amanece todo luminoso, propiciando
a Claudia y Ángel la dicha más inefable,
al nacer, en la madrugada, su hijo Víctor
lleno de encanto y de vida, que augura,
por su belleza y ternura, la mayor felicidad
que en la tierra pueden los padres alcanzar.
Ver su carita de cielo con sus chiquitas manitas,
al igual que sus piececitos, causa arrobo y placer,
y hace pensar en la dicha que esa menuda cosita
poquito a poco irá creciendo, hasta alcanzar
ser un hombre de verdad, para sus padres honrar
Y con tan hermosos pensamientos, los padres
no cejan de darle gracias al misericordioso Dios,
por haberles concedido, después de tanta vicisitud,
este inapreciable don de un hijo para su amor.
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