Perché la vita è breve,
et l’ingegno paventa a l’alta impresa,
né di lui né di lei molto mi fido;
ma spero che sia intesa
là dov’io bramo, et là dove esser deve,
la doglia mia la qual tacendo i’ grido.
Occhi leggiadri dove Amor fa nido,
a voi rivolgo il mio debile stile,
pigro da sé, ma ’l gran piacer lo sprona;
et chi di voi ragiona
tien dal soggetto un habito gentile,
che con l’ale amorose
levando il parte d’ogni pensier vile.
Con queste alzato vengo a dir or cose
ch’ò portate nel cor gran tempo ascose.
Non perch’io non m’aveggia
quanto mia laude è ’ngiurïosa a voi:
ma contrastar non posso al gran desio,
lo quale è ’n me da poi
ch’i’ vidi quel che pensier non pareggia,
non che l’avagli altrui parlar o mio.
Principio del mio dolce stato rio,
altri che voi so ben che non m’intende.
Quando agli ardenti rai neve divegno,
vostro gentile sdegno
forse ch’allor mia indignitate offende.
Oh, se questa temenza
non temprasse l’arsura che m’incende,
beato venir men! ché ’n lor presenza
m’è più caro il morir che ’l viver senza.
Dunque ch’i’ non mi sfaccia,
sí frale obgetto a sí possente foco,
non è proprio valor che me ne scampi;
ma la paura un poco,
che ’l sangue vago per le vene agghiaccia,
risalda ’l cor, perché piú tempo avampi.
O poggi, o valli, o fiumi, o selve, o campi,
o testimon’ de la mia grave vita,
quante volte m’udiste chiamar morte!
Ahi dolorosa sorte
lo star mi strugge, e ’l fuggir non m’aita.
Ma se maggior paura
non m’affrenasse, via corta et spedita
trarrebbe a fin questa apra pena et dura;
et la colpa è di tal che non à cura.
Dolor perché mi meni
fuor di camin a dir quel ch’i’ non voglio?
Sostien ch’io vada ove ’l piacer mi spigne.
Già di voi non mi doglio,
occhi sopra ’l mortal corso sereni,
né di lui ch’a tal nodo mi distrigne.
Vedete ben quanti color’ depigne
Amor sovente in mezzo del mio volto,
et potrete pensar qual dentro fammi,
là ’ve dí et notte stammi
adosso, col poder ch’a in voi raccolto,
luci beate et liete
se non che ’l veder voi stesse v’è tolto;
ma quante volte a me vi rivolgete,
conoscete in altrui quel che voi siete.
S’a voi fosse sí nota
la divina incredibile bellezza
di ch’io ragiono, come a chi la mira,
misurata allegrezza
non avria ’l cor: però forse è remota
dal vigor natural che v’apre et gira.
Felice l’alma che per voi sospira,
lumi del ciel, per li quali io ringratio
la vita che per altro non m’è a grado!
Oimè, perché sí rado
mi date quel dond’io mai non son satio?
Perché non piú sovente
mirate qual Amor di me fa stracio?
E perché mi spogliate immantanente
del ben ch’ad ora ad or l’anima sente?
Dico ch’ad ora ad ora,
vostra mercede, i’ sento in mezzo l’alma
una dolcezza inusitata et nova,
la qual ogni altra salma
di noiosi pensier’ disgombra allora,
sí che di mille un sol vi si ritrova:
quel tanto a me, non piú, del viver giova.
Et se questo mio ben durasse alquanto,
nullo stato aguagliarse al mio porrebbe;
ma forse altrui farrebbe
invido, et me superbo l’onor tanto:
però, lasso, convensi
che l’extremo del riso assaglia il pianto,
e ’nterrompendo quelli spirti accensi
a me ritorni, et di me stesso pensi.
L’amoroso pensero
ch’alberga dentro, in voi mi si discopre
tal che mi trâ del cor ogni altra gioia;
onde parole et opre
escon di me sí fatte allor ch’i’ spero
farmi immortal, perché la carne moia.
Fugge al vostro apparire angoscia et noia,
et nel vostro partir tornano insieme.
Ma perché la memoria innamorata
chiude lor poi l’entrata,
di là non vanno da le parti extreme;
onde s’alcun bel frutto
nasce di me, da voi vien prima il seme:
io per me son quasi un terreno asciutto,
cólto da voi, e ’l pregio è vostro in tutto.
Canzon, tu non m’acqueti, anzi m’infiammi
a dir di quel ch’a me stesso m’invola:
però sia certa de non esser sola.
********************
Pues que la vida es breve
y teme el estro empresa así escogida
ni a él ni a ella mucho más les pido;
pero la espero oída
allá donde amo, allá donde estar debe,
la pena, que al callar más he sentido.
Ojos bellos, que Amor tiene por nido,
a vos vuelvo este pobre y parco acento,
que, aun vago, hoy gran placer así acicata;
pues que quien de vos trata
toma tal pulsión del argumento
que en alas amorosas
lo aparta de cualquier vil pensamiento.
Así elevado hoy vengo a decir cosas
que en el pecho retuve cautelosas.
Mas no porque no vea
cuanto os injuria que os esté cantando;
mas porque no resisto este deseo
que llevo en mí de cuando
vi aquello que la mente no recrea,
ni ajena o propia voz que iguale creo.
Principio de mi estado dulce y reo,
otro que vos bien sé que no me entiende.
Cuando ante vuestros rayos me hago nieve,
vuestro desdén se debe
quizá a que a vos mi indignidad ofende.
¡Oh, si esta creencia,
no templase la brasa que me enciende,
bendito agonizar! Que en su presencia
morir prefiero que vivir su ausencia.
Y así, si no me acabo,
tan frágil cosa en fuego así conjunto,
no es porque mi valor de ello me guarda;
mas porque el miedo un punto,
por las venas la sangre helando al cabo,
me alivia, por que más tiempo en él arda.
Oh valle, oh río, oh selva, oh cumbre parda,
mudos testigos de mi amarga vida,
¡cuánto me oísteis reclamar la muerte!
¡Ay, dolorosa suerte,
quedar me acaba y vana ya es la huida!
Mas, si por mi ventura
mayor miedo no hubiese, ya salida
más pronta diera a pena así de dura;
pues culpa es de quien nunca de mí cura.
Dolor, ¿por qué a trasmano
me llevas a decir lo que no siento?
Sufre que donde diga Amor me meta.
De vos no me lamento,
ojos serenos sobre el curso humano,
ni de Él que con tal lazo me sujeta.
Ved bien en mí con qué varia paleta
pinta frecuentemente Amor el gesto
y así podréis saber qué dentro hace;
allí hace y deshace
con el poder que en vos tiene dispuesto,
lumbre bendita y pía,
si no es que os negáis ver vos misma en esto;
mas cuantas veces veáis el alma mía,
tantas sabréis por mí que en vos se cría.
Si os fuese manifiesta
la belleza divina e imponderable
de que hablo, como a aquel que ahora la mira,
contento inmensurable
tendríais; y quizás por ello resta
lejos del vigor que os abre y gira.
¡Feliz el alma que por vos suspira,
lumbres del cielo, por que yo agradezco
la vida que sin vos yo aborreciera!
¿Por qué de esta manera
me dáis lo que no sacia ni apetezco,
¿Por qué mas comúnmente
no veis como de Amor tal mal padezco?
¿Y por qué me arrojáis tan prontamente
del bien que a ratos sólo el alma siente?
Digo que a veces siento,
merced a vos, que el alma toda embarga
una dulzura inusitada y nueva,
la cual de toda carga
libera mi cuitado pensamiento,
si no es una entre mil que con él lleva,
y es esa por la cual vivir aprueba.
Porque si este mi bien durase un tanto,
ningún estado al mío igualaría;
y en otros causaría
envidia, como en mí engreimiento tanto.
Por eso es prevenido
que al final de la risa aceche el llanto,
y, apagando el espíritu encendido,
a mí vuelva y a mí vuelva el sentido.
El amante deseo
que habita dentro, tal en vos se cobra
que de mí arranca otra pasión cualquiera;
y así palabra y obra
salen de mi de suerte que ya creo
ser inmortal, aunque la carne muera.
Huye, cuando os mostráis, la angustia fuera
y al vos marchar regresa diligente.
Mas porque la memoria enamorada
no le permite entrada,
que vaya más adentro no consiente;
porque si algún buen fruto
nace de mí, vos fuisteis la simiente;
que yo, sólo por mí, soy campo enjuto
y, si honra doy, a vos sólo lo imputo.
Canción, tú no me aquietas, sino inflamas
a hablar de aquello que a mí mismo asola;
mas ten por cierto hoy que no estás sola.
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