LA LEYENDA DE GILGAMESH
Tablilla XI
(cont.)
Miré en busca de la línea litoral en la extensión del mar: En
cada catorce regiones emergía una comarca montañosa.
En el Monte Nisir el barco se detuvo. Gen 8,4
El Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, Impidiéndole el
movimiento,
Un primer día, un segundo día, el Monte Nisir mantuvo sujeta
la nave, impidiéndole el movimiento. Un tercer día, un cuarto
día, el Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el
movimiento. Un quinto y un sexto día, el Monte Nisir
mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el movimiento. Al llegar
el séptimo día, envié y solté una paloma.
La paloma se fue, pero regresó; Gn 8,8—10 puesto que no había
descansadero visible, volvió. Entonces envié y solté una
golondrina, la golondrina se fue, pero regresó; puesto que
no había descansadero visible, volvió. Después envié y solté un
cuervo.
El cuervo se fue y, viendo que las aguas habían disminuido,
come, se cierne, grazna y no regresa. Entonces dejé salir todo a
los cuatro vientos Y ofrecí un sacrificio.
Vertí una libación en la cima del monte. Siete y siete
vasijas cultuales preparé, Sobre sus trípodes amontoné caña,
cedro y mirto.
Los dioses olieron el sabor, los dioses olieron el dulce
sabor, los dioses se apiñaron como moscas en torno al
sacrificante.
Cuando, al fin, la gran diosa llegó, alzó las grandes joyas que
Anu había labrado a su antojo:
(cont.)
Tablilla XI
(cont.)
Miré en busca de la línea litoral en la extensión del mar: En
cada catorce regiones emergía una comarca montañosa.
En el Monte Nisir el barco se detuvo. Gen 8,4
El Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, Impidiéndole el
movimiento,
Un primer día, un segundo día, el Monte Nisir mantuvo sujeta
la nave, impidiéndole el movimiento. Un tercer día, un cuarto
día, el Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el
movimiento. Un quinto y un sexto día, el Monte Nisir
mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el movimiento. Al llegar
el séptimo día, envié y solté una paloma.
La paloma se fue, pero regresó; Gn 8,8—10 puesto que no había
descansadero visible, volvió. Entonces envié y solté una
golondrina, la golondrina se fue, pero regresó; puesto que
no había descansadero visible, volvió. Después envié y solté un
cuervo.
El cuervo se fue y, viendo que las aguas habían disminuido,
come, se cierne, grazna y no regresa. Entonces dejé salir todo a
los cuatro vientos Y ofrecí un sacrificio.
Vertí una libación en la cima del monte. Siete y siete
vasijas cultuales preparé, Sobre sus trípodes amontoné caña,
cedro y mirto.
Los dioses olieron el sabor, los dioses olieron el dulce
sabor, los dioses se apiñaron como moscas en torno al
sacrificante.
Cuando, al fin, la gran diosa llegó, alzó las grandes joyas que
Anu había labrado a su antojo:
(cont.)
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