Se cuela la luz por las rendijas,
y sus transparentes rebonitos,
caen y sonrosean mis mejillas,
se abren mis ojos ya despacito.
En la pared está un pantano,
la montaña se refleja en él,
al lado de mi cama colgado,
es alegría en mi amanecer.
La noche no se quiere ir,
su negro aquí espanta,
hay un oscuro devenir
litiga con mis mañanas.
Confío en mi despertar,
al infinito se va el soñar,
se establece la realidad,
y resurge ya la claridad.
Al cuadro del diafano pantano,
mudo a la vida que no fluye,
le falta el sonido y el encanto,
el natural sucedáneo confunde.
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