Aires de Libertad

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    Margaret Randall (1936-

    Pedro Casas Serra
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    Margaret Randall (1936- Empty Margaret Randall (1936-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 28 Jun 2022, 11:38

    .


    Margaret Randall (nacida el 6 de diciembre de 1936 en la ciudad de Nueva York , EE. UU.) es una escritora, fotógrafa, activista y académica nacida en Estados Unidos. Nacida en la ciudad de Nueva York, vivió durante muchos años en España, México, Cuba y Nicaragua, y pasó un tiempo en Vietnam del Norte durante los últimos meses de la guerra de Estados Unidos en ese país. Ha escrito extensamente sobre sus experiencias en el extranjero y en los Estados Unidos, y ha enseñado en el Trinity College en Hartford, Connecticut, y en otras universidades.

    Biografía:

    En 1958 conoció a Elaine de Kooning en Nuevo México, donde la pintora tenía un puesto de profesora y se hicieron amigas. Margaret Randall, siendo fanática de las corridas de toros, llevaría a Elaine a México para ver estos eventos.

    Randall se mudó a México en la década de 1960, se casó con el poeta mexicano Sergio Mondragón y renunció a su ciudadanía estadounidense. Se mudó a Cuba en 1969, donde profundizó su interés en los temas de la mujer y escribió historias orales principalmente de mujeres, "queriendo entender lo que una revolución socialista podría significar para las mujeres, qué problemas podría resolver y cuáles dejarían". no resuelto." Sus memorias de 2009 Para cambiar el mundo: mis años en Cuba narran ese período de su vida. Vivió en Managua, Nicaragua, de 1980 a 1984, escribiendo sobre las mujeres nicaragüenses, y regresó a los Estados Unidos después de una ausencia de 23 años.

    Poco después de su regreso en 1984, se ordenó su deportación en virtud de la Ley McCarran-Walter de 1952. El caso del gobierno se basó en dos argumentos. Primero, mientras vivía en México y estaba casada con un ciudadano mexicano, había obtenido la ciudadanía mexicana, por lo que presumiblemente perdió su ciudadanía estadounidense. Esto fue en 1967. Además, bajo McCarran-Walter, el gobierno afirmó que las opiniones expresadas por Randall en varios de sus libros estaban "en contra del buen orden y la felicidad de los Estados Unidos". La directora distrital del INS justificó que “sus escritos van mucho más allá de la mera disidencia”. Con el apoyo de muchos escritores conocidos y otros, Randall ganó unCaso de la Junta de Apelaciones de Inmigración en 1989 que ordena al INS que le conceda el ajuste de estatus a la residencia permanente y la restauración de la ciudadanía.

    Ahora vive en Albuquerque, Nuevo México , con su esposa, la pintora Barbara Byers. Viaja mucho para leer y dar conferencias. Fue profesora en Trinity College en Hartford, Connecticut, y también enseñó brevemente en la Universidad de Nuevo México, Macalester College y la Universidad de Delaware.

    ( Sacado de https://en.wikipedia.org/wiki/Margaret_Randall )


    *


    Algunos poema de Margaret Randall, de su obra Contra la atrocidad, Valparaíso Edic., 2021, en traducción de Sandra Toro:



    COSTO ESTIMADO

    Una cresta plisada de nubes cubre mis montañas esta mañana:
    entre el abrazo y lo agorero, revela la decepción,
    lo normal en estos tiempos.

    Un científico joven y optimista propone instalar un ventilador gigante
    que sople el aire helado del Polo Norte
    y haga que el casquete polar vuelva a engrosarse,

    evitando que una crecida de los mares se trague los países chicos
    y la necesidad de aquellos cuyos ventiladores se tejen
    de palma cruda y sueños comunes y corrientes.

    Quinientos mil millones es el coste estimado de algo
    que puede funcionar o no, y ya sabemos
    lo que quiere decir estimado.

    Podríamos decidir bajar la temperatura de la tierra
    disminuyendo el consumo de combustibles fósiles
    pero eso reduciría las ganancias

    y entonces, ¿como vamos a pagar el ventilador? Dicen que
    el problema de los poetas es que no alcanzamos a entender
    lo complejo que es todo,

    ocupados como estamos en contemplar un manto inesperado de nubes
    y atando cabos
    a la luz diáfana de la mañana.



    SOBREVOLANDO ESTE NIDO GENEROSO

    El bisonte americano ayer, como hoy el ñu
    o el caribú, los gansos de Canadá,
    las mariposas monarca y el salmón,
    que luchan aguas arriba contra la corriente:
    todos siguen su instinto estacional, la necesidad
    de ir y volver gravada en el ciclo
    que describe cada travesía.

    Las ballenas nadan kilómetros para alimentarse,
    aparearse y dar a luz, sus viajes anuales
    las llevan por costas que se desmoronan
    a recibir a las nuevas generaciones,
    mientras circunnavegan el sonar naval
    y otros impedimentos
    con una determinación que sorprende.

    Percepción magnética, orientación lunar,
    puntos de referencia, ecolocalización,
    rastros olfativos o térmicos:
    patrones de movimiento trasmitidos
    de generación en generación
    atraen y repelen comunidades enteras
    que sobrevuelan este nido generoso.

    Nosotros los humanos también seguimos los patrones
    que fija la necesidad. Los desplazados de Europa
    desafían los océanos para volver a empezar en un lugar nuevo,
    los negros del sur se trasladan al norte en busca
    de trabajo y dignidad.
    Expedición o desalojo
    según quien cuente la historia.

    Pero el macho necesita demasiado seguir un rastro
    de sangre: desaparición, exilio, guerra.
    La Travesía del Atlántico recuerda
    los barcos asquerosos repletos de cargamento humano.
    Las migraciones de hoy dejan un rastro de
    chalecos salvavidas desinflados, juguetes perdidos,
    historias cercenadas antes del Fin.

    El hombre, y casi siempre es el hombre, tiene hambre
    de guerra, su obsesión le exige
    propiedades valiosas y una ventaja obscena en
    el tablero gigante de Monopolio de la destrucció.
    A sus víctimas no les queda otra salida más que morir
    mientras los animales - los mejore de nosotros - siguen
    el rastro del pasto tierno, el tiempo y la memoria.



    CADA MIEDO RECIBE UN MILLÓN DE VISITAS

    Nos emociona la evidencia del ingenio ancestral,
    el desubrimiento de un dedo del pie ortopédico
    hecho de cuero y madera
    en Egipto hace 3000 años.

    Buscamos consuelo en los números,
    de Fibonacci o del Caos,
    en los calendarios que alguna vez marcaron nuestros días,
    en la armonía tenaz de la dorada proporción.

    Algunos sobrevuelan los sistemas que prescriben
    sacerdotes y gurúes, más fácil
    seguir a un lider
    que dar cuenta de este aire sórdido que respiramos.

    Sentimos que son los peores tiempos
    nada más porque son nuestros tiempos.
    Holocaustos y genocidas atraparon también
    a nuestros padres con sus dientes omnívoros.

    Las titulares vociferan las noticias del día y cada miedo
    recibe un millón de visitas.
    Tiempo de reconocer nuestros errores
    y ponernos el sayo que nos quepa.



    TODO LO QUE CANTAMOS

    Todo lo que cantamos puede perderse. Lo que fue
    y ya no es o lo que nunca fue.
    Un poema: es eterno hasta que alguien lo escribe.
    Este es mi momento único:
    Soy mortal, y sin embargo, ignorante de mi mortalidad.

    Hoy que cualquiera puede dejar la misma marca
    busco y no encuentro mi cara en los espejos.
    Escribo este silencio
    para que algún sonido pueda contradecirlo
    y se descubra: humano y errado.



    PARA ALLANAR EL CAMINO
    A LA EXTINCIÓN

    La industria nunca se cansa de allanarnos el viaje,
    y muchas veces con éxito: de las fragatas a los caballos,
    la diligencia, el tren, el avión y por último las naves espaciales.
    Separar y reensamblar nuestras moléculas
    es todavía una fantasía de Star Trek,
    pero invertimos nuestro futuro en inventos.

    El batidor le alivió el trabajo a la muñeca
    hasta que apareció la procesadora
    e hizo que semejante esfuerzo quedara obsoleto.
    Las películas mudas se volvieron habladas, al blanco y negro
    lo reemplazó el color, la radio cedió paso a la televisión
    y en cada anillo decodificador nuevo lo más clásico es lo mejor.

    Cuando aprendí a manejar, señalizábamos a mano,
    con la ventanilla baja y el brazo izquierdo desafiando el frío y la lluvia.
    Las máquinas de escribir eléctricas sustituyeron a sus antecesoras manuales,
    después llegaron las pc, la tecla de borrado
    y las impresoras, y arrasaron con el corrector,
    el carbónico y los dedos manchados.

    Las calculadoras tomaron el lugar de las reglas de cálculo
    para dar paso a la sofistificación digital.
    Las luces LED se anunciaron
    ecológicas, y las papeleras de reciclado
    se llenaron de orgullo cívico. Tuvimos medias que no se corren
    antes de preguntarnos: ¿para qué nos ponemos medias?

    Pero los avances de hoy parecen seguir
    con amenaza de pánico.
    Cuando me convencí de que mi computadora
    es indispensable, Aple anuncia
    que no soporta más los programas que tanto
    me esforcé en dominar.

    ¿Debería volver al cuaderno y al lápiz,
    aliviada por no tener que aprender
    otra mejora tecnológica,
    o nada más rendirme, sentarme y maravillarme
    de lo que hace toda obsolescencia programada
    para allanarme el camino a la extinción?



    LIBROS

    Abro un libro, y su mundo me sale al encuentro
    en blanco y negro, como una foto vieja
    o una película donde el color viene
    de la imaginación nutrida de otros libros
    y de la vida, lugares del corazón o del miedo
    reflejados en espejos dentro de espejos,
    posibilidades enmarcadas por el cielo y el monte.

    Ninguna ventaja para mí. Las cabezas redondas de los demás
    de primero encontraron sus agujeros redondos, en cambio yo
    me esforcé por abrazar el código que me eludía,
    mientras él conectaba símbolo y sonido:
    amor fonético.

    Para segundo grado, ya estaba lista, lista y sintonizada
    con los personajes que a veces me eran familiares
    cuando los demás seguían siendo desconocidos con derechos
    por mucho que leyera y releyera sus historias.
    Los lugares también se volvieron personas, reales como una tierra
    por la que un día iba a caminar.

    Libros prohibidos, la literatura que un mercado libre puede aceptar
    y la que no, un juicio en el que mi país
    de nacimiento ordenaba deportarme
    por lo que escribo: todo eso iba a venir más tarde,
    avivando no solamente mi deseo de leer lo que quiero,
    sino el de pensar y escribir lo que debo.

    Hoy, que los dispositivos electrónicos imperan,
    las reseñas dependen de lo que la prensa pueda gastar
    en publicidad y los premios caen de las torres de marfil
    a manos obedientes, todavía encuentro consuelo
    en mi rincón del sofá, pasando páginas de papel,
    oliendo el aroma de la tinta impresa que se desvanece.



    EL VERBO ROMPER

    Está la rotura admisible
    que aprendimos a llamar
    daño colateral.
    Puedes romperte el lomo metafórico,
    romperle el alma a un chico (que nunca es una metáfora),
    la confianza sagrada y hasta una ley injusta.

    Perdóname, se arrastra él, te prometo
    que no va a volver a pasar.

    Maquillándose la piel rota,
    la mujer repite su historia,
    escucha el ruego del marido, le esquiva
    los ojos, que ya están llenos de amenaza futura.

    Años después de la furia del padre, la artista titula
    su cuadro Papi te va a pegar,
    alude al brazo infantil en cabestrillo
    como espacio negativo.
    Y sí, era su brazo.
    Y sí, él se lo rompió.

    Uno dice Estoy en bancarrota y está un par de millones abajo
    en acciones preferenciales.
    Para otra las mismas palabras
    significan tener que optar entre el alquiler,
    comprar comida o el lápiz de epinefrina
    para mantener vivo al hijo.

    Cuando emergen fosas comunes en un mapa
    de guerra que no cesa, los huesos se podan
    de otros huesos. La rotura humana
    le revela al paisaje que nacemos
    de lo que nos dice a cada uno
    el verbo romper.



    ENRIQUECIDOS POR EL ARTE Y LA
    REVOLUCIÓN

    Cuando me vaya y agosto llegue
    a mi desierto,
    la lluvia va a empapar la arena,
    su rico aroma subirá
    a meterse en los pulmones de otra madre o caminante,
    alguien cuya intención y deseo
    no podré conocer.

    Cuando me vaya, este cuadro de islitas,
    árboles en miniatura y pájaros
    flotando en un océano mágico azul cobalto
    va a estar colgado en la casa de alguien más.
    ¿Esa persona contará la historia
    de los campesinos pobres de Nicaragua
    enriquecidos por el arte y la revolución?

    Una nieta heredará quizás
    mis aros de turquesa.
    Las ollas de barro que usé por años,
    con su picor llenando la casa,
    van a ofrecer nuevas generaciones
    de pan.
    Alguien que todavía no nació tal vez lea este poema.

    ¿Pero quién hará las preguntas
    nacidas de las respuestas
    que hoy me desvelan?

    ¿Quién va a saber del calor
    de este amor tan grande
    o atrapará los fragmentos de mi memoria
    reunidos justo antes del amanecer?



    SONRÍAN

    La primera vez que oí la palabra,
    probablemente no fue que papá
    o cualquier otro
    estuviera por sacar una foto
    para registrar en la memoria familiar
    lo felices que eran todos ese día.

    La exhortación pudo haber sido
    sonrían o pudo haber sido whisky,
    que en castellano levanta las mejillas
    y estira los labios
    con ese rictus de alegría
    que promociona la infancia perfecta.

    O quizás ocurrió antes, cuando instaba
    a que la expresión de sus pequeños
    fuera un gesto que le permitiera
    escribir "Primera sonrisa del bebé"
    antes de poner la fecha, y Madre podía estar
    conforme de que cumpliera todos los hitos.

    Tiene que haber una historia, porque hoy
    soy reacia a sonreírle
    a cualquiera o en cualquier ocasión.
    Quiero que mi sonrisa signifique algo,
    que florezca por una causa,
    que se despliegue de placer genuino.

    Por ese mismo motivo, la retengo
    cuando una situación requiere
    una respuesta en serio.
    Hay gente que no me va
    a sacar nunca una sonrisa,
    no importa a cuántos bebés pueda besar.



    ELLA SABE (3)

    Ella sabe que las guerras nacen de la ambición de poder,
    se ganan solamente en la imaginación del poder
    y se pierden una y otra vez
    en el campo de batalla.

    Y sabe que ese campo
    es donde nosotras vivimos
    y morimos.



    MARÍA ERA UNA MENOR

    Bueno, María era una menor
    - una de tantas explicaciones
    con las que pretende justificarse el candidato a senador
    acusado por abusar de una menor de edad.

    Cuarenta años pasaron, y ahora esta tormenta perfecta
    de mujeres valientes la reciben hombres que
    de pronto están obligados a escuchar.

    Me acuerdo de Anita Hill enfrentándose a esa barrera de trajes pomposos,
    de su voz de clarín abrumada por los privilegios de los machos,
    blancos y negros.

    Él está en la mira, acusado por una nación de sobrevivientes
    decididas a contar sus secretos y de hombres que esperan
    no ser el próximo en la línea de fuego.

    ¿Pero qué es esto de que María era una menor? ¿Están diciendo que
    no era virgen? ¿Que Dios era un depredador?
    ¿O afirmando que el dogma que justifica milenios

    de crimen patriarcal acá también opera, excusando
    a cada devoto pedófilo que creyó
    que podría salir impune de una violación?



    CONTRA LA ATROCIDAD

    Para las generaciones que año tras año salen de la
    Escuela de poéticas desencarnadas de Jack Kerouac,
    preparadas para hacer arte contra la atrocidad.


    Contra la atrocidad y a favor
    de todo lo que no sea atrocidad.
    Esto tiene que ver con la historia,
    ese conocimiento que nos sigue borrando
    de manera que hay que volver a empezar.

    Cuerpo único o masa de cuerpos
    que contamina nuestro hábitat,
    viento, fuego y mares que suben,
    jaurías de perros rabiosos
    en ladrante convivencia
    repitiéndose
    donde la suavidad y la compasión
    florecerían si se les diera una oportunidad.

    Dónde podemos escondernos de las mentiras:
    el himno enfermo de este siglo,
    palabras trastocadas
    en miedo, furia, avaricia
    y transmutadas en actos
    porque seguir hasta el final siempre es mejor
    que faltar a una promesa
    y, ya se sabe,
    tenemos que terminar lo que empezamos.

    Yo quiero lo que tiene mi vecino:
    el tablero de Monopolio viviente,
    empujar piezas de casillero en casillero
    - mis piezas, mis casilleros -
    Ferrocarriles y Servicios, Rentas e Impuesto al lujo,
    Hoteles, Calles, Cárcel - Preso
    o De visita...
    El juego de las ideas:
    inconcebible hasta que juegan todos,
    la imaginación desquiciada.

    Si es un pueblo contra los suyos
    lo llamamos Genocidio.
    Si somos nosotros contra otros,
    Estados Unidos Primero
    y si un padre, maestro o cura
    toma lo que no es suyo
    repetimos Nuestro secretito.

    Secretos que se multiplican como plaga
    porque los chicos serán chicos
    y los hombres serán hombres.
    Contagio abominable propagado por manos ensangrentadas
    que crecen de las mangas
    de trajes monocromáticos con corbata rojo punzó,
    dashikis africanas, thwabs árabes,
    trajes Sun Yat-sen y Mao
    o guayaberas tropicales:
    para cumplir órdenes tan siniestras
    hay que vestir con propiedad.

    Y los hombres también sufren y mueren,
    no todos pueden vivir
    con sus privilegios.
    Cuando lastimás a otro
    también es tu humanidad
    la que se pierde
    entre terminaciones nerviosas golpeadas
    y el pinchazo del alambre de púas.

    Si estás en Idaho, con el ojo y la mano
    en una pantalla
    que apunta al otro lado del mundo,
    decimos que es más fácil
    escapar del TEPT,
    más limpio y más efectivo,
    pero no para los que vinieron
    a celebrar la boda
    o se atrevieron a ir a la escuela.

    Cuando cometen el error
    de interponerse en el camino
    le decimos Daño Colateral:
    resulta que estaban justo
    en el lugar y el momento equivocados.
    Cuando no hay testigos
    mentimos:
    tantos cabecillas enemigos
    derribados de un solo golpe.

    Siempre listos para culpar a la víctima
    y no a nosotros,
    al chico negro que
    algo habrá hecho,
    a la chica de la pollera demasiado corta
    o a la mujer que volvió loco al marido.

    No me hagas que te pegue,

    dijo él
    y te guardás la vergüenza
    hasta que te quema la palma de la mano
    levantada contra tu propio hijo
    o vecino o enemigo:
    el rastro interminable de la lágrima de la atrocidad.

    Anunciamos que le dimos fin a la guerra,
    que salvamos a decenas de miles
    cuando esos que llamábamos otros
    nos parecían bastante distintos,
    no hacía falta reconocer las vidas,
    solamente los números:
    pájaros blancos diminutos ascendieron en la bola de fuego
    y a Little Boy la dejamos atrás.

    Una bomba para acabar con todas las bombas
    o una guerra para acabar con todas las guerras,
    pero las guerras siempre traen guerras nuevas,
    hasta que podamos hacer una bomba mejor
    tan precisa y poderosa
    como para poner en la mira su objetivo instantáneo
    y llevarle la muerte
    sobre nuestras alas de virtud.

    Esgrimimos Seguridad Nacional
    frente a los campos de internamiento
    o los muros fronterizos,
    a los chicos arrancados de madres
    que hubieran preferido perderlos
    en esta tierra de oportunidades
    antes que llevárselos de vuelta por el camino que vinieron:
    muerte segura en la santidad
    de un hogar bajo amenaza.

    Si son millones les decimos Holocausto,
    si fue en una celda de la cárcel
    no lo llamamos Tortura
    sino Interrogatorio Mejorado:
    cinta brillante o línea extra de puntos
    cosida para callar la boca.

    Si los sacamos de la casa o de la calle
    y nunca se los vuelve a ver,
    le decimos Desaparición,
    fenómeno singular
    que hace imposible el cierre,
    un castigo que se prolonga hasta que
    la muerte nos separe.

    Atrocidad de la ausencia, la presencia,
    el lenguaje y la intención,
    lo que fue quitado o impuesto
    coagulándose
    en el filo terrible del machete.

    Palestina
    Ruanda
    Sarajevo
    el Delta del Mississippi
    y el sur de Chicago
    las piedras antiguas de Siria
    y los edificios modernos
    donde una familia de siete
    ahora es una familia de cuatro
    o de uno
    o de ninguno.

    Y el hijo se abraza a la pierna de la madre,
    con los ojos dilatados de preguntas
    que no tienen respuesta.
    El niño es más porque es menos,
    cuerpo pálido bañado en una playa:
    tema central del noticiero de la noche.

    Por un segundo la foto pide compasión,
    enfundado en un chaleco naranja
    o prendido de la espalda de su padre,
    lanzado a una fosa común
    o envuelto en un poco de tela
    ocupando una caja demasiado chica para la muerte.

    Pero la muerte devora carne tierna
    seca las lágrimas
    que no entendemos
    porque caen
    en el idioma de otro,
    poniéndonos en automático
    mientras nos cambia las moléculas.

    Oh, nosotros, los Elegidos que podemos salvar
    a tantos bebés nonatos
    o Almas de Cristo
    o Indios de Madera
    o Esclavos Felices,
    familias tradicionales
    ahogadas de dolor tradicional.

    Adolescentes que creían que eran gays
    hasta que los cogimos
    como les hacía falta que se los cogieran
    o los obligamos
    a hacer terapia de conversión.
    A ella que nació él o reclamó el ellos
    del arco de la identidad:
    todavía la arrastra el camión del redneck
    o la golpean y  la abandonan para que se muera
    en un cerco de Wyoming.

    Atrocidad, atrocidad: una en uno
    o una en un millón:
    el legado de las novias jóvenes
    a las que enterraron vivas
    con sus esposos muertos
    o Hipatia descuartizada miembro por miembro
    en la puerta de su biblioteca.

    La mujer agradecida de someterse
    a su hombre
    su dios
    su lugar bajo el sol
    pero el sol no brilla
    sobre la atrocidad,
    no va a volver a brillar
    hasta que nos acordemos de
    cómo resistir el peso
    de esta historia falsa
    metida a la fuerza en las bocas con hambre:
    la atrocidad como actos de heroismo,
    mentiras que oscurecen la verdad.

    Buena Guerra, el oxímoron
    que atonta y mata
    de los dos lados del altar,
    de los dos lados del océano,
    de todos los lados del futuro.

    Únicamente la respiración profunda de la memoria
    puede transformar nuestra vergüenza en poder:
    profunda como una herida antigua,
    suave como el abrazo
    que no excluye a ninguno.
    Bienvenidos a
    Nuestra Última Oportunidad.



    SIN EXPLICACIÓN NI EQUILIBRIO

    A veces el mejor de los días se enrosca en una mota de polen
    y tenés que evitar aplastarlo al caminar.
    Casi invisible a simple vista, es fácil de confundir
    con lo que se barre debajo de las alfombras y el olvido.

    A veces el peor de los días lo comparten miles
    y otras veces estás solo cuando las cuchillas del viento
    te arrancan la carne tierna de las mejillas,
    húmedas de derrota líquida y sangre cansada.

    Si Mengele hubiera observado su juramento de no hacer daño,
    si el guardián del estadio hubiese escuchado la canción
    de la última guitarra de un músico, o los 19 pasajeros
    no hubieran pasado la seguridad ese día, otro de los peores.

    Si el policía veterano hubiera estacionado el patrullero
    para tomarse un café en lugar de responder a la alerta
    de un hombre joven, negro, caminando sin rumbo
    con las manos en los bolsillos y, ¿quién sabe?

    Si el marido no se hubiese tropezado con la banda sonora de su padre,
    si la mujer hubiese agarrado a su hijo y desaparecido
    en vez de pedirle perdón por última vez,
    si los vecinos no hubieran pensado: no es asunto mío.

    Pero entonces, oh entonces, si mis hijos no hubieran llegado,
    con un mapa de autopistas y caminos a la espera
    de sus pasos, nietos, bisnietos,
    pistas de obstáculos y sueños nuevos.

    Si yo no hubiera parado en ese puente, inmóvil en la ciudad
    donde todo se detuvo, no hubiera sabido que
    venías para quedarte, que íbamos a estar juntas
    el resto de nuestros días. Los mejores.

    La manera en que el mundo asciende y cae, como un subibaja de vida,
    sin explicación ni equiulibrio, nada que se parezca
    a un rayo de esperanza para cualquier nube hinchada de lluvia
    o a desaparecer en un destello de luz.



    "FAKE NEWS"

    Un tejido denso de mentiras nos mantiene en la
    incertidumbre de si mañana el sol saldrá,
    esta noche la oscuridad va a reconfortarnos
    o el exceso de azucar seguirá
    aumentándonos la circunferencia
    y volviendo locos a nuestros hijos.

    Si el showman-en-jefe es capaz de tuitear
    140 letras de cualquier movida
    que invente para apuntalar su ego temblón,
    ¿dónde podremos cosechar verdad
    en estos campos que regamos
    con las lágrimas de nuestros hijos?

    Seguro alguien - ¿vos? - va a dar vuelta
    la tierra fértil de un surco inagotable
    y a descubrir enterrada una raíz de cordura,
    de energía a la espera
    de ayudarnos a salvar
    al planeta y a nosotros mismos.



    DISPARARLE AL PERRO TRAJO ALIVIO

    Todos los días hasta los 16 el padre le dijo:
    homo, maricón, no pareces hijo mío.
    Después se fue de la casa.
    Ahora, cuando le pega al tipo ensangrentado
    que parece o habla diferente,
    se siente un hombre
    por un instante fugaz.

    Puta, le gritó la madre, cuando
    llegó dieza minutos tarde a casa
    y trató de pasar desapercibida a su habitación.
    En la escuela murmuraba sobre las chicas malas.
    Ahora dice que los golpes son culpa de ella:
    si nada más pudiera aprender
    a dejar de poner tan nervioso al marido.

    Estúpida, imbécil, fea: cada burla
    cobró peso
    mientras crecía,
    y dispararle al perro trajo alivio,
    ahora del lado de dar:
    repartir el dolor,
    multiplicándolo en los otros.



    NACÍ EN EL BUEN E U DE A

    Cuando me cerró la incisión,
    el ayudante del cirujano
    dejó la mayor parte del Mediterráneo
    adentro.

    Con tantas balsas improvisadas
    desesperando de inmigrantes
    se hacía difícil dormir.

    Chalecos naranjas portando cuerpos sin vida
    me inundaron los órganos
    y después de eso
    nada anduvo bien.

    Un campo de refugiados sudaneses me creció
    dentro del cráneo,
    oprimiéndome el hueso
    como si la insistencia
    fuera la mejor parte de la razón.

    Podía oírme a mí misma argumentar
    que nací
    en los buenos E U de A
    y que vine equipada solamente
    para lidiar con problemas del primer mundo.

    Pero un exceso de calorías peligrosas
    me había adelgazado la voz.
    Y nadie escuchó mis lamentos.
    El cirujano y su equipo
    tenían cobertura total
    contra esa clase de quejas.

    Mi cuerpo avejentado contiene
    todos los materiales en bruto,
    todos los estudios de doble ciego,
    las instrucciones y los métodos.
    No hay más espacio
    para maniobrar una respuesta adecuada.



    LA GRAN OLA DE HOKUSAI

    La gran ola de Hokusai estaba colgado en la casa donde crecí,
    lo impreso y el océano se alzaban ahí grabados juntos,
    las gotitas delicadas y el poder atronador
    suspendidos sobre un casi invisible bote de pesca
    tan parte de un mar estilizado
    como de la espuma que subía a arrastrar mis ojos
    más allá del marco.

    ¿Diseño puro? ¿Modernidad de la forma?
    Una imagen que hablaba del estilo,
    calendario de arte de lujo
    en el Scarsdale de mi juventud,un pueblo donde de rigueur
    se hablaba un idioma de aceptación
    y se huía de lo vulgar como de la peste.

    El Monte Fuji al atardecer debió haber estado al lado,
    uno colgado apenas más arriba o más abajo que el otro
    como las máscaras de la tragedia y la comedia
    en dorado y verde amarillento
    exhibidas en las paredes más comunes
    de las casas que no aspiraban
    a tanta sofistificación.

    Pero después Pearl Harbor se irguió en los titulares,
    Hiroshima y Nagasaki se contaron como hazañas
    en una crónica retorcida
    para justificar los campos de internamiento
    y otras vergüenzas.
    Los gravados de Hokusai dejaron de ser populares,
    nuestro honor es tan bueno como nuestras mentiras.

    En mi familia, Asia todavía era el Lejano Oriente,
    tan ignoto y misterioso
    como para arrancar a mis padres del tedio.
    Después comprábamos verduras
    de la granja de Yamamoto,
    y ellos decían: qué lindos ejemplares,
    tan artísticamente expuestos.

    Del otro lado del Pacífico una desgracia del emperador
    dio paso a las máscaras de Kabuki,
    la ceremonia del té y el Zen de
    El arte del mantenimiento de la motocicleta.
    Selectivos, como siempre,
    evitábamos mencionar a las geishas,
    la caligrafía tan alabada y la acupuntura.

    Hasta que encontramos un nuevo blanco para nuestra
    necesidad de denigrar y despreciar,
    reemplazamos las bombas de evaporar ciudades
    por los U-2 y las cacerías de brujas,
    juramentos de lealtad y formas más conteporáneas
    de alterizar a otros
    y a nosotros mismos.

    Una prohibición musulmana a décadas de distancia,
    todavía inimaginable
    para los que nos enseñaron
    a quiénes temer y odiar,
    así como hoy no podemos saber
    a quién se nos alentará a hacerle la guerra
    en un futuro de violencia que ya nos imaginamos.



    HISTORIAS QUE PIERDEN EL FINAL

    Comunidades arrastradas
    a dígitos solitarios
    singulares entre números inimaginables,
    chalecos salvavidas o cuerpos rotos
    bañados en la orilla.

    Una rueda de bicicleta embarrada
    o una muñeca con un solo brazo
    pisoteada por pies
    cuyo destino se estremece
    a lo lago de temporadas de querer repetido.

    El idioma, como toda esa clase de desechos,
    y la vida misma
    caen víctimas de este desmembramiento.
    En lugares inseguros
    las historias pierden el final.

    La guerra tiene los pies pesados,
    pisa fuerte
    y no le importa dónde se para,
    el alboroto en sus oídos
    guarda los gritos humanos de la bahía.

    Reclamamos sanación, reparación,
    algunos de nosotros marchamos
    mientras otros escriben palabras de sanidad
    sobre páginas ignoradas por los que hablan
    de daño colateral.

    Cuando cambian de canal,
    se dicen a sí mismos que la guerra
    después de todo, es la naturaleza humana,
    inevitable
    si queremos progresar.



    DEL  ALZHEIMER

    No es una espiral descendente, sino una espiral
    errática que tropieza
    con sus propios pies.

    No se puede esperar un día mejor
    aunque contra todo pronóstico
    una lo hace.

    Escaso reconocimiento en los ojos que una vez te
    devolvieron
    tu amor multiplicado por mil.
    Esos días pasaron.

    Lo peor son las noches. Su reloj interior
    perdió el ritmo dulce,
    hay preguntas temerosas rondándole los labios.

    Un amigo te anima a que veas el vaso
    medio lleno antes que
    medio vacío.

    Cree que ayuda o a lo mejor
    no puede sostener esta historia
    con sus manos.

    Como la otra, que sonríe y dice
    que sabe
    que va a estar todo bien.

    El vaso ahora siempre está medio vacío.
    El vaso medio lleno vive solamente
    en la memoria.



    SOBREABUNDANCIA DE Y

    "Eco contempla a su anhelado Narciso
    sin poder entablar conversación con él,
    mientras este se enamora de su propia
    imagen reflejada en un estanque".

    MARY BEARD, MUJERES & PODER

    Siempre supe que me gustaba
    ser mujer: una chica
    y después una mujer,
    incluso cuando todo el mundo
    miraba a través de los ojos del macho
    y yo sentía en mis oídos
    el silencio.

    Dicen que no se recuerda
    el suceso propiamente dicho
    sino el recuerdo del suceso
    - el crimen ancestral contra el cuerpo -
    cada reiteración sucesiva
    ligeramente fuera de tono o de foco,
    una réplica pálida de la anterior.

    Cuando se viaja, cada imagen
    continúa más allá
    de lo que conoció el cuerpo
    lo que vieron los ojos
    o pronunciaron los labios
    en su lucha
    por contarlo tal como fue.

    1936, y al otro lado del océano
    se apagaba una guerra
    mientras en el horizonte amenazaba otra.
    Arranqué los nombres
    de entre los dientes de mis padres,
    pronunciados con pasión
    pero parciales, erróneos.

    Ellos solo podían repetir
    lo que sus padres
    les habían grabado en la cabeza,
    podían enseñar
    solamente lo que se les enseñó:
    el excepcionalismo estadounidense
    como derecho del macho.

    Y yo sabía, pero no sabía
    que sabía.
    El crimen nazi me cortó hasta el hueso la respiración
    y creí
    en promesas como superioridad moral
    y nunca más,
    mientras del otro lado de otro océano

    escribíamos Japón con tinta venenosa, un lugar
    donde pudimos ser
    quienes no éramos.
    Nosotros: los vencedores eternos,
    con la verdad orgullosa de nuestro lado.
    Ellos: alterizados para siempre,
    forraje triste en nuestra línea argumental.

    La historia repitió esas mentiras
    en arrozales
    y túneles subterráneos
    y después, bajando por
    la columna vertebral de Estados Unidos
    y de vuelta al África, donde
    los orígenes reflejan nuestra vergüenza.

    Supe del alivio de ser mujer
    e importó
    mucho antes de aprender
    la palabra patriarcado
    o de diagnosticar esta enfermedad,
    cicatriz milenaria
    siempre reabriéndose en mí.

    Vine a casa y a mi lengua
    le creció un arbusto de ponzoña:
    hongos venenosos me intimidaron la boca
    hasta apoderarse de mi discurso
    y me morí otra vez,
    víctima de nuestra complicidad
    con la mentira siempre lista.

    La guerra siempre está mal.
    La conquista duele
    siempre
    y los chicos evaporados
    en Hiroshima
    o ahogados en cualquier mar emigrante
    dejan el mismo holograma del deseo,

    la misma vida inacabada: que gana
    y pierde, manteniendo
    el cromosoma. Y poderoso y patético
    por igual.
    Supe entonces y sé ahora,
    pero ahora sé que lo sé.
    Y eso hace toda la diferencia.



    IDIOMA NUEVO

    ¿Quién podría haber sabido
    que inventar un idioma nuevo
    para decirle la verdad al poder
    no exigiría nada más
    que devolver el que teníamos
    a su significado auténtico?

    Saquémosle revolucionario al
    auto último modelo
    y devolvámoslo a la lucha,
    borremos rebelde del engaño fascista
    y va a prosperar en los labios
    de los que están a favor de vivir.

    Asombrada, la joven que fui proclamó
    Tengo que inventar un idioma nuevo
    para esto,

    buscando las palabras para expresar
    lo que me habían enseñado
    que no existía en ningún lugar.

    Ahora sé que no se trata solamente
    del uso de las palabras,
    sino del poder que arrebatamos
    y ponemos dentro de cada una,
    afinando la puntería
    mientras afilamos la lengua.

    Las palabras que pronuncien nuestros nietos
    van a volver a llenarnos la boca
    en la tumba
    desde donde seremos abono de una tierra
    en la que únicamente el idioma sincero
    crecerá.


    MARGARET RANDALL

    (Traducción de Sandra Toro)

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    Margaret Randall (1936- Empty Re: Margaret Randall (1936-

    Mensaje por cecilia gargantini Sáb 29 Abr 2023, 15:11

    Abro un libro, y su mundo me sale al encuentro
    en blanco y negro, como una foto vieja
    o una película donde el color viene
    de la imaginación nutrida de otros libros
    y de la vida, lugares del corazón o del miedo
    reflejados en espejos dentro de espejos,
    posibilidades enmarcadas por el cielo y el monte.

    Me gustó, amigo, y resalto su denuncia y sus críticas.

    La historia repitió esas mentiras
    en arrozales
    y túneles subterráneos
    y después, bajando por
    la columna vertebral de Estados Unidos
    y de vuelta al África, donde
    los orígenes reflejan nuestra vergüenza.


    Tiene mucho coraje!!!!!!!!!!!!!!
    Gracias y besossss, amigo
    Pedro Casas Serra
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    Margaret Randall (1936- Empty Re: Margaret Randall (1936-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 26 Mayo 2023, 03:36

    Muchas gracias por tu interés, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro


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