El hombre quiere morder lo desconocido
y le crea tal ansiedad
que mira al infinito pidiendo
poder tocar la gloria de unos cielos
construidos sin materia, sin tiempo,
y revestidos con la inmensa potestad
de Alguien que nos enseña lo verdadero.
Partiendo en este punto exacto
¿Quién como Dios?
Nadie.
Nunca una maravilla tan bien guardada
la han querido manosear tantos.
Así las cosas dejemos que lo finito
sea atendido por su creador
en la ciencia exacta que Él nos da
para gloria y alabanza de su Nombre.
Sigamos con la historia de los tiempos
y que la materia crezca hacia su finiquito
como dádiva con la muerte
hacia un Dios que en lo material
nos ha dado el gozo de la materia con tiempo
para que lo eterno sea lo verdadero
con el revestimiento de el alma inmortal.
Es la persona ante dos dualidades
que se cierne a la vida
siendo amados por un Ser bondadoso
que quiere, dentro de nuestra libertad,
que cumplamos con nuestra vida
entregándola cuando él diga
irremediablemente con nuestra existencia.
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