“Hora, te alejas de mí.
Tu batir de alas me hiere”
A Rilke
El árbol dio sus frutos, con la magia de las palabras,
¡cuántas veces, en las ramas vacías
la voz solitaria cantaba al mundo!,
y, su máscara de imágenes entre la música y el atardecer,
jugaban con las plegarias, el recuerdo y el final,
sentían las pulsaciones del corazón todo encerrado
[en él;
cantaban al alba las nostalgias de sus primeras rosas,
del camino cegador cubierto de jardines y muchachas;
y de nuevo, la oscuridad, la vida de día,
del porvenir, la oración en el sueño de los hombres
donde las horas gravitaban como guarda en el viñedo;
la boca de la fuente, la generosa,
“la oreja de la tierra. ¿será cierto que sólo
a si mismo se habla siempre?”
nunca más la fuerza viva perderá su encanto:
“a la tranquila tierra dile: mano.
Al agua viva dile: soy”
Ricardo Serna G
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