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    Oscar Wilde ( 1854/1900)

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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:00

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    Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde4​ (Dublín, Irlanda,4​ entonces perteneciente al Reino Unido,1​ 16 de octubre de 1854-París, Francia, 30 de noviembre de 1900), conocido como Oscar Wilde, fue un escritor, poeta y dramaturgo británico de origen irlandés.

    Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío. Además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio. Hoy en día es recordado por sus epigramas, sus cuentos, sus obras de teatro, su única novela, El retrato de Dorian Gray, y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su muerte prematura.

    Como un portavoz del esteticismo, se dedicó a varias actividades literarias. Publicó un libro de poemas, dio conferencias en Estados Unidos y Canadá sobre el renacimiento inglés6​ y después regresó a Londres, donde trabajó prolíficamente como periodista.​ Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante y su brillante conversación, Wilde se convirtió en una de las mayores personalidades de su tiempo. También exploró profundamente el catolicismo, religión a la que se convirtió en su lecho de muerte.​

    En la década de 1890 refinó sus ideas sobre la supremacía del arte en una serie de diálogos y ensayos, e incorporó temas de decadencia, duplicidad y belleza en su única novela, El retrato de Dorian Gray.​ La oportunidad para desarrollar con precisión detalles estéticos y combinarlos con temas sociales le indujo a escribir teatro. En París escribió Salomé, en francés, pero su representación fue prohibida porque en la obra aparecían personajes bíblicos.10​n. 2​n. 3​ Imperturbable, escribió cuatro «comedias divertidas para gente seria» a principios de la década de 1890, convirtiéndose en uno de los más exitosos dramaturgos del Londres victoriano tardío.

    En el apogeo de su fama y éxito, mientras su obra maestra, La importancia de llamarse Ernesto, seguía representándose en el escenario, Wilde demandó al padre de su amigo y amante Alfred Douglas por difamación al haber sido acusado de homosexualidad. Después de una serie de juicios, y por las pruebas presentadas para el caso, Wilde fue declarado culpable de indecencia grave y encarcelado durante dos años, obligado a realizar trabajos forzados. En prisión, escribió De Profundis,n. 4​ una larga carta que describe el viaje espiritual que experimentó tras sus juicios, un contrapunto a su anterior filosofía hedonista.13​ Tras su liberación partió inmediatamente a Francia,n. 5​ donde escribió su última obra, La balada de la cárcel de Reading, un poema en conmemoración a los duros ritmos de la vida carcelaria. Murió de meningitis en París,15​ a la edad de 46 años, en la indigencia.

    ********


    Oscar Wilde fue un escritor, poeta y dramaturgo británico, famoso por su habitual ingenio y sarcasmo social. Nació en el año 1854 en Dublín, en una familia aristócrata y siendo el mediano de tres hermanos. Falleció en París en 1900.

    Alumno destacado del Trinity College en su ciudad natal, Wilde acabó sus estudios en Oxford. Durante ese periodo, el escritor estudió a los clásicos de la literatura griega, convirtiéndose en un experto sobre la materia, incluso ganando varios premios de poesía clásica, como el Premio Newdigate de poesía, el cual tenía mucho prestigio en esa época. Compaginó sus estudios viajando por Europa y publicando sus poemas en periódicos o revistas.

    A partir de 1879 decide establecerse en Londres de manera permanente donde años después se casó y tuvo dos hijos. Es en Londres donde empieza a producir sus primeras obras de éxito, como su reconocida novela El retrato de Dorian Gray (1890) o, en teatro, El abanico de Lady Windermer (1892), Salomé (1894) —que fue censurada por retratar personajes bíblicos—, o La importancia de llamarse Ernesto (1895), divertida comedia que ha sido llevada al cine en diversas ocasiones. Entre los años 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman’s World.

    Su carrera y su vida tal y como la conocía se derrumba a finales de 1895. Acusado de sodomía por el padre de un íntimo amigo suyo, Wilde es condenado a dos años de trabajos forzados. Durante su estancia en prisión escribiría una larga carta titulada De Profundis, que no sería publicada de manera completa hasta 1909, ya de manera póstuma.

    Tras su salida de la cárcel sufre un absoluto ostracismo social y decide abandonar Inglaterra rumbo a Francia, donde viviría en Berneval hasta la muerte de su esposa en 1898. A partir de entonces y bajo el nombre de Sebastian Melmoth, viajó por Europa para acabar estableciéndose en París, donde murió en noviembre del año 1900 con tan solo 46 años.

    ******

    Nació en 1854 en Dublín (Irlanda) y fue un escritor, poeta y dramaturgo, famoso por su ingenio y su sarcasmo social. Ingresó en la prestigiosa Universidad de Oxford, donde se especializó en el estudio de los clásicos griegos, graduándose con los máximos reconocimientos y distinciones, e incluso ganó varios premios de poesía clásica. Compaginó sus estudios con sus viajes por Europa y la publicación de sus poemas en varios periódicos y revistas. En 1879 decidió establecerse en Londres de manera permanente. Allí se casó, tuvo dos hijos, y empezó a producir sus primeras obras de éxito, los cuentos El fantasma de Canterville (1887), El Príncipe Feliz, El ruiseñor y la rosa (1888); su reconocida novela El retrato de Dorian Gray (1890), así como sus obras teatrales Salomé (1891), El abanico de Lady Windermer (1892), y La importancia de llamarse Ernesto (1895). Entre los años 1887 y 1889 editó la revista femenina Woman’s World. Wilde murió en noviembre de 1900 en París con tan solo 46 años, expuesto a la pobreza y la degradación social a raíz de su condena ejemplar a trabajos forzados por su homosexualidad.


    ********************

    Oscar Wilde

    (Dublín, 1854 - París, 1900) Escritor británico. Hijo del cirujano William Wills-Wilde y de la escritora Joana Elgee, Oscar Wilde tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en la Portora Royal School de Euniskillen, en el Trinity College de Dublín y, posteriormente, en el Magdalen College de Oxford, centro en el que permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época. La lectura de autores como John Ruskin y Walter Pater conformó por esos años su ideario estético.

    Oscar Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en Poemas. Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que defendía la idea del «arte por el arte» y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse dandismo.

    A su vuelta, Oscar Wilde hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con Verlaine y otros escritores de la época. En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, los cuales rechazarían el apellido paterno tras los acontecimientos de 1895.

    Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman's World, y en 1888 publicó un libro de cuentos, El príncipe feliz, cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas El crimen de lord Arthur Saville. El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante y epigramático que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos. También se reeditó en libro una narración publicada anteriormente en forma de fascículos, El retrato de Dorian Gray, la única novela de Wilde, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores debido a su tergiversación del tema de Fausto.

    No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como Salomé (1891), escrita en francés, o La importancia de llamarse Ernesto (1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía; la primera de ellas fue estrenada por la célebre actriz Sarah Bernhardt en 1894. Su éxito, sin embargo, se vio truncado en 1895, cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas acusándolo de homosexual. Wilde, por su parte, intentó defenderse con un proceso difamatorio contra Queenberry, aunque sin resultados, pues las pruebas presentadas por el marqués daban evidencia de hechos que podían ser juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act.


    El 27 de mayo de 1895, Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas, y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.

    Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.





    Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo que escribir. La vida no puede escribirse; solo puede vivirse.
    Oscar Wilde1





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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:18

    La vida de Oscar Wilde en 10 de sus obras más destacadas


    Oscar Wilde nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda (cuando aún formaba parte de Reino Unido). Su padre, William Wills-Wilde, era médico; y su madre, Jane Elgee, una mujer interesada en las artes.

    Tuvo un hermano y una hermana, la cual murió muy pequeña. Fue educado en universidades de prestigio de Dublín y Oxford, especializándose en los clásicos griegos.

    A partir de 1879 se establece en Londres de manera permanente y comienza a producir sus primera obras de éxito. En 1881 publicó una colección de poemas, que le generó cierta fama, la cual se incrementó gracias a su carisma y a su peculiar forma de vestir.

    Tres años más tarde se casó con Constance Lloyd, con quien tuvo dos hijos. Pero sus relaciones con otros hombres, no solo amigos, si no también jóvenes dedicados a la prostitución masculina, salieron a relucir cuando fue acusado de sodomía por el Marqués de Queensberry, padre de un íntimo amigo suyo, con el que se dice que mantenía una relación.

    En este momento, a finales de 1895, su carrera y su vida comenzaron a derrumbarse. Fue condenado a dos años de trabajos forzados, los cuales cumplió en su totalidad, sin que en una sola ocasión su esposa o sus hijos acudieran a visitarlo.
    Luego de que salió de la cárcel, destrozado física y emocionalmente, sufrió una absoluta exclusión social y decidió abandonar Inglaterra. Adoptó el nombre de Sebastian Melmoth y se estableció en París, donde murió el 30 de noviembre de 1900. Sus restos se encuentran en el cementerio de Pére Lachaise.


    10 obras destacadas de Oscar Wilde

    1. El Fantasma de Canterville
    Después de 300 años de vivir en un castillo asustando gente, este fantasma se tiene que enfrentar a una familia a la que no puede espantar. Este relato escrito con maestría está lleno de fantasía y crítica social.

    2. El Retrato de Dorian Gray

    Se trata de la única novela de Wilde, en la que un joven agraciado y bello, dotado de toda la perfección de lo griego es retratado por el pintor Basil Hallward. Sin embargo, las pasiones y la maldad irrumpen en su existencia, pero es su retrato el que va asumiendo su deterioro físico y moral.

    3. La Importancia de llamarse Ernesto
    Es una comedia en la que dos chicos que se hacen llamar igual, “Ernesto”, conquistan a un par de mujeres. Lo malo viene cuando las identidades se confunden y eso los lleva a situaciones peculiares, que Wilde traduce como una crítica a la hipocresía social.

    4. El Príncipe Feliz
    En este cuento narra la historia de un príncipe al que se le construye una estatua. Al morir, la estatua del príncipe ve lo mal que vive su gente, y con ayuda de una paloma, comienza a repartir partes de sí misma para que la gente viva mejor. En esta obra se critican los excesos de la burocracia.

    5. Una Mujer sin Importancia
    Se trata de una obra de teatro estrenada en 1893, que critica a la aristocracia inglesa sobre el papel de la mujer en la política y también sobre su independencia. A través de los personajes, Wilde juega con el contraste de apariencia-realidad.

    6. De Profundis
    Wilde escribió esta enorme carta cuando se encontraba en prisión. Se dice que la dedicó a Alfred Douglas, quien era su amante, y cuyo padre lo acusó de sodomía. Esperanza y culpa son los sentimientos que más predominan en este texto.


    7. Balada de la Cárcel de Reading
    Es un poema escrito durante su exilio en Berneval o Dieppe, Francia. Lo redactó tras su liberación de la prisión de Readings en 1897.

    8. Salomé
    La figura de Salomé apenas si se menciona en los Evangelios, pero atrajo la imaginación de los artistas figurativos. Wilde escribió este texto durante su estancia en París, y en la que sobresalen la violencia y la sexualidad. Fue censurada por adaptar libremente un texto bíblico, pues se trata de una tragedia decadente y transgresora.


    9. Un marido ideal
    Es una obra de teatro estrenada en Londres en 1895. Está ambientada en la alta sociedad londinense de finales del siglo XIX. Los Chiltern son una pareja ideal y armoniosa ante la sociedad, pero esta armonía se ve amenazada cuando irrumpe en escena la malévola y seductora Mrs. Cheveley.

    10. El Gigante Egoísta
    Este cuento narra la historia de un grupo de niños, que todas las tardes juega en el hermoso jardín de un gigante, hasta que éste regresa de viaje. El gigante construye un muro para que no puedan volver a entrar y el jardín se inunda de tristeza.



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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:21

    Oscar Wilde



    Poeta irlandés nacido en Doublin el 16 de octubre de 1854, en el seno de una familia acomodada con buenos fundamentos culturales.
    Poeta, ensayista, novelista y dramaturgo, estudió en el Trinity College de Doublin y posteriormente en la Universidad de Oxford, gracias a una beca obtenida por sus brillantes trabajos en latín y griego.
    A los 24 años obtuvo el título de Bachelor of Arts con máximos honores. De allí en adelante, ya instalado en Londres, publicó obras de gran fama, en poesía, novela, ensayo y teatro, tales como, Poemas 1881, El fantasma de Canterville 1887, El retrato de Dorian Gray 1891, El abanico de Lady Windermere, 1892, Una mujer sin importancia 1893, La importancia de llamarse Ernesto 1895 y
    La balada de la cárcel de Reading 1898.
    En 1895, fue condenado a dos años de cárcel por sus relaciones homosexuales con el hijo del Marqués de Queensberry.
    Recobrada la libertad, se instaló en Paris bajo el nombre de Sebastian Melmoth. Allí falleció el 30 de noviembre de 1900.



    *********************



    A mi mujer

    Con una copia de mis poemas

    No puedo escribir majestuoso proemio
    como preludio a mi canción,
    de poeta a poema,
    me atrevería a decir.

    Pues si de estos pétalos caídos
    uno te pareciera bello,
    irá el amor por el aire
    hasta detenerse en tu cabello.

    Y cuando el viento e invierno endurezcan
    toda la tierra sin amor,
    dirá un susurro algo del jardín
    y tú lo entenderás.




    Versión de E. Caracciolo Trejo
    Edición de Libros Río Nuevo 2001








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    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:22

    Amor intellectualis

    A menudo pisamos los valles de Castalia
    y de antiguas cañas oímos la música silvana,
    ignorada del común de las gentes;
    e hicimos nuestra barca a la mar
    que Musas tienen por imperio suyo,
    y aramos libres surcos por ola y por espuma,
    y hacia lar más seguro no izamos reacias velas
    hasta bien rebosar nuestro navío.
    De tales despojados tesoros algo queda:
    la pasión de Sordello y el verso de miel
    del joven Endimión; altivo Tamerlán
    portando sus jades tan cuidados, y, más aún,
    las siete visiones del Florentino.
    Y del Milton severo, solemnes armonías.




    Versión de E. Caracciolo Trejo
    Edición de Libros Río Nuevo 2001




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    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:23

    Apología

    ¿Es tu voluntad que yo crezca y decline?
    Trueca mi paño de oro por la gris estameña
    y teje a tu antojo esa tela de angustia
    cuya hebra más brillante es día malgastado.

    ¿Es tu voluntad -Amor que tanto amo-
    que la Casa de mi Alma sea lugar atormentado
    donde deban morar, cual malvados amantes,
    la llama inextinguible y el gusano inmortal?

    Si tal es tu voluntad la he de sobrellevar
    y venderé ambición en el mercado,
    y dejaré que el gris fracaso sea mi pelaje
    y que en mi corazón cave el dolor su tumba.

    Tal vez sea mejor así -al menos
    no hice de mi corazón algo de piedra,
    ni privé a mi juventud de su pródigo festín,
    ni caminé donde lo Bello es ignorado.




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    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:26

    Casa de la ramera

    Seguimos la huellas de pies que bailaban
    hacia la calle alumbrada de luna
    y nos detuvimos bajo la casa de la ramera.

    Adentro, por sobre estrépito y movimiento,
    oímos los músicos tocando a gran volumen
    el «Treues Liebes Herz» de Strauss.

    Como formas extrañas y grotescas,
    realizando fantástico arabesco
    corrían sombras detrás de las cortinas.

    Vimos girar los fantasmales bailarines
    al ritmo de violines y de cuernos
    cual hojas negras llevadas por el viento.

    Igual que marionetas tiradas de sus hilos
    las siluetas de magros esqueletos
    se deslizaban en la lenta cuadrilla.

    Tomados de la mano
    bailaban majestuosa zarabanda;
    y el eco de las risas era agudo y crispado.

    veces un títere de reloj apretaba
    la amante inexistente contra el pecho,
    y otras parecía que querían cantar.

    A veces una horrible marioneta
    se asomaba al umbral fumando un cigarrillo
    Como cosa viviente.

    Entonces, volviéndome a mi amor dije,
    «Los muertos bailan con los muertos,
    el polvo se arremolina con el polvo».

    Pero ella escuchó el violín,
    se apartó de mi lado y entró:
    entró el Amor en casa de Lujuria.

    Súbitamente, desentonó la melodía,
    se fatigaron de danzar el vals,
    las sombras dejaron de girar.

    Y por la larga y silenciosa calle
    en sandalias de plata asomó el alba
    como niña asustada.

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    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:27


    El cuarto movimiento

    Le Réveillon

    El cielo está manchado con espasmos de rojo,
    huyen las brumas envolventes y las sombras;
    el alba se levanta desde el mar
    como una blanca dama de su lecho.

    Y caen flechas melladas, insolentes
    a través de las plumas de la noche,
    y una ola larga de luz gualda
    rompe en silencio sobre torre y casa,

    y extendiéndose amplia sobre el campo inculto
    un batir de alas que despiertan al vuelo,
    castaños que se agitan en la copa
    y ramas con estrías de oro.

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    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:27



    En el salón dorado

    Una Armonía

    Sus manos de marfil en el teclado
    extraviadas en pasmo de fantasía;
    así los álamos agitan sus plateadas hojas
    lánguidas y pálidas.
    Como la espuma a la deriva en el mar inquieto
    cuando muestran las olas los dientes a la brisa.

    Cayó un muro de oro: su pelo dorado.
    Delicado tul cuya maraña se hila
    en el disco bruñido de las maravillas.
    Girasol que se vuelve para encontrar el sol
    cuando pasaron las sombras de la noche negra
    y la lanza del lirio está aureolada.

    Y sus dulces labios rojos en estos labios míos
    ardieron como fuego de rubíes engarzados
    en el móvil candil de la capilla grana
    o en sangrantes heridas de granadas,
    o en el corazón del loto anegado
    en la sangre vertida del vino rojo.



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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:28



    Escrito en el Lyceum Theatre

    Portia

    A Ellen Terry

    Poco me maravilla la osadía de Basanio
    de arriesgar todo lo que tenía al plomo,
    o que el orgulloso Aragón bajara la cabeza,
    o que Marroquí de corazón en llamas se enfriara:
    pues en ese atavío de oro batido
    que es más dorado que el dorado sol,
    ninguna mujer que Veronese mirara
    era tan bella como tú a quien contemplo.
    Aún más bella cuando con la sabiduría por escudo
    al vestir la toga severa del jurista
    y no permitieras que las leyes de Venecia cedieran
    el corazón de Antonio a ese judío maldito.
    ¡Oh Portia!, toma mi corazón: es tu debido pago;
    no he de objetar a ese aval.




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:28

    Flores de amor

    Ґ λνkύιкрς Έρώς

    Amor, no te culpo; la culpa fue mía,
    no hubiera yo sido de arcilla común
    habría escalado alturas más altas aún no alcanzadas,
    visto aire más lleno, y día más pleno.

    Desde mi locura de pasión gastada
    habría tañido más clara canción,
    encendido luz más luminosa, libertad más libre,
    luchado con malas cabezas de hidra.

    Hubieran mis labios sido doblegados hasta hacerse música
    por besos que sólo hicieran sangrar,
    habrías caminado con Bice y los ángeles
    en el prado verde y esmaltado.

    Si hubiera seguido el camino en que Dante viera
    los siete círculos brillantes,
    ¡Ay!, tal vez observara los cielos abrirse, como
    se abrieran para el florentino.

    Y las poderosas naciones me habrían coronado,
    a mí que no tengo nombre ni corona;
    y un alba oriental me hallaría postrado
    al umbral de la Casa de la Fama.

    Me habría sentado en el círculo de mármol donde
    el más viejo bardo es como el más joven,
    y la flauta siempre produce su miel, y cuerdas
    de lira están siempre prestas.

    Hubiera Keats sacado sus rizos himeneos
    del vino con adormidera,
    habría besado mi frente con boca de ambrosía,
    tomado la mano del noble amor en la mía.

    Y en primavera, cuando flor de manzano
    acaricia un pecho bruñido de paloma,
    dos jóvenes amantes yaciendo en la huerta
    habrían leído nuestra historia de amor.

    Habrían leído la leyenda de mi pasión, conocido
    el amargo secreto de mi corazón,
    habrían besado igual que nosotros, sin estar
    destinados por siempre a separarse.

    Pues la roja flor de nuestra vida es roída
    por el gusano de la verdad
    y ninguna mano puede recoger los restos caídos:
    pétalos de rosa juventud.

    Sin embargo, no lamento haberte amado -¡ah, qué más
    podía hacer un muchacho,
    cuando el diente del tiempo devora y los silenciosos
    años persiguen!

    Sin timón, vamos a la deriva en la tempestad
    y cuando la tormenta de juventud ha pasado,
    sin lira, sin laúd ni coro, la Muerte,
    el piloto silencioso, arriba al fin.

    Y en la tumba no hay placer, pues el ciego
    gusano se ceba en la raíz,
    y el Deseo tiembla hasta tornarse ceniza,
    y el árbol de la pasión ya no tiene fruto.

    ¡Ah!, qué más debía hacer sino amarte; aún
    la madre de Dios me era menos querida,
    y menos querida la elevación citérea desde el mar
    como un lirio argénteo.

    He elegido, he vivido mis poemas y, aunque
    la juventud se fuera en días perdidos,
    hallé mejor la corona de mirto del amante
    que la de laurel del poeta.




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:29


    Hélas!

    Con cada pasión a la deriva hasta que mi alma
    sea un laúd en cuyas cuerdas todos los vientos tañen.
    ¿Para esto renuncié
    a mi sabiduría antigua ya mi austero control?
    Mi vida es un palimpsesto
    garabateado en alguna vacación de muchacho
    con canciones ociosas para flauta y rondó
    que solamente ocultan el secreto del todo.
    Por cierto que hubo un tiempo cuando osé pisar
    las alturas soleadas y de las disonancias de la vida
    logré claros acordes para llegar al oído de Dios.
    ¿Está muerto ese tiempo? Mirad, con mi pequeña vara
    apenas toqué la miel del romance,
    ¿y debo yo perder la herencia de un alma?




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:30

    Impression de voyage

    Era un mar de zafiro y el cielo
    ardía en el aire como ópalo candente;
    izamos nuestra vela; soplaba bien el viento
    hacia tierras azules situadas en el Este.
    Desde mi proa alta divisé a Zakynthos:
    cada bosque de olivos, cada cala,
    las escarpas de Ithaca, el blanco pico de Lycaon,
    y flores esparcidas en colinas de Arcadia.
    El batir de la vela contra el mástil,
    el rumor de las olas contra el casco,
    rumor de risas jóvenes en la popa,
    todo lo que se oía, al comenzar a arder el Oeste.
    Y un rojo sol cabalgó por los mares.
    Pisaba, al fin, el suelo griego.
    (KATAKOLO)

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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:30

    Impressions

    1
    Les Silhouettes

    El mar está marcado con unas bandas grises,
    el quieto viento muerto desentona
    y como hoja marchita es llevada
    la luna por la bahía tormentosa.

    Grabado claramente sobre pálida arena
    está el bote negro: un joven marinero
    sube a bordo en gozo distraído
    con el rostro sonriente y mano reluciente.

    Y arriba los zarapitos claman
    y por el pasto oscuro meseteño
    van segadores mozos de cuellos brunos ,
    cual si fueran siluetas contra el cielo.

    2
    La fuite de la lune

    Hay paz para los sentidos,
    una paz soñadora en cada mano,
    y profundo silencio en la tierra fantasmal,
    profundo silencio donde las sombras cesan.

    Sólo el grito que el eco hace chillido
    de algún ave desconsolada y solitaria;
    la codorniz que llama a su pareja;
    la respuesta desde la colina en brumas.

    Y súbitamente, la luna retira
    su hoz de los cielos centelleantes
    y vuela hacia sus cavernas sombrías
    cubierta en velo de gasa gualda.




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:31

    Impressions de théatre

    Fabien dei Franchi

    A mi amigo Henry Irving

    La silenciosa estancia, la pesada sombra avanzando furtiva,
    los muertos inmóviles viajando, la puerta que se abre,
    el hermano asesinado que levita a través del piso,
    los blancos dedos del fantasma posados en tus hombros
    y luego, el duelo solitario en el valle,
    las rotas espadas, el ahogado grito, la sangre,
    tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado.
    Están bien esas cosas; ¡pero tú fuiste hecho
    para más augustas creaciones! Lear enloquecido
    debería a tu arbitrio vagar por el brezal nativo
    con el tonto ruidoso que se mofa; Romeo
    por ti atraería su amor, y el miedo desesperado
    sacaría de su vaina la daga cobarde de Ricardo.
    ¡Tú, presto instrumento al soplo de los labios de Shakespeare!



    Phedre

    A Sarah Bernhardt

    Qué vano y qué tedioso nuestro mundo ordinario parecerá
    a alguien Como tú, que en Florencia
    habrías conversado con Mirandola, o caminado
    entre los frescos olivares de Academos:
    habrías recogido cañas de la verde corriente
    para la aguda flauta de Pan, pies de cabrito,
    y tocado con las blancas niñas en el valle Feacio
    donde el grave Odiseo de su profundo sueño despertara.

    ¡Ah!, en verdad, una urna de ática arcilla 4
    guardó tu polvo pálido, y has venido otra vez
    a este mundo ordinario, tedioso y vano,
    fatigada de los días sin sol,
    de campos rebosantes de asfódelos insípidos,
    de labios sin amor, con que besan los hombres en el Infierno.




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:32

    La tumba de Keats :


    Libre de la injusticia del mundo y su dolor,
    descansa al fin bajo el velo azul de Dios:
    arrebatado a la vida cuando vida y amor eran nuevos,
    el mártir más joven yace aquí,
    justo cual Sebastián y tan temprano muerto.
    Ningún ciprés ensombrece su tumba, ni tejo funeral,
    sino amables violetas con el rocío llorando
    sobre sus huesos tejen cadena de perenne floración.
    ¡Oh, altivo corazón que destruyó el dolor!
    ¡Oh, los labios más dulces desde los de Mitilene!
    ¡Oh, pintor-poeta de nuestra tierra inglesa!
    Tu nombre inscribióse en el agua; y habrá de perdurar:
    lágrimas como las mías conservarán tu memoria verde,
    como el pote de albahaca Isabella.¹
    (ROMA)

    ¹Alusión al poema de Keats intitulado Isabella, inspirado en un cuento de
    Boccaccio. (N. del T )



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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:33

    Mi voz

    En este mundo inquieto, moderno, apresurado,
    tomamos todo aquello que nuestro corazón deseaba -tú y yo,
    y ahora las velas blancas de nuestro barco están arriadas
    y agotada la carga del navío.

    Por ello, prematuras, empalidecen mis mejillas,
    pues el llorar es mi contento huido
    y el dolor ha apagado el rosa de mi boca
    y la ruina corre las cortinas de mi lecho.

    Pero toda esta vida atiborrada ha sido para ti
    solamente una lira, un laúd, el encanto sutil
    del violoncello, la música del mar
    que duerme, mímico eco, en su concha marina.

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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:33

    Nueva contrición

    El pecado fue mío; yo no había comprendido.
    Así de nuevo la música aprisionada está en su cueva,
    excepto ese lugar donde ola irregular y moribunda
    impacienta con sus inquietos remolinos esta magra ribera.
    Y en el pozo marchito de esta tierra
    el verano ha cavado una tumba tan honda
    que apenas puede el plomizo sauce ansiar
    una plateada flor de la afilada mano del invierno.

    Pero, ¿quién es aquel que por la ribera viene?
    Amor, mira y pregúntate. ¿Quién es ése
    que viene con vestidos teñidos desde el Sur?
    Es tu nuevo Señor, que besará
    las no violadas rosas de tu boca,
    y yo he de llorar, he de adorar, como antes.

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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:34

    Soneto al acercarme a Italia

    Llegué a los Alpes: mi alma ardía
    al oír tu nombre: Italia, Italia mía.
    Y al salir del corazón de la montaña
    la tierra avizoré por la que mi alma tanto suspirara,

    y reí, como quien gran premio conquistara,
    y meditando en lo maravilloso de tu fama
    el día contemplé hasta que lo marcaran heridas de llama
    y el cielo turquesa fuera oro bruñido.

    Los pinos ondeaban como cabellos de mujer
    y en los huertos cada rama sarmentosa
    se abría en copos de floreciente espuma.

    Pero al saber que allá lejos en Roma
    en cadenas injustas otro Pedro yacía
    lloré de ver tierra tan bella.



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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:34

    Tædium vitæ

    Matar mi juventud con dagas impacientes; ostentar
    la librea extravagante de esta edad mezquina;
    dejar que cada mano vil se hunda en mi tesoro;
    trenzar mi alma al cabello de una mujer

    y ser sólo lacayo de Fortuna. Lo juro,
    ¡no me agrada! Todo eso es menos para mí
    que la delgada espuma que se inquieta en el mar,
    menos que el vilano sin semilla

    en el aire estival. Mejor permanecer alejado
    de esos necios que con calumnias se mofan de mi vida,
    aunque no me conocen. Mejor el más humilde techo

    para abrigar al peón más abatido
    que volver a esa cueva oscura de riñas, donde mi alma blanca
    besó por vez primera la boca del pecado.




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    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:35

    Vita nuova




    Detúveme junto al mar inmemorial
    hasta que el rocío de la olas cara y cabellos empapara;
    los rojos fuegos luengos del día agonizante
    ardían en el Oeste; soplaba el viento horrible
    y huían hacia tierra clamorosas gaviotas:
    «¡Ay!» grité, «mi vida llena está de dolor,
    ¿quién puede cosechar fruto o grano dorado
    de estos páramos que sin cesar duramente trabajan?»
    Mis redes se abrían enormes con roturas y fallas;
    sin embargo, como un último esfuerzo,
    en el mar arrojélas y aguardé el final.
    Entonces, ¡oh gloria súbita!
    de las aguas negras de mi pasado torturado
    vi el esplendor argénteo de blancos brazos ascender!






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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:41

    El retrato de Dorian Gray: resumen, personajes y análisis




    Catalina Arancibia Durán



    El retrato de Dorian Gray (1890) de Oscar Wilde fue la única novela escrita por el autor irlandés, prolífico dramaturgo y cuentista.

    Se trata de una obra filosófica que representa la obsesión en torno al poder de la juventud y la belleza. Además, reflexiona sobre la naturaleza del arte y la estética.


    Resumen

    Mientras el pintor Basil Hallway retrataba a Dorian Gray, la conversación de lord Henry Wotton indujo al joven al hedonismo y le abrió los ojos ante la brevedad de la juventud.

    A su vez, Basil imprimió en el lienzo la obsesión y adoración que sentía por la belleza de Dorian y lo llenó de halagos. Inquieto por aquellas ideas, el chico se entristeció al ver su retrato terminado:

    ¡Qué triste resulta! ―murmuró Dorian Gray, los ojos todavía fijos en el retrato―. Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será joven. Nunca dejará atrás este día de junio… ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría…, ¡daría cualquier cosa por eso! ¡Daría el alma!

    Poco después, el pintor Basil Hallway envió el retrato a casa de Dorian, ya que sintió que había puesto demasiado de su alma en él. Por lo tanto, era incapaz de destinarlo a una exposición.

    Más adelante, Dorian Gray se enamoró de la actriz Sibyl Vane. Desde que la conoció, comenzó a asistir todas las noches al teatro para verla en diferentes obras, todas ellas de Shakespeare.

    Estaba tan enamorado, que decidió invitar a sus amigos, Basil y lord Henry, para que la vieran actuar. Sin embargo, aquella noche Sibyl interpretó muy mal el rol de Julieta, haciendo que la mitad del público, incluyendo a los invitados de Dorian, se retirasen antes de terminar.

    Dorian visitó a Sibyl tras bastidores después de la función y le reclamó. La chica le explicó que haber conocido el verdadero amor se interponía en su actuación. Ahora no lograba representarlo mediante personajes falsos, menos personificados por malos actores. El joven, furioso, declaró que esa mala interpretación había matado su pasión y terminó la relación abruptamente.

    Ya en casa, Dorian se detuvo a observar con atención su retrato. Al fijar la mirada, notó un cambio casi imperceptible en el canto de la boca: parecían las marcas de una sonrisa cruel. Esta fue la primera sospecha que tuvo de que su deseo se había hecho realidad. Con miedo de las consecuencias, decidió esconder el cuadro.

    Al día siguiente, Dorian lamentó lo sucedido y decidió disculparse con Sibyl y cumplir su promesa de casamiento. No obstante, lord Henry lo visitó para contarle que la muchacha había muerto. Se había suicidado, bebiendo un vaso con materiales tóxicos. Esta situación despertó la sed de venganza de su hermano, James Vane.

    Para consolar a Dorian, lord Henry le prestó un libro sobre los pecados del mundo en diferentes épocas. El protagonista era un “parisino con temperamento romántico y científico extrañamente combinados”, y “contenía la historia de su vida, escrita antes de que él la hubiera vivido.” Dorian tomó el libro como un manual.


    Entre tanto, los estragos físicos de su estilo de vida y sus acciones, cada vez más viles, eran absorbidos por el retrato que guardaba con llave en el sótano. Hasta los 38 años, Dorian había logrado mantener su inmaculada belleza y juventud, con la que provocaba a los otros a disfrutar del placer sin consecuencias, arrastrándolos hacia su ruina final.

    Con el tiempo, ganó una terrible reputación. Tras años sin verlo, el pintor Basil Hallway decidió conversar con Dorian sobre los comentarios de la gente. Dorian lo culpó y lo llevó a ver el cuadro. Basil se horrorizó ante la terrible imagen y lo instó a rezar por su absolución. Pero Dorian, tras un impulso, lo apuñaló.

    Luego, se deshizo de todas las pruebas que lo pudieran incriminar. Meses más tarde, con la conciencia intranquila, decidió dar un último paso para su liberación: matar la obra y "todo lo que significaba". Así, tomó el puñal con el que había matado a Basil y atravesó el lienzo. Sin embargo, fue él quien cayó al suelo dando grandes alaridos. Cuando los criados subieron a la habitación, el cuerpo de un viejo yacía con el cuchillo en el corazón.





    Análisis y significado




    El tema principal que trabaja El retrato de Dorian Gray es la tensión que se establece entre la moral y el hedonismo. Sin embargo, esta no es la única cuestión, ni. Las nociones esteticistas de Oscar Wilde son expuestas en la novela y constituyen un pivote en la construcción e interpretación del texto. Esta preocupación por la interferencia del arte y la belleza en la vida son una constante en la obra del autor, lo que no se riñe con una revisión de las contradicciones axiológicas de la élite victoriana.

    En un ensayo titulado Trasfondo filosófico e intertextualidad en El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, Diana María Ivizate González sostiene que:

    Wilde convierte el retrato de Dorian Gray en un símbolo del arte como espejo de las acciones de los hombres. De manera que el efecto estético: el amor por la belleza física, aparece acompañado de una significación moral, a la cual seguirá la autoconciencia.

    ¿Qué representa Dorian? Representa el exceso del esteticismo y del hedonismo. ¿Qué lo impulsa? Dice Ivizate González:

    A Dorian Gray se le plantea este conflicto existencial desde que tiene conocimiento de la inmanencia de la muerte. Es lord Henry quien despierta en él el horror a la muerte y, más aún, a envejecer...

    El personaje de Dorian Gray muestra el proceso de envilecimiento impulsado por el temor ante la muerte inexorable, pero sobre todo ante la pérdida de la belleza, fuente de su poder e influencia social.

    El hechizo que, por alguna razón Wilde no tiene ningún interés por explicar o justificar, le ofrece a Dorian un poder. Le permite actuar como quiera, sin que sus acciones se vean reflejadas o tengan algún tipo de consecuencia.

    Con ello, Wilde introduce una cuestión compleja: el poder simbólico que deriva de la relación entre la belleza y la juventud. Así, Dorian Gray despierta la admiración de todos, al tiempo que desdibuja su humanidad sin que nadie pueda percibirlo.

    Estas cuestiones constituyen una paradoja existencial, principio que despierta la mayor atención de la literatura y el arte románticos y postrománticos.

    Por medio de la reflexión estética, Oscar Wilde logra interrelacionar la moral, el hedonismo, el poder, la juventud, la belleza y la condición humana y psicológica en una pieza maestra de la literatura occidental.




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:45

    ***


    Personajes de El retrato de Dorian Gray



    Los personajes principales de El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde son tres.

    Dorian Gray: el protagonista del libro y el retratado. Es el nieto del último lord Kelso. Su madre era lady Margaret Devereux, de quién heredó su belleza. El apodo “Príncipe azul”, dado por la actriz y su entonces prometida Sibyl Vane antes de morir, sería el que delataría su identidad y haría que James Vane lo persiguiera en busca de venganza.

    Basil Hallward: pintor humilde y religioso de la clase media alta de la época victoriana. Amigo de Dorian y autor de su retrato.

    Lord Henry Wotton: llamado por Dorian "el príncipe de la paradoja". Es un aristócrata y un hedonista por excelencia. Es la "mala influencia", quien le presta al protagonista el libro sobre los pecados del mundo que lo llevarían a repetir los mismos pasos.


    A continuación, una breve descripción del resto de los personajes:


    Lady Brandon: señora que introduce a Basil Hallway y Dorian Gray por primera vez.

    Sibyl Vane: actriz de 17 años y primera víctima de Dorian.

    Señora Vane: madre de Sibyl y James Vane.

    James Vane: marinero, hermano de Sibyl Vane. Muere de un disparo por sir Geoffrey Clouston en un evento de caza al tratar de esconderse entre los arbustos para matar a Dorian y vengar el nombre de su hermana.

    Víctor: es el mayordomo o ayuda de cámara de Dorian durante los primeros años.

    Lady Agatha: anfitriona de un encuentro entre lord Henry y Dorian en el capítulo 3.

    Lord Fermor: tío de lord Henry, llamado George. Le da la información sobre la familia de Dorian.

    Duquesa Gladys Monmouth: tiene un marido con más edad. Coquetea con Dorian.

    Victoria Wotton: esposa de lord Henry que, luego de años, se divorcia de él.

    Francis: es el mayordomo o ayuda de cámara de Dorian que reemplazó a Victor.

    Hetty Merton: muchacha que Dorian rechaza por vanidad.

    Alan Campbell: científico y ex-amigo de Dorian. Fue quien ayudó a Dorian a deshacerse del cuerpo de Basil

    Hallway. Se suicida días después.





    Frases de El retrato de Dorian Gray


    “Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte”.

    “Como todas las buenas reputaciones, cada éxito nos trae un enemigo. Para ser popular es preciso ser mediocre”.

    “―¿Qué eres? ―Definirse es limitarse”.

    “La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida es que el capricho dura un poco más”.

    “¿Qué era la juventud en el mejor de los casos? Una época de inexperiencia, de inmadurez, un tiempo de estados de ánimo pasajeros y de pensamientos morbosos. ¿Por qué se había empeñado en vestir su uniforme? La juventud lo había echado a perder”.

    “El lienzo de Basil Hallward contenía el secreto de su vida, narraba su historia. Le había enseñado a amar su propia belleza. ¿Le enseñaría también a aborrecer a su propia alma?”





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    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:48

    El retrato de Dorian Gray






    Oscar Wilde



    Prefacio



    El artista es creador de belleza.
    Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte.
    El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos
    materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y
    también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía.
    Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están
    corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran
    significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay
    esperanza.
    Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza.
    No existen libros morales o inmorales.
    Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo.
    La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara
    en el espejo.
    La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse
    la cara en un espejo.
    La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la
    moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto.
    Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden
    probar.
    El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un
    artista es un imperdonable amaneramiento de estilo.
    Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo.
    Pensamiento y lenguaje son, para el artista, los instrumentos de su arte.
    El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de
    la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de
    vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor.
    Todo arte es a la vez superficie y símbolo.
    Quienes profundizan, sin contentarse con la superficie, se exponen a las
    consecuencias.
    Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias. Lo que en
    realidad refleja el arte es al espectador y no la vida.
    La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que esa obra es
    nueva, compleja y que está viva. Cuando los críticos disienten, el artista está
    de acuerdo consigo mismo.
    A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo
    admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente.
    Todo arte es completamente inútil.


    OSCAR WILDE




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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:49

    ***


    Capítulo 1




    El intenso perfume de las rosas embalsamaba el estudio y, cuando la ligera
    brisa agitaba los árboles del jardín, entraba, por la puerta abierta, un intenso
    olor a lilas o el aroma más delicado de las flores rosadas de los espinos.
    Lord Henry Wotton, que había consumido ya, según su costumbre,
    innumerables cigarrillos, vislumbraba, desde el extremo del sofá donde estaba
    tumbado –tapizado al estilo de las alfombras persas–, el resplandor de las
    floraciones de un codeso, de dulzura y color de miel, cuyas ramas
    estremecidas apenas parecían capaces de soportar el peso de una belleza tan
    deslumbrante como la suya; y, de cuando en cuando, las sombras fantásticas
    de pájaros en vuelo se deslizaban sobre las largas cortinas de seda india
    colgadas delante de las inmensas ventanas, produciendo algo así como un
    efecto japonés, lo que le hacía pensar en los pintores de Tokyo, de rostros tan
    pálidos como el jade, que, por medio de un arte necesariamente inmóvil, tratan
    de transmitir la sensación de velocidad y de movimiento. El zumbido
    obstinado de las abejas, abriéndose camino entre el alto césped sin segar, o
    dando vueltas con monótona insistencia en torno a los polvorientos cuernos
    dorados de las desordenadas madreselvas, parecían hacer más opresiva la
    quietud, mientras los ruidos confusos de Londres eran como las notas graves
    de un órgano lejano.

    En el centro de la pieza, sobre un caballete recto, descansaba el retrato de
    cuerpo entero de un joven de extraordinaria belleza; y, delante, a cierta
    distancia, estaba sentado el artista en persona, el Basil Hallward cuya
    repentina desaparición, hace algunos años, tanto conmoviera a la sociedad y
    diera origen a tan extrañas suposiciones.
    Al contemplar la figura apuesta y elegante que con tanta habilidad había
    reflejado gracias a su arte, una sonrisa de satisfacción, que quizá hubiera
    podido prolongarse, iluminó su rostro. Pero el artista se incorporó bruscamente
    y, cerrando los ojos, se cubrió los párpados con los dedos, como si tratara de
    aprisionar en su cerebro algún extraño sueño del que temiese despertar.
    –Es tu mejor obra, Basil –dijo lord Henry con entonación lánguida–, lo
    mejor que has hecho. No dejes de mandarla el año que viene a la galería
    Grosvenor. La Academia es demasiado grande y demasiado vulgar. Cada vez
    que voy allí, o hay tanta gente que no puedo ver los cuadros, lo que es
    horrible, o hay tantos cuadros que no puedo ver a la gente, lo que todavía es
    peor. La galería Grosvenor es el sitio indicado.
    –No creo que lo mande a ningún sitio –respondió el artista, echando la
    cabeza hacia atrás de la curiosa manera que siempre hacía reír a sus amigos de
    Oxford–. No; no mandaré el retrato a ningún sitio.
    Lord Henry alzó las cejas y lo miró con asombro a través de las delgadas
    volutas de humo que, al salir de su cigarrillo con mezcla de opio, se retorcían
    adoptando extrañas formas.

    –¿No lo vas a enviar a ningún sitio? ¿Por qué, mi querido amigo? ¿Qué
    razón podrías aducir? ¿Por qué sois unas gentes tan raras los pintores? Hacéis
    cualquier cosa para ganaros una reputación, pero, tan pronto como la tenéis, se
    diría que os sobra. Es una tontería, porque en el mundo sólo hay algo peor que
    ser la persona de la que se habla y es ser alguien de quien no se habla. Un
    retrato como ése te colocaría muy por encima de todos los pintores ingleses
    jóvenes y despertaría los celos de los viejos, si es que los viejos son aún
    susceptibles de emociones.
    –Sé que te vas a reír de mí –replicó Hallward–, pero no me es posible
    exponer ese retrato. He puesto en él demasiado de mí mismo.
    Lord Henry, estirándose sobre el sofá, dejó escapar una carcajada.
    –Sí, Harry, sabía que te ibas a reír, pero, de todos modos, no es más que la
    verdad.
    –¡Demasiado de ti mismo! A fe mía, Basil, no sabía que fueras tan
    vanidoso; no advierto la menor semejanza entre ti, con tus facciones bien
    marcadas y un poco duras y tu pelo negro como el carbón, y ese joven adonis,
    que parece estar hecho de marfil y pétalos de rosa. Vamos, mi querido Basil,
    ese muchacho es un narciso, y tú… , bueno, tienes, por supuesto, un aire
    intelectual y todo eso. Pero la belleza, la belleza auténtica, termina donde
    empieza el aire intelectual. El intelecto es, por sí mismo, un modo de
    exageración, y destruye la armonía de cualquier rostro. En el momento en que
    alguien se sienta a pensar, todo él se convierte en nariz o en frente o en algo
    espantoso. Repara en quienes triunfan en cualquier profesión docta. Son
    absolutamente imposibles. Con la excepción, por supuesto, de la Iglesia. Pero
    sucede que en la Iglesia no se piensa. Un obispo sigue diciendo a los ochenta
    años lo que a los dieciocho le contaron que tenía que decir, y la consecuencia
    lógica es que siempre tiene un aspecto delicioso. Tu misterioso joven amigo,
    cuyo nombre nunca me has revelado, pero cuyo retrato me fascina de verdad,
    nunca piensa. Estoy completamente seguro de ello. Es una hermosa criatura,
    descerebrada, que debería estar siempre aquí en invierno, cuando no tenemos
    flores que mirar, y también en verano, cuando buscamos algo que nos enfríe la
    inteligencia. No te hagas ilusiones, Basil: no eres en absoluto como él.
    –No me entiendes, Harry –respondió el artista–. No soy como él, por
    supuesto. Lo sé perfectamente. De hecho, lamentaría parecerme a él. ¿Te
    encoges de hombros? Te digo la verdad. Hay un destino adverso ligado a la
    superioridad corporal o intelectual, el destino adverso que persigue por toda la
    historia los pasos vacilantes de los reyes. Es mucho mejor no ser diferente de
    la mayoría. Los feos y los estúpidos son quienes mejor lo pasan en el mundo.
    Se pueden sentar a sus anchas y ver la función con la boca abierta. Aunque no
    sepan nada de triunfar, se ahorran al menos los desengaños de la derrota.
    Viven como todos deberíamos vivir, tranquilos, despreocupados, impasibles.
    Ni provocan la ruina de otros, ni la reciben de manos ajenas. Tu situación
    social y tu riqueza, Harry; mi cerebro, el que sea; mi arte, cualquiera que sea
    su valor; la apostura de Dorian Gray: todos vamos a sufrir por lo que los
    dioses nos han dado, y a sufrir terriblemente.





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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:52

    ***

    –¿Dorian Gray? ¿Es así como se llama? –preguntó lord Henry, atravesando
    el estudio en dirección a Basil Hallward.
    –Sí; así es como se llama. No tenía intención de decírtelo.
    –Pero, ¿por qué no?
    –No te lo puedo explicar. Cuando alguien me gusta muchísimo nunca le
    digo su nombre a nadie. Es como entregar una parte de esa persona. Con el
    tiempo he llegado a amar el secreto. Parece ser lo único capaz de hacer
    misteriosa o maravillosa la vida moderna. Basta esconder la cosa más
    corriente para hacerla deliciosa. Cuando ahora me marcho de Londres, nunca
    le digo a mi gente adónde voy. Si lo hiciera, dejaría de resultarme placentero.
    Es una costumbre tonta, lo reconozco, pero por alguna razón parece dotar de
    romanticismo a la vida. Imagino que te resulto terriblemente ridículo, ¿no es
    cierto?
    –En absoluto –respondió lord Henry–; nada de eso, mi querido Basil.
    Pareces olvidar que estoy casado, y el único encanto del matrimonio es que
    exige de ambas partes practicar asiduamente el engaño. Nunca sé dónde está
    mi esposa, y mi esposa nunca sabe lo que yo hago. Cuando coincidimos, cosa
    que sucede a veces, porque salimos juntos a cenar o vamos a casa del Duque,
    nos contamos con tremenda seriedad las historias más absurdas sobre nuestras
    respectivas actividades. Mi mujer lo hace muy bien; mucho mejor que yo, de
    hecho. Nunca se equivoca en cuestión de fechas y yo lo hago siempre. Pero
    cuando me descubre, no se enfada. A veces me gustaría que lo hiciera, pero se
    limita a reírse de mí.
    –No me gusta nada cómo hablas de tu vida de casado, Harry –dijo Basil
    Hallward, dirigiéndose hacia la puerta que llevaba al jardín–. Creo que eres en
    realidad un marido excelente, pero que te avergüenzas de tus virtudes. Eres
    una persona extraordinaria. Nunca das lecciones de moralidad y nunca haces
    nada malo. Tu cinismo no es más que afectación.
    –La naturalidad también es afectación, y la más irritante que conozco –
    exclamó lord Henry, echándose a reír.

    Los dos jóvenes salieron juntos al jardín, acomodándose en un amplio
    banco de bambú colocado a la sombra de un laurel. La luz del sol resbalaba
    sobre las hojas enceradas. Sobre la hierba temblaban margaritas blancas.
    Después de un silencio, lord Henry sacó su reloj de bolsillo.
    –Mucho me temo que he de marcharme, Basil –murmuró–, pero antes de
    irme, insisto en que me respondas a la pregunta que te he hecho hace un rato.
    –¿Cuál era? –dijo el pintor, sin levantar los ojos del suelo.
    –Lo sabes perfectamente.
    –No lo sé, Harry.
    –Bueno, pues te lo diré. Quiero que me expliques por qué no vas a exponer
    el retrato de Dorian Gray. Quiero la verdadera razón.
    –Te la he dado.
    –No, no lo has hecho. Me has dicho que hay demasiado de ti en ese retrato.
    Y eso es una chiquillada.
    –Harry–dijo Basil Hallward, mirándolo directamente a los ojos–, todo
    retrato que se pinta de corazón es un retrato del artista, no de la persona que
    posa. El modelo no es más que un accidente, la ocasión. No es a él a quien
    revela el pintor; es más bien el pintor quien, sobre el lienzo coloreado, se
    revela. La razón de que no exponga el cuadro es que tengo miedo de haber
    mostrado el secreto de mi alma.
    Lord Henry rió.
    – Y, ¿cuál es ..? –preguntó.
    –Te lo voy a decir –respondió Hallward; pero lo que apareció en su rostro
    fue una expresión de perplejidad.
    –Soy todo oídos, Basil –insistió su acompañante, mirándolo de reojo.
    –En realidad es muy poco lo que hay que contar, Harry –respondió el
    pintor–, y mucho me temo que apenas lo entenderías. Quizá tampoco te lo
    creas.
    Lord Henry sonrió y, agachándose, arrancó de entre el césped una
    margarita de pétalos rosados y se puso a examinarla.
    –Estoy seguro de que lo entenderé –replicó, contemplando fijamente el
    pequeño disco dorado con plumas blancas–; y en cuanto a creer cosas, me
    puedo creer cualquiera con tal de que sea totalmente increíble.
    El aire arrancó algunas flores de los árboles, y las pesadas floraciones de
    lilas, con sus pléyades de estrellas, se balancearon lánguidamente. Un
    saltamontes empezó a cantar junto a la valla, y una libélula, larga y delgada
    como un hilo azul, pasó flotando sobre sus alas de gasa marrón. Lord Henry
    tuvo la impresión de oír los latidos del corazón de Basil Hallward, y se
    preguntó qué iba a suceder.

    –Es una historia muy sencilla –dijo el pintor después de algún tiempo–.
    Hace dos meses asistí a una de esas fiestas de lady Brandon a las que va tanta
    gente. Ya sabes que nosotros, los pobres artistas, tenemos que aparecer en
    sociedad de cuando en cuando para recordar al público que no somos salvajes.
    Vestidos de etiqueta y con corbata blanca, como una vez me dijiste,
    cualquiera, hasta un corredor de Bolsa, puede ganarse reputación de
    civilizado. Bien; cuando llevaba unos diez minutos en el salón, charlando con
    imponentes viudas demasiado enjoyadas y tediosos académicos, noté de
    pronto que alguien me miraba. Al darme la vuelta vi a Dorian Gray por vez
    primera. Cuando nuestros ojos se encontraron, me noté palidecer. Una extraña
    sensación de terror se apoderó de mí. Supe que tenía delante a alguien con una
    personalidad tan fascinante que, si yo se lo permitía, iba a absorber toda mi
    existencia, el alma entera, incluso mi arte. Yo no deseaba ninguna influencia
    exterior en mi vida. Tú sabes perfectamente lo independiente que soy por
    naturaleza. Siempre he hecho lo que he querido; al menos, hasta que conocí a
    Dorian Gray. Luego… , aunque no sé cómo explicártelo. Algo parecía decirme
    que me encontraba al borde de una crisis terrible. Tenía la extraña sensación
    de que el Destino me reservaba exquisitas alegrías y terribles sufrimientos. Me
    asusté y me di la vuelta para abandonar el salón. No fue la conciencia lo que
    me impulsó a hacerlo: más bien algo parecido a la cobardía. No me atribuyo
    ningún mérito por haber tratado de escapar.
    –Conciencia y cobardía son en realidad lo mismo, Basil. La conciencia es
    la marca registrada de la empresa. Eso es todo.
    –No lo creo, Harry, y me parece que tampoco lo crees tú. Fuera cual fuese
    mi motivo, y quizá se tratara orgullo, porque he sido siempre muy orgulloso,
    conseguí llegar a duras penas hasta la puerta. Pero allí, por supuesto, me
    tropecé con lady Brandon. «¿No irá usted a marcharse tan pronto, señor
    Hallward?», me gritó. ¿Recuerdas la voz tan peculiarmente estridente que
    tiene?
    –Sí; es un pavo real en todo menos en la belleza –dijo lord Henry,
    deshaciendo la margarita con sus largos dedos nerviosos.


    –No me pude librar de ella. Me presentó a altezas reales, a militares y
    aristócratas, y a señoras mayores con gigantescas diademas y narices de loro.
    Habló de mí como de su amigo más querido. Sólo había estado una vez con
    ella, pero se le metió en la cabeza convertirme en la celebridad de la velada.
    Creo que por entonces algún cuadro mío tuvo un gran éxito o al menos se
    habló de él en los periódicos sensacionalistas, que son el criterio de la
    inmoralidad del siglo XIX. De repente, me encontré cara a cara con el joven
    cuya personalidad me había afectado de manera tan extraña. Estábamos muy
    cerca, casi nos tocábamos. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo. Fue una
    imprudencia por mi parte, pero pedí a lady Brandon que nos presentara. Quizá
    no fuese imprudencia, sino algo sencillamente inevitable. Nos hubiésemos
    hablado sin necesidad de presentación. Estoy seguro de ello. Dorian me lo
    confirmó después. También él sintió que estábamos destinados a conocernos.
    –Y, ¿cómo describió lady Brandon a ese joven maravilloso? –preguntó su
    amigo–. Sé que le gusta dar un rápido resumen de todos sus invitados.
    Recuerdo que me llevó a conocer a un anciano caballero de rostro colorado,
    cubierto con todas las condecoraciones imaginables, y me confió al oído, en
    un trágico susurro que debieron oír perfectamente todos los presentes, los
    detalles más asombrosos. Sencillamente huí. Prefiero desenmascarar a las
    personas yo mismo. Pero lady Brandon trata a sus invitados exactamente como
    un subastador trata a sus mercancías. O los explica completamente del revés, o
    cuenta todo excepto lo que uno quiere saber.
    –¡Pobre lady Brandon! ¡Eres muy duro con ella, Harry! –dijo Hallward
    lánguidamente.
    –Mi querido amigo, esa buena señora trataba de fundar un salón, pero sólo
    ha conseguido abrir un restaurante. ¿Cómo quieres que la admire? Pero, dime,
    ¿qué te contó del señor Dorian Gray?
    –Algo así como «muchacho encantador, su pobre madre y yo
    absolutamente inseparables. He olvidado por completo a qué se dedica, me
    temo que… , no hace nada… Sí, sí, toca el piano, ¿o es el violín, mi querido
    señor Gray?» Ninguno de los dos pudimos evitar la risa, y nos hicimos amigos
    al instante.
    –La risa no es un mal principio para una amistad y, desde luego, es la
    mejor manera de terminarla –dijo el joven lord, arrancando otra margarita.
    Hallward negó con la cabeza



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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:53

    ***

    –No entiendes lo que es la amistad, Harry –murmuró–; ni tampoco la
    enemistad, si vamos a eso. Te gusta todo el mundo; es decir, todo el mundo te
    deja indiferente.
    –¡Qué horriblemente injusto eres conmigo! –exclamó lord Henry,
    echándose el sombrero hacia atrás para mirar a las nubecillas que, como
    madejas enmarañadas de brillante seda blanca, vagaban por la oquedad
    turquesa del cielo veraniego–. Sí; horriblemente injusto. Ya lo creo que
    distingo entre la gente. Elijo a mis amigos por su apostura, a mis conocidos
    por su buena reputación y a mis enemigos por su inteligencia. No es posible
    excederse en el cuidado al elegir a los enemigos. No tengo ni uno solo que sea
    estúpido. Todos son personas de cierta talla intelectual y, en consecuencia, me
    aprecian. ¿Te parece demasiada vanidad por mi parte? Creo que lo es.
    –Coincido en eso contigo. Pero según tus categorías yo no debo de ser más
    que un conocido.
    –Mi querido Basil: eres mucho más que un conocido.
    –Y mucho menos que un amigo. Algo así como un hermano, ¿no es cierto?
    –¡Ah, los hermanos! No me gustan los hermanos. Mi hermano mayor no se
    muere, y los menores nunca hacen otra cosa.
    –¡Harry! –exclamó Hallward, frunciendo el ceño.
    –No hablo del todo en serio. Pero me es imposible no detestar a mi familia.
    Imagino que se debe a que nadie soporta a las personas que tienen sus mismos
    defectos. Entiendo perfectamente la indignación de la democracia inglesa ante
    lo que llama los vicios de las clases altas. Las masas consideran que
    embriaguez, estupidez e inmoralidad deben ser exclusivo patrimonio suyo, y
    cuando alguno de nosotros se pone en ridículo nos ven como cazadores
    furtivos en sus tierras. Cuando el pobre Southwark tuvo que presentarse en el
    Tribunal de Divorcios, la indignación de las masas fue realmente magnífica. Y,
    sin embargo, no creo que el diez por ciento del proletariado viva
    correctamente.
    –No estoy de acuerdo con una sola palabra de lo que has dicho y, lo que es
    más, estoy seguro de que a ti te sucede lo mismo.
    Lord Henry se acarició la afilada barba castaña y se golpeó la punta de una
    bota de charol con el bastón de caoba.

    –¡Qué inglés eres, Basil! Es la segunda vez que haces hoy esa observación.
    Si se presenta una idea a un inglés auténtico (lo que siempre es una
    imprudencia), nunca se le ocurre ni por lo más remoto pararse a pensar si la
    idea es verdadera o falsa. Lo único que considera importante es si el interesado
    cree lo que dice. Ahora bien, el valor de una idea no tiene nada que ver con la
    sinceridad de la persona que la expone. En realidad, es probable que cuanto
    más insincera sea la persona, más puramente intelectual sea la idea, ya que en
    ese caso no estará coloreada ni por sus necesidades, ni por sus deseos, ni por
    sus prejuicios. No pretendo, sin embargo, discutir contigo ni de política, ni de
    sociología, ni de metafísica. Las personas me gustan más que los principios, y
    las personas sin principios me gustan más que nada en el mundo. Cuéntame
    más cosas acerca de Dorian Gray. ¿Lo ves con frecuencia?
    –Todos los días. No sería feliz si no lo viera todos los días. Me es
    absolutamente necesario.
    –¡Extraordinario! Creía que sólo te interesaba el arte.
    –Dorian es todo mi arte –dijo el pintor gravemente–. A veces pienso,
    Harry, que la historia del mundo sólo ha conocido dos eras importantes. La
    primera es la que ve la aparición de una nueva técnica artística. La segunda, la
    que asiste a la aparición de una nueva personalidad, también para el arte. Lo
    que fue la invención de la pintura al óleo para los venecianos, o el rostro de
    Antinoo para los últimos escultores griegos, lo será algún día para mí el rostro
    de Dorian Gray. No es sólo que lo utilice como modelo para pintar, para
    dibujar, para hacer apuntes. He hecho todo eso, por supuesto. Pero para mí es
    mucho más que un modelo o un tema. No te voy a decir que esté insatisfecho
    con lo que he conseguido, ni que su belleza sea tal que el arte no pueda
    expresarla. No hay nada que el arte no pueda expresar, y sé que lo que he
    hecho desde que conocí a Dorian Gray es bueno, es lo mejor que he hecho
    nunca. Pero, de alguna manera curiosa (no sé si me entenderás), su
    personalidad me ha sugerido una manera completamente nueva, un nuevo
    estilo. Veo las cosas de manera distinta, las pienso de forma diferente. Ahora
    soy capaz de recrear la vida de una manera que antes desconocía. «Un sueño
    de belleza en días de meditación». ¿Quién ha dicho eso? No me acuerdo; pero
    eso ha sido para mí Dorian Gray. La simple presencia de ese muchacho,
    porque me parece poco más que un adolescente, aunque pasa de los veinte, su
    simple presencia… ¡Ah! Me pregunto si puedes darte cuenta de lo que
    significa. De manera inconsciente define para mí los trazos de una nueva
    escuela, una escuela que tiene toda la pasión del espíritu romántico y toda la
    perfección de lo griego. La armonía del alma y del cuerpo, ¡qué maravilla! En
    nuestra locura hemos separado las dos cosas, y hemos inventado un realismo
    que es vulgar, y un idealismo hueco. ¡Harry! ¡Si supieras lo que Dorian es para
    mí! ¿Recuerdas aquel paisaje mío, por el que Agnew me ofreció tanto dinero,
    pero del que no quise desprenderme? Es una de las mejores cosas que he
    hecho nunca. Y, ¿por qué? Porque mientras lo pintaba Dorian Gray estaba a mi
    lado. Me transmitía alguna influencia sutil y por primera vez en mi vida vi en
    un simple bosque la maravilla que siempre había buscado y que siempre se me
    había escapado.

    –¡Eso que cuentas es extraordinario! He de ver a Dorian Gray. Hallward se
    levantó del asiento y empezó a pasear por el jardín. Al cabo de unos
    momentos regresó.
    –Harry –dijo–, Dorian Gray no es para mí más que un motivo artístico.
    Quizá tú no veas nada en él. Yo lo veo todo. Nunca está más presente en mi
    trabajo que cuando no aparece en lo que pinto. Es la sugerencia, como he
    dicho, de una nueva manera. Lo encuentro en las curvas de ciertas líneas, en el
    encanto y sutileza de ciertos colores. Eso es todo.
    –Entonces, ¿por qué te niegas a exponer su retrato? –preguntó lord Henry.
    –Porque, sin pretenderlo, he puesto en ese cuadro la expresión de mi
    extraña idolatría de artista, de la que, por supuesto, nunca he querido hablar
    con él. Nada sabe. No lo sabrá nunca. Pero quizá el mundo lo adivine; y no
    quiero desnudar mi alma ante su mirada entrometida y superficial. Nunca
    pondré mi corazón bajo su microscopio. Hay demasiado de mí mismo en ese
    cuadro, Harry, ¡demasiado de mí mismo!
    –Los poetas no son tan escrupulosos como tú. Saben lo útil que es la
    pasión cuando piensan en publicar. En nuestros días un corazón roto da para
    muchas ediciones.
    –Los detesto por eso –exclamó Hallward–. Un artista debe crear cosas
    hermosas, pero sin poner en ellas nada de su propia existencia. Vivimos en una
    época en la que se trata el arte como si fuese una forma de autobiografía.
    Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza. Algún día mostraré al mundo
    lo que es eso; y ésa es la razón de que el mundo no deba ver nunca mi retrato
    de Dorian Gray.
    –Creo que estás equivocado, pero no voy a discutir contigo. Sólo discuten
    los que están perdidos intelectualmente. Dime, Dorian Gray te tiene mucho
    afecto?






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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 14:55

    ***
    El pintor reflexionó durante unos instantes.
    –Me tiene afecto –respondió, después de una pausa–; sé que me tiene
    afecto. Es cierto, por otra parte, que lo halago terriblemente. Hallo un extraño
    placer en decirle cosas de las que sé que después voy a arrepentirme. Por regla
    general es encantador conmigo, y nos sentamos en el estudio y hablamos de
    mil cosas. De cuando en cuando, sin embargo, es terriblemente
    desconsiderado, y parece disfrutar haciéndome sufrir. Entonces siento que he
    entregado toda mi alma a alguien que la trata como si fuera una flor que se
    pone en el ojal, una condecoración que deleita su vanidad, un adorno para un
    día de verano.
    –En verano los días suelen ser largos, Basil –murmuró lord Henry–. Quizá
    te canses tú antes que él. Es triste pensarlo, pero sin duda el genio dura más
    que la belleza. Eso explica que nos esforcemos tanto por cultivarnos. En la
    lucha feroz por la existencia queremos tener algo que dure, y nos llenamos la
    cabeza de basura y de datos, con la tonta esperanza de conservar nuestro
    puesto. La persona que lo sabe todo: ése es el ideal moderno. Y la mente de
    esa persona que todo lo sabe es una cosa terrible, un almacén de baratillo, todo
    monstruos y polvo, y siempre con precios por encima de su valor verdadero.
    Creo que tú te cansarás primero, de todos modos. Algún día mirarás a tu
    amigo, y te parecerá que está un poco desdibujado, o no te gustará la tonalidad
    de su tez, o cualquier otra cosa. Se lo reprocharás con amargura, y pensarás,
    muy seriamente, que se ha portado mal contigo. La siguiente vez que te visite,
    te mostrarás perfectamente frío e indiferente. Será una pena, porque te
    cambiará. Lo que me has contado es una historia de amor, habría que llamarla
    historia de amor estético, y lo peor de toda historia de amor es que después
    tino se siente muy poco romántico.
    –Harry, no hables así. Mientras viva, la personalidad de Dorian Gray me
    dominará. No puedes sentir lo que yo siento. Tú cambias con demasiada
    frecuencia.
    –¡Ah, mi querido Basil, precisamente por eso soy capaz de sentirlo! Los
    que son fieles sólo conocen el lado trivial del amor: es el infiel quien sabe de
    sus tragedias.
    Lord Henry frotó una cerilla sobre un delicado estuche de plata y empezó a
    fumar un cigarrillo con un aire tan pagado de sí mismo y tan satisfecho como
    si hubiera resumido el mundo en una frase.
    Los gorriones alborotaban entre las hojas lacadas de la enredadera y las
    sombras azules de las nubes se perseguían sobre el césped como golondrinas.
    ¡Qué agradable era estar en el jardín! ¡Y cuán deliciosas las emociones de
    otras personas! Mucho más que sus ideas, en opinión de lord Henry. Nuestra
    alma y las pasiones de nuestros amigos: ésas son las cosas fascinantes de la
    vida. Le divirtió recordar en silencio el tedioso almuerzo que se había perdido
    al quedarse tanto tiempo con Basil Hallward. Si hubiera ido a casa de su tía, se
    habría encontrado sin duda con lord Goodboy, y sólo habrían hablado de
    alimentar a los pobres y de la necesidad de construir alojamientos modelo.
    Todos los comensales habrían destacado la importancia de las virtudes que su
    situación en la vida les dispensaba de ejercitar. Los ricos hablarían del valor
    del ahorro, y los ociosos se extenderían elocuentemente sobre la dignidad del
    trabajo. ¡Era delicioso haber escapado a todo aquello! Mientras pensaba en su
    tía, algo pareció sorprenderlo. Volviéndose hacia Hallward, dijo:
    –Acabo de acordarme.
    –¿Acordarte de qué, Harry?

    –De dónde he oído el nombre de Dorian Gray.
    –¿Dónde? –preguntó Hallward, frunciendo levemente el ceño.
    –No es necesario que te enfades. Fue en casa de mi tía, lady Agatha. Me
    dijo que había descubierto a un joven maravilloso que iba a ayudarla en el East
    End y que se llamaba Dorian Gray. Tengo que confesar que nunca me contó
    que fuese bien parecido. Las mujeres no aprecian la belleza; al menos, las
    mujeres honestas. Me dijo que era muy serio y con muy buena disposición. Al
    instante me imaginé una criatura con gafas y de pelo lacio, horriblemente
    cubierto de pecas y con enormes pies planos. Ojalá hubiera sabido que se
    trataba de tu amigo.
    –Me alegro mucho de que no fuese así, Harry.
    –¿Por qué?
    –No quiero que lo conozcas.
    –¿No quieres que lo conozca?
    –No.
    –El señor Dorian Gray está en el estudio –anunció el mayordomo, entrando
    en el jardín.
    –Ahora tienes que presentármelo –exclamó lord Henry, riendo.
    El pintor se volvió hacia su criado, a quien la luz del sol obligaba a
    parpadear.
    –Dígale al señor Gray que espere, Parker. Me reuniré con él dentro de un
    momento.
    El mayordomo hizo una inclinación y se retiró. Hallward se volvió después
    hacia lord Henry.
    –Dorian Gray es mi amigo más querido –dijo–. Es una persona sencilla y
    bondadosa. Tu tía estaba en lo cierto al describirlo. No lo eches a perder. No
    trates de influir en él. Tu influencia sería mala. El mundo es muy grande y
    encierra mucha gente maravillosa. No me arrebates la única persona que da a
    mi arte todo el encanto que posee: mi vida de artista depende de él. Tenlo en
    cuenta, Harry, confío en ti –hablaba muy despacio, y las palabras parecían
    salirle de la boca casi contra su voluntad.
    –¡Qué tonterías dices! –respondió lord Henry, con una sonrisa. Luego,
    tomando a Hallward del brazo, casi lo condujo hacia la casa.


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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 18:52

    ***

    Capítulo 2




    A l entrar, vieron a Dorian Gray. Estaba sentado al piano, de espaldas a
    ellos, pasando las páginas de Las escenas del bosque, de Schumann.
    –Tienes que prestármelo, Basil –exclamó–. Quiero aprendérmelas. Son
    encantadoras.
    –Eso depende de cómo poses hoy, Dorian.
    –Estoy cansado de posar, y no quiero un retrato de cuerpo entero –
    respondió el muchacho, volviéndose sobre el taburete del piano con un gesto
    caprichoso y malhumorado. Al ver a lord Henry, se le colorearon las mejillas
    por un momento y procedió a levantarse–. Perdóname, Basil, pero no sabía
    que estuvieras acompañado.
    –Te presento a lord Henry Wotton, Dorian, un viejo amigo mío de Oxford.
    Le estaba diciendo que eres un modelo muy disciplinado, y acabas de echarlo
    todo a perder.
    –Excepto el placer de conocerlo a usted, señor Gray –dijo lord Henry,
    dando un paso al frente y extendiendo la mano–. Mi tía me ha hablado a
    menudo de usted. Es uno de sus preferidos y, mucho me temo, también una de
    sus víctimas.
    –En el momento actual estoy en la lista negra de lady Agatha –respondió
    Dorian con una divertida expresión de remordimiento–. Prometí ir con ella el
    martes a un club de Whitechapel y lo olvidé por completo. íbamos a tocar
    juntos un dúo… , más bien tres, según creo. No sé qué dirá. Me da miedo ir a
    visitarla.
    –Yo me encargo de reconciliarlo con ella. Siente verdadera devoción por
    usted. Y no creo que importara que no fuese. El público pensó probablemente
    que era un dúo. Cuando tía Agatha se sienta al piano hace ruido suficiente por
    dos personas.
    –Eso es una insidia contra ella y tampoco me deja a mí en muy buen lugar
    –respondió Dorian, riendo.
    Lord Henry se lo quedó mirando. Sí; no había la menor duda de que era
    extraordinariamente bien parecido, con labios muy rojos debidamente
    arqueados, ojos azules llenos de franqueza, rubios cabellos rizados. Había algo
    en su rostro que inspiraba inmediata confianza. Estaba allí presente todo el
    candor de la juventud, así como toda su pureza apasionada. Se sentía que
    aquel adolescente no se había dejado manchar por el mundo. No era de
    extrañar que Basil Hallward sintiera veneración por él.
    –Sin duda es usted demasiado encantador para dedicarse a la filantropía,
    señor Gray –lord Henry se dejó caer en el diván y abrió la pitillera.
    El pintor había estado ocupado mezclando colores y preparando los
    pinceles. Parecía preocupado y, al oír la última observación de lord Henry, lo
    miró, vaciló un instante y luego dijo:
    –Harry, quiero terminar hoy este retrato. ¿Me juzgarás terriblemente
    descortés si te pido que te vayas?
    Lord Henry sonrió y miró a Dorian Gray.
    –¿Tengo que marcharme, señor Gray? –preguntó.
    –No, por favor, lord Henry. Ya veo que Basil está hoy de mal humor, y no
    lo soporto cuando se enfurruña. Además, quiero que me explique por qué no
    debo dedicarme a la filantropía.
    –No estoy seguro de que deba decírselo, señor Gray. Se trata de un asunto
    tan tedioso que habría que hablar en serio de ello. Pero, desde luego, no saldré
    corriendo después de haberme dicho usted que me quede. ¿No te importa
    demasiado, verdad Basil? Me has dicho muchas veces que te gusta que tus
    hermanas tengan a alguien con quien charlar.
    Hallward se mordió los labios.
    –Si Dorian lo desea, claro que te puedes quedar. Los caprichos de Dorian
    son leyes para todo el mundo, excepto para él.
    Lord Henry recogió su sombrero y sus guantes.
    –Eres muy insistente, Basil, pero, desgraciadamente, debo irme. Prometí
    reunirme con una persona en el Orleans. Hasta la vista, señor Gray. Venga a
    verme alguna tarde a Curzon Street. Casi siempre estoy en casa a las cinco.
    Escríbame cuando decida ir, sentiría mucho perderme su visita.
    –Basil –exclamó Dorian Gray–, si lord Henry Wotton se marcha, me iré yo
    también. Nunca despegas los labios cuando pintas, y es muy aburrido estar de
    pie en un estrado y tratar de parecer contento. Pídele que se quede. Insisto.
    –Quédate, Harry, para complacer a Dorian y para complacerme a mí –dijo
    Hallward, sin apartar los ojos del cuadro–. Es muy cierto que nunca hablo
    cuando estoy trabajando, y tampoco escucho, lo que debe de ser
    increíblemente tedioso para mis pobres modelos. Te suplico que te quedes.
    –¿Y qué va a ser del caballero que me espera en el Orleans? El pintor se
    echó a reír.
    –No creo que eso sea un problema. Siéntate otra vez, Harry. Y ahora,
    Dorian, sube al estrado y no te muevas demasiado ni prestes atención a lo que
    dice lord Henry. Tiene una pésima influencia sobre todos mis amigos, sin otra
    excepción que yo.

    Dorian Gray subió al estrado con el aspecto de un joven mártir griego, e
    hizo una ligera mueca de descontento dirigida a lord Henry, que le inspiraba
    ya una gran simpatía. ¡Era tan distinto de Basil! Producían un contraste muy
    agradable. Y tenía una voz muy bella.
    –¿Es cierto que ejerce usted una pésima influencia, lord Henry? –le
    preguntó al cabo de unos instantes–. ¿Tan mala como dice Basil?
    –Las buenas influencias no existen, señor Gray. Toda influencia es
    inmoral; inmoral desde el punto de vista científico.
    –¿Por qué?
    –Porque influir en una persona es darle la propia alma. Esa persona deja de
    pensar sus propias ideas y de arder con sus pasiones. Sus virtudes dejan de ser
    reales. Sus pecados, si es que los pecados existen, son prestados. Se convierte
    en eco de la música de otro, en un actor que interpreta un papel que no se ha
    escrito para él. La finalidad de la vida es el propio desarrollo. Alcanzar la
    plenitud de la manera más perfecta posible, para eso estamos aquí. En la
    actualidad las personas se tienen miedo. Han olvidado el mayor de todos los
    deberes, lo que cada uno se debe a sí mismo. Son caritativos, por supuesto.
    Dan de comer al hambriento y visten al desnudo. Pero sus almas pasan hambre
    y ellos mismos están desnudos. Nuestra raza ha dejado de tener valor. Quizá
    no lo haya tenido nunca. El miedo a la sociedad, que es la base de la moral; el
    miedo a Dios, que es el secreto de la religión: ésas son las dos cosas que nos
    gobiernan. Y, sin embargo…
    –Vuelve la cabeza un poquito más hacia la derecha, Dorian, como un buen
    chico –dijo el pintor, enfrascado en su trabajo, sólo consciente de que en el
    rostro del muchacho había aparecido una expresión completamente nueva.
    –Y, sin embargo –continuó lord Henry, con su voz grave y musical, y con
    el peculiar movimiento de la mano que le era tan característico, y que ya lo
    distinguía incluso en los días de Eton–, creo que si un hombre viviera su vida
    de manera total y completa, si diera forma a todo sentimiento, expresión a
    todo pensamiento, realidad a todo sueño… , creo que el mundo recibiría tal
    empujón de alegría que olvidaríamos todas las enfermedades del
    medievalismo y regresaríamos al ideal heleno; puede que incluso a algo más
    delicado, más rico que el ideal heleno. Pero hasta el más valiente de nosotros
    tiene miedo de sí mismo. La mutilación del salvaje encuentra su trágica
    supervivencia en la autorrenuncia que desfigura nuestra vida. Se nos castiga
    por nuestras negativas. Todos los impulsos que nos esforzamos por estrangular
    se multiplican en la mente y nos envenenan. Que el cuerpo peque una vez, y se
    habrá librado de su pecado, porque la acción es un modo de purificación.
    Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad
    de un remordimiento. La única manera de librarse de la tentación es ceder ante
    ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha
    prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e
    ilegal. Se ha dicho que los grandes acontecimientos del mundo suceden en el
    cerebro. Es también en el cerebro, y sólo en el cerebro, donde se cometen los
    grandes pecados. Usted, señor Gray, usted mismo, todavía con las rosas rojas
    de la juventud y las blancas de la infancia, ha tenido pasiones que le han hecho
    asustarse, pensamientos que le han llenado de terror, sueños y momentos de
    vigilia cuyo simple recuerdo puede teñirle las mejillas de vergüenza…
    –¡Basta! –balbuceó Dorian Gray–; ¡basta! Me desconcierta usted. No sé
    qué decir. Hay una manera de responderle, pero no la encuentro. No hable.
    Déjeme pensar. O, más bien, deje que trate de pensar.
    Durante cerca de diez minutos siguió allí, inmóvil, los labios abiertos y un
    brillo extraño en la mirada. Era vagamente consciente de que influencias
    completamente nuevas actuaban en su interior, aunque, le parecía a él,
    procedían en realidad de sí mismo. Las pocas palabras que el amigo de Basil
    le había dicho, palabras lanzadas al azar, sin duda, y caprichosamente
    paradójicas, habían tocado alguna cuerda secreta, nunca pulsada
    anteriormente, pero que sentía ahora vibrar y palpitar con peculiares
    estremecimientos.
    La música le afectaba de la misma manera. La música le había conmovido
    muchas veces. Pero la música no era directamente inteligible. No era un
    mundo nuevo, sino más bien otro caos creado en nosotros. ¡Palabras! ¡Simples
    palabras! ¡Qué terribles eran! ¡Qué claras, y qué agudas y crueles! No era
    posible escapar. Y, sin embargo, ¡qué magia tan sutil había en ellas! Parecían
    tener la virtud de dar una forma plástica a cosas informes y poseer una música
    propia tan dulce como la de una viola o de un laúd. ¡Simples palabras! ¿Había
    algo tan real como las palabras?
    Sí; hubo cosas en su infancia que nunca entendió, pero que ahora entendía.
    La vida, de repente, adquirió a sus ojos un color rojo encendido. Le pareció
    que había estado caminando sobre fuego. ¿Por qué no lo había sabido antes?
    Con una sonrisa sutil lord Henry lo observaba. Sabía cuál era el momento
    psicológico en el que no había que decir nada. Estaba sumamente interesado.
    Sorprendido de la impresión producida por sus palabras y, al recordar un libro
    que había leído a los dieciséis años, un libro que le reveló muchas cosas que
    antes no sabía, se preguntó si Dorian Gray estaba teniendo una experiencia
    similar. Él no había hecho más que lanzar una flecha al aire. ¿Había dado en el
    blanco? ¡Qué fascinante era aquel muchacho!






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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Lun 06 Ene 2025, 18:53

    ***

    Hallward pintaba sin descanso con aquellas maravillosas y audaces
    pinceladas suyas que tenían el verdadero refinamiento y la perfecta delicadeza
    que, al menos en el arte, proceden únicamente de la fuerza. No había advertido
    el silencio.
    –Basil, me canso de estar de pie –exclamó Gray de repente–. Quiero salir
    al jardín y sentarme. Aquí el aire es asfixiante.
    –Tendrás que perdonarme. Cuando pinto me olvido de todo lo demás. Pero
    nunca habías posado mejor. Has estado completamente inmóvil. Y he captado
    el efecto que quería: los labios entreabiertos, y el brillo en los ojos. No sé qué
    te habrá dicho Harry para conseguir esta expresión maravillosa. Imagino que
    te halagaba la vanidad. No debes creer una sola palabra de lo que diga.
    –Desde luego no me halagaba la vanidad. Tal vez por eso no he creído
    nada de lo que me ha dicho.
    –Reconozca que se lo ha creído todo –dijo lord Henry, lanzándole una
    mirada soñadora y lánguida–. Saldré al jardín con usted. Hace un calor
    horrible en el estudio. Basil, ofrécenos algo helado para beber, algo que tenga
    fresas.
    –Por supuesto, Harry. Basta con que llames; en cuanto venga Parker le diré
    lo que quieres. He de trabajar el fondo; me reuniré después con vosotros. No
    retengas demasiado tiempo a Dorian. Nunca me he sentido tan en forma para
    pintar como hoy. Va a ser mi obra maestra. Ya lo es, tal como está ahora.
    Lord Henry salió al jardín y encontró a Dorian Gray con el rostro hundido
    en las grandes flores del lilo, bebiendo febrilmente su perfume fresco como si
    se tratase de vino. Se le acercó y le puso una mano en el hombro.
    –Está usted en lo cierto al hacer eso –murmuró–. Nada, excepto los
    sentidos, puede curar el alma, como tampoco nada, excepto el alma, puede
    curar los sentidos.
    El muchacho se sobresaltó, apartándose. Llevaba la cabeza descubierta, y
    las hojas del arbusto le habían despeinado, enredando las hebras doradas.
    Había miedo en sus ojos, como sucede cuándo se despierta a alguien de
    repente. Le vibraron las aletas de la nariz y algún nervio escondido agitó el
    rojo de sus labios, haciéndolos temblar.
    –Sí –prosiguió lord Henry–; ése es uno de los grandes secretos de la vida:
    curar el alma por medio de los sentidos, y los sentidos con el alma. Usted es
    una criatura asombrosa. Sabe más de lo que cree saber, pero menos de lo que
    quiere.
    Dorian Gray frunció el ceño y apartó la cabeza. Le era imposible dejar de
    mirar con buenos ojos a aquel joven alto y elegante que tenía al lado. Su rostro
    moreno y romántico y su aire cansado le interesaban. Había algo en su voz,
    grave y lánguida, absolutamente fascinante. Sus manos blancas, tranquilas,
    que tenían incluso algo de flores, poseían un curioso encanto. Se movían,
    cuando lord Henry hablaba, de manera musical, y parecían poseer un lenguaje
    propio. Pero lord Henry le asustaba, y se avergonzaba de sentir miedo. ¿Cómo
    era que un extraño le había hecho descubrirse a sí mismo? Conocía a Hallward
    desde hacía meses, pero la amistad entre ambos no lo había cambiado. De
    repente, sin embargo, se había cruzado con alguien que parecía descubrirle el
    misterio de la existencia. Aunque, de todos modos, ¿qué motivo había para
    sentir miedo? Él no era un colegial ni una muchachita. Era absurdo asustarse.
    –Sentémonos a la sombra –dijo lord Henry–. Parker nos ha traído las
    bebidas, y si se queda usted más tiempo bajo este sol de justicia se le echará a
    perder la tez y Basil nunca lo volverá a retratar. No debe permitir que el sol lo
    queme. Sería muy poco favorecedor.
    –¿Qué importancia tiene eso? –exclamó Dorian Gray, riendo, mientras se
    sentaba en un banco al fondo del jardín.
    –Toda la importancia del mundo, señor Gray.
    –¿Por qué?
    –Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más
    precioso que se puede poseer.
    –No lo siento yo así, lord Henry.
    –No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno
    de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus
    pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo
    sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo
    el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente
    agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una
    manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no
    necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz
    del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la
    que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de
    soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah!
    Cuando la haya perdido no sonreirá…
    La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al
    menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la
    maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por
    las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se
    ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los
    dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años
    en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe
    la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya
    no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos
    nsignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que
    las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El
    tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá
    cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá
    horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee.
    No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de
    redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes,
    los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas
    de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje
    que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga
    miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita.
    Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no
    pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento
    en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de
    lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas
    que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted.
    He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su
    juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores
    sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del
    codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes
    habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus
    hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra
    juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se
    vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros
    sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas,
    obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y
    el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir.
    ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la
    juventud!
    Dorian Gray escuchaba, los ojos muy abiertos, asombrado. El ramillete de
    lilas se le cayó al suelo. Una sedosa abeja zumbó a su alrededor por un
    instante. Luego empezó a trepar con dificultad por los globos estrellados de
    cada flor. Dorian Gray la observó con el extraño interés por las cosas triviales
    que tratamos de fomentar cuando las más importantes nos asustan, o cuando
    nos embarga alguna nueva emoción que no sabemos expresar, o cuando alguna
    idea que nos aterra pone repentino sitio a la mente y exige nuestra rendición.
    Al cabo de algún tiempo la abeja alzó el vuelo. Dorian Gray la vio introducirse
    en la campanilla de una enredadera. La flor pareció estremecerse y luego se
    balanceó suavemente hacia adelante y hacia atrás.
    De repente, el pintor apareció en la puerta del estudio y, con gestos
    bruscos, les indicó que entraran en la casa. Dorian Gray y lord Henry se
    miraron y sonrieron.



    20
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    Oscar Wilde ( 1854/1900) Empty Re: Oscar Wilde ( 1854/1900)

    Mensaje por Maria Lua Mar 07 Ene 2025, 09:59

    ***

    –Estoy esperando –exclamó Hallward–. Vengan, por favor. La luz es
    perfecta; tráiganse los vasos.
    Se levantaron y recorrieron juntos la senda. Dos mariposas verdes y
    blancas se cruzaron con ellos y, en el peral que ocupaba una esquina del jardín,
    un mirlo empezó a cantar.
    –Se alegra de haberme conocido, señor Gray–dijo lord Henry, mirándolo.
    –Sí, ahora sí. Me pregunto si me alegraré siempre.
    –¡Siempre! Terrible palabra. Hace que me estremezca cuando la oigo. Las
    mujeres son tan aficionadas a usarla. Echan a perder todas las historias de
    amor intentando que duren para siempre. Es, además, una palabra sin sentido.
    La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida es que el
    capricho dura un poco más.
    Al entrar en el estudio, Dorian Gray puso una mano en el brazo de lord
    Henry.
    –En ese caso, que nuestra amistad sea un capricho –murmuró,
    ruborizándose ante su propia audacia; luego subió al estrado y volvió a posar.
    Lord Henry se dejó caer en un gran sillón de mimbre y lo contempló. El
    roce del pincel sobre el lienzo era el único ruido que turbaba la quietud,
    excepto cuando, de tarde en tarde, Hallward retrocedía para examinar su obra
    desde más lejos. En los rayos oblicuos que penetraban por la puerta abierta, el
    polvo danzaba, convertido en oro. El intenso perfume de las rosas parecía
    envolverlo todo.
    Al cabo de un cuarto de hora Hallward dejó de pintar, miró durante un
    buen rato a Dorian Gray, y luego durante otro buen rato al cuadro mientras
    mordía el extremo de uno de sus grandes pinceles y fruncía el ceño.
    –Está terminado –exclamó por fin; agachándose, firmó con grandes trazos
    rojos en la esquina izquierda del lienzo.
    Lord Henry se acercó a examinar el retrato. Era, sin duda, una espléndida
    obra de arte, y el parecido era excelente.
    –Mi querido amigo –dijo–, te felicito de todo corazón. Es el mejor retrato
    de nuestra época. Señor Gray, venga a comprobarlo usted mismo.
    El muchacho se sobresaltó, como despertando de un sueño.
    –¿Realmente acabado? –murmuró, bajando del estrado.
    –Totalmente –dijo el pintor–. Y hoy has posado mejor que nunca. Te estoy
    muy agradecido.
    –Eso me lo debes enteramente a mí –intervino lord Henry–. ¿No es así,
    señor Gray?
    Dorian, sin responder, avanzó con lentitud de espaldas al cuadro y luego se
    volvió hacia él. Al verlo retrocedió, las mejillas encendidas de placer por un
    momento. Un brillo de alegría se le encendió en los ojos, como si se
    reconociese por vez primera. Permaneció inmóvil y maravillado, consciente
    apenas de que Hallward hablaba con él y sin captar el significado de sus
    palabras. La conciencia de su propia belleza lo asaltó como una revelación.
    Era la primera vez. Los cumplidos de Basil Hallward le habían parecido hasta
    entonces simples exageraciones agradables, producto de la amistad. Los
    escuchaba, se reía con ellos y los olvidaba. No influían sobre él. Luego se
    había presentado lord Henry Wotton con su extraño panegírico sobre la
    juventud, su terrible advertencia sobre su brevedad. Aquello le había
    conmovido y, ahora, mientras miraba fijamente la imagen de su belleza, con
    una claridad fulgurante captó toda la verdad. Sí, en un día no muy lejano su
    rostro se arrugaría y marchitaría, sus ojos perderían color y brillo, la armonía
    de su figura se quebraría. Desaparecería el rojo escarlata de sus labios y el oro
    de sus cabellos. La vida que había de formarle al alma le deformaría el cuerpo.
    Se convertiría en un ser horrible, odioso, grotesco. Al pensar en ello, un dolor
    muy agudo lo atravesó como un cuchillo, e hizo que se estremecieran todas las
    fibras de su ser. El azul de sus ojos se oscureció con un velo de lágrimas.
    Sintió que una mano de hielo se le había posado sobre el corazón.
    –¿No te gusta? –exclamó finalmente Hallward, un tanto dolido por el
    silencio del muchacho, sin entender su significado.

    –Claro que le gusta –dijo lord Henry–. ¿A quién podría no gustarle? Es una
    de las grandes obras del arte moderno. Te daré por él lo que quieras pedirme.
    Debe ser mío.
    –No soy yo su dueño, Harry.
    –¿Quién es el propietario?
    –Dorian, por supuesto –respondió el pintor.
    –Es muy afortunado.
    –¡Qué triste resulta! –murmuró Dorian Gray, los ojos todavía fijos en el
    retrato–. Me haré viejo, horrible, espantoso. Pero este cuadro siempre será
    joven. Nunca dejará atrás este día de junio… ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me
    conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría… , ¡daría cualquier
    cosa por eso! ¡Daría el alma!
    –No creo que te gustara mucho esa solución, Basil –exclamó lord Henry,
    riendo–. Sería bastante inclemente con tu obra.
    –Me opondría con la mayor energía posible, Harry –dijo Hallward. Dorian
    Gray se volvió para mirarlo.
    –Estoy seguro de que lo harías. Tu arte te importa más que los amigos.
    Para ti no soy más que una figurilla de bronce. Ni siquiera eso, me atrevería a
    decir.
    El pintor se lo quedó mirando, asombrado. Dorian no hablaba nunca así.
    ¿Qué había sucedido? Parecía muy enfadado. Tenía el rostro encendido y le
    ardían las mejillas.
    –Sí –continuó el joven–: para ti soy menos que tu Hermes de marfil o tu
    fauno de plata. Ésos te gustarán siempre. ¿Hasta cuándo te gustaré yo? Hasta
    que me salga la primera arruga. Ahora ya sé que cuando se pierde la belleza,
    mucha o poca, se pierde todo. Tu cuadro me lo ha enseñado. Lord Henry
    Wotton tiene razón. La juventud es lo único que merece la pena. Cuando
    descubra que envejezco, me mataré.
    Hallward palideció y le tomó la mano.
    –¡Dorian! ¡Dorian! –exclamó–, no hables así. Nunca he tenido un amigo
    como tú, ni tendré nunca otro. No me digas que sientes celos de las cosas
    materiales. ¡Tú estás por encima de todas ellas!
    –Tengo celos de todo aquello cuya belleza no muere. Tengo celos de mi
    retrato. ¿Por qué ha de conservar lo que yo voy a perder? Cada momento que
    pasa me quita algo para dárselo a él. ¡Ah, si fuese al revés! ¡Si el cuadro
    pudiera cambiar y ser yo siempre como ahora! ¿Para qué lo has pintado? Se
    burlará de mí algún día, ¡se burlará despiadadamente!
    Los ojos se le llenaron de lágrimas ardientes; retiró bruscamente la mano y,
    arrojándose sobre el diván, enterró el rostro entre los cojines, como si
    estuviera rezando.
    –Esto es obra tuya, Harry –dijo el pintor con amargura. Lord Henry se
    encogió de hombros.
    –Es el verdadero Dorian Gray, eso es todo.
    –No lo es.
    –Si no lo es, ¿qué tengo yo que ver con eso?
    –Deberías haberte marchado cuando te lo pedí –murmuró.
    –Me quedé cuando me lo pediste –fue la respuesta de lord Henry.
    –Harry, no me puedo pelear al mismo tiempo con mis dos mejores amigos,
    pero entre los dos me habéis hecho odiar la más perfecta de mis obras, y voy a
    destruirla. ¿Qué es, después de todo, excepto lienzo y color? No voy a permitir
    que un retrato se interponga entre nosotros.










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