OS MALDITOS
Rio de Janeiro , 1935
(A aparição do poeta)
Quantos somos, não sei... Somos um, talvez dois, três, talvez, quatro; cinco, talvez nada
Talvez a multiplicação de cinco em cinco mil e cujos restos encheriam doze terras
Quantos, não sei... Só sei que somos muitos — o desespero da dízima infinita
E que somos belos deuses mas somos trágicos.
Viemos de longe... Quem sabe no sono de Deus tenhamos aparecido como espectros
Da boca ardente dos vulcões ou da órbita cega dos lagos desaparecidos
Quem sabe tenhamos germinado misteriosamente do solo cauterizado das batalhas
Ou do ventre das baleias quem sabe tenhamos surgido?
Viemos de longe — trazemos em nós o orgulho do anjo rebelado
Do que criou e fez nascer o fogo da ilimitada e altíssima misericórdia
Trazemos em nós o orgulho de sermos úlceras no eterno corpo de Jó
E não púrpura e ouro no corpo efêmero de Faraó.
Nascemos da fonte e viemos puros porque herdeiros do sangue
E também disformes porque — ai dos escravos! — não há beleza nas origens
Voávamos — Deus dera a asa do bem e a asa do mal às nossas formas impalpáveis
Recolhendo a alma das coisas para o castigo e para a perfeição na vida eterna.
Nascemos da fonte e dentro das eras vagamos como sementes invisíveis o coração dos mundos e dos homens
Deixando atrás de nós o espaço como a memória latente da nossa vida anterior
Porque o espaço é o tempo morto — e o espaço é a memória do poeta
Como o tempo vivo é a memória do homem sobre a terra.
Foi muito antes dos pássaros — apenas rolavam na esfera os cantos de Deus
E apenas a sua sombra imensa cruzava o ar como um farol alucinado...
Existíamos já... No caos de Deus girávamos como o pó prisioneiro da vertigem
Mas de onde viéramos nós e por que privilégio recebido?
E enquanto o eterno tirava da música vazia a harmonia criadora
E da harmonia criadora a ordem dos seres e da ordem dos seres o amor
E do amor a morte e da morte o tempo e do tempo o sofrimento
E do sofrimento a contemplação e da contemplação a serenidade imperecível.
Nós percorríamos como estranhas larvas a forma patética dos astros
A tudo assistindo e tudo ouvindo e tudo guardando eternamente
Como, não sei... Éramos a primeira manifestação da divindade
Éramos o primeiro ovo se fecundando à cálida centelha.
Vivemos o inconsciente das idades nos braços palpitantes dos ciclones
E as germinações da carne no dorso descarnado dos luares
Assistimos ao mistério da revelação dos Trópicos e dos Signos
E a espantosa encantação dos eclipses e das esfinges.
Descemos longamente o espelho contemplativo das águas dos rios do Éden
E vimos, entre os animais, o homem possuir doidamente a fêmea sobre a relva
Seguimos... E quando o decurião feriu o peito de Deus crucificado
Como borboletas de sangue brotamos da carne aberta e para o amor celestial voamos.
Quantos somos, não sei... somos um, talvez dois, três, talvez quatro; cinco, talvez, nada
Talvez a multiplicação de cinco em cinco mil e cujos restos encheriam doze terras
Quantos, não sei... Somos a constelação perdida que caminha largando estrelas
Somos a estrela perdida que caminha desfeita em luz.
************************
EL POETA
Cuántos somos, no sé… Somos uno, tal vez dos; tres, tal vez cuatro;
cinco, tal vez nada.
Tal vez la multiplicación de cinco por cinco mil y cuyos restos
llenarían doce Tierras.
Cuántos, no sé… Sólo sé que somos muchos – la desesperación
del decimal infinito.
Y que somos bellos como dioses, aunque trágicos.
Vinimos de lejos… Puede ser que en el sueño de Dios hayamos
aparecido como espectros
de la boca ardiente de los volcanes o de la órbita ciega
de los lagos desaparecidos.
Puede ser que hayamos germinado misteriosamente del suelo asolado
por las batallas
o del vientre de las ballenas quién sabe si surgimos.
Vinimos de lejos – traemos en nosotros el orgullo del ángel
rebelado,
del que creó o hizo nacer el fuego de la ilimitada y altísima
misericordia.
Traemos en nosotros el orgullo de ser úlceras en el eterno
cuerpo de Job,
y no oro y púrpura en el cuerpo efímero del Faraón.
Nacimos de la fuente y vinimos puros porque somos herederos
de la sangre
y también deformes porque – ¡ay de los esclavos!, no hay
belleza en los orígenes.
Volábamos – Dios les dio el ala del bien y el ala del mal a nuestras
formas impalpables,
recogiendo el alma de las cosas para el castigo y la perfección
en la vida eterna.
Nacimos de la fuente y dentro de las eras vagamos como semillas
invisibles por el corazón de los mundos y de los hombres,
dejando atrás de nosotros el espacio y la memoria latente
de nuestra vida anterior.
Porque el espacio es el tiempo muerto – y el espacio es la memoria
del poeta,
como el tiempo vivo es la memoria del hombre sobre la Tierra.
Fue mucho antes de los pájaros – apenas rodaban en la esfera
los cantos de Dios,
apenas su sombra inmensa cruzaba el aire como un faro
alucinado…
Existíamos ya… En el caos de Dios girábamos como el polvo
prisionero del vértigo,
¿pero de dónde veníamos y por qué privilegio recibido?
Y entretanto el Eterno sacaba de la música vacía la armonía
creadora,
y de la armonía creadora el orden de los seres y del orden de los seres
el amor,
y del amor la muerte y de la muerte el tiempo, y del tiempo
el sufrimiento
y del sufrimiento la contemplación y de la contemplación
la serenidad imperecedera.
Nosotros recorríamos como extrañas larvas la forma patética
de los astros
asistiendo a todo y oyendo todo y rememorando todo eternamente.
¿Cómo? No sé… Éramos la primera manifestación de la divinidad,
éramos el primer huevo fecundándose al calor de la centella.
Vivimos el inconsciente de las edades en los brazos palpitantes
de los ciclones,
y las germinaciones de la carne en el dorso descarnado del fulgor lunar.
Asistimos al misterio de la revelación de los Trópicos y de los signos,
y al espantoso encantamiento de los eclipses y de las esfinges.
Descendimos a lo largo del espejo contemplativo de las aguas
de los ríos del Edén
y vimos, entre los animales, al hombre poseer furiosamente
a la hembra sobre el pasto.
Seguimos… Y cuando el decurión hirió el pecho de Dios crucificado,
como mariposas de sangre brotamos de la carne abierta
y volamos hacia el amor celestial.
Cuántos somos, no sé… Somos uno, tal vez dos; tres, tal vez cuatro;
cinco, tal vez nada.
Tal vez la multiplicación de cinco por cinco mil y cuyos restos
llenarían doce Tierras.
Cuántos, no sé… Somos la constelación perdida que camina
lanzando estrellas,
somos la estrella perdida que camina deshecha en luz.
********
» HOMERO
» OVIDIO NASON
» IX. SONETOS POETAS ESPAÑOLES SIGLO XX (III)
» CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE
» Rabindranath Tagore
» ANTONIO MACHADO
» Luís Vaz de Camões
» FERNANDO PESSOA( ELE MESMO, ALBERTO CAEIRO, RICARDO REIS, ÀLVARO DE CAMPOS, BERNARDO SOARES, ETC)
» CECILIA MEIRELES