No es dolor el que marca la muerte
son ondas de otro lago
que acuden en silencio
para romper el misterio
de las manos sangrantes.
La ira de los mausoleos
refuerza con pretenciosas placas
que mentidas en oro permanecen
anulando la altura del deseo.
Hoy muere el Sol
con un silencio pretendido y pastoso.
Huele a tumbas de paseo turístico
y claman en rictus de ausencia:
Larreta
Bioy Casares
José Hernández
y en manos extendidas "Martín Fierro."
En un ángulo de penitentes
la Biblia con ritmo
profano
entrega sentencias del Eclesiastés
junto a una iglesia difuminada.
¿Qué espíritu vive al otro lado del espectro?
Sólo los muertos conocen la clave de la vida.
Sólo la inmensidad sabe de muerte y de prehistoria
Nadie puede acudir más allá de la luz.
Nadie es pensamiento sin un deseo que lo proclame.
En la incertidumbre,
abandono el mármol de promesas
sin entregar más tiempo a liras de ultratumba
y regreso a la luz de un tiempo definido.
En la pradera de "La Recoleta"
vive un bosque entregado
donde florece la guitarra de Leo Brower.
Canta la lluvia, flota la presencia
y volteo mis campanas en un tango
y en la cerveza de un floreado café.
"Caminito que el tiempo ha borrado..."
El camarero sonríe mi desentono
y después de pagar seis pesos
vuelvo al color de las avenidas.
son ondas de otro lago
que acuden en silencio
para romper el misterio
de las manos sangrantes.
La ira de los mausoleos
refuerza con pretenciosas placas
que mentidas en oro permanecen
anulando la altura del deseo.
Hoy muere el Sol
con un silencio pretendido y pastoso.
Huele a tumbas de paseo turístico
y claman en rictus de ausencia:
Larreta
Bioy Casares
José Hernández
y en manos extendidas "Martín Fierro."
En un ángulo de penitentes
la Biblia con ritmo
profano
entrega sentencias del Eclesiastés
junto a una iglesia difuminada.
¿Qué espíritu vive al otro lado del espectro?
Sólo los muertos conocen la clave de la vida.
Sólo la inmensidad sabe de muerte y de prehistoria
Nadie puede acudir más allá de la luz.
Nadie es pensamiento sin un deseo que lo proclame.
En la incertidumbre,
abandono el mármol de promesas
sin entregar más tiempo a liras de ultratumba
y regreso a la luz de un tiempo definido.
En la pradera de "La Recoleta"
vive un bosque entregado
donde florece la guitarra de Leo Brower.
Canta la lluvia, flota la presencia
y volteo mis campanas en un tango
y en la cerveza de un floreado café.
"Caminito que el tiempo ha borrado..."
El camarero sonríe mi desentono
y después de pagar seis pesos
vuelvo al color de las avenidas.
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