Ana Rossetti (San Fernando, Cádiz 15 de mayo de 1950), es una escritora española de teatro, poesía y género narrativo.
Biografía
Ana Rossetti ha creado una obra rica en registros y géneros. Su obra es una mezcla de erotismo, esteticismo y culturalismo. Aunque es muy conocida por su obra poética, también ha escrito textos teatrales, un libreto para ópera (en torno a la figura de Oscar Wilde, estrenada en la Sala Olimpia de Madrid en 1993 y con música de Manuel Balboa), novela, libros para niños y relatos. Esta poetisa gaditana, que revolucionó el panorama literario en la España de los años 80, se encuentra por derecho propio entre los mejores poetas españoles de la poesía española contemporánea.
En 1976 tuvo a su única hija, la actriz Ruth Gabriel junto con Ismael Sánchez Abellán.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Rossetti )
*
Algunos poemas de Ana Rossetti:
De Los devaneos de Erato (1980):
PARÍS
Dime, en dónde, en qué avenida tus pies,
por dónde el rastro, en qué sendero.
Tus piernas, esas cintas que el vello deshilacha
y en la ojiva, el pubis, manojo de tu vientre,
la dovela.
Crece en tu torno el gladiolo,
llave anal, violador perenne,
y tres diosas
quieren morder contigo la manzana.
La negra mariposa se entretuvo en tu pecho,
en la brizna más rosa ya tiernamente liba.
Y tu rostro, en lo alto,
ignora todo el fruto
que tu mano contiene.
EL JARDÍN DE TUS DELICIAS
Flores, pedazos de tu cuerpo;
me reclamo su savia.
Aprieto entre mis labios
la lacerante verga del gladiolo.
Cosería limones a tu torso,
sus durísimas puntas en mis dedos
como altos pezones de muchacha.
Ya conoce mi lengua las más suaves estrías de tu oreja
y es una caracola.
Ella sabe a tu leche adolescente,
y huele a tus muslos.
En mis muslos contengo los pétalos mojados
de las flores. Son flores pedazos de tu cuerpo.
A LA PUERTA DEL CABARET
"Hubiera sido venturosísima
amándole toda la vida".
Maríana Alcoforado
Así te mostraron de repente:
el poderoso pecho, como el de un dios, desnudo,
mientras el oro entero, convocado en tu rostro, te nimbaba.
Me fui de aquel lugar,
tu imagen mis visiones presidiendo.
Día tras día te atribuí todo lo hermoso que encontré.
Mas nada igualó a tu luz primitiva
ni pudo superar al equívoco gesto,
tan femenina boca,
bello desdén del curvo labio. No, nada pudo.
Y ninguna invención que trajeron los días
mejoró a aquel fugaz momento.
A QUIEN, NO OBSTANTE, TAN DELICIOSOS
PLACERES DEBO
"Cuando una se siente bien,
puede prescindir de lo mejor.
Eso me parece sabio".
ANDRÉA DE NERCIAT
Y esa tan transparente neblina que su lengua
extendió sobre mí... labor concupiscente,
minuciosa e inútil, pues el bello prosélito
¿me atreveré a decirlo? es que es tan impotente
como adorable es. Por ello, aún intacto
conservo el corazón de mi valiosa orquídea
(falsas futuras nupcias blancas) y, así, entre tanto,
mi precioso tormento, recibo tus bombones
y mis ingles remojo detrás de cada cita
con abluciones vanas. Pero, tonto muchacho,
no te avergüences si, de pronto, no se abulta tu pretina,
ni tu enarbolado furor puede,
impasible, horadarme la membrana
y arrancar de mi carne el clásico aspaviento.
Y no te desesperes si no soy despojada
aún de aquello que, sobrepasando el tiempo
que la edad aconseja y Cupido consiente,
fiel guardo en el ardiente túnel. Ya custodiada
mi pelvis por amor tan incauto cerrada
permanece, mi escudo, sabrosa precaución!
Hundamos nuestras bocas en la fresca reseda
de nuestros célibes y ocultos sitios
y tú, tonto muchacho, si encuentras resistencia
en donde tu ternura esperaba verterse,
torpemente no insistas empeñado en robarme
unas gotitas rojas y un agudo gritito,
pues no soportarías placer tan cruento.
A UN TRAJE DE PANA VERDE QUE
POR AHÍ ANDA PERTURBANDO
A LOS MUCHACHOS
Deslumbrados los ojos, adornados de ti,
despertados de súbito, ¡oh visión turbadora!
sujeta la mirada cual broche a tu vestido,
la cabeza imantada al giro de tus pies,
adivino el temblor con que, torpes, mis manos
tus ropajes, rasgándolos de ti, separarían
de los hermosos miembros entrevistos apenas.
Mis ojos, a un banquete tan inesperado acudirían.
Nutriéndose de ti se inundarían de oro.
Mas la tela, al cubrirte, es igual a la cáscara
del fruto que no debo probar.
Y así tal semejanza te convierte
en un irresistible deseo.
ANATOMÍA DEL BESO
La seda lujuriosa,
del vivo tegumento receptáculo.
Prolifera placenta.
Del embrión del beso, brillante funda rosa.
Oh labios abultados,
pulpa irresistible, pretexto del mordisco.
La boca se asemeja a una fruta que ofrece
sus dulces y apretados gajos rojos.
Estos dientes blanquísimos,
pórticos del velado santuario
donde la fría y mulsa exudación de la saliva
deseos clandestinos baña y une.
Tu suave paladar,
bóveda tan admirable, techado de los besos
con saña meditados en el escalofrío
constante de la fiebre más mortal.
Almohadillada lengua,
lamedora serpiente, escurridiza lanza.
De la entreabierta boca, ese dúctil pistilo
que en su candente magma fluye y fluye.
A UN JOVEN CON ABANICO
Y qué encantadora es tu inexperiencia.
Tu mano torpe, fiel perseguidora
de una quemante gracia que adivinas
en el vaivén penoso del alegre antebrazo.
Alguien cose en tu sangre lentejuelas
para que atravieses
los redondos umbrales del placer
y ensayas a la vez desdén y seducción.
En ese larvado gesto que aventuras
se dibuja tu madre, reclinada
en la gris balaustrada del recuerdo.
Y tus ojos, atentos al paciente
e inolvidable ejemplo, se entrecierran.
Y mientras, adorable
y peligrosamente, te desvías.
De Dioscuros (1982):
INCITACIÓN
Escapémonos, huyamos a los cómplices
días de la niñez. Perdámonos inermes
por los intensos vértigos de la piel insabida.
Confundidos, al no encontrar los nombres
para tanto esplendor, inventaremos fórmulas
de un idioma secreto: como antes.
Extraviémonos por la gran pesadilla
de la noche. En los negros pasillos
del horror insistamos hasta que el fiel desmayo
—dobladas las rodillas— nos socorra.
Ven. Miremos por toda bocallave
que enciende algo prohibido,
gravemente matemos mariposas vidriadas,
pisoteemos seda, desgarremos la gasa
que nubla las magnolias,
y la desobediencia sea privilegio nuestro.
UNO
Una vela separa del candelabro Imperio
y la enciende, y la mesa recorre.
Sobre el adamascado del mantel
el brillo desigual de la cubertería
y de las tenues guirnaldas del Limoges.
Por entre los calados respaldos
Louis se acerca a los vientres tersísimos
de las copas y los hace sonar.
Introduce los dedos en el estuche blanco
de una cala y ensimismado hurga
y acaricia los bordes de la alargada flor.
La otra mano, agitada, sobre la servilleta
que su mitra distingue ante el sitial del padre
derrama, incontenible, ardiente esperma
Anna mira un momento y enrojece.
Sube a su cuarto desasosegada.
SEIS
En su acecho íncubo de mi sombra,
se atalaya en mis huellas,
se asienta en mis vestigios.
No hay lugar sin ser por él sitiado
donde yo me cobije.
Ni poseo secreto que mi hermano no asalte.
Saquea mis tesoros, pinta raras heridas
a mis pobres muñecas, y mis faltas divulga.
°Oh, así es él, sí, eso hace!
y cuando me columpio
mientras la vaporosa y tenue lencería
descubre sus cenefas
y mis pies acometen el verdor del naranjo,
sÈ muy bien que detrás de la agobiada pérgola
el brillante crisol de su atenta pupila
se endurece.
OCHO
A los pies de la cama, oí el ruido
y a mi grito aterrado se encendieron las luces
y el alforzado traje de abombado organdí
que desde ayer pendía de la lámpara
y el viso de rayón, y la enagua crujiente
de batista, y el ingrávido velo
ya no estaban. El sedoso papel
que cien recordatorios contenía
apareció rasgado por la alfombra.
Hasta la verde alberca, atropellando lirios,
asido el roto tul al arco del rosal,
corrías con mis ropas ataviado.
Entre harapos de algas te sacaron inerte,
los pómulos tan blancos que muerto te creyera.
Y sonreí triunfante, midiendo por tu envidia
mi ventaja.
De Indicios vehementes (1985):
"...QUE PUEDO MORIR UNA MUERTE
DE LUJOS"
John Keats
A Ocaña
Era esta vez el fuego.
Esta vez cresta azul, creciente e inflamada,
dilatado ropaje erizado de picas,
suave lengua.
Todo es pronto arrugado papel.
Arrugado papel, cuerpo.
Vestido, antes resplandeciente,
yesca ahora.
Antes fiesta, grito de horror
apenas un instante.
Y la estallante palma, que en la tela prendió
su broche de luciérnagas,
ahora, pavo real que plegara su cola,
su abanico.
LA BUHARDILLA DE THOMAS
A Thomas Chatterton
(1752-1770)
Y tan pronto amanece,
cada vez más intensa, la roja cabellera
mana sobre su rostro.
(Encantadora curva
la del cuello que emerge del entreabierto escote).
La arrugada blancura de la amplia camisa
muestra el brazo que pende hasta el entarimado
donde, pálidamente,
se fruncen, rotos, todos los poemas.
(La usada tela, tan lisa como el hombro
que descubre, dulce resbala).
Excepto los papeles por el suelo esparcidos
está la habitación en riguroso orden:
incluso se acostó sin deshacer la cama.
(Parece muy cansado, tan minuciosamente,
con tanta saña y con tanta pena
desgarró cada línea de escritura...)
Ya desde el tragaluz desciende el ámbar.
Se afilan y se encrespan los contornos
y el color justo adquieren.
Y al fin sabe que, salvo la boca
tan horrorosamente contraída,
que salvo el tinte azul de sus mejillas ralas,
el muchacho es hermoso.
.......................................(No cumpliré más años
.......................................de ahora en adelante)
De Sturm und Drang:
CHICO WRANGLER
Dulce corazón mío de súbito asaltado.
Todo por adorar más de lo permisible.
Todo porque un cigarro se asienta en una boca
y en sus jugosas sedas se humedece.
Porque una camiseta incitante señala,
de su pecho, el escudo durísimo,
y un vigoroso brazo de la mínima manga sobresale.
Todo porque unas piernas, unas perfectas piernas,
dentro del más ceñido pantalón, frente a mí se separan.
Se separan.
INVITACIÓN AL VIAJE
Te desconozco tanto y tanto me conmueves,
príncipe expatriado de todas mis palabras,
que el temor y el anhelo, simultáneos, persiguen
tu intacto paraíso.
Y escondes la cabeza entre altivas solapas
y celoso custodias, del fino brazo azul,
bocallaves de un reino resplandeciente y ártico.
Deshabitado sueño con su carga de nieve,
su lunarado estigma, por ti fluye.
Y es preciso arrojarse, el más sólido muro
derribado, hasta la seducción final
del precipicio.
ANA ROSSETTI, Indicios evidentes (Poesía 1979-1984), Hiperión, 1998
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