MIGUEL DE UNAMUNO
"TERESA"
NOTAS
V
R. 48. Hay en esta Rima, un verso, el 13, que me
ha dado mucho que pensar, dudando si lo corregiría
de como me llegó en el manuscrito original. El verso
dice:
Aprendistes a leer en las. pupilas...
Me di cuenta de que Rafael empleó la forma analógica
aprendistes para evitar un hiato y que le resultase
un endecasílabo. Yo mismo me he servido
más de una vez de esta forma popular de la persona
tú del pretérito perfecto de indicativo para evitar un
hiato. Y no sólo yo; ¡Espronceda, sin ir más lejos, en
su inmortal Canto a Teresa—¡cuán otra que la de
mi Rafael!—decía:
¡Y tú feliz que, hallastes en la muerte
sombra a que descansar en tu camino,
cuando llegabas, mísera, a perderte
y era llorar tu único destino. . .
Pero en el caso que anoto y examino aquí mi Rafael
salvó el hiato de aprendiste-a haciendo monosílabo
el infinito leer o sea cometiendo otro. Porque lo
intento con una que con otra forma, con la popular y
analógica o con la preceptiva y académica, se sacaba
endecasílabo». Así
1-- 2 - 3 - 4-5 - 6 -7 -8 - 9 10 11
a pren dis tes a leer en las pu pi las
a pren dis te a le er en las pu p¡ las
¿Por qué a Rafael le sonaba mejor leer que no
aprendiste a en hiato? He aquí algo que no me atrevo
a dilucidar, pero desde luego no debo corregirle
por el canon de un oído preceptivo, o sea artificioso.
No me siento ningún Don Rufino José Cuervo, tan
docto y entendido filólogo como torpe e insoportable
dómine de la frasca de nuestro Hermosilla o del francés
La Harpe.
El cual señor Cuervo, colombiano, benemérito y sagacísimo
investigador de las reconditeces gramaticales
e históricas de nuestra lengua castellana, en sus
Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano—
obra que sería casi perfecta si se limitara a estudiar y
analizar ese lenguaje y no se metiera a corregirlo
con criterio de preceptor de gramática, retórica y
poética—nos da un párrafo, el 297, que dice:
«297. Ya Bello observó el provincialismo que con-
»siste en decir tú cantastes, tu dijistes, tú cédistes. Lo
»peor del caso es que algunos versificadores, cuando
»se ven apurados para completar cierto número de
»sílabas, se toman la libertad de admitir esos disparates,
probando que son incapaces de vencer las dificultades
del oficio sin estropear la lengua. Copiare-
mos un ejemplo de este abuso para que se evite
cuidadosamente:
»¿No lloraste en el huerto contemplando
»La que ya te esperaba horrenda suerte,
»Cuando al dolor cedistes exclamando
»Que tu alma estaba triste hasta la muerte?
»¿El Gólgota no oyó tu gran lamento
»De supremo dolor, cuando enclavado
»Dijistes en tu cruz con hondo acento
»¡Por qué, Señor, me habéis abandonado?
»Note aquí el lector la ensalada que hace el dueño
»de los versos, que por suerte no es compatriota nues-
»tro, de formas legítimas y formas incorrectas.»
A seguida de lo cual el dómine—tan docto gramático
como mal literato y pésimo crítico—arma una
ensalada entre el arcaísmo vos abristes y la forma
analógica tú dijistes.
También mi Rafael, en la Rima 48, que estoy anotando,
dice viviste en, entraste en, y luego aprendistes a
haciendo una ensalada de formas legítimas y formas
incorrectas!. Y no será difícil! encontrar algún poeta
-poeta y .no gramático—colombiano que lo haya hecho
dejándose llevar de su oído y de su gusto, y sin
dársele un ardite de respetar dificultades preceptivas
ni de conservar el académico anquilosamiento de la
lengua. No sé si Don Rufino José Cuervo, que hablaba
de «las tribulaciones que aquejan a nuestra
lengua» (L 445) y decía que un cierto empleo de
donde «no es de las cosas que afrentan» (L 458) que
el decir o no ocuparse de es punto de conciencia
(L 459) y otras expresiones que bajo ¡un, fingido humorismo
encubren la más anestética y hasta antipoètica
índole de preceptista, no sé si el pobre señor
habría hecho versos alguna vez. Porque los versos
no se hacen con fichero ni se miden con ningún aparato
acústico de sistema métrico decimal.
'Aunque sí, los hizo. En el párrafo 621 de esa misma
obra gramatical, tratando de la confusión que
muchos establecen entre dintel y umbral, nos dice que,
él mismo, Cuervo, pretendiendo traducir una poesía
de Byron, puso:
Llegó a su dintel el Medo,
Su trono el Persa ocupó.
Y añade: «Casi lágrimas nos ha costado este pecado;
sólo nos consolamos con ver reos de b mismo a var
.ríos académicos que, a sí mismos se condenan con no
dar cabida en el Diccionario a semejante acepción.»
El confundir el dintel con el umbral es, sin duda,
pecado mucho mayor que decir aprendistes por aprendiste,
ya que éste no es pecado, ni venial, contra
el espíritu de nuestra lengua y los pecados contra
la letra no son ni en arte ni en vida, pecados.
«Lo peor del caso es» que el buen dómine con eso
de las formas ilegítimas y las formas correctas pre-
tendía dictar preceptos a los versificadores y establecer
como norma de producción y de crítica artísticos
literarias el concepto académico de la corrección.
Grámaticalismo que poco o nada tiene que ver con el
arte.
Nada hay, en efecto, más torpe que crear artificiosa,
o sea preceptivamente, dificultades para provocar el
arte de vencerlas. Eso es como jugar a los solitarios.
Y el que se dedica a resolver dificultades técnicas,
creadas preceptivamente, a modo trovadoresco, debe
hacerlo a solas y no en público. No es decente que
un pianista saiga al público a tocar estudios. Se estudia
en casa,
Y en cuanto a la preceptiva, hay que decir que en
crítica y aun en estética, no debe uno valerse de preceptos,
sino de postceptos, Y voy a explicarme..
Precepto, de praeceptus y éste del verbo praecipere
—de prae, antes, y capero, tomar—es lo que se toma
de antemano, una regla que precede a su aplicación.
Y me place inventar otro concepto crítico, el postcepto,
de un supuesto verbo latino, posteipere, tomar
después, que si no existió pudo haberlo inventado alguien
como se inventaron postponere, postscribere,
postferre, postire y algún otro. Y el postcepto sería
la regla que sale de los hechos, la ley que surge de
la costumbre, y no como el precepto la que pretende
moldear los hechos y hacer la costumbre. Y este es
el nudo de la buena crítica.
El fin del arte es realizar belleza, o sea dar gusto a
los que gocen de sus productos. Y el modo de averiguar
cómo se ha de dar gusto es estudiar cómo se
ha dado y cómo se da gusto. Sólo cabe determinar
cómo se ha de producir placer—en el caso del ritmo
y la rima y la versificación al oído—estudiando cómo
se ha producido y se produce ese placer. El fin de la
crítica es esclarecer por qué gusta lo que gusta y no
gusta lo que no gusta y es necedad criticista preceptuar
que algo no debe gustar si gusta o que debe
gustar si no gusta. Por algo se ha dicho que sobre
gustos no hay disputa. Y bello es lo que gusta.
Espronceda, el del
y tú feliz que hallastes en la muerte,...
en su El Diablo Mundo nos decía que nos ofrecía un
poema
En varias formas, con diverso estilo,
en diferentes géneros, cazando
ora el coturno trágico de Esquila,
ora la trompa épica sonando,
ora cantando plácido y tranquilo,
ora en trivial lenguaje, ora. burlando,
conforme esté mi humor, porque a él me ajusto,
y allá van versos donde va mi gusto.
Es decir, que los escribía, en primer lugar, para
darse gusto a sí mismo, para recrearse con su producción—
y ciertamente que re-crearse!—lo que es la
condición primordial de -a labor artística» El poeta
que no escribe, o mejor canta por escrito, para darse
gusto, para deleitarse con su propia poesía ni es poeta
ni nada que se le parezca.
Espronceda se proponía escribir alguna vez «en
trivial lenguaje». El lenguaje trivial, de trivio o plazuela,
es el lenguaje vulgar y de la mayor vulgaridad.
Una vulgaridad, una forma vulgar, es el aprendices
de nuestro Rafael y el emplearlo obedece al gusto del
vulgo. Que digan lo que quieran los preceptivos, es
gusto.
Nuestro Lope de Vega, nobilísimo genio de la vulgaridad
castellana, en su Arte nuevo de ¡yacer comedias
nos decía:
Que lo que a mí me daña en esta parte
es haberlas escrito sin el arte.
No porque yo ignorase los preceptos
gracias a Dios, que ya tirón gramático
pasé los libros que trataban desto...
mas porque al fin hallé que las comedias
estaban en España en aquel tiempo,
no como sus primeros inventores
pensaron que en el mundo se escribieran;
mas como las trataron muchos bárbaros
que enseñaron al vulgo a sus rudezas
y así se introduxeron de tal modo,
que quien con arte ahora las escribe
muere sin fama y galardón. . .
Y después dé decirnos que él, Lope, ha escrito algunas
veces siguiendo el arte, y hablar de monstruos y
de triste oficio y de habito bárbaro y de Terencio y
Plauto, acaba con aquellos dos famosísimos versos
que dicen:
porque como los paga el vulgo es justo
hablarle en necio para darle gusto.
En necio, no, sino en vulgar que es otra cosa. Y
es justo, en efecto, hablarle en vulgar al vulgo para
darle gusto, y dar gusto al vulgo es crear belleza para
él, es realizar belleza.
Con razón Don Marcelino Menéndez y Pelayo, mi venerado
maestro, que no era un preceptista, al modo
del dómine Cuervo, o de otros cuervos peores aún que
él, como Don Antonio de Valbuena, pongo por caso,
sino un crítico creador, esto es: poeta y un poeta crítico
decía en su Historia de las ideas estéticas en España
(tomo II, cap. X) comentando ese lamentable
pasaje de Lope de Vega, estas acertadísimas palabras:
«Y en el Arte nuevo de hacer comedias, lamentable
polinodia, que apenas es menester citar, porque vive
en la memoria de tantos, llama bárbaro de mil medios
al pueblo que, teniendo razón contra él, se obstinaba
en aplaudirle, y se llama bárbaro a sí mismo, y hace
como que se ruboriza de sus triunfos por contemplación
a los doctos «refinados y discretos» y se disculpa
con la dura ley de la necesidad, como si hubiese
prostituido el arte a los caprichos del vulgo; y hace
alardes pedantescos de tañer en la uña lira poética de
Aristóteltes y sus comentadores.., ¡Triste y lastimoso
espectáculo en el mayor poeta que España ha producido!
¡Cuánto le cuesta al verdadero genio hacerse
perdonar su glória!»
Es que Lope de Vega, soberano poeta, dé cuyos
poemas con los que buscaba darse gusto a sí mismo y
dar gusto al vulgo creando belleza vulgar, popular,
era, como les ha pasado a los más de los grandes
poetas españoles, un detestable crítico de sí mismo y
de sus obras. Por lo cual el excelente crítico inglés
Saintsbury, en el capítulo II disi libro V de su «Historia
del criticismo y el gusto literario en Europa
desde los textos más antiguos hasta el presente» (A
History of criticism and literary taste in Europe
from the earliest texts to the present day by George
Saintsbury), después de haber dicho dé Lope de
Vega, cotejándole con Drydén, que: «Ambos tuvieron
que confesar que habían sido alguna vez traidores
a sus propios mejores ideales de poesía, para agradar
a la muchedumbre; pero Drydén, por lo menos,
jamás cometió la blasfemia de condenar sus propias
mejores cosas, como hizo Lope, y de dar gracias a
Dios de que sabía él mismo los preciosos «preceptos»
conforme a los que no las escribió», después de haber
dicho esto de Lope dice Saintsbury: «Los españoles,
y perdóneseme una metáfora ruda y fea, jamás
«se han digerido a sí mismos», jamás o mantuvieron
la creación y el criticismo separados o aguardaron al
uno hasta que la otra cesara, Naturaleza y agudeza
luchan una contra otra constantemente entre Pellos,
resudando una guerra sin tregua.» A lo que agrega
unas muy atinadas consideraciones.
Sin duda, los españoles no nos hemos tragado a
nosotros mismos—la expresión de Saintsmury es digec.-
ted themselves—y hemos estado violentando los
posceptos de nuestra naturaleza para acomodamos a los
preceptos de la retórica, y poética y a la agudeza pedantesca.
Ni hemos sabido defender y cultivar los que
llaman nuestros defectos. (Recuerdo que entrando una
vez con un amigo francés, academicista, en el templo
de San Esteban que en esta ciudad de Salamanca tiene
la Orden de Santo Domingo, al encararse con la
dorada magnificencia de su retablo de Churriguera,
exclamó: «¡voilá l’emphase espagnol!"y, a lo que yo:
«oui, mais dens les esprits de nature emphatique
l´emphase est naturel.» Y me puse a defender el churriguerismo
primero y el gongorismo después, tan de
nuestro gusto, y con los que hemos creado tanta belleza.
Belleza que no crearemos con una preceptiva
de escuela que nos venga de programas literarios,
aunque pretendan ser muy revolucionarios o muy
de moda. Tal el ultraísmo o el modernismo o cualquier
otro de esos ismos que, invente dificultades de oficio.
Porque una preceptiva revolucionaria no deja de
ser una preceptiva y tan absurda como la ortodoxia
académica es la ortodoxia anti-académica. El mundo
espiritual de la poesía es el mundo de la pura heterodoxia,
o mejor de la pura herejía. Todo verdadero
poeta es un hereje y el hereje es el que se atiene
a pestceptos y no a preceptos, a resultados y no a
premisas, a creaciones, osea poemas y no a decretosn
osea dogmas. Porque el poema es cosa de postcepto
y el dogma cosa de precepto.
Y véase a qué alturas y honduras de la crítica nos
ha traído el tratar de discernir por qué nuestro Rafael
prefirió a-pren-dis-tes-a-leer o a-pren-dis-te-a-le-er,
que fue sin duda porque aquello le gustó y le sonó
mejor que esto. Y si a sus lectores le gusta y suena
así, no hay más precepto.
Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Jue 13 Mayo 2021, 01:28, editado 1 vez
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