Estás aquí traspasada por la flecha del tiempo,
amarrada con elásticos al estribor de cada década.
Detrás de tus senos transparentes
observo la sangre deslizarse en patinetas,
mientras nacen de tu voz guardapolvos blancos
que marchan desfilando por infancias negras.
Eres la otra mujer,
la que siembra manzanas al costado del camino
y va trozando un pañuelo para marcar cada regreso.
Eres un pueblo de barro en medio la colina,
con el albor pegado a la cima de los sueños,
y sus aldeas de caña ignorando cables y transistores.
Te quedaste en la senda hilando perspectivas
de espectros que giraban colgando de una parra,
como uvas putrefactas del racimo,
como péndulos infames en la esfera.
Pero aun te reconozco caminando hacia mis pasos
detrás de la frontera donde moran las angustias.
Aun te veo disfrazada de alquimista
derritiendo a tu calor el metal de mis amores.
¿Cómo harás para cruzar el milenio
sin el arma de tu piel en burdeles protectores?
Si ya se rompieron las curvas perversas de tu cuerpo,
y se llenaron de invierno tus ropas interiores.
Soy el otro hombre,
aquel que se ha quedado a resguardo del milenio
El yo sustituido por los claros apóstrofes del sueño.-
Guardado en papeles amarillos
y hojas secas que divagan en el viento,
Girando en su quebranto de cintura,
y chillando bajo las plantas
de los zapatos que huyen en busca de algún cielo.
Soy la insurrección del tiempo
en jardines florecidos de ataúdes y geranios.
Vago por las cornisas de los muros,
sin paracaídas ni bastones,
aferrado a la oquedad de la sentencia inapelable.
Soy al que miran de costado por debajo de su estrella,
los dioses de papel
inmaculados en egos de algodones y pestañas postizas.-
El que quedó sobreviviendo en la memoria.
Ilustre decadente de cerrazones y de barro.
El dueño de aquel niño de sueños azules
fallecido en los campos de las pelotas de trapo.
¿Vendrás a rescatarme de mi agreste estancia?
¿Lograrás penetrar en mi pecho de arcilla ?
¿Sabrás buscar en mis ramas y en mis surcos
las marcas de las hachas y el arado?
Soy un hombre sin mar en las orillas del río.
Embaucador de horizontes en la niebla,
coterráneo de la lívida palabra.
¿A cual de mi escogerás en ésta inercia
de duendes y fantasmas?
¿Conseguirás reconocerme si me miras?
¿Podré saber si aun me amas?
Última edición por Walter Faila el Jue 01 Jun 2023, 00:10, editado 1 vez
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