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    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Mayo 2024, 09:00

    Salomé Ureña Díaz de Henríquez (21 de octubre de 1850 - 6 de marzo de 1897) fue una poetisa y educadora dominicana, siendo una de las figuras centrales de la poesía lírica del siglo xix e innovadora en la educación de las mujeres en su país, influenciada por la escuela positivista y la educación normalista de Eugenio María de Hostos, de quién fue alumna aventajada.

    Aunque de obra no muy extensa, logró llamar la atención de gran parte de Latinoamérica por la profundidad de sus obras. Entre sus trabajos más notables se encuentran: Ofrenda a la Patria, El ave y el nido, Sombras, A mi madre, entre otras.

    Biografía

    Nació en Santo Domingo, el 21 de octubre de 1850. Fue hija del abogado y también escritor Nicolás Ureña Mendoza y Gregoria Díaz de León, quienes, junto a su abuela y tías maternas, dieron a su hija sus primeras lecciones educativas. A temprana edad, entró en contacto con la literatura. Su padre le enseñó las obras clásicas de autores españoles y franceses que ayudaron a la joven Salomé a desarrollar su propia carrera y el arte de la declamación junto a su hermana Manuela, recitando en español, francés, inglés y latín.

    A los 15 años de edad comenzó a escribir versos, publicando posteriormente sus primeras obras a la edad de 17 años, con una huella característica de espontaneidad y ternura. En 1867 publicó sus primeras obras bajo el seudónimo de «Herminia», nombre que usó hasta 1874.

    Con el paso del tiempo, su obra se tornó trágica y triste con poemas como En horas de angustia; o patriótica y con energía como se aprecia en sus poemas A la Patria y Ruinas. En años posteriores, incluyó en sus poesías temas autobiográficos, como se puede ver en Mi Pedro, dedicada a su hijo. Tal vez su poema más cariñoso, en La llegada del invierno y un libro que se hizo muy popular llamado Esteban, en donde habla de su país, su familia, las plantas y flores.

    Ureña murió de tuberculosis a la edad de 46 años, siendo enterrada en la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes y trasladada en 1972 al Panteón de la Patria.1​2​

    Vida personal

    El 11 de febrero de 1880, a la edad de veintinueve años, se casó con el doctor y escritor Francisco Henríquez y Carvajal, político que alcanzó la presidencia de la República Dominicana.3​ Tuvo cuatro hijos con él: Francisco, Pedro, Max y Camila. Sus hijos más tarde se convertirían en figuras altamente respetadas de la literatura contemporánea de mediados y finales del siglo xx como escritores, filósofos, poetas, humanistas y críticos de arte.

    Muerte y legado

    Murió debido a complicaciones de tuberculosis en 1897, a la edad de 46 años. Fue enterrada en la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes y trasladada en 1972 al Panteón de la Patria. Es considerada por muchos como la mejor escritora de la República Dominicana. El 21 de octubre fue declarado «Día del Poeta» en su honor.

    Obras
    Obra poética
    Sus obras poéticas, cerca de sesenta composiciones, incluyen la épica y la lírica.

    1873 - La gloria del progreso
    1876 - Ruinas
    1877 - La llegada del invierno
    1878 - La fe en el porvenir
    1880 - Anacaona
    1880 - Poesía de Salomé Ureña de Henríquez
    1881 - Sombras
    1897 - Mi Pedro
    1897 - Herminia”


    Otras obras
    1​ A la Patria
    2​ A mi madre
    3​ A Quisqueya
    [4]Amor y anhelo
    Angustias
    Caridad
    El ave y el nido
    El cantar de mis cantares
    En defensa de la sociedad
    En el nacimiento de mi primogénito
    Impresiones
    Las horas de angustias
    Luz
    Melancolía
    Mi ofrenda a la Patria
    ¡Padre mío!
    Quejas
    Sueños
    Locuras
    Una esperanza
    Pobre niño
    Tristeza




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    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Mayo 2024, 09:01

    La gloria del progreso (1873)



    A la sociedad “La juventud”



    No basta a un pueblo libre
    la corona ceñirse de valiente;
    no importa, no, que cuente
    orgulloso mil páginas de gloria,
    ni que la lira del poeta vibre
    sus hechos pregonando y su victoria,
    cuando sobre sus lauros se adormece
    y al progreso no mira,
    e insensible a los bienes que le ofrece,
    de sabio el nombre a merecer no aspira.

    El mundo se conmueve
    cual de una fuerza mágica impulsado;
    el progreso su luz extiende breve
    desde la zona ardiente al mar helado
    y vida y movimiento a todo imprime.
    Por eso las naciones convocadas
    en lucha tan sublime
    dispútanse agrupadas
    el lauro insigne del saber divino
    y cada pueblo aspira
    a llenar con honor su alto destino.
    Lucha sublime, sí, donde se mira
    en héroe convertido al ciudadano
    ceñir triunfante la inmortal corona,
    desde el pobre artesano
    que en su taller humilde se aprisiona
    hasta el genio que escala al firmamento
    y fija al ígneo sol su inmoble asiento.
    Contemplad al que atento y cuidadoso
    se desvela en su estancia, retirado,
    indagando la ciencia. Al que afanoso
    sorprende los secretos de natura,
    y con mano segura
    al lienzo los traslada trasportado.
    Mirad al que, domando
    del mármol o del bronce la dureza,
    de forma le reviste y de belleza;
    al hábil arquitecto que elevando
    hasta el cielo la cúpula gigante,
    sublime y arrogante,
    parece desafiar del tiempo cano
    la destructora acción. Ved al que ufano
    el ánimo sorprende y maravilla
    trocando fácil con su diestra mano
    en deslumbrante vidrio humilde arcilla;
    al incansable obrero
    que sobre su telar constante vela,
    que sin cesar se afana,
    y con prolijo esmero
    hace que de algodón o tosca lana
    brote bajo sus dedos rica tela;
    al que tenaz horada las montañas
    y en sus rudas entrañas
    abre a la industria salvadora senda;
    al que su rica hacienda
    no consume en estéril opulencia,
    y con afán loable
    acorre presuroso a la indigencia,
    y el pan de la instrucción le brinda afable.
    Mirad al que a su imperio
    hace que salve el líquido elemento
    y atraviese, más rápida que el viento,
    la palabra veloz otro hemisferio.
    Miradlos todos, vedlos agrupados
    oponer una valla al retroceso;
    ellos son los guerreros denodados
    que forman la vanguardia del progreso.

    ¡Oh, dichosas mil veces las naciones
    cuyos nobles campeones,
    deponiendo la espada vengadora
    de la civil contienda asoladora,
    anhelan de la paz en dulce calma
    conquistar del saber la insigne palma!
    Esa del genio inmarcesible gloria
    es el laurel más santo,
    es la sola victoria
    que sin dolor registrará la historia
    porque escrita no está con sangre y llanto.

    ¡Oh juventud, que de la Patria mía
    eres honor y orgullo y esperanza!
    Ella entusiasta su esplendor te fía,
    en pos de gloria al porvenir te lanza.

    Haz que de ese profundo
    y letárgico sueño se levante,
    y, entre el aplauso inteligente, al mundo
    el gran hosanna del Progreso cante.



    (76-78)


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    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Mayo 2024, 09:02

    Amor y anhelo (1879)



    Quiero contarte, dueño del alma,
    las tristes horas de mi dolor:
    quiero decirte que no hallo calma,
    que de tu afecto quiero la palma,
    que ansiando vivo sólo tu amor.

    Quiero decirte que a tu mirada
    me siento débil estremecer,
    que me enajena tu voz amada,
    que en tu sonrisa vivo extasiada,
    que tú dominas todo mi ser.

    Por ti suspiro, por ti yo vierto
    llanto de oculto, lento sufrir;
    sin ti es el mundo triste desierto
    donde camino sin rumbo cierto,
    viendo entre sombras la fe morir.

    Y con tu imagen en desvarío
    vivo encantando mi soledad,
    desde que absorta te vi, bien mío,
    y arrebatada, sin albedrío,
    rendí a tus plantas mi libertad.

    Deja que el alma temblando siga
    de una esperanza soñada en pos,
    que enajenada su amor te diga,
    mientras un rayo de luz amiga
    pido al futuro para los dos.

    ¡Oh! ¡Si a tu lado pasar la vida
    me diera el cielo por todo bien!
    ¡Si a tu destino mi suerte unida,
    sobre tu seno de amor rendida
    pudiera en calma doblar la sien!

    ¿Qué a mí la saña del hado crudo?
    ¡Qué los amagos del provenir!
    Tu amor llevando por todo escudo,
    yo desafiara su embate rudo
    y así me fuera grato vivir.

    ¡Ay! En las horas de hondo tormento
    que al alma asedian con ansia cruel,
    vuela en tu busca mi pensamiento,
    mientras el labio trémulo al viento
    tu nombre amado murmura fiel.

    Ven y tu mano del pecho amante
    calme amorosa las penas mil,
    ¡oh de mis ansias único objeto!
    Ven, que a ti solo quiero en secreto
    contar mis sueños de amor febril.

    Mas no, que nunca mi amante anhelo
    podré decirte libre de afán,
    gimiendo a solas, en desconsuelo,
    cual mis suspiros, en raudo vuelo,
    mis ilusiones perdidas van.

    Tuya es mi vida, tuya mi suerte,
    de ti mi dicha pende o mi mal:
    si al dolor quieres que venza fuerte,
    sobre mi frente pálida vierte
    de tu ternura todo el raudal.


    (170-173)


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    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Mayo 2024, 09:03

    Anacaona (1880)


    I

    Tendida en las espumas
    del piélago sonoro,
    nacida al rayo de oro
    del éter tropical;
    de vida palpitante, bellísima y lozana,
    Quisqueya eleva ufana
    la frente virginal.

    Quisqueya, que a las nubes
    encumbra sus montañas,
    y guarda en sus entrañas
    mineros de valor,
    y entre aguas que fecundan
    campiñas siempre amenas,
    auríferas arenas
    prodiga su esplendor.

    Donde feraces bosques
    ofrecen enlazados
    mil árboles preciados
    en sempiterno abril,
    y orgullo y ornamento
    de la región indiana
    la palma soberana
    levántase gentil.
    Donde es la brisa aromas
    y músicas las aves,
    y emanaciones suaves
    de vida y libertad
    cuanto la flor exhala,
    y el céfiro murmura,
    e inunda con luz pura
    la vasta inmensidad.

    Región encantadora,
    vergel de los amores
    que guarda los primores
    del primitivo edén.
    En sus amenos campos
    la paz de la existencia
    sencilla la inocencia
    gozar pudo también.

    La indígena familia,
    la raza de Quisqueya,
    de su comarca bella
    en posesión feliz,
    miraba candorosa
    asar la vida en calma,
    sin pesadumbre el alma,
    sin yugo la cerviz.

    La selva le brindaba
    sus frutos regalados,
    sus flores los collados
    sus aguas el raudal;
    y pródigos, fecundos,
    los senos de sus mares,
    de peces a millares
    riquísimo caudal.

    Por la desnuda espalda
    la suelta cabellera
    al aura lisonjera
    flotando sin cesar,
    ceñida la alta frente
    de plumas y de flores
    la gloria y los amores
    cercábanle a la par.

    Mecidos al columpio
    de hamacas vaporosas
    las horas venturosas
    pasaban sin temor,
    gustando embelesados
    en lánguido reposo
    del coiba el delicioso
    perfume embriagador.

    A la tranquila sombra
    del bosque silencioso,
    el indio alzó orgulloso
    su rústico caney;
    y en diumbas repetidas
    y juegos y cantes,
    su culto y sus altares
    solemnizó la grey.

    Mirad esas llanuras,
    mirad esas montañas,
    pobladas de cabañas
    indígenas ayer;
    parecen desoladas
    tristísima esa historia
    presenta a la memoria
    con lágrimas traer.


    II

    Como la palma de la llanura
    su talle airoso moviendo esbelta,
    en largas ondas al aura suelta
    la cabellera negra y sutil,
    joven y hermosa, feliz recorre
    los campos ricos de la Maguana,
    una graciosa beldad indiana,
    más que otra alguna noble y gentil.

    La luz del genio brilla en su frente
    que en torno ciñe regia corona;
    toda es hechizos Anacaona,
    del gran Caonabo consorte fiel.
    Es su mirada serena y pura
    de su nativo candor retrato,
    y de sus labios el eco grato
    lleva las almas en pos de él.

    Allá en Jaragua, región hermosa
    de azules lagos y altas colinas,
    donde las flores más peregrinas
    su cáliz abren rico de olor:
    donde una tribu privilegiada,
    clara de ingenio, de forma bella,
    entre la indiana raza descuella
    de sus encantos por el primor.

    Allí entre aromas, luz y rumores,
    nació radiante la soberana
    que hoy dicta leyes a la Maguana
    con sus talentos, con su virtud.
    de regia estirpe, sencilla, tierna,
    como las flores hermosa y pura,
    cruzaba ufana por la llanura
    cantando alegre su juventud.

    Pero Caonabo, cacique fuerte
    que en las batallas lidia triunfante,
    el de alto porte, grave semblante,
    que airosas plumas ciñe a su sien,
    le habló de amores, y así temblando
    como en el árbol se agita el ramo,
    tendió los brazos a su reclamo
    y de Jaragua dejó el edén.

    Dejó sus lagos, dejó sus bosques
    del gran cacique la noble hermana
    que hoy por los valles de la Maguana
    junto a Caonabo sonriendo va;
    mientras su nombre lleno de fama
    de tribu en tribu corre admirado,
    y ante su genio privilegiado
    Quisqueya toda rendida está.

    Por las llanuras y las montañas
    las brisas llevan ecos ardientes,
    areitos dulces, notas vehementes
    que van llenando la inmensidad;
    ritmos sonoros de ignoto encanto
    que da a los vientos Anacaona,
    ya si los hechos del bien pregona,
    o de sus selvas la libertad.

    Nadie ceñirse la palma puede
    ni del talento ni la hermosura
    adonde yergue su frente pura,
    adonde se oye su voz vibrar.
    Tierna paloma que de Caonabo
    las iras templa con sus arrullos,
    y allá entre aromas y entre murmullos
    tranquila calma le da a gozar.

    El, impetuoso, como el torrente,
    va del peligro tras los azares;
    ella en las notas de sus cantes
    su fama ensalza de vencedor.
    Mas cariñosa, blanda, apacible,
    de los combates huye al estruendo;
    gloria más digna quiere viviendo
    para la dicha, para el amor.



    (176-181)


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    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Mayo 2024, 09:04

    Mi ofrenda a la patria (abril de 1887)



    [En la investidura de sus discípulas,
    las primeras maestras normales de Santo Domingo]



    ¡Hace ya tanto tiempo…! Silenciosa
    sí, indiferente no, Patria bendita,
    yo he seguido la lucha fatigosa
    con que llevas de bien tu ansia infinita.
    Ha tiempo que no llena
    tus confines la voz de mi esperanza,
    ni el alma, que contigo se enajena,
    a señalarte el porvenir se lanza.
    He visto a las pasiones
    levantarse en tu daño conjuradas
    para ahogar tus supremas ambiciones,
    tus anhelos de paz y de progreso,
    y rendirse tus fuerzas fatigadas
    al abrumante peso.
    ¿Por qué, siempre que el ruido
    de la humana labor que al mundo asombra,
    recorriendo el espacio estremecido
    a sacudir tu indiferencia viene,
    oculta mano férrea, entre la sombra,
    tus generosos ímpetus detiene?

    ¡Ah! Yo quise indagar de tu destino
    la causa aterradora:
    te miro en el comienzo del camino,
    clavada siempre allí la inmóvil planta,
    como si de algo que en llegar demora,
    de algo que no adelanta,
    la potencia aguardaras impulsora…
    ¡Quién sabe si tus hijos
    esperan una voz de amor y aliento!
    dijo el alma, los ojos en ti fijos,
    dio en su soledad mi pensamiento.
    ¿Y ese amoroso acento
    de qué labio saldrá, que así sacuda
    el espíritu inerme, y lo levante,
    la fe llevando a reemplazar la duda,
    y del deber la religión implante?

    ¡Ah! La mujer encierra,
    a despecho del vicio y su veneno,
    los veneros inmensos de la tierra,
    el germen de lo grande y de lo bueno.
    Mas de una vez en el destino humano
    su imperio se ostentó noble y fecundo:
    ya es Veturia, y desarma a Coriolano;
    ya Isabel, y Colón halla otro mundo.
    Hágase luz en la tiniebla oscura
    que al femenil espíritu rodea,
    y en sus alas de amor irá segura
    del porvenir la salvadora idea.
    Y si progreso y paz e independencia
    mostrar al orbe tu ambición ansía,
    fuerte, como escudada en su conciencia,
    de sus propios destinos soberana,
    para ser del hogar lumbrera y guía
    formemos la mujer dominicana.

    Así, de tu futura
    suerte soñando con el bien constante,
    las fuerzas consagré de mi ternura,
    instante tras instante,
    a dar a ese ideal forma y aliento,
    y rendirte después como tributo,
    cual homenaje atento,
    de mi labor el recogido fruto.

    Hoy te muestro ferviente
    las almas que mi afán dirigir pudo:
    yo les di de verdad rica simiente,
    y razón y deber forman su escudo.
    En patrio amor sublime
    templadas al calor de mis anhelos,
    ya sueñan que tu suerte se redime,
    ya ven de su esperanza abrir los cielos.

    Digna de ti es la prenda
    que mi esfuerzo vivísimo corona
    y que traigo a tus aras en ofrenda:
    ¡el don acepta que mi amor te abona!
    Que si cierto es cual puro
    mi entusiasta creer en esas glorias
    que siempre, siempre, con placer te auguro
    si no mienten vitorias
    la voz que en mi interior se inspira y canta,
    los sueños que en mi espíritu se elevan,
    Ellas al porvenir que se adelanta
    de ciencia y de virtud gérmenes llevan.



    (272-275)


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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Mayo 2024, 09:06

    Mi Pedro (1890, 1896)



    Mi Pedro no es soldado; no ambiciona
    de César ni Alejandro los laureles;
    si a sus sienes aguarda una corona,
    la hallará del estudio en los vergeles.

    ¡Si lo viérais jugar! Tienen sus juegos
    algo de serio que a pensar inclina.
    Nunca la guerra le inspiró sus fuegos:
    la fuerza del progreso lo domina.

    Hijo del siglo, para el bien creado,
    la fiebre de la vida lo sacude;
    busca la luz, como el insecto alado,
    y en sus fulgores a inundarse acude.

    Amante de la Patria, y entusiasta,
    el escudo conoce, en él se huelga,
    y de una caña, que transforma en asta,
    el cruzado pendón trémulo cuelga.

    Así es mi Pedro, generoso y bueno:
    todo lo grande le merece culto;
    entre el ruido del mundo irá sereno,
    que lleva de virtud germen oculto.

    Cuando sacude su infantil cabeza
    el pensamiento que le infunde brío,
    estalla en bendiciones ni terneza
    y digo al porvenir: ¡Te lo confío!




    (292-293).



    Poesías completas, Ed. de 2006..3 Generalmente considerado su último poema, dedicado, por supuesto, a su hijo Pedro, nacido en 1884. Las cuatro primeras estrofas datan de 1890, las últimas dos de 1896, pocos meses antes de su muerte (Poesías completas, de la nota de Diógenes Céspedes, 292).




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