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Justo Jorge Padrón (Las Palmas de Gran Canaria, 1 de octubre de 1943-Madrid, 11 de abril de 2021) fue un poeta, ensayista y traductor español y una figura importante de la generación poética del setenta.
Biografía
Después de concluir sus estudios en derecho, filosofía y letras en Universidad de Barcelona, regresa en 1967 a su ciudad natal, donde ejerció la profesión de abogado durante siete años. En este período publicó sus primeros poemas en diversos suplementos literarios y entró en contacto con las nuevas promociones poéticas españolas. En 1968 fue incluido por José Agustín Goytisolo en su antología Nueva poesía española. En 1974 abandonó la abogacía para dedicarse por completo a la poesía. Dos años más tarde fue elegido por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Instituto de Cultura Hispánica para representar a la nueva poesía española en una gira a través de doce países de Hispanoamérica. No sería ésta la única ocasión en la que representara la nueva generación poética de su país. Así, en 1979 participó en el IV Congreso Mundial de Poetas celebrado en Corea del Sur y en el Primer Festival de Poesía Europea en Lovaina. Sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas, incluso sueco, inglés, macedonio, serbocroata, ruso, albanés y búlgaro. Él mismo es traductor, principalmente de autores escandinavos.
Ha merecido importantes premios nacionales e internacionales, entre los que se destacan: un Accésit al Premio Adonáis de Poesía (1970), el Premio Internacional de la Academia Sueca (1972), el Premio Boscán (1973), el Premio Fastenrath de la Real Academia Española (1976), la Medalla de Oro de Bruselas (1981), la Medalla de Oro de la Cultura China (1983), el Premio Europa de Literatura (1986), el Premio Internacional de Literatura de Sofía (1988), el Premio Orfeo (1992), el Premio Canarias de Literatura (1997), el Premio Internacional de Trieste (1999) y el Premio de Poesía Senghor (2003). En 1977 recogió en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura concedido al poeta Vicente Aleixandre, quien, por motivos de salud, no pudo asistir a la ceremonia. En los años noventa se postuló su candidatura para un sillón en la Real Academia Española, pero sin éxito. En 2005 recibió el título de doctor honoris causa por parte de la Universidad de Valparaíso.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
*
Algunos poemas de Justo Jorge Padrón, del libro Escalofrío, Lumen, 1999:
VIDA DE FUEGO
Desde mi juventud deseché la prudencia,
Desde mi juventud deseché la prudencia,
cualquier forma evidente de cautela y rutina.
Clamar donde sonara la voz de los cobardes,
sólo arder y sentir la intensidad,
lanzarme a los abismos del peligro,
oyéndome luchar entre su vértigo.
Amar la vida y ser pródigo en su derroche,
para así inventariarla con recuerdos vehementes.
Vida como una amada deslumbrante,
a quien es necesario seducir,
besar hasta los tuétanos del alma,
para morir viviendo en su delirio,
en su libre aventura, en su contagio,
Vida que se sumerge hacia lo irrepetible
e iluminada y fértil se derrama
en su alegría inmemorial, profunda,
elevándose allí, sobre su canto,
por traer los tesoros del terso escalofrío.
LA SANGRE IRREFRENABLE
Avidez que descubro en mis pupilas
como fiera encerrada por un íntimo azar.
Atracción de aquel fuego, el espejismo
despliega sus arenas ante el mar del verano,
ante el vuelo de pájaros que anuncian
el diálogo furtivo de dos cuerpos.
Reino de la lascivia bajo palmas umbrosas,
ardiente brisa, música plena de los sentidos
empozada en el alma, respirada
con fruición por mis cinco salteadores dementes.
Cuántas luces se abrieron. Cuánto terso oleaje
en labios y caderas fugitivas.
Emergí de la espuma como un sol solitario.
Crucé dunas, oasis, olí sábanas tensas,
desperté los racimos más prietos y turgentes,
sentí las certidumbres que abrían estos dedos.
Allí la danza, abismo de dulzura,
y su vibrante vientre de atabal,
bebiéndose en desorden mi futuro
bajo el aire de un vértigo de estrellas.
Fui tirano y esclavo del gozo y el dolor,
de la dura nostalgia de los besos,
de la fugacidad depredadora
de cuanto vive y ama consumándose.
Desgarrado, escuché el pavor del capricho,
la impiedad que me niega o aquella en que amanezco.
Morí con convicción en tantas ocasiones
para resucitar con un vigor fragante,
y luego y luego y luego, después de tantos años,
sueño ante el mar rebelde del estío,
sueño en la juventud de un erguido deseo
y atiendo a la marea de las horas
viniendo y alejándose hacia el último páramo,
allá donde se apaga la sangre irrefrenable.
ALGO INVISIBLE FLUYE A NUESTRO LADO
Acaso despedirse de la vida
sea contar las veces que nos quedan
por habitar las cálidas costumbres.
Quizá estas tibias cosas cotidianas
ofrezcan las imágenes de lo que un día fueron:
encuentros soberanos con la luz
o con ese misterio fugaz de la hermosura,
la voz de una mujer, aquel poema,
cierto instante encantado del crepúsculo,
cuando el aire se incendia en los balcones
y el valle como un cuento se duerme en sus palabras.
Algo queda latente en nuestros labios,
un gozo, una inquietud ante lo impronunciable,
y la brisa remonta la torre del jazmín
y susurra leyendas de amor y de nostalgia.
Algo invisible fluye a nuestro lado,
el delirio estelar, la música del cosmos
palpitando en su espera deslumbrada.
Justo Jorge Padrón (Las Palmas de Gran Canaria, 1 de octubre de 1943-Madrid, 11 de abril de 2021) fue un poeta, ensayista y traductor español y una figura importante de la generación poética del setenta.
Biografía
Después de concluir sus estudios en derecho, filosofía y letras en Universidad de Barcelona, regresa en 1967 a su ciudad natal, donde ejerció la profesión de abogado durante siete años. En este período publicó sus primeros poemas en diversos suplementos literarios y entró en contacto con las nuevas promociones poéticas españolas. En 1968 fue incluido por José Agustín Goytisolo en su antología Nueva poesía española. En 1974 abandonó la abogacía para dedicarse por completo a la poesía. Dos años más tarde fue elegido por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Instituto de Cultura Hispánica para representar a la nueva poesía española en una gira a través de doce países de Hispanoamérica. No sería ésta la única ocasión en la que representara la nueva generación poética de su país. Así, en 1979 participó en el IV Congreso Mundial de Poetas celebrado en Corea del Sur y en el Primer Festival de Poesía Europea en Lovaina. Sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas, incluso sueco, inglés, macedonio, serbocroata, ruso, albanés y búlgaro. Él mismo es traductor, principalmente de autores escandinavos.
Ha merecido importantes premios nacionales e internacionales, entre los que se destacan: un Accésit al Premio Adonáis de Poesía (1970), el Premio Internacional de la Academia Sueca (1972), el Premio Boscán (1973), el Premio Fastenrath de la Real Academia Española (1976), la Medalla de Oro de Bruselas (1981), la Medalla de Oro de la Cultura China (1983), el Premio Europa de Literatura (1986), el Premio Internacional de Literatura de Sofía (1988), el Premio Orfeo (1992), el Premio Canarias de Literatura (1997), el Premio Internacional de Trieste (1999) y el Premio de Poesía Senghor (2003). En 1977 recogió en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura concedido al poeta Vicente Aleixandre, quien, por motivos de salud, no pudo asistir a la ceremonia. En los años noventa se postuló su candidatura para un sillón en la Real Academia Española, pero sin éxito. En 2005 recibió el título de doctor honoris causa por parte de la Universidad de Valparaíso.
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Algunos poemas de Justo Jorge Padrón, del libro Escalofrío, Lumen, 1999:
VIDA DE FUEGO
Desde mi juventud deseché la prudencia,
Desde mi juventud deseché la prudencia,
cualquier forma evidente de cautela y rutina.
Clamar donde sonara la voz de los cobardes,
sólo arder y sentir la intensidad,
lanzarme a los abismos del peligro,
oyéndome luchar entre su vértigo.
Amar la vida y ser pródigo en su derroche,
para así inventariarla con recuerdos vehementes.
Vida como una amada deslumbrante,
a quien es necesario seducir,
besar hasta los tuétanos del alma,
para morir viviendo en su delirio,
en su libre aventura, en su contagio,
Vida que se sumerge hacia lo irrepetible
e iluminada y fértil se derrama
en su alegría inmemorial, profunda,
elevándose allí, sobre su canto,
por traer los tesoros del terso escalofrío.
LA SANGRE IRREFRENABLE
Avidez que descubro en mis pupilas
como fiera encerrada por un íntimo azar.
Atracción de aquel fuego, el espejismo
despliega sus arenas ante el mar del verano,
ante el vuelo de pájaros que anuncian
el diálogo furtivo de dos cuerpos.
Reino de la lascivia bajo palmas umbrosas,
ardiente brisa, música plena de los sentidos
empozada en el alma, respirada
con fruición por mis cinco salteadores dementes.
Cuántas luces se abrieron. Cuánto terso oleaje
en labios y caderas fugitivas.
Emergí de la espuma como un sol solitario.
Crucé dunas, oasis, olí sábanas tensas,
desperté los racimos más prietos y turgentes,
sentí las certidumbres que abrían estos dedos.
Allí la danza, abismo de dulzura,
y su vibrante vientre de atabal,
bebiéndose en desorden mi futuro
bajo el aire de un vértigo de estrellas.
Fui tirano y esclavo del gozo y el dolor,
de la dura nostalgia de los besos,
de la fugacidad depredadora
de cuanto vive y ama consumándose.
Desgarrado, escuché el pavor del capricho,
la impiedad que me niega o aquella en que amanezco.
Morí con convicción en tantas ocasiones
para resucitar con un vigor fragante,
y luego y luego y luego, después de tantos años,
sueño ante el mar rebelde del estío,
sueño en la juventud de un erguido deseo
y atiendo a la marea de las horas
viniendo y alejándose hacia el último páramo,
allá donde se apaga la sangre irrefrenable.
ALGO INVISIBLE FLUYE A NUESTRO LADO
Acaso despedirse de la vida
sea contar las veces que nos quedan
por habitar las cálidas costumbres.
Quizá estas tibias cosas cotidianas
ofrezcan las imágenes de lo que un día fueron:
encuentros soberanos con la luz
o con ese misterio fugaz de la hermosura,
la voz de una mujer, aquel poema,
cierto instante encantado del crepúsculo,
cuando el aire se incendia en los balcones
y el valle como un cuento se duerme en sus palabras.
Algo queda latente en nuestros labios,
un gozo, una inquietud ante lo impronunciable,
y la brisa remonta la torre del jazmín
y susurra leyendas de amor y de nostalgia.
Algo invisible fluye a nuestro lado,
el delirio estelar, la música del cosmos
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