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    El romance

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 02 Dic 2014, 08:28

    .


    El romance


    Composición formada por un número variable de versos pero par, generalmente octosílabos, con rima asonante los pares y libres los impares. Esquema: -a-a-a-a-a-a-a...


    ***


    EL ROMANCE: ORÍGENES, CARACTERÍSTICAS, TIPOS.

    (sacado de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Romance_(poes%C3%ADa)


    El romance es un tipo de poema característico de la tradición literaria española, ibérica e hispanoamericana compuesto usando la combinación métrica homónima. No debe confundirse con el subgénero narrativo de igual denominación.

    El romance es un poema característico de la tradición oral, y se populariza en el siglo XV, en que se recogen por primera vez por escrito en colecciones denominadas romanceros. Los romances son generalmente poemas narrativos de una gran variedad temática, según el gusto popular del momento y de cada lugar. Se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declamación.

    Orígenes

    Existen dos teorías sobre el origen de los romances: la «teoría tradicionalista», formulada por Gaston Paris, y la «teoría individualista», sostenida por Joseph Bédier. Intentando conciliar ambas, Ramón Menéndez Pidal creó otra que fue llamada «neotradicionalismo».

    Teoría tradicionalista

    Nos explica que los romances pueden tener su origen en la fragmentación de los cantares de gesta. Los juglares iban cantando estas composiciones de tema guerrero de pueblo en pueblo de forma fragmentaria en las plazas públicas, por lo cual el público las memorizaba con facilidad. Como además el público se hacía repetir la parte que más gustaba o que más impresionaba, estos textos se fijaban en la memoria y después se cantaban como cortos poemas autónomos. Así se formaron los romances de tema épico tradicional, que tomaron vida propia e independiente y han perdurado en la tradición oral hasta la actualidad, contaminándose a veces con otros o produciendo numerosas variantes, sobre todo al final de las historias, cuando quien refiere el poema se siente más seguro de la historia como para poderla modificar.
    La métrica también se explica a partir de la epopeya medieval conocida como cantar de gesta, ya que sus versos típicos (alejandrinos o de catorce sílabas) pasaron a ser de dieciséis divididos en dos mitades o hemistiquios de ocho sílabas, separados por una pausa fuerte o cesura que impedía la sinalefa, de forma que se partieron o dividieron en versos octosílabos con una rima que continuó siendo asonante en los versos pares, quedando libres los impares. Este romancero tradicional o Romancero viejo, por otra parte, carecía de agrupaciones estróficas de versos, ya que los cantares de gesta acumulaban sus versos en largas tiradas cada una con una rima asonante distinta con tendencia a la esticomitia, y no en cuartetas asonantes en los pares y libres en los impares como luego preferirá el llamado Romancero nuevo.

    Teoría individualista

    Otros investigadores, por ejemplo Darío Palacios, han rechazado esta hipótesis. Los individualistas creían que el origen de la épica era el “Mester de Clerecía” (u «oficio de los clérigos»); estos eran los hombres poseedores de la cultura, no necesariamente eclesiásticos, y por tanto podían conocer los hechos históricos y redactarlos más tarde; los individualistas creen que los romances son producto de autores concretos clérigos, que empezaron a escribir poemas épicos, y no una colectividad; ligados a un monasterio, escribían poemas de propaganda eclesiástica, para lo cual no dudaban en usar a los juglares como medio de difusión de la cultura (y propaganda de sus monasterios, cultos sepulcrales de héroes allí enterrados y reliquias de santos). Según la teoría de la cantinela, los romances surgieron antes que los cantares de gesta y estos últimos habrían surgido de la unión o refundición, realizada por un autor individual, de varias cantilenas más cortas. Esta tesis ha sido últimamente revitalizada por los trabajos de Colin Smith.

    Teoría actual: Neotradicionalismo

    Características

    Un romance consta de grupos de versos de ocho sílabas (octosílabos) en los que los pares riman en asonante. Los más antiguos pueden añadir para completar la rima la llamada e-paragógica y asimismo no poseen división estrófica; los más modernos agrupan los versos de cuatro en cuatro y no suelen recurrir a este artificio. Todos los romances viejos son anónimos y son influidos en gran manera por la religión, la guerra y el amor.

    Se diferencian de las baladas europeas en preferir el realismo a lo fantástico y en poseer un carácter dramático más marcado. Su estilo se caracteriza por ciertas repeticiones de sintagmas en función rítmica (Río verde, río verde), por un uso algo libre de los tiempos verbales, por la abundancia de variantes (los textos varían y se contaminan entre sí, se «modernizan» o terminan de distinto modo a causa de su transmisión oral) y por el frecuente corte brusco al final, que en las mejores ocasiones aporta un gran misterio al poema.

    Su estructura es variada: algunos cuentan una historia desde el principio hasta el final; otros son sólo la escena más dramática de una historia que consta de varios romances. Entre estos ciclos de romances destacan los consagrados a las historias del Cid y de Bernardo del Carpio.

    Los temas son históricos, legendarios, novelescos, líricos... Algunos servían para publicitar las hazañas de la reconquista de Granada: son los llamados romances noticieros. La vitalidad del Romancero español fue enorme; no sólo perdura en la tradición popular transmitiéndose oralmente hasta la actualidad, sino que inspiró muchas comedias del teatro clásico español del Siglo de Oro y, a través de este, del europeo (por ejemplo, Las mocedades del Cid de Guillén de Castro inspiró Le Cid, de Pierre Corneille). La misma existencia del Romancero nuevo es prueba de ello.

    Difusión

    Los inicios de su difusión impresa tienen lugar a partir de 1510, fundamentalmente a través de los llamados pliegos suelto. Difundidos a través de las ferias, algunos coleccionistas de estos pliegos impresos, elaborados en cortas tiradas ya que se realizaban para agotar las sobras de papel de ediciones mayores en las imprentas, por lo que frecuentemente el texto se cortaba al final por falta de espacio, juntaron sus ejemplares en códices facticios llamados cancioneros de romances. Habrá que esperar la publicación, en Amberes, hacia 1547-1548, del Cancionero de romances de Martín Nucio para disponer finalmente de una verdadera antología del romancero viejo español. La recopilación presenta 156 romances. El Cancionero de romances fue reeditado, sin modificaciones, en Medina del Campo en 1550, y el mismo año en Amberes, por Nucio, que le agregó 32 piezas nuevas. La edición de 1550 sirve de modelo a las tres reimpresiones [1555, 1568, 1581].

    Sólo a partir de 1547-1548 los romanceros son objeto de ediciones separadas y específicas; son las Silvas de varios romances, con una «Primera parte» (Zaragoza, 1550, 1552), otra «Segunda parte» (Zaragoza, 1550, 1552) y hasta una «Tercera parte» (Zaragoza, 1551, 1552); en total, unas quince ediciones de romanceros entre 1548 y 1568, si se tienen en cuenta las tres reediciones del Cancionero de romances y las cuatro ediciones sucesivas de los Romances nuevamente sacados de historias antiguas. Con la Flor de romances recopilada en 1589 por Pedro de Moncayo se inicia la publicación de las antologías de romances nuevos que constituirán el Romancero General de 1600.

    Colecciones

    Los romances han llegado a nosotros a través de varios caminos:

    - Cancioneros manuscritos como el famoso Cancionero musical de Palacio, que conserva las canciones de la corte de los Reyes Católicos; contiene 38 romances.

    - Antologías impresas, como el Cancionero general recopilado por Hernando de Castillo y publicado en 1511; entre sus muchos poemas, hay 48 romances; hubo muchas más de estas antologías.

    - Romanceros, es decir, volúmenes formados exclusivamente por romances, como el famosísimo Cancionero de Romances publicado por el tipógrafo Martín Nucio en Amberes, hacia 1547, que suscitó la imitación de la llamada generación de poetas romancistas (Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora...); fueron también muchos los romanceros que se publicaron después.

    - Pliegos sueltos; eran cuadernillos de cuatro hojas, que se vendían por ferias y ciudades, a muy bajo precio; por su fragilidad, se han perdido en su mayor parte: hoy se conservan sólo unos doscientos cincuenta del siglo XVI en diversas bibliotecas del mundo, que los guardan como objetos preciadísimos.

    - La tradición oral moderna. En efecto, el pueblo continúa aún (pero cada vez menos: los barren las canciones modernas difundidas por la radio y la televisión) cantando romances; se han recogido en la Península, en Canarias y en Hispanoamérica; y también entre las comunidades sefardíes.

    El romancero viejo

    El Romancero español es un grupo de cortos poemas de origen medieval desgajados de los cantares de gesta o poemas épicos castellanos a partir del siglo XIV y transmitidos de forma oral hasta el XIX, en que, merced al interés que el Romanticismo sintió por la literatura medieval, Agustín Durán empezó a recogerlos en sus famosas Colecciones de romances antiguos o Romanceros, Valladolid, 1821, ampliado luego con el título más célebre de Romancero General. Ya en el siglo XX, Ramón Menéndez Pidal y su escuela emprendieron su compilación exhaustiva y empezaron a ordenarlos y estudiarlos.

    Muchos romances provienen especialmente del XV y se conservan gracias a coleccionistas contemporáneos de estas composiciones, que compraban en las ferias en forma de pliegos sueltos y que elaboraban con ellos los llamados cancioneros de romances. Este es el llamado Romancero viejo.

    El romancero nuevo

    Pero desde el siglo XVI incluido y hasta la actualidad ciertos autores (Félix Lópe de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Ángel de Saavedra, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Gerardo Diego) empezaron a imitarlos, enamorados de su particular idiosincrasia, formando un nuevo corpus de poemas al que se llamó Romancero nuevo. Estos romances poseen autor conocido, se transmiten no de forma oral, sino impresa, están divididos en estrofas (cuartetas de versos asonantados) e imitan los géneros y el estilo del Romancero Viejo, aunque por otra parte amplían los temas y modifican las formas, adaptándolos a veces a la letrilla y añadiendo estribillos.

    Tipos de romances

    Existen diferentes clasificaciones de los romances atendiendo a distintos criterios.

    Por su cronología

    - Romancero Viejo: el que proviene de la descomposición de antiguos cantares de gesta castellanos, de autor anónimo, no dividido en cuartetas y que se origina fundamentalmente en los siglos XIV y XV y transmitido de forma oral de padres a hijos.

    - Romancero Nuevo: el creado a imitación del Romancero Viejo por autores conscientes, transmitido por vía escrita en colecciones de romances o Cancioneros de romances de pliegos de cordel y dividido en pequeñas estrofas o cuartetas de cuatro versos, que abarca toda la producción de romances entre los siglos XVI y XXI. Compusieron estos romances Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Luis de Góngora, Meléndez, el Duque de Rivas, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez,la Generación del 27 (Federico García Lorca y otros) etcétera....

    Por su estructura interna

    Los romances poseen una trama narrativa en la que se distinguen un marco, una situación inicial, una complicación y una resolución.

    - El marco está formado por los personajes, el lugar y el momento de la acción.

    - En la situación inicial, se plantea un conflicto o problema.

    - En la complicación, ocurre el desarrollo del conflicto que se ha presentado.

    - Por último, en la resolución el conflicto se soluciona para bien o para mal. Como característica típica del romance, el final es trunco o abierto y también la inclusión del diálogo en los romances es un recurso muy utilizado.

    Fundamentalmente, son tres las estructuras que aparecen:

    - Romance escena: se trata del momento más dramático, emotivo o culminante de una historia cuyo principio y fin no se refiere; por ejemplo, El infante Arnaldos o el Romance del prisionero.

    - Romance historia: narran una historia con principio y fin; por ejemplo, el Romance del Conde Olinos.

    - Romance con estribillo: utilizan un estribillo, como el romance ¡Ay de mi Alhama!

    Por su temática

    La clasificación más habitual es esta:

    - Romances históricos: Tratan temas históricos o legendarios pertenecientes a la historia nacional, como, el Cid, Bernardo del Carpio, etc.

    - Romances carolingios: Están basados en los cantares de gesta franceses: batalla de Roncesvalles, Carlomagno, etc.

    - Romances fronterizos: Narran los acontecimientos ocurridos en el frente o frontera con los moros durante la Reconquista.

    - Romances novelescos: Con gran variedad de temas, aunque frecuentemente están inspirados en el folclore español y asiático.

    - Romances líricos: Son una función de la libre imaginación y el gusto personal. Menéndez Pidal señala los rasgos subjetivos y sentimentales que reemplazan los detalles menos dramáticos del cantar de gesta original. Se eliminan los elementos narrativos considerados secundarios, y el romance abandona el contexto, enfatizando la acción inmediata. El poeta anónimo puede expresar sus sentimientos amorosos o favorecer temas folclóricos, personajes mitológicos, y sucesos fantásticos.

    - Romances épicos: cuentan las hazañas de héroes históricos.

    - Romances vulgares o de ciegos: narran hechos sensacionalistas, crímenes horrendos, hazañas de guapos o bandoleros como los siete del famoso Francisco Esteban, milagros, portentos etcétera.

    Recursos internos o textuales

    - Repetición léxica: es la reiteración de un vocablo, con el cual se destaca aquello en que se quiere que el lector u oyente haga hincapié.

    - Repetición variada: es la utilización de la misma familia de palabras en todo el romance.

    - Aliteración: es la reiteración fonética de una letra.

    - Construcción paralela: se produce cuando hay repeticiones semánticas, es decir, reiteraciones de significado, o repeticiones de estructuras gramaticales.

    - Imágenes sensoriales: corresponden a cada uno de los cinco sentidos. (Imagen visual, olfativa, auditiva, táctil y gustativa).

    Recursos extratextuales

    - Comienzo con un personaje en movimiento: Ej.: «hablando estaba el claustro».

    - Localización temporal: se realiza mediante una fecha religiosa o significativa para el lugar originario del romance.

    - Localización de la acción: es generalmente a orillas del mar, de un lago, en una torre o un campo de batalla.

    Música

    Las tonadas de los romances son de carácter popular y de corta extensión. Por lo general, se repiten cada cuatro versos a modo de cantilena. Desde el punto de vista formal, estas tonadas suelen componerse de dos frases melódicas, la primera de cadencia suspensiva y la segunda conclusiva. Existen romances cuyo fraseo melódico es más largo y elaborado que el citado, aunque en estos casos se recurre a la repetición de uno o varios versos para lograr el perfecto encaje de la letra y la música.

    Trascendencia

    El Romancero sugestionó, como ya había hecho en el Siglo de Oro, la imaginación de los medievalizantes poetas del Romanticismo europeo e hispánico. Durante el siglo XIX menudearon las traducciones de estas baladas españolas al inglés, al francés y al alemán. El romancero influyó en algunos poemas de Víctor Hugo. En Austria Barbara Elisabeth Glück escribió un Romancero (1845) y en Alemania la imitó Heinrich Heine con otro Romanzero (1851).

    Bibliografía

    Juan Alborg. «La épica popular, el Romancero», Cap. IX, Historia de la literature española, tomo I. «Edad Media y Renacimiento». Madrid: Gredos, 1972, pp. 399-437.

    Daniel Eisenberg. "El romance visto por Cervantes", trad. de Elvira de Riquer, Estudios cervantinos, Barcelona, Sirmio, 1991, ISBEN 8477690375, pp. 57-82.

    Mario Garvin, Scripta Manent. Hacia una edición crítica del romancero impreso (Siglo XVI), Madrid, Iberoamericana, 2007.

    Alejandro González Segura, Romancero, Madrid, Alianza Editorial, 2008.

    Ramón Menéndez Pidal. Romancero Hispánico … Teoría e historia. vol. I. Madrid: Epasa-Calpe, 1953, pág. 60.

    S. G. Morley, A Chronological List of Early Spanish Ballads. Hispanic Review, vol. 13, 194, pp. 273-87.

    R. H. Webber. «Formulistic Diction in the Spanish Ballad». University of California Publications in Modern Philology, vol. 34, núm. 2 (1951), pp. 175-278.





    ROMANCES EN ESPAÑA:



    A) ROMANCES VIEJOS:



    LA JURA DE SANTA GADEA (Romance del Cid, Anónimo, 1344)

    En Santa Águeda de Burgos,
    do juran los hijosdalgo,
    le tomaban jura a Alfonso,
    por la muerte de su hermano.
    Tomábasela el buen Cid,
    ese buen Cid castellano,
    sobre un cerrojo de hierro
    y una ballesta de palo,
    y con unos Evangelios
    y un crucifijo en la mano.
    Las palabras son tan fuertes
    que al buen rey ponen espanto:
    -Villanos te maten, Rey
    villanos que no hidalgos,
    si no dices la verdad,
    de lo que eres preguntado,
    sobre si fuistes o no
    en la muerte de tu hermano.-
    Las juras eran tan fuertes
    que el rey no las ha otorgado.
    Allí hablara un caballero,
    que del rey es más privado;
    -Haced la  jura, buen  rey,
    no tengáis de eso cuidado,
    que  nunca  fue  rey  traidor,
    ni papa descomulgado.-
    Jurado había el buen rey
    que en tal nunca fue hallado;
    Pero también dijo presto,
    malamente y enojado:
    -¡Muy mal me conjuras, Cid!
    ¡Cid, muy mal me has conjurado!
    Porque hoy le tomas la jura
    a quien besarás la mano.
    Vete de mis tierras, Cid,
    mal caballero probado,
    y no vengas más a ellas
    desde este día en un año.
    -Pláceme, dijo el buen Cid,
    pláceme, dijo, de grado,
    por un año me destierras,
    yo me destierro por cuatro.



    LINAJE DE BERNARDO DEL CARPIO (Romance de Bernardo del Carpio, Anónimo, siglo XV)

    En los reinos de Leónónimo
    el casto Alfonso reinaba;
    hermosa hermana tenía
    doña Jimena se llama.
    Enamórase de ella
    ese conde de Saldaña,
    mas no vivía engañado
    porque la infanta lo amaba.
    Muchas veces fueron juntos
    que nadie lo sospechaba;
    de las veces que se vieron
    la infanta quedó preñada.
    La infanta parió a Bernaldo
    y luego monja se entraba;
    mandó el rey prender al conde
    y ponerlo muy gran guarda.



    ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA

    Paseábase el rey moro
    por la ciudad de Granada
    desde la puerta de Elvira
    hasta la de Vivarambla
    -¡Ay de mi Alhama!
    Cartas le fueron venidas
    que Alhama era ganada.
    Las cartas echó en el fuego,
    y al mensajero matara.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Descabalga de una mula
    y en un caballo cabalga;
    por el Zacatín arriba
    subido se había al Alhambra.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Como en el Alhambra estuvo,
    al mismo punto mandaba
    que se toquen sus trompetas,
    sus añafiles de plata.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Y que las cajas de guerra
    apriesa toquen el arma,
    porque lo oigan sus moros,
    los de la vega y Granada.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Los moros, que el son oyeron
    que al sangriento Marte llama,
    uno a uno y dos a dos
    juntado se ha gran batalla.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Allí habló un moro viejo,
    de esta manera hablara:
    -¿Para qué nos llamas, rey?
    ¿Para qué es esta llamada?
    -¡Ay de mi Alhama!
    -Habéis de saber, amigos,
    una nueva desdichada:
    que cristianos de braveza
    ya nos han ganado Alhama.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Allí habló un alfaquí,
    de barba crecida y cana:
    -¡Bien se te emplea, buen rey,
    buen rey, bien se te empleara!
    -¡Ay de mi Alhama!
    Mataste los Bencerrajes,
    que eran la flor de Granada,
    cogiste los tornadizos
    de Córdoba la nombrada.
    -¡Ay de mi Alhama!
    Por eso mereces, rey,
    una pena muy doblada:
    que te pierdas tú y el reino,
    y aquí se pierda Granada.
    -¡Ay  de mi Alhama!



    ROMANCE DE ABENÁMAR - Anónimo, siglo XV

    -¡Abenámar, Abenámar,
    moro de la morería,
    el día que tú naciste
    grandes señales había!
    Estaba la mar en calma,
    a luna estaba crecida,
    moro que en tal signo nace
    no debe decir mentira.

    Allí respondiera el moro,
    bien oiréis lo que diría:
    -Yo te lo diré, señor,
    aunque me cueste la vida,
    porque soy hijo de un moro
    y una cristiana cautiva;
    siendo yo niño y muchacho
    mi madre me lo decía
    que mentira no dijese,
    que era grande villanía:
    por tanto, pregunta, rey,
    que la verdad te diría.
    -Yo te agradezco, Abenámar,
    aquesa tu cortesía.
    ¿Qué castillos son aquéllos?
    ¡Altos son y relucían!

    -El Alhambra era, señor,
    y la otra la mezquita,
    los otros los Alixares,
    labrados a maravilla.
    El moro que los labraba
    cien doblas ganaba al día,
    y el día que no los labra,
    otras tantas se perdía.
    El otro es Generalife,
    huerta que par no tenía;
    el otro Torres Bermejas,
    castillo de gran valía.
    Allí habló el rey don Juan,
    bien oiréis lo que decía:
    -Si tú quisieses, Granada,
    contigo me casaría;
    daréte en arras y dote
    a Córdoba y a Sevilla.
    -Casada soy, rey don Juan,
    casada soy, que no viuda;
    el moro que a mí me tiene
    muy grande bien me quería.



    ROMANCE DE FONTEFRIDA - Anónimo, siglo XV

    Fontefrida, Fontefrida,
    Fontefrida y con amor,
    do todas las avecicas
    van tomar consolación,
    si no es la tortolica
    que está viuda y con dolor.
    Por ahí fuera pasar
    el traidor del ruiseñor,
    las palabras que él decía
    llenas son de traición;
    -Si tu quisieses, señora,
    yo sería tu servidor.
    -Vete de ahí, enemigo,
    malo, falso, engañador,
    que ni poso en ramo verde,
    ni en prado que tenga flor,
    que si hallo el agua clara,
    turbia la bebía yo;
    que no quiero haber marido,
    porque hijos no haya, no,
    no quiero placer con ellos,
    ni menos consolación.
    Déjame, triste enemigo,
    malo, falso, mal traidor,
    que no quiero ser tu amiga
    ni casar contigo, no.



    EL INFANTE ARNALDOS - Anónimo, siglo XV

    ¡Quien hubiera tal ventura
    sobre las aguas del mar
    como hubo el infante Arnaldos
    la mañana de San Juan!
    Andando a buscar la caza
    para su falcón cebar,
    vio venir una galera
    que a tierra quiere llegar;
    las velas trae de sedas,
    la ejarcia de oro terzal,
    áncoras tiene de plata,
    tablas de fino coral.
    Marinero que la guía,
    diciendo viene un cantar,
    que la mar ponía en calma,
    los vientos hace amainar;
    los peces que andan al hondo,
    arriba los hace andar;
    las aves que van volando,
    al mástil vienen posar.
    Allí hablo el infante Arnaldos,
    bien oiréis lo que dirá:
    -Por tu vida, el marinero,
    dígasme ora ese cantar.
    Respondióle el marinero,
    tal respuesta le fue a dar:
    -Yo no canto mi canción
    sino a quién conmigo va.



    ROMANCE DE ROSALINDA (Romance Viejo Anónimo)

    A las puertas del palacio
    de una señora de bien,
    llega un lindo caballero
    corriendo a todo correr.

    Como el oro es su cabello,
    como la nieve su tez;
    sus ojos como dos soles
    y su voz como la miel.

    - Que Dios os guarde, señora.
    - Caballero, a vos también.
    - Ofrecedme un vaso de agua.
    que vengo muerto de sed.
    - Tan fresca como la nieve,
    caballero, os la daré,
    que la cogieron mis hijas
    al punto de amanecer.
    - ¿ Son hermosas vuestras hijas ?
    - Como un sol de Dios las tres.
    - Decidme como se llaman
    si en ello gusto tenéis.
    - La mayor se llama Elena,
    y la segunda Isabel,
    y la más pequeña de ellas
    Rosalinda la nombré.
    - Decid a todas que salgan,
    que las quiero conocer.
    - La mayor y la mediana
    al punto aquí las tendréis.
    Rosalinda, caballero,
    os ruego la perdonéis:
    por vergüenza y cobardía
    no quiere dejarse ver.
    - Lindas son las dos que veo,
    lindas son como un clavel,
    pero más linda será
    la que no se deja ver.

    A la puerta del palacio
    de la señora de bien,
    llegan siete caballeros,
    siete semanas después.

    - Preguntadme, caballeros,
    yo os sabré responder.
    - Tres hijas como tres rosas,
    nos han dicho que tenéis,
    la más pequeña de todas
    sin temor nos la entreguéis,
    que en los palacios reales
    va a casarse con el rey.



    ROMANCE DE LA NIÑA ADORMECIDA (Romance Viejo Anónimo)

    La mañana de San Juan
    tres horas antes del día,
    salíme yo a pasear
    por una huerta florida.

    En medio de aquella huerta
    un alto ciprés había,
    el tronco tenía de oro,
    las ramas de plata fina.

    A la sombra del ciprés
    vide sentada a una niña.
    mata de pelo tenía
    que todo el prado cubría,
    con peine de oro en la mano
    lo peinaba y lo tejía,
    luego que lo hubo peinado
    la niña se adormecía.

    Ha bajado un ruiseñor
    con alegre cantoría,
    y posado se ha en el pecho
    de la niña adormecida.



    ROMANCE DE LA DONCELLA GUERRERA (Anónimo)

    A un capitán sevillano
    siete hijas le dio Dios
    y tuvo la mala suerte
    que ninguno fue varón.

    Un día la más pequeña
    le cayó la inclinación
    de que se fuera a la guerra
    vestidita de varón.

    - Hija, no vayas, no vayas,
    que te van a conocer,
    llevas el pelo muy largo
    y dirán que eres mujer.

    - Padre, si lo llevo largo,
    padre, córtemelo usted
    que con el pelo cortado
    un varón pareceré.

    Siete años en la guerra
    y nadie la conoció.
    Un día al subir al caballo
    la espada se le cayó
    y en vez de decir maldito,
    dijo, ¡maldita sea yo!

    El rey que la estaba oyendo
    a palacio la llevó;
    arreglaron los papeles
    y con ella se casó.
    Aquí se acaba la historia
    de la niña y el varón.



    ROMANCE DE LAS TRES CAUTIVAS  (Anónimo)

    En el campo moro,
    entre las olivas,
    allí cautivaron
    tres niñas perdidas;
    el pícaro moro
    que las cautivó
    a la reina mora
    se las entregó.
    - Toma, reina mora,
    estas tres cautivas,
    para que te valgan,
    para que te sirvan.
    - ¿Como se llamaban?,
    ¿Como les decían?
    - La mayor Constanza,
    la menor Lucia,
    y la más chiquita,
    la llamaban María.

    Constanza amasaba,
    Lucia cernía,
    y la más chiquita
    agua les traía.

    Un día en la fuente,
    en la fuente fría, 
    con un pobre viejo,
    se halló la más niña.
    - ¿Donde vas, buen viejo,
    camina, camina?
    - Así voy buscando
    a mis tres hijitas.
    - ¿Como se llamaban?
    ¿Como les decían?
    - La mayor Constanza,
    la menor Lucia,
    y la más pequeña,
    se llama María.
    - Usted es mi padre.
    - ¡Tú eres mi hija!
    - Yo voy a contarlo
    a mis hermanitas.
    - ¿No sabes, Constanza,
    no sabes, Lucía,
    que he encontrado a padre
    en la fuente fría?
    Constanza lloraba,
    lloraba Lucía,
    y la más pequeña
    de gozo reía.



    ROMANCE DE LA CONDESITA

    Grandes guerras se publican
    en la tierra y en el mar
    y al conde Flores le nombran
    por Capitán General.

    Lloraba la condesita,
    no se puede consolar;
    acaban de ser casados
    y se tienen que apartar.

    - ¿ Cuántos días, cuántos meses
    piensas estar por allá ?

    - Deja los meses, condesa,
    por años debes contar,
    si a los tres años no vuelvo,
    viuda te puedes llamar.

    Pasan los tres y los cuatro,
    nuevas del conde no hay;
    ojos de la condesita
    no cesaban de llorar.

    Un día, estando a la mesa,
    su padre la empieza a hablar:

    - Cartas del conde no llegan,
    nueva vida tomarás;
    condes y duques te piden,
    te debes, hija, casar.

    - Carta en mi corazón tengo
    que don Flores vivo está.
    No lo quiera Dios del cielo
    que yo me vuelva a casar.
    Dame licencia, mi padre,
    para el conde ir a buscar.

    - La licencia tienes, hija,
    mi bendición además.

    Se retiró a su aposento,
    llora que te llorarás;
    se quitó medias de seda,
    de lana las fue a calzar;
    dejó zapatos de raso,
    los puso de cordobán;
    un brial de seda verde
    que valía una ciudad,
    y encima del brial puso
    un hábito de sayal;
    esportilla de romera
    sobre el hombro se echó atrás;
    cogió el bordón en la mano
    y se fue a peregrinar.

    Anduvo siete reinados,
    morería y cristiandad;
    anduvo por mar y tierra,
    no pudo al conde encontrar;
    cansada va la romera,
    que ya no puede andar más.

    Subió a un puerto, miró al valle
    un castillo vio asomar:

    - Si aquel castillo es de moros,
    allí me cautivarán;
    mas si es de buenos cristianos,
    ellos me han de remediar.

    Y bajando unos pinares,
    gran vacada fue a encontrar:

    - Vaquerito, vaquerito,
    te quería preguntar
    ¿ de quién llevas tantas vacas,
    todas de un hierro y señal ?

    - Del conde Flores, romera,
    que en aquel castillo está.

    - Vaquerito, vaquerito,
    más te quiero preguntar
    del conde Flores tu amo,
    ¿cómo vive por acá ?

    - De la guerra llegó rico;
    mañana se va a casar,
    ya están muertas las gallinas,
    y están amasando el pan;
    muchas gentes convidadas,
    de lejos llegando van.

    - Vaquerito, vaquerito,
    por la Santa Trinidad,
    por el camino más corto
    me has de encaminar allá.

    Jornada de todo el día,
    en medio la hubo de andar;
    llegada frente al castillo,
    con don Flores fue a encontrar,
    y arriba vio estar la novia
    en un alto ventanal.

    - Dame limosna buen conde,
    por Dios y por caridad.

    - ¡ Oh, qué ojos de romera,
    en mi vida los vi tal !

    - Sí los habrás visto, conde,
    si en Sevilla estado has.

    - La romera, ¿es de Sevilla ?
    ¿ Qué se cuenta por allá ?

    - Del conde Flores, señor,
    poco bien y mucho mal.

    Echó la mano al bolsillo,
    un real de plata la da.

    - Para tan grande señor,
    poca limosna es un real.

    - Pues pida la romerica,
    que lo que pida tendrá.

    - Yo pido ese anillo de oro
    que en tu dedo chico está.

    Abrióse de arriba abajo
    el hábito de sayal:

    - ¿ No me conoces, buen conde ?
    Mira si conocerás
    el brial de seda verde
    que me diste al desposar.

    Al mirarla en aquel traje,
    cayóse el conde hacia atrás.
    Ni con agua ni con vino
    se le puede recordar,
    si no es con palabras dulces 
    que la romera le da. 

    La novia bajó llorando
    al ver al conde mortal
    y abrazando a la romera
    se lo ha venido a encontrar.

    - Malas mañas sacas, conde,
    no las podrás olvidar;
    que en viendo una buena moza
    luego la vas a abrazar.
    Mal haya la romerica,
    quien la trajo para acá.

    - No la maldiga ninguno
    que es mi mujer natural.
    Con ella vuelvo a mi tierra:
    adiós, señores, quedad;
    quédese con Dios la novia
    vestidita y sin casar;
    que los amores primeros
    son muy malos de olvidar.



    ROMANCE DE LA LOBA PARDA

    Estando yo en la mi choza,
    pintando la mi cayada,
    las cabrillas altas iban
    y la luna rebajada;
    mal barruntan las ovejas,
    no paran en la majada.

    Vide venir siete lobos
    por una oscura cañada,
    venían echando suertes
    cuál entrará a la majada;

    Le tocó a una loba vieja
    patituerta, cana y parda,
    que tenía los colmillos
    como puntas de navaja.

    Dio tres vueltas al redil
    y no pudo sacar nada;
    a la otra vuelta que dió,
    sacó la borrega blanca,
    hija de la oveja churra,
    nieta de la orejisana,
    la que tenían mis amos
    para el Domingo de Pascua.

    - ¡Acá mis siete cachorros,
    acá perra trujillana,
    acá perro el de los hierros,
    a correr la loba parda!
    Si me cobráis la borrega,
    cenaréis leche y hogaza;
    y si no me la cobráis,
    cenaréis de mi cayada.

    Los perros tras de la loba,
    las uñas se esmigajaban;
    la corrieron siete leguas
    por unas tierras aradas.

    Al subir un cotarrillo
    la loba ya va cansada:
    - Tomad perros la borrega
    sana y buena como estaba.

    - No queremos la borrega
    de tu boca alobadada,
    que queremos tu pellejo
    pa' el pastor una zamarra;
    el rabo para correas,
    para atacarse las bragas;
    de la cabeza un zurrón,
    para meter las cucharas;
    las tripas para vihuelas,
    para que bailen las damas.



    ROMANCE DEL PRISIONERO (Anónimo)

    Que por Mayo era por Mayo,
    cuando hace la calor,
    cuando los trigos encañan
    y están los campos en flor,
    cuando canta la calandria
    y responde el ruiseñor,
    cuando los enamorados
    van a servir al amor;
    sino yo triste cuitado,
    que vivo en esta prisión,
    que ni sé cuando es de día
    ni cuando las noches son,
    sino por una avecilla
    que me cantaba al albor.
    Matómela un ballestero;
    dele Dios mal galardón.




    B) ROMANCES NUEVOS



    ROMANCE - Miguel de Cervantes (1547-1616)

    Yace donde el sol se pone,
    entre dos tajadas peñas,
    una entrada de un abismo,
    quiero decir, una cueva
    profunda, lóbrega, escura,
    aquí mojada, allí seca,
    propio albergue de la noche,
    del horror y las tinieblas.
    Por la boca sale un aire
    que al alma encendida yela,
    y un fuego, de cuando en cuando,
    que el pecho de yelo quema.
    Óyese dentro un rüido
    como crujir de cadenas
    y unos ayes luengos, tristes,
    envueltos en tristes quejas.
    Por las funestas paredes,
    por los resquicios y quiebras
    mil víboras se descubren
    y ponzoñosas culebras.
    A la entrada tiene puesto[s],
    en una amarilla piedra,
    huesos de muerto encajados
    de modo que forman letras,
    las cuales, vistas del fuego
    que arroja de sí la cueva,
    dicen: «Ésta es la morada
    de los celos y sospechas».
    Y un pastor contaba a Lauso
    esta maravilla cierta
    de la cueva, fuego y yelo,
    aullidos, sierpes y piedra,
    el cual, oyendo, le dijo:
    «Pastor, para que te crea,
    no has menester juramentos
    ni hacer la vista esperiencia.
    Un vivo traslado es ése
    de lo que mi pecho encierra,
    el cual, como en cueva escura,
    no tiene luz, ni la espera.
    Seco le tienen desdenes
    bañado en lágrimas tiernas;
    aire, fuego y los suspiros
    le abrasan contino y yelan.
    Los lamentables aullidos,
    son mis continuas querellas,
    víboras mis pensamientos
    que en mis entrañas se ceban.
    La piedra escrita, amarilla,
    es mi sin igual firmeza,
    que mis huesos en la muerte
    mostrarán que son de piedra.
    Los celos son los que habitan
    en esta morada estrecha,
    que engendraron los descuidos
    de mi querida Silena».
    En pronunciando este nombre,
    cayó como muerto en tierra,
    que de memorias de celos
    aquestos fines se esperan.



    A MIS SOLEDADES VOY - Lope de Vega (1562–1635)

    A mis soledades voy.
    De mi soledades vengo,
    Porque para andar conmigo
    Me bastan mis pensamientos.
    ¡No sé qué, tiene la aldea
    Donde vivo y donde muero,
    Que con venir de mí mismo
    No puedo venir más lejos!
    Ni estoy bien ni mal conmigo;
    Mas dice mi entendimiento
    Que un hombre que todo es alma
    Está cautivo en su cuerpo.
    Entiendo lo que me basta,
    Y solamente no entiendo
    Cómo se sufre a sí mismo
    Un ignorante soberbio.
    De cuantas cosas me cansan,
    Fácilmente me defiendo;
    Pero no puedo guardarme
    De los peligros de un necio.
    Él dirá que yo lo soy,
    Pero con falso argumento;
    Que humildad y necedad
    No caben en un sujeto.
    La diferencia conozco,
    Porque en él y en mí contemplo,
    Su locura en su arrogancia,
    Mi humildad en su desprecio.
    O sabe naturaleza
    Más que supo en otro tiempo,
    O tantos que nacen sabios
    Es porque lo dicen ellos.
    «Sólo sé que no sé nada»,
    Dijo un filósofo, haciendo
    La cuenta con su humildad,
    Adonde lo más es menos.
    No me precio de entendido,
    De desdichado me precio;
    Que los que no son dichosos,
    ¿Cómo pueden ser discretos?
    No puede durar el mundo,
    Porque dicen, y lo creo,
    Que suena a vidrio quebrado
    Y que ha de romperse presto.
    Señales son del juicio
    Ver que todos le perdemos,
    Unos por carta de más,
    Otros por carta de menos.
    Dijeron que antiguamente
    Se fue la verdad al cielo:
    Tal la pusieron los hombres
    Que desde entonces no ha vuelto.
    En dos edades vivimos
    Los propios y los ajenos,
    La de plata los extraños,
    Y la de cobre los nuestros.
    ¿A quién no dará cuidado,
    Si es español verdadero,
    Ver los hombres a lo antiguo
    Y el valor a lo moderno?
    Todos andan bien vestidos
    Y quejánse de los precios;
    De medio arriba, romano,
    De medio abajo, romeros.
    Dijo Dios que comería
    Su pan el hombre primero
    Con el sudor de su cara,
    Por quebrar su mandamiento;
    Y algunos inobedientes
    A la vergüenza y al miedo,
    Con las prendas de su honor
    Han trocado los efectos.
    Virtud y filosofía
    Peregrinan como ciegos:
    El uno se lleva al otro,
    Llorando van y pidiendo.
    Dos polos tiene la tierra,
    Universal movimiento,
    La mejor vida el favor,
    La mejor sangre el dinero.
    Oigo tañer las campanas,
    Y no me espanto, aunque puedo,
    Que en lugar de tantas cruces
    Haya tantos hombres muertos.
    Mirando estoy los sepulcros
    Cuyos mármoles eternos
    Están diciendo sin lengua
    Que no lo fueron sus dueños.
    ¡Oh, bien haya quien los hizo,
    Porque solamente en ellos
    De los poderosos grandes
    Se vengaron los pequeños!
    Fea pintan a la envidia:
    Yo confieso que la tengo
    De unos hombres que no saben
    Quién vive pared en medio.
    Sin libros y sin papeles,
    Sin tratos, cuentas ni cuentos,
    Cuando quieren escribir
    Piden prestado el tintero.
    Sin ser pobres ni ser ricos,
    Tienen chimenea y huerto;
    No los despiertan cuidados,
    Ni pretensiones, ni pleitos.
    Ni murmuraron del grande,
    Ni ofendieron al pequeño;
    Nunca, como yo, firmaron
    Parabién, ni pascua dieron.
    Con esta envidia que digo,
    Y lo que paso en silencio,
    A mis soledades voy,
    De mis soledades vengo.



    ROMANCE SATÍRICO - Francisco de Quevedo (1580-1645)

    Pues me hacéis casamentero,
    Ángela de Mondragón,
    escuchad de vuestro esposo,
    las grandezas y el valor.
    Él es un médico honrado,
    por la gracia del Señor,
    que tiene muy buenas letras
    en el cambio, y el bolsón.
    Quien os lo pintó cobarde
    no lo conoce, y mintió,
    que ha muerto más hombres vivos
    que mató el Cid Campeador.
    En entrando en una casa
    tiene tal reputación,
    que luego dicen los niños:
    Dios perdone al que murió.
    Y con ser todos mortales
    los médicos, pienso yo
    que son todos venïales
    comparados al doctor.
    Al caminante en los pueblos
    se le pide información,
    temiéndole más que a peste,
    de si le conoce, o no.
    De médicos semejantes
    hace el rey, nuestro señor,
    bombardas a sus castillos,
    mosquetes a su escuadrón.
    Si a alguno cura y no muere,
    piensa que resucitó,
    y por milagro le ofrece
    la mortaja y el cordón.
    Si acaso estando en su casa
    oye dar algún clamor,
    tomando papel y tinta,
    escribe: "ante mí pasó".
    No se le ha muerto ninguno
    de los que cura hasta hoy,
    porque antes que se mueran
    los mata sin confesión.
    De envidia de los verdugos
    maldice al corregidor,
    que sobre los ahorcados
    no le quiere dar pensión.
    Piensan que es la muerte algunos;
    otros, viendo su rigor,
    le llaman el día del juicio,
    pues es total perdición.
    No come por engordar,
    ni por el dulce sabor,
    sino por matar la hambre,
    que es matar su inclinación.
    Por matar mata las luces,
    y si no le alumbra el sol,
    como murciélagos viven
    a la sombra de un rincón.
    Su mula, aunque no está muerta,
    no penséis que se escapó,
    que está matada de suerte,
    que le viene a ser peor.
    En que se ve tan famoso,
    y en tan buena estimación,
    atento a vuestra belleza,
    se ha enamorado de vos.
    No pide le deis más dote
    de ver que matéis de amor,
    que en matando de algún modo,
    para en uno sois los dos.
    Casaos con él, y jamás
    de viuda tendréis pasión,
    que nunca la misma muerte
    se oyó decir que murió.
    Si lo hacéis, a Dios le ruego
    que gocéis con bendición;
    pero si no, que nos libre
    de conocer al doctor.



    LA MÁS BELLA NIÑA – Luis de Góngora (1561-1627)

    La más bella niña
    de nuestro lugar,
    hoy viuda y sola,
    ayer por casar,
    viendo que sus ojos
    a la guerra van,
    a su madre dice,
    que escucha su mal:
    Dejadme llorar
    orillas del mar.


    Pues me distes, madre,
    en tan tierna edad
    tan corto el placer
    tan largo el pesar,
    y me cautivastes
    de quien hoy se va
    y lleva las llaves
    de mi libertad,
    Dejadme llorar
    orillas del mar.


    En llorar conviertan
    mis ojos, de hoy más,
    el sabroso oficio
    del dulce mirar,
    pues que no se pueden
    mejor ocupar,
    yéndose a la guerra
    quien era mi paz,
    Dejadme llorar
    orillas del mar.


    No me pongáis freno
    ni queráis culpar,
    que lo uno es injusto,
    lo otro por demás.
    Si me queréis bien,
    no me hagáis mal,
    harto peor fuera
    morir y callar,
    Dejadme llorar
    orillas del mar.


    Dulce madre mía,
    ¿quién no llorará,
    aunque tenga el pecho
    como un pedernal,
    y no dará voces
    viendo marchitar
    los más verdes años
    de mi mocedad?
    Dejadme llorar
    orillas del mar.


    Váyanse las noches,
    pues ido se han
    los ojos que hacían
    los míos velar;
    váyanse y no vean
    tanta soledad,
    después que en mi lecho
    sobra la mitad,
    Dejadme llorar
    orillas del mar.




    ROMANCE DE LOS ARADORES – Juan Meléndez Valdés(1754-1817)

    ¡Oh! ¡qué bien ante mis ojos
    por la ladera pendiente,
    sobre la esteva encorvados
    los aradores parecen!
    ¡Cómo la luciente reja
    se imprime profundamente,
    cuando en prolongados surcos
    el tendido campo hienden!
    Con lentitud fatigosa
    los animales pacientes,
    la dura cerviz alzada,
    tiran del arado fuerte.
    Anímalos con su grito
    y con su aguijón los hiere
    el rudo gañán, que en medio
    su fatiga canta alegre.
    La letra y pausado tono
    con las medidas convienen
    del cansado lento paso
    que asientan los tardos bueyes.
    Ellos las anchas narices
    abren a su aliento ardiente,
    que por la frente rugosa
    el hielo en aljófar vuelve;
    y el gañán aguija y canta,
    y el sol que alzándose viene
    con sus vivíficos rayos
    le calienta y esclarece.
    ¡Invierno! ¡invierno! aunque triste,
    aun conservas tus placeres;
    y entre tus lluvias y vientos
    halla ocupación la mente.
    Aun agrada ver el campo
    todo alfombrado de nieve,
    en cuyo cándido velo
    sus rayos el sol refleje.
    Aun agrada con la vista
    por sus abismos perderse,
    yerta la naturaleza
    y en un silencio elocuente,
    sin que halle el mayor cuidado
    ni el lindero de la suerte,
    ni sus desiguales surcos,
    ni la mies que oculta crece.
    De los árboles las ramas,
    al peso encorvadas, ceden,
    y a la tierra fuerzas piden
    para poder sostenerse.
    La sierra con su albo manto,
    una muralla esplendente,
    que une el suelo al firmamento,
    allá a lo lejos ofrece,
    mientra en las hondas gargantas
    despeñados los torrentes,
    la imaginación asustan,
    cuanto el oído ensordecen;
    y en quietud descansa el mundo,
    y callado el viento duerme,
    y en el redil el ganado,
    y el buey gime en el pesebre.
    ¿Pues qué, cuando de las nubes
    horrísonos se desprenden
    los aguaceros, y el día
    ahogado entre sombras muere,
    y con estrépito inmenso
    cenagosos se embravecen
    fuera de madre los ríos,
    batiendo diques y puentes?
    Crece el diluvio; anegadas
    las llanuras desparecen,
    y árboles y chozas tiemblan
    del viento el furor vehemente,
    que arrebatando las nubes
    cual sierras de niebla leve,
    de aquí allá en rápido soplo
    en formas mil las revuelve;
    y el imperio de las sombras
    y los vendavales crecen;
    y el hombre, atónito y mudo,
    a horror tanto tiembla y teme.
    O bien la helada punzante
    la tierra en mármol convierte,
    y al hogar en ocio ingrato
    el gañán las horas pierde.
    Cubiertos de blanca escarcha,
    como de marfil parecen
    los árboles ateridos,
    y de alabastro la fuente.
    Sonoro y rígido el prado
    la planta, hollado, repele;
    y doquier el dios del hielo
    su ominoso mando ejerce,
    hasta que el suave favonio,
    medroso y tímido al verse
    nuevo volar, con su aliento
    tan duros grillos disuelve.
    El día rápido anhela;
    no asoma el sol por oriente,
    cuando sin luz al ocaso
    precipitado desciende,
    porque la noche sus velos
    sobre la tierra despliegue,
    de los fantasmas seguida
    que en ella el vulgo ver suele.
    Así el invierno ceñudo
    reina con cetro inclemente,
    y entre escarchas y aguaceros
    y nieve y nubes se envuelve.
    ¿Y de dónde estos horrores,
    este trastorno aparente,
    que en enero su fin halla,
    y que ya empezó el noviembre?
    Del orden con que los tiempos
    alternados se suceden,
    durando naturaleza
    la misma y mudable siempre.
    Estos hielos erizados,
    estas lluvias, estas nieves,
    y nieblas y roncos vientos
    que hoy el ánimo estremecen,
    serán las flores del mayo,
    serán de julio las mieses,
    y las perfumadas frutas
    con que octubre se enriquece.
    Hoy el arador se afana,
    y en cada surco que mueve
    miles encierra de espigas
    para los futuros meses,
    misteriosamente ocultas
    en esos granos que extiende
    doquier liberal su mano
    y en los terrones se pierden.
    Ved cuál, fecunda la tierra,
    sus gérmenes desenvuelve
    para abrirnos sus tesoros
    otro día en faz riente.
    Ved cómo ya pululando
    la rompe la hojilla débil,
    y con el rojo sombrío
    cuán bien contrasta su verde,
    verde que el tostado julio
    en oro convertir debe,
    y en una selva de espigas
    esos cogollos nacientes.
    Trabaja, arador, trabaja,
    con ánimo y pecho fuerte,
    ya en tu esperanza embriagado
    del verano en las mercedes.
    Llena tu noble destino,
    y haz cantando, tu afán leve,
    mientras insufrible abruma
    el fastidio al ocio muelle,
    que entre la pluma y la holanda,
    sumido en sueño y placeres,
    jamás vio del sol la pompa
    cuando lumbroso amanece,
    jamás gozó con el alba
    del campo el plácido ambiente,
    de la matinal alondra
    los armónicos motetes.
    Trabaja, y fía a tu madre
    la prolífica simiente,
    por cuyo felice cambio
    la abundancia te prometes,
    que ella te dará profusa
    con que tu seno se aquiete,
    se alimenten tus deseos,
    tu sudor se remunere,
    puesto que en él y tus brazos,
    honrado, la fausta suerte
    vinculas de tu familia,
    y libre en tus campos eres.
    Tu esposa al hogar humilde,
    apacible te previene
    sobria mesa, grato lecho,
    y cariño y fe perennes,
    que oficiosa compañera
    de tus gozos y quehaceres,
    su ternura cada día
    con su diligencia crece;
    y tus pequeñuelos hijos,
    anhelándote impacientes,
    corren al umbral, te llaman,
    y tiemblan si te detienes.
    Llegas, y en torno apiñados
    halagándote enloquecen,
    la mano el uno te toma,
    de tu cuello el otro pende;
    tu amada al paternal beso
    desde sus brazos te ofrece
    el que entre su seno abriga,
    y alimenta con su leche,
    que en sus fiestas y gorjeos
    pagarte ahincado parece
    del pan que ya le preparas,
    de los surcos donde vienes.
    Y la aijada el mayorcillo
    como en triunfo llevar quiere;
    la madre el empeño ríe,
    y tú, animándole alegre,
    te imaginas ver los juegos
    con que en tus faustas niñeces
    a tu padre entretenías,
    cual tu hijuelo hoy te entretiene.
    Ardiendo el hogar te espera,
    que con su calor clemente
    lanzará el hielo y cansancio
    que tus miembros entorpecen;
    y luego, aunque en pobre lecho,
    mientras que plácido duermes,
    la alma paz y la inocencia
    velarán por defenderte,
    hasta que el naciente día
    con sus rayos te despierte,
    y a empuñar tornes la esteva
    y a regir tus mansos bueyes.
    ¡Vida ignorada y dichosa!,
    que ni alcanza ni merece
    quien de las ciegas pasiones
    el odioso imperio siente.
    ¡Vida angelical y pura!,
    en que con su Dios se entiende
    sencillo el mortal, y le halla
    doquier próvido y presente,
    a quien el poder perdona,
    que los mentirosos bienes
    de la ambición tiene en nada,
    cuanto ignora sus reveses.
    Vida de fácil llaneza,
    de libertad inocente,
    en que dueño de sí el hombre
    sin orgullo se ennoblece,
    en que la salud abunda,
    en que el trabajo divierte,
    el tedio se desconoce,
    y entrada el vicio no tiene;
    y en que un día y otro día
    pacíficos se suceden,
    cual aguas de un manso río,
    siempre iguales y rientes.
    ¡Oh! ¡quién gozarte alcanzara!,
    ¡oh! ¡quién tras tantos vaivenes
    de la inclemente fortuna,
    un pobre arador viviese!,
    uno cual estos que veo,
    que ni codician, ni temen,
    ni esclavitud los humilla,
    ni la vanidad los pierde,
    lejos de la envidia torpe
    y de la calumnia aleve,
    hasta que a mi aliento frágil
    cortase el hilo la muerte.



    UNA ANTIGUALLA DE SEVILLA (El Candil) – Ángel Saavedra, Duque de Rivas (1791-1895)

    Más ha de quinientos años,
    en una torcida calle,
    que, de Sevilla en el centro,
    da paso a otras principales;

    cerca de la medianoche,
    cuando la ciudad más grande
    es de un grande cementerio
    en silencio y paz imagen;

    de dos desnudas espadas
    que trababan un combate,
    turbó el repentino encuentro
    las tinieblas impalpables.

    El crujir de los aceros
    sonó por breves instantes,
    lanzando azules centellas,
    meteoro de desastres.

    Y al gemido, «¡Dios me valga!
    ¡Muerto soy!», y al golpe grave
    de un cuerpo que a tierra vino,
    el silencio y paz renacen.

    Al punto una ventanilla
    de un pobre casuco abren;
    y, de tendones y, huesos,
    sin jugo, como sin carne,

    Una mano y brazo asoman,
    que sostienen por el aire
    un candil, cuyos destellos
    dan luz súbita a la calle.

    En pos, un rostro aparece
    de gomia o bruja espantable
    a que otra marchita mano
    o cubre o da sombra en parte.

    Ser dijérase la muerte
    que salía a apoderarse
    de aquella víctima humana
    que acababan de inmolarle,

    o de la eterna Justicia,
    de cuyas miradas nadie
    consigue ocultar un crimen,
    el testigo formidable.

    Pues a la llama mezquina,
    con el ambiente ondeante,
    que, dando luz roja al muro,
    dibujaba desiguales

    los tejados y azoteas
    sobre el oscuro celaje,
    dando fantásticas formas
    a esquinas y bocacalles,

    se vio en medio del arroyo,
    cubierto de lodo y sangre,
    el negro bulto tendido
    de un traspasado cadáver.

    Y de pie, a su frente, un hombre,
    vestido negro ropaje,
    con una espada en la mano,
    roja hasta los gavilanes.

    El cual, en el mismo punto,
    sorprendido de encontrarse
    bañado de luz, esconde
    la faz en su embozo, y parte;

    aunque no como el culpado
    que se fuga por salvarse,
    sino como el que inocente,
    mueve tranquilo el pie y grave.

    Al andar, sus choquezuelas
    forman ruïdo notable,
    como el que forman los dados
    al confundirse y mezclarse.

    Rumor de poca importancia
    en la escena lamentable,
    mas de tan mágico efecto,
    y de un influjo tan grande

    en la vieja que asomaba
    el rostro y luz a la calle,
    que, cual si oyera el silbido
    de venenosa ceraste,

    o crujir las negras alas
    del precipitado arcángel,
    grita en espantoso aullido,
    «¡Virgen de los Reyes, valme!»

    Suelta el candil, que en las piedras
    se apaga y aceite esparce,
    y cerrando la ventana
    de un golpe, que la deshace,

    bajo su mísero lecho
    corre a tientas a ocultarse,
    tan acongojada y yerta,
    que apenas sus pulsos laten.

    Por sorda y ciega haber sido
    aquellos breves instantes,
    la mitad diera gustosa
    de sus días miserables,

    y hubiera dado los días
    de amor y dulces afanes
    de su juventud, y dado
    las caricias de sus padres,

    los encantos de la cuna,
    y..., en fin, hasta lo que nadie
    enajena, la esperanza,
    bien solo de los mortales;

    pues lo que ha visto la abruma,
    y la aterra lo que sabe,
    que hay vistas que son peligros,
    y aciertos que muerte valen.



    ROMANCERO DEL DESTIERRO – Miguel de Unamuno (1865-1937)

    Cuando el alba me despierta
    los recuerdos de otras albas
    me renacen en el pecho
    las que fueron esperanzas.
    Quiero olvidar la miseria
    que te abate, pobre España,
    la fatal pordiosería
    del desierto de tu casa.
    Por un mendrugo mohoso
    vendéis, hermanos, la entraña
    de sangre cocida en siesta
    que os hace las veces de alma.
    "Hay que vivir", estribillo
    de la santísima gana,
    vuestra perra vida sueño
    en bostezo siempre acaba.
    "Mañana será otro día"
    y el porvenir se os pasa,
    ni se os viene la muerte
    que no habéis vivido nada.
    Cuando se os viene encima
    la libertad "¡Dios me valga!"
    y Dios en vil servidumbre,
    pues no os valéis, os chapa.
    Mirando pasar la vida
    no vivís y al acabarla
    aun hay quien sueña ¡cuitado!
    que de la vida descansa.
    Cuando el alba me despierta
    los recuerdos de otras albas,
    me renacen en el pecho
    las que fueron esperanzas.
    Y espero que al torbellino
    de mi seno España nazca,
    que los hermanos que sueño
    con mis sueños hagan patria.
    Puebla mi sueño tu pueblo,
    que es sólo mi sueño, España,
    y sueño que me hago eterno
    en un eterno mañana.



    HE ANDADO MUCHOS CAMINOS – Antonio Machado ((1875-1938)

    He andado muchos caminos,
    he abierto muchas veredas;
    he navegado en cien mares,
    y atracado en cien riberas.
    En todas partes he visto
    caravanas de tristeza,
    soberbios y melancólicos
    borrachos de sombra negra,
    y pedantones al paño
    que miran, callan, y piensan
    que saben, porque no beben
    el vino de las tabernas.
    Mala gente que camina
    y va apestando la tierra…
    Y en todas partes he visto
    gentes que danzan o juegan,
    cuando pueden, y laboran
    sus cuatro palmos de tierra.
    Nunca, si llegan a un sitio,
    preguntan a dónde llegan.
    Cuando caminan, cabalgan
    a lomos de mula vieja,
    y no conocen la prisa
    ni aun en los días de fiesta.
    Donde hay vino, beben vino;
    donde no hay vino, agua fresca.
    Son buenas gentes que viven,
    laboran, pasan y sueñan,
    y en un día como tantos,
    descansan bajo la tierra.



    YO NO VOLVERÉ – Juan Ramón Jiménez (1881-19589

    Yo no volveré. Y la noche
    tibia, serena y callada,
    dormirá el mundo, a los rayos
    de su luna solitaria.
    Mi cuerpo no estará allí,
    y por la abierta ventana
    entrará una brisa fresca,
    preguntando por mi alma.
    No sé si habrá quien me aguarde
    de mi doble ausencia larga,
    o quien bese mi recuerdo,
    entre caricias y lágrimas.
    Pero habrá estrellas y flores
    y suspiros y esperanzas,
    y amor en las avenidas,
    a la sombra de las ramas.
    Y sonará ese piano
    como en esta noche plácida,
    y no tendrá quien lo escuche
    pensativo, en mi ventana.



    ROMANCE DE LA LUNA – Federico García Lorca (1899-1936)

    La luna vino a la fragua
    con su polisón de nardos.
    El niño la mira mira.
    El niño la está mirando.

    En el aire conmovido
    mueve la luna sus brazos
    y enseña, lúbrica y pura,
    sus senos de duro estaño.

    Huye luna, luna, luna.
    Si vinieran los gitanos,
    harían con tu corazón
    collares y anillos blancos.

    Niño déjame que baile.
    Cuando vengan los gitanos,
    te encontrarán sobre el yunque
    con los ojillos cerrados.

    Huye luna, luna, luna,
    que ya siento sus caballos.
    Niño déjame, no pises,
    mi blancor almidonado.

    El jinete se acercaba
    tocando el tambor del llano.
    Dentro de la fragua el niño,
    tiene los ojos cerrados.

    Por el olivar venían,
    bronce y sueño, los gitanos.
    Las cabezas levantadas
    y los ojos entornados.

    ¡Cómo canta la zumaya,
    ay como canta en el árbol!
    Por el cielo va la luna
    con el niño de la mano.

    Dentro de la fragua lloran,
    dando gritos, los gitanos.
    El aire la vela, vela.
    el aire la está velando.


    (continuará)


    .

    Pedro Casas Serra
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    El romance Empty Re: El romance

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 02 Dic 2014, 13:34

    .


    ROMANCE DEL DUERO – Gerardo Diego (1896-1986)

    Río Duero, río Duero,
    nadie a acompañarte baja;
    nadie se detiene a oír
    tu eterna estrofa de agua.

    Indiferente o cobarde,
    la ciudad vuelve la espalda.
    No quiere ver en tu espejo
    su muralla desdentada.

    Tú, viejo Duero, sonríes
    entre tus barbas de plata,
    moliendo con tus romances
    las cosechas mal logradas.

    Y entre los santos de piedra
    y los álamos de magia
    pasas llevando en tus ondas
    palabras de amor, palabras.

    Quién pudiera como tú,
    a la vez quieto y en marcha,
    cantar siempre el mismo verso
    pero con distinta agua.

    Río Duero, río Duero,
    nadie a estar contigo baja,
    ya nadie quiere atender
    tu eterna estrofa olvidada,

    sino los enamorados
    que preguntan por sus almas
    y siembran en tus espumas
    palabras de amor, palabras.



    ROMANCE DE LA DEFENSA DE MADRID - Rafael Alberti (1902-1999)

    Madrid, corazón de España,
    late con pulsos de fiebre.
    Si ayer la sangre hervía,
    hoy con mas calor le hierve.
    Ya nunca podrá dormirse,
    porque si Madrid se duerme,
    querrá despertarse un día
    y el alba no vendrá a verle.
    No olvides, Madrid, la guerra;
    jamás olvides que enfrente
    los ojos del enemigo
    te echan miradas de muerte.
    Rondan por tu cuello halcones
    que precipitarse quieren
    sobre tus rojos tejados,
    tus calles, tu brava gente.
    Madrid: que nunca se diga,
    nunca se publique o piense
    que en el corazón de España
    la sangre se volvió nieve.
    Fuentes de valor y hombría
    las guardas tú donde siempre.
    Atroces ríos de asombro
    han de correr a esa hora,
    si esa mal hora viniere
    -hora que no vendrá-, sea
    más que la plaza mas fuerte.
    Los hombres, como castillos;
    igual que almenas sus frentes,
    grandes murallas sus brazos,
    puertas que nadie penetre.
    Quien al corazón de España
    quiera asomarse, que llegue.
    ¡Pronto! Madrid está cerca.
    Madrid sabe defenderse
    con uñas, con pies, con codos,
    con empujones, con dientes,
    panza arriba, arisco, recto,
    duro, al pie del agua verde
    del Tajo, en Navalperal,
    en Sigüenza, en donde suenen
    balas y balas que busquen
    helar al sangre caliente.
    Madrid, corazón de España,
    que es de tierra, dentro tiene,
    si se le escarba, un gran hoyo,
    profundo, grande, imponente,
    como un barranco que aguarda...
    Sólo en él cabe la muerte.



    LA BOCA  (Cancionero y romancero de ausencias) - Miguel Hernández (1910-1942 )

    Boca que arrastra mi boca:
    boca que me has arrastrado:
    boca que vienes de lejos
    a iluminarme de rayos.
    Alba que das a mis noches
    un resplandor rojo y blanco.
    Boca poblada de bocas:
    pájaro lleno de pájaros.

    Canción que vuelve las alas
    hacia arriba y hacia abajo.
    Muerte reducida a besos,
    a sed de morir despacio,
    dando a la grana sangrante
    dos tremendos aletazos.
    El labio de arriba el cielo
    y la tierra el otro labio.

    Beso que rueda en la sombra:
    beso que viene rodando
    desde el primer cementerio
    hasta los últimos astros.
    Astro que tiene tu boca
    enmudecido y cerrado,
    hasta que un roce celeste
    hace que vibren sus párpados.

    Beso que va a un porvenir
    de muchachas y muchachos,
    que no dejarán desiertos
    ni las calles ni los campos.

    ¡Cuántas bocas enterradas,
    sin boca, desenterramos!

    Beso en tu boca por ellos,
    brindo en tu boca por tantos
    que cayeron sobre el vino
    de los amorosos vasos.
    Hoy son recuerdos, recuerdos,
    besos distantes y amargos.

    Hundo en tu boca mi vida,
    oigo rumores de espacios,
    y el infinito parece
    que sobre mí se ha volcado.

    He de volverte a besar,
    he de volver, hundo, caigo,
    mientras descienden los siglos
    hacia los hondos barrancos
    como una febril nevada
    de besos y enamorados.

    Boca que desenterraste
    el amanecer más claro
    con tu lengua. Tres palabras,
    tres fuegos has heredado:
    vida, muerte, amor. Ahí quedan
    escritos sobre tus labios.
    La basura diaria
    que de los hombres queda



    LAS NUBES (De Cuanto sé de mí) – José Hierro (1922-2002)

    Inútilmente interrogas.
    Tus ojos miran al cielo.
    Buscas, mirando a las nubes,
    huellas que se llevó el viento.
    Buscas las manos calientes,
    los rostros de los que fueron,
    el círculo donde yerran
    tocando sus instrumentos.
    Nubes que eran ritmo, canto
    sin final y sin comienzo,
    campanas de espumas pálidas
    volteando su secreto,
    palmas de mármol, criaturas
    girando al compás del tiempo,
    imitándole a la vida
    su perpetuo movimiento.
    Inútilmente interrogas
    desde tus párpados ciegos.
    ¿Qué haces mirando a las nubes,
    José Hierro?



    SON LAS GAVIOTAS, AMOR – Ángel González (1922-2008)

    Son las gaviotas, amor.
    Las lentas, altas gaviotas.
    Mar de invierno. El agua gris
    mancha de frío las rocas.
    Tus piernas, tus dulces piernas,
    enternecen a las olas.
    Un cielo sucio se vuelca
    sobre el mar. El viento borra
    el perfil de las colinas
    de arena. Las tediosas
    charcas de sal y de frío
    copian tu luz y tu sombra.
    Algo gritan, en lo alto,
    que tú no escuchas, absorta.
    Son las gaviotas, amor.
    Las lentas, altas gaviotas.



    TIEMPO MEZQUINO – Claudio Rodríguez (1934-1999)

    Hoy con el viento del Norte
    me ha venido aquella historia.
    Mal andaban por entonces
    mis pies y peor mi boca
    en aquella ciudad de hosco
    censo, de miseria y de honra.
    Entre la vieja costumbre
    de rapiña y de lisonja,
    de pobre encuesta y de saldo
    barato, iba ya muy coja
    mi juventud. ¿Por qué lo hice?
    Me avergüenzo de mi boca
    no por aquellas palabras
    sino por aquella boca
    que besó. ¿Qué tiempo hace
    de ello? ¿Quién me lo reprocha?
    Un sabor a almendra amarga
    queda, un sabor a carcoma;
    sabor a traición, a cuerpo
    vendido, a caricia pocha.

    Ojalá el tiempo tan sólo
    fuera lo que se ama. Se odia
    y es tiempo también. Y es canto.
    Te odié entonces y hoy me importa
    recordarte, verte enfrente
    sin que nadie nos socorra
    y amarte otra vez, y odiarte
    de nuevo. Te beso ahora
    y te traiciono ahora sobre
    tu cuerpo. ¿Quién no negocia
    con lo poco que posee?
    Si ayer fue venta, hoy es compra;
    mañana, arrepentimiento.
    No es la sola hora la aurora.




    EL ROMANCE EN HISPANOAMÉRICA:




    ROMANCE FILOSÓFICO (fragmento) - Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)

    Finjamos que soy feliz,
    triste Pensamiento, un rato;
    quizá prodréis persuadirme,
    aunque yo sé lo contrario,
    que pues sólo en la aprehensión
    dicen que estriban los daños,
    si os imagináis dichoso
    no seréis tan desdichado.

    Sírvame el entendimiento
    alguna vez de descanso,
    y no siempre esté el ingenio
    con el provecho encontrado.
    Todo el mundo es opiniones
    de pareceres tan varios,
    que lo que el uno que es negro
    el otro prueba que es blanco.

    A unos sirve de atractivo
    lo que otro concibe enfado;
    y lo que éste por alivio,
    aquél tiene por trabajo.

    El que está triste, censura
    al alegre de liviano;
    y el que esta alegre se burla
    de ver al triste penando.

    Los dos filósofos griegos
    bien esta verdad probaron:
    pues lo que en el uno risa,
    causaba en el otro llanto.

    Célebre su oposición
    ha sido por siglos tantos,
    sin que cuál acertó, esté
    hasta agora averiguado.

    Antes, en sus dos banderas
    el mundo todo alistado,
    conforme el humor le dicta,
    sigue cada cual el bando.

    Uno dice que de risa
    sólo es digno el mundo vario;
    y otro, que sus infortunios
    son sólo para llorados.

    Para todo se halla prueba
    y razón en qué fundarlo;
    y no hay razón para nada,
    de haber razón para tanto.

    Todos son iguales jueces;
    y siendo iguales y varios,
    no hay quien pueda decidir
    cuál es lo más acertado.

    Pues, si no hay quien lo sentencie,
    ¿por qué pensáis, vos, errado,
    que os cometió Dios a vos
    la decisión de los casos?

    O ¿por qué, contra vos mismo,
    severamente inhumano,
    entre lo amargo y lo dulce,
    queréis elegir lo amargo?

    Si es mío mi entendimiento,
    ¿por qué siempre he de encontrarlo
    tan torpe para el alivio,
    tan agudo para el daño?

    [...]

    Aprendamos a ignorar,
    pensamiento, pues hallamos
    que cuanto añado al discurso,
    tanto le usurpo a los años.



    NO SÉ QUIÉN ES... - Amado Nervo (1870-1919)

    ¿Quién es? -No sé: a veces cruza
    por mi senda, como el hada
    del ensueño: siempre sola...
    siempre muda... siempre pálida...
    ¿Su nombre? No lo conozco.
    ¿De dónde viene? ¿Do marcha?
    ¡Lo ignoro! Nos encontramos,
    me mira un momento y pasa:
    ¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...!
    ¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!
    Mujer: ha mucho que llevo
    tu imagen dentro del alma.
    Si las sombras que te cercan,
    si los misterios que guardas
    deben ser impenetrables
    para todos, ¡calla, calla!
    ¡Yo sólo demando amores:
    yo no te pregunto nada!
    ¿Buscas reposo y olvido?
    Yo también. El mundo cansa.
    Partiremos lejos, lejos
    de la gente, a tierra extraña;
    y cual las aves que anidan
    en las torres solitarias,
    confiaremos a la sombra
    nuestro amor y nuestras ansias...



    LA SANGRE ES UN MAR INMENSO – Nicolás Guillén (1902-1989)

    La sangre es un mar inmenso
    que baña todas las playas...

    Sobre sangre van los hombres,
    navegando en sus barcazas:
    reman, que reman, que reman,
    ¡nunca de remar descansan!

    Al negro de negra piel
    la sangre el cuerpo le baña;
    la misma sangre, corriendo,
    hierve bajo carne blanca.

    ¿Quién vio la carne amarilla,
    cuando las venas estallan,
    sangrar sino con la roja
    sangre con que todos sangran?

    ¡Ay del que separa niños,
    porque a los hombres separa!
    El sol sale cada día,
    va tocando en cada casa,
    da un golpe con su bastón,
    y suelta una carcajada...

    ¡Que salga la vida al sol,
    de donde tantos la aguardan,
    y veréis cómo la vida
    corre de sol empapada!

    La vida vida saltando,
    la vida suelta y sin vallas,
    vida de la carne negra,
    vida de la carne blanca,
    y de la carne amarilla,
    con sus sangres desplegadas. . .

    ¡Los niños, fascinados,
    se van levantando,
    y rodean a la madre,
    que los abraza formando un grupo con ellos,
    pegados a su alrededor. Continúa!:

    Sobre sangre van los hombres
    navegando en sus barcazas:
    reman, que reman, que reman,
    ¡nunca de remar descansan!

    Ay de quien no tenga sangre,
    porque de remar acaba,
    y si acaba de remar,
    da con su cuerpo en la playa,
    un cuerpo seco y vacío,
    un cuerpo roto y sin alma,
    ¡un cuerpo roto y sin alma! . . .



    ROMANCE DEL ESTABLO DE BELÉN - Gabriela Mistral (1889-1957)

    Al llegar la medianoche
    y romper en llanto el Niño,
    las cien bestias despertaron
    y el establo se hizo vivo...

    y se fueron acercando
    y alargaron hasta el Niño
    sus cien cuellos, anhelantes
    como un bosque sacudido.

    Bajó un buey su aliento al rostro
    y se lo exhaló sin ruido,
    y sus ojos fueron tiernos,
    como llenos de rocío...

    Una oveja lo frotaba
    contra su vellón suavísimo,
    y las manos le lamían,
    en cuclillas, dos cabritos...

    Las paredes del establo
    se cubrieron sin sentirlo
    de faisanes y de ocas
    y de gallos y de mirlos.

    Los faisanes descendieron
    y pasaban sobre el niño
    su ancha cola de colores;
    y las ocas de anchos picos


    arreglábanle las pajas;
    y el enjambre de los mirlos
    era un vuelo palpitante
    sobre del recién nacido...

    Y la Virgen entre el bosque
    de los cuernos, sin sentido,
    agitada iba y venía
    sin poder tomar al Niño.

    Y José sonriendo iba
    acercándose en su auxilio...
    ¡Y era como un bosque todo
    el establo conmovido



    LA CANCIÓN DESESPERADA – Pablo Neruda (1904-1973)

    Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
    El río anuda al mar su lamento obstinado.

    Abandonado como los muelles en el alba.
    Es la hora de partir, oh abandonado!

    Sobre mi corazón llueven frías corolas.
    Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

    En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
    De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

    Todo te lo tragaste, como la lejanía.
    Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

    Era la alegre hora del asalto y el beso.
    La hora del estupor que ardía como un faro.

    Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
    turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

    En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
    Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

    Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
    Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!

    Hice retroceder la muralla de sombra,
    anduve más allá del deseo y del acto.

    Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
    a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

    Como un vaso albergaste la infinita ternura,
    y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

    Era la negra, negra soledad de las islas,
    y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

    Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
    Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

    Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
    en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

    Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
    el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

    Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
    aún los racimos arden picoteados de pájaros.

    Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
    oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

    Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
    en que nos anudamos y nos desesperamos.

    Y la ternura, leve como el agua y la harina.
    Y la palabra apenas comenzada en los labios.

    Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
    y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

    Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
    qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!

    De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
    De pie como un marino en la proa de un barco.

    Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
    Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

    Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
    descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

    Es la hora de partir, la dura y fría hora
    que la noche sujeta a todo horario.

    El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
    Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

    Abandonado como los muelles en el alba.
    Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

    Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

    Es la hora de partir. Oh abandonado!



    ***



    Se solicita para este tema, se aporten romances de poetas mundialmente reconocidos, en especial hispanoamericanos, a fin de establecer la pervivencia de esta forma poética en toda el área del español. Gracias.


    .

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    El romance Empty Re: El romance

    Mensaje por Maria Lua Miér 10 Dic 2014, 08:07

    Muy interesante!
    Me encantan los romances, de los que nos dejaste,
    mis preferidos son
    He andado muchos caminos, de Antonio Machado
    y
    Romance de la Luna, de García Lorca...
    Gracias, Pedro...
    Volveré
    Maria Lua


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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Pedro Casas Serra Miér 10 Dic 2014, 11:01

    Celebro que te guste el romance, Maria. Los que citas son muy bonitos, aunque los hay de más antiguos que también lo son, como el romance de Fontefrida, o el del Conde Arnaldos.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por cecilia gargantini Lun 15 Dic 2014, 20:34

    Bello trabajo, querido Pedro!!!!!!!!!!!!!!!
    Sí, el romance de Fontefrida me enamoró en mis años de estudio.
    Graciasssssssssss amigo por tanto
    Besitosssssssssssssssssssss
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 16 Dic 2014, 08:35

    "El verso libre es la forma de expresión poética que se caracteriza por su alejamiento intencionado de las pautas de rima y metro que predominaron en la poesía europea hasta finales del siglo XIX. Por tanto, es una forma muy próxima al poema en prosa y la prosa poética, de los que se distingue visualmente por conservar la disposición tipográfica en líneas sangradas propia del verso."


    Sabes, Pedro que no estoy totalmente de
    acuerdo con esa definición de verso libre?
    Creo que muchísimos poetas que escriben en verso libre lo hacen
    porque el verso les nace libremente del alma y lo escriben
    sin ninguna otra intención que expresar  en palabras
    lo que les va en el alma, no tuvieron que aprender nada para
    hacer sus poemas...
    Los que escriben sonetos, poemas metrificados o rimados, sí,
    esos tuvieron que aprender sobre métrica y rima...
    Y tampoco veo que sea tan próximo de la prosa poética:
    el ritmo, la musicalidad por ejemplo alejan
    el poema en verso libre de esa prosa...
    Hay mucha gente que confunde prosa poética con poema
    en verso libre: escribe prosa, arregla en forma de poema
    dice que es poesía y no lo es!  
    Prosa es prosa, poesía es poesía!
    Creo que hacer para un poema en versos libres
    hay que tener un don especial, se nace con ese don,
    como el pintor nace con el don de pintar y el músico
    con el don de tocar un instrumento...
    Hacer poemas metrificados y rimados se aprende, en verso libre no...


    Gracias, amigo por el post, muy bueno,
    para estudiar, aprender...
    Besos
    Maria Lua

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 16 Dic 2014, 08:18

    Gracias por tu interés, Cecilia. El romance de Fontefrida esconde una impresionante simbología, que puede hacerlo aplicable a todos los tiempos. El romance del Conde Arnaldos tiene el encanto de lo inacabado, lo que lo hace si cabe más precioso.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por Catalina de Alvarado Jue 18 Dic 2014, 10:21

    Querido poeta Pedro

    Muchas gracias por la enseñanza de como es cada cosa que escribimos, y los poemas una maravilla,
    me dio tanto gusto pasar por sus letras, que tenga una feliz navidad y mejor año nuevo querido poeta.
    Caty
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 18 Dic 2014, 13:04

    Gracias a ti por tu interés, Caty. Celebro que te haya gustado.

    ¡Felices Fiestas!

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por Mª del Pilar Carmona Lun 22 Dic 2014, 14:19

    Interesante aporte, Pedro. Me encantan los romances, sobre todo los de Lorca.
    Es una preciosa forma de expresión poética. Gracias por dejarnos tanta y tan buena
    información.

    Un abrazo

    Pilar
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 23 Dic 2014, 05:23

    Gracias a ti por tu interés, Pilar.

    ¡Felices Fiestas!

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por Ana María Di Bert Mar 02 Jun 2015, 17:57

    ¡ Pedro, cuánto que se aprende al venir al taller y leer tus apuntes y pensamientos,o los que nos buscas de diferentes autores para crecer, cuánto te debemos amigo- maestro!

    Me gustan mucho los romances, los antiguos por su manera de expresarse, diferente a la actual muchas veces, los épicos, porque me transportan a siglos de leyendas, de magia, los de amor, de la vida, para conocer justamente eso, y los más nuevos, son poesía que llega mucho...
    Escribiré uno y te lo mostraré.
    Gracias por todo, es para volver a leer, muchas veces.

    Besos
    Ana
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 17 Ago 2015, 15:21

    Lo romances son muy bellos, Ana. Sean líricos o históricos, o modernos, se encuentran verdaderas joyas entre ellos. Espero tu romance.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 09 Feb 2020, 05:02

    Dado su interés, muevo este tema a la primera página.

    Un abrazo.
    Pedro


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