“Escribo con mis uñas, con mi sangre, ofrezco trozos de mi alma y de mi cuerpo al lector”, nos dice esta amante de la poesía. Lo dice convencida de que las palabras existen para salvarnos. A ella la salvaron de una guerra civil y aun hoy, “cuando leo a veces sólo un verso, siento que el día será más soportable”. Se trata pues de “abrir ventanas. Ofrecernos. Ofrecer a los otros ese regalo de nosotros mismos y también encender una luz, porque cuando ofreces tu desnudez das la esperanza de que hay otros que viven lo mismo que tú. Eso puede ayudarles a superar sus obstáculos”.( jh)
Desde una región donde habita el estereotipo más cruel e injusto de la mujer, los versos de Joumana Haddad se lanzan llenos de sensualidad. Ella no escribe sobre la mujer deseada, sino sobre el deseo de la mujer. De visita hace unos días en México, la poeta libanesa, editora de la sección cultural del periódico An Nahar, habla de cómo su trabajo en la poesía y el periodismo sirve para darle voz a las mujeres de Líbano, pero también de los tabúes, una amenaza constante para su libertad creativa, centrada en el cuerpo como provocación y su adicción a la lectura. Esta entrevista se publica en colaboración con Correo del Libro, revista digital de Educal, red de librerías de la Secretaría de Cultura
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En un mundo donde la hipocresía, el miedo a ser uno mismo y la intolerancia son las notas que marcan los conflictos íntimos y públicos, Joumana Haddad (Beirut, Líbano, 1970) predica y ejerce su derecho, el de las mujeres y el de los humanos en general, a expresar con libertad sus deseos, sin miedo y sin condena.
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Joumana es una poeta árabe, esbelta, de cabello rizado y mirada profunda. Es políglota, guapa y elegante. Podría ser una musa, pero prefiere ser ella la que salga en busca de capturar el rayo de la poesía. Desde una región donde habita el estereotipo más cruel e injusto de la mujer sumisa, sus versos se lanzan llenos de sensualidad. Joumana Haddad no escribe sobre la mujer deseada, sino sobre el deseo de la mujer. Es poeta de versos explícitos, escritos desde un país que la odia y que ha encontrado formas de expresarle ese odio.
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Pero es también una inspiración. Lleva tatuada la palabra “libertad” en el brazo izquierdo. Haddad es la primera mujer responsable de la sección cultural de An Nahar, el periódico más importante de Líbano. Fundó el proyecto editorial de Jasad, una revista que desafió por primera vez las tabúes de la sexualidad y el cuerpo en el mundo árabe. Es sobre todo autora de libros “escritos con las uñas”, que defienden el sensato derecho de tener mujeres libres en el mundo. Desde 2014, está considerada dentro de las 100 mujeres árabes más influyentes de la región.
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Se quedó a vivir en su natal Beirut porque cree que es esa la manera de continuar la lucha que le apasiona, aunque sabe que si no viajara constantemente, su vida ahí sería imposible. Recientemente, Joumana estuvo en México para participar en encuentros con lectores mexicanos de todas las edades. Concedió un día de entrevistas en una librería de la Ciudad de México, donde atendió con paciencia y en un español claro y transparente a los medios mexicanos.
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Ella misma ha ejercido como periodista, así que entrevistarla significa cruzarse con la calidez y entusiasmo con las que expresa sus ideas. Es consciente del enorme peso de cargar no solo con su propia voz, sino con las de otras: “Hay muchas mujeres en el mundo árabe que no tienen la posibilidad de tener una voz. A veces, esas mujeres me dicen que yo soy su voz. Eso me da un sentido de gran responsabilidad, pero también estoy convencida de que ser la voz de otros no es suficiente. Es muy importante inspirar a los demás para que encuentren sus propias voces y las utilicen”.
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Encontrar esa voz, asegura, es la manera para combatir la hipocresía del mundo, una forma de quitarle a los otros el poder que les damos de influir en nuestras vidas:si decido que lo que hago tiene que complacer a todos, les doy mucho poder. Yo decidí que no me importa. Lo que me importa es satisfacer mi sed de verdad. Debemos tener el valor de ser auténticos, sin que nos importe el prejuicio de los otros. Es así que empieza nuestra libertad. Claro que hay un precio que pagar, pero merece la pena pagarlo si lo comparamos al lujo de ser libres.”
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Cuando Joumana tenía cinco años, comenzó en Líbano la guerra civil que azotaría su país durante los siguientes 15 años. En ese ambiente hostil, donde las fuerzas cristianas, musulmanas y seculares ponían sangre y fuego para ganar cada centímetro de Beirut, Joumana encontró refugio en la biblioteca de su padre, un hombre tradicional pero ávido lector, que guardaba los libros prohibidos en los lugares menos visibles de su estantería.
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Pero la niña se las arregló para encontrarlos y abrió así las puertas de la transgresión: a los doce años se cruzó con Justine del Marques de Sade. Fue ese su “bautismo de subversión”, una lectura que le enseñó que “tu imaginación es tu reino. En tu mente, todo está permitido. TODO es posible. Abre las ventanas de par en par, y no temas transgredir ni delirar”.Desde entonces, “las palabras fueron el único método para soñar con esa libertad y expresarla.”
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Para vivir en libertad, explica Joumana, es necesario romper con el peso de las convenciones con las que nos miramos en el espejo, porque “todo empieza por poseer el cuerpo que tenemos. Sin ese primer paso no podemos ir adelante en esa búsqueda de libertad. El punto de partida es creer en el derecho que tenemos de ser tal como somos. Es mi fe en ese derecho lo que me ha vuelto muy apasionada y también me ha enfurecido, por los tabúes que en el mundo árabe tenemos sobre los temas relacionados al cuerpo.”
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Por esos motivos fundó en 2003 la revista Jasad (Cuerpo en árabe), primera publicación del mundo árabe dedicada a las ciencias del cuerpo en todas sus dimensiones, desde la estética y social, hasta la erótica y lingüística. Jasad incluía artículos sobre poligamia, virginidad y matrimonios forzados, además de relatos eróticos de ficción o testimoniales. El primer número de la revista se vendió dentro de bolsas negras y se agotó en diez días. Joumana ganó la primera batalla de la censura que vino desde la intolerancia religiosa, pero sucumbió a la doble moral de los dueños del mercado, que eran capaces de anunciarse en revistas de mujeres desnudas, pero preferían no vincular su publicidad con Jasad.
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Así, la apuesta de Joumana Haddad es por la sinceridad que se convierte en transgresión, pero no de una manera racional, sino de un modo espontáneo e intituitivo, “porque cuando una provocación es un objetivo por sí misma, el efecto no es tan fuerte como cuando simplemente expresas tu verdad, tu naturaleza. Pero también tiene que ser consciente, porque el mundo necesita terremotos. Hay mucha indiferencia en el mundo. La única manera de despertar a la gente de su indiferencia es a veces esa fuerza de transgresión”.
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Leer a Joumana Haddad desde la perspectiva de un hombre occidental promedio es por lo menos, perturbador. También placentero, porque confronta con ironía y pasión su manera de vivir con las verdades íntimas de nuestros prejuicios. Ella sabe que por esa manera de tocar el fondo de sí misma ha tocado el fondo de otros, aunque su intención ha sido mucho más modesta: “cuando escribo, no pienso en ningún lector. Lo que quiero lograr es ir a lo más profundo de mí misma, para encontrar las verdades que la sociedad y las normas nos impiden revelar y expresar. Todos los resultados son daños colaterales. Escribir es un descubrimiento personal. Después, claro, quisiera compartir ese descubrimiento con los otros.”
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El eco que produce su escritura se dispara hacia dos direcciones. Una es la que choca con el estruendo de la intolerancia. En Líbano, recibe de manera permanente amenazas de muerte, que lee una vez y luego archiva en una carpeta especial de su computadora. La otra es el susurro de la complicidad que establece con sus lectores: una intimidad que crea un lazo entrañable con hombres y mujeres del mundo de quienes recibe retroalimentación y esperanza. “Eso es lo maravilloso de la literatura: que en las palabras los seres humanos encontramos que tenemos los mismos sueños y sufrimientos. Quizá vividos de manera diferente, pero iguales.”
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