Aires de Libertad

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    Mensaje por Maria Lua Jue 12 Dic 2024, 09:51

    Donde yo me siento




    En una reunión de teólogos Nasrudín estaba
    sentado al final del salón, en el extremo más
    alejado del lugar de honor. Comenzó a relatar
    cuentos y pronto la gente se aglomeró a su
    alrededor, escuchando y riendo. Nadie hacía caso
    del anciano que estaba pronunciando un docto
    discurso. Cuando ya no podía oírse ni a sí
    mismo, el presidente de la asamblea rugió:
    —¡Tienen que guardar silencio! Nadie puede
    hablar, a menos que esté sentado donde se sienta
    el jefe.
    —No sé cómo lo verá usted —dijo Nasrudín
    —, pero allí donde yo esté sentado es donde se
    sienta el jefe.





    https://dn790002.ca.archive.org/0/items/minilibros/Las%20hazan%CC%83as%20del%20incomparable%20Mula%20Nasrudin.pdf


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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Jue 12 Dic 2024, 09:52

    ¿Por qué me pregunta a mí?



    Cierto día Nasrudín cabalgaba en su burro,
    cuando éste se espantó por un bulto que había en
    su camino y se echó a galopar
    desenfrenadamente.
    Al ver al Mulá correr a una velocidad
    desacostumbrada, unos campesinos le gritaron:
    —¿Adónde va tan apurado, Nasrudín?
    —No me pregunten a mí —contestó—,
    pregúntenle al burro.




    https://dn790002.ca.archive.org/0/items/minilibros/Las%20hazan%CC%83as%20del%20incomparable%20Mula%20Nasrudin.pdf


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    Mensaje por Maria Lua Jue 12 Dic 2024, 09:53


    Verdad



    —¿Qué es la verdad? —preguntó un
    discípulo a Nasrudín.
    —Algo que nunca, en ningún momento, he
    dicho; ni diré jamás.







    FIN de Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudín, de Idries Shah

    https://dn790002.ca.archive.org/0/items/minilibros/Las%20hazan%CC%83as%20del%20incomparable%20Mula%20Nasrudin.pdf


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    Mensaje por Maria Lua Vie 13 Dic 2024, 16:31

    LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS. - Página 23 Maxresdefault




    Las largas cucharas ( cuento de la tradición sufi)




    En cierta ocasión , un sultán que tenía fama de ser muy excéntrico dio una fiesta en un palacio e invitó a todos sus amigos del Reino. Estos concurrieron al agasajo con gran algarabía y expectativa, engalanados con sus mejores vestidos y sus más lucidas joyas. Luego de las presentaciones, salutaciones y protocolos, los invitados fueron entretenidos con danzas exóticas y toda suerte de diversiones que disfrutaron y aplaudieron con gran entusiasmo. Todo era de gran esplendor y magnificencia y los invitados estaban maravillados. Era, como se esperaba, una fiesta digna del rango de ese Sultán y ratificaba la fama de que gozaba.
    Pero la comida no llegaba. A medida que pasaba el tiempo, crecían más y más las expectativas y también el hambre. Una situación de esa naturaleza no era para nada lo acostumbrado.
    Todavía hubo otros números y espectáculos que distrajeron, en parte, a los invitados. Algunos se habían malhumorado, pensando que habían sido objeto de alguna broma grosera, pero era tal el prestigio y seriedad del Sultán, que decidieron esperar un poco más para ver qué ocurría y aguardaron en silencio. Después hubo canto, poesía y regalos para todos.
    Cuando la situación ya se hacía insostenible fueron invitados a pasar a una sala especial donde estaba la comida. Allí encontraron una gran olla que despedía un aroma tan exquisito como jamás habían conocido los amigos del Sultán.
    Cuando los invitados corrieron a la olla, comprobaron que no tenía un cucharon común para servirse, sino que tenía muchos, muchos cucharones con mangos inmensamente largos. Estos cucharones eran los únicos elementos que había para servirse tan deliciosa comida, pues tampoco se veían platos donde colocar la sopa.
    Trataron de tomar la sopa, entonces, directamente desde el cucharón, pues a esta altura de los acontecimientos estaban casi muertos de hambre. Pero como los mangos de estos cucharones eran más largos que los propios brazos de los comensales, no pudieron llevárselos a los labios.
    La sopa estaba hirviendo. Tampoco pudieron asir el mango de los cucharones porque se hubieran quemado las manos al estar los mangos muy calientes.
    Probaron y probaron sin ningún resultado. Estaban ya sin fuerzas, hambrientos y confusos. De repente, a unos de los invitados se le ocurrió tomar el cucharon de la manera usual y darle a otro invitado de comer, y éste entonces comió. Además, con el tiempo transcurrido, la sopa ahora sólo estaba templada.
    Cuando los demás vieron esto, comenzaron a imitarlos y así pudieron comer todos, al comprender que la única forma de alimentarse en aquel palacio era sirviéndose los unos a los otros.


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 14 Dic 2024, 17:38

    La Historia de Mushkil Gusha




    Había una vez, a menos de mil millas de aquí, un pobre leñador viudo que vivía
    con su pequeña hija. Todos los días iba a las montañas a cortar leña para hacer
    fuego, que traía a casa y que ataba en haces. Después de tomar el desayuno,
    caminaba hasta el pueblo más cercano, donde vendía la leña y descansaba un
    rato antes de regresar.
    Un día, al volver ya tarde a casa, la niña le dijo:

    - Padre, a veces deseo tener mejor comida, más cantidad y diferentes
    clases de cosas para comer.
    - Muy bien mi niña -dijo el viejo-, mañana me levantaré más temprano que
    de costumbre, iré más lejos en la montaña donde hay más leña y traeré
    una cantidad mucho mayor que la habitual. Llegaré a casa más temprano
    y así podré atar la leña más rápido y luego iré al pueblo a venderla para
    que tengamos más dinero, y te traeré toda clase de cosas ricas para
    comer.

    A la mañana siguiente, el leñador se levantó antes del alba y se fue a las
    montañas. Trabajó duramente cortando leña, e hizo un enorme haz que acarreó
    sobre su espalda hasta la pequeña casa. Cuando llegó, todavía era muy
    temprano. Puso la carga en el suelo y golpeó la puerta diciendo:

    - Hija, hija, abre la puerta que tengo hambre y sed, y necesito comer algún
    alimento antes de ir al mercado.

    Pero la puerta permaneció cerrada. El leñador estaba tan cansado que se
    acostó en el suelo y pronto se quedó dormido al lado del atado de leña.
    La niña, como había olvidado la conversación de la noche anterior, estaba
    profundamente dormida. Cuando el leñador se levantó, unas horas después, el
    sol ya estaba alto. Golpeó nuevamente la puerta y dijo:

    - Hija, hija, ven pronto. Debo comer algo e ir al mercado a vender la leña
    pues es ya mucho más tarde que los otros días.

    Como la niña había olvidado aquella conversación de la noche anterior, mientras
    tanto, se había levantado, arreglado la casa, y había salido a caminar. Dejó la
    casa cerrada suponiendo en su olvido que su padre estaba todavía en el pueblo.
    Fue así que el leñador se dijo:

    - Ya es demasiado tarde para ir a la ciudad, regresaré a las montañas y
    cortaré otro haz de leña, que llevaré a casa y mañana tendré doble carga
    para llevar al mercado.

    Trabajó duro ese día en las montañas cortando leña y dando forma a la misma.
    Era de noche cuando llegó a su casa con la leña sobre los hombros.
    Puso el atado detrás de la casa, golpeó la puerta y dijo:

    - Hija, hija, abre que estoy cansado y no he comido nada en todo el día.
    Tengo doble cantidad de leña que espero llevar mañana al mercado. Esta
    noche tengo que dormir bien, para sentirme fuerte.

    Pero no hubo respuesta, pues la niña, como sintió mucho sueño al regresar a su
    casa, se preparó la comida y se fue a la cama. Al principio estuvo preocupada
    por la ausencia de su padre, pero luego se tranquilizó pensando que se había
    quedado a pasar la noche en el pueblo.
    Nuevamente el leñador al ver que no podía entrar en su casa, cansado,
    hambriento y sediento, se acostó al lado de la leña y de inmediato se quedó
    dormido. Le fue imposible permanecer despierto a pesar de la preocupación de
    lo que hubiera podido pasarle a su pequeña hija.
    Entonces, el leñador, porque tenía tanto frío, tanta hambre y estaba tan
    cansado, despertó muy, muy temprano a la mañana siguiente, aún antes de que
    hubiera luz.
    Se sentó, miró a su alrededor, pero no pudo ver nada. Entonces ocurrió algo
    extraño. Le pareció escuchar una voz que decía:

    - Rápido, rápido, deja tu leña y ven aquí. Si lo necesitas mucho y deseas
    poco, tendrás una comida deliciosa.

    El leñador se puso de pie y caminó en dirección hacia donde venía la voz.
    Anduvo, anduvo y anduvo, pero no encontró nada.
    Entonces sintió más cansancio, frío y hambre que antes, y además se había
    perdido. Había tenido muchas esperanzas pero eso no parecía haberlo ayudado.
    Ahora se sintió triste, con ganas de llorar, pero se dio cuenta de que el llorar
    tampoco le ayudaría. Así es que se acostó y se durmió. Muy poco después
    despertó nuevamente, tenía demasiado frío y hambre para poder dormir. Fue
    entonces que se le ocurrió relatarse a sí mismo, como si fuera un cuento, todo lo
    que había ocurrido después de que su hija le había pedido una clase de comida
    diferente.
    Tan pronto como terminó su historia, le pareció oír otra voz en algún lugar por
    encima suyo, como saliendo del amanecer, que decía:


    - Viejo hombre, viejo hombre, ¿qué haces tú sentado aquí?
    - Estoy contándome mi propia historia, respondió el leñador.
    - Y, ¿cuál es?

    El leñador repitió su narración.

    - Muy bien, -dijo la voz-, y a continuación le indicó que cerrara los ojos y
    subiera un escalón.
    - Pero yo no veo ningún escalón, dijo el viejo.
    - No importa, haz lo que te digo, ordenó la voz.

    El hombre hizo lo que se le indicaba. Tan pronto hubo cerrado los ojos descubrió
    que estaba parado y, levantando el pie derecho, sintió que había algo como un
    escalón debajo de él.
    Comenzó a subir lo que parecía ser una escalera. De repente los escalones
    empezaron a moverse, se movían muy rápidamente, y la voz le dijo:

    - No abras los ojos hasta que yo te lo indique.

    No había pasado mucho tiempo cuando le ordenó abrirlos. Al hacerlo se
    encontró en un lugar que parecía un desierto, con el sol quemante sobre él.
    Estaba rodeado de cantidades y cantidades de pequeñas piedras de todas
    clases: rojas, verdes, azules y blancas, pero parecía estar solo; miró a su
    alrededor y no pudo ver a nadie. Pero la voz comenzó a hablar de nuevo:

    - Toma todas las piedras que puedas, cierra los ojos y baja nuevamente los
    escalones.

    El leñador hizo lo que se le decía, y cuando abrió sus ojos por orden de la voz,
    se encontró parado delante de la puerta de su propia casa. Tocó la puerta y su
    hija le abrió. Ella le preguntó dónde había estado, y el padre le contó lo ocurrido;
    aunque la niña apenas entendía lo que él decía, porque todo le sonaba muy
    confuso.
    Entraron a la casa y la pequeña niña y su padre compartieron lo último que les
    quedaba para comer: un puñado de dátiles secos. Cuando terminaron, el
    leñador creyó oír nuevamente la voz, una voz como la otra que le había dicho
    que subiera los escalones.
    La voz dijo:

    - A pesar de que quizá tú aún no lo sabes, has sido salvado por Mushkil
    Gusha. Recuerda: Mushkil Gusha siempre está aquí. Asegúrate que
    todos los jueves en la noche comerás unos dátiles y darás otros a alguna
    persona necesitada, y contarás la historia de Mushkil Gusha. De lo
    contrario harás un regalo en su nombre a alguien que ayude a los
    necesitados. Asegúrate de que la historia de Mushkil Gusha nunca,
    nunca, sea olvidada. Si tú haces esto y otro tanto hacen las personas a
    quienes tú cuentes esta historia, los que tengan verdadera necesidad
    siempre encontrarán su camino.

    El leñador puso todas las piedras que había traído del desierto en un rincón de
    su pequeña casa. Parecían simples piedras, y no supo qué hacer con ellas. Al
    día siguiente llevó sus dos enormes atados de leña al mercado y los vendió muy
    fácilmente, a muy buen precio. Al regresar a su casa llevó a su hija toda clase de
    exquisitos manjares que ella hasta entonces jamás había probado. Cuando
    terminaron de comer el viejo leñador dijo:

    - Ahora, te voy a contar toda la historia de Mushkil Gusha. Mushkil Gusha
    significa "El disipador de todas las dificultades". Nuestras dificultades han
    desaparecido a través de Mushkil Gusha y debemos siempre recordarlo.

    Durante una semana, el hombre siguió como de costumbre. Fue a las montañas,
    trajo leña, comió algo, llevó la leña al mercado y la vendió. Siempre encontró un
    comprador sin dificultad.
    Llegó el jueves siguiente y, como es común entre los hombres, el leñador olvidó
    contar la historia de Mushkil Gusha. Esa noche, ya tarde, se apagó el fuego en
    casa de los vecinos. Los vecinos no tenían nada con qué volver a encenderlo y
    fueron a casa del leñador y le dijeron:

    - Vecino, vecino, por favor danos un poco de fuego de esas maravillosas
    lámparas tuyas que vemos brillar a través de la ventana.
    - ¿Qué lámparas?, preguntó el leñador.
    - Ven afuera y verás, le respondieron.

    El leñador salió y vio claramente toda clase de luces que brillaban, desde
    adentro, a través de su ventana. Entró a la casa y vio que la luz salía del montón
    de pequeñas piedras que había colocado en un rincón. Pero los rayos de luz
    eran fríos y resultaba imposible emplearlos para encender fuego, así fue que
    salió y les dijo:

    - Vecinos, lo lamento, no tengo fuego y cerró la puerta golpeándola en sus
    narices.

    Los vecinos se sintieron molestos y sorprendidos y regresaron a su casa
    refunfuñando. Y aquí ellos abandonan nuestra historia.
    El leñador y su hija, rápidamente taparon las brillantes luces con cuanto trapo
    encontraron, por miedo de que alguien viera el tesoro que tenían. A la mañana
    siguiente, al destapar las piedras, descubrieron que eran luminosas piedras
    preciosas.
    Una por una, fueron llevándolas a las ciudades de los alrededores, donde las
    vendieron a un enorme precio. El leñador resolvió entonces construir un
    espléndido palacio para él y su hija. Eligieron un lugar que quedaba justamente
    frente al castillo del rey de su país. Poco tiempo después había tomado forma un
    maravilloso edificio.
    Ese rey, tenía una hija muy bella, que al despertar una mañana vio un castillo
    que parecía de cuento de hadas frente al de su padre, y quedó muy sorprendida.
    Preguntó a su servidumbre:

    - ¿Quién ha construido ese castillo? ¿Con qué derecho hacen algo así tan
    cerca de nuestro hogar?

    Los sirvientes salieron e investigaron y al regresar le contaron a la princesa la
    historia, hasta donde pudieron saberla.
    La princesa entonces mandó llamar a la hija del leñador, pues estaba muy
    enojada, pero cuando las dos niñas se conocieron y hablaron, pronto se hicieron
    buenas amigas. Se veían todos los días e iban juntas a jugar a un arroyo, que
    había sido hecho para la princesa por su padre.
    Algunos días después del primer encuentro, la princesa se quitó un hermoso y
    valioso collar, y lo colgó en un árbol próximo al arroyo. Al volver olvidó llevárselo
    y al llegar a casa pensó que lo había perdido. Mas la princesa, recapacitando,
    decidió que la hija del leñador se lo había robado. Se lo dijo a su padre, quien
    hizo arrestar al leñador, confiscó el castillo y le embargó todos sus bienes; el
    leñador fue puesto en prisión, y su hija fue internada en un orfelinato.
    Como era costumbre en ese país, después de cierto tiempo, el leñador fue
    sacado de su celda y llevado a la plaza pública, donde se lo encadenó a un
    poste, con un letrero alrededor del cuello que decía:

    - Esto es lo que les ocurre a aquellos que roban a los reyes.

    Al principio, la gente se reunía a su alrededor, burlándose de él y tirándole
    cosas. El leñador se sentía muy desdichado.
    Pero como es común entre los hombres, pronto se acostumbraron a ver al viejo
    sentado junto al poste y le prestaban cada vez menos atención. A veces le
    tiraban restos de comida, a veces no.
    Un día escuchó decir a alguien, que era jueves por la tarde. Repentinamente,
    llegó a su mente el pensamiento de que pronto sería la noche de Mushkil Gusha,
    "El disipador de todas las dificultades", y que había olvidado conmemorarlo
    desde hacía tanto tiempo. Tan pronto como este pensamiento llegó a su mente,
    un hombre caritativo que pasaba le arrojó una pequeña moneda. El leñador lo
    llamó:

    - Generoso amigo, me has dado dinero que para mí no es de ninguna
    utilidad, si de alguna manera tu generosidad alcanzara para comprar uno
    o dos dátiles y venir a sentarte conmigo para comerlos, yo te quedaría
    eternamente agradecido.

    El hombre fue y compró algunos dátiles, se sentó a su lado y comieron juntos. Al
    terminar, el leñador le contó la historia de Mushkil Gusha:

    - Creo que tú debes estar loco, le dijo el hombre generoso.

    Pero era una persona comprensiva y a su vez tenía bastantes dificultades. Al
    llegar a su casa. Al llegar a su casa después de este incidente, encontró que
    todos sus problemas habían desaparecido. Y esto le hizo pensar más
    seriamente acerca de Mushkil Gusha. Pero él aquí deja nuestra historia.

    A la mañana siguiente la princesa volvió al lugar donde se bañaba, y cuando
    estaba por entrar al agua, vio algo que parecía ser su collar en el fondo del
    arroyo. Pero en el momento que estaba por recogerlo estornudó, echó hacia
    atrás su cabeza, y vio que lo que había tomado por su collar era solo su reflejo
    en el agua. El collar estaba colgado en la rama del árbol, en el mismo lugar en el
    que lo había dejado hacía mucho tiempo. Tomándolo, corrió emocionada y le
    contó lo ocurrido al rey. Éste ordenó que el leñador fuera puesto en libertad, y
    que se le dieran públicas disculpas. La niña fue sacada del orfelinato y todos
    fueron felices por siempre.



    Estos son algunos de los incidentes de la historia de Mushkil Gusha.
    Es un cuento muy largo y nunca termina. Tiene muchas formas. Algunas que ni
    siquiera se llaman la historia de Mushkil Gusha y por eso la gente no las
    reconoce como tal.
    Pero es por causa de Mushkil Gusha por lo que su historia, en cualquiera de sus
    formas, es recordada por alguien, en algún lugar del mundo, día y noche, donde
    fuere que haya gente. Así como su historia siempre ha sido relatada, así seguirá
    siendo contada, por siempre.
    ¿Quiere usted repetir la historia de Mushkil Gusha los jueves por la noche y
    ayudar así al trabajo de Mushkil Gusha?




    Shah, Idries
    “Caravana de Sueños”


    Barcelona - España: Editorial Kairós, 1998
    Página 136 - 143




    https://www.naqshbandiya.com.mx/zip/histo/wt%20-%20La%20historia%20de%20Mushkil%20Gusha%20[Caravana%20de%20Suenos,%20Idries%20Shah,%20136].pdf


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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Dic 2024, 13:16

    CUENTO SUFI


    Esto también pasará



    "Ya sea que estés feliz o infeliz, recuerda: "Esto también pasará". Esta clave te permitirá convertirte en el dueño de tus estados de ánimo en lugar de ser su víctima.
    Un gran rey que había contratado muchos sabios, se sentía frustrado con sus riquezas. Un país cercano, un país más poderoso que el suyo, se preparaba para atacar. El rey tenía miedo de la muerte, de la derrota, de la desesperación, de la vejez. Entonces llamó a sus sabios y les dijo: "No sé porqué, pero debo encontrar cierto anillo... uno que me pondrá alegre cuando esté infeliz y al mismo tiempo, si estoy feliz y lo miro, me pondrá triste".
    Estaba pidiendo una llave, una llave con la cual pudiese abrir dos puertas: la puerta de la felicidad y la puerta de la desdicha. ¿Qué les pedía? Pedía el dominio de sus estados de ánimo. Decía que quería volverse el dueño de sus estados de ánimo, no quería ser más la víctima de ellos.
    Los sabios hicieron consultas entre ellos pero no pudieron llegar a ninguna conclusión. Finalmente fueron a un místico Sufi y le pidieron su consejo. El Sufi sólo se sacó un anillo del dedo y se los dio diciéndoles: "Hay una condición. Dénselo al rey, pero díganle que sólo debe mirar debajo de la piedra cuando todo esté perdido, cuando la confusión sea total, la agonía perfecta y cuando él se sienta absolutamente impotente. De otra manera perderá el mensaje".
    El rey guardó el anillo. Al poco tiempo comenzó la guerra con el reino vecino y tal como se suponía, la situación rápidamente se tornó en su contra.
    Su país estaba perdido, huía del reino sólo para salvar su vida. El enemigo lo seguía, podía oir los caballos de sus perseguidores... y su caballo murió. Siguió corriendo a pie hasta que llegó a un punto sin retorno. Sólo había un abismo. En el último momento recordó el anillo. Lo abrió, miró debajo de la piedra y allí estaba el mensaje, que decía: "Esto también pasará".


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Dic 2024, 13:23

    Los isleños


    El hombre común se arrepiente de sus pecados:
    los elegidos se arrepienten de su descuido.
    (Dhu’l-Nun Misri)


    La mayoría de las fábulas contienen al menos alguna verdad,
    y con frecuencia posibilitan a las personas absorber ideas que
    sus patrones habituales de pensamiento les impedirían digerir.
    Por lo tanto las fábulas han sido utilizadas, en particular
    por los maestros Sufis, para presentarnos una imagen de la
    vida más en armonía con sus propias percepciones que si se
    utilizasen ejercicios intelectuales.

    Aquí hay una fábula Sufi acerca de la situación humana,
    apropiadamente resumida y adaptada, como debe ser
    siempre, para la época en la que se presenta. Las fábulas
    comunes “para entretener” son consideradas por los autores
    Sufis como una forma de arte degenerada e inferior.
    Érase una vez una comunidad ideal que vivía en una
    tierra lejana. Sus miembros no tenían miedos tal como
    ahora los conocemos. En vez de padecer incertidumbres y
    vacilaciones, eran resueltos y tenían una manera más plena
    de expresarse. Aunque no tenían ni el estrés ni las tensiones
    que hoy la humanidad considera esenciales para su progreso,
    sus vidas eran más ricas porque otros elementos mejores
    sustituían a estas cosas. Por lo tanto, el suyo era un modo
    de vivir ligeramente distinto al nuestro. Podríamos incluso
    afirmar que nuestras percepciones son versiones burdas e
    improvisadas de las verdaderas, las cuales eran poseídas por
    esta comunidad.

    Tenían vidas reales, no semi-vidas.
    Los podemos llamar la gente de El Ar.
    Tenían un líder, quien descubrió que su país se volvería
    inhabitable por un período de, digamos, veinte mil años.
    Planeó el escape, advirtiendo que sus descendientes serían
    capaces de volver exitosamente a casa únicamente después
    de muchos suplicios.

    Encontró para ellos un lugar de refugio, una isla cuyas
    características eran apenas similares a las de su patria; pero
    debido a la diferencia de clima y situación, los inmigrantes
    tuvieron que sufrir ciertas transformaciones. Estas los
    hicieron más adaptados física y mentalmente a las nuevas
    circunstancias: las percepciones burdas fueron sustituidas
    por otras más sutiles, así como la mano del trabajador
    manual se endurece como respuesta a las necesidades de su
    tarea.
    Con el fin de atenuar el dolor que ocasionaría la comparación
    entre el viejo y el nuevo estado, se les hizo olvidar el
    pasado casi por completo; de él quedó apenas el más borroso
    recuerdo aunque lo suficiente para ser despertado cuando llegara el momento.

    El sistema era por demás complejo pero bien organizado.
    Los órganos por medio de los cuales la gente sobrevivía
    en la isla también fueron hechos los órganos del disfrute,
    tanto físico como mental. Los órganos que eran realmente
    constructivos en la vieja patria fueron puestos en una forma
    especial de latencia y vinculados al borroso recuerdo como
    preparación para su eventual activación
    Los inmigrantes se establecieron lenta y penosamente,
    ajustándose a las condiciones locales. Los recursos de la isla
    eran tales que, sumados al esfuerzo y a una cierta forma de
    guía, la gente sería capaz de escapar a una isla más lejana en
    el camino de retorno a su hogar original. Esta era la primera
    de muchas otras islas donde tendría lugar una aclimatación
    gradual.
    La responsabilidad de dicha “evolución” fue conferida a
    aquellos individuos que podían sostenerla. Necesariamente
    estos eran unos pocos, ya que para la masa del pueblo era
    virtualmente imposible mantener vivos en su conciencia dos
    conjuntos de conocimientos; uno parecía estar en conflicto
    con el otro. Ciertos especialistas custodiaban la “ciencia
    especial”.

    Este “secreto”, el método de efectuar la transición, era
    ni más ni menos que el conocimiento de las artes marinas
    y su aplicación. El escape necesitaba un instructor, materias
    primas, gente, esfuerzo y entendimiento. Con estos, la gente
    podría aprender a nadar e incluso a construir barcos.
    Las personas que originalmente estaban a cargo del escape
    dejaron bien en claro que era necesaria una cierta preparación
    antes de que cualquiera pudiese aprender a nadar o incluso
    tomar parte en la construcción de un barco. Durante un
    tiempo el proceso continuó satisfactoriamente.

    Entonces un hombre, de quien se había descubierto que
    por el momento carecía de las cualidades necesarias, se rebeló
    contra este orden y se las arregló para desarrollar una idea
    magistral. Él había observado que el esfuerzo de escapar
    suponía una pesada y a menudo indeseable carga para la
    gente que, al mismo tiempo, estaba dispuesta a creer cosas
    que se le decía acerca de la operación de escape. Él se dio
    cuenta de que podía adquirir poder y también vengarse de
    quienes lo habían menospreciado, tal como creía, mediante
    la simple explotación de estos dos hechos.
    Simplemente ofrecería remover la carga, asegurando que
    no había carga.


    21
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    Mensaje por Maria Lua Lun 16 Dic 2024, 19:30

    ***

    Declaró lo siguiente:
    “No hay necesidad de que el hombre integre su mente
    y la entrene del modo en que se les ha descrito. La mente
    humana es ya una cosa consistente, estable y continua. Se
    les ha dicho que tienen que convertirse en artesanos para
    construir un barco. Pero yo les digo que no solo no necesitan
    ser artesanos… ¡ni siquiera necesitan un barco! Un isleño
    necesita únicamente observar unas pocas reglas simples para
    sobrevivir y quedar integrados en la sociedad. Mediante el
    ejercicio del sentido común, innato en cada uno de ustedes,
    podrá lograr cualquier cosa en esta isla, nuestro hogar,
    ¡propiedad común y herencia de todos nosotros!”
    El charlatán, habiendo despertado mucho interés del
    pueblo, ahora “demostró” su mensaje, diciendo:
    “Si el nadar y los barcos son una realidad, ¡muéstrennos
    buques que hayan efectuado la travesía y nadadores que
    hayan regresado!”
    Esto fue un desafío que los instructores no pudieron
    afrontar pues estaba basado en un supuesto cuya falacia
    ahora no podía ser captada por el perplejo rebaño: pues verás,
    los barcos jamás regresaban de la otra tierra. Los nadadores,
    cuando sí volvían, habían sufrido una nueva adaptación que
    los hacía invisibles para la multitud.
    La turba presionó para tener una prueba definitiva.
    “La construcción de barcos”, dijeron los huidores en
    un intento de razonar con los revoltosos, “es un arte y un
    oficio. El aprendizaje y el ejercicio de esta ciencia depende
    de técnicas especiales, las cuales conforman una actividad
    completa que no podemos desmenuzar como ustedes lo
    exigen. Esta actividad tiene un elemento impalpable llamado
    baraka, del que se deriva la palabra “barca”. Esta palabra
    significa “la Sutileza” y no puede ser mostrada a ustedes.”
    “¡Arte, oficio, conjunto, baraka... tonterías!”, gritaron los
    revolucionarios.

    Y entonces ahorcaron a cuantos constructores de barcos
    pudieron encontrar.
    El nuevo evangelio fue recibido por todos como uno de
    liberación. ¡El hombre había descubierto que ya era maduro!
    Sentía, al menos momentáneamente, como si hubiese sido
    sido liberado de responsabilidad.
    La mayoría de los otros modos de pensar fueron
    rápidamente abrumados por la simplicidad y comodidad
    del concepto revolucionario. Pronto se lo consideró un
    factor básico que jamás había sido desafiado por ningún ser
    racional. Racional, por supuesto, se refería a cualquiera que
    armonizase con la propia teoría general sobre la cual ahora
    estaba basada la sociedad.
    Las ideas que se oponían a la nueva eran fácilmente
    tildadas de irracionales. Cualquier cosa irracional era mala.
    A partir de ahí, incluso aunque tuviese dudas, el individuo
    tenía que suprimirlas o desviarlas pues a toda costa debía ser
    considerado racional.

    No era muy difícil ser racional. Uno solamente tenía que
    adherirse a los valores de la sociedad. Además, abundaban
    las evidencias de la veracidad de la racionalidad… siempre y
    cuando uno no pensara más allá de la vida en la isla.
    La sociedad ahora se había equilibrado temporalmente
    dentro de la isla y parecía proporcionar una convincente
    plenitud, al menos desde su propio punto de vista. Estaba
    basada sobre la razón más la emoción, haciéndolas parecer
    plausibles a ambas. El canibalismo, por ejemplo, estaba
    permitido por motivos racionales. Se descubrió que el cuerpo
    humano es comestible: la comestibilidad es una característica
    de la comida. Por ende, el cuerpo humano es comida. Con el
    fin de compensar las deficiencias de dicho razonamiento, se
    improvisó una enmienda. El canibalismo fue controlado por
    el bien de la sociedad. Los acuerdos eran la característica del
    equilibrio temporal.

    De vez en cuando alguien señalaba un
    nuevo acuerdo, y la lucha entre razón, ambición y comunidad
    producía alguna nueva norma social.
    Dado que el arte de construir barcos no tenía una
    aplicación obvia dentro de esta sociedad, el esfuerzo podía
    fácilmente ser considerado absurdo. No se necesitaban
    botes… pues no había a dónde ir. Las consecuencias de
    ciertas suposiciones pueden presentarse de modo que
    “demuestren” esas suposiciones. Esto es lo que se denomina
    una pseudocertidumbre, el sustituto de la certeza real.
    Es con lo que lidiamos a diario cuando asumimos que
    viviremos otro día. Pero nuestros isleños lo aplicaban a
    todo





    23
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    https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf


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    Mensaje por Maria Lua Mar 17 Dic 2024, 16:32

    ***
    Dos artículos en la gran Enciclopedia universal de la Isla
    nos muestran cómo funcionaba el proceso. Destilando su
    sabiduría de la única fuente de nutrición mental disponible
    para ellos, los sabios de la isla produjeron, con toda franqueza,
    esta clase de verdades:


    BARCO: Deplorable. Vehículo imaginario con el
    cual, según han afirmado impostores y embusteros,
    es posible “cruzar el agua”; hoy establecido
    científicamente como una absurdidad. No se
    conocen materiales impermeables al agua en la
    Isla con los cuales se podría construir tal “barco”,
    dejando a un lado la cuestión de si hay un destino más
    allá de la Isla. Predicar la “construcción de barcos”
    es un delito grave según la Ley XVII del Código
    Penal, subsección J, Protección de los Crédulos.
    La OBSESIÓN CON LA CONSTRUCCIÓN DE
    BARCOS es una forma extrema de escapismo
    mental, síntoma de inadaptabilidad. Todos los
    ciudadanos tienen la obligación constitucional de
    notificar a las autoridades sanitarias si sospechan de
    la existencia de tan trágica condición en cualquier
    individuo.

    Véase: Natación; Aberraciones mentales; Delitos
    (serios). Bibliografía: Smith, J.; Por qué no se
    pueden construir “barcos”. Universidad Insular,
    Monografía n.° 1151.
    NATACIÓN: Desagradable. Supuesto método para
    impulsar el cuerpo a través del agua sin ahogarse,
    generalmente con el propósito de “alcanzar un
    lugar fuera de la Isla”. El “estudiante” de este
    arte desagradable tenía que someterse a un ritual
    grotesco. En la primera lección se postraba en el
    suelo, moviendo brazos y piernas en respuesta a
    las órdenes de un “instructor”. Todo el concepto
    se basa en el deseo de los supuestos “instructores”
    de dominar a los crédulos en tiempos de barbarie.
    Más recientemente el culto ha tomado la forma de
    manía epidémica.

    Las palabras “deplorable” y “desagradable” se usaban en la
    isla para indicar cualquier cosa que estuviese en conflicto con
    el nuevo evangelio, el cual era conocido como “Complacer”.
    La idea implícita era que la gente se complacería a sí misma,
    dentro de la necesidad general de complacer al Estado. El
    Estado equivalía al pueblo.

    No es en absoluto sorprendente que desde tiempos muy
    remotos la sola idea de abandonar la isla llenara de terror a
    la mayoría de la gente. De modo similar, los prisioneros que
    han pasado largos años en cautiverio sienten un miedo muy
    real cuando están por ser liberados; el “afuera” es un mundo
    incierto, desconocido y amenazante.
    La isla no era una cárcel; pero era una jaula con barrotes
    invisibles, muchísimos más efectivos que los verdaderos.
    La sociedad insular se volvió cada vez más y más compleja,
    y podemos observar solo algunas de sus características más
    destacadas. Su literatura era rica. Además de composiciones
    culturales había numerosos libros que explicaban los valores
    y logros de la nación. Existía también un sistema de ficción
    alegórica que retrataba cuán terrible habría sido la vida si la
    sociedad no se hubiera organizado de esta forma actual tan
    tranqulizadora.

    De vez en cuando los instructores trataban de ayudar a
    que la comunidad toda pudiese escapar. Los capitanes se
    sacrificaban por el restablecimiento de un clima en el cual
    los ahora clandestinos constructores de barcos pudieran
    continuar su labor. Todos estos esfuerzos fueron interpretados
    por historiadores y sociólogos con referencia a las condiciones
    en la isla, sin considerar contacto alguno con el exterior
    de esta sociedad cerrada. Era relativamente fácil fabricar
    explicaciones verosímiles de casi todo. No había principios
    éticos involucrados, pues los eruditos continuaban estudiando
    con genuina dedicación lo que parecía ser verdad. “¿Qué más
    podemos hacer?”, se preguntaban, implicando con la palabra
    “más” que la alternativa podría ser un esfuerzo cuantitativo.
    O se preguntaban unos a otros “¿Qué otra cosa podemos
    hacer?”, asumiendo que la respuesta acaso estaba en “otra
    cosa”… algo diferente. Su verdadero problema era que ellos
    se creían capaces de formular las preguntas e ignoraban el
    hecho de que las preguntas son tan importantes como las
    respuestas.

    Por supuesto que los isleños tenían muchas oportunidades
    para el pensamiento y la acción dentro de su pequeño
    dominio. La diversidad de ideas y las diferencias de opinión
    daban la impresión de libertad de pensamiento. Se estimulaba
    el pensamiento, siempre y cuando no fuese “absurdo”.
    Se permitía la libertad de expresión, pero era de poca
    utilidad sin el desarrollo de la comprensión, la cual no se
    cultivaba.
    La labor y el esfuerzo de los navegantes tuvieron que tomar
    aspectos diferentes según los cambios en la comunidad. Esto
    hizo que su realidad fuese aún más desconcertante para los
    estudiantes que intentaban seguirlos desde el punto de vista
    isleño.

    Entre toda la confusión, incluso la capacidad para
    recordar la posibilidad de escape podía a veces convertirse
    en un obstáculo. La agitadora conciencia del potencial de
    escape no estaba muy refinada. A menudo los que estaban
    ansiosos por escapar terminaban contentándose con algún
    tipo de sustituto. Un vago concepto de navegación no
    puede volverse útil sin orientación. Pero incluso quienes
    aspiraban con más entusiasmo a construir barcos habían sido
    adiestrados a creer que ya tenían tal orientación, que ya eran
    maduros. Detestaban a cualquiera que les indicase que quizá
    necesitaban una preparación.

    A menudo, versiones bizarras de tipos de natación o de
    construcción de barcos desplazaban las posibilidades de
    verdadero progreso. Gran parte de la culpa la tenían los
    partidarios de la pseudonatación o de los barcos alegóricos,
    meros charlatanes que ofrecían lecciones a quienes eran aún
    demasiado débiles para nadar, o pasajes en barcos que no
    podían construir.





    25/26
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    https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf


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    Mensaje por Maria Lua Miér 18 Dic 2024, 16:37

    ***


    Las necesidades de la sociedad habían hecho inicialmente
    necesarias ciertas formas de eficiencia y pensamiento que
    evolucionaron hacia lo que fue conocido como ciencia. Este
    admirable enfoque, tan esencial en los campos donde tenía
    aplicabilidad, finalmente sobrepasó su verdadero significado.
    El así llamado abordaje “científico”, apenas después de la
    revolución de “Complacer”, se fue ampliando hasta abarcar
    toda clase de ideas. Finalmente, todo lo que no podía ser
    ubicado dentro de sus límites fue considerado “anticientífico”,
    otro sinónimo muy conveniente para lo “malo”. Sin que
    nadie se diese cuenta, las palabras fueron hechas prisioneras
    y luego automáticamente esclavizadas.
    Ante la ausencia de una actitud adecuada, como personas
    que han sido abandonadas a su suerte en una sala de espera y
    se dedican a leer revistas febrilmente, los isleños se ocuparon
    de encontrar sustitutos de la plenitud, que era el propósito
    original (y en efecto final) del exilio de aquella comunidad.
    Algunos fueron capaces de desviar con cierto éxito su
    atención hacia compromisos principalmente emocionales.
    Había diferentes rangos de emociones pero no una escala
    adecuada para medirlas. A todas las emociones se las
    consideraba “hondas” o “profundas”; en cualquier caso más
    profundas que la no-emoción. La emoción, la cual se veía
    que conducía a la gente hacia los máximos extremos físicos
    y mentales conocidos, era automáticamente calificada de
    “profunda”.
    La mayoría de las personas se fijaban objetivos a sí
    mismos o permitían que otros los fijasen por ellos. A veces
    practicaban un culto tras otro, o iban detrás del dinero o
    de la preeminencia social. Algunos adoraban ciertas cosas
    y se sentían superiores al resto. Otros, al repudiar lo que
    consideraban idolatría, creían no tener ídolos y que podían
    por lo tanto burlarse tranquilamente del resto.
    Con el paso de los siglos, la isla quedó plagada de los
    desechos pertenecientes a estos cultos; pero eran peores que
    los desechos ordinarios pues se autoperpetuaban. Gente bien
    intencionada y otros combinaban y recombinaban los cultos,
    propagándolos nuevamente. Tanto para el aficionado como
    para el intelectual, esto constituyó una mina de material
    académico o “iniciático” que brindaba una reconfortante
    sensación de variedad

    Proliferaron espléndidas instalaciones para entregarse a
    “satisfacciones” limitadas. Palacios y monumentos, museos
    y universidades, instituciones educativas, teatros y complejos
    deportivos llenaban la isla casi por completo. La gente estaba
    naturalmente orgullosa de estos legados, muchos de los cuales
    creían que estaban relacionados de un modo general con
    la verdad absoluta aunque ninguno de ellos podía explicar
    cómo tal cosa podía ser cierta.
    La construcción de barcos estaba conectada con algunas
    dimensiones de esta actividad, pero de un modo desconocido
    por la mayoría.
    Clandestinamente los barcos izaban sus velas y los
    nadadores continuaban enseñando natación...
    Las condiciones reinantes en la isla no desalentaban
    totalmente a estas personas dedicadas. Después de todo, ellos
    también eran originarios de la misma comunidad y tenían
    lazos indisolubles con ella y su destino.
    Pero muy a menudo tenían que preservarse de las atenciones
    de sus conciudadanos. Algunos isleños “normales” querían
    salvarlos de sí mismos. Otros trataron de matarlos, por
    una razón igualmente sublime. Algunos incluso buscaron
    afanosamente su ayuda pero no pudieron encontrarlos.
    Todas estas reacciones ante la existencia de los nadadores
    eran resultado de la misma causa, filtrada a través de diferentes
    clases de mente. Dicha causa era que casi nadie sabía ahora
    qué era realmente un nadador, qué estaba haciendo o dónde
    se lo podía encontrar.
    A medida que la vida en la isla se volvió más y más civilizada,
    una extraña pero lógica industria creció. Estaba dedicada a
    adjudicar dudas respecto de la validez del sistema bajo el cual
    vivía la sociedad. Tuvo éxito en absorber dudas referentes
    a los valores sociales, riéndose de ellos o satirizándolos. La
    actividad podía lucir un rostro triste o alegre, pero realmente
    se convirtió en un ritual repetitivo. Aunque era una industria
    potencialmente valiosa, a menudo se le privó de ejercer su
    verdadera función creativa.

    La gente sintió que, habiéndoles permitido a sus dudas
    tener una expresión temporal, podría de alguna manera
    atemperarlas, exorcizarlas e incluso propiciarlas. La sátira
    fue confundida con la alegoría significativa; la alegoría
    fue aceptada aunque no digerida. Obras teatrales, libros,
    películas, poemas, libelos, eran los medios habituales para este
    desarrollo, aunque había una importante parte del mismo en
    sectores más académicos. A muchos isleños les parecía más
    independiente, o más moderno o progresivo, seguir este culto
    en vez de los viejos.
    Aquí y allá se presentaba un candidato ante un instructor
    de natación para hacer un trato. Por lo general tenía lugar lo
    que equivalía a una conversación estereotipada:


    “Quiero aprender a nadar.”
    “¿Quieres hacer un trato?”
    “No. Solamente tengo que llevar mi tonelada de
    repollos.”
    ¿Qué repollos?”
    “El alimento que necesitaré en la otra isla.”
    “Allí hay mejor comida.”
    “No entiendo lo que me dices. No puedo estar
    seguro. Debo llevar mis repollos.”
    “En primer lugar, no puedes nadar con una
    tonelada de coles.”
    “Entonces no puedo ir. Tú lo llamas una carga. Yo
    lo llamo mi nutrición esencial.”
    “Supongamos, como alegoría, que no hablamos
    de ‘repollos’, sino de ‘suposiciones’ o ‘ideas
    destructivas’.”
    “Llevaré mis repollos a algún instructor que
    entienda mis necesidades.”




    Este libro es acerca de algunos de los nadadores
    y constructores de barcos, y también sobre otros que intentaron seguirlos
    con mayor o menor éxito. La fábula no ha terminado, pues
    aún hay gente en la isla.
    Los Sufis usan varias claves para transmitir sus significados.
    Recompón el nombre de la comunidad original – El Ar – para
    que se convierta en “Real”. Quizás ya hayas notado que el
    nombre adoptado por los revolucionarios en inglés “Please”
    (Complacer), al recomponerse forma la palabra “Asleep”
    (Dormido).




    31
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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Jue 19 Dic 2024, 20:48

    ***
    EL TRASFONDO



    I: Los viajeros y las uvas



    Hay tres formas de cultura: la mundana,
    que es mera adquisición de información; la
    religiosa, siguiendo reglas; la superior, basada
    en el autodesarrollo.

    (El maestro Hujwiri,


    Revelación de lo velado)


    Hay una historia en las fábulas de Esopo sobre un joven
    topo que se acercó a su madre y le dijo que podía ver. Ahora
    bien, como todo el mundo sabe, los topos tradicionalmente
    carecen de visión. La madre decidió ponerlo a prueba. Por lo
    tanto colocó frente a él un pedazo de incienso y le preguntó
    qué era.
    “Una piedra”, dijo el pequeño topo.
    “No solamente eres ciego”, contestó su madre, “sino que
    además has perdido el olfato.”

    Esopo, considerado tradicionalmente por los Sufis como
    un maestro práctico en la tradición inmemorial de sabiduría
    adquirida a través del ejercicio consciente de la mente, del
    cuerpo y de las percepciones, no cobra en cambio gran
    relieve en lo que respecta al significado explícito del cuento.
    La pobreza de algunas de las moralejas (realmente brillo
    superficial) de los cuentos esopianos ha sido detectada por
    muchos estudiantes.

    Podemos analizar la historia para ver qué significa
    realmente, si es que sabemos algo de la tradición Sufi y su
    método de ocultar significados dentro de la literatura.
    La palabra “topo”, que en árabe es khuld, de la raíz KHLD,
    se escribe de igual modo que khalad, que significa “eternidad,
    paraíso, pensamiento, mente o alma”, según el contexto. Dado
    que en árabe solo se escriben las consonantes, no hay manera
    de decir, de forma aislada, qué palabra se quería escribir. Si
    esta palabra fuese usada poéticamente en una lengua semítica
    y luego traducida al griego por alguien que no entendiera su
    doble sentido, el juego de palabras se perdería totalmente.
    ¿Por qué la piedra y el aroma? Porque en la tradición Sufi,
    “Moisés (guía de su pueblo) hizo que una piedra tuviera el
    aroma del almizcle” (Hakim Sanai, El amurallado jardín de
    la verdad).
    “Moisés” simboliza a un pensamiento guía que transforma
    una cosa aparentemente inanimada e inerte en algo “tan
    fragante como el almizcle”… algo que hasta podría decirse
    que tiene vida propia.
    Nuestra historia ahora nos muestra que la “madre” del
    pensamiento (su origen, su matriz, su calidad esencial) le
    presenta “incienso” (experiencia impalpable) al pensamiento
    o a la mente. Dado que el individuo (el topo) se concentra
    en la “vista” (tratando de desarrollar facultades en el orden
    equivocado) llega incluso a perder la capacidad de usar
    aquellas que debería.
    El ser humano, según los Sufis, en vez de dirigir su
    búsqueda internamente de una forma determinada para
    poder encontrar y alcanzar su desarrollo, busca afuera y
    persigue ilusiones (sistemas metafísicos mal desarrollados)
    que de hecho lo paralizan.


    ¿Cuál es el potencial interno del “topo”? Ahora podemos
    mirar el grupo completo de palabras árabes que corresponden
    a la raíz KHLD, la cual estamos examinando:


    Khalad (KHaLaD) = siempre permanente,
    duradero
    Khallad (KHaLLaD) = perpetuar una cosa
    Akhlad (AKHLaD) = inclinarse hacia, adherirse
    fielmente (a un amigo)
    Khuld (KHuLD) = eternidad, paraíso, continuidad
    Khuld (KHuLD) = topo, ratón campestre, alondra
    (ave)
    Khalad (KHaLaD) = pensamiento, mente, alma
    El-Khualid (El-KHUALiD) = montaña, rocas,
    soporte (de una maceta)


    Para el Sufi, esta agrupación de palabras alrededor de una raíz
    básica transmite los elementos necesarios para el desarrollo
    y progreso humano. Es casi un mapa del Sufismo. El topo,
    debido a la coincidencia, podría ser tomado como símbolo de
    la mente o del pensamiento. En la misma mente hay eternidad,
    continuidad, apoyo. Al Sufismo le importa la perpetuidad de
    la conciencia humana a través de su fuente en la mente. La
    fidelidad en la asociación con otros es un elemento esencial
    de esta tarea.
    Por lo tanto, la fábula esópica no significa, como creerían
    sus comentaristas, que “es fácil desenmascarar a un impostor”.
    No debemos negar que el relato puede haber cumplido dicha
    función durante siglos; pero la mención del incienso y del
    topo, más la tradición Sufi de que ciertos secretos están ocultos
    en palabras tales como las de Esopo, nos ayudan a destrabar
    y abrir la puerta. Leyendo bajo esta luz una gran cantidad de
    material literario y filosófico, no podemos sino recordar el
    mensaje de Rumi quien, como Esopo, fue un gran fabulista de
    Asia Menor. Él dice que acaso el canal mismo no beba, pero
    cumple la función de transportar agua al sediento. Quienes
    estén interesados en esta interpretación del simbolismo del
    topo quizá sientan que la sabiduría aparentemente amable y
    ligera de Esopo ha venido siendo la portadora de la nutrición
    que ahora encontramos en ella.
    Rumi vivió casi dos mil años después de Esopo, y dijo: “Un
    cuento, ficticio o no, ilumina la verdad.”
    No hay necesidad de seguir considerando al idioma arábigo
    mismo como el origen exacto de la versión semítica de la
    cual procede esta fábula de Esopo. El árabe nos es útil como
    herramienta porque, como han demostrado los filólogos,
    retiene en estrecha asociación palabras agrupadas según un
    esquema primitivo cuyos significados se han ido corrompiendo
    profundamente en los otros lenguajes semíticos.
    Existen, tanto en Oriente como en Occidente, numerosos
    ejemplos de una cristalización similar de la enseñanza en la
    literatura, los rituales y las creencias populares. Muchos de
    estos fenómenos son considerados irrelevantes, como ocurre
    con los chistes atribuidos a Nasrudín, a Joe Miller y a otros,
    leídos de forma literal. Una gran parte de la poesía de Omar
    Khayyam, destinada a hacer que el lector piense con claridad
    a través de reducir la vida al absurdo, ha sido tomada en el
    sentido superficial de que Khayyam era un “pesimista”. Los
    textos platónicos, que según los Sufis pretenden mostrarnos
    las limitaciones de la lógica formal y la facilidad con que se cae
    en razonamientos falsos, han sido considerados defectuosos
    y nada más. En algunos casos, como el de Esopo, el canal
    aún lleva agua aunque no sea reconocido como canal. En
    otras formulaciones, la gente continúa practicando rituales
    absurdos y creencias que han racionalizado hasta el punto
    de quedar despojadas de toda dinámica real y ser de interés
    únicamente para un anticuario. El gran poeta Sufi Jami, dice
    de ellos: “La nube seca, sin agua, no puede tener el atributo
    dador de lluvia.” Y sin embargo tales cultos, a menudo meras
    falsificaciones de simbolismos cuidadosamente organizados,
    basados en analogía poética, son con frecuencia estudiados
    seriamente. Algunas personas creen que contienen ciertas
    verdades metafísicas o mágicas; otros, que poseen importancia
    histórica.
    En los casos donde un culto o grupo de personas se rigen por
    un esquema basado originalmente en ciertas agrupaciones de
    palabras, es imposible comprenderlas o rastrear su historia a
    menos que sepamos que esto fue lo que originalmente ocurrió.
    A causa de su peculiar naturaleza matemática y por haber
    sido elegido como marco para presentar cierto conocimiento
    al Oriente y Occidente durante la Edad Media, el árabe es
    primordial en este estudio.


    34
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    Mensaje por Maria Lua Vie 20 Dic 2024, 20:00

    ***

    Además, debido al método casi algebraico de producir
    palabras a partir de una forma básica de tres letras, el árabe
    posee una gran simplicidad, la cual es inesperada para quien no
    lo conoce. En muchos casos solo nos ocuparemos de palabras y
    grupos de consonantes, no de la gramática, la sintaxis o las letras
    árabes, porque estas pueden ser correctamente representadas
    por letras latinas para nuestro propósito: sustituiremos una
    letra por otra. Como mucho modificaremos esa letra para que
    nos diga cuál fue la original. Esto, en esencia, es un arte que
    ha sido ampliamente usado en los países de Oriente donde
    han penetrado tanto las letras árabes como la sabiduría Sufi
    y utilizado por gente que no tiene un conocimiento profundo
    del idioma árabe. Se descubrió, entonces, que el árabe es
    susceptible de ser utilizado como un código por cierta gente en
    Oriente y también en el Occidente latino de la Edad Media.1
    La relación entre padres e hijos (el topo y su madre) es
    usada por los Sufis para denotar el adiestramiento hacia la
    “visión” completa, así como también la relación fundamental
    entre el Sufi y la “visión” última de la verdad objetiva. Para
    el Sufi, toda encarnación religiosa o el expresar esta relación
    por medio de una efigie es meramente un método burdo
    y secundario de representar algo que le ha ocurrido a un
    individuo o grupo: una experiencia religiosa mostrándoles la
    vía hacia la autorrealización.
    “El Sufi perfeccionado es grande, exaltado: él es sublime.
    Por medio del amor, el trabajo y la armonía, ha alcanzado el
    grado más alto de maestría. Todos los secretos le son revelados,
    y su ser completo está empapado de mágicas refulgencias. Es
    el Guía y el Viajero sobre el Camino de la belleza, el amor,
    la consecución, el poder, la plenitud infinitas: el Guardián de
    la Más Antigua Sabiduría; el pionero de los más recónditos
    secretos; el amado amigo cuyo mismo ser nos eleva, trayendo
    un significado nuevo al espíritu de la humanidad.”

    Este es el retrato de un Sufi, compuesto por un escritor
    contemporáneo que no es un Sufi aunque haya vivido entre
    los seguidores del Camino del Amor.
    Para el hombre no regenerado, el Sufi parece cambiar; mas
    para aquellos que tienen percepción interna, él sigue siendo el
    mismo pues su personalidad esencial está adentro y no afuera.
    Un erudito de Cachemira, que durante siglos fue un centro
    de enseñanza Sufi, realizó en el siglo XVII lo que hoy podría
    denominarse un análisis de las características generales de los
    místicos Sufis. Este era Sirajudin, quien viajó por todos los
    países adyacentes, e incluso visitó Java, China y el Sahara,
    hablando con Sufis y recopilando sus tradiciones orales.

    “El Sufi”, afirma él, “es el hombre completo. Cuando dice
    ‘entre las rosas sé una rosa, entre las espinas sé una espina’, no
    se está refiriendo forzosamente a la conducta social. Los Sufis
    son poetas y amantes. Según sea el campo en el cual crecen sus
    enseñanzas pueden ser soldados, administradores o médicos.
    De acuerdo con el ojo del observador, puede que parezcan
    ser magos, místicos o practicantes de artes incomprensibles.
    Si los reverencias como si fuesen santos, te beneficiarás a
    través de su santidad; pero si trabajas con ellos como socios,
    te beneficiarás de su compañía. Para ellos, el mundo es un
    instrumento modelador que perfecciona a la humanidad.
    Ellos mismos, a través del identificarse con los procesos
    de creación continua, son formadores de otros hombres
    completos. Algunos hablan, otros son silenciosos; unos al
    parecer caminan incansablemente, otros se sientan y enseñan.
    Para entenderlos tendrás que poner en acción una inteligencia
    intuitiva que normalmente es oprimida por su amistosa
    enemiga, la inteligencia de la mente lógica. Hasta que puedas
    comprender lo ilógico y su significatividad, evita a los Sufis
    excepto para servicios limitados, precisos y manifiestos.”2
    A un Sufi, a los Sufis, no se los puede definir a través de un
    conjunto único de palabras o ideas; quizás sí con una imagen
    móvil y hecha de diferentes dimensiones. Rumi, uno de los
    más grandes maestros místicos, nos dice en un famoso pasaje
    que el Sufi:

    Está borracho sin vino; saciado sin comida;
    angustiado; sin comer ni dormir. Es un rey bajo un
    manto humilde; un tesoro bajo ruinas; ni de aire ni
    de tierra; ni de fuego ni de agua; un mar sin límites.
    Tiene cien lunas y cielos y soles. Es sabio por medio
    de la verdad universal… no un erudito de libros.3
    .
    ¿Es un hombre de religión? No, es muchísimo más que eso:
    “Está más allá tanto del ateísmo como de la fe; ¿qué son el
    mérito y el pecado para él? Él está oculto… ¡búscalo!”
    El Sufi, tal como nos dicen estas famosísimas palabras del
    Diwan de Shams de Tabriz escrito en el siglo XIII, está oculto:
    más escondido que cualquier practicante de una escuela
    secreta. Sin embargo hay miles de Sufis que son conocidos
    en todo Oriente. Hay comunidades Sufis en las tierras de los
    árabes, turcos, persas, afganos, indios, malayos.

    Cuanto más han intentado los tercos buscadores del mundo
    occidental desentrañar los secretos del Sufi, más
    irremediablemente compleja se ha mostrado la tarea. Así sus trabajos
    contaminan los campos del misticismo, el arabismo,
    el orientalismo, la historia, la filosofía e incluso la literatura general. “El
    secreto”, en la frase Sufi, “se protege a sí mismo. Solamente se
    lo encuentra en el espíritu y en la práctica del Trabajo.”

    Hay un distinguido profesor de arquelogía que acaso
    sea actualmente la mayor autoridad occidental en Sufismo:
    porque él es un Sufi, no porque sea académico.
    El hombre o mujer común en Oriente suele considerar
    al Sufi tal como el occidental acaso imagine a un místico
    de Oriente: un hombre dotado de poderes sobrenaturales,
    heredero de secretos transmitidos desde tiempos inmemoriales,
    símbolo de sabiduría y atemporalidad. El Sufi puede leer tus
    pensamientos, transportarse a sí mismo de un lado a otro
    en un instante; está en una especial relación continua con
    elementos de otro mundo.
    Generalmente se cree que los Sufis tienen poderes curativos,
    y no son pocas las personas que te dirán cómo fueron sanados
    gracias a la simple mirada de un Sufi o de alguna otra
    inexplicable manera.4

    Se considera que los Sufis sobresalen
    en sus profesiones, y muchos son los señalados como prueba
    de esta creencia. Cometen errores, según se considera, con
    muchísima menor frecuencia que otros; y abordan las cosas
    de un modo que nadie más lo haría. Sin embargo sus acciones
    son justificadas por los eventos. Este hecho se lo atribuye a
    cierta forma de presciencia. Ellos mismos creen que están
    participando en la más alta evolución del ser humano




    39
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    Mensaje por Maria Lua Mar 24 Dic 2024, 16:34

    ***

    Si bien las creencias populares – que pueden incluir un
    equivalente a la veneración de santos en Oriente Medio –
    son de amplio alcance, quedan eclipsadas por las leyendas y
    tradiciones de maestros Sufis, personalidades reverenciadas
    por miembros de todas las religiones. Los antiguos Sufis
    podían caminar sobre el agua, describir hechos que sucedían
    a distancias enormes, experimentar la auténtica realidad de la
    vida y muchas otras cosas por el estilo. Cuando un maestro
    hablaba, sus escuchantes caían en un estado de éxtasis
    místico y desarrollaban poderes mágicos. Adondequiera que
    fuesen los Sufis, místicos de otras creencias, a menudo de
    gran importancia, se convertían en discípulos suyos: a veces
    sin que se hubiera pronunciado una palabra.
    En el mundo material, el ascendiente de los Sufis se basa
    en el trabajo y en la creatividad, y generalmente es aceptado
    debido a los logros individuales de los Sufis. Comúnmente se
    considera que los descubrimientos filosóficos y científicos de
    los Sufis han sido logrados a través de sus poderes especiales.
    El teósofo o el intelectual convencional se encuentra en esta
    incómoda situación: a pesar de que a menudo debe negar la
    posibilidad de una forma especial de consciencia accesible
    a una elite de este tipo, tiene que aceptar que los Sufis son
    héroes nacionales en algunos países y que son responsables
    del desarrollo de la literatura clásica en otros. Se estima que
    hay entre veinte y cuarenta millones de personas que son
    miembros de, o están afiliadas a, escuelas Sufis: y el número
    de Sufis sigue creciendo.

    Puede que tu vecino sea un Sufi, o esa persona caminando
    por la otra vereda o la mujer de la limpieza; a veces un
    ermitaño, un rico o un pobre.
    No hay investigación sobre la realidad del Sufismo que
    pueda ser realizada enteramente desde el afuera, pues el
    Sufismo incluye participación, entrenamiento y experiencia.
    Aunque los Sufis han escrito innumerables libros, estos puede
    que sean aplicables solo a ciertas circunstancias, que parezcan
    contradecirse entre sí, que no puedan ser comprendidos por los
    no iniciados o que se descubra que poseen otros significados
    más profundos que los aparentes. Generalmente son estudiados
    de manera muy superficial por los ajenos al Sufismo.
    Una de las dificultades para contender con el Sufismo a
    través de su literatura oriental ha sido notada por muchos
    eruditos que hicieron el intento, entre los cuales está el
    profesor Nicholson, quien trabajó durante mucho tiempo
    para comprender el pensamiento Súfico y ponerlo al alcance
    de Occidente. Al presentar sus selecciones de algunos textos
    Sufis, él admite que “en su mayoría son peculiares y únicos,
    ya que raramente los escritos en los cuales aparecen tales
    extrañas cualidades imparten su significado real excepto
    para quienes posean la clave del código, mientras que los
    no iniciados o bien los entenderán literalmente o no los
    entenderán en absoluto.” 5


    Un libro como el presente “se diseña a sí mismo” de un
    modo Sufístico, ya que por definición debe seguir pautas
    Súficas y no las convencionales; por ende su material y
    tratamiento son de una naturaleza especial, no sujeto a ser
    abordado por medio de criterios familiares. Este es el método
    conocido como “dispersión”, mediante el cual un impacto es
    considerado efectivo en virtud de sus múltiples actividades.

    En la vida ordinaria, ciertas formas de comprensión se
    vuelven posibles debido a la experiencia. La mente humana
    es lo que es en parte gracias a los impactos a los cuales ha
    sido expuesta y a su habilidad en utilizar esos impactos. La
    interacción entre impacto y mente determina la calidad de la
    personalidad. En el Sufismo, a este natural proceso físico y
    mental se lo encara conscientemente. Al resultado se lo siente
    más eficaz; y la “sabiduría”, en vez de ser una cuestión de
    tiempo, edad y meramente accidental, es considerada como
    inevitable. Los Sufis comparan dicho proceso con el caso de
    un salvaje que se lo come todo y el de un hombre refinado que
    come no solo lo que es bueno para él, sino también lo sabroso.
    Es por estas mismas razones que sería absurdo intentar
    transmitir el significado del pensamiento y la acción Sufi de
    un modo convencional, simplificado o conversacional. Esta
    absurdidad sería, tal como está resumida en el dicho Sufi,
    como “enviar un beso por mensajero”. Acaso el Sufismo sea
    natural, pero también es una parte del desarrollo superior
    humano; y además es un desarrollo consciente. Normalmente
    no existe un vehículo adecuado para su presentación en las
    sociedades donde no ha estado operando de esta forma
    avanzada. Por otro lado, se ha preparado un clima para su
    presentación (en parte literaria, en parte expositiva, etc.) en
    otras zonas.
    Las personas de mentalidad metafísica, y especialmente
    aquellos que se sienten a gusto en el terreno de lo místico
    o de las “percepciones internas”, no tienen ventaja alguna
    con respecto a la humanidad en general en lo referido a
    la aceptación del Sufismo. Su subjetividad, especialmente
    cuando está vinculada a una fuerte sensación de singularidad
    personal “contagiada” por otra gente, puede representar una
    seria incapacidad.
    No existe el Sufismo simplificado: sin embargo desaparece
    del área de cognición de aquellas mentes confusas que se
    creen capaces de entenderlo, de penetrar cualquier cosa
    “espiritual” en virtud de lo que realmente es una percepción
    o perspicacia difusa y auto-asumida. Para el Sufi, semejante
    personalidad, por elocuente que sea (como frecuentemente
    sucede), es poco común.
    Quien diga: “Es todo tan indescriptible, pero siento lo que
    quieres decir”, es improbable que sea capaz de beneficiarse
    con el Sufismo; pues los Sufis están trabajando, están llevando
    a cabo un esfuerzo para despertar un cierto campo de la
    consciencia por medio de un abordaje que es especializado,
    no fortuito. El Sufismo no tiene nada que ver con lo fantástico
    o imaginario, con la mutua admiración o las generalizaciones
    tibias. Cuando desaparece la “mordida”, entonces también
    lo hace el elemento Súfico de una situación. También lo
    opuesto es verdad. El Sufismo no está dirigido a un sector
    de la comunidad – ya que tal sector no existe – sino a cierta
    facultad dentro de los individuos. Donde dicha facultad
    no está activada, no hay Sufismo; esta contiene realidades
    “duras” como también “blandas”, discordancia al igual que
    armonía, la nítida luminosidad del despertar y también la
    suave oscuridad que invita al sueño.




    42
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    Mensaje por Maria Lua Miér 25 Dic 2024, 19:30

    ***

    Este factor central queda bien expresado en la poesía Sufi,
    que por lo general es perfecta en un sentido técnico, y en
    ocasiones humana y en otras sorprendentemente distinta.
    Generaciones de especialistas en prosodia han dedicado sus
    vidas a analizar esta cualidad única con otro criterio: en
    términos de las “variaciones de calidad” de los poetas. Un
    poeta Sufi responde así:



    Oh Gato que prefieres el sabor de la crema agria:
    ¡conocedor de los grados de la amargura! Perteneces
    a la camada que se ha puesto de acuerdo sobre el
    yogur. Odias por igual al queso, a la mantequilla y
    a la leche caliente de la ubre. ¿Dices que no eres un
    quesero? En verdad, él está más cerca de ti que tu
    vena yugular.


    Y otro, con un eco raramente moderno en su alusión a escritos
    sofisticados:


    ¿Pintaremos un cuadro perfecto o diseñaremos
    una alfombra excelente? ¿Agotaremos a nuestras
    lenguas hablando toda la noche acerca de dónde
    nos hemos alejado de la perfección? Esto está bien;
    esta es una tarea para un hombre completo o para
    el niño que intenta encontrar la consistencia de los
    materiales que le darán perfección a su pastel de
    barro.


    Cualquiera que haya probado los quesos firmes y ascépticos,
    pero no muy duros, de los supermercados de nuestra época,
    al menos será capaz de compartir los sentimientos del poeta
    acerca de la comida.
    Hilaly, acusado de “usar una espada para cortar un hilo”,
    respondió: “¿Debería usar en cambio miel para ahogar a un
    camello?”
    Hay Sufis imitativos que tratan de aprovecharse del
    prestigio que dicho nombre conlleva. Algunos han escrito
    libros que solo incrementan la perplejidad general entre los
    ajenos al Sufismo.
    Es posible que buena parte del espíritu Súfico pueda ser
    transmitido por escrito, si uno acepta el hecho de que el
    Sufismo tiene que ser continuamente experimentado como
    también puesto a prueba indirectamente. No depende
    solamente del impacto de las formas artísticas, sino de la vida
    sobre la vida.

    El Sufismo, en una definición, es vida humana. Los poderes
    metafísicos y ocultos son mayoritariamente incidentales,
    aunque puede que desempeñen un papel en el proceso, si bien
    no de una forma preeminente o de satisfacción personal. Es
    axiomático que el intento de hacerse Sufi por medio de un
    deseo de poder personal como se lo entiende normalmente,
    no tendrá éxito. Solamente la búsqueda de la verdad es válida:
    el deseo de sabiduría el motivo. El método es la asimilación,
    no el estudio.
    Al observar a los Sufis por medio de lo que en realidad son
    derivaciones de técnicas Sufis, tendremos que mirar muchas
    cosas que acaso sean importantes al principio pero a medida
    que avancemos dejarán de tener el mismo significado. Esta
    técnica puede ser fácilmente ilustrada. Un niño aprende a leer
    al dominar el alfabeto. Cuando puede leer palabras retiene
    su conocimiento de las letras, pero lee palabras enteras. Si
    siguiese concentrándose en las letras se vería gravemente
    obstaculizado por lo que le era útil apenas en una etapa
    anterior. Tanto las palabras como las letras deberían ahora
    tener una perspectiva más asentada. Tal es el método Súfico.
    El proceso es más simple de lo que parece, aunque solo
    sea porque a menudo el hacer una cosa es más fácil que
    describirla.

    Reporto un atisbo de unos Sufis en un círculo (halka),
    la unidad básica y mismísimo corazón del Sufismo activo.
    Un grupo de buscadores es atraído hacia un maestro de la
    enseñanza, y asisten a su reunión de jueves por la noche. La
    primera parte del procedimiento es el momento menos formal,
    cuando se formulan preguntas y se recibe a los estudiantes.
    En esta ocasión, un recién llegado le acababa de preguntar
    a nuestro maestro, el Agha, si había un anhelo básico hacia
    la experiencia mística, compartido por la humanidad toda.
    “Tenemos una palabra”, contestó el Agha, “que resume
    todo esto. Describe lo que estamos haciendo, y condensa
    nuestra manera de pensar. A través de ella comprenderás
    la razón misma de nuestra existencia y el motivo por el
    cual la humanidad está generalmente hablando en formas
    discordantes. La palabra es Anguruzuminabstafil.” Y la
    explicó mediante una tradicional historia Sufi.
    Cuatro hombres – un persa, un turco, un árabe y un griego –
    estaban parados en la calle de un pueblo. Eran compañeros
    de viaje, yendo hacia algún lugar distante; pero en aquel
    momento discutían sobre cómo gastar la única moneda que
    poseían entre todos ellos:


    “Quiero comprar angur”, dijo el persa.
    “Y yo uzum”, indicó el turco.
    “Pues yo prefiero inab”, objetó el árabe.
    “¡No!”, dijo el griego. “Compraremos stafil.”
    Otro viajero que pasaba por allí, y que era lingüista, dijo:
    “Denme la moneda. Me comprometo a satisfacer los deseos
    de cada uno de ustedes.”
    Al principio desconfiaron, pero finalmente le dieron la
    moneda. El hombre fue a la tienda de un frutero y compró
    cuatro pequeños racimos de uva.
    “Eso es mi angur”, dijo el persa.
    “Pues esto es lo que llamo uzum”, declaró el turco.
    “Me has traído inab”, terció el árabe.
    “¡No!”, exclamó el griego, “en mi idioma eso es stafil.”


    Las uvas fueron compartidas entre ellos, y cada uno se
    dio cuenta de que la desarmonía había sido causada por su
    defectuosa comprensión del idioma del otro.
    “Los viajeros”, explicó el Agha, “son las personas comunes
    del mundo. El lingüista es el Sufi. La gente sabe que quiere
    algo, porque hay una necesidad interior que existe en ellos.
    Puede que le den nombres diversos, pero es la misma cosa.
    Aquellos que la denominan religión tienen diferentes nombres
    para ella, e incluso diferentes ideas de lo que podría ser.
    Aquellos que la llaman ambición tratan de indagar su alcance
    de diferentes maneras. Pero solamente cuando aparece un
    lingüista, alguien que sabe lo que realmente quieren decir, es
    que pueden detener la disputa y continuar con la ingestión de
    las uvas.”
    El grupo de viajeros, continuó el Agha, estaban más
    avanzados que la mayoría, pues realmente tenían una idea
    positiva de lo que querían aunque no pudiesen comunicarlo.
    Por lo general, las aspiraciones del individuo se encuentran
    en una etapa anterior a la que él cree. Quiere algo pero no
    sabe qué… aunque puede que crea saberlo.
    La modalidad Súfica de pensamiento es particularmente
    apropiada en un mundo de comunicación masiva, donde cada
    esfuerzo es dirigido para hacer que las personas crean que
    quieren o necesitan ciertas cosas: que deberían, en consecuencia,
    hacer aquello que sus manipuladores quieren que hagan.





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    siendo guardián en tu cielo
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    Mensaje por Maria Lua Vie 27 Dic 2024, 18:17

    ***


    El Sufi habla del vino, producto de la vid, y de su potencial
    secreto como medio para lograr la “embriaguez”. La uva
    es vista como la forma bruta del vino. Las uvas, entonces,
    significan la religión ordinaria, mientras que el vino es la
    verdadera esencia del fruto. Por lo tanto, a los viajeros se
    los ve como a cuatro personas comunes profesando distintas
    religiones. El Sufi les muestra que las bases de sus religiones
    son de hecho la misma. Pero sin embargo no les ofrece el
    vino, la esencia, el cual es la doctrina interior que aguarda
    ser producida y usada en el misticismo, un campo mucho
    más desarrollado que la simple religión organizada. Esa es
    una etapa superior. Pero el rol del Sufi como sirviente de la
    humanidad es realzado por el hecho de que, aunque esté
    operando en un nivel superior, ayuda al religioso formal en la
    medida de lo posible, mostrándole la identidad fundamental
    de las creencias religiosas. Por supuesto, podría haber
    iniciado un debate acerca de los méritos del vino; pero lo que
    los viajeros deseaban eran uvas, y uvas recibieron. Según el
    Sufi, es cuando se aplaca la disputa sobre pequeños asuntos
    que se puede impartir la enseñanza superior. Mientras tanto,
    se ha dado algún tipo de lección primaria.

    En un hombre no evolucionado, el anhelo básico de
    misticismo nunca es lo suficientemente claro como para ser
    reconocido por lo que es.
    Rumi, en su versión de la anterior historia (Mathnawi, 1.II)
    alude al sistema de adiestramiento Sufi cuando menciona que
    las uvas, aplastadas unas contra otras, producen un jugo: el
    vino del Sufismo.
    A menudo los Sufis comienzan desde un punto de vista
    no religioso.6
    La respuesta, dicen, está dentro de la mente
    de la humanidad; ha de ser liberada, para que por medio del
    autoconocimiento la intuición se transforme en la guía de la
    plenitud humana. La otra forma, el camino del entrenamiento,
    reprime y aquieta la intuición. La humanidad es convertida
    en un animal condicionado por sistemas no Sufis, mientras
    que se le dice que es libre y creativa, que tiene elección de
    pensamiento y acción.
    El Sufi es un individuo que cree que al practicar
    alternadamente el desapego y la identificación con la vida, se
    vuelve libre. Es un místico porque cree que puede armonizarse
    con el propósito de la vida toda. Es un hombre práctico
    porque cree que dicho proceso debe tener lugar en el seno de
    una sociedad normal. Y él debe servir a la humanidad porque
    es parte de ella. El gran el-Tughrai, contemporáneo de Omar
    Khayyam, escribió esta advertencia en el año 1111: “Oh, tú
    que estás lleno de información, penetrando secretos: escucha,
    pues en el silencio hay protección frente a los errores… ‘Se te
    ha acogido con un propósito, mas tú ¿lo comprendiste? Cuida
    de ti, no sea que termines paciendo con ovejas extraviadas’.”
    Esto fue traducido por Edward Pococke en 1661.

    A fin de triunfar en esta empresa, él debe aplicar los métodos
    que han sido diseñados por los primeros maestros, métodos
    para deslizarse por entre la maraña del entrenamiento que
    convierte a tantos seres en prisioneros de su ambiente y del
    efecto de sus experiencias. Los ejercicios de los Sufis han sido
    desarrollados por medio de la interacción de dos cosas: la
    intuición y los aspectos cambiantes de la existencia humana.
    Métodos diferentes se insinuarán de manera intuitiva en
    sociedades distintas y en momentos diversos. Esto no es
    inconsistente, pues la intuición verdadera siempre ha sido
    consistente.
    La vida Sufi puede vivirse en cualquier tiempo y lugar. No
    requiere retirarse del mundo ni de movimientos organizados o
    del dogma. Es coincidente con la existencia de la humanidad.
    Por ello no puede ser calificado con precisión como un sistema
    oriental. Ha influido profundamente tanto en Oriente como
    en las bases mismas de la civilización occidental en la que
    tantos vivimos: la mezcla de herencias cristianas, judaicas,
    islámicas y del Medio Oriente o del Mediterráneo, que
    llamamos “Occidente”.
    La humanidad, según los Sufis, es infinitamente perfectible.
    La perfección se da a través de la armonización con la
    totalidad de la existencia. La vida física y la espiritual se
    encuentran, pero solo cuando existe un equilibrio absoluto
    entre ambas. A los sistemas que sugieren retirarse del mundo
    se los considera desequilibrados.

    Los ejercicios físicos están vinculados a los patrones
    teóricos. En la psicología Sufi existe una importante
    relación entre, por ejemplo, la doctrina de las “siete etapas
    del hombre”7
    y la integración de la personalidad; y entre
    movimientos, experiencias y la obtención progresiva de una
    personalidad superior.
    ¿Cuándo y dónde comenzó el modo de pensar Sufi? Esto,
    para la mayoría de los Sufis, es ligeramente irrelevante para
    el trabajo en cuestión. El “lugar” del Sufismo está dentro de
    la humanidad. El “lugar” de la alfombra de tu salón está en
    el suelo de tu casa y no en Mongolia, donde pudo haberse
    originado su diseño.
    “Las prácticas de los Sufis son demasiado sublimes
    como para poseer un principio formal”, afirma el Asrar el
    Qadim wa’l Qadim (Secretos del pasado y del futuro). Pero
    mientras uno recuerde que la historia es menos importante
    que el presente y el futuro, hay muchísimo que aprender
    de una revisión de la moderna tendencia Sufi a partir de su
    ramificación desde las áreas que fueron arabizadas hace casi
    mil cuatrocientos años. Si echamos una ojeada a este período
    de desarrollo, los Sufis muestran cómo y por qué el mensaje
    de autoperfeccionamiento puede ser transmitido a todo tipo
    de sociedad, independientemente de su filiación nominal
    religiosa o social.

    Sus seguidores creen que el Sufismo es la enseñanza interior
    y “secreta” que está oculta en el seno de cada religión; y dado
    que sus bases ya están en cada mente humana, inevitablemente
    el desarrollo Sufi deberá hallar la manera de expresarse en
    todas partes. El período histórico de la enseñanza se inicia
    con la explosión del Islam desde el desierto hasta las estáticas
    sociedades del Medio Oriente.
    Hacia la mitad del siglo VII, la expansión del Islam
    más allá de las fronteras de Arabia desafiaba, y pronto
    los derribaría, a los imperios de Oriente Medio; los cuales
    tenían una venerable tradición tanto en la esfera política
    como en la militar y la religiosa. Las huestes del Islam, al
    principio compuestas especialmente por beduinos pero luego
    ampliadas con contingentes de orígenes diversos, atacaron
    hacia el norte, el este y el oeste. Los califas heredaron las
    tierras de los hebreos, los bizantinos, los persas y los grecobudistas; los conquistadores llegaron hasta el sur de Francia
    en Occidente y hasta el valle del Indo en Oriente. Dichas
    conquistas políticas, religiosas y militares formaron el núcleo
    de los actuales países y comunidades musulmanas, que se
    extienden desde Indonesia en el Pacífico hasta Marruecos en
    el Atlántico.
    Es a partir de este contexto que los místicos Sufis se hicieron
    conocidos en Occidente y mantuvieron una corriente de
    enseñanza que conecta a gente desde el Lejano Oriente al
    más lejano Occidente.
    Los primeros califas se apoderaron de millones de
    kilómetros cuadrados de terreno, de incalculables riquezas
    y de la supremacía política del mundo conocido en la Edad
    Media. Los centros de aprendizaje de los antiguos, y en
    particular las escuelas tradicionales de enseñanza mística,
    habían casi todos caído en sus manos: en África, las antiguas
    comunidades de Egipto incluyendo Alejandría; más hacia
    Occidente, Cartago, donde san Agustín había estudiado y
    predicado doctrinas esotéricas precristianas;8
    Palestina y Siria,
    hogares de tradiciones secretas; el Asia Central, donde los
    budistas estaban firmemente atrincherados; y el noroeste de
    la India, con su historial venerable de misticismo y de religión
    experiencial: todos estaban dentro del imperio del Islam.



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    Mensaje por Maria Lua Sáb 28 Dic 2024, 17:27

    ***

    A estos centros viajaron los místicos árabes, antiguamente
    conocidos como “Los Cercanos” (muqarribun), quienes
    creían que esencialmente existía una unidad entre las
    enseñanzas internas de las religiones. Al igual que Juan el
    Bautista, se vestían con túnicas de lana de camello, y puede
    que hayan sido llamados Sufis (Gente de Lana), aunque no
    solo por esta razón. Como resultado de tales contactos con
    los Hanifs,
    9 cada uno de los antiguos centros de enseñanza
    secreta se convirtió en un baluarte Sufi. Se había cerrado
    la brecha entre las tradiciones y prácticas secretas de los
    cristianos, zoroástricos, hebreos, hindúes, budistas y el resto.
    Este proceso, la confluencia de esencias, nunca había sido
    comprendido como una realidad por los no-Sufis, porque a
    tales observadores les resulta imposible darse cuenta de que el
    Sufi ve y contacta la corriente Súfica en cualquier cultura, así
    como una abeja liba de muchas flores sin convertirse en flor.
    Incluso el uso Súfico de una terminología de “confluencias”
    para denotar esta función no ha penetrado muy profundo.10
    El misticismo Sufi difiere categóricamente de otros cultos
    que afirman ser místicos. Para el Sufi la religión formal es
    una mera cáscara, aunque genuina, que cumple una función.
    Cuando la conciencia humana ha penetrado más allá de
    dicho marco social, el Sufi comprende el significado real de
    la religión. Los místicos de otras ideologías no piensan así en
    absoluto. Puede que trasciendan las formas religiosas, pero
    no hacen hincapié en el hecho de que la religión externa es
    solo el preludio de experiencias especiales. La mayoría de los
    extáticos permanecen apegados a una simbolización eufórica
    de algún concepto derivado de su propia religión. El Sufi
    utiliza la religión y la psicología para ir más allá de todo esto.
    Habiéndolo hecho, “vuelve al mundo” para guiar a otros en
    el camino.
    El profesor Nicholson destaca este enfoque de la religión
    desde un punto de vista objetivo, al traducir a Rumi del
    siguiente modo:11



    Si hay algún amante en el mundo, oh musulmanes,
    soy yo.
    Si hay algún creyente o eremita cristiano, soy yo.
    Los posos del vino, el copero, el trovador, el arpa y
    la música;
    el amado, la vela, la bebida y la alegría del ebrio:
    soy yo.
    Los setenta y dos credos y sectas en el mundo no
    existen realmente: juro por Dios que todo credo
    y toda secta: soy yo.
    Tierra y aire y agua y fuego, y también el cuerpo y
    el alma: soy yo.
    La verdad y la mentira, lo bueno y lo malo, lo
    sencillo y lo difícil desde principio a fin, el saber
    y el aprender y el ascetismo y la piedad y la fe:
    soy yo.
    El fuego infernal, pueden estar seguros, con sus
    limbos flamígeros; sí, y el Paraíso y el Edén y las
    huríes: soy yo.
    Esta tierra y el cielo con todo lo que contienen,
    ángeles, peris, genios y humanidad: soy yo.



    Rumi se abrió camino entre las limitaciones de la conciencia
    ordinaria. Ahora es capaz de ver las cosas como realmente
    son, de comprender la afinidad y la unidad de conceptos
    aparentemente distintos, de percibir el rol del hombre y
    especialmente del Sufi. Esto es algo muchísimo más avanzado
    de lo que comúnmente se denomina misticismo.
    No siempre fue seguro proclamar, frente al gran número
    de entusiastas y victoriosos fanáticos musulmanes, como
    hicieron los Sufis, que la realización humana solo viene desde
    el interior y no simplemente por hacer ciertas cosas y no hacer
    algunas otras. Al mismo tiempo, la actitud Súfica para con
    el misticismo es que este debe ser despojado de su carácter
    completamente secreto si ha de convertirse en una fuerza que
    penetre a toda la humanidad.
    En su propia tradición, los Sufis se veían a sí mismos
    como herederos de una sola enseñanza (dividida en muchas
    facetas en otros lugares) que se la puede hacer servir como
    instrumento del perfeccionamiento humano. “Antes de que
    en el mundo hubiese jardín, viña o uva”, escribe alguien,
    “nuestra alma estaba ebria de vino inmortal.”
    El trabajo preliminar para la amplia difusión de pensamiento
    y acción Súficas fue preparado por los maestros del período
    clásico – el cual sucedió dentro de los primeros ochocientos
    años después de la aparición del Islam – entre el 700 y 1.500
    d.C. El Sufismo estaba basado en el amor, operado por medio
    de una dinámica de amor, y tuvo su manifestación a través de
    la vida humana común, la poesía y el trabajo.
    Dado que los Sufis reconocieron al Islam como una
    manifestación del surgimiento esencial de la enseñanza
    trascendental, no podía haber conflicto interno entre el Islam
    y el Sufismo. Se consideró que el Sufismo se correspondía
    con la realidad interna del Islam, así como con los aspectos
    equivalentes de cualquier otra religión o tradición genuina.
    El gran Sufi Khayyam, en su Rubaiyat, subraya esta
    experiencia interior, que no tiene conexión real con la versión
    teológica de lo que la gente considera, por defecto, que es la
    verdadera religión:


    En celda y claustro, en monasterio y sinagoga,
    uno yace
    aterrado del infierno; otro sueña con el paraíso.
    Pero nadie que conozca los secretos divinos
    ha sembrado su corazón con semejantes fantasías.



    La fase en la que entraba lo que ahora llamamos Sufismo
    era distinta en lo que respecta al clima y al ambiente pero
    LOS SUFIS
    37
    idéntica en lo que hace a la continuidad de la enseñanza.
    Los eclesiásticos rígidos – formalistas – acaso no lo hayan
    reconocido, pero eran relativamente insignificantes: “Quien
    sea capaz de ver toda la imagen puede tanto comprenderla
    como abastecerla.” El profesor E. G. Browne comenta:
    “Pero incluso los Sufis genuinos diferían considerablemente
    entre sí, ya que su sistema era esencialmente individualista
    y poco inclinado al proselitismo. El arif, gnóstico o adepto
    plenamente desarrollado, había pasado por varios grados
    y un largo trayecto de disciplina bajo distintos pirs,
    murshids o directores espirituales, antes de lograr la gnosis
    (irfan), la cual veía a todas las religiones existentes como
    tenues expresiones de aquella gran verdad subyacente con
    la que finalmente había logrado entrar en contacto; y no
    consideraba posible ni deseable impartir sus concepciones
    de esta Verdad a ningún otro excepto a aquellos pocos que,
    gracias a un adiestramiento similar, estaban preparados para
    recibirla.”12
    A veces es difícil para una persona de mentalidad
    convencional comprender cuán transcendental es realmente
    el alcance de la acción esencial Súfica. Dado que el Sufismo
    estaba destinado a existir tanto en el Islam como en cualquier
    otro lado, pudo ser enseñado fácilmente a través del Islam.
    Resulta instructivo notar que dos compendios legislativos
    y teológicos, obviamente esforzándose en presentar
    públicamente al Sufismo como religiosamente ortodoxo,
    fueron escritos por gigantes Sufis: el Taaruf de Kalabadhi de
    Bujara (fallecido en 995) y el primer tratado público persa,
    el Kashf de Hujwiri (fallecido en 1063). Ambos autores son
    de la jerarquía Sufi más alta, y sin embargo cada uno habla a
    menudo como si fuera un observador, no un iniciado, tal como
    frecuentemente lo hace Omar Khayyam ante el desconcierto
    de sus confiados comentaristas literarios. Estos autores
    están llenos de significados ocultos, nunca reproducidos
    en la traducciones; y fue precisamente de este modo que se
    desarrollaron muchas de las Órdenes del Sufismo medieval.
    Ellos continuaron con su trabajo, el cual era enteramente
    válido dentro del mundo islámico. Sin embargo, como
    observan algunos Sufis, “el Sufismo fue incluso enseñado
    durante algún tiempo exclusivamente por medio de signos.”
    Pero el producto final, el Hombre Completo, es el mismo
    en ambos casos. El simbolismo y la cadena de experiencia
    mediante los cuales el Islam y otros sistemas se reconcilian
    a través de la práctica Sufi, es un asunto aparte, otorgado
    únicamente a los practicantes y escondido en la máxima:
    “Quien prueba, sabe.”






    55
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    Mensaje por Maria Lua Dom 29 Dic 2024, 16:57

    ***
    Aunque sean dadas muchas explicaciones – por varias
    razones – respecto de la adopción de la palabra “Sufi”, hay
    una muy significativa que se les enseña a los que se unen
    a estos místicos: la palabra contiene, en forma cifrada, el
    concepto del Amor. También están encriptadas, esta vez por
    medio de un cifrado numérico convencional, las siguientes
    palabras que comunican un mensaje abreviado: arriba,
    trascendente, corregir, un legado, la suficiencia en o dentro
    de un tiempo razonable. El Sufismo es, entonces, una filosofía
    trascendental, la cual corrige, es transmitida desde el pasado
    y es apropiada para la comunidad actual.
    Toda religión es susceptible de evolución. Para el Sufi, la
    evolución del Sufi está dentro de sí mismo y también en su
    relación con la sociedad. El desarrollo de la comunidad y
    el destino de toda la creación – aun incluyendo la creación
    inanimada – están entretejidas con el destino del Sufi. Quizá
    tenga que apartarse de la sociedad por un tiempo – un
    instante, un mes o incluso más – pero en última instancia
    está interconectado con la totalidad eterna. Por lo tanto, la
    importancia del Sufi es inmensa y sus actos y apariencia ante
    otros parecerán variar según las necesidades tanto humanas
    como extrahumanas. Jalaluddin Rumi enfatiza la naturaleza
    evolutiva del esfuerzo humano, que es cierta en el individuo y
    también en el grupo: “Morí como materia inerte y me convertí
    en planta. Y como planta morí y me transformé en animal.
    Morí como animal y me convertí en hombre. Entonces, ¿por
    qué habría de temer la pérdida de mi condición ‘humana’?
    Moriré como hombre, para surgir en forma ‘angélica’.”
    (Mathnawi, III, Relato XVII).
    Dicha actitud explica de un modo Súfico algunas de las
    aparentes diferencias de conducta y actitud de los Sufis.
    Siguiendo el ritmo de las realidades de la comunidad, los
    Sufis del primer período Islámico destacaban la necesidad
    del renunciamiento y la disciplina: factores que estaban por
    demás ausentes en la expansiva y próspera sociedad que se
    estaba formando como consecuencia de los éxitos militares en
    el Cercano Oriente. Los historiadores comunes son incapaces
    de notar este hecho y por consiguiente analizan al Sufismo
    de forma histórica, creyendo poder divisar una evolución
    independiente dentro de las filas de los devotos. Por ejemplo,
    se dice que la santa Sufi Rabia (m. en 802) puso el énfasis en
    el Amor; que Nuri (m. en 907) recomendaba apartarse del
    mundo. Luego, se nos cuenta, apareció una nueva tendencia
    con una visión más comprometida de la vida: especulativa
    y filosófica. Y mucho más, una continuación de supuestas
    tendencias ajenas al culto.

    Este desarrollo es indudablemente un hecho, pero según
    los Sufis su explicación es muy diferente a su aspecto
    superficial. En primer lugar, los elementos del Sufismo siempre
    estuvieron allí en su totalidad dentro de la mente humana.
    Diferentes formas de la enseñanza fueron enfatizadas en
    distintas épocas: “Ningún hombre se la pasa todo el tiempo
    enfurecido.”
    Personas como Rabia fueron puestas como ejemplo de
    ciertos aspectos de la enseñanza. Los lectores – no iniciados –
    de los archivos, desprovistos del marco contextual necesario,
    han supuesto con naturalidad que tal o cual Sufi pasó toda
    su vida dedicado a la automortificación; que antes de, por
    ejemplo, Bayazid (m. en 875), no había similitud alguna
    con el vedantismo o el budismo, y así sucesivamente. Tal
    vez estas conclusiones eran inevitables dada la pobreza de
    materiales a disposición del estudiante común. Por otro lado,
    siempre ha habido muchos Sufis que estaban dispuestos
    a explicar este punto: para ellos, naturalmente, era bien
    conocido. Pero es inherente al pensamiento escolástico dar
    a lo escrito una validez mucho mayor que a lo meramente
    dicho o experimentado; y por ello es más que probable que
    los representantes vivos del Sufismo hayan sido raramente
    consultados por los académicos acerca de estos puntos.

    El reconocimiento del clima establecido por el Islam como
    uno propicio para la proyección de la sabiduría Sufi es fácil
    de rastrear. No obstante la proliferación de una clerecía no
    autorizada dentro del Islam, escrituristas de mentalidad
    estrecha aferrados a una interpretación dogmática de la
    religión, el Islam aportó mejores condiciones para propagar
    una doctrina interna que cualquiera de sus precursores en
    la misma área. A las minorías religiosas se les garantizó
    libertad de culto: inmunidad que se observó de manera
    escrupulosa durante el período en que los Sufis se estaban
    volviendo notoriamente más activos. El propio Islam era una
    cuestión de definición legal. ¿Qué era un creyente? Como
    mínimo, una persona capaz de repetir la frase La-illaha-illaAllah,
    Muhammad ar-Rasul-Allah – “Nada adorado mas
    la divinidad, el Alabado, el mensajero de los notables” –
    entendido generalmente como, “No hay más Dios que Alá, y
    Muhammad es Su Profeta.” Un no creyente era una persona
    que activamente negaba las palabras de este credo. Nadie
    podía mirar dentro del corazón: entonces la creencia no
    podía ser definida, solo inferida.

    Siempre que una persona pudiese afirmar que aceptaba
    dicha fórmula, quedaba a salvo de ser procesada por herejía.
    No se fijó dogma alguno respecto de la naturaleza de la
    divinidad y de su relación con el Profeta; y nada había en
    la frase que no pudiera ser suscrito por un Sufi. Acaso su
    interpretación sea más mística que la de los escolásticos, pero
    no existía poder alguno, no había por ejemplo una orden de
    sacerdotes que pudiese establecer finalmente la ascendencia
    de los clérigos. En última instancia, el Islam como comunidad
    estaba regulado por las interpretaciones de los doctores de
    la ley. Ellos no podían definir a Alá, quien estaba más allá
    de la definición humana, ni tampoco interpretar de manera
    precisa la función del Mensajero, una relación única entre
    la deidad y el hombre. En breve, los Sufis fueron capaces
    de manifestar libremente ideas como: “Soy un adorador de
    ídolos, pues entiendo qué significa adorar ídolos; pero el
    idólatra lo ignora.”
    El hundimiento del orden antiguo en el Cercano Oriente,
    según la tradición Sufi, reunió las “gotas de mercurio” que
    eran las escuelas esotéricas que funcionaban en los imperios
    egipcio, persa y bizantino, integrándolas en la “corriente de
    azogue” que era el Sufismo intrínseco y evolutivo.
    Los Sufis incluso establecieron el principio, con frecuencia
    aceptado por los tribunales islámicos, de que algunas
    manifestaciones aparentemente irreverentes proferidas en un
    estado de éxtasis místico no podían ser tomadas al pie de la
    letra con fines penales. “Si un arbusto puede decir: ‘Soy la
    Verdad’”, dijo un famoso Sufi, “también un hombre puede
    decirlo.”


    También existía la creencia arraigada entre la masa popular
    de que Muhammad había mantenido una relación especial
    con otros místicos, y de que los devotos y muy respetados
    “Buscadores de la Verdad”13 que durante su vida lo rodearon
    pudieron haber sido los receptores de una doctrina interior
    que impartía en privado. Recordemos que Muhammad no
    declaró ser portador de una religión nueva. Él continuaba
    la tradición monoteísta que, tal como había afirmado, venía
    operando mucho antes de su época. Inculcó el respeto para
    con los miembros de otras religiones y habló de la importancia
    de los maestros espirituales de muchos tipos. El Corán mismo
    fue revelado por métodos místicos y proporcionó numerosos
    indicios de pensamiento místico.


    58/59
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    https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf


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    siendo guardián en tu cielo
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    Mensaje por Maria Lua Lun 30 Dic 2024, 16:26

    ***

    En la esfera religiosa, el Corán sostiene la unidad de las
    religiones y el origen idéntico de cada una: “Toda nación tuvo
    su Alertador.” El Islam aceptó a Moisés, a Jesús y a otros como
    profetas inspirados. Además, el reconocimiento de la misión
    de Muhammad por parte de numerosos antiguos judíos,
    cristianos y magos (incluso sacerdotes), algunos de los cuales
    habían ido a Arabia durante la vida del Profeta en busca de
    un maestro, proporcionó una base más para la creencia en la
    continuidad de una enseñanza antigua, ilocalizable, de la cual
    las anteriores religiones altamente organizadas podrían ser
    meras elaboraciones o popularizaciones.
    Es por esto que, en la tradición Sufi, la “Cadena de
    Transmisión” de las escuelas Sufis acaso se remonte hasta el
    Profeta por una línea, y hasta Elías por la otra. Uno de los
    maestros Sufis más respetados del siglo VII – Uways, que murió
    en 657 – no conoció personalmente a Muhammad a pesar de
    haber vivido en Arabia contemporáneamente y sobrevivirlo.
    Otra vez, está registrado de forma autoritativa que el nombre
    “Sufi” estaba ya en uso antes de que Muhammad declarase
    su misión profética.14 Es esencial captar esta sensación de
    continuidad de la enseñanza interior y también la creencia
    en la evolución de la sociedad, si ha de comprenderse en
    cualquier medida a los Sufis
    Pero quizá la mayor contribución del Islam en la propagación
    del pensamiento Súfico haya sido su carencia de exclusivismo
    y su aceptación de la teoría de que la civilización es evolutiva
    e incluso orgánica. El Islam, al contrario que cualquiera de sus
    predecesores, insistió en que la verdad estuviese al alcance de
    todos los pueblos en momentos específicos de su desarrollo;
    y que el Islam, lejos de ser una religión nueva, era ni más
    ni menos que el último eslabón en la cadena de las grandes
    religiones dirigidas a los pueblos del mundo. Al declarar que
    no habría profeta después de Muhammad, el Islam reflejó, en
    su sentido sociológico, la consciencia humana de que la era del
    surgimiento de nuevos sistemas teocráticos había terminado.
    Los acontecimientos de los siguientes mil quinientos años
    han demostrado que esto es completamente cierto. Dado
    el desarrollo de la sociedad tal como la conocemos hoy, es
    inconcebible que nuevos maestros religiosos del calibre de los
    fundadores de religiones del mundo puedan alcanzar algún
    tipo de prominencia comparable a la de Zoroastro, Buda,
    Moisés, Jesús o Muhammad.

    Luego del desarrollo pleno de la civilización islámica en
    la Edad Media, los contactos entre las corrientes moradoras
    de lo ultramundano de los distintos pueblos adquirieron una
    mayor cercanía que durante los días legendarios en los que el
    misticismo práctico estaba confinado a grupos relativamente
    pequeños y muy reservados. Ahí el Sufismo empezó a
    propagarse de diversas maneras. Los maestros especializados
    en la concentración y en la contemplación contrarrestaron
    la fuerte tendencia hacia el materialismo, estableciendo
    un equilibrio entre este y el ascetismo. El gran Sufi Hasan
    de Basora (m. 728) advirtió que el ascetismo puede ser
    masoquista, y su uso se debe a una falta de fortaleza. Todo
    Sufi tenía que pasar por un período de entrenamiento – largo
    o corto según su capacidad – antes de que se le considerara
    lo suficientemente equilibrado para estar “en el mundo sin
    ser del mundo”. Adaptando sus enseñanzas a las necesidades
    de la sociedad, los poetas y cantores Sufis crearon obras
    maestras que pasarían a formar parte de la herencia clásica
    de Oriente. En círculos donde predominaban la diversión y la
    frivolidad, las técnicas Sufis se adaptaron a la música y al baile,
    a la enseñanza mediante fábulas románticas maravillosas y
    especialmente al humorismo. La concentración sobre el tema
    del amor y la separación del ser humano de su meta fueron
    tempranamente introducidas en las esferas militares, donde la
    caballerosidad y el tema de la búsqueda de la amada y de una
    plenitud suprema produjeron más literatura y dieron origen
    a la formación de las órdenes de caballería, posteriormente
    significativas tanto en Oriente como en Occidente.




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    Mensaje por Maria Lua Lun 30 Dic 2024, 16:30

    ***

    EL TRASFONDO




    II: El elefante en la oscuridad




    Un hombre que jamás ha visto el agua es
    arrojado a ella con los ojos vendados, y la
    siente. Cuando se quita la venda, él sabe qué
    es. Hasta entonces apenas la conocía por su
    efecto.
    (Rumi, Fihi Ma Fihi)


    Con la expansión de las ciencias y las artes durante el
    período sarraceno medieval, el genio Sufi se reafirmó a sí
    mismo cuando los Sufis se hicieron médicos y científicos, y
    dejaron en sus edificios y arte decorativo (algunos de los cuales
    hoy en día son denominados arabescos) símbolos que fueron
    diseñados para conservar en forma visible ciertas verdades
    eternas que para los Sufis representan al alma humana en
    su búsqueda de, y su progreso hacia, la armonía final y la
    integración con la creación toda.1

    1 Es desconcertante para algunos científicos del siglo XX saber que, casi
    mil años antes de Einstein, el derviche Hujwiri discutía en literatura
    técnica la identidad del tiempo y el espacio en la experiencia Sufi aplicada.
    (Revelación de lo velado, “Recapitulación de sus milagros.”)

    Los resultados del sistema intensamente práctico de los
    Sufis – aunque a menudo oscuros para los ajenos al Sufismo
    por ignorancia del verdadero significado del sistema – han de
    ser encontrados en las ideas, el arte y los fenómenos mágicoocultistas, tanto de Oriente como de Occidente. Acercándonos
    más a la experiencia Sufi, tendremos un atisbo de los métodos
    de pensamiento y las ideas básicas de estos místicos. Podríamos
    empezar con un poema, un chiste o un símbolo.


    Los caminos hacia el pensamiento Súfico son, según la
    afirmación tradicional, casi tantos como el número de Sufis
    existentes en la actualidad. La religión, por ejemplo, no puede
    ser aceptada o rechazada porque sí hasta que el estudiante
    sepa exactamente qué significa religión. La unidad esencial de
    todas las creencias religiosas no ha sido acordada en el mundo,
    dicen los Sufis, porque la mayoría de los creyentes no son en
    absoluto conscientes de qué es esencialmente la religión. Y no
    tiene por qué ser lo que generalmente se supone que es.
    Para el Sufi, el religionista y el mofador son como un
    creyente en la planitud de la tierra discutiendo con alguien
    que sostiene que su forma es cilíndrica: ninguno de los dos
    posee una verdadera experiencia de ello.
    Esto resalta una diferencia fundamental entre el método de
    los Sufis y el de otros sistemas metafísicos. Muy a menudo se
    da por sentado que una persona debe ser o bien una creyente
    o una incrédula, o acaso agnóstica. Si es un creyente, esperará
    a que se le ofrezca una fe o un sistema que a él le parezca
    que cubre lo que cree que son sus necesidades. Poca gente
    le dirá que quizá no entiende cuáles son en realidad dichas
    necesidades.
    El mundo de los Sufis tiene dimensiones extra: para ellos,
    las cosas son significativas en un sentido distinto al de la
    gente que solo sigue el entrenamiento que le es impuesto por
    la sociedad ordinaria.

    Tales personas “miran de reojo”. “Un hombre hambriento,
    cuando se le pregunte cuánto es dos más dos, dirá: ‘Cuatro (o
    incluso ocho) hogazas de pan.’”
    Según la enseñanza Sufi, no es posible entender la vida
    en su totalidad si se la estudia solamente según los métodos
    utilizados en nuestra existencia cotidiana. En parte esto es
    así porque, si bien la pregunta: ¿Qué significa todo esto?
    puede ser formulada mediante una secuencia de palabras
    nominalmente razonable, la respuesta no ha de ser expresada
    de modo parecido: ella viene a través de la experiencia y
    de la iluminación. Un instrumento que puede analizar una
    cosa pequeña no servirá igualmente para una cosa grande.
    “Practica tu conocimiento, pues el conocimiento sin práctica
    es como un cuerpo sin vida” (Abu Hanifa).


    Acaso un científico te diga que espacio y tiempo son la
    misma cosa, o que la materia no es en absoluto sólida. Puede
    que sea capaz de demostrártelo con sus propios métodos. Esto,
    sin embargo, tendrá un efecto pequeño en tu comprensión y
    nulo sobre tu experiencia, en lo que a todo ello respecta. Toda
    materia es infinitamente divisible, afirmaremos. Pero para
    casi todos los efectos prácticos existe un límite al número de
    divisiones que se pueden efectuar en un trozo de chocolate, si
    es que pretendes utilizarlo como se suele utilizar el chocolate.
    Por un lado estás viendo un pedazo de chocolate, por el otro,
    un objeto que quieres dividir en el máximo de partes posibles.
    La mente humana tiende a generalizar partiendo de una
    evidencia parcial. Los Sufis creen que pueden experimentar
    algo más completo.
    Un relato tradicional Sufi ilumina uno de los aspectos de
    esta cuestión, y muestra las dificultades que acosan incluso
    a los investigadores cuando abordan a los Sufis con ánimo
    de comprenderlos mediante el uso de métodos de estudio
    limitados:

    Un elefante que pertenecía a una exposición itinerante
    había quedado alojado en un establo cerca de un pueblo donde
    jamás se había visto a un elefante. Cuatro vecinos curiosos,
    escuchando acerca de la maravilla escondida, fueron a ver
    si podían ver algo de antemano. Cuando llegaron al establo
    descubrieron que no había luz. Por ende la investigación tuvo
    que ser llevada a cabo en la oscuridad.
    Uno de ellos, al palparle la trompa, creyó que el animal
    debía de ser parecido a una manguera. El segundo tocó una
    oreja y llegó a la conclusión de que era un abanico. El tercero,
    sintiendo una pata, apenas pudo compararlo con una columna
    viviente. Y cuando el cuarto puso su mano sobre el lomo
    estuvo convencido de que era una especie de trono. Ninguno
    pudo formar la imagen completa; y de las partes que cada uno
    tocó, solo pudieron expresarlas mediante referencias a cosas
    que ya conocían. El resultado de la expedición fue confusión.
    Cada uno de ellos estaba seguro de tener razón: ninguno de
    los pueblerinos pudo entender lo que había pasado ni lo que
    habían experimentado los investigadores.


    La persona común, queriéndose informar acerca del
    pensamiento Sufi, por lo general se dirigirá a los libros
    de consulta. Puede que busque la palabra “Sufi” en una
    enciclopedia o tenga que recurrir a libros escritos por eruditos
    de distintas clases, expertos en religión y misticismo.
    Si así lo hace, encontrará un ejemplo por demás admirable
    de la mentalidad del “elefante en la oscuridad”.
    Si así lo hace, encontrará un ejemplo por demás admirable
    de la mentalidad del “elefante en la oscuridad”.
    Según un erudito persa, el Sufismo es una aberración
    cristiana. Un profesor de Oxford piensa que está influido
    por el Vedanta hindú. Un profesor árabe-americano habla de
    él como una reacción contra el intelectualismo en el Islam.
    Un profesor de literatura semítica reivindica huellas del
    chamanismo de Asia Central. Un alemán nos hará encontrar
    en él al cristianismo más el budismo. Dos grandes orientalistas
    ingleses se inclinan por una influencia neoplatónica, aunque
    uno de ellos haga la concesión de que tal vez se generó de
    un modo independiente. Un árabe, publicando sus opiniones
    por medio de una Universidad americana, le asegura a sus
    lectores que el neoplatonismo (que invoca como ingrediente
    Súfico) es griego además de persa. Uno de los más grandes
    arabistas hispánicos, mientras afirma una iniciación de
    monacato cristiano, respalda la idea del maniqueísmo como
    una fuente Sufi. Otro académico de no menor reputación
    encuentra gnosticismo entre los Sufis, mientras el profesor
    inglés que tradujo un libro Sufístico prefiere definirlo como
    “una pequeña secta persa”. Pero otro traductor encuentra la
    tradición mística de los Sufis en “el propio Corán”. “Si bien
    las numerosas definiciones acerca del Sufismo que figuran en
    los libros árabes y persas sobre el tema son interesantes bajo
    un punto de vista historiográfico, su importancia primordial
    reside en mostrar que el Sufismo es indefinible.”2







    66
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    Mensaje por Maria Lua Mar 31 Dic 2024, 16:15

    ***



    Una opinión pakistaní acerca de Rumi (1207-1273)
    lo considera el heredero de virtualmente todas las
    grandes corrientes del pensamiento antiguo tal como son
    representadas en el Cercano Oriente. Para aquellos que han
    estado en contacto verdadero con Sufis y que han asistido a
    sus reuniones, no son necesarios ni el ajuste mental ni la fuerza
    de voluntad para considerar al Sufismo como portador de las
    miríadas de hilos que componen los sistemas no Súficos como
    el gnosticismo, el neoplatonismo, el aristotelismo, etc. “Olas
    innumerables, rompiendo y momentáneamente reflejando
    el sol: todas del mismo mar”, dice el maestro Halki. Por
    otro lado, la mente que ha sido entrenada para creer en la
    peculiaridad o el monopolio de las ideas de ciertas escuelas,
    no podrá meter fácilmente esta comprensión sintetizadora en
    la contemplación del Sufismo.

    El doctor Khalifa Abdu-Hakim muestra que es capaz
    de mencionar todas las escuelas filosóficas cuyas ideas son
    compartidas con Rumi, sin sentirse forzado a considerar una
    como derivada de la otra. Dice: “Su Mathnawi es un cristal
    de múltiples facetas. En él vemos reflejadas las luces rotas
    del monoteísmo semítico, el intelectualismo griego, la teoría
    platónica de las ideas y la teoría aristotélica de la causalidad
    y la evolución; el Uno de Plotino y el éxtasis que nos une
    al Uno; las controversiales preguntas de los mutakallimun
    (escolásticos); los problemas Erkenntnistheoretisch de Ibn
    Sina y al-Farabi, la teoría de la Conciencia Profética de
    Ghazali y el monismo de Ibn el-Arabi.”
    Lo cual no implica que, si aún mi posición no es bien
    clara, Rumi haya confeccionado un sistema de misticismo
    utilizando los ingredientes que menciono arriba. “A las peras
    no se las encuentra solo en Samarcanda.”
    Hay mucha literatura en el mundo acerca del Sufismo: un
    gran número de textos Sufis han sido traducidos por eruditos
    occidentales. Pocos, quizá ninguno, tuvieron la ventaja de
    experimentar el Sufismo o conocer su tradicional sabiduría
    oral o al menos el orden en que se estudian sus distintas
    materias. Esto no quiere decir que sus labores no hayan sido
    muy valiosos; han sido por demás útiles para el orientalista,
    pero acaso tiendan a ser incoherentes. Como el legendario
    escriba que tenía él mismo que llevar sus cartas y leerlas
    debido a su ilegibilidad, la mayoría de estos trabajos precisan
    el comentario de un Sufi.
    El efecto de las traducciones y los libros discursivos sobre el
    Sufismo en el estudiante no iniciado deben de ser notables, y
    desde luego serán olvidados fácilmente. El método de abordar
    la cuestión de las traducciones tiene su encanto. Dejando a un
    lado el asunto de las diferencias entre traductores en lo que
    respecta a la precisión y significado (lo cual ha causado mucha
    insidia entre ellos aunque esto sea irrelevante), descubrimos
    que el material literario que se le ofrece al lector cautivo en
    forma traducida acaso pase por aventuras extrañas.
    A veces hacen intentos de reproducir en el idioma propio
    la cadencia o la rima de la poesía de Oriente, porque el
    traductor siente que este recurso ayuda a transmitir el sentido
    del original; pero otros traductores sostienen una opinión
    completamente opuesta y evitan toda tentativa de reproducir
    la métrica pues afirman que es imposible de lograr o que es
    un objetivo indeseable. Además, ciertos textos son traducidos
    con la ayuda de comentarios no Sufis, generalmente
    musulmanes o incluso de la teología formal cristiana. Luego
    hay traducciones parciales, presentadas selectivamente, que
    han sufrido supresiones que el traductor se arroga el derecho
    de hacer. Cuanto menos conoce las prácticas de los Sufis,
    más osadas parecen ser estas mutilaciones. Sin embargo, los
    escritos Sufis nunca son materiales únicamente literarios,
    filosóficos o técnicos.

    Existe una traducción inglesa de un libro persa, pero no
    del persa sino de una traducción francesa de una versión
    al urdu de una síntesis clásica persa de un original árabe.
    Hay versiones modernas de clásicos persas que a veces son
    editadas para quitar referencias ofensivas para las creencias
    religiosas iraníes actuales. Agrega a estos las obras de
    escritores no académicos y divulgadores, tanto cristianos
    (misioneros) como hindúes, neo-hindúes occidentales y
    neoSufis occidentales. Presentar el Sufismo a un lector común en
    un idioma occidental remarca facetas literarias sin paragón
    en ningún ámbito
    Este proceso caleidoscópico tiene sus propios especiales
    encantos incidentales. Esta tendencia deformante, el
    encontrar un término que parece imposible, a menos que
    sea “policotomía” (así como la dicotomía), había de hecho
    alcanzado un grado divertido hace mil años. Esto fue cuando
    el sabio judío Avicebrón de Málaga (c. 1020-c. 1050 o 1070)
    escribió la Fuente de la Vida, un libro basado en la filosofía
    iluminista Sufi. Dado que escribía en árabe, muchos cristianos
    autoritativos de la escuela del norte de Europa, entonces
    absorbiendo la enseñanza “árabe”, creyeron que era un árabe.
    Al menos algunos consideraron que era cristiano “versado
    en la doctrina”, y así lo manifestaron. Los franciscanos
    aceptaron sus enseñanzas y las transmitieron con entusiasmo
    a la corriente del pensamiento cristiano, habiéndolas extraído
    de una traducción latina hecha aproximadamente un siglo
    después de la muerte de Avicebrón.

    Una señora de prestigio académico que ha escrito con
    autoridad sobre el misticismo del Medio Oriente, ha sentido
    más que una parte del elefante: porque en el mismo libro
    ella dice que el Sufismo “puede haber sido efectuado (sic)
    por ideas budistas”, y que los primeros Sufis “pudieron
    haber tenido muy poco contacto con la literatura helénica
    de cualquier tipo”, y sin embargo sus ideas se derivan
    de fuentes helénicas. Luego termina su estudio de la vía
    Súfica manifestando que “Su origen y fuente real han de
    ser encontradas en el eterno anhelo del alma humana por
    encontrar a Dios.”

    La actividad Sufi ha ejercido una influencia considerable
    en el Occidente cristiano, hasta tal punto que podríamos
    fácilmente presentar argumentos a favor de la aseveración Sufi
    de que la verdad objetiva contiene dentro de sí una dinámica
    que difícilmente puede ser contradicha. Sin embargo, esta
    fuerza vital depende de una correcta armonización del receptor
    humano para su correcta expresión. Si esta preparación está
    ausente, la corriente Súfica está expuesta a tomar un giro
    peculiar. El manejo electivo o fragmentario de la corriente
    Sufi es especialmente susceptible a esta deformación. Una
    excelente ilustración de ello sería el destino en Europa del
    trabajo de Ghazali.


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    siendo guardián en tu cielo
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    Mensaje por Maria Lua Mar 31 Dic 2024, 16:19

    ***
    Ghazali (1058-1111), del Asia Central, escribió un
    libro llamado Destrucción de los filósofos, que fue pronto
    traducido de manera parcial y utilizado por los apologistas
    católicos contra las escuelas tanto musulmanas como
    cristianas. Sin embargo, la porción que pasó a manos de
    Occidente fue apenas aquella parte que estaba dedicada a
    una exposición preparatoria de la filosofía. Las obras Sufis de
    Ghazali tienen que ser leídas como un todo, y sus opiniones
    acerca del valor de los ejercicios Súficos han de ser seguidas
    si se lo ha de comprender correctamente. No obstante, este
    libro fue contestado por otro árabe, Ibn Rushd de Córdoba
    (1126-1198). Bajo el nombre de Averroes, él también fue
    traducido. No logró en absoluto refutar a Ghazali con sus
    métodos escolásticos, aunque él creyó que sí lo había hecho.
    Pero el averroísmo dominó el pensamiento escolástico
    occidental y cristiano por al menos cuatrocientos años: desde
    el siglo XII hasta finales del XVI. Tomados conjuntamente,
    los fragmentos de Ghazali y el aristotelismo de Averroes
    constituyen una doble corriente Súfica (acción y reacción)
    que nutrió a una Cristiandad completamente ignorante, por
    lo que a los escolásticos respecta, de la causa iniciadora tanto
    del ghazalismo como del averroísmo.
    “Es necesario notar”, dice Rumi, “que cosas antagónicas
    trabajan juntas aunque sean nominalmente opuestas.” (Fihi
    Ma Fihi).
    La consciencia fundamental Sufi de que el Sufismo es
    tanto una enseñanza como también parte de una evolución
    orgánica, es raramente compartida por quienes pretenden
    realizar un estudio de dicho sistema. En consecuencia, casi
    no existe la posibilidad de que el ajeno al Sufismo sea capaz
    de formar unas conclusiones acertadas. Apoyándose apenas
    en sus facultades discursivas, queda incapacitado antes de
    empezar. En su Mathnawi, Rumi alude tanto al externalista
    de hoy como al de ayer cuando dice:

    Danad o ki nekbakht wa muharam ast: Ziraki az
    Iblis wa ishq Adam ast.

    Lo que viene a significar:

    Quien afortunadamente está iluminado (el Sufi)
    sabe que la sofistería procede del diablo y el amor,
    de Adán.

    Si los Sufis confunden al erudito con sus aparentes
    incongruencias y a veces hacen que cubra sus conclusiones
    con demasiados calificativos para que sean de gran valor,
    pueden despertar la santa ira del teólogo. El amor, un
    principio activo del desarrollo y la experiencia Súfica, al
    mismo tiempo el mecanismo y la meta, no puede ser aceptado
    como genuino. El reverendo profesor W. R. Inge, en Christian
    Mysticism, se apresura en lanzarse contra lo que considera
    que es el objetivo: “Los Sufis, o místicos mahometanos,
    utilizan muy libremente el lenguaje erótico y parece, como
    verdaderos asiáticos, que han intentado dotar de un carácter
    simbólico o sacramental a la satisfacción de sus pasiones.”

    Este clásico ejemplo evoca las visiones de ciertos eruditos
    occidentales que han abrazado al Sufismo, revelándolos
    como asiáticos imitativos adictos al lenguaje erótico (en
    secreto, ya que no lo publican) con el que disimulan el
    deleite en las pasiones. Ellos, en cambio, acaso sean capaces
    de consolarse a sí mismos con la opinión de un profesor de
    Cambridge quien ve al Sufismo, más respetablemente, como
    “la evolución de la religión primordial de la raza aria”. Y
    si de hecho el simbolismo Sufi no es tal sino que representa
    experiencias vividas realmente, entonces quizá descubramos
    que los Sufis son más versátiles incluso de lo que creen sus
    más fervientes partidarios. El literalista Sufi sería capaz de
    tragarse cien océanos, de adorar ídolos sin reverenciarlos,
    de viajar a China en estado de embriaguez – estando en el
    mundo pero al mismo tiempo no siendo de él –, por no hablar
    de los cientos de soles y de lunas que posee.
    Los partidarios de una interpretación literal de las
    expresiones místicas, por supuesto, encontrarán una adecuada
    contestación en las palabras de una especialista como Evelyn
    Underhill:

    “El símbolo – la vestimenta que lo espiritual toma prestada
    del plano material – es una forma de expresión artística. Es
    decir: no es literal sino sugestiva, aunque el artista que la
    usó acaso pierda a veces de vista tal distinción. Por ende
    las personas que imaginan que el “matrimonio espiritual”
    de santa Catalina o de santa Teresa oculta una sexualidad
    pervertida, que la visión de un Sagrado Corazón entrañó una
    increíble experiencia anatómica o que la embriaguez divina
    de los Sufis es la apoteosis de la borrachera, no hagan sino
    anunciar su ignorancia del mecanismo de las artes; al igual
    que la señora que creía que Blake debía estar loco porque
    dijo haber tocado el cielo con su dedo.”3

    Debemos admitir que para el erudito es más fácil abordar
    y describir un aspecto del Elefante en la oscuridad que
    formarse una opinión coherente y externa del Sufismo.
    Muchos eruditos sufren de incapacidad psicológica para
    tratar con este tema. “Aparte de la incapacidad misma”, dice
    Ghazali, “hay otros obstáculos que impiden la consecución de
    la verdad interna. Uno de ellos es el conocimiento adquirido
    por medios externos.” (Alquimia de la felicidad).

    Amén de ese muro infranqueable que es la experiencia Sufi,
    está el problema de la personalidad Sufi. Bastaría un sondeo
    ordinario de los escritos y las trayectorias Súficas para
    dejar estupefacto al investigador menos doctrinario. Entre
    los Sufis hubo antiguos sacerdotes zoroástricos, cristianos,
    hindúes, budistas y de otras confesiones, así como persas,
    griegos y árabes, egipcios, españoles e ingleses. En las filas
    de los maestros teólogos Sufis figuran un arrepentido capitán
    de banditti, esclavos, soldados, mercaderes, visires, reyes y
    artistas. Solo dos son bien conocidos para el lector occidental
    contemporáneo: el poeta y matemático Omar Khayyam de
    Persia, y el príncipe Abu ben-Adam de Afganistán, personaje
    de un poema de Leigh Hunt: “Abu ben-Adam, que su tribu
    aumente…”
    Entre aquellos que fueron influidos por el Sufismo podemos
    mencionar al azar a Ramón Llull, Goethe, De Gaulle y Dag
    Hammarskjöld de la ONU.
    Muchas veces escribiendo bajo amenaza de persecución
    inquisitorial, los Sufis han preparado libros en los que
    reconcilian sus prácticas con la ortodoxia y defienden el
    uso de metáforas imaginativas. Con el fin de oscurecer los
    significados de factores ritualistas, o debido al necesario
    propósito de parecer meros compiladores de antologías
    Sufis, nos han legado manuscritos de los cuales la esencia
    Súfica ha de ser destilada solamente por aquellos que poseen
    las herramientas necesarias. Adaptando sus trabajos a
    lugares, épocas y temperamentos diferentes, han resaltado
    sucesivamente los roles del ascetismo, la piedad, la música y el
    movimiento, la soledad y el gregarismo. Los únicos manuales
    Sufis que están disponibles fuera de sus círculos son los de
    carácter respetablemente religioso.
    El hecho de que una persona sea completamente ignorante
    de la coherencia detrás de la enseñanza Sufi y sin embargo
    aprecie el trabajo de sus grandes poetas ha sido demostrado
    una y otra vez por los traductores. Gertrude Bell, una
    infatigable estudiante y traductora al inglés del gran Hafiz,
    fue alabada por el orientalista sir Denison Ross debido
    a su erudición y juicio. Sin embargo ella es la primera en
    admitir que “Resulta difícil determinar los motivos por los
    cuales (Hafiz) es apreciado en Oriente, y acaso sea imposible
    entender qué opinan sus compatriotas de su enseñanza.”4







    74
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    Mensaje por Maria Lua Miér 01 Ene 2025, 19:16

    ***

    Esto hace todavía más interesante su tanteo a ciegas
    cuando trata de formarse una opinión sobre qué pretende
    realmente hacer Hafiz: “Entonces, según nuestro punto de
    vista, la suma de su filosofía parece ser que hay muy poco de
    lo cual podemos estar seguros; que los deseos humanos deben
    ser siempre modestos; que cada uno de nosotros emprenderá
    su búsqueda a lo largo de un camino diferente, y a nadie su
    camino le resultará fácil; pero quizá, si es sabio, descubra
    que al borde del camino sus esfuerzos serán compensados.”5
    Ella no ve la actividad Sufi como un proceso – tal como la
    ven los Sufis – pero no pudo dejar de vislumbrar el extraño
    y completo carácter Súfico de Hafiz al referirse a, y ver, un
    panorama del pensamiento humano en lo que para nosotros
    es el presente, y que para él era por supuesto el futuro
    distante:


    Es como si su ojo mental, dotado de una prodigiosa
    agudeza de visión, hubiera penetrado en aquellas
    provincias del pensamiento que nosotros estábamos
    destinados a habitar en una época ulterior.6


    La presciencia de Hafiz era demasiado evidente para ser
    ignorada, pero también era sorprendente. Ella no pudo llegar
    a conclusión alguna sobre dicho aspecto.
    Volviendo a nuestro elefante, los eruditos son felizmente
    mucho menos doctrinarios que los eclesiásticos. Para los
    Sufis, ambos se parecen a los visitantes de la casa del elefante.
    ¿Es posible que efectivamente todos hayan visto una parte
    de las partes? Los Sufis dicen: “Esto no es una religión, es la
    religión”; y: “El Sufismo es la esencia de todas las religiones.”
    ¿Hay, pues, entre los Sufis y otros una tradición de una
    doctrina secreta transmitida por iniciación y conservada
    por una cadena de sucesión, lo que explicaría por qué el
    observador externo cree detectar, según sus prejuicios, casi
    todas las formas de religión en los escritos de los Sufis?
    Para determinar esto tendremos que referirnos a las
    opiniones de los Sufis sobre este punto, que por lo general
    han sido menospreciadas por los estudiantes no Sufis; y
    también seguir las tradiciones de otras escuelas, así como la
    transmisión en la Edad Media y otras épocas de la creencia
    en una enseñanza interior más allá de la religión formalizada.
    La búsqueda no es en absoluto aburrida.

    “Antiguamente”, según el Sheikh Abu el-Hasan Fushanji,
    “ser un Sufi era una realidad sin nombre. Hoy es un nombre
    sin una realidad.” Generalmente se considera que esta
    declaración, tomada al pie de la letra, significa que abundaban
    las personas que se llamaban a sí mismas Sufis, mientras que
    la verdadera búsqueda Sufi no era comprendida. Y aunque
    esto también sea acaso una interpretación del dicho, está aquí
    para aclarar un punto totalmente distinto.
    El afán de rastrear un fenómeno histórico hacia comienzos
    definitivos, tan notoria en el estado actual de aprendizaje, está
    indudablemente atado a la necesidad de la mente ordinaria
    de que todas la cosas tengan un principio y, si es posible,
    un fin. Casi todo lo que el hombre conoce a través de sus
    sentidos tiene para él un comienzo y un final. El saber lo que
    una cosa es da una impresión de estabilidad, una sensación
    de seguridad. La etiqueta ha sido pegada sobre el libro, ahora
    se lo puede colocar en el estante: de la A a la Z de algo.
    Hay varios métodos, más o menos aceptados, de establecer
    principios y finales o de crear reemplazos para ellos. Puede
    que sean creados por una confección de mitos y leyendas, que
    con frecuencia tratan acerca de cómo empezaron las cosas
    y cómo terminarán. Otra forma es aquella del emperador
    chino, quien decretó que la historia comenzaría con él y que
    todos los libros anteriores debían ser destruidos. Una tercera
    técnica es suponer que un cierto hecho, localizado en el
    tiempo y quizá en el espacio, representa un comienzo. Esta
    fue generalmente la manera religiosa, y es muy marcada en el
    cristianismo familiar cuyo dogma oficial depende de ella, no
    obstante san Agustín.

    La creencia de que un único evento religioso originó
    un cambio radical en el destino humano liberó en el seno
    del cristianismo un enorme caudal de energía, pero hubo
    al menos dos factores que limitaron seriamente ese efecto.
    El primero fue el tiempo, que en el evento mostró que
    había un límite a la expansión natural e incluso artificial
    del cristianismo de iglesia, y un límite a su dinámica dentro
    de su propio dominio. El otro era un problema escolástico.
    Dado que se sostenía que las enseñanzas de Jesús eran únicas
    (aunque quizá “prefiguradas y predichas en las profecías”),
    era difícil lograr una perspectiva espiritual que no se viera
    condicionada por esta creencia. La religión, el misticismo,
    la espiritualidad, ya no podían ser fácilmente consideradas
    como un desarrollo natural o una posesión común de la
    humanidad. Según los Sufis, el mejor contrapeso para el
    poder de la Cristiandad formalizada era la experiencia
    continua de la tradición real, de la que aquella es una
    distorsión.














    77

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    Mensaje por Maria Lua Jue 02 Ene 2025, 18:13

    ***

    Ya incluso antes del siglo X, cuando el Islam poseía la
    cultura más sólida y ejercía la más poderosa expansión
    civilizadora en el mundo conocido, la teoría de una
    doctrina secreta, una enseñanza que había sido apreciada
    desde los tiempos más pretéritos, se había abierto camino
    desde su centro de gravedad hacia el Occidente. La
    primera y más poderosa escuela Sufi clásica en Europa fue
    fundada en España hace más de mil años.7 La tradición
    no fue, como podría creerse, inventada en Occidente para
    justificar la ascendencia de los países árabes. Encajaba
    lo suficientemente bien con, e incluso fue casualmente
    alentada por, el Islam que, como ya hemos notado,
    considera también a la religión como un proceso continuo
    representado en cada comunidad. Existía en el Lejano
    Oriente, y despertaría una respuesta en los corazones de
    aquellos que aún conservaban recuerdos de enseñanzas
    espirituales anteriores. La teoría teosófica era la que en
    parte explicaba las diferentes manifestaciones religiosas
    entre comunidades que, según las religiones doctrinarias
    de otro tipo, no deberían existir en absoluto.

    Esta sensación de unidad de la religión interna, experiencial
    o simbólica, indudablemente operaba en los días en que los
    pueblos del mundo antiguo comparaban a sus dioses entre
    sí: Mercurio con Hermes y Hermes con Thot, son ejemplos.
    Y es esta teoría teosófica la que los Sufis consideran que es
    su propia tradición, aunque no limitada al dominio religioso.
    Así, dicen los Sufis:
    Estoy en lo pagano; adoro ante el altar del judío; soy
    el ídolo del yemenita, el templo real del adorador
    del fuego; soy el sacerdote del mago, la realidad
    7 Hubo Sufis en los ejércitos árabes que en el año 711 conquistaron España.
    interna del meditador brahmán de piernas cruzadas,
    el pincel y los colores del artista, la suprimida
    y poderosa personalidad del mofador. Ninguno
    reemplaza al otro: cuando una llama es arrojada
    dentro de otra llama, se unen en su naturaleza de
    “llama”. Arrojas una antorcha a una vela, y luego
    dices: “¡Mira! ¡He aniquilado la flama de la vela!”
    (Ishan Kaiser, Lenguaje de sabios).

    Los Sufis utilizan un punto de vista nuevo para contrarrestar
    el condicionamiento impuesto por una sociedad materialista
    e injusta. Toda la filosofía se ha devaluado pues la enseñanza
    de “sabiduría” ha sido encapsulada. Incesantemente la
    gente repite entre sí truismos sin realmente experimentar
    lo que significan. Si un Sufi dice: “Lo que se necesita es un
    enfoque nuevo”, no será de ningún modo improbable que
    todo aquel que lo escuche esté inmediatamente de acuerdo
    (pues la declaración parece significativa) para luego olvidarse
    completamente. El significado de las palabras no ha
    penetrado. “Toma el trigo; no la medida que lo contiene.”
    (Rumi, Mathnawi, 1. II).
    Es tan importante liberar al pensamiento de las adherencias
    del pensar rígido que el gran Rumi ha comenzado sus dos
    obras capitales con ejercicios destinados a ello. En este
    sentido le sigue el ritmo al procedimiento que normalmente
    es aplicado en las escuelas de enseñanza Sufi, y aunque los
    traductores externalistas probablemente no lo sepan, dos de
    sus libros son en realidad comentarios sobre las etapas y los
    estados del desarrollo Súfico tal como se manifiestan en carne
    y hueso en una escuela Sufi.
    En Fihi Ma Fihi, al mismísimo comienzo, Rumi cita una
    frase del propio Muhammad que ha pasado al lenguaje común
    y ha sido convertida en proverbio, sabiamente transmitida de
    boca en boca. Se comenta que Muhammad dijo: “El peor de
    los sabios es el que visita a un príncipe; el mejor príncipe es el
    que visita a un sabio.”
    Rumi indica que el significado interior de esta enseñanza
    señala que la definición de “visitar” depende de la calidad del
    visitante y el visitado. Si un gran sabio visita a un príncipe, es
    el príncipe quien se beneficia; y por ende se le ha de considerar
    como “visitante” del sabio. Esto está muy lejos de ser un mero
    juego de palabras, tal como algunas personas poco reflexivas
    han supuesto.
    Con algo así como una táctica de choque, el Mathnawi abre
    su enseñanza, después de la célebre “Canción del Junco”, con
    lo que parece un cuento de hadas sobre un príncipe cazador
    y una bella muchacha. Cuando el lector se dispone a disfrutar
    de una historia convencional, Rumi empieza a manipularla
    para crear pensamiento en la mente y combatir la tendencia
    al “sueño”, que Sufísticamente se considera que es la reacción
    usual a los cuentos populares.
    Un príncipe había salido de caza, cuando vio sobre el
    camino a una bella joven campesina. Se enamoró de ella, y
    la compró. Poco después, ella enfermó. Desesperado por una
    cura, el potentado les ofreció a los médicos cualquier bien
    mundano que acaso deseasen. Fueron incapaces de hacerlo, y
    la condición de la joven empeoró. El príncipe, completamente
    afligido por el amor y el miedo, corrió hacia la mezquita e
    imploró la ayuda divina.

    Tuvo una visión en la cual un anciano le aseguró que
    pronto aparecería un médico. Al día siguiente, tal como
    se predijo, arribó este personaje. El doctor examinó a
    la paciente y se dio cuenta de que todos los remedios
    empleados por las sanguijuelas no solo habían sido inútiles,
    sino también perjudiciales. Comprendió que la enfermedad
    estaba relacionada con su condición interior. Aplicando un
    método psicológico, le formuló preguntas y la hizo hablar
    hasta que descubrió que estaba enamorada de cierto orfebre
    de Samarcanda.
    Le dijo al príncipe que una cura se efectuaría si le trajesen
    el orfebre a la joven, y él aceptó. Por su parte, el orfebre vio
    en la convocatoria del príncipe apenas un reconocimiento de
    su propia importancia en la orfebrería. No se dio cuenta de
    cuál sería su destino.
    Apenas llegó, se casaron; y la joven se recuperó
    completamente. Hasta aquí lo anodino de la historia bien
    puede haber hecho mella en la audiencia que se entrega al
    deleite de bien está lo que bien acaba.
    Pero el médico empezó a preparar ciertas pociones para
    el orfebre: una que hizo que sus defectos internos fuesen
    tan evidentes que la doncella lo vio como era y comenzó a
    odiarlo. Él murió, y la joven fue capaz de amar al príncipe,
    quien siempre estuvo destinado para ella.

    Además de la complicada imaginería del relato en su
    versión original, la enseñanza contiene un impacto en
    muchos niveles. No se trata solamente de narrar un cuento
    con una moraleja burda: es un comentario sobre algunos de
    los procesos de la vida.
    Hadrat-i-Paghman dice de este relato: “Pondéralo, pues a
    menos que lo asimiles, serás como el niño que quiere que
    todo le salga bien y que llora cuando no es así. Te construirás
    una prisión para ti mismo, una cárcel de emociones. Cuando
    estés en esta prisión, te lastimarás a ti mismo con la aspereza
    de los barrotes que tú mismo has colocado.”
    Antiguamente, las ideas y enseñanzas Sufis eran realmente
    vividas… y podía haber un Sufi sin un nombre para su culto.
    Entonces llegó el período moderno, en el cual el nombre
    existe pero el vivirlo es difícil, y ha tenido que ser adaptado a
    la “velación” – condicionamiento – que comienza en la cuna
    y que termina casi en la tumba.






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    LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS. - Página 23 Empty Re: LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS.

    Mensaje por Maria Lua Jue 02 Ene 2025, 18:17

    ***

    ¿Cuán vieja es exactamente la palabra “Sufismo”? Ha
    habido Sufis en todos los tiempos y en todos los países,
    dice la tradición. Los Sufis existían como tales y bajo este
    nombre antes del Islam. Pero, si bien había un nombre para el
    practicante, no lo había para la práctica. La palabra “Sufismo”
    procede del latín Sufismus: fue un erudito teutónico quien,
    apenas en 1821, acuñó dicha latinización que hoy está casi
    completamente naturalizada en el inglés. Antes del académico
    alemán existía la palabra tasawwuf: el estado, práctica
    o condición de ser un Sufi. Este punto puede no parecer
    importante, pero lo es para los Sufis. Es una de las razones por
    las cuales entre los Sufis no se usa un término estático para
    su culto. Lo llaman una ciencia, un arte, un conocimiento,
    un Camino, una tribu – e incluso con una voz compuesta
    del siglo décimo, acaso traducible como psicoantropología
    (nafsaniyyatalinsaniyyat) – pero no lo llaman Sufismo.

    Tarika-sufiyya significa el Camino Sufi: y es fácil de
    interpretar en inglés porque tarika es sendero, así como un
    modo de hacer algo; y también comunica la noción de seguir
    una vía, una línea o un rastro: la Vía del Sufi. Al Sufismo se lo
    denomina con distintos nombres según el sentido en que se lo
    discute. Así, ilm-al-maarifat (la ciencia del Saber) se la puede
    encontrar ocasionalmente; o el-irfan (la gnosis); y las órdenes
    o grupos organizados suelen ser denominados tarika. De
    modo similar, el Sufi es conocido como el Buscador, el hombre
    Embriagado, el iluminado, el bueno, el Amigo, el Cercano, el
    derviche, un faquir (humilde, pobre de espíritu) o Kalandar,
    conocedor (gnóstico), sabio, amante, esoterista. Dado que no
    habría Sufismo sin los Sufis, la palabra siempre se aplica a
    personas, y no se la puede considerar una forma abstracta
    como, por ejemplo, “filología” o “comunismo” podrían
    significar respectivamente el estudio de las palabras o una
    teoría de acción comunal. El Sufismo, entonces, implica tanto
    la comunidad de los Sufis como la práctica real de su culto. No
    puede significar realmente ninguna presentación teórica del
    Camino de los Sufis. No hay Sufismo teorético o intelectual,
    como tampoco puede haber un movimiento Sufi, lo cual es
    una redundancia porque todo ser Súfico es movimiento y un
    movimiento que abarca todos los fenómenos de tipo similar.
    Hay, por ejemplo, “Sufis cristianos”, una expresión que
    podría ser usada, y lo ha sido, por Sufis en general. El Sufi es
    incluso denominado masihi-i-batini (cristiano esotérico) en
    algunos contextos.

    Si un Sufi le presentara a una mente convencionalmente
    catalogadora algunos hechos acerca de los Sufis, una
    computadora mental o eléctrica podría estropearse en
    el intento de organizarlos en alguna clase de sistema.
    Afortunadamente, sin embargo, hay todavía mucha gente
    que puede aceptar información a diversos niveles y que será
    capaz de formar un patrón a partir de ellos. Aquí hay una
    serie de verdades sobre los Sufis.
    Los Sufis aparecen en tiempos históricos principalmente
    dentro del ámbito del Islam. Han producido grandes teólogos,
    poetas, científicos. Aceptaron la teoría atómica y formularon
    una ciencia de la evolución más de seiscientos años antes
    de Darwin. Han sido proclamados santos, ejecutados y
    perseguidos como herejes. Enseñan que hay una sola verdad
    que subyace en todo lo que es llamado religión.
    Algunos han dicho: “No creo en nada”; otros: “Creo en
    todo”. Algunos dicen: “Que no haya frivolidad entre los
    Sufis.” Otros: “No existe un Sufi sin humor.” El escolasticismo
    y el misticismo son antagónicos. Pero los Sufis generaron,
    entre otras, una escuela de cada uno de ellos. ¿Eran estas
    musulmanas? No, eran cristianas, asociadas a los agustinos
    y a san Juan de la Cruz, como han establecido el profesor
    Palacios y otros. De ser un místico oriental, el Sufi ahora
    parece ser el antecesor de los místicos y filósofos cristianos.
    Añadamos algunos hechos más. El café que bebemos fue
    primero usado tradicionalmente por los Sufis para agudizar
    la consciencia. Vestimos sus ropas (camisa, cinturón,
    pantalones); escuchamos su música (música andaluza,
    acompasada, canciones de amor); bailamos sus danzas (vals,
    danza Morris en Inglaterra); leemos sus relatos (Dante,
    Robinson Crusoe, Chaucer, Guillermo Tell); empleamos sus
    frases esotéricas (“momento de la verdad”, “espíritu humano”,
    “hombre ideal”); y nos entretenemos con sus juegos (cartas).8
    Incluso pertenecemos a derivaciones de sus sociedades, como
    la masonería y ciertas órdenes caballerescas. Tales elementos
    Súficos son examinados más adelante en este libro.
    El monje en su celda, el faquir en la cima de la montaña, el
    comerciante en su tienda, el rey en su trono: estos pueden ser
    Sufis, pero esto no es Sufismo. La tradición Sufi dice que el
    Sufismo es un leudante (“El Sufismo es levadura”) dentro de
    toda sociedad humana. Si nunca ha sido apartado del campo
    del estudio académico, es porque nunca estuvo disponible
    para el escolasticismo como sujeto de investigación. Su
    misma diversidad impide que sea sistematizado de la manera
    semipermanente que lo haría suficientemente estático para
    ser investigado. “El Sufismo”, según el Sufi, “es la aventura
    de vivir, una aventura necesaria.”

    Si el Sufismo es una aventura, una meta de perfección
    humana que se alcanza examinando y despertando en la
    humanidad un órgano más elevado de realización, completez,
    destino, ¿por qué es tan difícil de evaluar, de localizar en el
    tiempo, de identificar? Es precisamente porque el Sufismo
    es llevado a cabo en todas las comunidades y en todos los
    tiempos que tiene tal diversidad: y este es uno de sus secretos.
    El Sufi no necesita la mezquita, el idioma árabe, las letanías,
    los libros de filosofía, ni siquiera la estabilidad social.
    La relación con la humanidad es evolutiva y adaptable. El
    Sufi no depende de su reputación de realizar actos mágicos
    o milagros; esto es menos que incidental, aunque puede que
    goce de tal reputación. El practicante mágico-religioso de
    otros sistemas empieza por el extremo opuesto de la escala;
    su reputación se basa en sus milagros y probablemente
    es sustentada por ellos. El Sufi tiene una reputación que es
    secundaria a su trabajo, el cual es ser parte del organismo Sufi.
    El ascendiente moral, o la personalidad magnética, que el
    Sufi conquista no es su meta sino el subproducto de su logro
    interior, el reflejo de su desarrollo.
    Un Sufi dice: “La polilla, si pudiera pensar, bien podría creer
    que la llama de la vela es deseable porque parece representar
    la perfección. La llama es producto de la cera, la mecha y la
    chispa que se inflama. La polilla humana, ¿está buscando la
    llama o la chispa misma? Observa a la polilla. Su destino, ser
    destruida por la llama, es visible para ti y oculto para ella.”
    (Lengua del mudo, citando a Paiseem).
    Naturalmente, el mundo juzga al Sufi solamente por lo que
    dice y hace. Supongamos que se ha convertido en millonario.
    El observador externo, advirtiendo que se ha vuelto
    millonario desde que emprendió un estilo de vida llamado
    Sufismo, acaso considere al fenómeno como un proceso
    de fabricar millonarios. Mas para el Sufi en cuestión, es la
    realización y la evolución interior lo que le ha dado su logro
    interno. El dinero puede ser un reflejo externo de ello, pero
    tiene mucha menos importancia que las experiencias Sufis.
    Esto no significa, como supondría mucha gente, que se haya
    convertido en un millonario obsesionado por el misticismo,
    y que el dinero no tenga sentido para él. Tal situación no
    sería posible con un Sufi, porque lo material y lo metafísico
    están vinculados de un modo que debe ser considerado como
    un contínuum. Sería la clase de millonario que no solo es
    rico, pero que también está psicológicamente integrado por
    completo. A mucha gente le resulta difícil absorber este
    hecho fundamental lo suficientemente bien como para que
    les pueda ser útil.




    84
    cont
    https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf


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    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
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    Mensaje por Maria Lua Vie 03 Ene 2025, 18:43

    ***

    En la práctica popular, corriente desde Calcuta a California,
    la persona ordinaria llegará a las cumbres filosóficas de
    repetirse sabiamente a sí mismo o a cualquiera que vaya a
    escucharlo, que “el dinero no lo es todo” o que “el dinero no
    da la felicidad”. El hecho de que tal idea pueda ser expresada
    muestra que está arraigada en una suposición previa de que
    el dinero puede ser considerado en cierto modo como de
    trascendental importancia. La práctica demuestra que no lo
    es. Pero el filósofo casero no puede captar por qué esto sería
    así. Los problemas más acuciantes del hombre pobre parecen
    tener su solución en el dinero. El sacerdote le dice que el
    dinero no es algo bueno. Cuando consiga el dinero puede
    que como consecuencia no se sienta satisfecho. Y es incapaz
    de integrar estos tres factores.

    La psicología moderna ha hecho algún bien allí donde, por
    ejemplo, ha señalado que el ansia de ganar dinero puede ser
    un síntoma de inseguridad. Pero aún no se ha integrado a
    sí misma; históricamente, sigue luchando a veces contra la
    corriente. La actitud Sufi comienza a operar sobre una base
    diferente. Toda la vida es una lucha, dice el Sufi, pero la lucha
    tiene que ser coherente. El hombre ordinario está luchando
    contra demasiadas cosas a la vez. Si una persona confusa e
    incompleta hace dinero o tiene éxito en su profesión, continúa
    siendo una persona confusa e incompleta.
    La psicología aprende a medida que avanza; el Sufismo
    ya ha aprendido: transforma a la mente con su incoherencia
    natural y adquirida en un instrumento mediante el cual la
    dignidad y el destino humanos pueden ser conducidos a una
    etapa superior.

    Para la mente Sufi, las psicologías freudiana y jungiana
    carecen de la frescura que tienen para Occidente. Los
    argumentos sexuales de Freud fueron destacados por el
    Sheikh Sufi Ghazali en su Alquimia de la felicidad (escrito
    hace más de novecientos años), como algo corriente entre los
    teólogos musulmanes. La teoría jungiana de los arquetipos
    no se originó con el profesor Jung, sino que fue expuesta por
    el maestro Sufi Ibn el-Arabi, como señala el profesor Rom
    Landau en The Philosophy of Ibn Arabi. (Macmillan, Nueva
    York, 1959, p. 40 ss.).
    Sufis de todas las Órdenes están empapados de La alquimia
    de la felicidad de Ghazali y las obras de Ibn el-Arabi, y
    por ende están familiarizados con estos modos de pensar
    supuestamente modernos y sus limitaciones.
    El Sufismo no es susceptible de ser estudiado a través de
    la psicología por varias razones. La más interesante de ellas
    para el occidental será probablemente que el Sufismo es en
    sí mismo un sistema psicológico mucho más avanzado que
    cualquiera de los que hasta ahora se han desarrollado en
    Occidente. Esta psicología tampoco es oriental en esencia,
    sino humana. Es innecesario afirmar este hecho sin aducir
    alguna corroboración. Podemos mencionar la admisión de
    Jung de que el psicoanálisis occidental es el de un principiante
    comparado con el oriental:
    “El propio psicoanálisis y las líneas de pensamiento que
    origina – seguramente un desarrollo claramente occidental –
    son apenas el intento de un principiante comparados con lo
    que es un arte inmemorial en Oriente.”9
    Y sin embargo Jung se ha referido solamente a ciertas partes
    del pensamiento oriental. La totalidad no puede estudiarse
    por medio de las partes, y el principiante no puede juzgar el
    trabajo del experto en cualquier campo, incluido el Sufismo.

    El así llamado enfoque científico del fenómeno humano y
    la relación del hombre con el resto de los seres es tan limitado
    como la filosofía ordinaria. Como la razón discursiva, la
    ciencia opera únicamente dentro del conveniente círculo de
    lo que encaja con sus preconceptos, como nos recuerda el
    profesor Graves:

    “...los científicos son cuidadosos al expresar sus
    suposiciones en fórmulas matemáticas que, aplicadas
    artísticamente a problemas tales como la estructura del
    átomo o la temperatura interior de las estrellas, brindan
    ‘bellos’ resultados. Son aplicados únicamente a casos seguros
    y preparados, aunque continúen inservibles para los no
    estereotipados: tiene que haber una equivalencia simpática
    entre fórmula y caso... Un resultado bello es tan bueno como
    una prueba demostrable, y puede ser sustituido solamente
    por un resultado aún más bello.”10


    Una vez más la doctrina de que la totalidad no puede
    estudiarse por medio de las partes, sumado al hecho de que
    una cosa no puede estudiar de forma simultánea todas sus
    propias partes. El maestro Sufi Pir-i-Do-Sara dice:

    “¿Puedes imaginarte a una mente observando la totalidad
    de sí misma? Si toda ella estuviera inmersa en la observación,
    ¿qué estaría observando? Si toda ella estuviera inmersa en
    ser mente, ¿quién observaría? La observación del yo es
    necesaria cuando hay un yo que es distinto de la parte que
    no-es...”11

    Los Sufis afirman que el organismo generalmente conocido
    como Sufismo ha sido la única corriente de experiencia
    directa y evolutiva que constituyó el factor determinante en
    todas las grandes escuelas de misticismo. A fin de verificar
    esto en la medida de lo posible, es interesante seguir el
    movimiento de las ideas Súficas. Si resultan tener un poder de
    penetración, una capacidad para influenciar el pensamiento
    y la acción en diversas comunidades, entonces podremos
    inferir el dinamismo interno del sistema. En otras palabras,
    ¿hay razón para suponer que la corriente Súfica tiene el poder
    de influir sobre el pensamiento humano en, digamos, Europa
    occidental? Durante el bastante bien documentado período
    clásico del Sufismo, ¿ha penetrado a través de la pantalla
    de la Edad Media, proporcionando poder y desarrollo a
    comunidades de diferentes orígenes? ¿Es orgánico el Sufismo
    en este respecto?






    https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf


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    Mensaje por Maria Lua Vie 03 Ene 2025, 18:45

    ***

    Esta sugerencia implica que, desde tiempos remotos,
    maestros Sufis han transmitido su saber a casi todas las
    sociedades. La tradición Sufi afirma que así ha sido. En
    tiempos más modernos esta aseveración solo puede ser
    verificada con la aparición visible de prácticas Súficas en
    comunidades muy apartadas de los centros Sufis de Asia. La
    esencia de la actividad Sufi no sería tan visible. Todo lo que
    uno podría esperar encontrar serían rastros desperdigados,
    como el marcador radioactivo inyectado a veces en el
    torrente sanguíneo humano, de enseñanzas y prácticas Sufis
    características que aún conservaran su color local.
    Pongamos un ejemplo. Si Alfonso el Sabio escribió en
    árabe, esto podría ser evidencia de la influencia arábiga. Sin
    embargo, si el símbolo de una sociedad iniciática Sufi fuese
    encontrado entre los irlandeses del siglo IX (como ocurrió),
    podría indicar, junto con otras pruebas, una migración a
    Occidente de las enseñanzas Súficas.
    Hemos examinado algunas características destacadas del
    Sufismo, pero no hemos resaltado la necesidad de los hechos
    superficialmente plausibles de la expresión Sufi. Aquí están,
    pues, transmitidas en la medida de lo posible por medio de
    palabras ordinarias, el resto de las convicciones Sufis.

    Por expresarlo de alguna manera, los Sufis creen que la
    humanidad está evolucionando hacia un destino determinado.
    Todos participamos en esta evolución. Los órganos surgen
    como resultado de la necesidad de órganos específicos
    (Rumi). El organismo del ser humano está produciendo un
    nuevo complejo de órganos en respuesta a dicha necesidad.
    En esta era en la que se trasciende el tiempo y el espacio, el
    complejo de órganos está interesado en la trascendencia del
    tiempo y el espacio. Lo que la gente común considera brotes
    esporádicos y ocasionales de poder telepático o profético,
    los Sufis lo atribuyen nada menos que al funcionamiento
    inicial de estos mismos órganos. La diferencia entre toda la
    evolución hasta la fecha y la actual necesidad de evolución,
    reside en que durante los últimos diez mil años se nos ha
    ofrecido la posibilidad de una evolución consciente. Esta
    nueva y singular evolución es tan esencial, que nuestro
    futuro depende de ella. Puede ser denominada “aprendiendo
    a nadar”, en palabras de nuestra fábula.
    ¿Cómo son desarrollados estos órganos? Mediante el
    método Sufi. ¿Cómo sabemos que los estamos desarrollando?
    Solo a través de la experiencia. En el sistema Sufi hay una
    serie de “etapas”. El logro de estas etapas está marcado por
    una experiencia inefable e inconfundible. Esta experiencia,
    cuando llega, activa el órgano en cuestión, nos brinda
    descanso tras el camino cuesta arriba y nos da la fuerza
    suficiente para continuar el ascenso. La realización de etapas
    es permanente. Hasta que se alcanza una de ellas, es como si
    la placa fotográfica hubiera estado impresionada y revelada,
    pero no fijada; y las experiencias propiamente dichas son la
    substancia que fija.


    Este es el significado de la experiencia mística que, si
    uno se abandona a ella sin la armonía adecuada con la
    evolución, parece simplemente algo sublime: una sensación
    de omnipotencia o de gracia pero sin garantías de a dónde irá
    después el feliz o infeliz mortal.
    Los Sufis creen que la actividad Súfica produce y concentra
    lo que podría calificarse de fuerza centrífuga o magnética.
    Esta fuerza atrae a otras fuerzas similares en otros lados.
    Con la unión de tales fuerzas, el trabajo continúa. Esta es
    una explicación de los misteriosos “mensajes” que reciben
    los maestros Sufis, indicándoles que se dirijan a tal o cual
    lugar a fin de responder a la llamada de la fuerza que ha sido
    abandonada o que necesita refuerzo.
    Esto es todo cuanto puede explicarse del Sufismo en
    términos formales. En cuanto al resto, lo único válido es la
    consigna Súfica:


    “Quien no prueba, no sabe”. (Rumi).





    91
    https://idriesshahfoundation.org/wp-content/uploads/2021/09/The_Sufis_ES.pdf


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    Mensaje por Maria Lua Dom 05 Ene 2025, 14:25

    ***

    Las sutilezas del Mulá Nasrudín




    Cuando llegas al mar, no hablas del afluente.
    (Hakim Sanai, El amurallado
    jardín de la verdad)



    El mulá (maestro) Nasrudín es la figura clásica creada
    por los derviches, en parte con el propósito de interrumpir
    por un momento situaciones en las cuales se esclarecen
    ciertos estados de la mente. Los cuentos de Nasrudín,
    conocidos en todo el Oriente Medio, constituyen (en el
    manuscrito, Las sutilezas del incomparable Nasrudín) uno
    de los logros más extraños en la historia de la metafísica.
    Superficialmente, la mayoría de los relatos de Nasrudín
    pueden usarse como chistes. Se cuentan una y otra vez en
    las casas de té y en los caravasares, en los hogares y por
    las emisoras de radio de Asia. Pero una cualidad inherente
    a los relatos de Nasrudín es que pueden comprenderse
    en cualquiera de sus muchos niveles. Está el chiste, la
    moraleja… y ese algo extra que conduce a la conciencia
    del místico potencial un poquito más lejos en su camino
    hacia la realización.
    Ya que el Sufismo es algo que es vivido además de algo que
    es percibido, un cuento de Nasrudín no puede producir por sí
    mismo la iluminación total. Por otra parte, tiende un puente
    entre la vida mundana y una transmutación de la conciencia
    de un modo que ninguna otra forma de literatura ha sido
    capaz de alcanzar hasta ahora.

    Las sutilezas jamás han sido presentadas en su totalidad a
    un público occidental, probablemente porque los relatos no
    pueden ser debidamente traducidos por un no-Sufi, o incluso
    estudiados fuera de contexto y retener su impacto esencial.
    Incluso en Oriente la colección es usada únicamente con fines
    de estudio por los Sufis iniciados. “Chistes” individuales de la
    colección se han introducido en casi todas las literaturas del
    mundo, y se les ha dispensado cierta atención escolástica por
    esta razón: como un ejemplo del movimiento de la cultura o
    para respaldar argumentos en favor de la identidad básica
    del humor en todos lados. Pero si los cuentos han probado
    su poder de supervivencia debido a su perenne atractivo
    humorístico, esto es enteramente secundario a la intención
    del corpus, que es la de proveer una base para poner a
    disposición la actitud Sufi ante la vida y para hacer posible el
    logro de la realización y la experiencia mística Súficas

    La leyenda de Nasrudín, adjuntada a las Sutilezas y que
    data por lo menos del siglo XIII, menciona algunas de las
    razones para presentar a Nasrudín. Es imposible evitar
    que el humor se propague: tiene un modo de deslizarse a
    través de los patrones mentales que le son impuestos a la
    humanidad por el hábito y el diseño. Como un sistema
    completo de pensamiento, Nasrudín existe en tantos niveles
    de profundidad que no se lo puede matar. Parte de esta verdad
    puede ser vista en el hecho de que organizaciones tan diversas
    y ajenas como la Sociedad Británica para la Promoción del
    Conocimiento Cristiano y el gobierno soviético han solicitado
    ambos los servicios de Nasrudín. La primera (SPCK son sus
    siglas en inglés) publicó algunos relatos como Cuentos del
    Khoja, mientras que los rusos (quizá por aquello de “si no
    puedes vencerlos, únete a ellos”) hicieron una película de
    Nasrudín bajo el título Las aventuras de Nasrudín. Incluso
    los griegos, que han aceptado pocas cosas de los turcos, lo
    consideran parte de su herencia cultural. La secular Turquía
    ha publicado, a través de su ministerio de información, una
    selección de los chistes metafísicos atribuidos a este supuesto
    predicador musulmán que es el arquetipo del místico Sufi. Y
    sin embargo las órdenes derviches fueron disueltas por la ley
    en la Turquía republicana.


    Nadie sabe realmente quién fue Nasrudín, dónde vivió o
    cuándo. Esto es muy característico, porque toda la intención
    es suministrar una figura que no pueda ser realmente
    caracterizada y que sea intemporal. Lo importante para
    los Sufis es el mensaje, no el hombre. Esto no ha impedido
    que la gente le proveyera de una historia espuria e incluso
    de una tumba. Los eruditos, cuya pedantería es a menudo
    derrotada por Nasrudín en sus relatos, han incluso intentado
    desmenuzar las Sutilezas con la esperanza de encontrar el
    apropiado material biográfico. Uno de sus “descubrimientos”
    hubiese divertido al propio Nasrudín. Nasrudín dijo que en
    este mundo se sentía cabeza abajo, aduce un erudito; y de
    esto infiere que la supuesta fecha de la muerte de Nasrudín,
    inscrita en su “tumba”, no debería leerse 386, sino 683.
    Otro profesor siente que los números arábigos empleados,
    si se invirtieran correctamente, se verían como la cifra 274.
    Registra gravemente que un derviche al que le pidió ayuda
    “…se limitó a decir: ‘Por qué no soltar una araña sobre tinta
    y observar las marcas que va dejando al salir. Esto debería
    darte la fecha correcta o algún otro indicio’.”

    De hecho, 386 equivale a 300 + 80 + 6. Traspuesto a letras
    arábigas, eso se decodifica SH, W, F, que forman la palabra
    SHaWaF: “hacer que alguien vea; mostrar una cosa.” La
    araña del derviche “mostraría” algo, como él mismo dijera.
    Si examinamos algunos de los relatos clásicos de Nasrudín
    de la manera más imparcial posible, pronto descubrimos que
    el abordaje exclusivamente escolástico es el último que se
    permitiría un Sufi:

    Nasrudín, guiando una balsa en la cual trasladaba a un
    pedante a través de aguas turbulentas, le dijo a este algo
    poco gramatical. “¿Has estudiado alguna vez gramática?”, le
    preguntó el erudito.
    “No.”
    “Entonces has desperdiciado la mitad de tu vida.”
    Unos minutos después, Nasrudín se volvió hacia el pasajero.
    “¿Has aprendido a nadar?”
    “No. ¿Por qué?”
    “Entonces has desperdiciado toda tu vida: ¡nos estamos
    hundiendo!”



    Este es el énfasis sobre el Sufismo como una actividad
    práctica, negando que el intelecto formal puede llegar a la
    verdad y que el pensar por medio de patrones derivados del
    mundo familiar pueda aplicarse a la verdadera realidad, que
    se mueve en otra dimensión.
    Esto es resaltado aun más enfáticamente en un irónico
    relato que se desarrolla en una casa de té: un término Sufi
    para un lugar de reunión de los derviches. Entra un monje y
    declara:

    “Mi maestro me enseñó a propagar el mensaje de que la
    humanidad nunca estará satisfecha hasta que el hombre que
    no ha sido ofendido se indigne ante una ofensa de igual modo
    que el hombre a quien sí se ha ofendido.”


    La reunión está momentáneamente impresionada. Entonces
    habla Nasrudín:

    “Mi maestro me enseñó que nadie debería indignarse
    por nada hasta estar seguro de que aquello que le parece
    una ofensa es realmente una ofensa… ¡y no una bendición
    disfrazada!”








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    Mensaje por Maria Lua Dom 05 Ene 2025, 14:29

    ***


    Nasrudín, en su calidad de maestro Sufi, hace un uso
    frecuente de la técnica derviche de representar él mismo el
    papel del hombre ignorante del relato, a fin de resaltar una
    verdad. Un célebre cuento que niega la creencia superficial en
    causa y efecto lo victimiza:


    Un día, el Mulá Nasrudín caminaba por un callejón cuando
    un hombre resbaló de un techo y cayó encima de él. El hombre
    salió indemne… pero el Mulá fue llevado al hospital.
    “¿Qué enseñanza infieres de este evento, maestro?”, le
    preguntó uno de sus discípulos.
    “Evita creer en la inevitabilidad, ¡incluso aunque causa
    y efecto parezcan inevitables! Elude las preguntas teóricas
    como: ‘Si un hombre cae desde un techo, ¿se desnucará?’ Él
    cayó… pero fui yo quien se desnucó!”


    Debido a que la persona media piensa según unas pautas
    determinadas y no puede adaptarse a un punto de vista
    realmente diferente, pierde gran parte del sentido de la vida.
    Puede vivir, incluso progresar, pero no puede comprender
    todo lo que está ocurriendo.

    El relato del contrabandista lo deja bien en claro:


    Nasrudín solía cruzar la frontera con su asno todos los días,
    llevando las alforjas cargadas de paja. Dado que cada noche
    al regresar a casa admitía ser un contrabandista, los guardias
    de la frontera lo cacheaban una y otra vez. Registraban su
    persona, cernían la paja, la sumergían en agua y de vez en
    cuando incluso la quemaban. Mientras tanto, su prosperidad
    aumentaba visiblemente.
    Luego se jubiló y fue a vivir a otro país; allí fue donde,
    años más tarde, uno de los aduaneros se lo encontró.
    “Ahora me lo puedes decir, Nasrudín”, dijo. “¿Qué era lo
    que contrabandeabas, que nunca pudimos descubrirlo?”
    “Asnos”, contestó Nasrudín



    Este relato también resalta una de las más importantes
    afirmaciones del Sufismo: que la experiencia sobrenatural y
    el objetivo místico están más cerca de la humanidad de lo que
    se cree. La suposición de que algo esotérico o trascendental
    ha de ser lejano o complicado procede de la ignorancia de
    los individuos. Y esa clase de individuo es la menos calificada
    para juzgar la cuestión. Está “lejos” únicamente en una
    dirección que él no comprende.

    Nasrudín, como el propio Sufi, no viola los cánones de su
    tiempo; pero añade una nueva dimensión a su conciencia,
    rehusando aceptar con fines específicos y limitados que
    la verdad, por ejemplo, sea algo que pueda medirse como
    cualquier otra cosa. Lo que la gente llama verdad es relativo
    a su situación; y no podrá encontrarla hasta que comprenda
    esto.


    Uno de los cuentos de Nasrudín, muy ingenioso, muestra
    que es imposible progresar si uno no puede ver a través de la
    verdad relativa.


    Un día, Nasrudín se hallaba en la corte. El rey se quejaba
    de que sus súbditos eran mentirosos. “Majestad”, le dijo
    Nasrudín, “hay dos clases de verdad. La gente debe practicar
    la verdad real antes de poder usar la verdad relativa. Pero
    siempre lo intentan al revés. El resultado es que se toman
    libertades con su verdad artificial, porque instintivamente
    saben que es solo una invención.”
    El rey creyó que aquello era demasiado complicado. “Una
    cosa debe ser verdadera o falsa. Yo obligaré a la gente a decir
    la verdad, y mediante esta práctica se acostumbrarán a ser
    veraces.”
    Cuando al día siguiente se abrieron las puertas de la
    ciudad, una horca había sido erigida frente a ellas y a su
    lado se encontraba el capitán de la guardia real. Un heraldo
    anunció: “Quienquiera que entre en la ciudad debe primero
    contestar con la verdad a una pregunta que le formulará el
    capitán de la guardia.”
    Nasrudín, que había estado esperando fuera, entró primero.
    El capitán habló: “¿A dónde vas? Dime la verdad o serás
    colgado.”
    “Voy a morir colgado en esa horca”, dijo Nasrudín.
    “¡No te creo!”
    “Muy bien, pues. Si he dicho una mentira, ¡cuélgame!”
    “¡Pero esto lo convertiría en verdad!”
    “Exactamente”, dijo Nasrudín, “en tú verdad.”








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    Mensaje por Maria Lua Dom 05 Ene 2025, 14:36

    ***

    El aspirante a Sufi también debe comprender que los
    estándares del bien y del mal dependen de criterios individuales
    o de grupo, no de hechos objetivos. Hasta que lo experimente
    internamente y también lo acepte intelectualmente, no
    cumplirá con los requisitos para la comprensión interna. Esta
    escala cambiante está ilustrada por un relato de caza:


    Un rey que disfrutaba de la compañía de Nasrudín, y a
    quien también le gustaba cazar, le ordenó que lo acompañase
    a cazar osos. El Mulá estaba aterrado.
    Cuando Nasrudín volvió a su aldea, alguien le preguntó:
    “¿Cómo fue la caza?”
    “Maravillosamente.”
    “¿Cuántos osos viste?”
    “Ninguno.”
    “Entonces, ¿cómo pudo haber ido maravillosamente?”
    “Cuando estás cazando osos, y cuando eres yo, no ver
    ningún oso es una experiencia maravillosa.”


    La experiencia interna no puede ser transmitida por medio
    de la repetición, sino que tiene que ser constantemente
    refrescada desde la fuente. Numerosas escuelas continúan
    operando mucho después de que su dinámica efectiva se
    haya extinguido, convirtiéndose en meros centros que repiten
    una doctrina progresivamente debilitada. El nombre de la
    enseñanza acaso continúe siendo el mismo. Puede que la
    enseñanza no tenga valor, e incluso sea opuesta al significado
    original: es casi siempre una parodia de él.

    Nasrudín resalta
    esto como uno de los puntos de su relato “Sopa de pato”:


    Un pariente del Mulá vino de visita desde un lugar remoto
    del país, trayendo un pato de regalo. Encantado, Nasrudín
    mandó a que cocinaran el pato y lo compartió con su huésped.
    Sin embargo, poco tiempo después empezó a llegar un paisano
    tras otro, cada uno diciendo que era amigo del amigo del
    “hombre que te trajo el pato”. Ninguno traía regalos.
    Al final, Nasrudín se exasperó. Un día llegó otro
    desconocido más. “Soy amigo del amigo del amigo del
    pariente que te trajo el pato.”
    Se sentó, como todos los demás, a esperar la comida.
    Nasrudín le llevó un tazón de agua caliente.
    “¿Qué es esto?”
    “Eso es la sopa de la sopa de la sopa del pato que trajo mi
    pariente.”


    La agudizada percepción que logra el Sufi a veces
    le permite experimentar cosas que son imperceptibles para otros.
    Ignorantes de este hecho, miembros de otras escuelas
    generalmente delatan su falta de percepción diciendo o haciendo
    algo que obviamente es resultado de inmadurez espiritual, que
    el Sufi puede leerlos como un libro. En estas circunstancias,
    los Sufis raramente se molestan en decir algo. No obstante, la
    percepción es ilustrada por otro cuento de Nasrudín:


    El Mulá llamó a la puerta de una casa grande para pedir
    dinero con fines benéficos. El criado dijo: “Mi amo ha salido.”
    “Muy bien”, replicó Nasrudín, “aunque no haya podido
    contribuir, por favor dale a tu amo un consejo mío. Dile:
    ‘La próxima vez que salgas, no dejes tu cara en la ventana…
    alguien podría robarla.’”




    La gente no sabe dónde buscar cuando está buscando iluminación.
    Como resultado, no es de extrañar que se adhiera a
    cualquier culto, se sumerja en toda clase de teorías, creyendo
    que tiene la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso.

    Nasrudín enseñó esto de varias maneras. En una ocasión,
    un vecino lo encontró arrodillado buscando algo.
    “¿Qué has perdido, Mulá?”
    “Mi llave”, dijo Nasrudín.
    Después de unos minutos de búsqueda, el vecino preguntó:
    “¿Dónde se te cayó?”
    “En casa.”
    “Entonces, por el amor de Dios, ¿por qué la estás buscando
    aquí?”
    “Porque aquí hay más luz.”



    Este es uno de los cuentos más famosos de Nasrudín,
    utilizado por muchos Sufis al hablar sobre la gente que busca
    iluminación en fuentes exóticas. El actuarlo en el escenario
    era parte del repertorio de Karl Vallentin, el difunto “payaso
    metafísico” de Múnich.






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    Mensaje por Maria Lua Dom 05 Ene 2025, 17:52

    ***

    El mecanismo de la racionalización es uno que impide
    efectivamente la profundización de la percepción. El impacto
    Súfico acaso se desperdicie a menudo porque el individuo no
    lo absorbe adecuadamente.



    Un vecino vino a pedirle prestado a Nasrudín el tendedero.
    “Lo siento, pero lo estoy utilizando para secar harina.”
    “Pero, ¿cómo puedes secar harina sobre una cuerda?”
    “Es menos difícil de lo que crees, cuando no quieres
    prestarla.”



    Aquí Nasrudín se presenta como la parte evasiva de la
    mente, que se niega a aceptar que hay otras maneras de
    acercarse a la verdad, además de las formas convencionales.
    En el desarrollo de la mente humana hay un cambio
    constante y un límite para la utilidad de cualquier técnica
    en particular. Esta característica de la práctica Sufi es
    ignorada por los sistemas repetitivos, que condicionan a la
    mente y crean una atmósfera de consecución o cercanía a la
    consecución, sin de hecho producirla. Nasrudín figura como
    protagonista de un relato que busca dejar esto en claro:


    El Mulá estuvo a punto de caer en un estanque. Un
    transeúnte lo salvó justo a tiempo. Desde entonces, cada vez
    que se encontraban, el hombre le recordaba a Nasrudín que
    lo había salvado de mojarse.
    Finalmente, incapaz de aguantarlo por más tiempo, el
    Mulá llevó a su amigo al estanque, se sumergió en él hasta
    el cuello y gritó: “¡Ahora estoy tan mojado como lo hubiese
    estado de no haberte visto nunca! ¿Me dejarás en paz?”



    El chiste o fábula corriente, conteniendo solamente un
    punto o énfasis, no puede compararse con el sistema de
    Nasrudín, idealmente un recital participativo que ejerce un
    efecto tanto interior como exterior o superficial. Las parábolas,
    fábulas o chistes ordinarios son considerados místicamente
    estériles porque carecen de penetración o verdadera fuerza
    regeneradora.
    Aunque la compleja ingenuidad e intención del cuento
    de Nasrudín es más avanzada que, digamos, la figura de
    Baldakiev de los rusos, el Joha de los árabes o el Bertoldo
    de los italianos – todos ellos conocidos personajes
    cómicos –, algo acerca de la diferencia de profundidad en
    los relatos puede determinarse por medio de los chistes del
    Mulá y sus equivalentes apariciones esporádicas en otras
    partes

    Un cuento zen provee un ejemplo interesante. En él, un
    monje pide a un maestro que le dé una versión de la realidad
    más allá de la realidad. El maestro agarra una manzana
    podrida, y el monje percibe la verdad por medio de este signo.
    Se nos deja a oscuras en lo referido a qué yace detrás de, o
    qué lleva hacia, la iluminación.
    La historia de Nasrudín acerca de una manzana, completa
    una gran parte de los detalles faltantes:


    Nasrudín está sentado en un círculo con sus discípulos
    cuando uno de ellos le pregunta sobre la relación entre las cosas
    de este mundo y las de una dimensión diferente. Nasrudín
    dice: “Debes comprender lo alegórico.” El discípulo replica:
    “Muéstrame algo práctico… por ejemplo, una manzana del
    paraíso.”
    Nasrudín levanta una manzana y se la da al hombre. “Pero
    esta manzana está podrida de un lado… seguramente una
    manzana celestial sería perfecta.”
    “Una manzana celestial sería perfecta”, dice Nasrudín,
    “pero en la medida en que tú seas capaz de juzgarlo, situados
    como estamos en esta morada de corrupción y con tus
    facultades actuales, nunca verás una manzana más parecida
    que esta a la del paraíso.”




    El discípulo comprendió que los términos que usamos para
    las cosas metafísicas están basados en términos físicos. Para
    poder penetrar en otra dimensión cognitiva, tenemos que
    adaptarnos a las formas de comprensión de dicha dimensión.
    El cuento de Nasrudín, que bien podría ser el original de la
    alegoría de la manzana, está diseñado para añadir a la mente
    del escuchador algo del sabor necesario para desarrollar la
    conciencia en su preparación para las experiencias que no
    podrán alcanzarse hasta que se haya creado un puente.
    Este desarrollo gradual de la conciencia interna es
    característico del método Súfico de Nasrudín. El destello
    de iluminación intuitiva que llega como resultado de los
    relatos es en parte una pequeña iluminación por sí misma,
    no una experiencia intelectual. También es un peldaño hacia
    el restablecimiento de la percepción mística en una mente
    cautiva, despiadadamente condicionada por los sistemas de
    entrenamiento de la vida material.





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