Un arroyo que corre entre piedras
flores silvestres de muchos colores,
árboles con ramas dándonos su sombra
perfume a gramilla que forma una alfombra.
El cielo tan celeste con algunas nubes
un pájaro canta rompiendo el silencio,
allá a la distancia unos cerros vírgenes
muchas manos juntas formando un cuenco.
Mí casita blanca con su chimenea
más una cocina con aroma a pan,
la mesa puesta como con esperas
el amor de un hombre que no llegará.
Una suave música como de clarines
la imagen de Cristo puesta en el altar,
un rosario blanco con perlas trenzadas
con mis dos ojos rojos de tanto llorar.
Catalina de Alvarado
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