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    Mensaje por Liliana Aiello Jue 06 Jun 2024, 10:55

    Aquí están tus recuerdos

    Aquí están tus recuerdos:
    este leve polvillo de violetas
    cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
    tu nombre,
    el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
    el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
    mi infancia, tan cercana,
    en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
    y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
    entre los matorrales de la sombra.

    Todo siempre es igual.
    Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
    todo siempre es igual.
    Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
    la húmeda llanura para tus pies furtivos,
    la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
    las antiguas leyendas,
    la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

    -¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
    ¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
    Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
    y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
    tan deslumbrante y claro.

    ¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
    por algún paisaje que he querido?
    ¿Recuerdas todavía la nevada?

    ¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
    tu morada de hierros y de flores!
    Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
    extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
    tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
    después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
    la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

    Espera, espera, corazón mío:
    no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
    Otra vez, otra vez, corazón mío:
    el roce inconfundible de la arena en la verja,
    el grito de la abuela,
    la misma soledad, la no mentida,
    y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.

    El retoque final

    Es este aquel que amabas.
    A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
    a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado a ciegas tu destino,
    a estas manos mezquinas que apuestan a pura tierra su ganancia,
    consagraste los años del pesar y de la espera.
    Ésta es la imagen real que provocó los bellos espejismos de la ausencia:
    corredores sedosos encandilados por la repetición del eco,
    por las sucesivas efigies del error;
    desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia el recuperado paraíso,
    cuartos a la deriva, cuartos como de plumas y diamante
    en los que te probabas cada noche los soles y las lluvias de tu siempre jamás,
    mientras él sonreía, extrañamente inmóvil, absorto en el abrazo de la perduración.
    Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
    él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
    él te llamaba por tu verdadero nombre.
    Construcciones en vilo,
    sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
    por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
    cárceles de la dicha, cárceles insensatas que el mismo Piranesi envidiaría.
    Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
    una palabra fría como la lija y la sospecha,
    y esa urdimbre de lámpara y vapor se desmorona con un crujido de alas,
    se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
    Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la profanación.
    Querrías incendiar los fantasiosos depósitos de ayer,
    romper las maquinarias con que fraguó el recuerdo las trampas para hoy,
    el inútil y pérfido disfraz para mañana.
    O querrías más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
    no haber visto jamás al que no fue.
    Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las últimas nieblas,
    habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez todavía,
    la inevitable cinta de toda tu existencia.
    Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
    él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
    con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.

    Para este día

    Reconozco esta hora.
    Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
    la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
    haciendo retroceder mis bosques encantados,
    mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
    con sólo trazar un signo en el silencio,
    con sólo cortar el aire con su mano.
    Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
    que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
    y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
    que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
    Hora desencarnada,
    color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
    igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
    ¿Y era su propio heraldo,
    el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
    la anunciación de dar a luz las sombras?
    No supe descifrar su profecía,
    ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
    ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
    desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
    allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
    aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
    en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
    y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
    que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
    que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
    Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.

    [b]En el final era el verbo


    Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
    humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
    así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
    Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
    fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
    Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
    nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
    Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
    o que fundaba mundos de visiones sin fondo
    para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
    ¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
    ¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
    Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
    cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
    pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
    y a prescindir de mí hasta el último nudo.
    Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
    urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
    reversos donde el misterio se desnuda,
    donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
    sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
    Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
    traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
    bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
    Miraba las palabras al trasluz.
    Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
    Quería descubrir a Dios por transparencia.

    Con esta boca, en este mundo


    No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
    aunque me tiña las encías de color azul,
    aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
    aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
    y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

    Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
    ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
    y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
    ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
    donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

    Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
    Hemos hablado demasiado del silencio,
    lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
    como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
    el triunfo del vocablo con la lengua cortada.

    ¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
    He dicho ya lo amado y lo perdido,
    trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
    A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
    retumban, se propagan como el trueno
    unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
    Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
    Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
    cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
    [/b]


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    Olga Orozco (1920-1999) Empty Re: Olga Orozco (1920-1999)

    Mensaje por Amalia Lateano Jue 06 Jun 2024, 13:09

    Pongo en el aire mis aplausos y agradecimiento por este aporte:

    Creo que puede interesar:

    Nacida Olga Nilda Gugliotta Orozco, era hija de Carmelo Gugliotta, un siciliano de Capo d'Orlando y de la argentina Cecilia Orozco. Pasó sus primeros años entre Toay (La Pampa) y Buenos Aires. En 1928, la familia se mudó a Bahía Blanca y ocho años más tarde a Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de maestra. Desde muy joven fue una de las integrantes del grupo literario surrealista, al cual pertenecían a su vez, entre otros, Oliverio Girondo y Ulises Mezzera.

    Trabajó en periodismo empleando varios seudónimos y dirigió, también, algunas publicaciones literarias. Así, colaboró en la revista Canto que dirigía su primer esposo, el poeta Miguel Ángel Gómez y reunía a la llamada Generación de 1940. Por esa época hacía comentarios sobre teatro clásico español y argentino en Radio Municipal; fue actriz teatral (encarnó el personaje de Mónica Videla entre 1947 y 1954) y trabajó en Radio Splendid en la compañía de Nydia Reynal y Héctor Coire. En los años sesenta fue redactora en la revista Claudia y organizó el horóscopo del diario Clarín entre los años 1968 y 1974.

    Formó parte de la generación «Tercera Vanguardia», de marcada tendencia surrealista, y basó su producción poética en la influencia que en ella ejercieran San Juan de la Cruz, Arthur Rimbaud, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Czeslaw Milosz y Rainer Maria Rilke. Lo más importante de su producción se encuentra en los poemarios, de alguna manera prolongados en un libro de prosas poéticas narrativas La oscuridad es otro sol (1967).

    La influencia de los relatos en boca de su abuela María Laureana la llevaron a desarrollar una poética en donde la infancia es una puerta iniciática. Su vínculo con el tarot la lleva a escribir poemas como "Cartomancia" o "Para destruir a la enemiga". Olga Orozco ritualiza cada gesto vinculado con el acto de escribir. Así, por ejemplo, solía repetir en entrevistas que acostumbraba escribir con una piedra en cada mano. Una traída de donde nació su padre, otra de la tierra de su madre y una tercera que le había obsequiado un amigo de la infancia cuando se muda de Toay a Bahía Blanca.

    Orozco se caracteriza por una inteligencia sutil que le permite una extraordinaria capacidad para recurrir a los tropos —una característica suya es el uso frecuente y logrado que hace del oxímoron—; también sabe hacer uso de versículos en los que desarrolla una especial y visionaria imaginación pródiga en expresiones, siendo sus temas frecuentes la evocación de la niñez, que asimila con la época del paraíso perdido, la adolescencia - época de la develación - o, en última instancia, el recurso de la memoria en donde el tiempo parece a resguardo y recuperable ante la muerte.

    Su gran amor fue el arquitecto Valerio Peluffo, con quien se casó en 1965. Después de la muerte de Peluffo, acaecida en 1990, le dedicó el poema:
    En la brisa, un momento, que contiene los siguientes versos: Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel /
    esa larga fisura por donde te fuiste, /
    ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir, /
    acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca, /
    como después del paraíso que perdimos, /
    y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres, / esos que solamente Dios conoce, /
    y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia / cubriendo las respuestas que callamos, /
    incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.

    Deceso

    Orozco falleció de un paro cardíaco a los 79 años el domingo 15 de agosto de 1999 a las 21:20 de la noche en el sanatorio Anchorena, en Buenos Aires.

    Desde 1994 funciona en Toay la Casa Museo Olga Orozco, en la que se realizan actividades culturales en torno a la obra de la poeta y en la que se puede consultar su biblioteca.4​5​

    Su obra tiene proximidad con las de sus compatriotas y coetáneos Enrique Molina y Alberto Girri.

    Muchas gracias Lili por este aporte tan enriquecedor.

    Un beso
    Amalia

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    Olga Orozco (1920-1999) Empty Re: Olga Orozco (1920-1999)

    Mensaje por Liliana Aiello Jue 06 Jun 2024, 13:11

    gracias Amalia, claro que sirve y mucho tu aporte, admiro a esta poeta muchísimo, besos

    Lili


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    Olga Orozco (1920-1999) Empty Re: Olga Orozco (1920-1999)

    Mensaje por cecilia gargantini Jue 06 Jun 2024, 14:25

    Gracias Lili por abrir el espacio, para una de las más grandes que tuvimos.
    Gracias Amalia por tu aporte.

    Yo tuve la suerte de conocerla en un ciclo sobre poesía que dio en la Biblioteca Nacional. Incluso llevé a alumnos en alguna ocasión. Un verdadero lujo!!!!!!

    Gracias nuevamente y besossss para ambas
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    Mensaje por Maria Lua Jue 06 Jun 2024, 14:36

    "No supe descifrar su profecía,
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    ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
    desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
    allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;"


    Gracias, Lili!
    Me ha encantado conocer a Olga Orozco!
    Besos
    Maria Lua


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 09 Jun 2024, 07:03

    Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
    él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
    con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.


    TRASCENDENCIA Y BELLEZA DE LA MANO. POR TANTO, UN S.C. ME PARECE LO MÁS ADECUADO.

    PERDÓNAME, MI QUERIDA LILÍ. LA GRAN ESCRITORA ARGENTINA OLGA OROZCO, FALLECIÓ EN 1999, CREO. ELLO ME HACE PENSAR QUE SU LUGAR NATURAL ES EL DE GRANDES AUTORES FALLECIDOS. y NO ESTE SUBFORO.

    PERO COMO TÚ LO VEAS MEJOR.

    BESOS


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    Mensaje por Liliana Aiello Lun 07 Oct 2024, 18:00

    Ésa es tu pena.
    Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
    y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres
                                                                               que no vuelven.
    Colócala a la altura de tus ojos
    y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
    o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
    o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
    Si observas a trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
    Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
    un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina
                                                                             del reverso del cielo.
    Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
    y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
    No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;
    sólo conseguirías la multiplicación,  un erial, la bastarda maleza
                                                                             en vez de olvido.
    Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
    No hallarás otra igual, aunque  te internes bajo un sol cruel entre
                                                                                                       columnas rotas,
    aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
    No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,
    no la gastes con nadie.
    Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:
    sepúltala en tu pecho hasta el final,
    hasta la empuñadura.

     


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    Mensaje por Maria Lua Lun 07 Oct 2024, 20:32

    Ésa es tu pena.
    Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
    y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres
    que no vuelven.


    Qué bello poema!
    Gracias, Lili!!!!
    Besos
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    Mensaje por Liliana Aiello Lun 07 Oct 2024, 20:50

    sostengo que es una poeta inmensa, gracias

    Lili


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    Olga Orozco (1920-1999) Empty Re: Olga Orozco (1920-1999)

    Mensaje por cecilia gargantini Ayer a las 16:11

    Gracias Lili por seguir con Orozco, una de las mejores sin duda.

    Besossssssss amiga
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    Olga Orozco (1920-1999) Empty Re: Olga Orozco (1920-1999)

    Mensaje por Liliana Aiello Ayer a las 21:38

    El mundo de las letras es un presente continuo, suele suceder que mencionamos a las escritoras y escritores como si fueran personas allegadas, inclusive de confianza, aun cuando ni siquiera forman parte ya de la vida terrenal, de alguna manera pienso que esto ocurre por esa especie de inmortalidad que otorga la palabra escrita. Por un lado la permanencia, por el otro el conocimiento profundo. Es que es verdad, la palabra es un sello indeleble, una marca del espíritu.
    En consonancia con esta idea vienen a mi pensamiento Olga y Alejandra, dos poetas argentinas que innovaron y consolidaron la vanguardia en la escena literaria, resuenan en mi hoy como hermanadas en su poética, en su forma de mirar el mundo, o mejor dicho de transmitir su concepción de las cosas.
    Olga Orozco y Alejandra Pizarnik fueron amigas, una amistad que se refleja en las obras pero que comprendía una fraternidad, una protección, una transferencia estética. 
    — ¿Vos sos vos? —le dijo Alejandra cuando la vio en una librería cerca de la Facultad de Filosofía y Letras donde solía asistir Alejandra para cultivarse del ambiente literario.
     —Sí, yo soy yo— le respondió. Entonces Alejandra le mostró unos poemas para saber su opinión sobre lo que luego se convirtió en su primera publicación: La tierra más ajena (1955), libro que luego hizo desaparecer. En ese momento Olga tenía treinta y pico de años y Alejandra dieciocho, esto significó un vínculo de “maternidad literaria” que persistió hasta los últimos días de Alejandra.
    Sin embargo, en la diferencia de años había algo que las unía más allá de las edades, eran los mismos miedos, las mismas obsesiones, el juego, la pertenencia con la infancia y el amor por las palabras.
    Cuenta Myriam Pizarnik en el documental Memoria Iluminada que “ Alejandra se pasaba las noches escribiendo en una libretita sin decir lo que estaba haciendo”, de la misma manera que contó que su incentivo por las letras empezó desde muy pequeñas cuando ante la frase “me aburro” la madre les daba 10 centavos para comprarse un libro.
    Por su parte Olga de niña pedía sopa de letras, sin gustarle la sopa, solo para armar palabras. Un día cuando se dio cuenta que era grande y estaba en un restaurant tomando sopa, hizo el poema “Señora tomando sopa” como celebración a ese recuerdo.
    La conexión inclaudicable con la infancia, la sensibilidad para plasmar lo inasible, la búsqueda de la unidad del universo, de lo supremo a través de la palabra no son solamente conceptos sino una ideología que las emparenta.
    “Construyo los poemas como un arquitecto” dice Olga Orozco, teje el sentido con precisión. “Escribir un poema es reparar la herida fundamental,” dice Alejandra.
    Para Olga y Alejandra la palabra es refugio, vida y redención.
    Alejandra sobre Olga: “Olga es el ser más maravilloso que conocí, quisiera quererla siempre pero serenamente sin obsesiones, sobre todo ayudarla a que se reconstruya que no se hunda.”
    Olga sobre Alejandra: “Alejandra era muy especial; en una reunión trataba de ser el centro, brillante, con­versadora, alegre, pero cuando se quedaba con las personas con las que tenía mucha confianza, se desmoronaba. Era sumamente angustiada, agónica casi por naturaleza. A mí me pedía certificados; cuando se sentía muy mal, me llamaba por teléfono a cualquier hora. Entonces, yo le daba certificados que decían, por ejemplo: “Yo, gran Sibila del Reino, certifico que a Alejandra Pizarnik no se le cruzará ninguna mala sombra, ningún pájaro negro se posará sobre su hombro, a su paso se abrirán todos los caminos luminosos, etc.”. Le duraban unos días, después me decía: “Bueno, ya se me gastó, haceme otro”, cuenta en una entrevista realizada por Soledad Constantini y Mariana Bozzetti para el libro Literatura en Malba.
    Cristina Peña, biógrafa de Alejandra reflexiona sobre el vínculo: “había orfandad entre las dos. Alejandra la tomó como su mamá literaria. Compartían un temblor frente a la realidad, una estética de la indefensión.”
    La fe de Olga, la anarquía de Alejandra, el campo de Olga, la ciudad de Alejandra crean un universo complementario donde lo onírico, lo esotérico y el existencialismo dialogan entre ambas como un cadáver exquisito. Mundos disímiles convergen con las mismas influencias: los poetas malditos y el surrealismo.
    La idea de convertir la vida en una obra de arte, ambas habitan el lenguaje. Mallarmé dice: “todo alma es un nudo rítmico” en esa sintonía parecían ondular sus ideas sobre la vida. El amor, la soledad, la infancia, la muerte funcionan no como tópicos definidos sino como grandes interrogantes que parecen encontrar el absoluto en la poesía.
    Alejandra vive para la poesía y muere por ella, se entrega cuando considera que este lenguaje ya no le alcanza para expresarse, decide su partida el 25 de septiembre de 1972.Luego de su muerte Olga Orozco y Ana Becciú fueron autorizadas por la familia para ordenar y recuperar sus obras inéditas, estuvieron dos años yendo al departamento donde vivía Alejandra en una búsqueda que las llevó a exiliar gran parte del material por la dictadura. Julio Cortázar y Aurora Bernárdez fueron los custodios de su obra en Paris, finalmente Ana Becciú fue elegida como albacea y los diarios completos fueron destinados a Princeton.
     “(…) Ella lo esperaba todo de la palabra y muy poco de la vida en sí. Uno no puede construirse una casa permanente con la palabra, uno necesita muchas otras cosas,” dijo Olga en la entrevista para Literatura en Malba.
    Mucho tiempo después falleció Olga Orozco, el 15 de agosto de 1999 por una enfermedad cardiovascular.
    Explorar a estas dos mujeres es una tarea inabarcable. Escuchar sus voces graves, el tono intenso, el cuerpo en la palabra. Sumergirse en sus obras para transitar la epifanía constante en cada frase, en cada detalle, en cada descubrimiento.
    Fueron transgresoras, Mariana Enríquez en el programa Soy lo que soy de Sandra Mihanovich, dedicado a Alejandra Pizarnik, dice: “Rompió el molde de la poeta a la que en su época se le solía decir poetisa, por un lado como una diminutivo y por el otro como un disciplinamiento.”
    Olga en la entrevista de Soledad Constantini también lo remarca: “Yo fui la que introduje en la Argentina la denominación poeta para las mujeres. Ya cuando tenía dieciséis años me indignaba que dijeran poetisa; parece un género literario, indica la época en que las mujeres escribían por entretenimiento o por descarga psicológica, y se lo asocia a desmayos y puntillas. Poetisa no es una catalogación decente.”
    Alejandra fue la primera poeta argentina en traducirse al francés, Olga la primera mujer en integrar la escena poética Hispanoamericana.
    Ambas introdujeron una estética nueva al género, no optaron por las vidas tradicionales que se esperaban para las mujeres de la época: casarse, tener hijos, saber los quehaceres de la casa.
     La madre de Alejandra en sus desplantes de convivencia le decía: ¿Cuándo te vas a casar? Y ella le respondía: ya estoy casada con la poesía. Y transitaba su enigmática bisexualidad sin pudores, ni miedo al enjuiciamiento. Escribiéndole a sus amores no correspondidos, como a su profesor Juan Jacobo Bajarlía en la juventud y luego a Silvina Ocampo.
    Olga tuvo dos amores con los cuales formalizó, pero no tuvo hijos, sin embargo sostenía: “Escribo cuando me llega un impulso invencible, siento como si alguien hubiera llamado a mi puerta y le abro.” Cuando llegaba la inspiración no había nada que se interpusiera.
    Mujeres y poetas, una combinación que para la mirada hegemónica suele ser peligrosa.


    _________________
    yo y la que fui nos sentamos
    en el umbral de mi mirada.
    Alejandra Pizarnik

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