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    Jesús Ferrero (1952-

    Pedro Casas Serra
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    Jesús Ferrero (1952- Empty Jesús Ferrero (1952-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 28 Mar 2024, 06:04

    ,


    Jesús Ferrero (Zamora, 30 de diciembre de 1952) es un escritor español.

    Biografía

    Pasó su juventud en Pamplona, Barcelona, Ginebra, Madrid y París. En la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de la capital francesa se graduó en Historia Antigua referida al mundo griego, a la vez que ejercía de portero de noche en el Hotel Marigni. Allí escribió su primera novela, Bélver Yin (1981), con la que obtendría el Premio Ciudad de Barcelona de 1982, y cuyo notable éxito de crítica y público, así como su corte con la tradición literaria española, la señalan como uno de los referentes más importantes de la nueva literatura de la España democrática.​ El crítico Rafael Conte la calificó en su momento como "la primera novela más sorprendente, espléndida y fascinante de los últimos lustros de la literatura española".​

    En 1986, publicó su segunda novela, Opium, residiendo ya en Barcelona, ciudad donde también escribiría Lady Pepa, Débora Blenn, Alis el Salvaje, Los reinos combatientes, El secreto de los dioses, El efecto Doppler (Premio Plaza & Janés, 1990), y el relato Besos en tu suéter manchado de vino.

    Ferrero se trasladó en 1994 a Madrid, donde impartirá cursos en la Escuela de Letras de Madrid durante más de una década, y donde ha escrito el resto de su producción literaria desde las novelas Amador o la narración de un hombre afortunado.

    Ha escrito también una novela a modo de folletín que apareció en el diario madrileño El Independiente con el título de Un amor en Berlín, y de un libro sobre la cultura china: Pekín de la Ciudad Prohibida. Sus obras han sido traducidas al inglés, al alemán, al francés ( Bélver Yin, Las trece rosas, Las veinte fugas de Básil, Las siete ciudades del Cíbola, Besos en tu suéter manchado de vino), o al chino ( Bélver Yin), entre otras lenguas.

    En el número doble que la Revista de Occidente dedicó a la Narrativa española actual, Ferrero publicó un fragmento de su novela corta La era de la niebla, encabezado por el siguiente texto:

       Mi poética podría resumirse en seis aforismos:

           La fusión de patetismo e inteligencia ha dado a menudo obras maestras; en cambio, el patetismo a solas es la peor escuela poética.
           Es casi seguro que sólo sobrevive lo que no es nuestro, lo que nos excede, lo que, al leerlo, nos parece ajeno.
           Al arte no han de exigírsele ni justificaciones previas ni moralejas: aditivos imperdonables (y que, no obstante, son muy valorados por los críticos) que matan la obra, instrumentalizándola.
           La imaginación sólo debiera servir para suplir las deficiencias de la visión.
           El arte empieza donde comienza la paradoja, que es la ambigüedad multiplicada. Frases ambiguas lo son muchas, pero no ocurre lo mismo con las frases paradójicas. Para que la paradoja aflore es necesario que a una ambigüedad le suceda otra como respuesta, y que al cruzarse con ella genere en su cópula nuevas paradojas que se encadenen a las anteriores.
           Si un día un autor me dijera: "Aspiro a conquistar un lenguaje escrupulosamente antiliterario, y, al mismo tiempo, profundamente estético", yo le diría: "Creo que estoy contigo, aunque no sé si te entiendo."​

    Poco partidario de las narraciones exhaustivas, solo dos de sus novelas sobrepasan las trescientas páginas, y la mayoría de ellas no tienen más de doscientas.​

    Ferrero es un autor prolífico que ha cultivado diferentes géneros: novela, cuento, poesía, teatro (Las siete ciudades del Cíbola) y ensayo, además de colaborar en la televisión y en el cine. Ferrero es coautor junto a Pedro Almodóvar del guion de Matador, y antes había participado en el rodaje de Robin y Marion, de Richard Lester. Asimismo, firmó el guion literario del Pabellón de la Navegación en la Exposición Universal de Sevilla (1992).​

    Con su ensayo Las experiencias del deseo. Eros y misos (que ganó el Premio Anagrama 2009),​ Ferrero regresa a una escritura reflexiva que no había practicado desde su época universitaria en París, cuando se hallaba escribiendo en francés su tesina sobre Platón y asistía a los cursos de sus maestros, entre los que destacan Nicole Loraux, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Roland Barthes, Jacques Lacan, Pierre Vidal-Naquet y Jean Pierre Vernant.​

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_Ferrero )


    *


    Algunos poemas de Jesús Ferrero, de su libro Las noches rojas, Siruela, 2003.


    LOS JARDINES ROJOS

    A veces tengo sueños
    de una transparencia diamantina.
    Veo islas llenas de cipreses
    en un mar que ni es
    el del origen
    ni es el del fin del tiempo.
    Y en esas islas veo un sol lleno de sed:
    es la hora de los jardines rojos.
    Las islas se convierten en vergeles cárdenos
    flotando en un mar más rojo que el atardecer.
    Prefiero no saber
    qué sentido tienen
    esos jardines en mi mente,
    esos jardines de fiebre y silencio
    y brisas muy leves
    y templetes blancos
    y cipreses rojos.
    Tengo la impresión de que están deshabitados,
    de que nadie
    ha mancillado todavía los jardines del poniente
    que persisten al fondo de mi mente.
    No parecen ubicarse en el lugar de la muerte
    y por eso sé
    que ni siquiera el sueño eterno
    me permitirá llegar alguna vez a ellos.



    PELIRROJA

    para I. G.

    Amo a una pelirroja
    honda como una forma,
    leve como un suspiro.
    Amo a una piel hecha
    de la misma sustancia que la aurora.

    Tiene nombre de paz
    pero es una gata
    de las estepas.
    Amo a una pantera
    escarlata.

    De noche los indios
    danzan
    bajo la luna llena
    de Benarés.
    Las aguas del río
    parecen llamas
    líquidas y hospitalarias.

    Contra ellas se recortan
    las llamas de sus cabellos,
    sus ojos como azogues
    de luz cristalizada.

    Amo su voz en la noche,
    amo sus ojos
    en las tinieblas
    y sus manos en las sombras.

    Al alba los indios
    danzan
    bajo la luna pálida.
    Las aguas del río parecen labios
    líquidos y hospitalarios.


    Pedro Casas Serra
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    Jesús Ferrero (1952- Empty Re: Jesús Ferrero (1952-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 28 Mar 2024, 06:19

    .


    RÍO ROJO

    Dicen que el río Rojo está mucho más allá
    de la torre del silencio:
    la última torre de la última muralla.
    Nadie se ha bañado nunca en el río Rojo
    pero todos han bebido alguna vez sus aguas.
    Aguas que saben a carne, a hierba, a sombras,
    a aire, a fuego, a verbo, a silencio,
    a olvido y a memoria.
    Nadie se ha detenido jamás a orillas
    del río Rojo. Nadie,
    ni en el crepúsculo del alba ni en el de la tarde,
    ha contemplado sus sauces rojos
    en el rojo atardecer,
    nadie.
    Aguas que saben a nieve y a piel,
    a limo y a lágrimas,
    a sudor y a rocío, a principio
    y a fin.
    Aguas urgentes y a la vez pausadas
    que discurren por parajes tan deslumbrantes como
    los soñados,
    y en cuya búsqueda fueron dejando sus huesos
    tantos enviados del emperador...
    Pero el sabio que murió
    al otro lado de la frontera
    vio muchas veces el río Rojo
    y dijo que ese río estaba en su corazón
    y en el tuyo y en el mío,
    si bien para poder
    tocar sus ondas
    había que sobrepasar la torre del silencio:
    (las palabras del desvelamiento
    son siempre
    paradójicas).



    LADY GUANTES ROJOS

    Sólo recuerdo que llevaba guantes rojuos
    y que trabajaba, desnudándose,
    en un teatrillo de Toronto.

    Bebía todos los días
    y una noche se volvió loca
    y salió corriendo del teatrillo
    y corriendo siguió por la John Street
    (que tiene cuarenta kilómetros).

    Iba diciendo que estaba en el infierno
    y que veía próximo el día
    en que todos estarían como ella:
    ardiendo.

    Supongo que ya habrá muerto
    la mujer de los guantes rojos.
    Sus ojos parecían más rojos que sus guantes
    y en sus pupilas brillaban,
    como promesas incandescentes
    las hogueras de una larga
    noche de San Juan
    que ella identificaba
    con la noche de los miserables.

    Esta tarde la he recordado
    y con ella a las mujeres que me hablaban
    en la noche,
    a veces llenas de fiebre,
    a veces llenas de odio,
    a veces llenas de vida,
    a veces llenas de fuerza,
    a veces llenas de duda,
    a veces llenas de muerte,
    y me he hecho una pregunta:
    ¿Qué le ocurre al alma
    cuando se abisma en la locura?

    ¿Que me querían decir
    aquellas alucinaciones de la historia
    que me hablaban en la oscuridad?
    ¿Eran todas sus palabras sombra?
    ¿Eran todas sus palabras muerte
    y soledad?
    ¿Bajo su delirio
    sólo había un remolino de confundidas pasiones
    y un vacío imposible de llenar?



    LA ISLA ROJA

    Si viajas de Rodas a Patmos
    te cruzarás con una isla
    desnuda como las dunas de Marte.
    No hay en ella caminos, ni árboles,
    ni cosa alguna animada.
    He ahí la belleza radial de la tierra
    antes de que llegasen los virus,
    las bacterias, los peces, las aves,
    los seres irracionales y los de razón enferma.

    Si es verdad que la tierra
    apareció sin el hombre y desaparecerá sin él,
    la isla que acabo de mentar
    posee la belleza letal del último día.
    Escollos impresionantes
    de calcinada antinaturaleza. Lugar
    sin alma y sin penas.



    BARCELONA EN ROJO

    Hace muchos años
    pasé por una ciudad populosa
    a orillas del Mediterráneo.
    Inmensas bandadas de cuervos
    sobrevolaban un barrio periférico que daba al mar.
    En la tarde llena de gaviotas rojas
    y cuervos negros, y palomas grises
    era
    escalofriante
    estar en Barcelona.
    Agosto ejecutaba
    su última danza
    de luces de cobre
    y estaba a punto
    de caer la noche.
    Los barcos bramaban
    en la estación marítima
    llena de ecos y voces.
    Una mujer que miraba
    a un paquebote
    y que tenía los labios heridos
    me dijo que estaba descubriendo la condición
    diabólica.
    Yo también
    la estaba descubriendo.
    Supongo que eso se notaba en mis ojos.
    Infectados de noche,
    narcotizados por el aire sulfuroso que llegaba
    desde el cementerio marino
    estábamos descubriendo nuestra condición diabólica
    aquella mujer y yo
    en el muelle de la estación marítima de Barcelona.
    En los barrios altos,
    que daban al cielo
    los perros negros y los perros blancos
    ladraban toda la noche,
    y en Vallvidrera la niebla
    cubría el bosque de Buda y la cúpula de cinc
    del observatorio
    como un cuento gótico transitado por vampiros.
    Yo mismo
    era un vampiro
    y fue precisamente en Vallvidrera
    donde tuve que enfrentarme a otro vampiro
    que parecía una estatua de bronce al rojo vivo.ç
    Y luego, otras noches,
    tomaba absenta en el café de Marsella
    y en el London,
    tomaba sangre, tomaba néctar
    en el café de la Ópera, pequeño teatro
    de las alucinaciones.
    Era una época en que todos parecíamos locos.
    Fue hace mucho tiempo.
    Las calles estaban negras
    y el puerto era un infierno.
    El mar parecía un coloso envenenado.
    Yo era el otro
    y en mis ojos extranjeros
    se estaba reflejando Barcelona en rojo.


    JESÚS FERRERO, Las noches rojas, Siruela, 2003.


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