METAMORFOSIS
TRADUCCIÓN: ANA PÉREZ VEGA
LIBRO TERCERO
Penteo y Baco (I). CONT.
Tened, os ruego, presente, de qué estirpe fuisteis creados
y ánimos cobrad de aquella, que a muchos perdió ella sola,
la serpiente. Por sus manantiales ella y su lago
pereció: mas vosotros por la fama venced vuestra.
Ella dio a la muerte a valientes; vosotros rechazad a unos débiles
y el honor retened patrio. Si los hados vedaban
que se alce largo tiempo Tebas, ojalá que máquinas y hombres
sus murallas derruyeran, y hierro y fuego sonaran.
Seríamos desgraciados sin crimen y nuestra suerte de lamentar,
no de esconder habríamos, y nuestras lágrimas de pudor carecerían;
mas ahora Tebas es cautivada por un muchacho inerme,
al que ni las guerras agradan ni las armas ni el uso de caballos,
sino empapado de mirra el pelo y las muelles coronas
y la púrpura y entretejido en las pintas ropas el oro,
al cual, ciertamente, yo ahora mismo -vosotros sólo apartaos- obligaré
a que supuesto a su padre, e inventados sus sacrificios, confiese.
¿Es que bastante valor Acrisio tiene para desdeñar el vano
numen, y las argólicas puertas, al venir, cerrarle,
y a Penteo aterrorizará, con toda Tebas, ese extranjero?
Id rápidos -a sus sirvientes esto impera-, id y a su jefe
atraed aquí atado. De mis órdenes la demora lenta se aparte».
A él su abuelo, a él Atamante, a él la restante multitud de los suyos
lo corren con sus razones y en vano por contenerlo se esfuerzan;
más áspera con la advertencia es, y se excita retenida
y crece su rabia, y las moderaciones mismas perjudiciales eran:
así yo al torrente, por donde nada se le oponía al él pasar,
más dulcemente y con módico estrépito bajar he visto;
mas, por donde quiera que un tronco o en contra erigidas rocas lo sujetaban,
espúmeo e hirviente y por el impedimento más salvaje iba.
He aquí que cruentos vuelven y, Baco dónde estuviera,
a su señor, que preguntaba, que a Baco habían visto negaron.
«A éste», dijeron, «aun así, su compañero y servidor de sus sacrificios
capturamos», y entregan, las manos tras la espalda atadas,
los sacrificios del dios a uno, del tirreno pueblo, que había seguido.
Lo contempla a él Penteo, con ojos que la ira estremecedores
hiciera, y aunque de los castigos apenas los tiempos difiere:
«Oh, quien has de morir y que con la muerte tuya has de dar enseñanza a otros»,
dice, «revela tu nombre y el nombre de tus padres
y tu patria, y, de costumbre nueva, por qué estos sacrificios frecuentas».
FIN DE PENTEO Y BACO
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