olvidadas por todos los que se fueron,
donde nunca se fraguó ninguna gesta,
ni sucedió nada que fuese digno
de recordar en los libros,
vacías calles sin historia llenas de perdedores,
de hombres que gastaron inútilmente su juventud.
Intentaste forjar algo parecido a la vida
entre poemas y libros, con la única compañía
de unos muertos insignes, como dijo una vez aquel poeta
que también se quedó y todo lo perdió contigo.
Nunca vendrá ninguna joven de extraña piel blanquecina
a mostrarte su mala traducción de unos versos de Keats,
ni comenzará una noche en su cuerpo desnudo
como si fuese la primera noche del mundo,
nunca tendrás nada de eso.
TEMPORAL DE LEVANTE
Y densos nubarrones llenan de luto el día.
Jenaro Talens
Para Rosario y Carlos
Y el viento, una vez más el viento, el viento
siempre eterno como las oscuras vísceras
del animal que es sacrificado para intentar,
en vano, ahuyentar así la desgracia.
El viento que silba entre los huesos esparcidos
de pequeños pájaros muertos, que se enreda
en la piel reseca y las fauces entreabiertas
de un viejo perro cuyo nombre a nadie importa.
El viento, sí, el viento una vez más que lame
las grietas húmedas de la oscura roca,
testigo de tantos nacimientos y muertes,
de tantas mezquinas traiciones,
de todas mis modestas victorias y mis vulgares derrotas.
Sí, el viento una vez más, que sopla inmisericorde
trayendo la ruina a esta tierra desolada,
y que yo invoco aquí en esta noche de marzo,
en el solitario lamento de un poema
como a un viejo dios al que ya nadie reza.
AUTORRETRATO ALREDEDOR DE LA CINCUENTENA
Para Juan Manuel Macías
Levantarse con la primera luz de la mañana
y abandonar el cuerpo a la caricia del agua cálida
como quien se sumerje en un río sagrado
esperando alguna forma de salvadora purificación,
tomar un café cargado con cinco azucarillos
y 20 miligramos de fluoxetina en forma de una cápsula
azul como el mar de tantísimos hombres tristes.
Más tarde enseñar a unos adolescentes
a los que nunca les importó la literatura,
algunas nociones sobre el Ubi Sunt?
y hablarles sobre qué se hizo
de aquellas damas y sus tocados,
o para ser más exactos, de mi juventud y mis esperanzas.
Y cuando caen las sombras y el mundo se repliega,
cuando todo es ya dominio de la noche,
acariciar los cuerpos de mujeres a las que no amo
ni tan siquiera deseo, siguiendo un impulso ciego de la carne
que tal vez me salve de una temprana muerte,
o quizás pudiera ser que escribiera con esas palabras usadas
que el poeta dijo algún remedo de poema,
sabiendo que en el fondo todo intento es inútil,
pero que tu destino, aunque a veces te pese
es ser un juglar ciego que en vano canta a la belleza.
Y puede ser que el último destino sea marchar
a un lugar donde nadie sepa de ti ni conozca tu nobre
y mucho menos tus torpes y burdas palabras,
para así, solo y sin patria, olvidado por todos,
dejarse morir como un extraño pájaro demasiado herido
para intentar el vuelo una vez más.
VÍSPERA DE TODOS LOS SANTOS
Para Gloria
No vendrá a nuestra puerta ningún
niño semejando un lívido esqueleto
a pedir algunos dulces,
cuando la tarde se convierte en tiniebla
en esta vieja calle que nadie conoce
de una ciudad cuyo nombre
nunca será recordado.
Hace mucho que no hay niños,
marcharon lejos hace tiempo,
como en algún extraño cuento
de los hermanos Grimm.
Solo quedan unos cuantos hombres
que aguardan la muerte.
Y yo mismo, que escribo estas inútiles palabras
en mitad de la noche hostil.
SEPTIEMBRE
Para Guada
Esta primera tarde de septiembre
en aquel viejo piso,
con un balcón desde el que se veía
el más bello de los árboles,
ese árbol cuyo nombre nunca supiste.
Esas tardes que pasamos
en aquel desvencijado sofa
hablando del amor y de la vida,
mientras la tarde iba cayendo
derramando el oro de la luz de septiembre,
y poco a poco la penumbra iba
tomando posesión de la estancia,
y nuestros rostros se desdibujaban en sombras.
Y era la más vieja historia del mundo,
un hombre y una mujer que se aman
hablando de todo cuanto temen.
Esas tardes son todo cuanto
quiero recordar cuando muera.
MUERTE DE UN POETA
Temor, y mal y muerte me acompañan.
Fernando Ortiz
En aquella fotografía, cuando tenía seis años
y salía llorando del mar
porque apenas sabía nadar,
allí, bajo el rumor de las olas, en el silencio,
hablaba la muerte aunque era el único que la oía,
a los trece años leyendo bajo una débil luz
en aquella casa donde fui tan infeliz,
la muerte me hablaba con la voz de aquel artista del trapecio,
una vez más a los veinticinco en aquella desvencijada
habitación de hospital donde leía a Joyce
la muerte me habló cuando aquel viejo marinero
me contó que una prostituta intentó apuñalarle
en un olvidado puerto, la muerte que le lamió la espalda
y lo arrancó de este mundo ante mis ojos,
y la muerte me leía unos versos de Trakl
que encerraban la más oscura y sucia culpa,
y casi en la cincuentena cuando una mujer me amó
y acariciaba mi pecho como si fuesen
los primeros lirios de la mañana,
también la muerte me susurraba dulces palabras al oído,
y cuando vosotros que decíais amarme
callasteis todas las palabras de amor,
y esa fue la más íntima razón de tanto odio,
la muerte hablaba a través de vuestros labios,
y se dio muerte el poeta por su propia mano,
así acabaron los días sin gloria
de ese grotesco bufón de la belleza,
y nadie quiso componer con sus últimos versos un libro,
todos dijeron que nunca lo habían conocido,
que jamás escucharon su nombre.
ISMAEL CABEZAS, Música que escucharé cuando hayas muerto, La garúa, 2021.
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