Hay palabras tan torpes que jamás se pronuncian
y plazas con palomas que nunca han existido,
de la misma manera
que hay columnas que no soportan cielos,
y espinas
que no podrás sacar de la garganta.
De nada te sirvió que cerrases con llave
los domingos de gloria, que ocultaras
a la vista del ciego el olor a cilantro,
si no fuiste aquel númida que amó las bicicletas
y que quiso oprimirse
entre gotas de invierno.
Nadie pudo entender a la ciudad fingida…
Cuántas veces ocurre que palpita el teléfono
y no encuentras al hombre que vende submarinos,
que acaba una canción
y el mundo vuelve a ser de los de siempre.
Y comprendes entones que no resuelve nada
arreglar las goteras del salón y pintar las alfombras de cobalto,
que atender a los muertos no sofoca la voz del cementerio,
que de nada nos vale, por ejemplo,
tenernos muchas veces de testigo.
y plazas con palomas que nunca han existido,
de la misma manera
que hay columnas que no soportan cielos,
y espinas
que no podrás sacar de la garganta.
De nada te sirvió que cerrases con llave
los domingos de gloria, que ocultaras
a la vista del ciego el olor a cilantro,
si no fuiste aquel númida que amó las bicicletas
y que quiso oprimirse
entre gotas de invierno.
Nadie pudo entender a la ciudad fingida…
Cuántas veces ocurre que palpita el teléfono
y no encuentras al hombre que vende submarinos,
que acaba una canción
y el mundo vuelve a ser de los de siempre.
Y comprendes entones que no resuelve nada
arreglar las goteras del salón y pintar las alfombras de cobalto,
que atender a los muertos no sofoca la voz del cementerio,
que de nada nos vale, por ejemplo,
tenernos muchas veces de testigo.
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