***
Un chiste de Nasrudín, desprendido (tal vez por la
traducción) de su terminología técnica, aún puede ser
aceptado como verdadero debido a su valor humorístico. En
tales casos, puede que se pierda gran parte de su impacto. Un
ejemplo es el chiste de la sal y la lana:
Nasrudín está llevando al mercado una carga de sal. Su
asno vadea un río, y la sal se disuelve. Cuando alcanza la
orilla opuesta, el asno se siente vivaracho porque su carga se
ha aligerado. Pero Nasrudín está enfadado. Al día siguiente
de mercado, llena las alforjas de lana. El animal casi se ahoga
por el aumento de la carga al vadear la corriente.
“¿Lo ves?”, dice triunfalmente Nasrudín, “¡esto te enseñará
a no pensar que ganas algo cada vez que atraviesas agua!”
En el cuento original se emplean dos términos técnicos:
sal y lana. “Sal” (milh) es homónimo de “ser bueno,
sabiduría”. El asno simboliza al hombre. Despojándose de
su carga de bondad general, el individuo se siente mejor,
pierde el peso. El resultado es que pierde su alimento,
porque Nasrudín no pudo vender la sal para comprar
forraje. La palabra “lana” es por supuesto otra palabra
para “Sufi”. En el segundo viaje la carga del asno aumentó
por la lana mojada debido a la intención de su maestro,
Nasrudín. El peso aumenta durante el viaje al mercado.
Pero el resultado final es mejor, porque Nasrudín vende la
lana húmeda, que ahora pesa más que antes, por un precio
más elevado que la lana seca.
Otro chiste, encontrado también en Cervantes (Don
Quijote, cap. 5), continúa siendo un chiste aunque el término
técnico “miedo” es meramente traducido y no explicado.
“Haré que te ahorquen”, dijo a Nasrudín un rey cruel
e ignorante, “si no pruebas que tienes las percepciones
profundas que se te atribuyen.” De inmediato Nasrudín dijo
que podía ver un pájaro de oro en el cielo y demonios en el
interior de la tierra. “Pero, ¿cómo puedes verlo?”, preguntó el
rey. “Todo lo que necesitas”, dijo Nasrudín, “es miedo.”
“Miedo”, en el vocabulario Sufi, es la activación de la
conciencia, cuyos ejercicios pueden producir una percepción
extrasensorial. Este es un terreno en el que no se utiliza el
intelecto, y en donde comienzan a funcionar otras facultades
de la mente
Pero Nasrudín, de un modo completamente único,
consigue utilizar la estructura misma de la intelectualidad
para sus propios fines. Un eco de esta tentativa deliberada
es encontrada en la Leyenda de Nasrudín, donde se relata
que Hussein, el fundador del sistema, arrancó a su mensajero
designado, Nasrudín, de las mismísimas garras del “Viejo
Villano”: el burdo sistema de pensamiento en el cual vivimos
casi todos.
En árabe, “Hussein” es asociado con el concepto de virtud.
“Hussein” significa “fuerte, de difícil acceso”.
Cuando Hussein hubo ya buscado por todo el mundo
al maestro que debía transmitir su mensaje a través de las
generaciones y estaba a punto de caer en la desesperación, oyó
una gran conmoción. El Viejo Villano estaba reprendiendo
a uno de sus estudiantes por contar chistes. “¡Nasrudín!”,
vociferó el Villano, “por tu actitud irreverente te condeno al
ridículo universal. A partir de ahora, cuando se cuente uno
de tus absurdos relatos, tendrán que escucharse seis más sin
interrupción hasta que te vean claramente como una figura
ridícula.”
Se cree que el efecto místico de siete cuentos de Nasrudín,
estudiados uno tras otro, basta para preparar a un individuo
para la iluminación.
Hussein, que escuchaba a escondidas, advirtió que de cada
situación surge su propio remedio; y que este era el modo
de presentar en su verdadera perspectiva los males del Viejo
Villano. Él conservaría la verdad a través de Nasrudín.
Llamó al Mulá en un sueño y le impartió una porción de su
baraka, el poder Sufi que penetra en la significación nominal
del sentido. Desde entonces, todas las historias sobre Nasrudín
se convirtieron en obras de arte “independiente”. Podían ser
entendidas como chistes, tenían un significado metafísico,
eran infinitamente complejas y compartían la naturaleza
de consumación y perfección que había sido robada de la
conciencia humana por las corruptoras actividades del Viejo
Villano.
La baraka, considerada desde un punto de vista ordinario,
tiene muchas cualidades “mágicas”, aunque esencialmente es
LOS SUFIS
87
una unidad y el combustible y la substancia de la realidad
objetiva. Una de estas cualidades es que cualquiera que esté
dotado de ella, o cualquier objeto con la que esté asociada,
retiene una parte de ella pese a todas las alteraciones
que puede haber sufrido por el impacto de personas no
regeneradas. Por ende, la mera repetición de una broma de
Nasrudín lleva consigo algo de baraka: el reflexionar sobre
ella trae más. “De modo que por medio de este método, las
enseñanzas de Nasrudín inspiradas por Hussein quedaron
estampadas para siempre en un vehículo que no podía ser
totalmente destruido. Así como el agua es esencialmente
agua, dentro de las experiencias de Nasrudín también hay un
mínimo irreductible que contesta a una llamada, y que crece
cuando es invocado.” Este mínimo es la verdad, y a través de
la verdad, la conciencia real.
Nasrudín es el espejo en el que uno se ve a sí mismo. A
diferencia de un espejo común, cuanto más se contempla,
más se proyecta el Nasrudín original sobre él. Este espejo
es comparado a la célebre Copa de Jamshid, el héroe persa,
que refleja el mundo entero y dentro de la cual los Sufis
“miran”.
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cont
https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf
Un chiste de Nasrudín, desprendido (tal vez por la
traducción) de su terminología técnica, aún puede ser
aceptado como verdadero debido a su valor humorístico. En
tales casos, puede que se pierda gran parte de su impacto. Un
ejemplo es el chiste de la sal y la lana:
Nasrudín está llevando al mercado una carga de sal. Su
asno vadea un río, y la sal se disuelve. Cuando alcanza la
orilla opuesta, el asno se siente vivaracho porque su carga se
ha aligerado. Pero Nasrudín está enfadado. Al día siguiente
de mercado, llena las alforjas de lana. El animal casi se ahoga
por el aumento de la carga al vadear la corriente.
“¿Lo ves?”, dice triunfalmente Nasrudín, “¡esto te enseñará
a no pensar que ganas algo cada vez que atraviesas agua!”
En el cuento original se emplean dos términos técnicos:
sal y lana. “Sal” (milh) es homónimo de “ser bueno,
sabiduría”. El asno simboliza al hombre. Despojándose de
su carga de bondad general, el individuo se siente mejor,
pierde el peso. El resultado es que pierde su alimento,
porque Nasrudín no pudo vender la sal para comprar
forraje. La palabra “lana” es por supuesto otra palabra
para “Sufi”. En el segundo viaje la carga del asno aumentó
por la lana mojada debido a la intención de su maestro,
Nasrudín. El peso aumenta durante el viaje al mercado.
Pero el resultado final es mejor, porque Nasrudín vende la
lana húmeda, que ahora pesa más que antes, por un precio
más elevado que la lana seca.
Otro chiste, encontrado también en Cervantes (Don
Quijote, cap. 5), continúa siendo un chiste aunque el término
técnico “miedo” es meramente traducido y no explicado.
“Haré que te ahorquen”, dijo a Nasrudín un rey cruel
e ignorante, “si no pruebas que tienes las percepciones
profundas que se te atribuyen.” De inmediato Nasrudín dijo
que podía ver un pájaro de oro en el cielo y demonios en el
interior de la tierra. “Pero, ¿cómo puedes verlo?”, preguntó el
rey. “Todo lo que necesitas”, dijo Nasrudín, “es miedo.”
“Miedo”, en el vocabulario Sufi, es la activación de la
conciencia, cuyos ejercicios pueden producir una percepción
extrasensorial. Este es un terreno en el que no se utiliza el
intelecto, y en donde comienzan a funcionar otras facultades
de la mente
Pero Nasrudín, de un modo completamente único,
consigue utilizar la estructura misma de la intelectualidad
para sus propios fines. Un eco de esta tentativa deliberada
es encontrada en la Leyenda de Nasrudín, donde se relata
que Hussein, el fundador del sistema, arrancó a su mensajero
designado, Nasrudín, de las mismísimas garras del “Viejo
Villano”: el burdo sistema de pensamiento en el cual vivimos
casi todos.
En árabe, “Hussein” es asociado con el concepto de virtud.
“Hussein” significa “fuerte, de difícil acceso”.
Cuando Hussein hubo ya buscado por todo el mundo
al maestro que debía transmitir su mensaje a través de las
generaciones y estaba a punto de caer en la desesperación, oyó
una gran conmoción. El Viejo Villano estaba reprendiendo
a uno de sus estudiantes por contar chistes. “¡Nasrudín!”,
vociferó el Villano, “por tu actitud irreverente te condeno al
ridículo universal. A partir de ahora, cuando se cuente uno
de tus absurdos relatos, tendrán que escucharse seis más sin
interrupción hasta que te vean claramente como una figura
ridícula.”
Se cree que el efecto místico de siete cuentos de Nasrudín,
estudiados uno tras otro, basta para preparar a un individuo
para la iluminación.
Hussein, que escuchaba a escondidas, advirtió que de cada
situación surge su propio remedio; y que este era el modo
de presentar en su verdadera perspectiva los males del Viejo
Villano. Él conservaría la verdad a través de Nasrudín.
Llamó al Mulá en un sueño y le impartió una porción de su
baraka, el poder Sufi que penetra en la significación nominal
del sentido. Desde entonces, todas las historias sobre Nasrudín
se convirtieron en obras de arte “independiente”. Podían ser
entendidas como chistes, tenían un significado metafísico,
eran infinitamente complejas y compartían la naturaleza
de consumación y perfección que había sido robada de la
conciencia humana por las corruptoras actividades del Viejo
Villano.
La baraka, considerada desde un punto de vista ordinario,
tiene muchas cualidades “mágicas”, aunque esencialmente es
LOS SUFIS
87
una unidad y el combustible y la substancia de la realidad
objetiva. Una de estas cualidades es que cualquiera que esté
dotado de ella, o cualquier objeto con la que esté asociada,
retiene una parte de ella pese a todas las alteraciones
que puede haber sufrido por el impacto de personas no
regeneradas. Por ende, la mera repetición de una broma de
Nasrudín lleva consigo algo de baraka: el reflexionar sobre
ella trae más. “De modo que por medio de este método, las
enseñanzas de Nasrudín inspiradas por Hussein quedaron
estampadas para siempre en un vehículo que no podía ser
totalmente destruido. Así como el agua es esencialmente
agua, dentro de las experiencias de Nasrudín también hay un
mínimo irreductible que contesta a una llamada, y que crece
cuando es invocado.” Este mínimo es la verdad, y a través de
la verdad, la conciencia real.
Nasrudín es el espejo en el que uno se ve a sí mismo. A
diferencia de un espejo común, cuanto más se contempla,
más se proyecta el Nasrudín original sobre él. Este espejo
es comparado a la célebre Copa de Jamshid, el héroe persa,
que refleja el mundo entero y dentro de la cual los Sufis
“miran”.
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