Joaquín Sabina - Que se llama soledad
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Sé que a otras muchas personas les habrá ocurrido algo parecido, los que escribimos poemas siempre estaremos marcados por los poetas que nos llegan pero podremos ayudarnos de apreciaciones casi objetivas; dominio del lenguaje poético, léxico, ritmo, pausas, azares constatables... para reconocer que aunque no nos sintamos a gusto leyéndole nos encontramos ante un gran poeta, pero entramos de lleno en otros cuya principal virtud para nuestros ojos es que nos concilia con nuestra condición de hombres. No quiero decir con ello que Joaquín Sabina no tenga recursos poéticos, ni mucho menos, pero cuando pase el tiempo, ese dios implacable que pone a cada uno en su sitio, no será su técnica ni su habilidad con la pluma las que permitan su recuerdo, serán aquellas sentencias entreveradas, a veces en una canción no muy afortunada y el alma de lo que decía en apenas dos versos que implicaban su conocimiento de la naturaleza humana. Joaquín no tiene nada que ver con el Príncipe e intuyo que se siente dichoso de que así sea, ha sabido atravesar los pasillos sonrientes donde jugaba a ser feliz la criatura de Wilde y quedarse atrapado en el palacio de las preocupaciones donde el placer y el deseo tantas veces nos roban la sonrisa.
Nicolás Guillén - Pablo Milanés - Burgueses
Ilustro con una anécdota uno de los males sempiternos de la gente de la isla, lo aleatorio del saludo; Fuimos a Algeciras a celebrar la participación de mi cuñado en una corrida de toros, no es un asesino, es un artista, siento decepcionar a los animalistas, aunque, en realidad, no estoy de acuerdo con este espectáculo que hiere la sensibilidad moderna y tengo un poema en concreto que lo mejor es que se lo esconda, es muy temperamental. Fuimos a cenar a un restaurante cerca de la Calle Alta y apareció entre muchos otros una chica más bien mona de la isla, a la que no conocía de nada, acababa de separarse y estaba muy apenada, era tan ridícula que cada vez que hablaba lo hacía cantando por Rocío Jurado, casi ná, y por lo que vi tenía toda la pinta de querer ligar con un sobrino muy guapo que tengo. Total que comimos y bebimos y se acordó que cada mesa pagara por separado, hasta ahí todo bien. Parecíamos un grupo de amigos de toda la vida y durante no menos de cinco horas nos contamos hasta donde comprábamos las camisas. La despedida fue efusiva y larga, dio tiempo a que se tomaran un par de copas más, el final lo pusieron Los Manolos.
Volví a verla, ya en nuestra ciudad, y no me saludó, llegué a pensar que no me había visto, cuando me lo hizo un par de veces más comprendí que no quería tenerme entre sus conocidos, que le olía al arroyo de donde vengo. Así que no hay nada que decir. Se me olvidó mencionar que la señorita bien no puso un solo euro, todo lo pagamos, no era ninguna tontería, dos de mis cuñados y yo. No me daría pena que esta gentuza tuviera que vivir de trabajar de verdad, que no ocuparan puestos público para hacer nada y que esta nada sea lo preferible ¿No es verdad señora Mato? No me parecía que tuviera muchos estudios, así que le habrán buscado un empleíllo que pagaremos todos. Y si no es así, y ejerce el muy digno empleo de dependienta en una tienda ¿a qué vienen tantos humos?
Fidel Castro acabó con todo esto en los tres primeros años de su revolución, ahí tendría que haber dado paso a unas elecciones democráticas, todo lo demás, un naufragio de orgullo grotesco y grandilocuente y muchas carencias que sufren los de siempre. Pero no hablo de Cuba, sino de una pequeña ciudad española en el norte de África, 39 años de democracia han dado para muchos cambios, casi todos nefastos, y para estos burgueses, muy correctos políticamente ahora, la vida sigue igual, solo que los cargos destacados sonríen a los pobres cada vez que los ven porque hacen campaña permanentemente.
III
El cantor y el poeta
No me nuembren que es pecao
y no comenten mis trinos
yo me voy con mi destino
pal lao donde el sol se pierde
tal vez alguno se acuerde
que aquí cantó un argentino.
Yo que he sido tantas veces tildado de ser argentino con evidente molestia de mi orgullo andaluz, después de todo he comprendido que estoy enfermo del mismo amor y ya no quiero curarme, evidentemente un argentino no me reconocería como tal al escuchar mi acento, pero hablamos de lo mismo cuando nos asomamos a los versos de Yupanqui. Cafrune solía decir que hay muchos poetas pero muy pocos cantores, siendo cuestionable lo primero hemos de reconocer que acertaba plenamente en lo segundo. En estas coplas nos deja su maestría, su inspiración y hondura a la hora de interpretar las palabras de otro.
Quisiera esta tarde
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
Pete Seeger - El Batallón Abraham Lincoln
Pero a todos nos ganaba en ese hacerte sentir que era el hombre con el que te cruzabas en la parada de autobús todos los días y, sobre todo, por su obstinación en recordarnos con cariño a sus compatriotas caídos, es decir todo hombre libre, en la contienda en que la democracia empezó a evaporarse durante la Guerra civil española, esa en la que absolutamente todos perdimos.
Cuando murió en paz como un buen hombre, lejos de un malditismo que nunca tuvo ni buscó, era simplemente un cantor de todos los pueblos de la Tierra, lloré como si hubiera perdido a alguien que estaba dispuesto a escucharme y supe amargamente que ya no le podría ver dándolo todo sobre un escenario.
[center]VI
José Luis Perales - Acércate
A Joaquín Galán, un poeta entrañable, creo que tengo muchas cosas que contarle, su enorme corazón escucha.
Voy a nublarte la razón
y a despertarte el corazón
y hacerte mía en un rincón perdido.
Me imagino que no es fácil triunfar siendo de Cuenca, que hay quien confunde la exquisita sencillez con lo simple, que habrá quien no encuentre sus metáforas por puras y cristalinas, lastradas por la humildad de quien no sacó pecho en las mieles del triunfo y no supo llorar de rabia en los fracasos; para luego del amor volver a amarte.
Silvio Rodríguez - La canción más hermosa
Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo,
yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.
Supongo, así lo desea en una de sus canciones más emblemáticas, que Silvio querría que se le recordara como trovador, ahí entraríamos en una nueva polémica que no cambia sustancialmente nada, como decía Stan Lee en boca del gigante verde; un nombre solo sirve para saber a quién nos estamos refiriendo .
Silvio es un cantante espléndido, inspirado como los elegidos, especialmente, en los primeros años de su carrera y esta canción nos ilustra lo que digo como pocas, una analogía que fluye entre la mujer del cuadro y un amor verdadero que algunos versos nos representan con fidelidad por mucho que su autor nos diga que es un asunto entre él y una obra de arte.
No voy a decir que sea la más hermosa canción de amor que se haya escrito en castellano, pero apenas mentiría si lo dijera.
Carlos Cano - La reina de los mares.
Dicen que estoy acabado
desde que tu amor me falta,
será que se han olvidado
que soy de los que se arrancan
que el gallo cuando es buen gallo
en cualquier palenque canta.
(Carlos Cano - La reina de los mares)
Paso de la depresión a la euforia como pasa el niño de la risa al llanto o el héroe de la gloria al olvido. No soy un niño ni un héroe, no me mortifica la muerte de la eterna juventud ni me embriaga el perfume de la gloria futura, como buen deportista de los tiempos de leyenda arranco, como aquel portugués, en las primeras rampas sin poder controlar las pájaras como los que corren con un pulsómetro en la cabeza, buscando la gesta de resistir los vientos contrarios, no podía imaginar lo doloroso que puede llegar a ser que te arrase la brisa de tu barrio. Esto lo podría haber escrito Joaquim Agostinho refiriéndose a alguien que le recordara a él.
Carlos Cano tenía tanto encanto que la gente lo quería aunque dijera verdades como puñales y sonreía siempre aunque le quitara el sueño el destino de Andalucía en la España del progreso y los nacionalismos. Sin olvidar su Granada con Federico perdido, tenía dos debilidades reconocidas; la Habana vieja donde Silvio hacía cantar amor a los soñadores y el barrio La Viña gaditano donde los niños nacen con careta para reírse del paro que azota a sus padres que aun así no pierden la guasa. Carlos se fue cuando aún tenía mucho que darnos, nos dejó el coraje de Diamantino, el amor desgraciado de María, el exilio del alma de Miguel de Molina y el dolor de las madres locas de la Plaza de Mayo cuando aún no flirteaban con Herri Batasuna.
Pablo Milanés - Yo pisaré las calles nuevamente
A Salvador Allende
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
Kiko Veneno - Echo de menos
Última edición por F. Enrique el Dom 15 Sep 2019, 16:32, editado 2 veces
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