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    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:19

    ODA



    Leída en la sesión que el Liceo Hidalgo celebró en honor de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.

    De los tres cielos que recorre el hombre
    de la existencia en la medida impía,
    cuando la gloria me enseñó tu nombre
    yo estaba en el primero todavía.
    La pena que del pecho
    hasta el abismo lóbrego desciende,
    y del cadáver de un amor deshecho
    finge flotando en derredor del lecho
    la aparición bellísima de un duende;
    la sombra a cuyo peso aborrecido
    muere el placer y el alma se acobarda,
    tratando de evocar en el olvido
    el recuerdo dulcísimo y querido
    de los besos del ángel de la guarda;
    todo eso que en la frente
    deja un sello de luto y desconsuelo,
    cuando en el alma pálida y doliente
    no queda ni la fe. que es del creyente
    la última golondrina que alza el vuelo,
    todo eso que de noche
    baja hasta el corazón como una sombra,
    y que terrible y sin piedad ninguna,
    sus ilusiones todas despedaza,
    aún no era sobre el cielo de mi cuna,
    ni la pálida nube que importuna
    se levanta enseñando la amenaza.

    Dichoso con la dulce indiferencia
    del que al amor de su callado asilo
    ha vivido a la luz de la inocencia,
    acostumbrado a ver en la existencia
    la imagen de un azul siempre tranquilo,
    yo entonces ignoraba
    que, más allá de aquel humilde techo
    que sus caricias y su amor me daba,
    clamando al cielo y suspirando en vano
    desde el rincón sin luz de la vigilia,
    hubiera en otro hogar una familia
    de la que yo también era un hermano...

    Mi amor no sospechaba que existiera
    más ilusión, ni cariñoso exceso,
    que la mirada dulce y hechicera
    de la santa mujer que la primera
    nos anuncia a la vida con un beso...
    Y hasta que al ducle y mágico sonido
    del arpa que temblaba entre tus manos,
    dejé mi rama, abandoné mi nido
    y te segué hasta ese árbol bendecido,
    donde todos los nidos son hermanos,
    fue cuando despertando de la calma
    en que flotaba la existencia mía,
    sentí asomar en lo íntimo de mi alma
    algo como la luz de un nuevo día.

    Tu voz fue la primera
    que me habló en la dulzura de ese idioma
    que canta como canta la paloma
    y gime como gime la palmera...
    las cuerdas de tu lira,
    como la voz de la primera alondra
    que llama a las demás y las despierta,
    fueron las que al arrullo de tu acento
    sonaron sobre mi alma estremecida,
    como si siendo un pájaro la vida
    quisieran despertarlo al sentimiento...

    Tu nombre va ligado en mi cariño
    con los recuerdos santos y amorosos
    de mis tiempos de niño,
    con los placeres dulces y sabrosos
    de esa época sonriente,
    en la que es cada instante una promesa
    y en la que el ángel de la fe aún no besa
    las primeras arrugas de la frente;
    tu nombre es la memoria
    del pueblo y del hogar adonde un día
    fue a estremecerse el eco de tu gloria
    y el trino arrullador de tu poesía;
    la evocación de todo lo más santo
    en medio de mis noches desmayadas,
    que aún tiemblan a las dulces campanadas,
    de aquellas horas en que amaba tanto...

    Y así, cuando yo supe
    que abandonada a tu dolor morías,
    y que en tu muda y lánguida tristeza
    renunciabas a ver junto a tu lecho,
    quien, al rodar sin vida tu cabeza,
    recogiera el laurel de tu grandeza
    y el último sollozo de tu pecho;
    cuando yo supe que en la huesa insana
    te inclinabas por fin pálida y sola,
    sin que el adiós de tu alma soberana
    se enlutara la cítara cubana,
    ni gimiera la cítara española;
    al darte mis adioses, los adioses
    de la eterna y postrera despedida,
    sentí que algo de triste sollozaba
    de mi dolor en el oscuro abismo,
    y que tu sombra que flotaba arriba,
    al extinguirse y al borrarse se iba
    llevándose un pedazo de sí mismo,
    y entonces al poder de los recuerdos,
    borrando la distancia,
    tendí mis alas hacia el nido blando
    de los primeros sueños de la infancia;
    llegué al rincón modesto
    donde tus dulces páginas leía,
    a la fe y al amor siempre dispuesto,
    y allí de pie frente a la blanca cuna
    donde en sus flores me envolvió el destino,
    busqué en su fondo alguna
    que aún no cerrara su oloroso broche,
    y en él hallé dormida,
    esta con la que el alma agradecida
    viene a aromar las sombras de la noche.

    Deuda en mi cariño
    contraje desde niño con tu nombre,
    esa flor es el cántico del niño
    mezclada con las lágrimas del hombre;
    esta flor es el fruto de aquel germen
    que derramaste en mi niñez dichosa,
    y que al rodar sobre la humilde fosa
    donde tus restos duermen,
    entre sus piedras ásperas se arraiga
    recogiendo su jugo en tus cenizas,
    y esperando en su cáliz a que caiga
    la gota de los cielos que le traiga
    la esencia y el amor de tus sonrisas.


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:20

    SONETO



    Porque dejaste el mundo de dolores
    buscando en otro cielo la alegría
    que aquí, si nace, sólo dura un día,
    y eso entre sombras, dudas y temores.

    Porque en pos de otro mundo y de otras flores
    abandonaste esta región sombría,
    donde tu alma gigante se sentía
    condenada a continuos sinsabores.

    Yo vengo a decir mi enhorabuena
    al mandarte la eterna despedida
    que de dolor el corazón me llena;

    que aunque cruel y muy triste tu partida,
    si la vida a los goces es ajena,
    mejor es el sepulcro que la vida.


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    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:21

    DOLORA

    A Elmira

    Era muy niña María,
    todavía,
    cuando me dijo una vez:
    -Oye, ¿por qué se sonríen
    las flores tan dulcemente,
    cuando las besa el ambiente
    sobre su aromada tez?
    -Ya lo sabrás más delante
    niña amante,
    le contesté yo, y una mañana,
    la niña pura y hermosa,
    al entreabrir una rosa
    me dijo: -¡Ya sé por qué es!

    Y la graciosa criatura
    blanca y pura
    se ruborizó y después,
    ligera como las aves
    que cruzan por la campiña,
    corrió hacia el bosque la niña
    diciendo: -¡Ya sé por qué es!-
    y yo la seguí jadeante,
    palpitante
    de ternura y de interés,
    y... oí un beso ducle y blando,
    que fue a perderse en lo espeso,
    diciendo: -¡Ya sé por qué es!

    Era muy joven María,
    todavía
    cuando me dijo una vez;
    -Oye, ¿por qué la azucena
    se abate y llora marchita
    cuando el aura no la agita
    ni besa su blanca tez?
    -Ya lo sabrás mas delante,
    niña amante-,
    le contesté yo... ¡después!
    Y más tarde ¡ay! una noche,
    la joven de angustia llena,
    al ver triste a una azucena,
    me dijo: -¡Ya sé por qué es!

    Y ahogando un suspiro ardiente,
    la inocente
    me vio llorando... y después,
    corrió al bosque, y en el bosque
    esperó mucho la bella,
    y al fin... se oyó una querella
    diciendo: -¡Ya sé por qué es!-.
    Era muy linda María,
    todavía,
    cuando me dijo una vez:
    -Oye, ¿Por qué se sonríe
    el niño en la sepultura,
    con una risa tan pura,
    con tan dulce sencillez?
    -Ya lo sabrás más delante
    niña amante,-
    le contesté yo... ¡después!

    Y... murió la pobre niña,
    y en vez de llorar, sonriendo,
    voló hacia el azul diciendo,
    -¡Ya sé por qué es!

    Ya lo ves mi hermosa Elmira,
    quien delira
    sufre mucho, ¡ya lo ves!
    Y así, ilusiones y encanto,
    ni acaricies ni mantengas,
    para que, al llorar, no tengas
    que decir:
    -¡Ya sé por qué es!




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    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:23

    Manuel Acuña, el poeta eternamente joven que buscó conciliar al país

    Boletín No. 1710 - 05 de diciembre de 2023



    Este 6 de diciembre se cumple el 150 aniversario de la muerte del escritor coahuilense, cuya obra y corta vida lo convirtieron en leyenda
    La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan al escritor coahuilense Manuel Acuña (1849-1873) en el 150 aniversario de su muerte, este 6 de diciembre, poeta e intelectual, cuyas ideas buscaron conciliar al país, pero autor de una obra y protagonista de una historia que lo han convertido en una leyenda dentro de la literatura mexicana.

    Hablar de Manuel Acuña es reencontrarse con el México convulso del siglo XIX, pero también es hablar de un personaje que es recordado a través de su poesía y de su corta vida, quien, aún como estudiante de Medicina, se suicidó a los 24 años, suceso atribuido a un arrebato amoroso por Rosario de la Peña, musa de la época, a quien le dedicó el afamado poema Nocturno a Rosario.

    Pero, más allá del mito, las investigadoras Leticia Romero Chumacero y Mariana Ozuna invitan a leer su obra, una poesía viva, visionaria y eternamente joven: “El mito de Manuel Acuña tiene que ver con toda una imaginería del romanticismo del siglo XIX, donde se plantea al poeta como un ser arrebatado, emocionalmente desbordado, cuyas reacciones, sobre todo en el ámbito amoroso o patriótico, son exacerbadas. Él calza muy bien la idea de poeta romántico”, explicó la catedrática de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Leticia Romero.

    “Rosario de la Peña fue una mujer de la época encantadora, hacía tertulias a las que acudían gran cantidad de intelectuales, como José Martí, cuando vino al país; Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Manuel María Flores, entre otros. Acaso mucho más cruel fue la vida de Manuel Acuña, pues llegó a la Ciudad de México desde Saltillo para estudiar Medicina con una beca, sin muchos recursos”. De acuerdo con los datos y sus cartas, él salía con una muchacha, compañera de pluma, Laura Méndez, a quien le escribió el poema A Laura y con quien tuvo un hijo.

    La también poeta explicó en entrevista que Acuña lideró a una generación de jóvenes quienes abogaron por establecer una idea unificada de nación, una literatura propia, alejada de los criterios españoles, y una mirada de avanzada sobre las mujeres: “Manuel Acuña perteneció a un grupo que se hizo llamar Nezahualcóyotl, cuya primera sección poética la desarrollan en el Ex Convento de San Jerónimo, donde vivió sor Juana Inés de la Cruz.

    “En ese lugar, junto con Agustín Cuenca, Juan de Dios Peza, Ricardo Ramírez (hijo de El Nigromante), se reúnen para discutir una serie de temas de carácter literario, se cuestionan sobre cómo debería ser la literatura mexicana y plantean una especie de ruptura con generaciones previas. Al mismo tiempo, expresan una voluntad de continuar con el proyecto nacionalista de Ignacio Manuel Altamirano”.

    Refirió que México había pasado por un largo periodo de guerras, desde la lucha por la Independencia hasta intervenciones extranjeras, y este grupo quería reconciliar al país y forjar una idea de nación. Manuel Acuña también tiene una conciencia de que las mujeres escriben, y esto es importante porque su relación con Laura Méndez va más allá de lo amoroso. Ella también escribía, leía mucho, se vinculó con el mundo literario de la Ciudad de México y participó en sesiones de bohemia literaria en más de un grupo.

    “Acuña escribió A Laura que, a diferencia del famoso Nocturno a Rosario, es una invitación a que se dedique a la literatura y que lo haga de manera profesional. El cree y está convencido de que una mujer puede ser tan buena, eficaz, creativa, como cualquier hombre. Esto parecería una obviedad, pero no lo era en el siglo XIX y supone una conciencia de modernidad”.

    Explicó que este dato fue confirmado a través de una entrevista que Laura Méndez dio a inicios del siglo XX para Revista de Revistas, en la cual mostró el manuscrito original del poema. Sin embargo, para no ofender la memoria del poeta, como la de Laura y su esposo, Agustín Cuenca, amigo de ambos, decidieron evitar hablar de aquella relación temprana y del bebé que murió unas semanas después debido a una bronquitis, “por el peso moral que implicaba una situación de esa naturaleza en el siglo XIX”.

    La escritora invitó a acercarse a la poesía de Manuel Acuña con poemas como Ante un cadáver, un poema oscuro, profundo, que fue una novedad ante la literatura religiosa de la época. Asimismo, invitó a la lectura de algunas novelas inspiradas en la figura de este autor, como La lavandera (2007), del escritor español Pepe Monteserín; Cinco balas para Manuel Acuña (2009), de César Güemes, y El pasado (2020), de Víctor Palomo. “Son obras en las que vemos a un personaje literario entrañable y además recrean la época”.

    Por su parte, la investigadora Mariana Ozuna recordó que Manuel Acuña perteneció a una generación que vivió un cambio de pensamiento y de modelo de hombre: “Él es un poeta que está entre dos formas de ver el mundo: una materialista, pragmática, científica, pero su poesía nos habla de un mundo que apela al sentimiento, a la hondura sentimental. Entonces, cuando uno lee la poesía de Manuel Acuña se está abrevando de un manantial escondido dentro de la tradición mexicana, sobre todo ahora, porque nuestra época vive una reducción absurda de las emociones”.

    La autora agregó que Acuña es parte del movimiento de la poesía romántica, pero esta no necesariamente trata solo del amor, sino de un gran espectro de este: la ternura, la compasión, la paz, el dolor, por lo cual recomendó leer el poema Lágrimas, una elegía que el poeta coahuilense dedicó a su padre tras su fallecimiento.

    “Yo recomendaría a los lectores acudir a la poesía de Manuel Acuña cuando les hagan falta palabras para el amor, la ternura, la aflicción, la contemplación, porque la poesía nos provee de ellas para eso que no encontramos manera de retener. Particularmente este poema, Lágrimas, es conmovedor y forma parte de una larga tradición donde están Jaime Sabines, Miguel Hernández, Enriqueta Ochoa, que cantan al dolor de la muerte. Creo que es importante, en un momento en el que la muerte pareciera que ya no nos sorprende, pues su poesía nos conmueve, suscita o agita en nosotros una serie de emociones que nos humanizan”.

    Finalmente, expresó que, a 150 años del fallecimiento de Manuel Acuña, “estamos hablando de un personaje en el que escribir poesía y ser joven ofrecen un temple y una sensibilidad específica. Acuña es un antiguo contemporáneo que, ante la anestesia producida por todos los medios de entretenimiento con los cuales vivimos hoy en día, puede hablarles a los jóvenes muy de cerca, porque mantiene esa juventud agitada, además de ser un poeta que se lee sin diccionario y cuya poesía de desliza por la boca, el corazón, la razón y nos acaricia”.




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    MANUEL ACUÑA (1849-1873) - Página 2 Empty Re: MANUEL ACUÑA (1849-1873)

    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:27

    El giro


    Romancero de la Guerra de Independencia

    I


    Medio oculta entre la selva
    como un nido entre las ramas,
    y medio hundido en el fondo
    tranquilo de una cañada,
    allá por aquellos tiempos
    hubo en Landín una casa
    que no por ser tan sencilla
    ni de un fecha tan larga,
    era menos pintoresca,
    ni tampoco menos blanca.
    Sombreaba su puerta un olmo
    de hojosas y verdes ramas,
    punto de citas de todas
    las aves de las montañas;
    y en uno de sus costados,
    brotando límpida y clara,
    estaba entre los terrones
    y entre las hierbas el agua,
    de noche siempre tranquila
    y eternamente callada.
    Apenas el sol naciente
    filtraba por sus ventanas,
    cuando estremeciendo el aire,
    sonaban dulces y claras,
    la voz de una cuna hablando
    de cuanto los niños hablan;
    la voz de una madre, rica
    de sentimientos y de alma,
    y la voz de un hombres que era
    la eterna voz de la patria,
    soñando ya con sus glorias
    y ya con sus esperanzas.
    Tez cobriza como aquellos
    10
    primeros hijos de Anáhuac,
    que tantas veces hicieron
    temblar de miedo a la España,
    cuando la España atrevida
    midió con ellos sus armas;
    fuerte y ágil como todos
    los hijos de las montañas;
    como un labriego, robusto;
    como un patriota, entusiasta;
    como un valiente, atrevido,
    y como un joven, todo alma,
    el hombre de aquellas selvas,
    el hombre de aquella casa,
    era el eterno modelo
    de esas figuras sagradas
    que en el altar de los siglos
    hacen un Dios de una estatua.
    Veinticinco años apenas
    por ese tiempo contaba,
    y de sus nobles heridas
    la suma aún era más larga,
    que no hubo por el Bajío
    ningún combate ni hazaña
    donde su ardor no estuviera
    donde faltara su lanza,
    ni donde al grito de muerte
    sus huellas no señalara
    con el licor de sus venas
    o el de las venas extrañas.
    Y allí tranquilo y oculto
    su triste vida pasaba,
    lamentando en su impotencia
    la esclavitud de la patria
    que renunciando a la lucha,
    renunciaba a la esperanza:
    cuando una mañana, a la hora
    que el último sueño marca,
    despertó oyendo a lo lejos
    un ruido confuso de armas;
    y adivinando al instante
    la suerte que le amagaba,
    bajó del lecho al influjo
    de una decisión extraña;
    besa en los labios a su hijo,
    besa en la frente a su amada,
    clava los ojos ardientes
    en la entreabierta ventana,
    y al ver por sus enemigos
    ya casi envuelta su casa,
    salta a las rocas, y entre ellos
    se escapa por la montaña.


    II


    Aún no se alzaba del todo
    la niebla de la mañana,
    y aún no acertaban a darse
    cuenta de tamaña audacia
    los sitiadores furiosos
    que sorprenderle esperaban,
    cuando al galope y bajando
    camino de la cañada,
    vieron venir a lo lejos
    un grupo de gente armada,
    compuesto de ocho jinetes
    y el hombre que los mandaba;
    en mayor número que ellos
    y con superiores armas,
    seguros de la victoria
    fácil que se les aguarda,
    todos empuñan las riendas,
    todos afirman la lanza,
    todos ven al enemigo
    todos miden la distancia,
    y en silencio y todos ellos
    prontos a ponerse en marcha,
    sólo esperan a que llegue
    la hora de entrar en batalla
    Los insurgentes en tanto
    viendo las huestes contrarias,
    más de coraje la encienden
    y más de amor la entusiasman,
    y ansiosos de dar su sangre
    por la salud de la patria,
    sobre el caballo inclinan,
    la floja rienda adelantan,
    y fijos los barboquejos
    y el sombrero hacia la espalda,
    entre la niebla y el polvo
    corren, y vuelan y avanzan,
    siguiendo entre los peñascos
    al hombre de la cañada.
    Y ya los de Bustamante
    su primer paso avanzaban,
    anhelando en su impaciencia
    cómo acortar la distancia
    que la interpuesta colina
    con un recodo aumentaba;
    cuando de pie en lo más alto
    de las rocas escarpadas,
    vieron alzarse a un jinete
    que con voz sonora y clara,
    "Yo soy el Giro
    –les dijo,
    -si al Giro es a quien aguardan;
    y el que lo busque que venga
    si tiene honor y tiene alma,
    que a todos espera el Giro
    frente a frente y cara a cara"
    -
    Dijo: y los fieros dragones
    al grito de "¡Viva España!"
    como un solo hombre treparon
    hasta donde el Giro estaba
    dispuesto como los suyos
    a sucumbir por la patria. . .
    Y fue la lucha, y terribles
    al dar la espantosa carga,
    insurgentes y realistas
    ardiendo en cólera y rabia,
    se entremezclaron sedientos
    de victoria y de matanza. . .
    Quiso la triste fortuna
    favorecer a la España,
    el brillo de sus fulgores
    negándole a nuestras armas,
    que ya de los insurgentes
    uno tan sólo quedaba
    a caballo todavía,
    pero ya herido y sin armas.
    Era el Giro, que entre doce
    dragones que le rodeaban,
    sin rendirse al desaliento
    ni inclinarse a la desgracia,
    luchaba y arremetía
    contra el que más se acercaba,
    convirtiendo a su caballo,
    a un tiempo en escudo y arma.
    Por fin un brazo atrevido
    clavó en su pecho una lanza,
    perder haciéndole el poco
    aliento que le quedaba;
    pero él aunque ya en el suelo,
    con fuerza siempre y con alma,
    coge la lanza, del pecho
    sin vacilar se la arranca,
    y estremecido y al grito
    de independencia y de patria,
    de pie sobre los peñascos
    a sus contrarios aguarda;
    y después de herir a todos
    los que acercársele ensayan,
    hace huir a los restantes
    que ante heroicidad tamaña
    se alejan, y desde lejos
    lo rematan a pedradas.


    III


    Mártir, que toda tu sangre
    supiste dar por la patria;
    tú, de los desconocidos
    que murieron por salvarla,
    ¡gracias por tu fortaleza,
    por tu sacrificio, gracias!


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    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:28

    El reo a muerte



    Esa noche, ardiendo el pueblo
    de animación y entusiasmo
    bajo el influjo sublime
    de tu genio soberano,
    todo era bravos y dianas,
    todo era vivas y aplausos,
    todo cariño en los ojos
    todo cariño en los labios,
    y todo flores, laureles,
    admiración y ... entretanto,
    allá muy lejos, muy lejos,
    sonando lento y pausado,
    se alzaba entre las tinieblas
    y entre el silencio un cadalso,
    sin otro eco que el latido
    del pecho del condenado
    que en diálogo con la muerte
    velaba en un subterraneo.
    aquel cadalso se alzaba
    cada vez más y más alto,
    como un espectro, sombrío
    como un vampiro, callado,
    como una tumba implacable,
    y como un monstruo, inhumano;
    se alzaba y, sin que ninguno
    oyera aquel ruido amargo,
    por los sollozos de un hombre
    solamente acompañado,
    la humanidad impasible
    bajo su mudo letargo,
    miraba crecer y alzarse
    las formas de aquel cadalso,
    cuando tú, tú que escuchaste
    sus ecos tristes y vagos
    te levantaste por ella
    con la voz del entusiasmo,
    y en presencia de aquel pueblo
    y enfrente de aquel tablado
    ceñida con tus laureles
    la hiciste hablar por tus labios,
    salvando al sol de aquel día
    del rubor de aquel cadalso.
    Aquel que es su desamparo,
    y aún más que unos pocos días
    y aún más que unos pocos años
    pudo gozar la dulzura
    de ver a su hijo en los brazos,
    libre del infame nombre
    de hijo del ajusticiado;
    pero yo que desde niño
    aprendí lleno de espanto
    a aborrecer los verdugos
    y a maldecir los cadalsos
    dejo a la gloria que entonces
    para ensalzarte su canto,
    y del condenado a muerte
    bajo los recuerdos gratos,
    en nombre suyo, las gracias
    de la humanidad te mando.


    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Lun 09 Sep 2024, 09:29

    Historia del pensamiento



    Cuando a su nido vuela el ave pasajera
    a quien amparo disteis, abrigo y amistad
    es justo que os dirija su cántiga postrera,
    antes que triste deje, vuestra natal ciudad.
    Al pájaro viajero que abandonó su nido
    le disteis un abrigo, calmando su inquietud;
    ¡oh! tantos beneficios, jamás daré al olvido
    durable cual mi vida será mi gratitud.
    En prueba de ella os dejo lo que dejaros puedo,
    mis versos, siempre tristes, pero los dejo así;
    porque pienso, a veces que entre sus letras quedo,
    porque al leerlos creo que os acordáis de mí.
    Voy, pues, a referiros una sencilla historia,
    que en mi alma desolada, honda impresión dejó;
    me la contaron... ¿Dónde?... es frágil mi memoria...
    acaso el héroe de ella... o bien, la soñé yo.
    Era una linda rosa, brillante enredadera,
    tan pura, tan graciosa, espléndida y gentil.
    que era el mejor adorno de la feliz pradera,
    la joya más valiosa del floreciente abril.
    Al pie de ella crecía un pobre pensamiento,
    pequeño, solitario, sin gracia ni color;
    pero miró a la rosa y respiro su aliento
    y concibió por ella el más profundo amor.
    Mirando a su querida pasaba noche y día.
    Mil veces ¡ay! le quiso su pena declarar;
    pero tan lejos siempre, tan lejos la veía,
    que devoraba a solas su pena y su pesar.
    A veces le mandaba sus tímidos olores,
    pensando que llegaba hasta su amada flor;
    pero la brisa, al columpiar las flores,



    cont.

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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:36

    Historia del pensamiento



    Cuando a su nido vuela el ave pasajera
    a quien amparo disteis, abrigo y amistad
    es justo que os dirija su cántiga postrera,
    antes que triste deje, vuestra natal ciudad.

    Al pájaro viajero que abandonó su nido
    le disteis un abrigo, calmando su inquietud;
    ¡oh! Tantos beneficios, jamás daré al olvido
    durable cual mi vida será mi gratitud.

    En prueba de ella os dejo lo que dejaros puedo,
    mis versos, siempre tristes, pero los dejo así;
    porque pienso, a veces que entre sus letras quedo,
    porque al leerlos creo que os acordáis de mí.

    Voy, pues, a referiros una sencilla historia.
    Que en mi alma desolada, honda impresión dejó;
    me la contaron... ¿Dónde?... es frágil mi memoria...
    Acaso el héroe de ella... o bien, la soñé yo.

    Era una linda rosa, brillante enredadera,
    tan pura, tan graciosa, espléndida y gentil.
    Que era el mejor adorno de la feliz pradera,
    la joya más valiosa del floreciente abril.

    Al pie de ella crecía un pobre pensamiento,
    pequeño, solitario, sin gracia ni color;
    pero miró a la rosa y respiró su aliento
    y concibió por ella el más profundo amor.

    Mirando a su querida pasaba noche y día.
    Mil veces ¡ay! Le quiso su pena declarar;
    pero tan lejos siempre, tan lejos la veía,
    que devoraba a solas su pena y su pesar.

    A veces le mandaba sus tímidos olores,
    pensando que llegaba hasta su amada flor;
    pero la brisa, al columpiar las flores,
    llevábase muy lejos la pena de su amor.

    El pobre pensamiento mil lágrimas vertía,
    desoladoras lágrimas, de acíbar y de hiel,
    mientras la joven rosa, sin ver a otras crecía,
    y mientras más crecía, más se alejaba de él.

    Llega un jazmín en tanto a la pradera bella,
    también él a la rosa al punto que la vio;
    pero él fue más dichoso, pudo llegar hasta ella,
    le declaró su pena, y al fin la rosa amó...

    ¿Comprenderéis ahora al pobre pensamiento,
    al ver correspondido a su feliz rival?
    ¿No comprendéis su horrible, su bárbaro tormento
    al verse condenado a suerte tan fatal?

    Después lo trasplantaron; vivió en otras praderas
    indiferencia, olvido y hasta placer fingió:
    miraba flores lindas, brillantes y hechiceras,
    pero su amor constante y fiel compareció.

    Por fin una mañana, estando muy distante,
    el céfiro contóle las bodas del jazmín;
    él escuchó sonriente, y ciego y delirante,
    loco placer fingiendo, creyó olvidar al fin.

    Pero al siguiente día con lágrimas le vieron
    las flores, e ignorando su oculto padecer;
    "Tú lloras, pensamiento, tú lloras", le dijeron:
    "No es nada, contestóles, es llanto de placer".

    ...................................................

    Ved la sencilla historia que os ofrecí contaros,
    acaso os entristezca pero la dejo así;
    adiós, adiós, ya parto; me atrevo a suplicaros
    que la leáis a solas y os acordéis de mí.



    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:43

    A ASUNCIÓN
    EN SU ÁLBUM

    Mire usted, Asunción: aunque algún ángel
    Metiéndose a envidioso,
    Conciba allá en el cielo el mal capricho
    De venir por la noche a hacerle el oso
    Y en un acto glorioso
    Llevársela de aquí, como le ha dicho
    No sé que nigromante misterioso,
    No vaya usted, por Dios, a hacerle caso,
    Ni a dar con el tal ángel un mal paso;
    Estese usted dormida,
    Debajo de las sábanas metida,
    Y deje usted que la hable
    Y que la vuelva a hablar y que se endiable,
    Que entonces con un dedo
    Puesto sobre otro en cruz, ¡afuera miedo!
    No vaya usté a rendirse
    Ante el ruego o las lágrimas y a irse...
    Que donde usted nos deje
    Por seguir en el vuelo a su Tenorio,
    Después irá a llorar al purgatorio
    Sin tener quien la mime, aunque se queje...
    Conque mucho cuidado
    Si siente usted un ángel a su lado,
    Que yo, como su amigo,
    Con tal que usted me lo permita,1
    Le aconsejo y le digo
    Que después de Rosario y Margarita
    No admita usted más ángeles consigo.
    Estese usted con ellas
    Compartiendo delicias e ilusiones
    Todas las horas tienen que ser bellas;
    Viva usted muchos años
    (Como un humilde criado le diría)
    Y mañana que sola o entre extraños
    Se encuentre por desgracia en este día,
    Si busca usted una alma que la ame,
    Llame usted a mi pecho, y con que llame,
    Si no estoy muerto encontrará la mía.


    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:43

    A JOSEFINA PÉREZ

    (EN SU ÁLBUM)

    En cambio de los cielos
    De amor y sentimiento
    Que el alma adolorida
    abrió tu inspiración,
    Y en cambio de las horas
    de olvido al sufrimiento
    Que a tu arpa dulce y blanda
    le debe el corazón.

    En cambio, nuestros cantos
    y todo lo que encierra
    De bueno y amoroso
    nuestra alma y nuestro ser...
    Y en cambio nuestras flores,
    las flores de esta tierra,
    Tu nido como alondra,
    tu altar como mujer.


    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:43

    A LA EMINENTE ACTRIZ SALVADORA CAYRÓN

    Si del boscaje fecundo
    No quise flores cortar,
    Cuando vi en mi afán profundo
    Que al robárselas al mundo
    Se las robaba a tu altar,
    En mi ansia por tributarte
    Mi ofrenda de admiración,
    Acudo, señora, a darte,
    Si no las flores del arte,
    Las flores del corazón.


    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:44

    A LA LUNA

    AL SR. D. MANUEL J. DOMÍNGUEZ

    Oh, luna, blanca luna,
    Que desde el cielo viertes tus fulgores
    A despecho de todos los vapores
    Con que la negra noche te importuna,
    Yo sé que al permitirme la confianza
    De que a abusar cantándote me atrevo,
    Antes que hablarte de otra cosa debo
    Darte una explicación de mi tardanza;
    Pero sabiendo, porque así lo he visto,
    No recuerdo en qué parte,
    Que tú eres noble y generosa y buena
    Con todos los prosélitos del arte,
    Entre los que me inscribo al protestarte
    Que nada hay que sin ti valga la pena,
    Dejo los cumplimientos
    Y las excusas fútiles y vanas
    A fin de aprovechar estos momentos,
    Que tú al ver que en mis labios
    Se agita el estro y mi silencio trunca,
    Recordarás que el vulgo y aun los sabios
    Dicen que vale más tarde que nunca.

    No, y mira tú: desde hace mucho tiempo
    Pensaba yo en venir a saludarte,
    Y hasta recuerdo que salí una noche
    Sin más objeto que ese;
    Pero aunque el muy ilustre Ayuntamiento
    Me hizo creer que en el cielo te hallaría,
    Tú, que probablemente estabas mala,
    Te ocultaste y me diste un antesala
    Que me pesa en el cuerpo todavía.

    Esto no te lo digo
    Por lanzarte una pulla ni un reproche;
    Pero este negro bosque me es testigo
    De que no más que por hablar contigo
    Me anduve por aquí toda la noche.
    Lo mismo que otra vez, ya no recuerdo
    Si fue en abril o en mayo... suspirando
    Por verte frente a frente
    Y a tu lado pasar la noche entera,
    De modo y de manera
    De estar solos y lejos de la gente,
    Vengo, y tú que sin duda me creíste
    Algún gemidor de esos
    Que porque está desesperado y triste
    Ya quiere que le des un par de besos,
    No bien tras de estos álamos me viste,
    Que escondiéndote en medio de las nubes
    Cerraste tu balcón y te metiste.

    Y la verdad que si esta fue tu idea
    Ante mi aparición inoportuna,
    Por mi vida te juro y te respondo,
    Que te llevaste el chasco más redondo
    Que te has llevado desde que eres luna;
    Pues aunque ya a mis años
    Se usa entre los humanos corazones
    Contarlos sufrimientos a montones,
    Y a montones también los desengaños,
    Yo que si algo he sufrido
    De mi existencia en la carrera corta,
    Tengo la convicción íntima y grande
    De que a nadie le importa,
    Porque si sufro no hay quien me lo mande;
    Si al pisar de la vida los abrojos
    A verter una lágrima me atrevo,
    La dejo que se escapase de mis ojos
    Y al llegar a mis labios me la bebo.

    Conque ya verás tú si yo sería
    Quien fuera a molestarte a tales horas,
    Para llamarte solitaria o fría,
    Y cometer así una grosería
    De esas que no perdonan las señoras,
    Aparte de que a ti, si no me engaño,
    Te debe de importar muy poca cosa
    Que en la vida enojosa
    Camine el goce junto con el daño;
    Así como que al tiempo de las flores
    Siga el invierno nebuloso y frío,
    O que en las tibias noches del estío
    Disminuyan de fuerza los calores,
    Cosa que a muchos saca de su casa
    Por tener de decírtelo el orgullo,
    Cuando todo eso en realidad no pasa
    De ser una verdad de Pero Grullo.

    Y sin mentar personas,
    Por allí anda la ilustre Avellaneda,
    Que en paz duerma en su lecho de coronas,
    Que sin mirar que tú, rueda que rueda,
    Maldito el caso que del tiempo hacías,
    Ella al son de sus mágicos bordones
    Te delataba a ese ladrón nefando
    Que tantos goces con pasar nos roba,
    Sin oír que su esposo despertando
    La llamaba en un tono no muy blando
    Después de registrar toda la alcoba.

    Y el sin igual Zorrilla,
    El que nos regaló aquel mamarracho
    Que yo admiraba tanto de muchacho
    Creyéndolo la octava maravilla,
    El que con una calma
    Cuyo molde es difícil que se encuentre,
    Hizo aquí entre otros dramas el del vientre,
    Y hasta allá fue a acordarse del del alma.

    Y Carpio, el que de turco disfrazado
    Sufrió tan honda pena
    Que por poco se arroja al mar salado;
    Pero que al fin se fue por otro lado
    Arrastrando el alfanje por la arena.

    Y Tagle, el que te hablaba allá en los tiempos
    De discordias civiles,
    En que Rocha no andaba por el mundo
    Y en que aún eran de chispa los fusiles,
    Pues éstos y otros más, si no tan buenos
    Sí tan desocupados,
    Han emprendido de entusiasmo llenos
    La imitación de sus antepasados,
    Por el placer de repetirte alguna
    De esas necias e insulsas tonterías,
    O porque hechos los tomos de poesías
    No faltara en el índice: —«A la luna».

    Y si a lo menos fueran pasaderas
    Las tantas que en tu elogio se han escrito
    Y cuyas firmas por prudencia callo,
    Pues, señor, con trescientos de a caballo,
    Muy puesto en su lugar y muy bonito;
    Pero, nada... que entre ésas que no cito
    Porque no se me diga impertinente,
    Hay muchas (no agravio la presente)
    Que son un verdadero gregorito.

    Lo digo y lo repito,
    Sí, señor, que ésta no es una indirecta,
    Pues aunque salte alguno
    Que deseando escapar a este reproche,
    Reclame la palabra y manifieste
    Cargado de razones y veneno,
    Que no se puede hacer nada de bueno
    Sobre un terreno tan vulgar como éste,
    No habiendo obligación chica ni grande
    De escribir sobre tal o cual materia,
    Se comprende y se ve muy a las claras,
    Aunque hable de ésta con tan poco aprecio,
    Que el culpable no es ella sino el necio
    Que se mete en camisa de once varas.

    ¿Quién obliga a ninguna
    De las vivientes almas a que escriba,
    Ni menos a que suba tan arriba
    Que tenga que escribir sobre la luna...?

    Yo mismo, si mañana
    A algún crítico ocioso y exigente
    Se le diera la gana
    De zurrar a esta silva la pavana,
    Y de hacerlo delante de la gente,
    Pues yo mismo, aunque fuera a mi despecho
    (No pudiendo olvidarme de que es mía)
    Mirando la justicia no tendría
    Más que decir a todo: muy bien hecho.

    Y tan es cierto que lo encuentro justo,
    Y que me temo mucho una descarga
    Por haberme salido con mi gusto,
    Que con objeto de que el sabio adusto
    No halle esta silva demasiado larga,
    Una vez que tú, luna,
    No me has de consolar si tal sucede,
    Lo cual (aquí en confianza) muy bien puede
    Por un capricho cruel de la fortuna,
    Bien convencido de que en todo caso
    Francos y leales seguiremos siendo
    Tan amigos como antes,
    Te dejo preparándole a la aurora
    El dulce néctar de los nuevos broches,
    Y sin más que decirte por ahora,
    Con el alma, tu humilde servidora,
    Me alegraré que pases buenas noches.


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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:45

    A LA SOCIEDAD FILOIÁTRICA EN SU INSTALACIÓN

    ¿Hasta cuándo llegará el día en que se aprecie

    M. Ocampo.

    Sombras gigantes de Scipión y Ciro,
    De César y Alejandro,
    Nos os alcéis de la tumba a mis acentos;
    Que si es verdad que vuestra gloria admiro,
    Me espanta vuestra gloria resonando
    Entre ayes de dolor y entre lamentos.

    Yo no canto a vosotros, cuyos lauros
    En la sangre crecidos
    Respiran con el aire de la muerte;
    Yo no canto a vosotros los temidos,
    Los que formáis las leyes con la espada
    Sin tener más derecho que el del fuerte.
    Vuestros nombres sublimes
    No hacen arder la sangre de mis venas;
    Yo canto a Atenas enseñando a Roma,
    No canto a Roma conquistando a Atenas.
    Como el águila audaz que surca el viento
    En pos de espacio que bastante sea
    Para dar a sus alas movimiento,
    Lo mismo mi alma, cuando hallar desea
    La luz de la poesía,
    No busca sus raudales en la noche,
    Sino en la aurora al despuntar el día;
    Y al encontrar la llama indeficiente
    De la verdad sagrada,
    Mi pecho entonces se electriza y siente,
    Y de mi lira tosca y olvidada,
    Brotan cantares que sonar quisieran
    Desde el nuevo hasta el viejo continente.

    Era la sombra: entre su negro manto
    Vegetaban los hombres,
    Nutriéndose con penas y con llanto,
    Sin otra ciencia que sufrir humildes
    Del infortunio las amargas leyes,
    Y sin otros señores que verdugos
    Con el pomposo título de reyes.
    Esqueletos del cuerpo
    Y esqueletos del alma.
    Los seres como Dios, no eran entonces
    El Adán pensador del primer día,
    Sino siervos que ató, con mano airada,
    A su carro triunfal la tiranía.
    Momias vivientes, que al dejar el mundo
    Para volver al hueco del osario,
    Llegaban á sus hijos en recuerdo
    La cicuta del Sócrates profundo
    Y la sangre del Cristo del Calvario.
    Y así pasaron siglos y más siglos,
    Que de su inmensa huella en la distancia
    Sólo dejaban sombras y vestigios,
    Vagando entre las nieblas
    De la noche sin fin de la ignorancia.
    Mas de pronto la luz del pensamiento
    Iluminó vivífica y radiante
    De la santa Razón el firmamento,
    Y Dios apareció, bello y gigante,
    Haciendo despeñarse en el abismo
    Al soplo de sus labios soberanos
    El sangriento puñal de los tiranos
    Y la máscara vil del fanatismo.
    Entonces fue cuando la Europa vía,
    Trémula y espantada,
    La mansión ignorada
    Que la voz de Colón le predecía,
    Y a Franklin elevándose al espacio
    De su genio atrevido tras la huella,
    Para robar a la rojiza nube
    El fuego aterrador de la centella.
    Entonces fue cuando se alzó la ciencia,
    Disipando las sombras
    Que huyeron en tropel a su presencia;
    Y entonces cuando México miraba
    En la mansión maldita
    Del crimen y del miedo,
    En vez de la cadena y del levita
    La figura grandiosa de Escobedo.
    Y no tembléis al recordar la historia
    Del lugar maldecido,
    Donde el buitre feroz de la ignorancia
    Ocultó sus polluelos y su nido;
    No tembléis a la tétrica memoria
    Del calabozo inmundo
    Repitiendo los últimos lamentos
    Del mártir moribundo;
    Ya está lavada de su impura mancha
    La guarida del crimen,
    Que hasta la infamia misma desparece
    Donde las huellas del saber se imprimen.
    En vez de los verdugos,
    Y del hirviente plomo y el veneno,
    La Medicina que consuela y sana,
    Y los hijos de Herófilo y Galeno.

    Sublime redención, misión sublime
    La del que sufre al consolar las penas,
    La del que llora y gime
    Al enjugar las lágrimas ajenas;
    Misión de caridad y bienandanza,
    Empezada por Cristo en el Calvario,
    Que redime y que canta en su santuario
    Los himnos del amor y la esperanza.
    Seguidla, pues, vosotros, que impasibles
    Desafiáis a la muerte y los pesares;
    Y si queréis que el mundo agradecido
    Conserve vuestro nombre en la memoria,
    Y que os levante altares,
    Seguid vuestro sendero bendecido,
    Que al fin de ese sendero está la gloria;
    Y continuad sin dirigir la vista
    Al espinado y escabroso suelo,
    Y si ansiáis la conquista
    Del lauro inmarcesible de la fama,
    Elevad vuestros ojos hasta el cielo
    Donde está quien os mira y quien os llama.
    Y no penséis en la escarpada roca,
    Ni en la espina punzante
    Que atraviesa la planta que la toca;
    No cejéis ni un instante
    En vuestra noble y celestial carrera,
    ¡Adelante...! ¡Adelante...!
    Aún está muy distante
    La corona de rosas que os espera.


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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:45

    A LAURA.

    EPÍSTOLA

    Yo te lo digo, Laura... quien encierra
    Valor para romper el yugo necio
    De las preocupaciones de la tierra.

    Quien sabe responder con el desprecio
    A los que, amigos del anacronismo,
    Defienden el pasado a cualquier precio.

    Quien sacudiendo todo despotismo
    A ninguno somete su conciencia
    Y se basta al pensar consigo mismo.

    Quien no busca más luz en la existencia
    Que la luz que desprende de su foco
    El sol de la verdad y la experiencia.

    Quien ha sabido en este mundo loco
    Encontrar el disfraz más conveniente
    Para encubrir de nuestro ser lo poco.

    Quien al amor de su entusiasmo siente
    Que algo como una luz desconocida
    Baja a imprimir un ósculo en su frente.

    Quien tiene un corazón en donde anida
    El genio a cuya voz se cubre en flores
    La paramal tristeza de la vida;

    Y un ser al que combaten los dolores
    Y esa noble ambición que pertenece
    Al mundo de las almas superiores;

    Culpable es, y su lira no merece
    Si debiendo cantar, rompe su lira
    Y silencioso y mudo permanece.

    Porque es una tristísima mentira
    Ver callado al zentzontle y apagado
    El tibio sol que en nuestro cielo gira;

    O ver el broche de la flor cerrado
    Cuando la blanca luz de la mañana
    Derrama sus caricias en el prado.

    Que indigno es de la gloria soberana,
    Quien siendo libre para alzar el vuelo,
    Al ensayar el vuelo se amilana.

    Y tú, que alientas ese noble anhelo,
    Mal harás si hasta el cielo no te elevas
    Para arrancar una corona al cielo...

    Álzate, pues, si en tu interior aún llevas
    El germen de ese afán que pensar te hace
    En nuevos goces y delicias nuevas.

    Sueña, ya que soñar te satisface
    Y que es para tu pecho una alegría
    Cada ilusión que en tu cerebro nace.

    Forja un mundo en tu ardiente fantasía,
    Ya que encuentras placer y te recreas
    En vivir delirando noche y día.

    Alcanza hasta la cima que deseas,
    Mas cuando bajes de esa cima al mundo
    Refiérenos al menos lo que veas.

    Pues será un egoísmo sin segundo,
    Que quien sabe sentir como tú sientes
    Se envuelva en un silencio tan profundo.

    Haz inclinar ante tu voz las frentes,
    Y que resuene a tu canción unido
    El general aplauso de las gentes.

    Que tu nombre doquiera repetido,
    Resplandeciente en sus laureles sea
    Quien salve tu memoria del olvido;

    Y que la tierra en tus pupilas lea
    La leyenda de una alma consagrada
    Al sacerdocio augusto de la idea.

    Sí, Laura... que tus labios de inspirada
    Nos repitan la queja misteriosa
    Que te dice la alondra enamorada;

    Que tu lira tranquila y armoniosa
    Nos haga conocer lo que murmura
    Cuando entreabre sus pétalos la rosa;

    Que oigamos en tu acento la tristura
    De la paloma que se oculta y canta
    Desde el fondo sin luz de la espesura;

    O bien el grito en que su ardor levanta
    El soldado del pueblo, que a la muerte
    Envuelto en su bandera se adelanta.

    Sí, Laura... que tu espíritu despierte
    Para cumplir con su misión sublime,
    Y que hallemos en ti a la mujer fuerte
    Que del oscurantismo se redime


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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Sep 2024, 09:47

    A MI MADRE
    EN SU CUMPLEAÑOS

    Entre los lirios morados
    y las camelias hermosas;
    entre las mágicas rosas
    busqué una flor para ti.

    Aunque todas eran puras,
    encantadoras y bellas,
    ninguna entre todas ellas
    que fuese digna creí.

    Porque ninguna tenía
    las galas y la poesía
    de la flor que yo deseaba,
    de la flor de la ilusión.

    Pero la busqué en seguida
    y encontré, por mi fortuna,
    una flor como ninguna
    porque era del corazón.

    Esa flor que sólo nace
    en el corazón del hombre,
    y cuyo poético nombre
    es el cariño filial.

    Acéptala si te place
    con el amor de tu hijo,
    y en cambio sólo te exijo
    un cariño para mí.




    cont

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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 11:56


    GRACIAS

    A ti, niña, la voz del sentimiento,
    La palabra dulcísima y serena...
    Que me has hecho al arrullo de tu acento,
    Olvidar este eterno sufrimiento
    Al que Dios o la suerte me condena.
    A ti... la blanca estrella, a la que debo
    La luz de un rayo de ilusión y calma,
    Yo que hace tanto tiempo que no llevo
    Más que luto y tinieblas en el alma!
    A ti... la que te llama mensajera
    De un porvenir de ensueños y de gloria
    Que mi espíritu muerto ya no espera...
    La dulce golondrina, la que me hablas
    De una mañana y de una primavera,
    En medio de estas brumas invernales,
    Y en medio de estos ásperos breñales
    Que ya no brotan ni una flor siquiera.

    ¡Gracias...! si tú no sabes ni adivinas
    La suprema ventura que se siente
    Cuando de la corona de la frente
    Viene alguien a quitarnos las espinas;
    Si ignoras lo que vale
    Una frase de amor y de consuelo
    Para aquél que suspira sin un cielo
    Que guarde el ¡ay! que de su pecho sale;
    Yo no, que acostumbrado
    A llorar mis dolores siempre solo
    Y en el fondo de mi alma retirado,
    Yo, niña, he comprendido que no hay queja
    Como la queja que respuesta no halla,
    Que no hay pesar como el pesar oculto,
    Que no hay dolor como el dolor que calla,
    Y que triste el llorar, agobia menos
    La calcinante lágrima que rueda,
    Cuando una mano cariñosa enjuga
    La que temblando en las pestañas queda.
    ¡Sí, niña! desde ahora
    Ya al sufrimiento no seré cobarde,
    Ni me hará estremecer aterradora
    La llegada tristísima de esa hora
    Que empieza en las tinieblas de la tarde;
    Te tengo a ti... la que a mi lado vienes
    Cuando el consuelo de tu voz reclamo...
    La que me das tus brazos y tu abrigo,
    La que sufres conmigo si yo sufro,
    La que al verme llorar, lloras conmigo...
    ¡Gracias! y si algún día,
    Cuando tu pecho al desengaño abras,
    Llegas a padecer esta agonía
    Y esta negra y letal melancolía
    Que tanto han endulzado tus palabras,
    Si alguna vez te miras en el mundo
    Sola y abandonada á tu congoja,
    Sin encontrar en tu dolor profundo
    Quien tus calladas lágrimas recoja;
    Llámame entonces, y a tu blando lecho,
    Mientras que tú dormitas y descansas
    Yo iré a velar tranquilo y satisfecho
    Y a encender en el fondo de tu pecho
    La estrella de las dulces esperanzas;
    llámame... y cuando en vano
    Tiendas la vista en tu redor sombrío,
    Yo iré a llevarte en el consuelo mío
    Los besos y el cariño de un hermano.







    cont

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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 11:56

    AL MOÑO DE MERCED

    Me cuentan que ibas corriendo
    Como una sílfide alada,
    Cuando de tus blondas trenzas
    Te lo robaron las auras;
    No sé yo de tal historia
    Si es cierta o es inventada;
    Pero lo que sé es que ardiendo
    De amor y de dicha el alma,
    Traigo tu moño en la bolsa
    Desde ayer por la mañana;
    Que le he hecho mil caricias
    Y pienso hacerle otras tantas,
    Que por ser color de rosa
    Y por ser tuyo me encanta,
    Y que por toda la vida
    Lo guardaré donde se halla,
    Reunido con un billete
    Que compré, de La Esperanza,
    Con cosa de diez poesías,
    De dos vales y una carta
    Que me escribió hace dos meses
    La que me dio calabazas.
    Aquí lo tengo, y a menos
    Que deje esta vida amarga,
    No abandonaré tu moño,
    Dulce cariño del alma,
    Ni por lo uno ni por lo otro,
    Ni por esto ni por nada,
    Que de esa prenda querida
    Pienso, merced adorada,
    Hacer el hermoso emblema
    De todas mis esperanzas.



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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 11:57

    A UN ARROYO

    A mi hermano Juan de Dios Peza

    Cuando todo era flores tu camino,
    Cuando todo era pájaros tu ambiente,
    Cediendo de tu curso a la pendiente
    Todo era en ti fugaz y repentino.

    Vino el invierno, con sus nieblas vino
    El hielo que hoy estanca tu corriente,
    Y en situación tan triste y diferente
    Ni aún un pálido sol te da el destino.

    Y así en la vida el incesante vuelo
    Mientras que todo es ilusión, avanza
    En sólo una hora cuanto mide un cielo;

    Y cuando el duelo asoma en lontananza
    Entonces como tú cambiada en hielo
    No puede reflejar ni la esperanza.


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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 11:57

    A UNA FLOR

    Cuando tu broche apenas se entreabría
    para aspirar la dicha y el contento
    ¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
    te entregas al dolor y a la agonía?

    ¿No ves, acaso, que esa sombra impía
    que ennegrece el azul del firmamento
    nube es tan sólo que al soplar el viento,
    te dejará de nuevo ver el día?...

    ¡Resucita y levántate!... Aún no llega
    la hora de que en el fondo de tu broche
    des cabida al pesar que te doblega.

    Injusto para el sol es tu reproche,
    que esa sombra que pasa y que te ciega,
    es una sombra, pero aún no es la noche.


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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 11:58

    AL POETA MÁRTIR

    JUAN DÍAZ COVARRUBIAS

    I

    Hoy que de cada laúd
    Se eleva un canto a tu muerte,
    Con la que supiste hacerte
    Un altar del ataúd;
    Unido a esa juventud
    Que tu historia viene a hojear,
    Mientras ella alza el cantar
    Que en su pecho hace nacer,
    Yo también quiero poner
    Mi ofrenda sobre tu altar.


    II

    En la tumba donde flota
    Tu sombra augusta y querida
    Descansa muda y dormida
    La lira de tu alma, rota...
    De sus cuerdas ya no brota
    Ni la patria ni el amor;
    Pero en medio del dolor
    Que sobre tu losa gime
    Ese silencio sublime,
    Ese es tu canto mejor.


    III

    Ese es el que se levanta
    De la arpa del patriotismo;
    Ese silencio es lo mismo
    Que la libertad que canta;
    Pues en esa lucha santa
    En que te hirió el retroceso,
    Al sucumbir bajo el peso
    De la que nada respeta
    Sobre el cadáver del poeta
    Se alzó, cantando, el progreso.


    IV

    Un monstruo cuya memoria
    Casi en lo espantoso raya,
    El que subió en Tacubaya
    Al cadalso de la historia,
    Sacrificando su gloria
    Creyó su triunfo más cierto,
    Sin ver en su desacierto
    Y en su crueldad olvidando,
    Que un labio abierto y cantando
    Habla menos que el de un muerto.


    V

    De tu existencia temprana
    Tronchó la flor en capullo,
    Matando en ella al orgullo
    De la lira americana.
    Tu inspiración soberana
    Rodó ante su infamia vil:
    Pero tu pluma gentil
    Antes de romper su vuelo,
    Tomó por página el cielo
    Y escribió el once de Abril.


    VI

    La patria a quien en tributo
    Tu santa vida ofreciste,
    La patria llora y se viste
    Por tu memoria, de luto...
    Y arrancando el mejor fruto
    De su glorioso vergel,
    Te erige un altar, y en él
    Corona tu aliento noble
    Con la recompensa doble
    De la palma y el laurel.


    VII

    Si tu afán era subir
    Y alzarte hasta el infinito,
    Ansiando dejar escrito
    Tu nombre en el porvenir,
    Bien puedes en paz dormir
    Bajo tu sepulcro, inerte:
    Mientras que la patria al verte
    Contempla enorgullecida,
    Que si fue hermosa tu vida,
    Fue más hermosa tu muerte


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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 11:59

    CINCO DE MAYO

    I

    Tres eran, mas la Inglaterra
    Volvió a lanzarse a las olas,
    Y las naves españolas
    Tomaron rumbo a su tierra;
    Sólo Francia gritó: «¡Guerra!»
    Soñando ¡oh patria! en vencerte,
    Y de la infamia y la suerte
    Sirviéndose en su provecho
    Se alzó erigiendo en derecho
    El derecho del más fuerte.


    II

    Sin ver que en lid tan sangrienta
    Tu brazo era más pequeño,
    La lid encarnó en su empeño
    La redención de tu afrenta,
    Brotó en luz amarillenta
    La llama de sus cañones,
    Y el mundo vio a tus legiones
    Entrando al combate rudo,
    Llevando por solo escudo
    Su escudo de corazones.


    III

    Y entonces fue cuando al grito
    Lanzado por tu denuedo,
    Tembló la Francia de miedo
    Comprendiendo su delito.
    Cuando a tu aliento infinito
    Se oyó la palabra sea,
    Y cuando al ver la pelea
    Terrible y desesperada
    Se alzó en tu mano la espada
    Y en tu conciencia la idea.


    IV

    Desde que ardió en el oriente
    La luz de ese sol eterno
    Cuyo rayo puro y tierno
    Viene a besarte en la frente,
    Tu bandera independiente
    Flotaba ya en las montañas,
    Mientras las huestes extrañas
    Alzaban la suya airosa,
    Que se agitaba orgullosa
    Del brillo de sus hazañas.


    V

    Y llegó la hora, y el cielo
    Nublado y obscurecido
    Desapareció escondido
    Como en los pliegues de un velo.
    La muerte tendió su vuelo
    Sobre la espantada tierra,
    Y entre el francés que se aterra
    Y el mexicano iracundo,
    Se alzó estremeciendo al mundo
    Tu inmenso grito de guerra.


    VI

    Y allí, el francés, el primero
    De los soldados del orbe,
    El que en sus glorias absorbe
    Todas las del mundo entero,
    Tres veces pálido y fiero
    Se vio a correr obligado,
    Frente al pueblo denonado
    Que para salvar tu nombre,
    Te dio un soldado en cada hombre
    ¡Y un héroe en cada soldado!


    VII

    ¡Tres veces y cuando hundida
    Sintió su fama guerrera,
    Contemplando su bandera
    Manchada y escarnecida.
    La Francia, viendo perdida
    La ilusión de su victoria,
    A despecho de su historia
    Y a despecho de su anhelo,
    Vio asomar entre otro cielo
    Y entre otro mundo la gloria.


    VIII

    Que entre la niebla indecisa
    Que sobre el campo flotaba,
    Y entre el humo que se alzaba
    Bajo el paso de la brisa,
    Su más hermosa sonrisa
    Fue para tu alma inocente,
    Su canción más elocuente
    Para entonarla a tu huella,
    Y su corona más bella
    Para ponerla en tu frente.


    IX

    ¡Sí, patria! desde ese día
    Tú no eres ya para el mundo
    Lo que en su desdén profundo
    La Europa se suponía,
    Desde entonces, patria mía,
    Has entrado a una nueva era,
    La era noble y duradera
    De la gloria y del progreso,
    Que bajan hoy, como un beso
    De amor, sobre tu bandera.


    X

    Sobre esa insignia bendita
    Que hoy viene a cubrir de flores
    La gente que en sus amores
    En torno suyo se agita.
    La que en la dicha infinita
    Con que en tu suelo la clava,
    Te jura animosa y brava,
    Como ante el francés un día,
    Morir por ti, patria mía,
    Primero que verte esclava.




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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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