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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 06 Abr 2020, 02:23

    MERCEDES VELILLA



    «Ofrenda de infortunios y dolores...»


    Ofrenda de infortunios y dolores
    el destino dejó sobre mi cuna:
    no me brindó sus dones la fortuna,
    y el amor me dio espinas, nunca flores.

    Me hirió la ingratitud de los traidores,
    a los que el alma abrí, sin sombra alguna;
    vi prendas adoradas, una a una,
    sucumbir de la muerte a los fulgores.

    Ya nada a mi alrededor en pie subsiste,
    y vivo como el árbol sin ramaje
    que carcomido y solitario existe.

    Y al fin, cayendo en lúgubre paraje,
    mis pobres restos, en olvido triste,
    descansarán de su fatal viaje.






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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 07 Abr 2020, 01:40

    MERCEDES VELILLA



    Primavera



    Huye el invierno: a tu sonrisa pura
    nacen las mariposas y las flores;
    los pájaros, tus dulces trovadores,
    celebran en la fronda tu hermosura.

    Los campos con su verde vestidura
    del labrador compensan los sudores,
    y en tus brillantes galas, sus amores,
    sus glorias, simboliza la criatura.

    Desde el átomo al ser tu influjo alcanza,
    y a tus dones la tierra, agradecida,
    himnos de amor a los espacios lanza.

    Nos dejas, por consuelo, en la partida,
    y en señal de retorno, la esperanza,
    ¡supremo bien de la afanosa vida!



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 07 Abr 2020, 01:41

    MERCEDES VELILLA



    ¡Paz, Año Nuevo!


    Ven, Año Nuevo, y sobre Europa ondea
    la blanca enseña de la paz bendita:
    del fiero encono, que a la lucha excita,
    no más el mundo los horrores vea.

    Caiga extinguida la incendiaria tea
    que alza soberbia la ambición maldita,
    y únanse pueblos, que el rencor agita,
    con lazo fraternal que eterno sea.

    Gime la tierra de la sangre al riego
    bajo el tronante vendaval de fuego
    que extermina a los míseros humanos.

    Ven, y recuerda al hombre empedernido
    la palabra de Dios, que está en olvido;
    su palabra de amor: «Todos hermanos».



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 07 Abr 2020, 01:42

    MERCEDES VELILLA



    A la memoria de mi hermano


    Como la amante yedra al muro asida,
    como dos aves juntas en su vuelo,
    como lago tranquilo copia el cielo,
    mi vida fue reflejo de tu vida.

    ¿Y has podido partir, alma querida,
    dejando sola, en infecundo suelo,
    la pobre yedra, que en su amargo duelo,
    no será por tus brazos sostenida?

    ¡Ya el muro de mi hogar se ha derrumbado;
    ya consiguió la muerte su victoria;
    pero es más grande la que tú has logrado:

    Que de la muerte triunfa tu memoria,
    y es algo de tu ser, que me has dejado,
    el destello bendito de tu gloria!




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 07 Abr 2020, 01:43

    MERCEDES VELILLA



    Gustavo Adolfo


    En la margen del Betis murmurante,
    donde expira, entre flores, la onda inquieta,
    en monumento digno del poeta,
    su hermosa estatua se alzará triunfante.

    El sol le ofrecerá nimbo radiante;
    sus perfumes, la rosa y la violeta;
    la aurora, el beso de su luz discreta;
    el crepúsculo, brisa refrescante.

    Traerá la noche espíritus y hadas,
    visiones de Leyendas peregrinas
    que poblarán las verdes enramadas.

    La alondra y las obscuras golondrinas
    cantarán, al lucir las alboradas,
    las Rimas inmortales y divinas.




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 07 Abr 2020, 01:44

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    A la memoria de la Srta. María Montoto de Sedas


    Era ayer juventud llena de encanto,
    hermosura, bondad, inteligencia;
    hoy, polvo nada más, que la conciencia
    contempla muda en angustioso espanto.

    Trueca el destino en fúnebre quebranto
    el caro bien cifrado en su existencia,
    y ojos que hallaban luz en su presencia
    ciega la obscuridad y abrasa el llanto.

    Pasó por esta tierra de tristura
    breve mañana, como flor preciosa,
    cual paloma sin mancha en su blancura.

    En su eternal ausencia dolorosa,
    deja de su recuerdo la dulzura,
    de su virtud la estela luminosa.




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 07 Abr 2020, 01:45

    MERCEDES VELILLA


    A la Giralda


    A tu sombra nací, Giralda mía,
    y con el aire que te besa aliento;
    de su arte soñador te hizo portento
    la árabe raza triunfadora un día.

    De la reina gentil de Andalucía
    eres la maravilla y ornamento,
    y te elevas gallarda al firmamento,
    y esplendes a la luz que el sol te envía.

    Yérguete siempre en mi nativo suelo,
    y, al mágico vibrar de tus campanas,
    olvide mi ciudad tristeza o duelo.

    De alzarte entre los ángeles te ufanas;
    que a tu vértice tienes los del cielo,
    y al pie las hechiceras sevillanas.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 08 Abr 2020, 01:37

    MERCEDES VELILLA



    Cantares


    La soledad voy buscando,
    y yo no puedo encontrarla:
    en mi soledad más grande
    siempre el dolor me acompaña.

    Con la risa de mis labios
    voy ocultando mis penas;
    porque he visto que en el mundo
    nadie al que sufre se acerca.

    Mi nombre escribí en la arena,
    y lo borraron las olas:
    ¿serán de arena las almas
    donde el cariño se borra?

    Voy andando, voy andando,
    y atrás los ojos volviendo;
    que no he de volver a hallarme
    lo que en el camino dejo.

    Dicen que la vida es sueño,
    y todos quieren soñar:
    sueño yo cosas tan tristes,
    que quisiera despertar.

    Mis pensamientos son nubes,
    y mi corazón es hielo;
    mis penas son tempestades,
    por que es mi vida el invierno.

    Yo no quisiera cantar,
    y llorar tampoco quiero,
    y el que no canta ni llora
    es que vive como muerto.

    ¡Aquí escribió juramentos
    y promesas escribió!
    ¡Lo que conserva un papel
    se borra de un corazón!

    Por no perder la costumbre
    voy a escribir una copla;
    que una copla es la compaña
    del alma que vive sola.

    En el mar de la esperanza
    eché la red del cariño,
    y la saqué cargadita
    de desengaños y olvido.

    Ya no cantaré más coplas,
    si no las quieres oír;
    que es razón que mis penitas
    queden sólo para mí.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 08 Abr 2020, 01:38

    MERCEDES VELILLA




    Postales


    En donde luce el sol de Andalucía
    no asustan del invierno los rigores:
    el cielo es siempre azul, templado el día,
    y siempre canta el ave y nacen flores.
    ¡Tierra es de bendición la tierra mía!

    ¡Qué triste es el invierno de la vida!
    Como los campos en su muda calma,
    como el árbol sin hojas, aterida,
    en los recuerdos se refugia el alma;
    que ellos dan su calor a quien no olvida.

    En las serenas aguas, la barquilla
    se mece con placer; no siempre al puerto
    arribará la débil navecilla...
    No siempre arriba el corazón desierto
    de un dulce amor a la soñada orilla.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 08 Abr 2020, 01:39

    MERCEDES VELILLA


    «Soy ave solitaria que canto en las ruinas...»


    Soy ave solitaria que canto en las ruinas;
    los vientos me acompañan con lúgubre rumor;
    me envuelven en sus velos las húmedas neblinas;
    la sombra es mi refugio, mi atmósfera el dolor.

    Ya la tarjeta en el hogar se anhela,
    pues lleva la expresión de un sentimiento;
    un beso del amor que ausente vela;
    de la amistad recuerdo que consuela;
    del poeta inspirado un pensamiento.

    La hermosa juventud todo lo encanta;
    es murmurio de fuente cristalina,
    flor que perfuma, pájaro que canta,
    beso acariciador, sol que ilumina.

    ¡Belleza y juventud! hermosos dones
    que a la mujer da el cielo,
    y pueden conquistar los corazones,
    mas no siempre la dicha en este suelo.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 08 Abr 2020, 01:40

    MERCEDES VELILLA



    «El amor, ya sumiso, ya inhumano...»


    El amor, ya sumiso, ya inhumano,
    a caprichosas leyes se somete:
    si es la mujer coqueta, es su juguete;
    si tiene corazón, es su tirano.

    La mujer y la flor son dos hermanas,
    por la belleza y la desgracia unidas,
    que suelen dar su aroma y dar sus vidas
    a ingrato corazón o auras livianas.

    ¡Santa inocencia, aurora de la vida!
    Al despertar la niña sonriente,
    su risa alegra, como el sol naciente,
    el dulce hogar donde el amor anida.

    Entre naranjos y entre palmeras (9)

    las sevillanas cruzan ligeras,
    la onda de encaje sobre la sien;
    y con el aire de sus andares
    se van cayendo los azahares,
    formando alfombra para sus pies.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 08 Abr 2020, 01:41

    MERCEDES VELILLA




    «Esa catedral grandiosa...»


    Esa catedral grandiosa,
    que es del mundo admiración,
    desde hoy será más famosa:
    guarda triste, aunque orgullosa,
    las cenizas de Colón.

    Si yo fuera una flor bella,
    te diere aroma suave;
    mi canto, si fuera un ave;
    mi luz, si fuere una estrella;
    mas solo te puedo dar,
    de lo que conmigo existe,
    un pensamiento muy triste
    y un nombre que han de olvidar.

    Tiene muy tristes colores
    la flor de mi pensamiento:
    no te lleva la alegría,
    sólo te lleva un recuerdo.




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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 08 Abr 2020, 01:42

    MERCEDES VELILLA



    «¡Qué malo es el mundo...»


    ¡Qué malo es el mundo,
    qué triste es la vida
    para aquellas almas que van por la tierra,
    solitas... solitas...!

    Si adonde fuera mi nombre
    fuera la felicidad,
    ¡qué contenta me pondría
    cuando firmo una postal!

    Es una madre el ángel amoroso
    que cuida con desvelo nuestra infancia:
    si lloramos, el ángel del consuelo;
    si dormimos, el ángel de la guarda.

    ¡Recuerdos de mi infancia venturosa!
    Yo también me dormía
    con besos de mi madre cariñosa...
    ¡Oh dulce sombra de la madre mía!
    Acoge el pensamiento que te envío:
    en sus hojas obscuras,
    encontrarás mi llanto, cual rocío;
    la huella de mis hondas amarguras;
    algo que vive entre las muertas glorias;
    mi amistad, siempre fiel y sin desvío;
    de nuestra edad feliz dulces memorias,
    y el grato aroma del recuerdo mío.

    En la triste aridez del alma mía,
    sólo brotan las flores del recuerdo:
    por cada bien que pierdo
    nace una flor obscura cada día.
    Entre ellas, una ostenta más preciada
    sus pétalos lucientes:
    es la de mi amistad, nunca olvidada,
    la que guarda su aroma a los ausentes.

    En mi vida de dolor,
    en la que todo lo pierdo,
    sólo me queda una flor:
    la triste flor del recuerdo,
    que yo cuido con amor.
    Mi llanto le da rocío,
    mi constancia lozanía;
    y esa es la flor que te envío
    cual prenda del alma mía
    que a tus cuidados confío.

    No hay ninguna que le iguale,
    y pregunta el extranjero
    si es la feria de Sevilla,
    o si es la feria del cielo.

    Primavera de la vida,
    risas, juego, sol y flores;
    luego el invierno sombrío,
    árbol seco, triste noche.



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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 09 Abr 2020, 01:30

    MERCEDES VELILLA.


    Carta a un amigo


    No sé qué pensará mi antiguo amigo
    al ver que en tanto tiempo, atrás dejado,
    con mi largo silencio el suyo obligo.
    Perezas del espíritu cansado,
    envuelto en los afanes del presente,
    perdido en los recuerdos del pasado;
    contemplación eterna de mi mente,
    ansia de soledad muda y completa,
    somnolencia del alma indiferente:
    he aquí lo que me oculta y me sujeta
    a no escribir de mi noticia alguna
    al buen amigo y al genial poeta.
    ¿Qué pensará de mí, si es que importuna
    a algún humano ser recuerdo mío
    o interés de mi vida y mi fortuna?
    ¿Pensará que gozosa me confío
    del mundo a los placeres y al encanto,
    y en dulces glorias, sin cesar, me engrío,
    o pensará, pues mi silencio es tanto,
    que losa sepulcral mis labios cierra
    en oculto rincón del campo santo?
    No, amigo; que aún estoy sobre la tierra,
    vegetando, es verdad, con vida obscura,
    que en reducido círculo me encierra;
    y alguna vez, con eco de dulzura,
    de la antigua amistad recuerdo grato
    mi muerta vida reanimar procura.
    Quizás mi afecto, sin querer, fue ingrato...
    Que mucho, al fin, que ingratitud aprenda,
    ¡si a tanto precio conocí su trato!
    Ella, surgiendo en mi dichosa senda,
    del alma holló la fe y el sentimiento.
    ¡Horrible y desigual fue la contienda!
    Que mientras tuvo el corazón aliento,
    luchó con la traición y la falsía;
    mas la hoja seca, si la arrastra el viento,
    ¿podrá más que la fuerza que la guía
    y en raudo, polvoriento remolino,
    al hondo abismo sin piedad la envía?
    Así en sus iras, me arrastró el destino;
    de ajena voluntad fuerza implacable
    me arrojó, ciega, en árido camino.
    Y vencido en la lucha formidable
    mi cariño infeliz, sin esperanza,
    desolado quedó, pero inmutable.
    ¡Triste cariño que por premio alcanza
    la risa del desdén, sarcasmo fiero,
    y el negro olvido que al dolor me lanza!
    ¡Cuánto se engaña el corazón sincero
    que, a cambio de su amor, lograr espera
    otro amor inefable y verdadero:
    que es la mujer, en su infeliz carrera,
    flor delicada para amar nacida,
    tronchada pronto en la borrasca fiera!
    Mi juventud, por la desgracia herida,
    huyó fugaz, sin galardón ni gloria,
    dejando un cuerpo con inútil vida;
    dejando un alma con tenaz memoria,
    que en las páginas rotas del pasado
    reanuda siempre de su amor la historia.
    ¡Demencia del cariño desdichado
    que de mi pecho en la prisión sombría
    sueña, muriendo, con el bien no hallado!
    No, no pude olvidar: la pasión mía
    hollada pudo ser, mas ni un momento
    del ser que la impulsó renegaría;
    y en el loco pensar, que es mi tormento,
    quisiera que él la hallase en su presencia
    cual sombra de su propio pensamiento,
    como el aire vital de su existencia,
    cual árbitro fatal de su destino,
    cual eco acusador de su conciencia...
    Y en cambio, ya lo sé, ya lo imagino,
    no hará mi imagen, resignada y triste,
    la más pequeña sombra en su camino.
    ...Perdona, amigo, si en mi labio viste
    la queja del dolor que me asesina;
    pues amistad sincera me ofreciste
    y a ella, en su soledad, mi alma se inclina,
    como a la luz que brilla en el santuario
    el viajero perdido se encamina.
    Yo llegaré hasta el fin de mi calvario
    con mi pesada cruz, cruz del olvido,
    que el corazón arrastra solitario.
    Del cariño más fiel el premio ha sido,
    y aunque agobio mi ser, miraba en ella
    lo que restaba de mi amor perdido:
    dulce recuerdo que mi vida sella;
    que aunque tan breve fue mi amada gloria,
    me consuela el pensar que existió ella.
    Si acaso quieres escribir la historia
    de amor tan infeliz y tan constante,
    serás el guardador de su memoria,
    y el trovador amigo que la cante.






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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 09 Abr 2020, 01:31

    MERCEDES VELILLA


    Lágrimas


    Tiene, así como el cielo su rocío,
    su llanto el corazón; lluvia escondida
    que al hondo embate del dolor impío
    corre de nuestros ojos desprendida.
    No sabremos quizá por qué lloramos;
    pero si que llorar es nuestra suerte,
    y si con llanto el mundo saludamos,
    con llanto nos despiden en la muerte.
    El suelo del Edén, perdida gloria,
    con las primeras lágrimas se quema,
    y del pecado en eternal memoria
    las hizo Dios de nuestra vida emblema.
    Vamos en pos de fúlgida esperanza,
    de la ilusión que nos mostró su encanto;
    si el triste corazón no las alcanza,
    ¿qué le resta después? tan sólo el llanto.
    Lloramos del destino la inclemencia;
    del amor, inquietudes y recelos;
    rigores de la muerte, y de la ausencia
    miserias, desengaños, desconsuelos.
    Que fue el mortal para llorar nacido,
    y llora eternamente sus pesares:
    el llanto, que en la tierra se ha vertido,
    aumentó las corrientes de los mares.
    Lágrimas, si, por el dolor creadas,
    siempre del hombre compañeras fueron;
    del Gólgota en la cima derramadas,
    la humanidad culpable redimieron.
    Cual la luz de una tarde que declina,
    se extingue el bien, si a nuestro paso brota,
    y sólo el sufrimiento no termina,
    ni el raudal de las lágrimas se agota.
    Mudo lenguaje del humano duelo,
    no dejarán el mundo en abandono;
    su reino desdichado es este suelo,
    y el corazón de la mujer su trono.



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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 09 Abr 2020, 01:32

    MERCEDES VELILLA



    Mi único amigo


    Tengo un amigo: el sólo que me resta
    de los que en otro tiempo así llamaba
    y ya me arrebataron
    el olvido, la muerte o la distancia.
    Tierna amistad nos une
    desde aquella niñez, ya tan lejana,
    que en las manos del tiempo
    rotas dejó sus deslumbrantes alas,
    por la razón cambiando la inocencia,
    la paz del cielo por la lucha humana.

    Lo hallé una noche del abril risueño,
    de esas de encantos y delicias llenas,
    que perfuman los blancos azahares
    y alumbran, rutilantes, las estrellas.
    Yo sentí penetrar dentro del alma
    su mirada serena
    que hablarme parecía
    de otro mundo más bello que la tierra;
    mirada melancólica
    que el corazón de su dulzura impregna;
    beso de luz suave
    que aduerme, que acaricia, que consuela.
    ¿Qué singular y mágico atractivo
    esa mirada encierra?
    Yo, en mi niñez, la amaba,
    y fue siempre el imán de mi existencia.

    Mi amigo desde entonces
    me siguió de la vida en los senderos;
    él consolaba mi escondida pena,
    él me mostró los mundos del ensueño,
    los nobles ideales
    que el alma elevan del impuro suelo.
    En una noche que jamás olvido,
    de mi propio dolor como el reflejo,
    pálido, triste y mudo
    besó la frente de mi padre muerto;
    y hoy, de mi amor, que ni la muerte amengua,
    piadoso mensajero,
    lleva a su tumba flores de mi alma,
    flores de la oración y del recuerdo.

    No me abandonará: si fiel me sigue,
    aquí, en las soledades de la vida,
    allá, en las soledades de la muerte
    -quizás menos sombrías-,
    me seguirá también; y su mirada,
    doliente y compasiva,
    derramará sobre el sepulcro mío
    su claridad bendita,
    cual santa ofrenda, cual divino lazo
    de unión eterna con su fiel amiga.
    ¿Queréis saber el nombre misterioso
    del ser extraño que mi ser subyuga,
    y habla de lo infinito a mi conciencia,
    y sostiene mi espíritu en la lucha,
    y el cielo muestra a mis cansados ojos
    siempre que el bien y la justicia buscan?

    Yo su nombre os diré, su claro nombre
    que la mano de Dios grabó en la altura;
    que es este dulce amigo de mi alma
    un rayo de la luna.




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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 09 Abr 2020, 01:34

    MERCEDES VELILLA



    Mi primer paso


    Al torcer una curva del camino
    lo diviso a lo lejos,
    con sus casitas blancas cual palomas
    y sus floridos huertos;
    en derredor de la vetusta torre
    desmoronada a trechos,
    y que aún se yergue como fiel vigía
    que vela por el pueblo.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Con qué emoción tan honda le saludo
    y a sus contornos llego:
    aquí las horas de mi dulce infancia
    con placidez corrieron.
    Estas silvestres flores,
    que voy pisando en el camino estrecho;
    el aire, recargado
    de olores del tomillo y del romero;
    el rudo campesino, descubriéndose
    del Ángelus al toque, cuyo eco
    de la torre desciende
    lentamente perdiéndose en el viento;
    el grupo alegre de garridas mozas,
    de las eras volviendo,
    cantando alguna copla intencionada
    que entiende el mozo apuesto;
    las montañas, allá en las lejanías,
    sus ondulosas líneas extendiendo;
    los campos silenciosos,
    que el crepúsculo envuelve en sus misterios;
    todo me muestra aquí de algo perdido
    la imagen cierta que surgió de nuevo;
    cuadro en que se renuevan los colores,
    forma viva y real de mis recuerdos.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Este es el sitio ameno y delicioso
    cuyo apacible encanto
    mi madre amada disfrutar solía
    las tardes del verano.
    Aquí la Fuente-Santa
    da al aire quieto su murmurio blando,
    y corre de sus aguas rebosantes
    el arroyuelo manso,
    Su ramaje los árboles enlazan,
    frescas grutas formando,
    y dan al suelo las campestres flores,
    tapiz vistoso de matices varios.
    Aquí adoro un recuerdo; en este sitio
    di yo mi primer paso;
    aquí me acarició la madre mía
    con regocijo santo.
    Tal vez, en el reborde de la fuente
    ella buscó descanso,
    para darme la savia de su pecho
    y los besos benditos de sus labios,
    Quizás buscara, en calurosa tarde,
    la sombra de aquel árbol,
    y de sus flor, hermanas de esas flores,
    formó sencillo ramo.
    Quizás en ese arroyo cristalino
    ella mojó su mano,
    y cogió para mí las piedrecillas
    que yo tiré jugando.
    ¡Ay, madre de mi alma,
    ángel de mi niñez, siempre mi amparo,
    de esta tierra querida
    ya mi huella y la tuya se han borrado;
    aquí de mi existencia vi la aurora,
    y ya en la noche de la vida avanzo.
    Aquí pasé de tu regazo amante
    a la tierra que aún piso, y tú has dejado;
    aquí amparó mi senda,
    la triste senda del dolor humano.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Adiós, tierra sagrada,
    que mi madre pisó; de ti me aparto,
    y antes de proseguir la incierta ruta
    que ha de llevarme a mis postreros pasos,
    yo tu polvo bendigo
    y te dejo mis besos y mi llanto.


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 09 Abr 2020, 01:35

    MERCEDES VELILLA



    A Sevilla


    ¡Sevilla! suelo fecundo
    lleno de luz y grandeza,
    ¿qué diré de tu belleza,
    que ya no haya dicho el mundo?
    Nunca mi afecto profundo
    pudo elevarte canciones;
    más hoy que, en otras regiones,
    de verte la dicha pierdo,
    es para mí tu recuerdo
    manantial de inspiraciones.

    Miré en ti la luz del día,
    tus auras diéronme arrullo,
    y te nombro y siento orgullo
    de llamarte patria mía.
    Hoy, que el afán que me guía
    lejos de ti me ha lanzado,
    tu recuerdo idolatrado
    en mi corazón no muere:
    ¿cómo, quién así te quiere,
    pudiera haberte olvidado?

    ¿Y cómo te he de olvidar,
    si a más de lo que te adoro,
    en ti he dejado el tesoro
    de mi familia y mi hogar?
    ¿Cómo no habré de soñar
    en tu encanto y tu hermosura,
    si tiene en ti mi ternura
    cuanto es su bien en la tierra?
    ¿Cómo no, si en ti se encierra
    el templo de mi ventura?

    Tu sol de fuego encendió
    mi juvenil fantasía;
    tú cielo, de su poesía
    un átomo en mi vertió;
    desde niña en mi brotó
    de gloria el afán ardiente:
    ¿cómo hallarla, si mi mente
    vierte confusa su idea?
    ¡No es fácil que nadie vea
    lo que hay detrás de mi frente!

    No debí tender el vuelo
    lejos de mi dulce nido;
    mas ya que así lo han querido
    la suerte y mi loco anhelo,
    mi alma, en continuo desvelo,
    recordándote suspira;
    el patrio amor que me inspira
    es un amor grande y santo:
    ¡yo te ofrezco el primer canto
    que brota aquí de mi lira!

    De tu suelo en el vergel
    fecunda vida tuvieron
    los que el orbe conmovieron
    con la pluma y el pincel.
    De su gloria el rayo fiel
    siempre iluminarte pudo,
    y yo sus nombres saludo
    en el libro de la historia:
    ¡viviendo fueron tu gloria,
    y muertos serán tu escudo!

    En tu mente no derrama
    sus sombras estéril sueño;
    que hoy muestras glorioso empeño
    en acrecentar tu fama.
    El genio su ardiente llama
    entre tus hijos reparte,
    y luchan por conquistarte
    lauros de perpetuo brillo:
    ¡tú coronaste a Murillo,
    y a ti te corona el arte!

    Lejos tú de la región
    donde hoy con dolor se escucha
    el grito de horrible lucha
    y el estruendo del cañón,
    vigorosa inspiración
    su sello en tu frente imprime;
    y mientras la guerra esgrime
    su espada en sangre teñida,
    cumples en paz bendecida
    tu misión, que es más sublime.

    No con vil desconfianza
    te entregues al desaliento,
    porque es tan noble tu intento
    como justa tu esperanza.
    Con fe decidida avanza
    por la senda en que caminas,
    y tal vez, si es que imaginas
    dar siempre tan alto ejemplo,
    el porvenir te alce un templo
    sobre tus propias ruinas.

    ¡Patria! A pensar y a sentir
    en tu recinto empecé,
    yo que en la gloria soñé,
    fuí por ella a combatir.
    Mi frente no ha de ceñir
    el laurel de la victoria;
    mas aunque olvide la historia
    mi nombre desconocido,
    si no merezco tu olvido
    ¿para qué quiero más gloria?



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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 10 Abr 2020, 01:39

    MERCEDES VELILLA


    Plegaria


    Vengo a besar el sacro pavimento
    y exhalar, en las horas solitarias,
    un suspiro, una lágrima, un acento,
    que comprende mi Dios en mis plegarias.
    Arolas



    Solo está el templo, silencioso y frío:
    en su ámbito sombrío
    todo es confuso a la primer mirada:
    columnas de labrados capiteles,
    cual centinelas fieles,
    guardar parece la mansión sagrada.

    Traspasa por los huecos ojivales,
    policromos cristales,
    un rayo temblador del sol poniente,
    que en los arcos y altares desmayando,
    extinguese besando
    del Cristo augusto la divina frente.

    De la mano de un ángel suspendida,
    la lámpara bruñida
    con oscilante luz al Cristo alumbra,
    mientras la finge el ánimo medroso
    espectro misterioso
    de la desierta nave en la penumbra.

    Los monjes con sus hábitos obscuros,
    pintados en los muros;
    los santos en su dulce arrobamiento;
    las losas sepulcrales, carcomidas,
    sin orden esparcidas
    en el viejo y gastado pavimento;

    La soledad en que la paz reposa,
    al alma religiosa
    hablan mejor que el órgano sonoro
    y los fulgores que el altar derrama,
    reflejando su llama
    sobre el rico mantel bordado en oro.

    Yo te busco, Señor, en tu Calvario
    y en tu Cruz, solitario,
    para mostrarte el corazón doliente;
    y en tus sagrados pies, que Magdalena
    ungió, de piedad llena,
    las lágrimas caerán del penitente.

    Siguiendo los senderos de la vida,
    yo vi mi fe extinguida;
    rosas de juventud se marchitaron;
    cuanto amé sucumbió; la pena aguda,
    la tibieza y la duda
    de tus benditas aras me alejaron.

    Y hoy vuelvo a Ti mis ojos doloridos,
    del llanto enrojecidos,
    y el triste corazón desconsolado:
    tiende hacia mí, para cerrar su herida,
    tu mano bendecida,
    y levanta mi espíritu postrado.

    Dijiste «No matar», y en odio ciego,
    bajo el tronante fuego
    de máquinas horrendas que exterminan
    y en escombros convierten las ciudades,
    entre inicuas maldades,
    los hombres, los hermanos se asesinan.

    ¡Piedad, Señor! Piedad para el planeta
    que tu mano sujeta
    con riendas de luceros rutilantes.
    Lloraremos, Señor, nuestros pecados:
    tus brazos enclavados,
    abiertos nos esperan siempre amantes.

    Y los pobres de espíritu, afligidos,
    y los arrepentidos
    a ti claman: ¡Señor, misericordia!
    Del trágico luchar cese el espanto;
    alce tu cetro santo
    al reino de la paz y la concordia.

    Con tus bondades tu criatura sella:
    ¿por quién, sino por ella,
    bajaste al mundo, Redentor sumiso,
    y tu sangre purísima vertiste,
    y muriendo le abriste
    las puertas del cerrado Paraíso?

    No sólo para mi tu gracia imploro;
    su celestial tesoro
    llegue a todos los míseros mortales:
    sobre el haz de la tierra estremecida,
    por el hierro oprimida,
    pasan rugientes genios infernales.

    ¿Es Caín el que errante por la tierra
    hace surgir la guerra
    al salpicar la sangre de sus manos,
    o es que del hombre el pecho empedernido
    ha puesto en el olvido
    tu palabra de amor: «¡Todos hermanos!»

    Descansen todos bajo enseña amiga:
    que la dorada espiga
    dé a todos de su seno el don fecundo;
    broten del bien los puros manantiales,
    y tienda, libre de tremendos males,
    su red de amor y de justicia el mundo.

    No entonces en Calvario luctuoso,
    sino en Tabor glorioso
    tu eterna Majestad se mostraría;
    y adorando tus leyes, la criatura,
    que formaste a tu hechura,
    de nuevo en el Edén renacería.



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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 10 Abr 2020, 01:40

    MERCEDES VELILLA



    Carta triste


    Querida amiga del alma:
    Tu carta llegó a mis manos
    esta tarde, y el momento
    de contestar no retardo,
    agradeciendo el cariño
    que me muestras en tus párrafos;
    y tomo la torpe pluma
    y el papel, de luto orlado,
    que cual generoso amigo,
    a quien no se acude en vano,
    para mis negras ideas
    me ofrece su fondo blanco.

    De mi silencio al quejarte
    justas tus razones hallo;
    pero el dolor que me embarga
    es tan hondo y pesa tanto,
    que no siempre halla camino
    para subir a mis labios.
    Me pierdo en la pena mía
    como en el mar pobre náufrago;
    y en el aislamiento lloro,
    recuerdo, medito y callo;
    y hay voces en mi silencio,
    y caricias en mi llanto,
    que entienden y que recogen
    las almas con que yo hablo.

    De la dulce madre mía
    pronuncio el nombre adorado,
    y en su recuerdo me abismo,
    y en mi delirio la llamo,
    cuando no han de responderme
    yertos y mudos sus labios;
    cuando sus ojos dormidos
    con sueño profundo y largo,
    no verán las soledades
    que a mi pecho dan espanto.

    ¡Ay, mi madre idolatrada,
    ay del hogar solitario!
    ¡Ay del alma que va sola
    por la tierra vegetando,
    triste huérfana de amores
    que llora su desamparo;
    que están mis amores muertos
    y vivo para llorarlos;
    y sueño con otra vida,
    con un amor, ignorado
    que la muerte no me robe,
    ni acabe el olvido ingrato;
    sueño en un hogar tranquilo,
    del mundo odioso alejado,
    donde todas las heridas
    cura inagotable bálsamo,
    bálsamo de paz y olvido;
    que ese hogar tan deseado
    es el último que ofrece
    al cuerpo reposo grato:
    es un humilde sepulcro,
    al de mi madre cercano,
    que la luna a un tiempo mismo
    baña con destello pálido,
    y en las tormentas de invierno
    alumbra un mismo relámpago.

    Perdona, amiga del alma,
    si llego a afligir tu ánimo;
    mas ¡qué puede dar el triste,
    sino de sus penas algo!

    Si porque callo te quejas,
    y te quejas porque hablo,
    culpa sólo a mi destino,
    que, riguroso y tirano,
    cerrando al alma horizontes,
    sepulcros abrió a mi paso,
    y al robarme de mi madre
    el amor inmenso y santo,
    de mi postrera alegría
    apagó el último rayo.

    Por eso cada palabra
    es una queja en mis labios;
    por eso mis pensamientos
    corren, en olas de llanto,
    hacia las playas ignotas
    que al dolor brindan descanso.
    Sin duda, para el dichoso
    será mi lenguaje extraño;
    pero tú también del mundo
    recogiste fruto amargo,
    y del dolor el idioma
    las desgracias te enseñaron.

    Por eso el lóbrego abismo
    de mi corazón te abro;
    que con quien no ha de entenderme
    penas y palabras guardo;
    y adiós te digo, cual siempre
    digo ¡adiós! a lo que amo;
    que de tristes despedidas
    mis desdichas se formaron.

    ¡Adiós! dije a mi esperanza,
    a mis sueños, a mis lauros,
    y adiós ¡el adiós supremo!
    a mis muertos adorados.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 10 Abr 2020, 01:42

    MERCEDES VELILLA



    Hojas caídas


    A los primeros vientos del Otoño
    las amarillas hojas se columpian
    entre los huecos que dejó el follaje
    al perder su verdor y su espesura.
    Y van cayendo; ráfagas ligeras
    del árbol las desprenden una a una,
    o en recia sacudida
    hienden el aire como espesa lluvia.

    El suelo cubren cual crujiente alfombra;
    las pisa planta ruda,
    y parece que exhalan un gemido
    al verse holladas en la tierra dura.
    ¡Ellas, antes mecidas por las auras,
    besadas por el sol y por la luna
    en la alta copa que adornó el espacio
    como oscilante cúpula;
    ellas, que, en juventud, al árbol dieron
    su pompa y hermosura,
    y abrigaron cual madres cariñosas,
    la flor temprana, la naciente fruta;
    ellas, que dieron sombra al caminante
    y al ave blanda cuna,
    y a los desiertos campos sus rumores,
    y a los cálidos aires su frescura!

    Mas llegó la vejez, llegó el invierno,
    y pálidas y mustias,
    como tristes despojos de la vida
    las llevará del huracán la furia.
    Ya giran en revuelto remolino,
    se alejan o se juntan,
    y al hallar un momento de reposo,
    se despiden, quizás por la vez última.
    No verán más sus árboles queridos:
    ya el aire las empuja,
    y revolando irán, lejos, muy lejos,
    ¡para no volver nunca!

    ¿Adonde, adonde irán? En varia suerte,
    del viento esclavas, por distintas rutas,
    y en rápido tropel luego esparcidas,
    caminarán a su ignorada tumba.
    Subirán unas a la enhiesta cumbre,
    bajarán otras a la sima obscura;
    a unas arrastrará raudo el torrente,
    otras irán del mar en las espumas,
    y en las aguas perdidas, o en el polvo,
    no dejarán al fin huella ninguna.
    ¡Pobres hojas caídas,
    os miro con piedad y con angustia;
    vuestro fin lastimoso me presenta
    del humano existir la copia justa!
    También somos los seres
    débiles hojas que el destino impulsa,
    y arrastran las pasiones
    por sendas varias, entre horribles luchas.

    Al cerrar para siempre nuestros ojos
    a la luz de ese sol que nos alumbra,
    nuestro fin es igual, ¡oh pobres hojas!:
    desparecer... morir... no volver nunca.




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 11 Abr 2020, 02:08

    MERCEDES VELILLA




    Mi retrato


    Ya que por mi biografía
    sabes de cierto quien soy,
    justo es que te mande hoy,
    hecho a pluma, con la mía,

    Mi retrato exacto y fiel,
    pues no he de hacerme favor:
    nada mejor ni peor
    de lo que soy pondré en él.

    Nunca pinté ni una mona,
    y, por lo tanto, no sé
    cómo me las compondré
    para pintar mi persona.

    Como no tengo belleza
    que con raras perfecciones
    se preste a comparaciones
    de varia naturaleza,

    Donde mi numen poético
    algo pudiera lucir,
    no sé cómo describir
    mi físico nada estético.

    Cantando a sus Dulcineas,
    vates de triste figura
    bien retratan su hermosura,
    pues no aman nunca a las feas;

    Y dicen a sus hermosas,
    que son de todos metales;
    que sus labios son corales,
    sus ojos piedras preciosas,

    Sus dientes de finas perlas,
    y de cabellos de oro:
    dueñas son de gran tesoro,
    y es natural el quererlas.

    Yo no me vi en ese espejo,
    pues del Padre celestial
    no obtuve tesoro tal,
    sino huesos y pellejos;

    Por lo cual no hay quien me cante;
    y por darte mi retrato,
    solita paso el mal rato
    para salir adelante.

    ¿Por donde habré de empezar?
    ¿Mi estatura? no es enana;
    soy delgada, y muestro ufana
    cierta elegancia al andar.

    El color de mi semblante
    clarito aunque no de nieve,
    y un sonrosadito leve;
    la tez, fina como un guante.

    Pequeñas son mis orejas,
    y gozo en verlas tan monas;
    que he visto a algunas personas
    que las tienen como tejas.

    De grande no tiene fama
    mi boca, ni es muy pequeña,
    y nunca fue pedigüeña;
    y el que no llora, no mama.

    Mi nariz no es un hechizo;
    la hubiera querido griega,
    pero quizás no me pega,
    y Dios sabe lo que hizo.

    Mis ojos chiquitos son;
    mas de intensas miraditas,
    ven las cosas muy claritas
    donde no hay buena intención.

    No es ancha, en verdad, mi frente;
    mas debo decir, sin miedos,
    que tengo más de dos dedos,
    que no tiene mucha gente.

    Mi cabello obscuro y fino,
    en que cifré mi cuidado,
    buen desengaño me ha dado:
    ¡tiene canas el indino!

    Mi pie, pequeño, también
    me suele dar malos ratos,
    pues cuando busco zapatos
    no hay uno que le esté bien.

    ¿Mi talle? No es presunción
    si digo una cosa extraña:
    dos vueltas sólo a una caña
    le doy con mi cinturón.

    Mis brazos, no los prefiero,
    haciéndoles duros cargos;
    que es mal que siendo tan largos
    no alcancen adonde quiero.

    La mano me es más simpática,
    y acaso de ella presuma,
    pues maneje aguja o pluma,
    me parece aristocrática.

    Y yo, en fin, de mi exterior
    no sé qué más te diría.
    Tu dirás si en armonía
    está con el interior.

    Hay quien pretende que sea
    del alma espejo la cara:
    la que yo tengo ¿declara
    que yo tenga el alma fea?

    Mas como en esta cuestión
    no puedo ser juez y parte,
    mi retrato al enviarte,
    dejo a ti la solución.

    Y en él, cuando yo esté en gloria,
    quedará mi amistad fiel,
    y me verás siempre en él,
    pidiéndote una memoria.




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    MERCEDES DE VELILLA Y RODRÍGUEZ (1852-1918) - Página 2 Empty Re: MERCEDES DE VELILLA Y RODRÍGUEZ (1852-1918)

    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 11 Abr 2020, 02:09

    MERCEDES VELILLA



    A los poetas sevillanos


    ¡Hermanos!: ¡Paz y salud!
    Alzo mi voz dolorida,
    que es voz de la senectud,
    y os saludo conmovida
    con frases de gratitud.

    Varones que a la ardua ciencia
    disteis con firme tesón
    vuestra noble inteligencia;
    los de galana elocuencia;
    los de rica inspiración:

    Gracias en este momento
    en que en mi pobre poesía
    pusisteis el pensamiento
    con afable sentimiento
    de indulgente simpatía.

    De vuestro aplauso sincero,
    que llega a mi soledad,
    recojo el don lisonjero,
    como signo verdadero
    de santa fraternidad.

    De mi olvidada canción
    los ecos al resurgir,
    revive mi corazón;
    porque esas canciones son
    el ritmo de su latir.

    Guardadlas en la memoria,
    y ellas os dirán mi historia,
    que, humilde, en poco se encierra;
    en el amor a la gloria,
    y en el amor a mi tierra;

    En el culto al hogar santo
    donde era luz y alegría
    la madre a quien amé tanto;
    en adorar la poesía
    que daba al alma su encanto.

    Cuanto hermoso y grande hallé
    ensalcé con vivo ardor,
    y a mi lira confié
    mis esperanzas, mi amor,
    mis entusiasmos, mi fe.

    Soñaba en mi bella edad
    con las célicas visiones
    de gloria y felicidad:
    ¡qué dulces las ilusiones!
    ¡qué amarga la realidad!

    Como el invierno deshoja
    al árbol de su hermosura,
    y con la lluvia le moja,
    y con el viento le arroja
    derribado en la llanura,

    Así el mal me ha combatido,
    y su implacable rigor,
    que a la vejez me ha seguido,
    ha destrozado y ha hundido
    todo cuanto fue mi amor.

    Vientos de muerte pasaron;
    cayó de mi hogar el muro;
    pobres mujeres lloraron
    y bajo techo inseguro
    sus desdichas albergaron.

    Por el pan de cada día
    la materia lucha y gime:
    castigo a la rebeldía
    del hombre, en su primer día,
    y expiación que la redime.

    Del hogar escudo fuerte
    Dios hizo que el hombre fuera:
    ¡ay si por terrible suerte
    se lo arrebata la muerte
    a su débil compañera!

    Ya el árbol no se levanta;
    las hojas al polvo van,
    y es su desventura tanta,
    que las pisa tosca planta
    y las barre el huracán.

    ¿Qué mucho si fui abatida
    yo, la más pequeña gota
    que arrastra el mar de la vida,
    átomo errante, hoja rota
    por los vientos combatida,

    Si los que gigantes fueron
    y con su genio asombraron,
    entre infortunios vivieron,
    con la adversidad lucharon
    y en la pobreza murieron?

    Ellos a la humanidad
    dieron su aliento fecundo,
    que fue ciencia o santidad,
    que fue un libro, que fue un mundo,
    y hallan la inmortalidad.

    No es tan alto mi destino:
    no tengo el genio divino
    que deja eternal memoria;
    las zarzas de mi camino
    no se convierten en gloria.

    De mi vida en el ocaso,
    ya la sombra se acrecienta.
    ¿Qué os dejaré de mi paso,
    al romper el frágil vaso
    en que el espíritu alienta?

    Páginas descoloridas
    que guardan marchitas flores,
    y unas lágrimas vertidas,
    por mi pluma recogidas
    para escribir mis dolores.

    Nada más, pues nada fuí.
    ¿Qué puedo al mundo dejar
    que eterno perdure aquí?
    Yo tan sólo supe amar...
    ¡Quién se acordará de mi!

    Si al pasar mi último día
    durmiese mi polvo humano
    en la tierra extraña y fría
    del cementerio aldeano,
    lejos de la tierra mía;

    Hermanos, ved lo que os pido:
    no me dejéis siempre sola
    en mi sepulcro escondido,
    porque me espanta la ola
    quieta y muda del olvido.

    Me espanta que a mi alrededor,
    entre sepulturas huecas,
    brame el viento mugidor,
    y cubran las hojas secas
    mi tumba sin una flor.

    Llegue también vuestra egida
    a mi eterna soledad;
    que una memoria sentida
    es también, en la otra vida,
    una Flor de Caridad.



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Abr 2020, 01:02

    "Hermanos, ved lo que os pido:
    no me dejéis siempre sola
    en mi sepulcro escondido,
    porque me espanta la ola
    quieta y muda del olvido..."


    La sacaste del olvido. Una lástima que estos autores del siglo XIX estén tan apartados de la memoria poética... Dicen cosas muy interesantes. Tanto que es fácil identificarse con ellos como yo me identifico con este poema de Mercedes.

    Gracias, Lluvia.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Abr 2020, 01:44

    Es cierto, amigo mío. Lastima que estén o hayan estado apartados en el olvido, pero ahí estás tú para rescatarlos y yo, para darte las gracias.
    Aquí hemos concluido con lo hallado de ella de Mercedes Velilla y pasamos a la próxima autora, que también promete.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Jue 30 Abr 2020, 09:13

    Vuelvo a subrayar los mismos veros. Desde que los leí, se me clavaron.

    Nuevamente gracias.


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